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1. Introducción


"Los finales felices son solo una pausa. Hay tres tipos de grandes finales:
Venganza. Tragedia. Perdón."

-Jannete Winterson.


Después de unas largas vacaciones, comienza mi primer día de clases y, con él, mi primer día en el Kickstar. No puedo evitar mirarlo asombrada. La fachada de ladrillos rojos ha sido sustituida por grandes ventanales de cristal, permitiendo que la luz del sol que se filtra a través de ellas, bañe los pasillos beige repletos de alumnos, pósters motivacionales, pinturas y el famoso lema del equipo de fútbol: "Juega como una estrella, brilla como un equipo." Pero lo más destacado del Kicktar, sin ninguna duda, es el campo de fútbol, con su césped perfectamente cortado y cuidado, rodeado de unas gradas altas y azules; el color del equipo. Me introduzco en el instituto como si fuera la primera vez que lo piso, y un pequeño suspiro escapa de mis labios.

Aquí estoy de nuevo, recorriendo un instituto que no creía volver a pisar. Sonrío al contemplar la razón de este cambio: Leia; con ella comienza la nueva etapa de mi vida. Camina a mi lado, pero a una distancia prudente para que no se nos pueda relacionar de ninguna manera mientras saluda a todo el mundo con una amabilidad nada fingida. Su larga cabellera oscura cae en pequeñas ondulaciones sobre sus hombros, y me mira con esos penetrantes ojos verdes. Pestañea un par de veces, moviendo a un ritmo lento sus grandes y espesas pestañas. Con 1′70 de estatura, unas piernas largas y esbeltas, junto a un cuerpo perfecto y bien definido, conseguía miradas de deseo, pero también miradas de envidia y odio.

La capitana de las animadoras señala disimuladamente a un chico alto, muy alto, que, apoyado en la taquilla, se ríe alegremente por la conversación que mantiene con su grupo de amigos. El dolor en la voz de Leia cuando me contó sobre la apuesta de Matt no deja de reproducirse en mi cabeza. He escuchado a muchas chicas que lloran por chicos, pero jamás había visto a Leia destrozada de esa forma. Y todo por él. Por ese capullo. Aún sigo sin entender cómo alguien como ella se había acabado fijando en... En alguien como él. Pero no soy la más adecuada para hablar o replicar nada, y menos cuando mi primera experiencia de amor me ha llevado a este desastre que considero vida, y todo el que me conoce, más bien el que conocía a Alyson Williams, lo sabe muy bien.

Sonrío mientras lo analizo, abriendo mi casillero: ahí está la presa, ahí está la persona que provocó todo un verano lleno de lágrimas y tarrinas de helado. Me las va a pagar. Nadie hace llorar al único motivo que me mantiene aquí. No voy a dejar que se salga con la suya, tan campante con su sonrisa intacta sin ser consciente.

Meses antes

Pues estoy harta. —Bufé.

¿Y qué pretendes hacer? —preguntó limpiándose las lágrimas con un pañuelo de papel casi deshecho.

Vengarme, esto no va a quedar así.

¿Y cómo lo piensas hacer? —Escuché su rota voz al cabo de varios minutos en silencio, soltando un pequeño sollozo.

Me quedé en blanco; no se me ocurría absolutamente nada, hasta que una sonrisa maliciosa apareció en el rostro de mi amiga.

Lo tengo —susurró, por lo que la miré, ansiosa por saber—. Se lo devolveremos con la misma moneda.

¿A qué te refieres? —Mis ojos intentaron descifrar su rostro lleno de rímel, por lo que negué con la cabeza en bucle, como si estuviese anclada a un resorte, cuando me miró divertida.

Oh, no, si es lo que creo que estás pensando me niego rotundamente. Ni de broma.

Vamos Alyson. —Hizo un puchero, acercándose a mí.

Suspiré poniendo los ojos en blanco e intentando borrar del rostro mi mandíbula desencajada.

Leia, capitana de las animadoras. Alta, fuerte y segura. Una de las chicas más deseadas desde que la conocía, pero difícil de impresionar. No era la de las que se fijaban en lo superficial, y desde luego tampoco tenía la cabeza hueca. Estaba tan metida en su mundo, que nunca tenía tiempo para chicos, por eso coleccionaba una lista de corazones rotos que portaba su nombre.

Entonces llegó él, Matthew Hemmings, el capitán del equipo de fútbol. No entendía como alguien podía dejar tan devastada a una persona, y mucho menos, entendía como alguien, tras conseguir a una chica que siempre daba lo mejor de sí misma, simplemente, no la cuidara. Leia no solo era bonita por fuera, también lo era por dentro.

Cuando no estaba enfrascada en sus estudios, en sus entrenamientos con las animadoras o de niñero de sus hermanas pequeñas, estaba en un voluntariado haciendo comidas para los que no tenían techo, escuchándolos y dándoles su mejor sonrisa aunque no hubiera tenido un buen día. Siempre era la primera en ofrecerse a ayudar y nunca dejaba de lado a nadie. Por algo había acabado siendo mi mejor amiga. Porque siempre había estado ahí para mí, incluso en los años en los que fui una bomba nuclear y destruí todo lo que me rodeaba.

La larga distancia que nos había separado durante estos años y que nos había privado de vernos a diario, no había supuesto un impedimento a nuestra amistad, que crecía conforme pasaban los meses y años. A pesar de las malas decisiones que cargaba a mi espalda, no hubo ni un sola semana en la que no me mandara una carta en aquellos sobres rosas que antes odiaba, despidiéndose después de cada una con un beso de pintalabios rojo plasmado en cada una. Y después de tanto tiempo allí estaba de nuevo, en mi pueblo, en mi lugar. Mi hogar siempre estaría donde estuviera Leia, era lo único que me quedaba y la única que seguía creyendo en mí.

Por eso, cuando escuché sobre la apuesta, sobre cómo Matt la había utilizado, el odio me invadió como un veneno. Leia estaba apagada, casi inerte, sufriendo en silencio para no preocuparme a mí. Y aunque mis primeros instintos fueron irracionales —golpear a Matt hasta que supiera lo que era realmente el dolor—, ella me lo impidió con lágrimas en los ojos. No quería más problemas, y yo, por primera vez en mi vida, me contuve. Había escapado de mi pasado y no podía volver a él.

Volví a suspirar, frotando mi sien para alejar los pensamientos que entumecían mi ser.

Está bien. —Ella saltó, abrazándome antes de que la apartara—. Pero a cambio me lo contarás. —Leia levantó una ceja, por lo que proseguí—. Y todo.

Sus ojos abiertos y brillantes dejaron de titilar, apagándose cuando dejó de mirarme, preocupada ante mis palabras.

Otra vez apuestas... —susurró de manera casi inaudible mientras observaba el suelo.

Hay que volver a los viejos tiempos .—Intenté bromear, viéndola jugar con sus dedos, y un nudo se me incrustó en la garganta.

Pero yo no puedo decirt...

Lo harás. —La corté cuando empezó a hablar—. Porque en siete meses, conseguiré enamorar a Matt, y dejarle en ridículo delante de todo el instituto.

Me miró horrorizada. Sabía que hablaba en serio.

Pero es demasiado, no me puedes pedir eso. —Su voz tembló.

Me lo dirás Leia. —Agarré sus manos a modo de súplica—. Sé que no me quieres hacer daño, pero necesito saberlo, y creo que ya estoy preparada para escucharlo.

Ella se mantuvo inmóvil, pensando en silencio antes de asentir.

Si consigues todo eso en siete meses... —Su rostro reflejaba que lo creía imposible—. Te lo diré.

Sé que aceptó porque no confiaba en mí ni en mis capacidades para encandilar a cualquiera que me propusiera, pero igualmente lo habría hecho aunque no obtuviera nada a cambio. La venganza era algo que recorría mis venas y empañaba mi juicio desde que tenía memoria, y llevaba demasiados años sin probarla, aunque nunca hubiese hecho nada tan cruel.

Y lo iba a conseguir, costara lo que costara.

Ahora, con nuevos apellidos y otra forma de ver la vida, ya es hora de volver a aquellos momentos que una vez me hicieron feliz, aunque solo sean a nuestras apuestas sin sentido.

Porque sí, las chicas también sabemos jugar a las apuestas.


Gracias EllysStory por el mockup. ¡ME ENCANTA!

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Y gracias AworldIH por el banner y el separador ¡Son preciosos!

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