Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

🦋 Capítulo 2

—Se te presentó una gran oportunidad —dice Elois, girando el pomo de la puerta de madera y entramos a la cafetería de Sydney.

—Lo sé, lo sé. —Tomamos asiento en la silla de madera que hace juego con la mesa y le echo un vistazo al lugar.

La cafetería fue fundada en 1999. La temática siempre fue la naturaleza; los pisos son de madera al igual que las paredes que estaban pintadas y otras llevaban dibujos de árboles y flores. Hay estanterías de madera, en donde se encuentran libros y en otras flores pequeñas. Los dueños tienen una casa en el bosque, no lo sabía, hasta que Evelyn me lo contó.

—Haydee —Elois llama mi atención, llamándome con su voz suave—. No tomes una decisión precipitada, piénsalo con calma y decide si quieres aceptar ser parte de esa campaña o no. Sé que salir a la luz bajo un anonimato es aterrador, pero oportunidades como esta no se presentan dos veces en la vida.

Miro sus ojos verdes, y pienso en lo que acaba de decir. Elois siempre supo decir las palabras correctas en los momentos donde sentía que me ahogaba. Nos conocimos en el grupo de apoyo que fui hace dos años, Elois tenía anorexia e intento suicidarse por el bullying que sufrió en el instituto. Superó la anorexia, los malos comentarios dejaron de existir y ahora es una mujer fuerte y digna de admirar.

Elevo las comisuras de mis labios y se saca su gorro de lana. Su cabello azul ondulado le cae por los costados de sus hombros, encima de su abrigo marrón. El azul hace que su tez morena le resalte. Elois tiene una belleza natural que no pasa desapercibida debido a que noto como algunos le echan una ojeada a la que ella no presta atención.

Estaba a punto de hablar, pero una voz ronca se me adelanto.

—Buenos días, señoritas —dice, animado.

Ambas lo miramos, y mi mirada se enfoca en su delantal negro que cubre su camiseta blanca y vaquero azul, lo que me hace pensar que trabaja aquí. Sigo subiendo mi mirada hasta encontrarme con unos ojos marrones que me miran curiosos. Su pelo castaño claro le cae por su frente sin tapar sus cejas pobladas, sus pómulos un poco marcados estaban un poco rojizos y sus labios finos y un poco carnosos adornaban una leve sonrisa.

Mi instinto me decía que lo conocía. Sin embargo, como nunca escuchaba mi instinto, lo ignoré. No podría conocerlo.

Asentí en forma de saludo y, desvíe la mirada a Elois, quien sonreía, pero su mirada estaba llena de curiosidad.

—¡Buenos días! —hablo, sacándose su bufanda del cuello.

El desconocido desvío la mirada a ella y asintió con la cabeza.

—¿Ya saben que pedirán?

—Café negro —dije sin mirarlo y fingiendo leer la carta en donde estaban todos los tipos de café y sus precios.

—Un capuchino, por favor —pidió Elois.

—Enseguida. —Escuché, pero cuando decidí mirarlo una vez más, ya estaba caminando de espaldas relajadamente.

—Interesante —murmuró.

—¿Qué es interesante? —Elevé una ceja y soné desinteresada.

—Como te miraba —Elois puso sus codos en la mesa y me miro con los entrecerrados—. Como si te conociera.

Me encogí de hombros y me saqué la bufanda del cuello que cubría mi buzo oscuro, la calefacción era buena aquí.

—Imaginaciones tuyas —tomé mi mochila y guarde la bufanda en esta—. No lo conozco y él tampoco a mí.

—Imaginaciones mías entonces serán —dijo con ironía.

Bufé con gracia y el mesero se acercó con una bandeja en la mano izquierda. Traté de buscar en su delantal si estaba su nombre, pero no había nada.

—Con permiso —dijo a lo bajo con las comisuras de sus labios elevadas.

Dejó los correspondidos cafés a cada una y nos deseó un buen desayuno antes de marcharse.

—Desconocidos. —Abrí un poco mis ojos, mirándola y tomé un sorbo de mi café, a lo que Elois soltó una pequeña carcajada.

Estábamos hablando animadamente con Elois acerca de su trabajo como periodista, pronto tendría que ir de viaje a Canadá a hacerle una entrevista a una escritora conocida allí. Estaba muy feliz por la noticia, era la primera vez que iba de viaje. Estaba por expresarle lo feliz que estaba por ella, pero mi curiosidad se dirigió al pequeño timbre que había sonado, avisando que alguien había entrado a la cafetería.

Casi me ahogo con mi café al ver a mi madre entrar con un hombre a su lado. Llevaba un vestido de encaje largo, era rojo y se apretaba a su cuerpo, encima traía un abrigo negro largo. El hombre llevaba un traje gris, parecía de unos cuarenta y tantos años, no lo sabía con certeza. Mi madre estaba sonriendo, ambos estaban tomados de la mano.

Elois pareció notar mi mirada desconcertada, ya que siguió mi mirada.

—¿Esa es Elisa? —nombró el nombre de mi madre.

—Es ella —respondí aún desconcertada.

Ellos estaban viniendo hacia acá, por instinto mire atenta a mi madre y acomode un poco mi cabello liso pelirrojo. Mi madre me notó y su sonrisa por un instante flaqueo mostrando hostilidad en su mirada, pero tan rápido como apareció se fue. Fijo su mirada al frente, caminando con elegancia y carcajeo por algo que le había dicho el hombre, pasaron por nuestro lado y mi madre me ignoró como si fuera una desconocida más en este lugar. Como si fuera inexistente para ella.

Sentí mi cara arder de la vergüenza, creí que vendría a saludarme, creí... como pude creerlo siquiera.

—Haydee, agárrame porque ganas de tirarle los pelos no me faltan —Elois apretó los dientes mirando con odio atrás de mí.

Se sentaron detrás de nosotras y justo escuché lo que el hombre le preguntó.

—¿Tienes hijos? —Su voz era grave.

El ambiente se volvió tenso y hubo silencio por unos segundos.

—Tenía una hija —empezó hablar con tristeza—, lamentablemente falleció hace unos años. Solo la tenía a ella. Ya no tengo a nadie.

Sentí mis manos temblar y las apreté con fuerza, mis ojos empezaron a picar y jadeé por lo bajo. No podía creer que había dicho eso.

Elois me hablaba y no podía escucharla. Mis oídos zumbaban y mi respiración se volvió un caos.

—No... —dije en su débil susurro—. N-no puedo re-respirar.

Es lo que llegué a decir antes de empezar a hiperventilar. No podía oír a nadie más que a mi propia agonía. Sentí las manos de alguien tomarme de los brazos, yo tenía mis manos en mi garganta tratando de respirar, de repente el frío golpeo mi rostro y me sentaron en un banco.

No tenía control de mi misma, lloraba y el aire no me estaba llegando. Sentía que estaba flotando alrededor. Unas manos fuertes tomaron ambos lados de mi cara y me encontré con aquello ojos marrones que había visto antes.

—¿Me escuchas? —dijo con la voz calmada.

Asentí con la cabeza.

—Necesito que respires conmigo ¿bien?

Empezó a inhalar y a exhalar. Aguantaba la respiración cada cinco segundos y exhalaba. No podía hacerlo, no podía seguirle el ritmo, no podía respirar.

—No puedo —susurré tan bajo que no sé si logró escucharme.

—Puedes —afirmó—. Tú puedes. Concéntrate solo en tu respiración, piensa en algo bonito y respira conmigo.

Empezó a tomar aire como lo hizo anteriormente. Al principio era un desastre, mi corazón latía frenéticamente, pero de poco sentí como el aire estaba llegando a mis pulmones. Cerré los ojos y fui a ese lugar que me hacía feliz, a Evelyn. Ambas corríamos tras una mariposa y reíamos a carcajadas.

Era el único recuerdo que me hacía feliz.

Mi corazón dejó de bombear tan fuerte, mi respiración era normal y abrí los ojos encontrándome con el de nuevo y volviendo a la realidad.

Nos quedamos mirando unos segundos. Caí en cuenta de lo que acaba de suceder y bajé la cabeza, avergonzada por lo sucedido.

—L-lo siento... yo... no sé que me sucedió.

—Tuviste un ataque de pánico —murmuró y retiró las manos de mi rostro.

—Está vez no pude controlarlo —dije para mi misma.

Levanté la vista y todavía estaba a cuclillas delante de mí. Su mirada no desprendía preocupación sino tranquilidad y eso me hizo sentir aliviada. En este tipo de situaciones la mayoría te mira con pena y tristeza, buscando que decir para que te sientas bien. Él no dijo nada.

—Gracias —dije sinceramente con la voz débil.

Sonrió mostrando sus dientes blancos y estrecho su mano.

—Diego.

Intenté sonreír, pero no pude.

—Haydee. —Junté mi mano con la de Diego y nos dimos un suave apretón antes de retirar mi mano.

Él estaba por decir algo, pero un grito de adentro llamo mi atención y ladeé mi cabeza.

—Creo que es tu amiga la que grita.

Lo miré alarmada y tenía un destello de diversión en sus ojos. Mi madre y Elois. Oh, por Dios.

Me pare rápidamente y me dirigí rápido a la puerta, mi mano giro el pomo y antes de entrar, le eché un vistazo de nuevo. Él estaba de espaldas, mirando al cielo. Le agradecí internamente una vez más y me adentré adentro.

«Gracias, Diego».


¡Nos leemos en la próxima actualización!

🦋

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro