🦋 Capítulo 16
6 de agosto 2017
Respiro hondo varías veces y me hago creer que mamá está en su habitación durmiendo y no afuera.
Dos semanas pasó desde que Diego me propuso el viaje y hace dos semanas que no lo veo.
No hasta que, hace días me llamo avisándome que nos iríamos al norte de Sydney. En la ciudad Byron bay que está a 722 km de aquí, lo que, significa que en dos horas llegaremos.
Oigo la bocina y cojo mi maleta color bordo, la cual está bordada con hilo y mariposas celestes.
Cuando salgo de la casa visualizo a Diego con unos vaqueros negros y una polera azul. Está apoyado en el auto y en cuando me ve, me dedico esa sonrisa cálida que tanto lo caracteriza.
Se acerca y queda justo frente a mí. Tengo que levantar la cabeza, ya que, Diego es más alto que yo. Su cabello castaño está más largo y esté le llega casi hasta los ojos.
—Hola, Haydee —toma mi maleta.
—Hola, Diego —froto mis brazos sobre la blusa celeste que tengo puesta.
—¿Te encuentras bien? —pregunta
—Perfecta —levanto las curvas de mis labios.
Avanzo y me adentro al auto sentándome en el asiento de copiloto.
—Me estoy congelando —susurro.
Entra y prende la calefacción. Enseguida siento placer y alivio al recibir el aire cálido.
—Ponte mi chaqueta —me mira incrédulo—. ¿Acaso quieres morir de hipotermia?
—En realidad no —me coloco su chaqueta—. Prefiero una muerte más rápida.
Enseguida siento el aroma de su chaqueta.
—¿Café?
—Café —pone en marcha el auto.
«Buen gusto»
—Creo que es mejor que morir quemado —retoma el tema.
Me quedo intacta en mi lugar. Pensándolo mejor.
—Buen punto —asiento—. Prefiero morir ahogada de todas formas.
Suelta una carcajada y niega la cabeza.
—¿Por qué estamos hablando de la muerte?
—No lo sé —suelto una risa—, esto es tan ridículo.
Me asomo a la ventana y veo las nubes esparciéndose entre ellas de a poco encima de la luna brillante.
—¿Por qué escogiste la madrugada y no el atardecer? —le pregunto aún con la vista en el cielo. Refiriéndome al viaje.
—¿Por qué no la madrugada? —replica.
Giro mi rostro en su dirección y tiene la vista fija al frente.
—A lo mejor quizá, el silencio que hay en ella.
—Sobre todo la paz —toma mi mano.
«Paz»
—No le temes a la oscuridad, ¿verdad? —llevo mi cabeza hacía el respaldo del asiento y entrecierro los ojos.
—No cuando sé que hay una luz —lo escuché decir antes de cerrarlos por completo.
***
«Todo es tu maldita culpa»
Me despierto sobresaltada, y lo primero que deslumbro es como el sol se va poniendo.
Diego detiene el auto, y lo miro. Este me mira con el ceño fruncido. Desabrocha el cinturón de seguridad y baja rápidamente del auto. Aún desconcertada miro como rodea el coche hasta llegar a mí. Abre la puerta, desabrocha el cinturón y me atrae hacia él y me abraza con fuerza.
—Nada está bien. Tampoco lo estará en dos meses, pero, Haydee, ten la certeza de que puedes luchar contra ti misma.
Siento mis mejillas empapadas y lo único que hago es tomarlo de la mano.
—No me sueltes —susurro—. Pase lo que pase.
—No lo haré —besa mi frente.
Se aleja unos centímetros de mí. No soy capaz de levantar la mirada.
—Caminemos —murmura.
Bajo del auto y Diego rodea mi hombro con su brazo. Seco mis lágrimas y rodeo mi brazo detrás de su cintura. El camino es silencioso, el sol nos brinda calidez en la fría brisa.
Después de un tiempo, levanto la mirada hacia Diego, quién hace un gesto con la cabeza hacia el frente. Entrecierro los ojos y miro al frente.
Me sorprendo al ver la maravillosa vista que nos brinda la ciudad.
Me suelto del agarre de Diego y avanzo asombrada.
Se encuentra un sendero muy bien señalizado que nos conduce al faro de Byron Bay. En la izquierda hay una baranda blanca. Brindándonos el maravilloso mar, el césped verde que cae hacia abajo y el sol en todo su esplendor.
Me acerco y apoyo mis codos sobre la baranda. Admirando la vista y grabándomelo en la mente.
Diego se acerca y se posiciona igual a como estoy.
Solo hay silencio y lo único que se escucha es el mar.
Saco la caja de cigarrillos y cojo uno, encendiéndolo y darle la primera calada.
Fijo mi vista en Diego y este me da una sonrisa torcida.
Exhalo el humo hacia otro lado.
—¿Quieres? —le ofrezco.
—¿Debería aceptarlo? —enarca una ceja.
Me encojo de hombros— Solo dale una calada, deja que el humo permanezca unos segundos en tu sistema y exhala el humo junto con todo lo que te consume.
Su mirada se volvió más intensa.
—Hagámoslo juntos —agarra el cigarrillo de mi mano—. Yo le doy la primera calada y luego tú —me señala—, para después exhalarlo juntos.
—Hecho —digo cantarina.
Me alejo unos centímetros de él y él de mí. Quedando casi unos dos metros separados. Nos miramos fijamente, y sé que nuestras miradas ya no reflejan una agradable. Mis sentimientos por él van creciendo y siento como mi corazón late más de lo normal al ver ese brillo especial en sus ojos.
Le da la primera calada y se acerca a mí para pasarme el cigarrillo y volver a dónde estaba. Le doy una calada. Dejando que el humo permanezca unos segundos en nuestro sistema.
Levanto una ceja para hacerle saber que es hora. Y pasa, juntos exhalamos todo lo que nos consume lentamente a dos metros de distancia.
El humo esparciéndose lentamente hasta que ya se esfuma por completo. Diego sonríe y yo también. Carajo, su sonrisa es tan contagiosa.
—¡Siiii! —eleva sus brazos.
—¡Siiii! —hago lo mismo.
Hola, holaa.
Lo admito, yo también grité.
Cada vez falta menos para el final. 😌
No olviden votar y comentar.
(Sé que hay algunos fantasmas) ajá, los atrapé.
Nos leemos en la próxima actualización.
Un abrazo enorme, Abs.
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