CAPITULO 2
-Hola mamá yo también te extrañé ¿cómo estás?- traté de seguir el consejo de Miranda.
-Hola, bien ¿tú? ¿Todo en orden allá?- contestó como si de un robot se tratara.
Pude sentir como su voz se relajaba poco a poco, su vida había sido difícil, para ella la palabra cariño o amor eran como un tabú, se había enamorado sólo una vez en su vida y de la persona incorrecta, mi padre.
-Aquí en el trabajo en el horario de almuerzo y tú, ¿ya almorzaste? ¿Qué tal tu día?- Quise saber realmente interesada.
-Sola, como siempre, de tu hermano hace tiempo no sé nada, tú al menos llamas una vez a la semana, él nada- su voz preocupada me puso en alerta.
-Debe estar bien mamá, si necesitaba algo ya hubiera llamado, a ti o a mí, siempre lo hace- intenté tranquilizarla.
-Igual y no dejo de preocuparme, por ambos, por ti también, no seas celosa- ya podía verla sonriendo.
-¡Cómo me conoces!- sonreí sintiéndome feliz.
-Soy tu madre, si yo no te conozco ¿quién lo hará?-
Una risa salió de mis labios y supe que esa verdad no podría ser objetada con nada, nadie mejor que ella me conocería y a la vez, su percepción de mí era tan equivocada.
-¿Ya has conocido alguien allí?-
-No mamá que sólo vine a trabajar y lo sabes bien es más mi única conocida es mi vecina de apartamento que casualmente es mi compañera de trabajo así que allí tienes resumida mi amistad de trabajo y fuera de él-
Y fue allí resumiendo mi rutina que me di cuenta del cambio que necesitaba en mi vida.
-Morirás vieja y sola como yo- insinuó sin un atisbo de risa.
-Mamá ¿tú qué sabes cuándo y cómo morirás?- odiaba esa palabra.
-Lo sé, tú harás tu vida, tu hermano la suya anda que ya no me necesitan, puedo irme cuando quiera- me preocupaba que su depresión volviera.
-Te necesitamos mamá eres nuestro pilar y sostén, al menos el mío, no quiero perderte- insistí.
-Pero luchaste por irte a trabajar lejos de mí- reprochó una vez más.
-Esto es diferente, es una buena oportunidad para juntar dinero e independizarme el día de mañana...- intenté explicar una vez más.
-Cuando lo hagas ya no estaré aquí...- interrumpió mi diatriba.
-Mamá- le gruñí.
-Que empezó la novela hija hablamos luego- fue su última palabra antes de colgar.
-Mamá, te quiero- suspiré viendo la pantalla apagada del celular.
Obviamente no lo había oído, ya había colgado la llamada, siempre era así, a veces quería sacudirla y decirle que despierte, que la vida no había acabado para ella, que estaba viva y debía vivir y ser feliz, pero no podía ser hipócrita y hacerlo cuando yo misma me alejé para poder buscar que realmente ser lejos de ella.
-Gracias por el almuerzo- oí decir a Miranda.
-No fue nada ya que a decir verdad necesitaba una dosis de diversión y risas, gracias por ello Sims- dijo Matt tomando su mano.
Siquiera se dieron cuenta que estoy aquí, a decir verdad siempre paso invisible pero esto ya era mucho ¿tan buen cupido era?
-¿Un beso en la mano? ¿Es en serio?- dije con los brazos en jarra.
-¡Ay mi ángel del amor!- trató de abrazarme.
-Miranda ¡espacio personal por favor!- dije apartándola.
La llamada con mamá había mermado la poca de buena vibra que había en mí.
-Ay Alexa, ya vas otra vez- sabía que indagaría en mi charla y no quería eso.
-Anda, suelta todo, ¿Cómo te fue?- cambié el tema a ella.
-Pero para lo curiosa no te cuesta meterte en el espacio personal del otro ¿no?- fingió molestia.
-Claro, yo haciendo el trabajo duro y ¿así me lo pagas?- le seguí el juego.
Haciendo un puchero me volví para ir hacia mi escritorio alejándome de la ventana.
-Claro que no, pero es muy emocionante y pues, te lo cuento de regreso a casa ¿sí?- me sorprendí al oírla.
-Está bien, sólo porque quiero los detalles-
-Ay ya te dije que te quiero-
-Sí y ya a trabajar que el jefe por más de buen humor que esté es igual de perverso al momento de ordenar-
No sé porque pero lo que restó del día se fue en un suspiro, entre informes y preparación para las presentaciones del jefe todo ocurrió muy rápido.
-Esto es lo último señor- dije dejando las carpetas impresas en su escritorio.
-Bien Bronx dile a Sims que venga ya puede retirarse por hoy buen trabajo-
-Gracias señor, hasta mañana.-
Salí de la oficina tan rápido como pude y llamé a Miranda.
-Julieta, tu Romeo te llama- con una pose dramática llamé su atención.
-Ay, c...- lanzó todo dentro de su bolso corriendo hacia la oficina de Matt.
-Ya lo sé. ¡Ahora ve!- fingí hablarle riendo de mi locura.
Giró solo para lanzarme un beso al aire y continuar con su carrera.
Me acerqué a la ventana a seguir con mi ritual diario de ver las primeras luces encendidas de Nueva York y fue ahí cuando.
-Me lleva- gruñí al ver las primeras gotas golpear el ventanal.
Las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer sobre la ciudad, paré frente a la puerta de salida del edificio a esperar por no sé qué, como si alguien viniera con un paraguas como en las películas que Miranda solía ver ¿a todo esto?
-¡Alex!- giré viéndola correr hacia mí.
-Mir... ¿qué? Señor.- la mirada sonriente de mi jefe lo decía todo.
-La charla tendrá que esperar por hoy- dijo susurrando con un brillo en los ojos.
-Ya lo sé, disfrútalo- susurré besando su mejilla.
-Oye ¿Dónde quedó el espacio personal?- aquello realmente la sorprendió.
-La lluvia se lo llevó- contesté guiñando un ojo.
Los vi correr hasta llegar al coche de Matt y subir ella luego que él abriera la puerta como todo un caballero, creo que a veces sí suceden cosas buenas cuando menos lo esperas, en fin.
-Sólo seremos tú y yo nuevamente- dije colocando mis auriculares y hablando al teléfono como si fuese un amigo o algo así.
Me dispuse a caminar bajo la lluvia, tal vez y de esa manera se aleje toda la frustración o tristeza o hasta podría decir envidia, no me malinterpreten, es una envidia de la buena la que siento por mi amiga, ella tan ella sin ocultar nada y siempre tarde o temprano con su manera de ser tan segura logra lo que quiere, claro que esta vez un poco ayudé.
-And I don't want the world to see me
'Cause I don't think that they'd understand
When everything's meant to be broken
I just want you to know who I am-
Me di el lujo de caminar bajo la lluvia oyendo mi canción favorita para días como estos, Iris de Goo Goo Dolls, tan como yo, no quiero que el mundo me vea, porque no me entenderá, cuando todo parezca romperse, sólo quiero que sepas quien soy.
-Cómo si a alguien le importase no- me dije a mi misma.
Me paré en el medio del parque vi hacia el cielo y las lluvias parecían querer abrazar mi soledad una vez más, no pude darme cuenta de cuánto tiempo habría pasado estando en ese estado de sumisión en mi propio mundo, pero era mucho tiempo para mí y hubiera permanecido de la misma manera el tiempo que fuera necesario hasta dejar que mis lágrimas terminaran de fundirse con la lluvia.
-¿Tan sola en una noche así?- oí una voz rasposa tras de mí.
-¿Qué?- dije alejándome.
No caí en la cuenta de la oscuridad, tampoco de mis acompañantes inesperados, no creía en la mala suerte pero solía esquivarla casi siempre, excepto por hoy, la mirada de aquellos hombres era tan aterradora, hasta mi uniforme se había vuelto una segunda piel luego de que se mojara con la lluvia.
-Eres tan- dijo el primero con una mirada asquerosa.
-Sensual- completó su acompañante caminando hacia mí.
-Ardiente- siguió el otro tomando mi brazo con fuerza.
El miedo me había paralizado, jamás había estado en esta situación y realmente me sobrepasó.
-Por favor, déjenme ir, les entregaré todo lo que traigo de material per...- balbuceé temblando de miedo.
-No queremos eso ¿no amigos?- dijo el mayor dirigiéndose a los otros tres que lo acompañaban.
De dónde diablos aparecieron, miedo, terror, alguien por favor.
-O todo o nada señorita, es la regla del juego- acercó su rostro a mi cuello.
Como pude me deshice de mis zapatos e intenté correr tanto como pudieron mis piernas, quería gritar pero la voz no me salía, siempre me pasaba lo mismo cuando me asustaba, me bloqueaba y solo corría sin parar, la lluvia hacía más difícil el poder correr y ver hacia donde iba en realidad.
-¡No!- gritaba en mi loca carrera.
Uno de ellos logró alcanzarme y con una zancadilla pudo hacer que cayera y él sobre mí, jamás pensé que algo así me sucedería, las lágrimas no paraban, tragaba saliva con dificultad mientras sentía el peso de aquel hombre y su aroma mezcla de alcohol y cigarro sobre mi.
-Por favor- rogaba removiéndome bajo aquel demonio.
-Ruega todo lo que quieras, nadie te oirá- sonrió de lado comenzando a meter su mano bajo mi falda.
Y qué más puedo decir, para mí nuevamente es solo decir C'est la vie.
-Por favor... no...- susurré.
No podía decir más que eso, el miedo me carcomía, tanto que me sentía desvanecer pero no era una buena opción.
-Por favor, llévense lo que hay en el bolso o lo que quieran per...- no pude continuar.
Aquella rasposa lengua sobre mis labios casi logra hacerme vomitar, mi estómago se revolvía del asco que sentía, al mismo tiempo sus manos bajaron hasta mi rodilla levantando la falda.
-¡Oye Paul! ¿Qué te darás el festín tu solo?- inquirió otro de los que venía con él.
-Sólo estoy comprobando la mercadería amigo, ¡ya no molestes!- dijo al tiempo que continuaba lamiendo mi cuello.
Hablaban entre ellos como si de cualquier objeto se tratara mi presencia. Incluso se burlaban de mi estado, había sufrido humillaciones antes pero nunca como ésta. Intenté ponerme de pie y huir pero un golpe seco en mi mandíbula me dejo casi sin sentido tendida en el suelo. El que me había dado alcance sujetó mi cabello poniéndome a la altura de su rostro aquellos ojos viéndome con lujuria daban asco. Ya a estas alturas comencé a pensar que Dios se había olvidado de ver por mí.
-No te distraigas maldita perra- gruñó tirando con más fuerza de mi cabello.
-Más perro serás tú- dije escupiendo en su rostro sacando fuera la poca valentía que me quedaba.
Lo próximo que sentí fue mi cuerpo golpeando el duro suelo del parque y a los cuatro hombres tomando mi cuerpo. Uno de ellos sostenía mi cabeza y metió en mi boca un trozo de tela para evitar que grite. Al tiempo otros dos tenían mis brazos sujetos por las muñecas presionando tan fuerte que podía sentir como mi piel quemaba del dolor. El cuarto se dedicó a romper mi falda y la blusa dejando libre mi cuerpo apenas cubierto con la ropa interior.
No sentía nada más que el terror y la ira contenida, porque ¡diablos se enfrentaban entre cuatro contra una mujer! ¡Malditos cobardes! ¡Dónde está Dios y sus ángeles o quien sea que me ayude!
Al comenzar a deshacerse de su ropa el que llamaban Paul mi desesperación llegó a su límite.
-¡Maldita perra! ¡Me las pagas!- gruñó soltando mis brazos.
Gritó enfurecido luego de recibir mi patada en sus partes bajas. Era lo único que se me ocurrió en el momento. No pude pensar en nada más. Lo sentí sobre mi y la tortura daba comienzo.
-Vamos Paul. No te pases que también queremos jugar-
Oía decir a sus amigos mientras golpeaba mi rostro en reiteradas ocasiones. Sentí el calor de la sangre bajar por mi frente junto con el gusto metálico en la boca. Uno tras otro y uno más certero que otro sus golpes iban desfigurando mi rostro. Logré sentir sus dedos hurgando en mi femineidad y no soporte las náuseas, sentí como sus dedos hurgaban dentro de mi cuerpo y no podía más, sólo quería que terminara.
-¿Qué? ¿Quién demonios eres?-
Mi visión se dificultaba más que por la lluvia y las lágrimas por los golpes que tenía. De repente sentí como el peso que estaba sobre mí había desaparecido.
-¡Vamos sujétalo fuerte!- los oí gritar nerviosos.
-¡A tu costado! ¿Quién o qué demonios es? ¿Dónde está?
Los oía gritar mientras me arrastraba como podía para alejarme de ellos. Había alguien luchando con ellos pero no podía ver nada.
-¡Paul! ¡No!- finalmente gritó uno de ellos.
Un disparo se oyó en el medio de la pelea y pude sentir las pisadas alejarse. Alguien se acercaba lentamente y reaccioné como cualquiera en mi situación lo haría, intentando alejarme, a rastras pues me habían propinado un buen golpe en las piernas y no podía ponerme en pie.
-Quédate quieta. No pienso hacerte nada- dijo una voz ronca que no pertenecía a ninguno de los que había oído antes hablar.
-Te quitaré esto. Pero no grites- dijo midiendo sus acciones.
Lentamente me liberó del trozo de tela que cubría mi boca y pude respirar.
-Vamos. Te llevaré al hospital- habló mientras sentía como me cargaba.
Asentí sin más. No podía hablar. Pude ver que tenía un abrigo negro con capucha. Su cuerpo era fuerte pues logró alzarme en brazos sin ningún problema. Su aroma era varonil. Pero no apestaba a alcohol y cigarro como los otros. No sé en qué momento perdí la conciencia pero lo último que recuerdo es haber oído sus latidos al recargar mi cabeza sobre su pecho.
VAYA QUE CAMBIA NUESTRA VIDA EN UN MINUTO
¿QUE OPINAN DE LA HISTORIA?
NO OLVIDEN VOTAR Y COMENTAR, ES LA ENERGÍA QUE NOS HACE SEGUIR ADELANTE.
GRACIAS Y LOS LEO
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