Capítulo 2 🔸El mundo que soñaste
La esencia de la vida se disfruta viendo hacia delante, aunque frente a ti no veas nada, no quedes ahí quieto por miedo, camina.
Al siguiente día afortunadamente nos trajeron buenas noticias, un joven de como veinte y tantos años expresa:
—¡Levantense! Se que es muy temprano, pero así son las cosas todo sucedió muy pronto. Hoy es su día de suerte para irse, solo queda decirles que les vaya muy bien en su nuevo camino, nada de rendirse ¡A luchar por la vida!
Escuchar cada palabra no podíamos contener el entusiasmo ¡ya era hora! Eso nos infundió ánimo a cada uno; a mis ojos el jóven nos trató bien, tuvo ese espíritu de ayudar, el hecho es que tuvo la amabilidad de hablarnos con voz suave, al contrario de los otros hombres, lo que me llamó la atención es que tenía sobre sus manos una caja grande, de ahí saco aguas y chocolates, las empezo a repartir en nuestros lugares.
Cada uno bebió el agua y comió el chocolate, solo así recuperamos algo de energía.
Luego se despidió, con su deseo que nos fuera bien.
En aquel momento ya, cada quien se iba a rascar con sus propias uñas.
Nos levantamos de a poco de esa colchoneta hasta estar completamente de pie.
Mi ojos pasan por los rostros de las personas y todos estábamos muy cansados, con aspecto de refugiados en guerra, los pies empollados y nuestros huesos entumecidos, definitivamente no quisiera revivir los terribles días y horas, ¡ni pensarlo de nuevo! Debido que en el viaje enfrentamos hambre, frío, calor, maltrato por algunas autoridades mexicanas porque nos quitaron lo poco que teníamos, en vez de protegernos ¡no lo hicieron!
Por eso la gente habla mal del gobierno "son tan fríos como un congelador". No hacen nada por cambiar y mejorar las condiciones en nuestro país.
A pesar de eso. Me alegra ver a mis padres, con su rostro exclamando alivio, tienen un buen ánimo que se contagia.
No nos fue fácil llegar a Estados Unidos, en más de la mitad de las veces en el camino, hubo ocasiones que mis padres se querían rendir y dar marcha a tras pero el estar mutuamente apoyándonos sabíamos que podíamos lograrlo, nunca dejamos de creer. Hasta el último segundo tuvimos resistencia, ánimo, valor, fuerzas y perseverancia.
¡Todo es posible! ¡No hay sueño que este prohibido! Aunque muchas personas califiquen de inalcanzable.
Antes de que saliera el sol, por el horizonte todo estaba en silencio, ningún grillo cantaba, los únicos sonidos eran el suave susurro de la brisa que soplaba a través de la hierva alta.
Son casi las seis de la mañana del día domingo. Todos nos encontramos afuera de ese lugar, con los rostros confusos.
Nuestro cuerpo estaba cediendo al agotamiento, sin embargo dirigimos la mirada para apreciar lo que la naturaleza nos regala; está renaciendo un hermoso amanecer, entre las nubes espesas va saliendo un sol majestuoso que empieza a iluminar con sus rayos el cielo. De a poco tiene una armonía de colores que dan alegría, esperanza, calidez y paz. Lo que estamos presenciando, es como si alguien lo pintara en acuarela.
Esa mañana se quedó directo en nuestra mente para ser resguardarlo en el corazón. Fue el espejo que reflejó nuestros sueños, para nutrirnos el alma con fuerzas y poder continuar.
Papá echo una mirada a la derecha y a unos metros, ya nos estaba esperando un primo lejano de papá llamado Mateo de unos treinta y ocho años, alto, de cara despejada y cabello oscuro desordenado, con pantalón de mezclilla y una cazadora beige.
Nos hizo una señal con la mano. Aquél gesto hizo que nos acerquemos.
Estoy segura que si, mi padre no tuviera contactos, no sabríamos donde ir, porque el primo sabía dónde nos podíamos quedar por lo mientras.
Comenzamos a caminar en ascensión, un pie tras otro pie, de repente un animal despistado choca con el calzado de papá, él como puede se deshace del animal y seguimos mirando al frente con determinación.
En unos segundos estamos frente a Mateo, él es muy gentil nos saluda de forma cálida y, nos indica que subamos a su camioneta para llevarnos a su casa.
Fue justo en ese momento que caí en cuanta que de verdad ya estamos en Estados Unidos, donde las promesas, sueños, planes y aventuras se hacen más palpables ¡eso me entusiasma mucho!
Llegamos a su casa: pudimos comer, con un hambre feroz, la torta y el refresco que nos supo a gloria. Luego nos asignó una habitación para que podamos descansar y recobrar más energías.
Pocos días después. Seguimos con Mateo, pudimos ayudarle en los quehaceres o en lo que necesitara porque en su casa logramos descansar, comer y tener un poco de ropa limpia.
Y cuando Mateo no salía a trabajar, se dio la oportunidad que nos contará cosas interesantes de Estados Unidos, luego con mis papás intercambiaban chascarrillos, esas conversaciones que de vez en cuando se les escapaban la casa se llenaba de sus risas.
Sin embargo como dice la frase "el muerto y el arrimado a los tres días apesta." Nos hizo pensar, que el hecho de que Mateo nos recibió con los brazos abiertos, no nos da la posición de aprovecharnos o abusar de su amabilidad ¡eso no sería correcto! Por eso mis papás se dieron en la obligación de buscar en que trabajar y en donde vivir.
Poco después Mateo se enteró y les reafirmó a mis padres que lo tomarán con calma, es como si él no se incomodara con nosotros, a lo mejor como se siente solo, le agrada que estemos con él como su familia.
Por eso Mateo comentó:
—Les ayudare a buscar trabajo, cuenten con mi ayuda porque se que ustedes disfrutan de sentirse útiles. Y eso no se los puedo impedir.
Se siente bonito que se preocupé, por eso a mis padres se quedan sin palabras. A fin de cuentas, no podemos estar más tiempo para no ser una carga, porque él necesita su propio espacio.
Otra cosa, por la que nos urge irnos es que los vecinos cercanos, susurren afuera de la casa ¡Cuánto tiempo se quedarán con Mateo, solo le están estorbando! ¡Hay pobrecitos refugiados! Entre otras cosas que nos lastiman.
No eramos pobrecitos, somos una familia fuerte y luchona que quiere salir adelante, pero eso no lo han de entender esas personas.
Al siguiente día.
Mateo contacto a un amigo llamado Fausto, él vino a la casa, los tres se pusieron a conversar de todo un poco en la mesa y mi mamá y yo no participamos porque estamos en la sala entretenidas con la televisión a un volumen medio.
Luego el tema del trabajo salió naturalmente a colación, mamá y yo volteamos sigilosamente. Fue cuando papá le preguntó a Fausto si dónde trabajaba necesitaban a alguien que les ayudará, el señor de tés amarillenta, carácter pacífico y aspecto granjero sin más dijo «no», aunque sabía donde los podrían contratar y trabajar de inmediato junto a mamá.
Después nos acercamos y Fausto comenta:
—Yo sé que en un principio la vida es difícil, yo vine igual que ustedes pero como soy raza, le voy a rentar una casita que tengo, la renta no va a ser cara porque no es muy bonita. ¿La aceptan?
—¡Si! —exclaman en coro mis dos padres.
Ellos sabían que era nuestra oportunidad y no la querían desaprovechar, intercambiaron teléfonos para estar en contacto.
No muchas veces te encuentras a una persona como él, es como si Dios hubiera escuchado nuestras súplicas.
Además comento el señor Fausto que la casa se encuentra en un hermoso pueblo cerca de la ciudad, nos enseño las fotos en su celular y de tan solo verlas me transmitió es ese sentimiento a privacidad.
No era muy grande y ¡si estaba un poco deteriorada! Lo más importante es que teníamos lo necesario para comenzar una nueva vida.
Sonreí imaginando la clase de vida que nos espera.
Días más tarde.
Mateo se ofreció a llevarnos en su troca, a la casa que nos habían mostrado por fotos el señor Fausto.
Salimos a las siete y media de la mañana en punto. La ligera brisa fría pasa por nuestro cuerpo sin avisarnos, al punto de erizarnos la piel. El hecho es que subimos con alegría porque ahora ya tendríamos a donde vivir.
Como estábamos en la ciudad atravesamos varias avenidas importantes como la avenida de las Américas residencial y gran paseo estatal, el tráfico bulle inquieto por tantos autos, progresivamente el clima fue tomando forma a más caluroso.
Posteriormente dio vuelta a una estrecha avenida paseo a la victoria pasamos un puente y lo sorprendente es que circulaban menos autos.
En el transcurso, Mateo nos indicaba el camino que deberíamos tomar para cualquier cosa que necesitaríamos y hacia leves paradas, cada uno analizó con detenimiento el lugar para que se quedará grabado en la memoria, después de todo Mateo fue muy amable al ser nuestro guía.
Baje la ventana para aspirar el intenso aroma a pino y a otros olores exquisitos de la naturaleza, porque había en las orillas paseos arbolados bien definidos.
Media hora después, en la última curva nos dejó.
La calle se llamada "el Edén" nombre de un paraíso y ¡si que tiene muy bonitos jardines cuidados! Las flores se ven tan delicadas con brillantes colores, el aire suavemente las balancean y su dulce fragancia terrenal se llena todo el lugar.
Todas las demás calles cercanas tenían nombres que te alzaban mucho el ánimo, es como si se viviera en otro mundo.
¡Esto de verdad es el paraíso! El olor a la vida.
Con todo nuestro amor, los tres les expresamos a Mateo un caluroso gracias. Luego se retiró.
Tras mirar al rededor la zona, era un bello lugar se sentía lleno de vida, tal que se podía palpar la felicidad y tranquilidad, todo se veía muy próspero. Fuera como fuese circulaban muchas personas.
Nuestro vecindario es muy limpio con calles amplias, cada casita tiene su jardín aunque me doy cuenta que nuestra casa está más separada de las demás casitas, eso lo hace ver solitaria ¿quién sabe cuánto tiempo ha estado deshabitada? Lo único que le da algo de vida a esa casa maltratada, es el jardín que seguro fue cuidado por los vecinos.
Adónde mirábamos las personas se ven refinadas y, numerosas mujeres lucen hermosos vestidos y uno que otro hombre con traje esto ha de ser por su trabajó.
Otros pocos nos veían con frialdad y a voces decían «ellos son los nuevos», «por fin se va habitar esa casa».
Y del otro lado nos sonreían y algunos ni siquiera nos tomaron atención.
Nosotros a todos sonreímos con calidez para que vieran que no éramos malas personas.
Esta claro que somos extraños para ellos.
—¿Qué tal vecinos? —pronuncia papá en tono firme para confirmar que nos verán seguido como sus vecinos.
Los que oyeron hacen un hacentamiento con la cabeza cómo diciendo «hola».
De imprevisto se apareció una señora.
—Buenos días vecinos soy Katy Walker —nos estrecha la mano hay en ella una rara antipatía.
Los tres tendimos la mano con buena actitud; calcule que la vecina debía rondar como los cincuenta y cinco años: era de mediana estatura, lleva el pelo negro que no brillaba y por ahí se colaban algunas canas, lo tenía recogido en un chongo pasado de moda, aunque sus ojos son hermosos de color marrón con un toque de dorado brillante. Por lo visto se preocupa por verse bien porque luce un vestido muy femenino color rosa pastel.
—¿No son de por aquí verdad? —indica, tratando de no parecer la típica señora vecina entrometida.
—No —expresa papá con una sonrisa, no quería mencionar por el momento de dónde veníamos.
—Ustedes se ven buenas personas y, no se inquieten de los demás vecinos poco a poco nos conoceremos. Eso si, les aseguro que no tendrán ningún problema con ninguno de los vecinos, porque somos muy... —Hizo una pausa para buscar las palabras adecuadas y seguir—. Somos muy cálidos y trabajadores. Y cuando se trata de apoyar, apoyamos en lo que se necesite. Por cierto. Les traje estás deliciosas galletas que hornie en mi casa, están tibiesitas listas para comer de inmediato.
—Gracias —dijimos los tres. Y yo las agarré.
—Lo dejo porque deben estar ocupados y, si se les ofrece algo vivo a dos casas —señala donde es, para luego despedirse de nosotros.
Caminamos los tres hacia adelante, la vista la fijamos en la puerta, se notaban algunos raspones y las ventanas tenían pequeñas grietas. Cuando por fin entramos, parecía una exposición de un museo abandonado y viejo.
Repasamos las característica de la casa a todo color: los muebles estaban cubiertos por sábanas blancas, bueno... casi negras. Sobre el piso de lado, había un ventilador que no oscilaba estaba oxidado, a un costado había botellas de whisky, tequila y otras marcas, eso lo sé por su etiqueta.
La casa chilla por su viejura, todo estaba descorido, polvoriento y triste.
Más parecía el Amazonas porque se extendían por todos lados muchas cosas. Ver todo eso fue una extraña sensación a desaliento. Lo único que estaba bien era la temperatura fresca.
Juntos nos apuramos hacer limpieza, a simple vista parece la casa chiquita por todo lo que hay acumulado de cosas, y no se ven las dos habitaciones, baño, sala, comedor, cocina posiblemente nos lleve varias horas.
Alcé las sábanas llenas de polvo y los muebles parecían estar sacados de una máquina del tiempo de los años 90.
Entre más limpiamos parecía que no avanzábamos, ya quería tirar la toalla y dejar todo así, pero sabía que tenía que ayudar para terminar pronto, no quiero que estén mis padres con toda la carga, por eso proseguí con buen ánimo.
"En esté nuevo espacio estamos destinados a vivir somos afortunados» dije en tono alegre.
Conforme llegó la tarde logramos terminar, sacamos como dos costales de basura; estábamos muy agotados y sucios aún así, nos dimos tiempo para explorar afuera el lugar.
Nuestra vista abarcaba por completo el lugar, aminoramos la marcha y quedamos embelesados por el paisaje, árboles balanceándose de un lado a otro y el atiborrado de plantas y flores de distintos colores, el cantar de los pájaros que se sincronizaba al compas del movimiento del viento; todo ese ruido natural escucharlo, en verdad es muy satisfactorio.
En la madrugada de marzo, que para mí es muy temprano llegan mis padres a despertarme. Me embarco en la tarea de incorporarme quitando de mi cuerpo las cobijas.
Cada uno, nos alistamos para pronto pasar al comedor: se siente muy fresco y con la luz central prendida se extendía un poco de calor. Nos sentamos a desayunar.
No había mucho solo unos sandwiches, leche y las galletas que nos obsequio la vecina, papá entre algunos bocados nos reafirmó a mamá y a mí su amor, nosotras también le hacemos saber lo mucho que lo amamos, resulta algo estimulador.
Pasan algunos minutos y veo el reloj que son las 6:00 am. Al parecer ya nos vamos a su nuevo trabajo, por supuesto con el desayuno que hicimos, la energía se hace presente.
Para llegar al destino, tenemos que abordar un autobús, todo estaba en inglés y no entendía nada, así que me dije en voz baja ¡Nina Mariel Gómez, esfuérzate mucho por aprender más el idioma! Lo bueno que mis padres entendían un poco, porque fueron aprendiendo en una aplicación, eso les fue de mucha ayuda, más aparte en la noche en la casa pusieron empeño por aprender a entablar conversaciones con las personas, por mi parte tengo que poner más de la acostumbrada atención en aprender el idioma.
Terminamos por acomodarnos en los asientos de la parte delantera, solo es cuestión de tiempo para que lleguemos, por lo mientras me quedo viendo el trayecto por la ventanilla.
Mi vista se topa con carteles publicitarios, tuve la impresión que al contemplarlos es como si me introduciera a su mundo, luego observe el lugar, es bastante lindo, ¡no puedo creer todavía que esté en otro país! Perfectamente nos queda bastante camino por recorrer en esta vida y, contar con el apoyo de la familia todo se hará más fácil.
Tras veinte minutos, llegamos a tiempo dónde van a trabajar mis padres. Tal vez lo normal es qué estuvieran ansiosos por saber que van hacer, ya que será muy diferente al trabajo que tenían, pero su semblante luce muy positivo y alegre.
Una de las personas encargadas, es un señor aproximadamente como de cuarenta años, con aspecto macizo y expresión endurecida, dice con voz potente una breve explicación a lo que se van a dedicar y es... La agricultura. Da algunas instrucciones y después les da ropa adecuada para el campo, ese va a ser su uniforme.
Como las hectáreas son grandes superiores a unas canchas de fútbol, el mismo señor manda a cierto grupo de personas, sean hombres o mujeres a su respectivo lugar de trabajo.
Entretanto nosotros seguimos recorriendo algunos metros más los cultivos, el lugar se mantiene limpio y predomina a donde volteara. Eso habla que hay una buena organización.
Además también estaba impresionada por lo duro que trabajaban las personas.
Llegamos a dónde le asignaron a mis padres, tan pronto se pusieron a trabajar y ¿saben? El aire que se respiraba era dulce, por los olores de las distintas frutas que desprendía cada cosecha, ese olor fresco me trae recuerdos placenteros de cuando mi mamá hacia sus mermeladas.
Desde entonces, me quedé parada observando como trabajaban, quise ayudar pero mis padres no quisieron.
Ese lugar, fue como si me encontrara en el interior de una pintura, así que mientras trabajaban me senté y recargue en la sombra de un árbol plagado de hojas verdes brillantes y me puse a dibujar lo que veía delante de mis ojos. El cielo, árboles, personas con todo eso, empecé a darle vida a mi dibujo con cada trazo, color, luces y sombras. Traté que se asemejara lo más posible.
Al final quedó plasmado en la hoja un hermoso dibujo y ¡sí que se parecía! Las clases de dibujo que tuve en casa con mamá me sirvieron, posteriormente procedí a guardarlo en el block.
Me levanté y recorrí con la vista el recinto del área, veía a muchos de los trabajadores en movimiento entre los cultivos, era como si se extendiera una masa fermentada, ahí estaban incluidos mis padres. Desempeñaban movimientos repetitivos como: arrodillarse, agacharse o levantar los brazos, durante varias horas; trate de imaginarme todo el esfuerzo que estaban haciendo y, pronto sentí una punzada de tristeza que se arremolino en mi corazón, junto a otras emociones.
El largo y especialmente difícil día de trabajo concluyo, el rostro de mis padres luce rojo, sudoroso y con la ropa notablemente manchada.
Esa escena aparecía innumerables veces, en las comedias o películas y ahora entendí en carne propia como luchan tanto por tener una buena vida. Sin duda hacen un gran esfuerzo, por eso tengo que estar muy agradecida con mis padres porque no es fácil lo que están haciendo.
Al mirarlos podía sentir algo en mi interior que se iba rompiendo y dejé salir de mis ojos algunas lágrimas como evidencia de que estoy orgullosa de mis padres. Sinceramente me faltan las palabras para expresar mi total agradecimiento.
Día a día.
El trabajo que desempeñan mis padres era muy duro. De muchas horas, de sol a sol y su piel blanca perdió su color para estar bronceada; y cuando había cambios del clima, ellos seguían trabajando muy duro, no les importaba las inclemencias.
El primer sueldo que recibieron, decidieron que fuéramos a comer a un lindo restaurante de hamburguesas, no soy conciente del recorrido pero ya estábamos ahí. Desde el primer momento que llegamos nos recibe muy alegre un mesero el dice en español «bienvenidos», yo creo que por nuestros rasgos se percató que éramos de habla hispana.
Por supuesto nos sentimos bien que nos atendiera en nuestro idioma, así no nos preocuparíamos del inglés porque todavía no lo dominamos del todo bien, el joven nos ayuda a llegar a una mesa vacía haciendo espacio entre las sillas cuando lo ve necesario, y procedimos a sentarnos.
Los precios son accesibles, es muy tentador todo lo que había, pedimos combo de hamburguesa que consta de papás, refresco y helado. El ambiente era agradable, de fondo se puede escuchar música pop en ingles, el lugar está muy iluminado con colores llamativos que dan ánimo, pasamos un buen rato en familia.
En menos de quince minutos el mesero nos trae la comida. La cena avanza a un ritmo constante, sin prisa. Tal vez seamos la única familia en esté restaurante que no conversa tanto porque estamos comiendo muy agusto disfrutando de los sabores en la boca.
Pasaron varios días y ya no fue necesario que yo acompañara a mis padres al trabajo, porque se preocuparon que corriera algún riesgos, ellos le urgía pronto apuntarme a una escuela cercana; en cuanto a ¿cómo le harian? Mis padres de nuevo acudieron a Mateo, por la experiencia que ya tenía, una vez que él supo, hizo todo lo posible por ayudar a mis padres para que tuviéramos un permiso.
Largos meses esperamos y, el papel que habíamos anhelado los tres, por fin lo tuvimos en la manos, decía: «pueden disfrutar de libertad y el derecho a no ser deportados por las autoridades estadounidense». Es increíble que el tribunal nos concedió el permiso, esa protección legal nos hace sentir libres.
De inmediato, mamá busco una escuela para que yo empezará bien el año aunque tenía que esperar tres meses y medio. Ciertamente estaba feliz, pero a la vez triste porque estaría de nuevo en el mismo grado, sin embargo lo importante es que voy a estar en la escuela.
Todo va viento en popa. A decir verdad, lo que nos costó más y me incluyo, fue estar lejos de nuestra casa de México, ya que en un principio las noches eran tan largas y llenas de lágrimas con mucha soledad. Al paso de los meses, cada uno nos fuimos acostumbrando a las costumbres del país.
Conforme mis padres ganan dinero, su plan fue ahorrar un poco para que cada semana se remodelara la casa, quieren que nuestra vida sea más cómoda y agradable a la vista.
Ellos tenían buenas ideas para la decoración. Desde luego papá hizo un magnífico trabajo de restauración en su tiempo libre y, en menos de tres meses la casa estaba totalmente cambiada. Los electrodomésticos que faltaban o otras cosas, cuando había descuentos mis padres aprovechaban para comprarlos.
Ahora sí la casa se percibía más acogedora con colores alegres y, en nuestros corazones se extendió una ola de calidez, era esa sensación de que las cosas iban a ir bien. Se puede decir que hemos empezamos con el pie derecho.
Cada mañanas se han convertido en unos de mis momentos favoritos; despertar y ver delante de mi ventana la belleza de Míchigan; como se colorea un paisaje donde la luz del sol tenía un brillo tan nítido que hacía que tanto el pasto, árboles y la variedad de flores luzcan radiantes y frescas. Parece simple pero al tener una perspectiva de los pequeños detalles, mis ojos no pueden contener la alegría de vivir en un lugar tan bonito que me llena de paz.
Toca mamá la puerta de mi cuarto, le doy la señal con mi voz y entra al cuarto con una sonrisa amable.
—Buenos días.
—Buenos días —le devuelvo el saludo a mamá, tratando de igualar su tono alegre.
Se acerca para sentarse en la cama a mi lado, recargo mi cabeza en su hombro y con mi brazo izquierdo tocó su espalda acariciándola.
Empieza a platicar.
—Como madre y también tú padre deseamos, que tengas todo lo que una vida plena significa, nuestra prioridad es darte todo cuanto esté en nuestras manos.
Interrumpe entrando mi padre y agarra una silla para sentarse adelante de nosotras lo más cerca posible.
—Estaba escuchando, lo que dice tu mamá y, es muy cierto. Somos tus padres y juntos lucharemos y guiaremos para que puedas construir tu vida de la mejor manera, es lo que los padres sueñan para sus hijos. Lo mejor ¡porque te amamos! —pone énfasis especial en la última parte de esa frase.
—Muchas gracias mamá y papá —agradezco y los agarró de la mano para transmitirles mi amor.
Esas palabras llegaron directamente hasta lo más profundo de mi corazón, pude darme cuenta que mis padres me tratan como si fuera lo más preciado que pudiera existir, con tal que yo esté bien.
—Prepárate vamos a desayunar, hoy es el día de pasar tiempo juntos porque es domingo —avisa papá levantándose del asiento para después depositar un tierno beso en mi frente antes de marcharse junto a mamá.
—En un momento estoy con ustedes —afirmo alzando un poco la voz.
Voy a baño que relativamente está cerca a unos cuantos pasos. De regreso voy al cuarto para ponerme algo cómodo.
En minutos estoy en la cocina: encuentro a mamá muy apurada cocinando, pronto el olor a chocolate invadió mis fosas nasales, desarrolle un amor al chocolate cuando era muy chiquita porque la primera vez que lo probé me enamoré de el, por eso me gusta mucho, eso si todo con medida, además me hace sentir feliz como una lombriz; tanto me emociona que algunas lágrimas caen sobre mis mejillas, las quito de mi rostro con el borde de mi sudadera negra, respiro hondo y me repongo, para que no se den cuenta mis padres.
Mamá se dirige directo a apagar el horno y saca un pastel de chocolate, de ahí viene ese rico olor. Lo pone en una pequeña mesita que está a un costado del horno y lo deja para que se desenfrie. Mientras papá se esfuerza por hacer un buen café si cafeína humeante.
El pastel ya está tibio y mamá procede a ponerle arriba frutos rojos como decoración. Se asegura que no falte nada y lo trae a la mesa, lo único que ocupa mi mente es la ansiedad de ver esa rebanada ¡servida ya!
Pongo los platos y papá lleva las tazas con café espumoso. Mamá se esfuerza mucho por hacer deliciosos desayunos y las comidas, asi nos demuestra cuanto nos ama.
Solo resta acomodarnos en la mesa.
—Te quedó delicioso mamá —afirmo con satisfacción. Cada bocado lo disfruto.
—¿De verdad? —se le iluminan los ojos.
—Es cierto querida esposa —expone papá clavando con sinceridad la mirada en los ojos de mamá, porque no duda lo que dice, es una expresión de amor. Luego papá ve que mamá se ensucio un poco la barbilla, con una servilleta muestra de su cariño limpia esa parte.
La forma en como se miran es especial se nota mucho amor.
Desayunamos despacio disfrutando el uno de otro. Mi casa ha sido testigo de mucha de nuestras pláticas estimulantes que tenemos, también hay risas ¡de todo un poco!
Así mismo, mamá preparó para la tarde unos "burritos". Que son a base de una tortilla de harina de trigo, estos pueden ser rellenos por diversos ingredientes sin embargo los que uso para el rellenó fue frijoles, carne deshebrada, jitomate, chile, aguacate y los enrolló en forma cilíndrica pero nos tenemos que esperar porque son para la comida.
Al parecer ya terminamos de desayunar. Se levanta mamá y empieza a lavar en el fregadero platos, tazas y papá con un trapo limpio los seca. A mamá le gusta que este papá ahí porque le cuenta anécdotas de su infancia que vivieron juntos, por supuesto era inevitable no hacerla sonreír.
Entre tanto, yo limpiaba la mesa y, veía a ese par tortolitos como reflejaban miradas cariñosas que decoran el ambiente, es muy romántico verlos y me hace sonreír con dulzura.
Acto seguido, pasamos a la sala. Nos pusimos alrededor de la mesita de centro antes voy a mi cuarto y regreso con un juego de mesa llamado "turista mundial", empezamos a jugar, resultó que entre más nos adentramos en el juego las emociones y las risas resonaban, podría jurar que es lo que mantiene iluminada la sala, es notable que nos estamos divirtiendo.
Las horas transcurren; al final hubo un ganador y fue... chan, chan, chan, mi mamá. Se me hace muy divertido jugar con mis padres ¡Cuánto los amo! Verdaderamente valoro cada momento a su lado.
Hasta aquí el segundo capítulo, gracias por su apoyo ❤️
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