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Capítulo 9


Capítulo 9

Tras distraerme con muchos capítulos de diferentes series en Netflix, por fin me quedé dormida, pero como me dormí tarde, ahora voy tarde para la escuela, lo bueno mi primera clase es para asesorías de la tesis, así que no me perderé ninguna clase, propiamente dicha.

Después de la escuela voy con tiempo para el trabajo, para distraerme de mis vagos pensamientos me pongo los audífonos y me pongo a escuchar la música aleatoriamente, entro al metro con calma, veo la fila para recargar y me encamino hacia allá, cuando llego la primera de la fila, me quito los audífonos para escuchar a la mujer bigotona detrás del vidrio, le doy mi tarjeta y los 100 pesos que le voy a recargar, ella me la devuelve ya recargada y me dirijo a los torniquetes de entrada, paso mi tarjeta y me dirijo al área de los andenes, vuelvo a poner los audífonos en mis oídos y voy tarareando una canción muy viejita de la Quinta Estación que se llama Me muero, cuando siento una mano en mi hombro, me quito una audífono y volteo de inmediato.

— ¿Era tan difícil dejar de correr siempre? —de inmediato le sonrío.

—Hola. —él me da un ligero atisbo de sonrisa. —No te había visto.

—Lo note, ibas muy pérdida cantando. —yo ruedo los ojos y me rio. —Cantas bonito.

—Por supuesto que no, eres malo, y dices que no haces bromas. —le reprocho y él ahora si se ríe abiertamente.

—Tienes razón, cantas horrible. —mira quien lo viera, antes ni una sonrisa y ahora se ríe abiertamente de mí. Así que le doy un golpe en el brazo. Y el finge que le duele. —Y además agresiva.

Somos interrumpidos con la llegada del tren a la estación, él me protege de la gente alrededor de nosotros que se avienta para entrar en el vagón, él nos hace entrar en el vagón y que no me llevé ningún golpe ni ninguna manoseada, como que esto de viajar en metro con él, me gusta.

—Quedaste de enviarme la dirección de tu trabajo por mensaje y la sigo esperando. —me dice cuando nos ajustamos a ir apretados entre un par de señores con exceso de sudoración.

—Lo siento, tuve clases toda la mañana, no he tenido tiempo ni para desayunar algo. —le contesto mirando sigilosamente que la axila del señor junto a mí no se acerque demasiado a mi cara.

Abelardo nota mi expresión de miedo de terminar con mi cara en la axila del señor y se mueve de manera que queda en medio del señor transpirando y yo.

—Gracias, son una de las grandes desventajas de ser tamaño Minion. —le digo y me rio, él hace una cara de no entender de qué le hablo. — ¿No sabes qué es un Minion? —el niega con la cabeza y yo sonrío y ruedo los ojos. —Un Minion son unas pequeñas criaturas amarillas con grandes ojos y que usan overoles, su deber es servir al hombre o criatura más malvado que habite en la tierra. Y yo digo que soy tamaño Minion, porque los Minion no pasan del metro cincuenta de estatura.

—Oh, ya entiendo. A mí me gusta que seas así pequeña. —yo me ruborizo y miro hacia otro lado. —también tus mejillas sonrojadas me gustan. —Dios, ahora si me quiero morir, está diciendo que le gusto.

—Gracias, yo las detesto, me delatan cuando me avergüenzo, es tan... vergonzoso. —le digo y ambos reímos. — ¿A esta hora vas al trabajo o a la escuela?

—Al trabajo, la mañana tomo clases para terminar las especialidades simultáneamente. —me contesta y yo pienso que debe ser agotador estar haciendo dos especialidades y a parte el trabajo, yo apenas puedo con la licenciatura y el trabajo.

—Debe ser extremadamente agotador abarcar tanto. —le digo cuando un señor me avienta porque baja en la estación y no podía pasar. Ojos de Granito me sostiene para no salir arrojada hacia otro lado y fulmina con la mirada al señor que se abre paso a empujones y golpes para llegar a la puerta.

—Se te olvida que no soy un humano, así que no implica ningún esfuerzo para mí. —me dice y yo asiento porque había estado tan absorta en mis clases que había olvidado mi conversación con los padres de Abelardo.

—Ah, sí, claro. Tienes razón. —Me rasco detrás de la oreja distraída — ¿Por qué te dicen AB tus padres?

—Bueno, cuando recién me creo papá Rafa, me nombró Automaton Baby, que significa autómata bebé. —lo miro atenta y asiento para que sepa que lo sigo. —Por lo que para más corto me decían AB, después cuando me pusieron un nombre, mi nombre y mi primer apellido también funcionaba para seguir llamándome AB y así se me quedó.

— ¿Qué es un autómata? —le pregunto ajustando las correas de mi bolsa.

—Un autómata es una maquina programada para realizar funciones de manera automática. —me contesta y yo asiento y hago una cara de cómo no se me ocurrió. —Debo bajar en la siguiente estación, pero estaré esperando la dirección, te veo en la noche.

Besa mi mejilla y se acerca hacia la puerta evitando chocar con las demás personas. Yo me reacomodo para evitar al señor axila sudorosa.

Cuando llegamos a la estación lo veo bajar y caminar con gran soltura entre la gente, en ningún momento empuja a nadie y camina con tanto porte que incluso parece que la gente se quita de su camino para abrirle paso.

Yo continúo mi viaje hacia el trabajo.

Cuando llego y registro mí entrada a tiempo saco mi celular de mi bolso y le envío la dirección del hospital y mi ubicación por WhatsApp a Abelardo. Y ya con eso hecho me encamino a una jornada más en el quirófano, voy hasta los vestidores del quirófano, abro mi casillero y saco mi uniforme quirúrgico rosa que me regalo mi papá hace unos meses. Me cambio el uniforme y guardo el blanco de la escuela en mi casillero, tomo un rollito de botas quirúrgicas del canasto en la entrada y me las pongo, el gorro rosa me lo ajusto y entro con mi bolso para hacer tarea más tarde.

—Hola Iris. —me saluda Marce, una enfermera del turno matutino que era muy amiga de mi madre.

—Hola Marce. —le digo y ella se acerca a mí y me ayuda a ajustar mejor el gorro en mi cabello. —Gracias Marce, ¿cómo has estado?

—Muy bien pequeña, ya cercana a retirarme por fin. —me dice emocionada y yo la abrazo.

— ¡Qué gusto Marce! Ya podrás disfrutar de tus nietos y tus hijos y salir de viaje y no más enlaces de turno, ni peleas por material. —ambas nos reímos porque es tan cierto.

—Sí, por fin con mis nietos que los adoro tanto, ¿y tú? ¿Cuándo le darás nietos a tu papá? —yo la miro con cara de asombro, curiosamente hace mucho tiempo deje de hacerme ilusiones con tener una familia propia y una casita y un esposo que me amara tanto que pareciera imposible, ahora que Marce me lo pregunta, me trato de imaginar una familia con AB, no me cuesta mucho imaginarme a una niña de ojos grises como los de él pero siendo una mini copia de mí. La duda sería, ¿Cómo llegar a eso si él no sabe que es un humano y sus padres no le dicen que lo es?

—Ahorita estoy por terminar la carrera, y pienso hacer la especialidad de Quirúrgica, entonces ahorita no tengo tiempo de pensar en bebés, Marce, tal vez en un par de años. —le digo ignorando mis pensamientos sobre mi futuro con ojos de granito.

—Para todo tienes que hacerte tiempo, niña. No olvides lo realmente importante cariño. —y diciendo eso beso mi frente y se fue al otro lado del quirófano.

Me quedo un momento, pensando en sus palabras de Marcela, que no me doy cuenta quien se me acerca.

—Hola, ojitos. —ruedo los ojos y pongo cara de fastidio, este no entiende. Me giro con toda la calma del mundo y pongo mi mejor cara de fastidio.

—Hola jefe Fernando, ¿qué necesita? —le digo mirándolo a la cara, él parece algo avergonzado.

—Yo...quería disculparme por lo que pasó el viernes. —me dice y yo no digo nada, simplemente me quedo mirándolo fijamente.

—Hace mucho que le perdone, pero no se me vuelva a acercar de esa manera, y solo nos limitaremos al trabajo. No más. —lo miro y enarco una ceja, él cierra los ojos y da un par de respiraciones antes de abrirlos y responderme.

—Bien, será como tú quieras. —yo afirmo con la cabeza. — ¿Puedes recibir a los pacientes de Recuperación? —asiento y me alejo de él. Puedo sentir cómo me mira pero en ningún momento giro la cabeza para mirarlo, dejo mi bolsa en el cajón del escritorio y me dirijo a Recuperación para verificar pacientes.

Después de mi encuentro con Fernando del inicio del turno todo lo demás fluye tranquilamente, o bueno tan tranquilamente como puede ser en el quirófano, estoy terminando de entregar mis pacientes a la compañera del turno nocturno, y me faltan todavía 15 minutos para poder decir oficialmente que soy libre por el día de hoy y que podré ver de nuevo a AB.

—Adiós Vicky. —me despido de la enfermera del turno nocturno. Hoy Renata se enfermó, así que no vino, no sé cuántos días más no vendrá, me aviso hace rato mientras pasaba a mi primer visita con los pacientes. Así que voy sola a los vestidores para cambiarme de uniforme, me quito el rosa y lo guardo en mi casillero mientras me pongo el uniforme blanco de la escuela, estoy emocionada de que Abelardo venga por mí al trabajo, hay algo especial en ello, como si le importara lo suficiente como para que se tome la molestia de pasar por mí. Peino de nuevo mi cabello, ya que aunque no uso el gorro que dan aquí que hace que se me haga estática en el cabello, aun así me despeino, así que saco mi cepillo, mi peine y mis pasadores de mi bolso y en el espejo del lavabo me peino de nuevo y pongo mi cofia blanca. Cierro mi casillero y salgo de los vestidores para ir a registrar mi salida.

Llego al área de registro y aún faltan tres minutos para las 21:30, así que reviso mi celular para saber si hay algún mensaje.

Exactamente a las 21:30 registro mi salida y me dirijo a la salida de atrás, veo al vigilante de la puerta del estacionamiento platicando con alguien así que me dirijo hacia allá.

—Buenas noches. —les digo y ahí está Abelardo platicando con el vigilante como si se conocieran de hace años.

—Hola, nena. —me dice ojos de granito y me sonrojo por el nena.

—Hola. —le respondo y él toma mi bolso.

—Fue un gusto conocerte Ricardo. —le dice AB al vigilante y estrechan sus manos.

—El placer fue mi Abelardo. —le contesta y sueltan sus mano.

—Vamos Iris, deje el auto, por aquí. —toma mi mano y me empieza a dirigir hacia la derecha.

— ¿Cuál auto? —le pregunto mientras escucho como alguien suena un claxon con mucha insistencia.

—El bufete me dio un automóvil hace algunos meses, casi no lo uso porque mis padres son ecologistas, dicen que los autos contaminan mucho y que para qué usar un auto si puedes viajar en el transporte público. —yo asiento estando de acuerdo en parte con sus padres, porque el transporte público también puede ser peligroso. —Pero justo en estos momentos difiero un poco de ellos, no es seguro andar en transporte público tan tarde así que para llevarte segura a casa decidí llevarme el auto que tenía guardado en el estacionamiento del bufete. —Llegamos hasta un bonito Audi color negro, me abre la puerta del copiloto y me ayuda a entrar, me da mi bolso que coloco sobre mis piernas y lo miro dar la vuelta al auto por el frente para entrar en el asiento del conductor, me encanta mirarlo moverse, se mueve con tanta gracia y elegancia que me deja embobada. — ¿Comiste algo?

—Hoy solo tuve tiempo de comerme una manzana a media tarde. —le digo recordando la manzana que me comía mientras adelantaba algo de tarea.

—Bien, entonces vamos a cenar primero, ¿qué se te antoja? —nos quedamos en silencio un poco mientras pienso qué podemos comer.

—Tengo otra idea, ¿por qué no pasamos por una pizza y la llevamos a mi casa y cenamos en mi casa? —le digo y lo miro atenta, esperando que me diga que no.

—Está bien. ¿A qué pizzería pasamos? —me dice encendiendo el auto y mirando por el espejo retrovisor para ver si puede salir.

—Pasemos a Pizza Hut, nos queda más de paso y quiero una pizza con orilla rellena de queso. —él sonríe y se integra al tráfico nocturno típico. — ¿Tienes música en este auto?

—No, pero puedes conectar tu celular. —veo el delgado cable negro y conecto mi teléfono. El auto es impresionante, pongo música de Muse por los altavoces y me permito relajarme mientras miro el perfil de AB. —Me han dicho que una fotografía dura más.

Me rio, porque aunque él dice que no sabe de bromas, últimamente me toma mucho el pelo.

—Tal vez sea cierto, pero una fotografía puede borrarse o romperse, y un recuerdo no, claro a menos que te de Alzhéimer. —le digo devolviéndole el chiste, lo cual funciona porque da un bufido combinado con una risa. —Creí que nunca te reías. —le digo mientras busco mi canción favorita de Muse.

—Así era hasta que apareciste tú. —me contesta y yo presiono play para que suene Neutron Star Collision. —Sabes, contigo no me cuesta trabajo hablar de todo, porque sabes lo que soy y no te molesta.

—Bueno, creo que eso está bien, no tienes por qué esconderme nada. —le contesto mientras tarareo bajito la canción y por primera vez en el día me permito recordar la conversación con sus padres.

Entra al estacionamiento del Pizza Hut y bajamos para comprarla.

—Déjame adivinar cuál es tu pizza favorita. —me dice y yo asiento, mientras nos formamos en la fila para ordenar. —Eres de las pizzas clásicas ¿sí o no?

—Sí. —le contesto y el afirma, hace como que piensa un poco.

— ¿Con ingrediente extra? —vuelvo a afirmar y él sonríe. — ¿Dulce o salado?

—Obviamente dulce. —le contesto y él sonríe aún más.

Cuando llegamos al mostrador para ordenar, me pide que guarde silencio y ordena él.

—Pizza mediana con orilla rellena de queso Hawaiana con extra de piña. ¿Correcto, cariño? —me voltea a ver con una cara de arrogante que ni él se soporta.

—Sí, cielo. —le contesto y hago énfasis en la palabra cielo.

La chica del mostrador anota la orden con una enorme sonrisa en el rostro. Antes de que ella le diga cuánto es él ya le extiende su tarjeta de crédito. Paga la pizza y nos dice que no tardará en salir la orden. Mientras tanto nos sentamos en una mesa cerca de la entrada.

—Dime algo de ti. —me dice y yo ruedo los ojos y pienso, ¿qué no le he platicado todavía de mí? —No, mejor cuéntame del tipo que te quité de encima la otra noche.

Yo niego y ruedo los ojos.

—No, no, no. No te hablaré de Fernando. —le contesto negando con la cabeza.

— ¿Así que Fernando? —me pregunta y no espera respuesta. —Vamos, háblame de él. Quiero hacerme una idea de por qué estabas con él. Fernando, ¿qué?

— ¿Para qué quieres saber su apellido? ¿Acaso vas investigar sus antecedentes penales? —le digo riéndome. Él se encoje de hombros y toma el servilletero y empieza a darle vueltas.

—Tal vez. —me mira y tiene esa mirada determinada de que no dejará pasar el tema. —Vamos, dime.

Yo bufo y ruedo los ojos. —Bien, si tanto insistes. —miro hacia afuera, veo a algunas parejas caminar de las manos. —Su apellido es Alcalá Navarro, como es obvio nos conocimos en el trabajo, nos tocó trabajar juntos en el servicio de Pediatría, en ese entonces todavía era un Enfermero General y estaba estudiando la Maestría en Administración para hacerse Jefe de Enfermería. En un principio fue muy amable y encantador conmigo, me ayudaba cuando yo me atrasaba por llegar tarde. Nos volvimos amigos, me ayudaba a veces a hacer mis tareas, él, mi amiga Renata y yo éramos inseparables. Entonces un día después de haberlo tratado cerca de 8 meses me invitó a salir. Fuimos a ver una película al cine y después me dijo que se había enamorado de mí y que quería que fuéramos novios, en ese tiempo yo creía que podía funcionar, aún no lo conocía realmente. —regreso mi mirada hacia Abelardo que me mira muy atento. —Las cosas empezaron bien, me ayudaba y me llevaba a casa, me hacía regalos, conocía a mi papá porque lo había tratado en el hospital, así que empezó a frecuentar la casa, Fernando solo tenía a su madre y su hermano, y me los presentó, cuando nosotros íbamos a cumplir un año de novios, a su madre le dio un Infarto Cerebral, eso fue lo que lo trasformó. —dejo de mirar al chico de ojos grises y miro mis manos que no dejan de moverse. —primero se volvió retraído y distraído, incluso más que yo, yo lo atribuí a la depresión por la muerte tan repentina de su madre, así que traté de ayudarlo, hasta que un día fue como si hubiese sido otra persona, se olvidó de su tristeza y empezó a ser coqueto y alegre con todo el mundo, empezamos a tener problemas porque él todo el tiempo estaba coqueteando con otras, aun estando yo presente, me prometió que no lo haría más, pero entonces empezaron sus momentos de enojo, si yo hacía o decía algo que no le gustaba me gritaba y me sujetaba con mucha fuerza a veces, había días en que dejaba marcas en mis brazos que tenía que cubrir con blusas de manga larga o manga tres cuartos, yo atribuía todos esos cambios a su fase de duelo. Por lo que trataba de hacer lo que él quería para que no se enojara y estuviera feliz. —sentí su mano tomar las mías y acunarlas, yo seguía sin poder mirarlo. —El día que festejábamos nuestros cumpleaños en un campamento fue el día que acabó con mi tolerancia y el día en el que él se excedió, se enojó porque yo había ayudado a su hermano a armar una de las tiendas, así que me alejó del grupo y en mitad de bosque me gritó y me golpeó. Fue lo último que le soporté, mi amiga Reny me ayudó a salir de ahí y me llevó a su casa para que no regresara a la mía y mi padre me viera con el labio roto y un ojo morado, no quería que mi padre ser avergonzara o se sintiera mal por tener una hija tan débil.

—Oye, tú no eres débil, solo que estabas en negación, no querías aceptar que el Fernando del que te enamoraste ya no existía. —me dice mientras toma mi mentón entre sus dedos y me obliga a mirarlo. —Estoy seguro que te dijo tantas cosas que redujo tu seguridad al mínimo, así que yo te aseguro que tú no eres ni débil, ni tonta, ni torpe, ni nada de las cosas que tantas veces te dijo y que tú te creíste. —las lágrimas empiezan a rodar por mis mejillas y el las limpia delicadamente con una servilleta de papel. —Eres la chica más increíble que he conocido y la única que me ha hecho sentir algo.

Yo sonreí y cerré los ojos lo siguiente que sentí fue sus labios contra los míos, sin abrir los ojos me permití disfrutar de ese beso, pude sentir sus labios firmes rozar suavemente los míos, despertó en mi interior un calor y bailoteo de mariposas que parecía que había un carnaval con fuegos artificiales dentro de mí, así que le respondí el beso rozando mis labios con los suyos, me sentía completamente diferente, sentía que podía conquistar al mundo de la mano de este hombre. Así que impulsada por ese sentimiento me acerqué más a él y me atreví a lamer su labio inferior, escuché un leve jadeo de su parte y sus labios se empezaron a mover con más presión y fuerza sobre los míos, sentía que el aire me empezaba a faltar pero no quería que este momento acabara.

— ¡Orden de Abelardo Bravo! —al final la chica del mostrador es la que rompe el encanto cuando grita para entregarnos la pizza, me da un ligero beso y yo abro los ojos y me empiezo a reír al igual que él, se levanta y va hacia el mostrador por la pizza, yo me pongo de pie y lo espero junto a la puerta, toma mi mano y salimos del edificio para ir al auto.

—Eso sí que fue inconveniente. —le digo cuando entramos al auto y él me da la pizza para que me la lleve yo.

—Vayamos ya a tu casa, se hace tarde. —me dice y yo me rio más, hacemos el resto del camino en tiempo record, ninguno habló mucho, más iba yo cantando las canciones que ponía en mi celular.

—Creo que podría acostumbrarme a esto. —le digo cuando estaciona frente a mi casa.

—¿A qué? —me pregunta de inmediato.

—A no cenar sola cuando papá esta de congreso. —le digo abriendo la puerta del auto y saliendo de este, él me sigue y me ayuda a sostener la pizza mientras busco mis llaves en mi bolso, entramos a mi casa después de que batallara como siempre por abrir la puerta. Dejo mi bolso sobre el sofá más cercano a la entrada y guío a Abelardo hacia el comedor, enciendo las luces. — ¿Quieres refresco, agua o jugo?

—El refresco estará bien para la pizza. —así que voy por un par de Coca-Cola de lata al refrigerador y una de platos de cristal.

—Bien, cenemos, muero de hambre. —le digo abriendo la caja de la pizza y tomando el primer pedazo de la pizza.

La primer rebana la comemos en silencio, cuando estoy por terminar la segunda rebanada me interrumpe.

—Quiero aclara que lo que pasó en la pizzería no sé por qué lo hice. —me dice con una cara de confusión total, y a mí me entra pánico, ¿es que acaso no lo disfrutó como yo?

— ¿Te arrepientes? —le pregunto tratando de demostrar seguridad, lo cierto es que si dice que sí, hay un alto grado de probabilidad de que me suelte a llorar porque el mejor beso de mi vida fue un error.

— ¡Por supuesto que no! —me responde de inmediato y un alivio inunda mi cuerpo. —Solo quería aclarar que no tenía intención de aprovecharme de tu vulnerabilidad del momento.

—Sé que no te aprovechaste, solo querías reconfortarme por lo que me hiciste recordar, se le llama culpabilidad. —le digo tratando de restarle importancia al mejor beso de toda mi vida.

—Aunque sin duda, fue muy... —lo miro expectante de lo que va a decir, parece que no encuentra la palabra adecuada —... gratificante.

Me rio, y no puedo dejar de reír por su descripción de nuestro beso, gratificante es quedarse muy corto, fue increíble, sensacional, mágico, casi místico. Pero mi risa se detiene cuando escucho que la puerta de afuera es abierta, los dos miramos hacia la puerta de entrada, primero escucho la puerta de afuera cerrarse un sonido de arrastre, lo siguiente es que mi padre abre la puerta interior.

— ¿Huelo pizza? —pregunta mientras forcejea con su maleta en la entrada, ni siquiera ha visto que tenemos visitas.

—Papi, no te esperaba hasta mañana. —le digo y él se empieza reír es cuando voltea hacia el comedor y ve a Abelardo, su risa se esfuma y adopta una postura rígida.

—Buenas noches. —dice serio y yo me acerco a él. —El congreso terminó antes y conseguí un vuelo para hoy. Y sí, ya veo que no me esperabas. —me dice y me da una mirada de reproche.

—Él es Abelardo Bravo. —le digo presentándolos, ojos de granito se pone de pie rápidamente y estira la mano, mi padre la mira por un par de segundos primero y después la estrecha. —Él es mi padre el doctor Roberto Sandoval.

—Un placer, doctor. —le dice AB y mi padre no es dado a mentir, y sé que no puede devolver el cumplido así que a lo máximo que llega es a asentir una sola vez con la cabeza.

—Bien, Iris recuerda que mañana tienes escuela temprano. Yo me iré a descansar. —me dice mi padre y yo afirmo, normalmente no es tan grosero.

— ¿No quieres una rebana de pizza? —le digo y él niega. Y se va arrastrando su maleta hacia las escaleras. Cuando escucho que cierra la puerta de su habitación miro a Abelardo y lo noto con cara de desconcierto total. —Lo siento, normalmente no es así de grosero. ¡Perdón!

—No te preocupes, no pasa nada, lo mejor será que me vaya. —me responde y yo hago una mueca, pero afirmo, él se dirige a la puerta y yo voy detrás de él.

Cuando llegamos a la puerta d la calle, lo tomo de la mano y me mira

—Gracias por traerme a casa y por la pizza. —le digo y él no dice nada. Así que me acerco y le doy un beso en la mejilla. —Gracias, descansa.

—Tú también. —me dice y se aleja para meterse en su auto e irse. Lo veo dar la vuelta en U y alejarse de mi casa.

Ahora sí, mi padre me escuchará. ¿Qué se cree? No tenía derecho de ser tan grosero. Entro y cierro las puertas, activo la alarma y subo al piso de arriba, llamo a la puerta de su habitación pero se que no está ahí porque no hay luz por debajo de la puerta, así que si no está ahí, debe estar en su estudio. Entro como bólido en su despacho y lo veo concentrado mirando la pantalla de su computadora.

—Creí que estabas demasiado cansado. —le digo seria, él deja de leer lo que estaba leyendo en su computadora y me mira.

—Y yo creí que eras más responsable. —me dice serio y cierra su laptop de un manotazo.

— ¿De qué hablas? —le respondo desconcertada.

—De cómo se te ocurre meter a un hombre que no conoces a la casa, sin que este yo presente. —me reprocha y yo levanto la mirada al cielo y suplico a mamá por paciencia.

—Para que lo sepas conozco a Abelardo, estamos saliendo y es la persona más correcta, responsable y respetuosa que conozco. Me estuvo trayendo a casa, todos estos días que tú estuviste lejos en tu congreso, pero eso no te preocupa, que yo ande sola en la calle por las noches mientras tú te vas. —le digo ya molesta.

—Creí que te acompañabas con Renata. —me dice desconcertado.

—Renata por fin está saliendo con alguien, así que no la voy a interrumpir cuando finalmente se está abriendo a las posibilidades de salir adelante. —le contesto enojada, y él parece un poco abochornado. —Así que deja de ser un payaso, y deja de tratar mal a las personas que se preocupan por mí.

Y diciendo esto salí de su despacho dando un portazo y subiendo las escaleras corriendo hacia mi habitación, donde me encerré, cual adolescente enojada.


¿Alguien más se ofrece como voluntaria para golpear la doctor Sandoval por ser tan grosero?

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