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Capítulo 11

Capítulo 11

Despierto temprano en la mañana, tengo que ir a la Universidad, aunque lo único que quisiera es ver a Abelardo y hablar con él. Aunque ya estoy cerca de terminar la escuela, así que tendré que aguantar un poco más. Estoy mirando el techo de mi habitación decidiéndome a abandonar la comodidad de mi cama cuando escucho que llaman a la puerta. Obviamente sé que es mi papá, no hay nadie más en esta casa, así que me ahorro el ¿quién?

— ¿Qué necesitas papá? —le respondo desde mi cama aún sin levantarme.
—Buenos días, cariño. ¿Puedo llevarte hoy a la Universidad? —me responde desde el otro lado de la puerta, yo le frunzo el ceño al techo, porque aún sigo molesta con él.
— ¿No tienes que ir a trabajar? —le contesto de mal talante, por lo que demora un poco más en responderme.
—No, regreso mañana todavía tengo permiso el día de hoy. —me contesta y es obvio que no dejará pasar esta oportunidad de hablar conmigo a solas sin que pueda yo escaparme.
—De acuerdo, en un rato bajo. Gracias. —le respondo y diciendo eso me levante de la cama y me metí a mi baño para darme una ducha y alistarme para ir a la Universidad.

Después de una ducha, de ponerme el uniforme blanco y peinarme con todo el cabello recogido y colocado mi cofia, me pongo un poco de rímel y brillo labial de sabor melón en los labios, reviso mi bolso para verificar que lleve los libros y las libretas correctos y finalmente me armo de valor y salgo de mi habitación, bajo y me dirijo hacia la cocina para tomar de la nevera un yogurt y una manzana, los meto dentro de mi bolso, verifico la hora y aún estoy en tiempo para ir a la escuela, más porque no tendré que ir en el transporte público.
Camino hacia la sala de estar donde está mi padre bebiendo café y viendo las noticias en la pantalla.

—Estoy lista, podemos irnos. —le aviso y él me mira por un segundo, toma el mando a distancia y apaga la pantalla, se levanta y deja su taza vacía sobre una mesa ratona y toma sus llaves.

Salimos hacia el patio y nos dirigimos al garaje donde quita la alarma de su Mazda y entramos en él. Ninguno de los dos dice nada mientras salimos de la casa. Así que enciendo la radio y pongo una estación de radio.

—Hija, creo que anoche nos excedimos ambos. —finalmente rompe el silencio mi padre.
—Tal vez no debí alzarte la voz, pero no tenías ningún derecho a tratar a Abelardo así. —le digo mientras miro las calles por la ventanilla. —Es un gran hombre AB. Muy transparente, no me esconde nada.
— ¿Tienes mucho tiempo conociéndolo? —me pregunta, lo cierto es que aunque no llevamos mucho tiempo conociéndonos, siento que en realidad él si me había visto mucho antes.
—Algo, pero el suficiente como para saber cómo es. —un pequeño comentario inquietante aparece en mi cabeza “Sí, como creías conocer a Fernando”, sacudo la cabeza alejando ese pensamiento.
—De verdad te gusta. Creía que no estabas saliendo con nadie. —me dice y yo hago una mueca, porque en realidad no sé qué somos Abelardo y yo. Definitivamente no somos amigos porque si no, no me hubiese besado como me besó anoche en la pizzería.
—En realidad empezamos a salir hace poco, pero lo conozco de antes tiempo. Una vez me salvó de matarme en las escaleras del metro. —en cuanto salen las palabras de mi boca quiero regresarlas, no debí decir eso, no debí decir eso.
— ¡¿Cómo que te salvó de matarte en las escaleras del metro?! —me dice alzando la voz. ¡Mierda! Yo sola me meto en estos líos.
Volteo a verlo y le doy una de mis sonrisas más radiantes. —Fue un accidente, una viejecita se me atravesó cuando yo bajaba las escaleras por lo que perdí el equilibrio, me hubiese matado rodando por todas las escaleras, eso sin contar a toda la gente que me hubiese llevado en el camino, pero Abelardo con sus reflejos rápidos me sujeto cuando estaba por empezar a rodar y me ayudó a llegar abajo entera y sin ningún rasguño. —miro a mi padre y noto como su mandíbula se aprieta, se está conteniendo para no decirme algo de lo que después puede arrepentirse.
—Bien, lo importante es que no pasó a mayores eso. —me responde y yo estoy conforme con su reacción. —Bien, la próxima vez que vea a Abelardo me disculparé con él y le daré el beneficio de la duda, me reservaré mi juicio para después.
—Gracias papi. —le digo feliz y le doy un beso en la mejilla. —De verdad que AB, es especial.

El hace una mueca y rueda los ojos, lo que hace siempre que no está seguro de algo, pero con eso me conformo, sé que después se dará cuenta de lo especial y único que es mi ojos de granito. Ahora que las cosas con mi padre están más tranquilas, me planteo la posibilidad de hablar con él sobre la hipnosis de la que me hablaron sus padres. —Papi, sé que tu campo no es la psiquiatría, pero ¿crees en el hipnotismo?
Frunce el ceño y se toma su tiempo antes de contestarme. —Sé que hay algunos psiquiatras que experimentan con técnicas de hipnosis, si funcionan o no, eso ya es otra historia. ¿Por qué?
—Me dijeron de un caso, donde un psiquiatra hipnotizó a un niño para hacerlo olvidar su pasado, pero la técnica no fue del todo acertada y en realidad lo hizo dejar de sentir, el chico ahora es un adulto y no siente nada. No experimenta sentimiento o emoción alguna. ¿Crees que es posible eso?
—Sin duda puede ser posible, no es mi área de especialidad pero sé que si la mete sufre un daño severo, puede llegar a autoengañarse como modo de protección. ¿Sabes el nombre del psiquiatra que lo hizo? Tal vez pueda investigar qué tan real es o no. —Me dice y lo pienso por un minuto, ¿qué mal puede hacer darle el nombre del doctor? Y más si promete investigar qué tipo de médico es. ¿Qué tal si es un médico loco con instintos medievales de tortura?
—Según sé es el doctor Alejandro Rodríguez Zambrano, según sé es un psiquiatra.
—Veré qué puedo investigar sobre él. —me responde y los dos nos quedamos en silencio, yo procesando lo que acaba de decirme mi padre, así que puede ser real que Abelardo este hipnotizado. Y que si es un humano real, de carne y hueso.
—Gracias, papi. —hacemos el resto del camino a la Universidad en silencio y en calma, solo escuchando las noticias y la música en la radio.
Llego con más que tiempo de sobra para las clases, así que tras darle un beso en la mejilla a mi padre me encamino a la biblioteca para consultar algunos libros para las conclusiones de mi tesis.

Llego al hospital con tiempo de sobra, parece que cada vez tengo más atención en la hora y no ando corriendo para todos lados. Para mí mala suerte, no me encontré a Abelardo hoy en el metro, de verdad tenía ganas de verlo.
Subo para entrar a los vestidores y ponerme mi uniforme quirúrgico rosa, estoy terminando de meter las manos en las mangas cuando mi celular empieza a sonar, miro la pantalla y es él.

—Hola. —contesto llevándome el celular al oído.
—Hola, linda. ¿Qué tal tu mañana? —me dice y yo estoy a punto de volverme una gelatina tras escuchar su voz y escucharlo llamarme linda.
—Yo, bien muy bien. Las clases son cada vez más tranquilas, porque nos acercamos al final de la carrera. —lo escucho dar un suspiro y yo doy un par de respiraciones pues estoy a punto de hiperventilar, mi cuerpo reacciona tan diferente con él.
—Qué bien. ¿Y tu padre? —noto cierto recelo en su voz, ¿acaso estará enojado?
—Está más tranquilo hoy, me llevó a la Universidad en la mañana y hablamos. Creo que ya está mejor. —le digo y me siento en una banca de madera del vestidor para empezar a desamarrar las agujetas de mis zapatos blancos.
— ¿Le hablaste de nosotros? —sigo notando cierto recelo en su voz. — ¿Le dijiste que somos novios?

Mis ojos se abren desmesuradamente, porque él nunca había especificado que fuésemos novios. ¿O sí?

— ¿Lo somos? —le digo entre risas.
—Creí que era algo obvio. —me dice y se nota inseguro, yo me empiezo  a reír con ganas.
—Yo no he escuchado una proposición de novios. —le digo tratando de parecer seria. Lo escucho dar un suspiro del otro lado de la línea.
— ¿De verdad me lo harás difícil? —me dice pero ya noto la risa a través del móvil. — ¿No hay manera de que pueda verte hoy más temprano?
—No, lo siento. Si me hubieses avisado ayer podría haber pedido permiso para salir temprano. —le digo realmente triste, porque tengo tantas ganas de verlo. —Y además mi padre viene por mí hoy, va llevarme a cenar.
Escucho que gruñe al otro lado de la línea. —Me matas con eso. —finalmente me dice. Y yo no puedo evitar bufar y reírme de lo infantil que se escuchó. — ¿Y mañana? ¿Puedes regalarme algo de tu tiempo?
—Sí, sin duda mañana puedo regalarte de mi tiempo. —le respondo feliz.
—Muy bien, me avisas más tarde a qué hora pasó por ti mañana.
—De acuerdo. Te escribo más tarde. —no quiero colgar, pero debo terminar de cambiarme y entrar a recibir material, así que haciendo de tripas corazón, me despido. —Debo dejarte por ahora, tengo que empezar turno.
—Bien, tienes razón, te estoy distrayendo. —lo escucho reír y es inevitable que una sonrisa boba se adueñe de mi cara. —Por favor cuídate. Te veo mañana.
Cuelgo y beso la pantalla de mi móvil y antes de que su imagen desaparezca de la pantalla le susurro —te quiero.
— ¡DIOS! ¡QUÉ CURSI! —me sobresalto y el móvil sale disparado de mis manos para ir a dar al suelo de baldosas blancas.
— ¡Renata! Casi me matas de un susto. —le digo enojada mientras recojo mi móvil del suelo y ella está desternillándose de risa. — ¡Qué mala!

Saco mis zapatos de mis pies y después bajo el pantalón blanco para cambiarlo por el rosa, me pongo los zapatos de nuevo, mientras Renata sigue con su ataque de risa mientras ella también se cambia de ropa. Quito la cofia blanca y la pongo encima de mi pila de ropa doblada en mi casillero, me amarró el gorro quirúrgico, cierro el casillero y me dirijo a la entrada, Reny también está casi lista para entrar. Entro y me dirijo hacia el área de enfermería, guardo mi bolso y tomo la primera libreta de recepción que encuentro y espero a Renata.
—Como fuiste mala conmigo, te toca recibir mi material. —le digo y le doy la libreta que acabo de tomar. Ella la toma y protesta.
—Oye, no se vale te toca la lista más larga. —yo hago cara de seria y señalo hacia las salas de quirófano que están limpiando en este momento. —Bien, solo porque de verdad te asusté. —Y diciendo eso tomo otra de las libretas y se fue a contar material.

Mientras yo me voy al área de Recuperación para verificar que todos los pacientes tuvieran sus indicaciones al momento.
Estoy terminando de revisar al último paciente cuando Fernando se acerca a mí.

—Hola Iris.
—Buenas tardes, jefe. —le respondo sin ser grosera, pero él aun así hace una mueca.
—Iris, necesito que te quedes aquí en la Recuperación como Enfermera General, Renata se quedará como tu auxiliar. —yo asiento y el hace algunas anotaciones en su libreta y se aleja, parece que finalmente entendió que ya no habrá más Fernando e Iris. —Por cierto, felicitaciones. Veo que iba en serio lo de superarme. —me dice sin mirarme, yo aprieto los dientes y cierro los ojos, porque no pienso caer en sus provocaciones.
—Gracias, por sus felicitaciones, jefe. Se las haré llegar a mi novio también. —le respondo, porque a ese juego podemos jugar dos. —abro los ojos y lo miro como se aleja rápidamente de mí. ¡Bien! Victoria para mí.

Poco después se une Renata a mí en el área de Recuperación.

— ¿Qué le hiciste a Fernando que está de un humor de perros? —me dice sentándose junto a mí en el área de enfermería.
—Nada, él quería empezar a molestarme, no se lo permití y se enojó. —Me encojo de hombros— Su problema, no el mío.
—Bien, solo ten cuidado. —toma una de mis manos y le da un leve apretón. —Y ahora platícame ¿quién te ha vuelto tan cursi? ¿El abogado?
Yo no puedo evitar sonreír al pensar en AB —Sí, Abelardo es el culpable. —ella ahoga un pequeño gritito de emoción y me abraza.
—Vamos, platícame de él. ¿Cuántos años tiene? ¿Qué le gusta hacer en sus tiempos libres? ¿A dónde han ido?
—Bueno, tiene 23 años, le gusta ver documentales de asesinos seriales y las películas de Tim Burton, fuimos a una exposición de arte, a comer a un restaurante italiano muy lindo y a mi casa. —le digo respondiendo a sus preguntas.
— ¿Ya fue a tu casa? —me mira sorprendida y yo sonrío.
—Sí, vino por mi ayer y me llevo a mi casa, cenamos pizza hasta que llegó mi papá y se puso grosero con él. —le digo recordando la escena de anoche y lo confundido que parecía AB —mañana vendrá por mí y saldremos, pero no me ha dicho a dónde iremos.
—Entonces tu papá ¿no lo aprueba? —me pregunta intrigada y es que ella conoce a mi padre y sabe que él no es de los que hagan caras o le desagrade la gente.
—No es que no lo apruebe, sino que aún no lo conoce bien y tiene cierto recelo. —le digo y ella empieza a reírse.
—Más bien se me hace que está celoso o que teme que ya te vas a ir de tu casa. —me dice mi amiga, y no lo había pensado, tal vez tenga algo de razón, tal vez está celoso. —Ya te vio casada con el abogado y con hijos.

Las dos nos empezamos a reír con ganas, porque aunque lo dice en broma, no puedo evitar imaginarme una familia con Abelardo y con hijos.

— ¡Dios! ¿De verdad te quedaste pensando en eso? Sí que estas muy enamorada si ya estás pensando en la posibilidad de formar una familia con él. —me dice mi mejor amiga devolviéndome a la realidad.
— ¡Reny! Sí estoy muy enamorada de él, y eso de cierto modo me aterra, me aterra la manera tan rápida en la que se ha metido en mi vida, la manera en la que me hace sentir todo el tiempo. ¿Qué va a pasar si me equivoco de nuevo? —le digo por fin exponiendo mis miedos a alguien. —Siento que en esta relación estoy dando un salto al vacío y no sé si el paracaídas va a abrir.
—Tranquilízate, estoy segura de que el abogado no es como Fernando. Se ve que es un tipo que tampoco se enamora con facilidad, así que cuando se enamora, se enamora de verdad, hasta los huesos y se ve que es alguien muy protector, seguramente cuidará de ti aunque tú ni cuenta te des. —me dice y me abraza de nuevo y acaricia mi espalda. —Todo saldrá bien, amiga.
—Gracias, amiga. —me permito abrazarla y en ese abrazo le digo lo mucho que le agradezco que este conmigo. —Creo que deberías conocerlo.
—Suena genial esa idea, me muero por conocer al hombre que ha logrado volver tan cursi a mi mejor amiga. —me dice y yo sonrío tanto que parece que la sonrisa no me cabe en la cara. Porque si Reny lo aprueba significa que no me he equivocado con mi ojos de granito.
—Hablaré con él para ponernos de acuerdo para ver cuándo podemos salir y a dónde iríamos. —le digo emocionadísima, ya pensando mil y un lugares a donde podríamos ir los tres juntos.

La tarde se me pasa volando, entre Reny y yo atendemos a los pacientes con dedicación y cuando termina el turno, me siento exhausta.
—No puedo más, estoy agotada. —le digo a Reny entrando a los vestidores para cambiarme el uniforme, ella va detrás de mí también arrastrando los pies.
—Ya somos dos, amiga. No puedo más. —me responde y las dos nos dedicamos a cambiarnos de uniforme, yo me apresuro más porque tengo que pasar a pedir el permiso de salir mañana temprano y avisarle a AB a qué hora podemos vernos.
—Te veo en la salida, debo pasar a la Jefatura para pedir permiso para irme temprano mañana. —le digo y salgo del vestidor casi corriendo. Bajo un piso de escaleras y me encamino por el pasillo de la derecha hacia la jefatura.
Cuando llego a la jefatura me encuentro con la Jefe Mary, le comento del permiso y tras dudarlo un segundo me dice que está bien, que puedo irme a las 4, por lo que salgo de la oficina feliz. Tomo mi celular y le escribo a Abelardo.


Estoy por escribirle que lo quiero cuando borro el texto y cierro el chat, bajo al área de registro de salida justo a tiempo, registramos nuestra salida Reny y yo y caminamos hacia la salida, es tradición que cuando papá regresa de un congreso esa noche nos lleva a Reny y a mí por comida china y Reny se queda en mi casa.

Por la mañana bajo corriendo las escaleras de la casa. Y me encuentro a papá en la sala de estar viendo el noticiero y bebiendo café.
—Me voy, Reny ya está casi lista para que la dejes en su casa de camino al trabajo. —le digo mientras ajusto mi reloj de pulsera verde a mi muñeca izquierda.
—Muy bien, te veo al rato. —me dice y es cuando recuerdo que debo decirle que no vaya por mi hoy.
—De hecho, Abelardo irá por mí al trabajo y me traerá en la noche. —le digo y el hace una mueca de desagrado y pone los ojos en blanco.
—Bien, entonces te veo aquí en la noche. —me dice y yo me acerco a darle un rápido beso en la mejilla.
—Te amo papi, nos vemos en la noche. —le digo saliendo de la casa con algo de prisa. Y me dirijo hacia la parada de autobuses para ir al metro.

Las horas parecen hacerse más largas, mientras más esperas con ansias algo, todo el día se me hizo una eternidad, pero por fin son casi las cuatro a Fernando no le causo gracia que la Jefa Mary le dijera que me voy temprano, pero no le quedo de otra, afortunadamente Reny se propuso para terminar los pendientes que dejara, así que Fernando no tuvo ninguna excusa para no dejarme ir temprano. Así que estoy en los vestidores poniéndome el cambio de ropa que escogimos Renata y yo anoche y que ella fue tan amable de traerme. Suelto mi cabello del apretado moño que traigo, lo mojo y lo cepillo para darle un poco de volumen y que no se note la estática que dejan en él los gorros quirúrgicos. Salgo de los vestidores y bajo a la Jefatura donde la jefa Mary me está esperando con mi permiso firmado, miro mi reloj y faltan 2 minutos para las 4, pero Abelardo es muy puntual, así que seguro está por llegar. Voy al área de registro de salida y entrego mi autorización firmada y me dejan registrar mi salida exactamente a las 4.
Me dirijo hacia la salida de atrás y ahí lo veo, de nuevo platicando con el hombre de seguridad. Cuando ya estoy a unos pasos de ellos, él voltea a verme y me sonríe, las mariposas se ponen a bailar la conga en mi panza así que le devuelvo la sonrisa.
Cuando por fin llego hasta él, me acerca y sin ningún aviso une sus labios con los míos, de repente la conga de mariposas se convierte en un tornado de mariposas y caballos en mi panza, mis manos incapaces de quedarse quietas se unen para tomarlo por el cuello y acercarlo más a mí, las puntas de mis pies me sostiene junto con los brazos de Abelardo que descansan sobre mi cintura. El aire empieza a faltarme y empiezo a sentirme mareada, no sé si por lo que me provoca ojos de granito o porque mi cuerpo reclama oxígeno, así que me separo de él.
—Te extrañe. —le digo y el me regala un suave beso en los labios antes de responderme.
—También yo a ti. —acaricia ligeramente mi mejilla con su mano y después toma una de mis manos entre la suya. —Vamos. —empezamos a caminar y se gira para despedirse del vigilante. —Luego nos vemos. —el hombre que nos mira con una sonrisa le hace un saludo militar y nosotros nos alejamos de la reja para ir hacia el Audi estacionado a pocos metros, me ayuda a entrar y después entra él en el asiento del conductor. —me alegra que traigas pantalones, porque lo que vamos a hacer es más seguro con pantalones.
— ¿Pues qué vamos a hacer? —le pregunto intrigada.
—Iremos a descargar algo de estrés en la pista de Go Karts. —y lo miro, porque me encantan los Go Karts. —Entendí cuando me dijiste que te gustaba la adrenalina, a mí también me gusta y manejar rápido es más seguro en ese ambiente controlado que en un camino con tránsito, autos y personas.
Me acerco y le doy un beso en los labios. —Me encantas y me encanta que tu si me entiendas. —le digo y el me regala una sonrisa hermosa y brillante, y después de eso encendió el auto y salimos con rumbo a los Go Karts.


La experiencia en los Go Karts fue increíble, no dejamos de reír y de gritar en cada una de las vueltas que dábamos, pero ya es hora de comer.
Vamos cargando unas charolas de plástico negras con mucha comida chatarra en ellas y nos dirigimos a una mesa en el área verde del establecimiento de los Go Karts. Nos sentamos en una mesa donde aún da un poco de sol, pero que tiene una enorme sombrilla que nos da sombra.

—La experiencia de hoy, ha sido maravillosa. —le digo mientras tomo una papa frita de la charola de plastico que nos dieron y la sumerjo en el tazón de la cátsup.
—Me alegra que te hayas divertido. —me dice mientras toma su hamburguesa con doble carne y doble queso y le da una enorme mordida.
—Oye, no seas envidioso, convídame hamburguesa. —y tomo su brazo y atraigo la enorme hamburguesa hacia mi boca, la cual abro lo más que puedo y le doy una mordida.
—Oye, ahora tú convídame a mí de mi hamburguesa. —me dice con una falsa cara de indignado, yo me limpio los labios con una servilleta mientras él vuelve a morder la hamburguesa.
—Gracias por traerme hoy aquí, hace mucho que no iba a los Go Karts y creo que me hacía falta. —le digo empezando a comer mi burrito de carne enchilada. Cuando volteo a verlo, me mira muy atento y tiene una sonrisa linda en su ya de por si hermosos rostro.
—Fue un gusto para mi compartir contigo esta experiencia hoy. Espero que tengamos más oportunidades de hacerlo más adelante. —de acuerdo ahí está la invitación, lo que es claro que él nos ve en un futuro juntos. —Lo que me lleva al punto del… —hace una pausa y yo lo miro expectante, ¿qué va a decir? —…noviazgo. —abro mis ojos desmesuradamente y miro lejos de él, ¿de verdad lo va a hacer? —Ayer me dijiste que no recordabas que yo te hubiese pedido ser mi novia. —yo sigo evitando su mirada y ahora miró mi burrito. — ¿Quieres hacerme el favor de mirarme? —sin levantar del todo la cara, miro hacia él. —Gracias, te decía que estuve pensándolo y tienes razón, realmente quiero que las cosas funcionen, así que ¿por qué no empezamos de la manera correcta? —doy un pellizco a la lechuga sobre mi burrito y lo meto en boca, más por nerviosismo que por otra cosa, hace años que un chico no me dice tal cual las palabras, y ahora viene aquí el chico de mis sueños a decírmelas, ¿es que es perfecto? — ¡Iris Sandoval, ¿quieres ser mi novia?! —Siento que estoy por empezar a hiperventilar. Pero él espera una respuesta, así que mi ataque de pánico debe esperar.
— ¡Obviamente SÍ! —le digo gritando, el ríe y acerca mi cara a la suya y planta un beso en mis labios.
Cuando deja de dar pequeños picoretes a mis labios junta su frente con la mía. —Te prometo que lo haremos funcionar y te prometo que intentaré no lastimarte. —es tan dulce lo que dice, que no puedo evitar sonreír como una boba enamorada, porque eso es lo que soy una boba enamorada.
—De verdad lo haremos funcionar. —le digo tomando su mano derecha y separando su dedo meñique y lo engancho con mi meñique derecho —Promesa del meñique.

Los dos nos empezamos a reír, y continuamos comiendo mientras yo le robaba bocados de su hamburguesa y el robaba mis papas fritas. Cuando terminamos de comer e íbamos de regreso al estacionamiento para que me llevara a casa, decidí tantear el terreno sobre que se conozcan Renata y AB.

—Oye, ¿tienes amigos? —le pregunto y el frunce el ceño.
—No, solo colegas, ¿recuerdas que yo no sentía nada hasta que apareciste y de algún modo activaste las mejoras de mi software? —en días como hoy es tan fácil olvidar que él no sabe que no es un robot.
—Cierto, tienes razón. Bueno, ya te he hablado un poco de mi amiga Renata. —el asiente mientras seguimos caminando hacia el estacionamiento. —Bueno, ella es como una hermana para mí, es mi mejor amiga y ella sabe todo de mí y yo todo de ella, así que le he hablado de ti, un poco. —vuelve a asentir pero hemos llegado al auto, así que antes de entrar le pregunto, ya directo al punto. —Me gustaría que se conocieran, ¿quisieras conocerla?

El me abre la puerta del Audi para que entre, así que lo hago, cierra mi puerta y lo miro rodear el auto, con toda calma y tranquilidad, entra en el auto y antes de encender el auto voltea a mirarme. —Será un honor para mí conocer a tu amiga. —me emociono porque aunque no lo había admitido tenía cierta duda de que quisiera conocerla. — ¿Tienes algún plan en mente para que nos conozcamos?
—La verdad es que no, aún no tengo ninguna idea ¿y tú? Creo que planear salidas se te da mejor a ti que a mí. —le digo mientras enciende el auto y salimos del estacionamiento de Gokartmania.
— ¿A Renata le gustan las actividades extremas como a ti? —me pregunta mientras da una apretada vuelta en U en el retorno.
—Sí, a ambas nos gustan las cosas extremas. —le contesto mientras reviso mi celular para ver si no tengo ningún mensaje nuevo, sin mensajes de momento.
—Bien, entonces, ¿qué tal si vamos a un parque de diversiones? —me dice y yo dejo caer mi celular de la emoción.
— ¿Cómo en Six Flags? —le digo emocionada, porque adoro ese parque de diversiones, solo que por cuestiones del trabajo y la escuela y de más no he ido en algunos años.
—Sí, Six Flags suena genial ¿te gustaría? —me dice mientras entra a la autopista para llegar más rápido. — ¿o tal vez algo más tranquilo?
— ¡No! Six Flags es perfecto. —le digo emocionada. —Las dos queríamos ir hace un tiempo, pero no habíamos podido ir.
—Muy bien, podemos ir el próximo sábado si les va bien a ambas, puedo pasar por ti temprano y después pasamos por ella. —me dice y yo lo miro feliz, porque Abelardo es perfecto para mí, me entiende, me complementa, sin duda podría ser mi alma gemela.


Ser la novia de Abelardo ha sido tan fácil, que cada vez temo menos que el paracaídas no se habrá. Por fin es sábado, después de hablar con Renata en la noche después de la cita y decirle de nuestros planes, a los cuales aceptó de inmediato me dijo que ella también estaba empezando a salir con alguien y que quería que lo conociera ese día, así que no sé qué tan buena sea la idea, pero ¿qué puede salir mal? Así que aquí estamos un sábado conmigo levantada a las 6:30 de la mañana, anoche le dije a mi padre que saldría temprano hoy y que regresaría muy tarde, después de decirme que si me mando sola y que le respondiera que sí, se enojó y se fue a encerrar a su estudio. Estos últimos días la relación entre los dos, está algo tensa, pero no estoy del todo segura del por qué su molestia, si es porque salgo con AB o como dice Renata mi padre está celoso de Abelardo, el hecho es que papá se muestra raro conmigo. AB quedó de pasar por mí a las 6:45 de la mañana así que estoy terminando de atar mi cabello en una coleta alta, pongo rímel en mis pestañas y labial color durazno con gloss transparente de sabor coco, que me dijo Abelardo que le gusta. Me sonrojo solo de recordar ese momento, corro a mi armario para sacar mis tenis Nike rosas con dorado que hacen juego con mi suéter de punto rosa pastel y la blusa blanca con dorado de cuello Peter Pan que me puse debajo del suéter, me pongo unas calcetas de rayas rosas y blancas y ato los cordones de los Nike. Tomo un bolso pequeño blanco donde meto la batería de emergencia en forma de unicornio, el gloss y el labial para retocarlo después, mi cartera, porque aunque Abelardo es muy anticuado y no me deja pagar nada, es mejor no ir sin un peso, porque no sabes cuándo lo podrías necesitar, no quiero ser como la chica que hace poco se volvió viral porque el chico le cobró los 37 pesos del helado y ella le dijo que se los depositaba después. También meto un paquete pequeño de pañuelos desechables y una pequeña bolsa de plástico transparente, nunca se sabe. Y me encuentro lista y aún faltan tres minutos para que llegue Abelardo, así que bajo a la cocina para preparar algo de café y beberlo en el camino, la cafetera está prendida, así que o papá olvido apagarla anoche o ya bajó temprano por un café, así que tomo un par de termos del estante de arriba, uno rosa y un plateado y los lleno de café, agrego dos sobres de edulcorante en el de Abelardo y tres en el mío. Y justo estoy cerrando los termos cuando mi celular sueña con Te Esperaba de Carlos Rivera, esa es mi señal de que AB está afuera.
—Espero que mañana estés en casa, tú y yo tenemos que hablar Azeneth. —me dice mi padre desde la escalera, sacándome un susto de muerte. Pero tras recuperarme rápidamente, decido ser un poco más altanera.
—Lo siento, ya tengo planes para mañana, pero cualquier noche en la semana podemos hablar. —le digo pasando frente a él y saliendo de la casa, pero entonces me regreso a la sala de estar y tomo mis llaves que olvidaba y ahora sí, salgo con la cabeza muy alta y con paso altanero, normalmente no soy así con papá, ni en mi adolescencia fui así con él pero me molesta que siempre este haciendo caras y comentarios cuando AB está cerca. Salgo de casa y Abelardo me ve desde el interior del Audi que voy cargando nuestros cafés y me abre la puerta del copiloto desde el interior. —Buenos días, cielo.
Dejo los termos en los portavasos y me acerco para juntar mis labios con los de Abelardo. —gracias por el café, nena.
—No es nada. ¿Nos vamos? —le digo regalándole otro pequeño beso en los labios.
—Claro, vamos nena. —enciende el auto y nos vamos. Supongo que nota mi humor negro porque me mira de reojo. — ¿De nuevo tu padre?
—Sí, de nuevo mi padre, no lo entiendo de verdad, no tiene el interés de hablar contigo y conocerte, pero se siente con el derecho de juzgar. —le digo molesta y le doy un trago largo a mi café que casi me quema la garganta.
—Solo démosle tiempo. Al final se dará cuenta que me estaba juzgando mal y ya. No te enojes, hoy es un día para divertirnos. —me dice quitando un momento su mano del volante y dándome un apretón en la mano.
—Tienes razón, es un día para divertirse. Llamaré a Renata para preguntarle si ya va para allá. —busco mi celular en la bolsa que llevé conmigo y es cuando caigo en cuenta que lo deje conectado en el cargador junto a mi cama. —¡Mierda! —tapo mi boca, porque AB me dijo que no le gusta que suelte palabrotas como camionero, pero es que hoy parece que el universo se conspira en mi contra.
— ¡Iiiris! —me reprende. — ¿Qué olvidaste?
—Mi celular. —le digo y miro al techo del auto por lo tonta que soy.
— ¿Regresamos por él? —me pregunta mientras ya se empieza a incorporar al carril izquierdo para tomar el próximo retorno y volver.
—Sí, por favor, cielo, no quiero darle más excusas a mi padre para enojarse. —el asiente, pero sé que le molesta un poco lo distraída que soy. —Lo siento, cielo.
—No te preocupes, a todos los humanos les llega a pasar. —me dice y yo agradezco que Rafy sea algo despistado como yo, porque gracias a él es que Abelardo tiene una paciencia infinita.

Regresamos a casa más rápido, ya que en vista de que por mi culpa vamos retrasados, bajo del auto corriendo con llaves en mano y entro como bólido a la casa, subo las escaleras corriendo y voy a mi habitación, desconecto el celular y salgo corriendo, bajo corriendo las escaleras y salgo de nuevo de la casa, todo en menos de cinco minutos, entro en el auto y me pongo el cinturón de seguridad en un movimiento rápido.
— ¿Llevas todo ahora sí? —me dice mi ojos de granito encendiendo el auto, yo niego con la cabeza, porque estoy recuperando el aliento por la carrera que pegué.

Reviso el celular y tengo un par de WhatsApp, unos de Renata y uno de papá. Decido no abrir el de papá para no enojarme de nuevo, así que abro el chat de Renata.

—Renata dice que ya van para allá y que nos vemos en la entrada del parque. —le digo a Abelardo y él asiente, como siento que esta algo molesto por lo que llegaremos tarde, decido poner música para llenar el silencio, lo conozco y sé que solo tengo que darle tiempo y se le pasa.

Normalmente Abelardo no maneja muy rápido, pero en vista de que por mi culpa vamos tarde no me quejo de que aumente la velocidad considerablemente, aun así estamos dentro del límite de velocidad en la autopista. Además con los reflejos que tiene, no puede pasarnos nada.

Llegamos en un tiempo extraordinario y Abelardo ya se ve de mejor humor, solo con cinco minutos de retraso, de acuerdo al plan original, no estuvo mal, me ayuda a bajar del auto y nos dirigimos a las taquillas donde compra nuestros boletos, cuando entramos al parque de inmediato busco a Renata que no está lejos de los torniquetes de entrada.
— ¡AMIGA! —corro y grito hacia ella. Ella igual grita y corre a encontrarse conmigo.
—Parece que no se hubiesen visto en años y apenas ayer se vieron. —me dice AB riéndose de nuestras muestras de afecto públicas y acariciando mi espalda. —Hola, un gusto por fin conocerte Renata, soy Abelardo Bravo. O AB para corto. —se presenta mi novio con mi mejor amiga.
—Un gusto AB, también para mí es un gusto y un placer conocerte por fin. Renata. —ambos estrechan sus manos y después Renata se gira para llamar a alguien, que se acerca a nosotros, cuando lo miro, caigo en cuenta que no me es desconocido del todo. —Les presento a mi acompañante Santiago Peláez.

Abelardo y él estrechan sus manos y repiten sus nombres, después el guapo y letal hombre se dirige a mí, estiro la mano y la estrecho con la de él. —Un gusto verlo doctor Peláez.
De acuerdo, puse algo incómodo el ambiente, por lo que mi novio intercede y nos invita a adentrarnos en el parque y decidir por dónde queremos empezar, me rezago un poco y Renata se da cuenta por lo que se queda atrás conmigo mientras Abelardo habla con el mujeriego doctor.
—Amiga, ¿qué tienes? —me pregunta Renata y es que estoy tan molesta porque llevo años diciéndole que debe salir y conocer chicos y va y sale con el médico más mujeriego del hospital.
—Renata, es que ¿cómo se te ocurre salir con él? ¿Sabes quién es y lo qué hace? —le digo conteniendo mis gritos, porque no quiero arruinar la salida para todos.
—Hasta donde supe es Santiago Peláez y es un médico que se gana la vida curando huesos. ¿Por qué sabes algo más? ¡Quizás es stripper de noche? —me dice riéndose de mí y eso solo hace que me moleste más.
—Renata no estoy jugando, ese doctor es el hombre más mujeriego del hospital y de cualquier hospital que pise. ¿Es que quieres salir con el corazón roto? —le digo deteniéndome cerca de la entrada a Superman EL Último Escape.
—Relájate, Iris, salimos para relajarnos, y sí lo sé, sé la fama que tiene Santiago, él no lo ha negado y él fue quien me hablo de su “mala fama” pero también me dijo que conmigo es diferente. —ruedo los ojos y bufo.
—Por favor, Renata, eres más lista que eso ¿de verdad le creíste? —le digo empezando a perder los estribos.
—Mira Iris, no te estoy pidiendo tu permiso para salir con él, si le creo o no es cosa mía y a ti eso no debe importarte, y si vas a estar con esa cara de amargada todo el día, mejor cada quien por su lado. —pongo los ojos en blanco y bufo.
—Bien, de acuerdo le daré el beneficio de la duda. Confío en ti y en que seas más lista que él. —le digo y ella me abraza, le devuelvo el abrazo y nos separamos para alcanzar a los hombre que ya empiezan a entrar en la zona de la montaña rusa de Superman.

Alcanzamos a los chicos y caminamos por la escenografía del Diario El Planeta, seguimos avanzando pues como el parque está casi recién abierto aún no hay mucha fila en los juegos y llegamos al final de la fila en la que solo hay unas cinco personas delante de nosotros. Es cuando a AB se le ocurre una idea.
— ¿Qué tal si apostamos? —nos dice mi novio a todos.
— ¿Qué clase de apuesta? —pregunta el mujeriego, de acuerdo, dejaré de llamarlo así porque decidí darle el beneficio de la duda.
—Una apuesta donde la pareja que menos montañas rusas aguante tendrá que pagar la comida de todos. —responde mi ojos de granito y yo lo abrazo.
—Sí, que genial idea. —le digo y le doy un beso rápido en los labios, Renata y Santiago se miran un momento como evaluando si podrían ganarnos, Renata sabe que cuando de una apuesta se trata yo siempre juego a ganar, por lo que eso la hace dudar, aunque por otro lado no sabe qué tanta resistencia o terquedad tenga Abelardo, pero debe sospechar que mucha si se está atreviendo a mencionar la apuesta.
—De acuerdo, tenemos una apuesta. —dice el ortopedista estirando la mano y mi abogado la estrecha.
—Hecho. La pareja que menos montañas rusas aguante, paga la comida de todos. —dice mi AB soltando la mano del doctor.

Escuchamos que los carritos de la montaña rusa se acercan, están haciendo las últimas pruebas de seguridad. Los chicos que están delante de nosotros empiezan a gritar cuando los carritos con el logo de Superman frenan en el área de abordaje, poco después nos dejan subir a la primer montaña rusa de este día.


Después de subirnos a Batman The Ride y Wonder Woman Roller Coaster, Renata se rindió y terminó vomitando su café y sus donas en un contenedor de basura. Lo cual nos dejó a AB y a mí como ganadores, en defensa de Reny yo también terminé con el estómago algo revuelto después de esa montaña rusa.

Así que Renata y Santiago están comprando en estos momentos algo de beber para el mal sabor de boca de mi amiga y Abelardo y yo estamos esperando en la pequeña fila de Medusa Steel Coaster donde avanzamos muy rápido.

Subimos al carrito donde, mi
toma mi mano — ¿Estas divirtiéndote? —me da un ligero apretón en la mano y yo lo miro.
—Por supuesto, fue fantástico ver a Renata volver el estómago. —los dos nos reímos y cuando dejo de reír pasan los chicos encargados de la seguridad del juego y verifican que este bien ajustado el soporte de seguridad. —Realmente me estoy divirtiendo.

El presiona de nuevo mi mano pero no la suelta y la fila de carritos empieza a avanzar, cuando estamos por llegar a la parte más alta de la montaña se acerca a mi oído. —Después iremos a un lugar no muy lejos de aquí que es mi lugar favorito. —toma nuestras manos juntas y señala un lugar a nuestra derecha que está lleno de árboles altos. —Hoy no, pero pronto te llevaré. —Estamos llegando a la parte más alta de la montaña rusa y yo junto mis labios con él, y aunque sentimos la caída no separamos nuestras bocas, y puedo sentir como se asoma una sonrisa en su boca mientras continuamos el beso en una caída libre de 36 metros.


Perdonen la demora, tuve algunas dificultades para poder actualizar, pero aquí está el capítulo, y el más largo que he escrito.
Karly

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