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017. ariel and eric

CAPÍTULO DIECISIETE . . . !
▬ ❝ ariel y eric ❞ ▬

















narra bárbara
actualidad

Toda mi vida había amado el otoño, pues bajo mi perspectiva, significaba cambio: un claro ejemplo vendrían siendo las hojas, las cuales caen y renacen para la primavera, donde se fortalecen y se comienzan a preparar para continuar con su ciclo.

Además, no van a mentirme: las mejores películas son de esta época del año, y si, hablo específicamente de las películas de Disney.

No había mejor plan que quedarse en casa y verlas; plan que Natalia quería arruinar.

—¡Pero Barbie...! —me zarandeó del brazo, intentando levantarme de mi sofá—. ¡Quedaste de ir conmigo a la fiesta desde hace semanas!

—Si, quede contigo antes de saber que era en el antro que está hasta el perro centro de Mazatlán, Natalia —alegue, señalando con obviedad hacia las afueras de mi departamento—. Son las ocho de la noche, la fiesta empieza a las diez y yo no me voy a venir para acá a las cuatro de la mañana sola.

—¡Pero no te preocupes por eso! —chillo ella, deshaciéndose de la capa negra que portaba—. Mi casa está súper cerca de ahí, además, tú bien sabes que jamás te dejaría sola: primero las amigas y luego los morros.

La morocha iba disfrazada del gato con botas; había conseguido entre todas las cosas que hemos llegado a confeccionar en los últimos cinco semestres un corset naranja, una falda negra, un sombrero de vaquero negro (a este nada más le agregó una pluma en la punta) y un cinturón de cuero café donde guardaba una espada de juguete.

Iba bellísima, ella es guapísima más bien: el disfraz resaltaba todos y cada uno de sus atributos para bien, y yo bien sabia que apenas tocáramos la fiesta, los hombres caerían a sus pies como moscas.

—Nat... —murmure, pausando "Halloweentown III" para lanzarle una mirada airada—. No sé.

—Ándale, ándale —junto sus manos, como si estuviese implorando—. Te lo juro: voy a ser una mosca contigo...

—Ni siquiera tengo disfraz —farfulle, obvia—. Y no conozco a la mitad de personas que van a ir, que hueva.

—Si los conocese, son de la uni... ¡y algunos son de nuestro salón! —se puso de pie y me señaló—. Además, muy bien sé que tienes un disfraz.

Fruncí el ceño—. Claro que no.

—Se me hace que por supuesto que si —sonrió como si fuese el gato sonriente de Alicia en el país de las maravillas—. Me dijo un pajarito que tenías la idea de disfrazarte de cierta princesa con cola...

—Era una idea nada más —justifique—. Y fue para zafarme de algo, no era un hecho.

—Eso no lo dice esta historia de insta —canturreó ella, sacándose de una de sus botas el celular, con sorna—. Mira por ti misma, y vamos a ver quien se tomó muy a pecho tú simple idea de vestuario.

Me extendió su teléfono y yo con cierta duda lo tomé; no tenía idea de que podría tratarse, pero si ella tenía la idea que podía hacerme cambiar de opinión, tenía que ser algo de verdad importante para mi.

Fruncí ligeramente la nariz al ver que estaba dentro del perfil de Roier. Alce la mirada hacia mi amiga, buscando una respuesta.

—Metete a su historia: es de hace dos horas —su cabeza se ladeó, como si estuviera confundida—. Me sorprende que no la hayas visto ya: es tu príncipe azul, después de todo.

La mire fulminantemente al oír el tono burlón en su voz.

—Aunque no... me sorprende más que no estés viendo su stream —señaló la pantalla, extrañada—. ¿Que no te ha llegado la notificación, Babie?

—¿Stream? ¿Qué...? —pestañee unas cuantas veces, buscando con la vista mi celular: este no se hallaba cerca de mi alcance, y ya llevaba tres largas películas sin verlo—. ¿Y mi celular?

—Lo vi en tu cuarto, en la...

No la deje terminar pues sin pensarlo mucho corrí hasta mi propia recamara lo más rápido que pude. ¡Claro! Quise descomunicarme del mundo un par de horas para hacer mis maratones de la época, pero olvidé que Sebastián me comentó que haría stream un par de horas antes de irse a una fiesta con sus amigos.

¡Soy la peor fan del mundo!

Tome el aparato con rapidez y con la misma efusividad me adentré al chat que compartíamos en la aplicación verde.

ro <3
❪ Sebastián ❫

jocyyyyy
5:08 p.m ✔️✔️

ya estás lista para
mi súper stream???
5:09 p.m ✔️✔️

me vas a querer más
q ayer cuando veas mi
disfraz ☝🏻
5:09 p.m ✔️✔️

(S)
5:09 p.m ✔️✔️

estás viva??
5:10 p.m ✔️✔️

👀
5:10 p.m ✔️✔️

bno, quizá estas
mimida así q te
leeré cuando abras
tus ojitos 🫶🏻
5:11 p.m ✔️✔️

(S)
5:11 p.m ✔️✔️

perdónnnn 😭
8:23 p.m ✔️

no estaba dormida, me
quede viendo unas pelis
de Halloween y se me fue
la tarde :(
8:24 p.m ✔️

(S)
8:24 p.m ✔️

sigues en stream todavía?
8:25 p.m ✔️

no ps si no me respondes es
por eso vdd jskfjs
8:25 p.m ✔️

voy a ver q alcanzo de tu
stream 😓
8:26 p.m ✔️



Chasquee la lengua, sintiéndome mal de repente.

¿Así se sentía dejar plantado a alguien? Por que si se siente como yo me siento ahora, no entiendo como mis ex-novios tenían el corazón para seguir haciéndolo conmigo.

Revise la hora con una mueca en los labios: él acostumbraba durar poquito más de cuatro horas en stream, y por la hora en la que me llegó la notificación, debió haber apagado hace unos minutos o algo por el estilo.

—Mierda...

Iba a seguir lamentando mi pésima memoria cuando un grito proveniente desde mi sala. Era Natalia.

—¡BÁRBARA! —grito, alargando la última "a", llamando mi atención—. ¡YA TE PUSE A TU PRÍNCIPE AZUL EN LA TELE, CÓRRELE QUE YA VA A APAGAR!

Fue de repente como si mis penas se esfumaran y mis ganas de vivir volvieran a inundarme (tampoco tan así, pero ustedes me entienden).

Literalmente en ese momento entendí la frase "patitas pa' que las quiero" pues corrí hasta mi sala como si mi vida dependiera de ello. Apenas y iba por el pasillo cuando la voz de Roier se hizo presente: efectivamente se había comenzando a despedir.

Cuando me adentré a la sala mire instintivamente hacia la pantalla, y entonces, sentí que mi respiración se me cortaba de repente: era como si se me hubiese olvidado como aspirar aire de forma automática, pero tenía. justificación.

—Eh... ¿Barbie? —Nat pasó su mano frente a mi, pero yo no podía sacar los ojos de la pantalla—. Ay, yo no quería matarte: ¡despierta!

Pero si esto era un sueño, no quería despertarme jamás.

¿Alguna vez han visto a su crush vestido de, casualmente, tú top uno de príncipes de Disney? ¿No? Pues se están perdiendo de mucho (pónganlo en negritas y remarquenlo, por favor, tómenlo como recordatorio).

Sebastián había dicho que se iba a disfrazar en conjunto conmigo, y yo ilusa me dije a mi misma "sólo está jugando", "no es cierto", "solo quería molestarme".

Pero ahora que es 31 de Octubre, casi la hora de su reunión con el resto de sus amigos, y que está finalizando su stream... me doy cuenta que la que si quedo payaso fui yo pero por un motivo completamente distinto al por el que creí que quedaría.

Roier llevaba puesta una camisa blanca de botones, con dos de estos sin abrochar, dejando ver cierta parte de su pecho. Llevaba algo rojo (no sé qué sea, ¿una tela?) atado a su cadera y un par de pantalones casuales (o eso se alcanzaba a distinguir desde este ángulo de la cámara). Milagrosamente no llevaba nada en el cabello, y entonces, el audio de "que bendición" de TikTok se reprodujo en mi cabeza.

—¿Entonces no tienes disfraz, Barbie? —Natalia volvió a posarse frente a mi y me extendió un gancho, entonces saqué mi mirada del chico al otro lado de la pantalla y mire a mi amiga—. ¿O esta es simple utilería de los del taller de cine?

Mis mejillas de repente me ardieron al ver la tela de mi corset azul asomarse de su escondite.

Bueno si, quizá no consideraba usar el disfraz que había planeado desde hace días por insegura, pues saber que aún existía la posibilidad de que Sebastián solo hubiera bromeado con respecto al disfraz me aterrorizaba, por lo que la excusa de que "la fiesta es muy lejos" me cayó como anillo al dedo para no tener que usar un disfraz que no me haría sentirme bien.

Una parte de mi, una muy pequeña, mantenía la esperanza de que iba a suceder un milagro, por lo que no me demore más de tres horas en buscar algunas prendas que tenía aquí en mi depa para poder hacer funcionar el disfraz de Ariel. Hoy por la mañana no tenía fe de usarlo, y seguía así a pesar de la llegada de Natalia; me mantuve desesperanzada hasta... bueno, justo ahora, pues podía apreciar de cerca (por así decirlo)  lo bien que se veía el chico con el disfraz de Eric.

—No pensé que él... —señale hacia la tele, pasmada, viendo como lanzaba a su chat un último corazón coreano— yo dije que no...

—¿Lo pensaste o lo dijiste? —le iba a responder, pero ella me interrumpió—. ¡Da igual! —me extendió el gancho con mi disfraz completo—. Tienes solo una hora para arreglarte, pero tú no te apures por eso: ¡aquí está tu querida hada madrina para ayudarte!

La escena de despedida del chico apareció y yo me giré para mirar a Natalia, quien seguía farfullando.

—Aún no he dicho que iré —alegue, interrumpiéndola.

Mis brazos se cruzaron y le lance una mirada lánguida.

—No puedes dejarlo así —me puso la historia de Roier en el rostro, donde salía él minutos antes (asumo yo) de empezar stream—. Todo vestido y alborotado, mira esos... ojos donde se refleja lo mucho que espera que llegue su sirenita.

—Natalia...

—Por algo tenías esto bien arreglado en tu armario —su tono dejó de lado la efusividad. Colocó sobre mi sofá todo mi disfraz aún envuelto—. Y mira, no te digo esto solo porque quiera ir a la fiesta, pero sé que te hará bien salir y convivir con el resto de nuestra uni... —me sonrió—. Aún nos faltan algunos semestres, y haces más amigos no nos vendría mal. ¡Guille confirmó que iba a ir! Y algo me dice que solo va por ti, reinota.

No dije nada, pues no tenía nada que decir. Guille era un chavo de nuestro mismo salón; bastante amigable y un tanto gracioso, y bueno, no era ni la primera ni la segunda vez que decían algo referente a su flechazo por mi, y sé que sonará grosero, pero no podía importarme menos.

Roier estaba tan metido en mi cabeza que me era imposible ver más allá de él, aunque se me atravesara Guille o el chavo que fuera: solo tenía sus ojos marrones clavados en mi cerebro, y no se irían de ahí aunque tuviese al mismísimo Nick Jonás de frente.

—Sabes que he rechazado a Guille los últimos dos años, Nat —murmure—. Y no es por mamona, solo que...

—Yo entiendo que solo tienes ojos para él Rogelio ese —rodó los ojos con diversión, robándome una pequeña sonrisa—. Pero no está mal hacer más amigos, y su grupito es bastante sano, amable... nos la pasaríamos muy bien con ellos hoy —me tomó de los hombros—. Aprovecha ahorita que sigues soltera, porque cuando te amarres con el Boiler...

Mis mejillas se sonrojaron al oírla, y con sus carcajadas de fondo, me zafé de su agarre.

—Ya pues, solo me arreglo y nos vamos... ¡pero si te atreves a dejarme sola por un huerco cualquiera...!

Natalia grito, haciendo que cerrara los ojos con fuerza.

—¡Nos la vamos a pasar súper! —me lanzó el gancho con mi ropa antes de ponerse a saltar como loquita—. Yo te peino y tú te maquillas, ¿okey? Okey, ¡córrele que nos queda una hora!

Me jalo del brazo en dirección a mi cuarto. Mientras me encerraba en el baño con todo mi disfraz en manos, sentí mi teléfono vibrar.

No me adentré a contestarlo pues me tardaría más y no tenía mucho tiempo para arreglarme: necesitábamos que el tiempo se parara para que pudiese arreglarme como dios manda, pero como no se puede...

Leí el pequeño mensaje a través de la bandeja de notificaciones y entonces sentí que mi corazón comenzaba a andar como caballo desbocado: tuve miedo que se me escapara del pecho en cualquier momento.

👤 ro <3 te mando mensaje:
oh mi pelirroja querida,
¿puedo tener el honor de
verla vestida como mi
princesa?

Sonreí cómo estúpida al celular, sintiendo que mis piernas me fallaban.

Acaba de poner "princesa", y no sé por qué, pero se sentía como lo mejor que pudo haberme pasado en mis últimos veinte años de vida.

—¡BÁRBARA, DEJA DE VER TU TELÉFONO Y CÁMBIATE QUE LA PINZA ESTÁ CALIENTE... AY!

Mi ensoñación se terminó en cuanto la oí gritar: empezó a chillar que se había quemado, y como me había empezado a amenazar, decidí que después le respondería al chico.

Ya tendría tiempo cuando no tuviese a una loca recién quemada ahí afuera.

[...]

narrador omnisciente
actualidad

Como se había dicho, el castaño había apagado stream y a las dos horas ya se hallaba listo para salir de fiesta junto al resto de su grupo de amigos, de los cuales algunos habían viajado desde sus distintas ciudades para así pasar aquella festividad en conjunto.

El chico se sentía contento de estar rodeado del resto de sus amigos, pues hacía ya tiempo que no se juntaban todos para divertirse, ¿y que mejor excusa para hacerlo que Halloween?

Y como el castaño lo había dicho, se disfrazó en conjunto con aquella pelirroja de ojos claros que lo volvía loquito: nadie, ni su propia madre, había logrado que se pusiera un traje de príncipe (ni un smoking para los xv años de su hermana) en toda su vida y de seguro ahora ella debía de estarse burlando de él por estar vestido como lo está, pero no le importaba, o bueno, al menos no por ahora.

Si a la chica le hacía ilusión aquello, él no era nadie para negarse, y mucho menos a ella. ¿Qué clase de chico intentando coquetear seria si no la complaciese con algo tan sencillo como lo era un disfraz?

—Te la mamaste Roier —Aldo se rió del chico apenas lo vio llegar: detrás suyo venía Osvaldo, quien se había encargado de traerlo hasta la fiesta pues el chico no sabía manejar—. Era enamorarte, no encularte hasta este punto, cabrón.

—Pinche Nahualdo envidioso —bufó el castaño, acomodándose el cabello con los dedos—. Ya quisieras tener a una pelirroja como la mía.

Las calles estaban adornadas, dándole el mood perfecto a la noche. Apenas y Sebastián piso el antro se encontró con la barra llena de bebidas con la temática de Halloween, sonrió con diversión al oír como Filis le decía que a uno le habían puesto "nariz de valdomero".

—¡Mira Mariana, tienes tu trago güey! —Roier movió de lado a lado el caballo con el trago color verde grisáceo.

—Vete a la roña, mierda —el de lentes le mostró su dedo medio haciendo reír al muchacho.

Las bebidas iban y venían, una tras otra. El alcohol empezaba a fluir en sus venas y junto con ello inmensas ganas de bailar golpearon al grupo de amigos. En conjunto se dirigieron a la pista de baile y sin más empezaron a moverse conforme iba el ritmo de la música.

Roier percibía una que otra mirada sobre él, al girarse hacia la dirección de donde venían aquellas miradas lo único que hacían las o los dueños de estas era apartarla de inmediato al ser descubiertos, girando sus rostros para fingir que nada había pasado, y eso él lo agradecía internamente, pues la única mirada que le apetecía tener sobre él en aquel momento era la de la pelirroja, la cual por desgracia se hallaba a miles de kilómetros de distancia.

Y como ella no estaba ahí, entonces nadie sería merecedor de siquiera una mirada que reservaba solo para ella.

Las horas pasaron con bastante rapidez: bailó junto a sus amigos, no se apartó de ellos en ningún instante, pues Rivers había bromeado con que si se alejaba demasiado, sería brutalmente violado con la mirada por algunas personas a su alrededor.

—No le digas eso al niño que me lo espantas, mojón —Osvaldo le bajó la cabeza a la rubia bruscamente—. No le creas, Roiler, no es cierto papi.

Aunque el castaño no estaba de acuerdo con el de anteojos.

Apenas y aquellos dejaron de bromear con eso, un grupo de chicas con disfraces reveladores lo intentaron meter a su bolita para bailar, pero él a duras penas logró salir de ahí bajo los abucheos y burlas de sus amigos, los cuales estaban acostumbrados a un Roier bastante efusivo cuando se le ofrecía bailar (más si tenía alcohol en su sistema), pero al chico no le importó ser el puerquito de la noche.

Tras bailar un largo rato, el castaño se dirigió a pasos rápidos hasta su mesa. Tomó asiento, sintiendo que sus pies se lo agradecían.

—Andamos on fire —silbó Aldo, quien tenía el maquillaje de catrín algo corrido por el sudor—. ¿Otra ronda de chupitos y volvemos?

—Va, va —asintió Roier, sacando su celular de dentro de la bolsa delantera de su camisa—. Pídanlos.

—Pinche exigente, mien.

El castaño no respondió más, pues un aviso de que había sido etiquetado en una historia. Al ver con atención la bandeja, entrecerrando los ojos por las moles de luces que había en el lugar, no pudo evitar sonreír: era una etiqueta de Barbie, su Jocy.

Sin dudarlo clickeo la contraseña en su pantalla y se adentró a insta. Vio la primera foto, en la cual había llegado a ser etiquetado: no se veía su nombre en la pantalla, por lo que intuyo que lo había escondido muy bien. Segundos después, comenzó a analizar la foto con minuciosidad.

Era ella, la chica que le robaba suspiros, vestida como la princesa Ariel cuando va a dar un paseo junto al príncipe Erick en canoa.

Se veía tan preciosa que sentía envidia de todas aquellas personas quienes la tuvieran cerca: deseaba ser ellos, estar con ella.

Sin dudarlo le dio corazón a la historia (Osvaldo le dijo que era la manera más obvia de ligar con alguien) y le dio click a la pantalla para ver la siguiente, aunque deseo momentos después no hacerlo.

INSTAGRAM !

A @ruiz_fer, @roierr y otras personas les gustó tu historia.

[...]

A @ruiz_fer, @guilleramoss y otras personas les gustó tu historia.



La sonrisa que tenía en el rostro se le disolvió, y la repentina felicidad que sentía se transformó en una completa confusión. Si bien la primera foto era bellísima no podía decir lo mismo de la segunda, en donde si bien se podía ver a la pelirroja también se lograba apreciar que ella no se hallaba sola, sino que recargado en una pared al lado de Barbie se encontraba un chico visiblemente más grande que ella.

El muchacho era atractivo, muy guapo a decir verdad; su ropa era negra en su totalidad, y podían verse runas ya un tanto borradas esparcidas en la piel expuesta de su cuerpo.

Si bien no estaban en una postura cuestionable, él conocía esa mirada que el muchacho desconocido tenía sobre la pelirroja pues, según sus amigos, era la misma que él ponía cuando hablaba o escuchaba de ella.

Un sabor amargo le cubrió la garganta y un nudo se formó en su estómago, sin saber en que momento el agarre sobre su celular fue tal que sus nudillos se volvieron blancos.

Ella era la chica más guapa que jamás había visto, era obvio que tendría más de un pretendiente ahí en Mazatlán, pero verlo... no resultaba agradable de ningún modo posible.

—¡Llegó la... no sé cuál ronda!

La voz de Producción lo sacó de sus pensamientos, regresándolo en sí.

—Van, agarren uno, fondo y a chingar a su madre a la pista otra vez, putos —dijo Aldo, tomando su caballito antes que todos.

Roció, Osvaldo, Ama, Filis, Rivers, Producción, Juan y Ari tomaron sus vasitos hasta que nada más quedó uno. El de Roier.

—Ya luego le contestas a la susodicha —alegó Juan, palmeándole uno de los hombros al Sinaloense—. No te va a decir nada, ándale: vamos a brindar por la noche tan perrona.

Juan, Ari, Ama y Filis se habían terminado enterando también por alguna razón (Osvaldo) sobre la existencia de Bárbara, a quien usaban para hacerle burla al menor de su grupo.

Sebastián soltó un suspiro antes de apagar el aparato en sus manos y volver parte de su atención hacia sus amigos: tomó el caballito de shot y lo llevó al centro junto con todos sus amigos, quienes corearon un "salud" antes de llevárselo a la boca.

El líquido amargo no hizo más que incrementar el nudo en el estómago del castaño. Estaba celoso. Lo sabía, pero aún así no podía hacer nada al respecto.

—¡Muevan sus culos a la pista! —grito Ari, señalando al castaño, quien ahora tenía una sonrisa un tanto falsa en el rostro—. Y tu cuida el tuyo que ya está ocupado, eh.

Ocupado... si que lo estaba, y mucho: sino, ¿porque se sentiría como ahora?

Rápidamente todo el grupo volvió a la pista, y mientras "Classy 101" de Feid y Young Miko se reproducía a través de los altavoces del lugar, las preguntas inundaron la cabeza del pobre muchacho enamorado.

¿Quién era él? Claramente no era un chico tan relevante como él.

¿Por qué la miraba de esa forma tan... coqueta? Él tenía una mirada coqueta mucho mejor.

¿Será su ligue de Mazatlán? Él era un partido muchísimo mejor para ella.

¿Amigo con derechos? No lo debe de hacer tan bien como él.

¿Por qué sentía una punzada en el pecho? Porque estaba celoso. Muy celoso de que aquel si pudiese estar con ella y él no.

No le había dolido la fotografía, pues ver que la chica solo posaba le daba hasta satisfacción; bajo su perspectiva no había (o eso parecía) interés de su parte hacia el desconocido, y eso para él estaba bien, pero no podía decir lo mismo por la parte del chico.

La espinita de enojo crecía, y no sólo contra el chico, sino que también hacia él mismo. ¿De verdad creyó que nadie estaría tras la pelirroja, siendo esta tan linda por fuera y por dentro? Si, la idea de que existiera alguien más jamás se la espero, pero ahora que lo sabía, era hora de comenzar a arriesgarse, y arriesgarse de verdad.

—Mira, mira —Juan, quien ya estaba un tanto (mucho) tomado, rodeo los hombros del más alto, incitándolo a bajarse un poquito para poder alcanzarlo mejor—. Te esta mirando un chingo esa morra —le dijo al oído, pues la música estaba bastante alta—. ¿Por qué no la sacas a bailar?

Sebastián negó—. Así estoy bien, güey —soltó, aún tenso.

—Quitate esa tensión —le palmeó los hombros—. Solo van a bailar, la peli-peli no te va a regañar, ¡es más! No se va a enterar.

—¡Juan! —Ari llegó, muchísimo más sobria que su esposo—. ¡No lo incites a esas cosas, él ya está ocupado!

—Técnicamente no...

El castaño lo interrumpió.

—Técnicamente si, pero ella no lo sabe —alegó él, cruzándose de brazos—. Así que mejor que la morra se busque otro culon porque este ya tiene dueña.

—¡Así se habla, chingado! —Ari le aplaudió al Sinaloense: a los pocos segundos se giró hacia su esposo y le dirigió una mirada fulminante—. ¡Y tú no le metas ideas indecorosas, Juan! Si esos son los consejos que le das a tus amigos, no quiero saber lo qué haces cuando no me doy cuenta.

—No, mi amor: yo jamás haría eso —Roier considero la idea de irse, pero al ver como la muchacha que Juan le había señalado momentos atrás estaba a unas cuantas personas de ellos, prefirió quedarse donde mismo—. Solo se lo decía porque lo sentía algo tenso y ya.

—No me convence, y por ahora lo voy a dejar aquí, ¡pero no lo olvido! —el esposo de la chica bajo la cabeza: ya estaba lo suficiente borracho como para distinguir el tono divertido en la voz de Ari—. Me voy a llevar conmigo a Roier para que no lo sonsaques más, además, sirve que lo alejo de todas las miradas violadoras.

Y lanzándole una mirada repleta de advertencia a la chica (la cual ya no estaba para nada lejos de ellos) se lo llevó de ahí en dirección a la mesa de nuevo, jalándolo de la muñeca para no perderlo entre la multitud.

Cuando llegaron a la mesa el chico tomó asiento. Se sirvió otro caballito al cual solo le dio un sorbo, mientras que una canción de Bad Bunny se comenzaba a escuchar, causando una bulla en todo el lugar.

—Que pinche calor, a la verga —Ari se quitó las alas y las dejó sobre una de las sillas—. Ahora si, Roier, ¿te disfrazaste en conjunto con Barbie, no?

Él asintió, viendo a lo lejos como Molly se le subía encima a Aldo, mientras que Roció intentaba cuidar de ambos, quienes estaban hasta el culo.

—Ella me dijo que pensaba vestirse de Ariel —Sebastián se acomodó el cabello, el cual ya estaba algo (muy) desordenado—. Y me ofrecí a ser su Eric.

—Aw —Ari sonrió, encantada—. Que bonitos, güey —el chico asintió, muy de acuerdo con ella: por primera vez en su vida le interesaba ser cursi con este tipo de detalles, y eso lo asustaba un poquito—. ¿Y qué? ¿Ya te armaste de huevos y le dijiste que te gusta?

Una de las cejas de Abril se alzó de manera juguetona.

—No —negó él—. Y ya no sé si se lo vaya a decir, la verdad.

—¿Eh? ¡¿Cómo que no?! —chillo ella, inconforme con la respuesta del castaño.

—No creo que ella guste de mi —y sin más se termino de golpe el shot, con amargura.

—¿Estas bromeando? —inquirió Ari, soltando una carcajada.

—No te rías, Ari —se quejó él con un puchero, riendo por lo bajo a los segundos.

—Le encantas, Sebastián: eso te lo puede decir hasta tu mamá y tu hermana si le mostraras el cómo es ella contigo —se encogió de hombros—. No cualquiera se hace una playera especial para alguien equis —alzó las manos a sus lados—. Solo digo.

—No manches, Ari —rió, cubriéndose el rostro con las manos.

—Neta, Roier —ella palmeó su hombro—. Y no te lo digo como tu amiga, sino como mujer.

Siguieron conversando más; por parte de Ari intentando hacerle entender al muchacho que Barbie si gustaba de él y mucho más de lo que ella le pueda decir.

A los pocos minutos otra ronda de alcohol llegó a ellos y sin dudarlo tomó otro shot (al cual le siguieron otros cuatro, o quizá cinco); aquella dosis de alcohol fue suficiente para ganar valentía y decidirse a hacerle frente a sus sentimientos por Jocy, su Jocy.

Iba a arriesgarse. Lo iba a hacer por que era todo o nada en esos momentos donde había aparecido otro susodicho en medio de la ecuación, y Sebastián estaba muy seguro de que lo quería todo con ella: ahora y lo que le restará de vida.

[...]

Como apenas eran las tres y media de la mañana el grupo entero de amigos había decidido pasarse a casa de uno de ellos para seguir con la pequeña reunión.

Cuando llegaron a casa de Juan y Ari (quienes perdieron en él disparejo con el resto de sus amigos que habitaban también en Monterrey), el chico con disfraz de Eric corrió hacia el baño, recibiendo varias burlas por parte de sus amigos por su diminuta vejiga.

—Bola de ojetes —Roier les alzó su dedo del medio, recibiendo mucho más bulla (sobretodo por parte del mismísimo McTrio).

Hizo sus necesidades, lavo sus manos, se miró al espejo y soltó un muy largo suspiro.

Era ahora o nunca.

¿Tenía miedo? Si, ¿igualmente lo iba a hacer? Claro.

Sacó a tientas su teléfono, pues aunque fuera uno de los más lúcidos entre sus amigos, seguía estando un tanto ebrio como para hacer mucha consciencia de sus movimientos.

Si yo no te escribo
Tú no me escribe', ey

Se sentía mareado, y quizá tenía en la boca del estómago un ardor extraño el cual asociaba con el alcohol, pero eso no le impidió encender su celular. Se adentró a la aplicación verde de forma torpe, mientras que la música sonaba de la parte baja de la casa como si aún siguieran en el antro.

El primer chat era el de la mismísima pelirroja, el cual tenía fijado para que siempre permaneciera ahí, arriba, por sobre el resto de sus contactos pues él sin duda consideraba ese como uno de los más importantes.

Ladeó su cabeza al ver que ella ya no le había respondido nada a su último mensaje: su ceño se frunció un poco, sintiéndose extraño pues ya habían pasado siete horas desde entonces y había subido historias, por lo que si había tomado su celular en algún lapso de las últimas horas.

Si tú quieres, te busco
Yo sé dónde tú vive'

Se adentró en su chat y sin pensarlo mucho dio click en la foto de perfil de la muchacha: estaba en lo que parecía ser la playa, y ella llevaba puesto un traje de baño de dos piezas color verde militar que resaltaba todo en ella: su cabello, su piel, sus ojos...

Ella era perfecta. Tan perfecta como el mar detrás de ella o como la fina arena debajo de sus pies: estaban unidos por un hilo rojo invisible el cual apenas había descubierto, y que ahora se negaba a cortar por algunos míseros kilómetros de diferencia.

Sabía donde vivía. Tenía el dinero para poder darle la vuelta al mundo. ¿Qué lo detenía?

Quizá hoy está aborreci'a
Pero por dentro tú tiene' alegría

Con cierta duda dio click en el icono del teléfono y pegó el aparato entre sus manos a su oreja, repentinamente nervioso.

Primer tono...

Esta sonando, esta sonando.

Segundo tono...

Debe de tenerlo en la bolsa.

Tercer tono...

Ya debe de estar por descolgar.

Cuarto tono...

¿Ya va?

Quinto tono...

No es mi día de suerte.

Cuando Sebastián se dispuso a colgar, resignado que no tenía la suerte de su lado, una voz con música de fondo se escucho, una dulce y tersa voz que hizo que su corazón comenzase a latir como desquiciado.

—Ahora vuelvo, es Sebastián —el ceño del castaño se frunció: ¿a quien estaba avisándole con quien hablaba y porque?—. ¿Sebas? ¿Me oyes?

—¿Apoco sigues de fiesta, Jocy? —intentó sonar lo más coherente que pudo, pero su cerebro no le ayudaba.

—Dependo de Natalia para irme, así que si —la pelirroja rió, contagiando rápidamente al chico—. Escuchó algo de música por tu lado, ¿también sigues de fiesta?

Un sonido afirmativo se escapó de los labios del muchacho—. Ya no estamos en el antro: nos venimos a la casa de Juan y Ari.

—¿Te vas a quedar a dormir ahí? —un bostezo se escapó de los labios de la pelirroja—. Perdón, ya estoy mucho más dormida que despierta.

—Deberías decirle a Natalia que ya se vayan —el castaño se frotó uno de sus ojos, viéndose en el espejo—. Capaz y te me desmayas ahí en media fiesta y tu príncipe hasta aquí, en Monterrey.

Roier amaba muchas cosas, pero sin duda una que amaba sobre todas era la risa de la pelirroja: armoniosa pero a la vez contagiosa... simple y mera perfección.

—No pasa nada, mi príncipe —la sonrisa en el rostro del chico creció al oírla llamarlo así: ella tampoco debía de estar en sus cinco sentidos si se atrevía a decirle de ese modo—. Me llamaste, príncipe Ro, ¿está todo bien?

Él odiaba que le dijeran Rogelio o un diminutivo que se asimilara a este (el único que aguantaba era Roier, y este solo lo toleraba por ser parte de él desde hace muchos años), pero si ella lo decía... le parecía el mejor nombre que jamás había existido.

—Jocy, yo...

Colocó su mano libre en el lavamanos y por lo mojado que este yacía está se le terminó resbalando; apenas logró sostenerse por medio de la pared, y del susto medio alcohol se le escapó del sistema.

El jabón líquido cayó al suelo con fuerza creando un estruendo.

Si quieres te la saco
Dos trago' y sabes
Que me pongo bellaco

—¿Sebas? —la preocupación abordó el tono de voz de la menor—. ¡¿Estás bien?!

—Si... —balbuceó él, con la cabeza dándole miles de vueltas.

—Ah... ya entendí —no lo vio, pero el chico pudo apostar que una sonrisa se abría paso en los labios de su pelirroja—. Estas borracho, ¿verdad?

—Un poquito, preciosa —entrecerró los ojos y rió, recargando su peso en la puerta.

—Supongo que al menos estando en casa de Juan y Ari no te me vas a matar.

—¿Estas preocupada por mi? —la emoción abordó el tono de voz del muchacho.

Su corazón latía como loco.

La pelirroja chasqueo la lengua—. Claro que me preocupo por ti, Rogelio Sebastián, ¿por qué no lo haría?

Quedaron en silencio ambos, con sólo sus respiraciones de fondo. Si bien el chico se hallaba mucho más allá que para acá, sabía que esta era, quizá, su única oportunidad antes de volver en sí y arrepentirse.

—Rogelio, si vas a vomitar por favor aleja el teléfono porque yo también me terminaría...

La interrumpió.

—Escúchame —al no recibir ninguna respuesta del otro lado de la llamada lo tomó como algo afirmativo—. Quizá podrás decir que no sé lo que te estoy diciendo por estar hasta el culo, pero lo sé muy bien, Jocelyn: acuérdate que los borrachos y los niños jamás se equivocan —toma una respiración larga antes de asentir para sí mismo, y con el corazón en la garganta, confesó:—. Me gustas, ¿qué digo? ¡Me encantas, carajo! Y créeme que me acordaré de esto mañana, pasado y siempre, pues. Simplemente no tenía el valor suficiente para decírtelo por miedo al rechazo, pero el alcohol y el morrito ese con el que subiste la historia me hicieron tomar valentía para decirte lo mucho que me fascinas, preciosa. No espero ser correspondido, pero es que ya no me lo podía callar más.

Su respiración era irregular. Podía sentir como el alcohol subía por su garganta, raspándole está peor que cuando el líquido entró por esta unas horas atrás. Vomitaría del estrés y de lo mal que se sentía, pero primero deseaba escuchar una respuesta por parte de la pelirroja.

Los segundos que ella permaneció en silencio parecieron eternos, hasta que su voz, la cual lo enamoraba cada vez más, se hizo presente.

—Sebas yo... —cerró los ojos, esperando que el rechazo lo golpease con fuerza en el estómago—. Quiero decir, tú...

—Ya entendí, Bárbara: gracias por escucharme.

Estuvo a punto de colgar, pero un gritito de frustración por la otra línea lo detuvo (lo asustó).

—¡No me cuelgues! —dijo ella, después de soltar aquel sonido aterrador (para él)—. ¡Si me cuelgas ya no te digo que también me gustas!

—¿Eh?

Estaba en shock, y hasta el mismo vomito se me regresó por donde vino.

—¡Si! ¡Si! —asintió ella, mientras que las notas de "Moscow Mule" de Bad Bunny se reproducía en ambos sitios al mismo tiempo: ¿coincidencia o es solo nuestra canción? Pensó Roier, aún anonadado—. ¡M-me gustas... mucho!

El oxígeno volvió a él, junto con ello un leve sonrojo y aquellas mariposas revoloteándole en el estómago (¿o era lo que restaba de su tripa navegando entre el alcohol?) con mucha fuerza y rapidez.

Sus sentimientos eran correspondidos al 100%.

—Eso es todo lo que quería escuchar hoy, princesa.

No somo' na'
Pero estamo' envuelto'
hace rato

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