016. fallen soldier
↯ CAPÍTULO DIECISÉIS . . . !
▬ ❝ soldado caído ❞ ▬
narrador omnisciente
actualidad
Halloween se acercaba con mucha prisa y consigo, el Día de muertos: claramente no eran lo mismo, pues mientras uno lo usaban para festejar, el otro lo utilizaban para conmemorar a todos aquellos que habían muerto a lo largo de los años.
Roier no sabía mucho sobre aquella diferencia hasta que Bárbara, quien tenía cierto favoritismo por aquellas fechas, se los relató una noche tras un largo stream.
Por ello el muchacho se encontraba con su mamá, poniendo papel picado sobre las tarimas que se convertían de a poco en un altar, mientras que la mujer se disponía a lavar y a desinfectar algunas frutas para colocarlas en la ofrenda, igual que alejaba del alcance de su hijo las frituras y bebidas que igualmente irían sobre el altar; ya en unos días haría la comida y la colocaría después.
El de bandana azul (aunque ahora portaba una gorra) dejó a un lado lo que estaba haciendo para contestarle a la pelirroja, pues desde ayer no dejaban de mandarse mensajes; Sebastián se había desvelado por estudiar con ella para su examen.
A los segundos se le dibujó una sonrisa en el rostro al ver una fotografía de ella con una bandana, aunque esta no era azul, sino blanca: seguía viéndose tan bonita como la primera vez que la vio.
La mujer que le dio la vida se le quedó viendo, pues ella conocía esa sonrisa y mentiría si dijera que alguna vez ya la había visto en el rostro de su hijo.
—¿Ya tienes novia? —preguntó de forma directa la mujer, dejando de hacer lo que estaba haciendo.
El de gorra nego con la cabeza, aún bastante sonriente.
—No, ma': es un meme —le restó importancia, en un intento de sonar convincente.
Pero su madre, Luisa, lo conocía lo bastante bien como para intuir lo que intentaba hacer.
—Rogelio, te conozco como la palma de mi mano —posó su mano sobre la curva de su cintura y soltó un suspiro—. Y también conozco esas sonrisas. ¿Cómo se llama?
El castaño sabía que era en vano mentirle a su madre; ella ya lo sabía, se lo decía ese sexto sentido que misteriosamente solo tenían las mujeres, y el chico no estaba para discurtirlo.
—No es mi novia —comentó con un tono amargo, una vez se resignó a tener que contárselo a su madre.
—Por lo que veo eso no te termina de agradar —Roier desvío la mirada hacia el suelo, sabiendo que su madre tenía razón—. ¿Cómo se llama, entonces?
El chico suspiró, pues por fin le contaría a alguien que no fuera su grupo íntimo de amigos el como se sentía con la pelirroja y el miedo que le causaba poder lastimarla y llegar a perder todo tipo de comunicación con ella por algo estúpido porque, aunque suene tonto por el corto periodo de tiempo que llevaba ella en su vida, Bárbara realmente se había robado su corazón.
Y pensar en un futuro donde ella no estaba no se sentía sano.
—Se llama Bárbara —soltó por fin—. Pero me gusta molestarla diciéndole Jocy porque no le gusta que la llamen por su segundo nombre.
—Mira nada más, mijo: te conseguiste una igual a ti —el chico le lanzó una mala mirada a su madre, la cual solo carraspeo antes de retomar la charla—. Tiene un bonito nombre —afirmó Luisa, sonriendo—. Y tu, maleducado, con razón no tienes novia: ¿como que las conquistas molestándolas? ¡Así no, mijo!
Sebastián se tragó las ganas de reírse y en lugar de ello se mantuvo callado unos segundos, tratando de organizar sus pensamientos para poder contarle a su madre más profundamente todo lo que sentía.
Cuando se sintió seguro, comenzó sin más:
—Me gusta mucho, es una niña bien linda, y estoy seguro de que con ella por fin te caería bien una chava que me gusta, pero... —cerró los ojos con fuerza al mismo tiempo que se interrumpía a sí mismo.
—¿Pero? —preguntó con curiosidad u madre, con una de sus cejas alzadas.
—Tengo miedo de lastimarla por todo el tema de las redes sociales que son todo un pedo —alegó, señalando una de las computadoras de oficina que estaban en un viejo escritorio de la sala—. Ella es una fan mía, la conocí por insta.
La mujer asintió quedamente, intentando analizar lo mejor posible la situación. Ella no había tenido alguna otra pareja después del padre de su hijo, pero si estaba en sus inexpertas manos el darle algún consejo a su hijo, no dudaría en hacerlo.
—Mijo, —se recargó en la silla tras suyo— ¿a que le tienes miedo exactamente?
—¡A todo! —alzó los brazos a sus lados con exasperación—. A que lo arruine con mi estupidez andante, que se lleve una mala imagen de mi...
Empezó a enumerar con sus dedos, pero apenas llegó al número dos cuando su madre lo interrumpió, estirándole la silla frente al altar: el muchacho, con una expresión repleta de seriedad, tomó asiento.
—Hijo, no sabes si se lleguen ha arruinar las cosas —comenzó a decir la mujer, en un tono suave—. Y si eso llegase a pasar, sé que ella, si es tan linda como tú dices que es, no se llevaría una mala imagen tuya —se acercó al chico, que tenía la mirada sobre sus manos—. Ninguno de los dos sabe que podrá pasar el día de mañana, así que no te me desanimes mi Sebas.
—Está bien, ma' —murmuró él, aún cabizbajo.
—Mira, tú inténtalo: si la chamaquita esta es para ti pues lo será, y si no pues la vida sigue, mi vida —dijo, golpeando el hombro de su hijo—. Arriésgate, porque yo no crié un hijo indeciso y culo, como dices tu en tus videos esos.
Roier se tiro a reír, sintiéndose mejor de repente. Eso era lo que necesitaba: una charla amena con su madre, que a pesar de todo, había estado con él a lo largo de su vida.
—Ya pues, ma', no voy a ser culo —se puso de pie—. Solo me voy a esperar unos días más.
—Está bien —la mujer se acercó a él y tomó sus manos entre las suyas, con cariño—. Ya verás que el tiempo lo va a determinar todo, Sebastián —dejó un beso sobre sus manos antes de separarse—. Pero ya, deja de pensar en mi próxima nuera y ayúdame, que nada más te andas haciendo pendejo: no creas que no me estoy dando cuenta.
El de gorra asintió frenéticamente y se mordió la lengua, tragándose un "pero si estoy ayudando" por su propio bien.
Sin más siguió colocando el papel picado alrededor de la ofrenda, con los ojos claros de su pelirroja en la cabeza.
[...]
—Calmado, pinche chat —dijo entre risas el de banda azul, con los codos sobre el escritorio.
Siguió leyendo algunos comentarios, saludaba ante las donaciones y hasta que llegó el momento de entrar en la llamada de discord junto a su par de amigos.
Estaba de regreso el McTrio.
—Hola perritos —Roier agudizó la voz apenas y ingresó a la llamada.
—Éste cabrón luego, luego insultando —dijo ahora Aldo—. Aunque sea con voz de pito, me vale madres.
—Eh, puto, ¡yo ya no digo grose...! —se detuvo abruptamente—. Ya la cagué, ya dije una grosería.
—¿Qué, papi? ¿Te regañan si dices groserías? —inquirió con diversión Osvaldo.
—Le pegan al güey —bromeó Aldo, acomodándose el cabello con sus dedos.
—¿Quién me va a pegar? —inquirió Roier con un falso tono curioso: se estaba haciendo tonto, claramente sabía a quién se referían, y no quería ponerse nervioso desde el comienzo de su stream—. Nadie, güey, nadie.
Se encogió de hombros, tratando de evadir el tema, pero fue imposible.
—Pues tu mamita, roiler —Osvaldo cambió su tono de voz a uno juguetón, riéndose.
Estos amigos eran más felices molestándose entre sí, pero más que nadie en el mundo, Aldo y Osvaldo le ayudarían en lo que su amigo quisiese, harían lo imposible por verlo feliz.
Ya sea sólo, o al lado de una mazatleca pelirroja que le cortaba la respiración a su amigo.
—Pendejos —musitó entre risas Roier, alzando su dedo del medio.
Siguieron hablando y sobretodo jugando al Roblox, el cual hace mucho no jugaba (la última vez había llegado a convencer a Bárbara de jugar, y los dos habían entrado a una simulación de sirenas que a la pelirroja le había llamado la atención).
Las horas pasaron, ya llevaban cuatro horas de stream y para ser sincero se sentía ya un tanto hambriento (además de cansado); se despidió de sus amigos y ahora habló un ratito con su chat.
—Eh, chat: hoy le ayude a mi mamá a poner la ofrenda —dijo, recargando su peso en el respaldo de la silla mientras sonreía un poquito—. Quedó chingón: cuando me retorne a mi casita aún le faltaba la comida, pero mi mamá dijo que la iba a poner cuando me fuera... pipipi —hizo como si fuera a llorar, buscando a tientas su celular—. Le tome una foto, dejen se las muestro.
Reafirmó su agarre sobre su celular y empezó a buscar entre sus fotos hasta llegar a la que buscaba.
—Aquí está, vean gente —mostró la foto ante la cámara—. Oigan, yo no sabía el significado de los pisos que se ponen, del arco y la otra bola de cosas. Lo del papel picado, la sal y el agua si me lo sabía.
El castaño se mordió la lengua para no decir de donde (o más bien de quién) había sacado aquella información, pues claramente esta había venido de su queridísima Barbie; ella le contó a detalle cada significado de la ofrenda para los muertos, de hecho ella estaría haciendo el día de mañana pan de muerto con su primo y hermano para sus altares: uno sería exclusivamente para sus familiares y el otro para su primera y única mascota.
Sebastián se sintió mal por no haber estado ahí para ella en ese entonces, pues aquello ocurrió dos meses antes de que él le empezase a responder los mensajes: por curiosidad subió hasta la fecha en la que ella le indicó que su perrita (una chihuahua de tamaño pequeño pero de edad avanzada cuyo nombre era Mimi) había fallecido y efectivamente había encontrado mensajes donde le contaba todo el proceso: fue triste leerlos, y una parte de él se sintió impotente por no haber acudido antes a ella, al menos un poquito, para que no afrontara aquella pérdida sola, pero al menos encontró su redención al oírla hablar de la perrita por cinco largas horas.
No podía hacer más que eso, pero no se quejaba: le gustaba creer que oírla le hacía bien a ella y por ende, eso le hacía bien a él.
—Estaría chingón que hiciera un stream haciendo pan de muerto, ¿no? —arrugó la nariz—. Pero se me va a quemar, se incendia mi casita y al final me van a poner también a mí en la ofrenda a la verga, gente —soltó una carcajada automáticamente—. ¿Saben que? Mejor se lo pido a mi contacto Sinaloense y así no terminaré yo también en una ofrenda: ya imagino que mi lápida diría "sin tripa murió y quemado también" o algo así.
»Ya estoy cansado gente, así que voy a dejarlo por aquí el día de hoy. Gracias gente, me la pase muy chingón el día de hoy. Descansen amigos, cenen rico y nos miramos mañana (o en ocho meses, uno ya no sabe) —rió y le lanzó un corazón coreano con sus dedos a la cámara—. ¡Chau!
Dejó su pantalla de despedida un par de minutos antes de cerrar por completo su stream, dándole raid a su amigo Aldo, quien aún charlaba con su chat.
Soltó un bostezó prolongado, camino hacia su cocina para prepararse algo ligero y poder cenar.
Revisó algunos mensajes de su familia (sus hermanos mayores, exactamente) y se dispuso a llamar a la dueña de sus suspiros y pensamientos: sintió como su corazón latía con fuerza al escuchar como al segundo tono contestó a su llamada.
—¡Antes de que digas algo... mira! —la pelirroja se alejó de su celular para así poder verse completa—. Lo diseñé hoy y no es por ser presumida (qué si soy), pero fui humildemente la mejor.
Roier prestó atención a su outfit de pies a cabeza, sonriendo de lado al visualizar la prenda superior: llevaba un par de zapatillas playeras rosadas (el color favorito de la chica), una falda de mezclilla muy bonita y por último, una camisa blanca oversize con un logo bordado a mano bastante peculiar: era Roier en sus diferentes formas animadas que a lo largo de los años lo habían caracterizado. Estaban unas sobre otras, pero aún así no se veían amontonadas.
El chico aplaudió, mientras Barbie daba una vuelta sobre sus pies: en la espalda llevaba una araña similar a la de Spiderman y tenía escrito un: spideroier.
—La eminencia de la ropa, por Dios —Roier siguió aplaudiendo mientras la veía acercarse de nuevo a su celular—. Haces magia, Jocy.
El castaño sonreía como un baboso (aunque la pelirroja no se percataba de ello). Ella era bonita. Muy bonita: de hecho la palabra le quedaba corta para describir la belleza que portaba la chica, y verla con esa camisa puesta... solo reafirmaba que quizá podía estar loco, más bien enloquecido por haberse enamorado de alguien que le quedaba a horas de distancia, pero no se arrepentía en lo absoluto.
—También te hice una a ti —la chica señaló un punto cerca de su cama—. No se ve aquí, pero es similar a esta.
—Justo para mis streams —la voz de Homero Simpson se le escapó de los labios, y cuando sintió pena por ello e iba a disculparse, la escuchó reír.
—Ándale si, me haces promo y todo —lo señaló y este rápidamente asintió—. Por cierto, me encanto el stream de hoy: lo vi desde el inicio hasta el final.
—¿Apoco si?
Ella asintió, como si estuviera orgullosa—. Justamente oí un "contacto de Sinaloa", ¿no seré yo, verdad?
—Te diría que es mi papá, pero está igual que yo en la cocina así que es obvia la respuesta —el de banda azul se encogió de hombros.
La pelirroja ya estaba enterada de toda su vida, o al menos lo que él se esmeraba tanto en ocultar del ojo público: sabía cosas acerca de su infancia, su nombre completo y el cómo llegó al punto de ponerse "Roier" en redes sociales, su árbol genealógico completo, su corta estadía en Mazatlán cuando era niño, su fallida ingeniería, los ocho meses fuera de cámaras en un punto más extenso...
Era él mismo con ella. Tenía facilidad de hablar cuando se trataba de ella. La vida fue más sencilla cuando la conoció a ella, sintiéndose como un respiro de todo lo que lo agobiaba.
—Bueno, la cosa es que me encanto tu stream, ¿o no escuchaste?
Sebastián no sabía porque la chica parecía mucho más atrevida que el resto de veces, pero no se quejaba: le fascinaba las distintas facetas que podría mostrar la chica, y le encantaba que estas salieran (al menos le gustaba creer) solamente con él.
—Claro que te iba a encantar, Jocy, si salgo yo —dijo, lanzándole un guiño coqueto.
Esta vez la situación sobrepasó a la chica, a quien la actitud repentina le flaqueó y una risita nerviosa le nació junto con un sonrojo sobre las mejillas el cual intentó disimular, pero que no pasó desapercibido por el chico, quien tenía grabado en el cerebro cada movimiento que la muchacha emitía.
Roier sonrió enternecido al verla, está completamente perdido: todo un soldado caído, pero bien caído.
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