IX
Al marcar la una de la tarde empezaría mi horario laboral, por lo que tome el morral que Melody me había preparado despidiéndome de esta con un beso cerca de la comisura de sus labios, al igual me despedí de madre y de la pequeña Karolina que estaba despierta con un par de besos en la frente. Salí rumbo a la parada de buses esperando ansioso de que llegara, habían pasado quince minutos y nada que pasaba, llegaría tarde seguramente y recibiría un regaño por impuntual; bufe levemente cuando note que un auto se puso delante de mí bajando la ventana del copiloto. Me sorprendí al ver de quién se trataba, ¿en verdad era Rosie?
—Karl, ¿necesitas transporte?
—La verdad es que creo que sí, no ha pasado mi ruta, y bueno, no me gustaría llegar muy tarde.
—Entonces sube, te daré el aventón, de igual forma vamos al mismo lugar.
—Gracias...
Subí algo avergonzado al auto recordando la inconformidad de la mañana, me sorprendió un poco que justo pasara por mi calle, aunque por la conversación que tendríamos en ese instante no se me hizo ya tan extraño que en los documentos de la constructora hubiese averiguado mi dirección.
—Karl, puedo hacerte una pregunta algo indiscreta.
—He, si bueno, ¿qué seria señorita?
—¿Te encuentras comprometido? O es de algún familiar el número de mujer que has dado para el grupo.
¿Es verdad lo que mi madre me dijo en la mañana? ¿Una mujer como Rosie se podría fijar en mí? Por qué no veo otra razón para que hiciera ese tipo de pregunta, es decir, la arquitecta es una mujer hermosa, alta, voluptuosa, con unos labios provocativos... Pero no se compara con Melody, que a pesar de considerarse una mujer promedio, es perfecta para mí, tiene una esencia que me atrae, por lo que mire a la mujer a mi lado para asentir.
—No estoy comprometido aún, señorita, el número que le di es de la enfermera que está tratando a mi madre, es una mujer magnífica que me hará el favor de comunicarme todo.
—¿Entonces estás disponible? Digo, para que así tengas la libertad de invitarme a dar una vuelta sin que te amarren o se enojen.
—Señorita Rosie, que no tenga compromisos, no significa que no sienta algo por una mujer.
—¿Acaso te parezco fea para rechazarme?
Dijo de golpe mientras se detenía, creo que esta era una chica atolondrada en verdad cuando se encontraba fuera de su vida laboral, me sorprendió un poco que le mire negando ante su última pregunta, ni que le estuviera diciendo lo peor del mundo, apenas llevábamos poco de conocernos, no creo que sea para tanto.
—No es que no me parezca bonita señorita, solo que yo tengo sentimientos de antes por una chica con la que quiero intentar todo, no puedo solo dejarlos para no rechazarle.
—Eres un tonto.
La mujer no dijo ninguna palabra más hasta que al detenerse en un semáforo visualice por el retrovisor que se encontraba el autobús de la ruta que tomaba en el paradero recogiendo varios pasajeros, no aguantaría más momentos incómodos, por lo que tome mi mochila y baje del auto viendo como ella estaba confundida.
—¿Dónde vas? Todavía falta un trayecto largo.
—Lo sé, pero tomaré mejor el autobús para no incomodarla, nos vemos allá, señorita arquitecta.
Cerré la puerta sin decir nada más para ir a la parada rápidamente logrando subir, pagué mi pasaje y solo miraba por la ventana viendo como el semáforo había cambiado y Rosie no había empezado a andar, sino después de escuchar el bullicio de los cláxones de autos detrás de esta; nunca había sido así de "cruel" con una mujer, se sentía raro, pero a la vez bien, mis ojos solo estaban en Melody.
Al llegar a la construcción no cruzamos ninguna palabra, ella parecía enojada y muchos de los compañeros en forma de broma comentaban la frase: seguro no le dieron anoche que amaneció con el pie izquierdo, y más o menos era la situación, porque no le correspondí a su lanzades, ni yo en mi pleno desorden de vida llegaba a tales extremos.
Creo que se desquitó el enojo conmigo al final de la jornada, todos se fueron y fue a mí a quien dejo que limpiara todo para el día de mañana, eran las nueve de la noche y mi estómago rugía pidiendo comida por lo que me apresuraba a dejar todo organizado mientras sentía su mirada molesta, al acabar fue cuando por fin le dirigí algunas palabras, era algo descarada a mi parecer.
—Ya está todo acomodado para empezar mañana temprano, si el clima no amanece malo, igual si llueve nada se mojará.
—Bien, Karl, ya te puedes retirar, será mejor que te cambies.
—Gracias, pero ya es tarde y estoy contra el tiempo, que tenga buena noche.
—Si quieres, te cambias frente de mí y después te llevo, así no debes sufrir la agonía de perder el último autobús.
—Gracias por su oferta, pero paso... Qué tenga buena noche, señorita arquitecta.
Dije sin dejarle responder, puesto que le di la espalda tomando mis cosas y emprendiendo rumbo a la parada de autobús, el último salía de circulación a las nueve con treinta minutos, por lo que corrí al estar a cinco minutos, gracias a Dios apenas se estaban embarcando a lo que subí para pagar e ir a tomar uno de los asientos de atrás, baje el overol para poder descansar y al ver por la ventana vi a Rosie quien me miro molesta, creo que alguien no pasara buena noche por andar pensando en mí.
Realmente no soy un hombre que se siente orgullo porque las mujeres se mueran por él, bueno... Ya no soy ese de antes que cuando estaba en la plena juventud, pero ahora que estaba enamorado no podía caer en las tentaciones del de abajo, debía pensar con la cabeza de arriba para no meter las patas; hundido en mis pensamientos de cómo lidiar con la nueva molestia a mi vida, un viejo hombre se sentó a mi lado, estaba leyendo un clásico de la literatura «La Divina Comedia» de Dante. Este era un libro que amaba desde niño, aunque solo había llegado a leer hasta el infierno, puesto que no siempre lo querían prestar en la escuela por temor a que fuese robado, tras no tener recursos, por lo que creo que mi admiración al libro causo atención en el hombre.
—Muchacho, ¿te gusta?
—Sí, señor, usted disculpe que quizás lo llegue a incomodar no era mi intención.
Dije algo avergonzado para desviar mi vista, pero el sujeto que estaba a mi lado me extendió el libro con una sonrisa, no entendía nada y no lo tomaba por respeto, aunque la insistencia sin palabras que se prolongó en un instante me hizo tomarlo para mirar al hombre.
—Si quieres quédatelo, lo he leído miles de veces.
—¿Lo dice en serio? Yo solo he logrado leer hasta el inicio del purgatorio, no es que me prestaran los libros en la biblioteca y no tenía dinero para comprarlo.
—Entonces este es tu día de suerte, yo te lo regalo.
—En verdad, muchas gracias, mi señor, es un muy bonito gesto, algún día espero poder recompensárselo.
—No pasa nada muchacho, mi nombre es Monty, siempre subo a esta hora al transporte público para volver a mi casa, normalmente traigo libros para dar a quien le pueda llamar la atención, pocos han recibido tales gestos, la juventud a veces no quiere leer.
—Eso es muy cierto, yo soy Karl.
Sonreí agradecido mientras tenía una amena conversación con el más anciano, hasta que este tuvo que dejar el autobús, de palabra en palabra terminé por comentarle lo de la convocatoria de escritores que se aproximaba, Monty me dio unos concejos muy útiles sobre la gramática y la ortografía que no tenía del todo conocimiento, el viejo me dio un apoyo extra cuando inclusive le mostré un pequeño fragmento que había realizado al azar.
"Las flores decían que eras mía, más mi misero orgullo lo impedía, te amo como nunca he amado, sin importar mis errores de vida, tu mujer hermosa me has perdonado... Por lo que a veces pienso que fueses llegado a mi mundo, es simplemente un maravilloso regalo"
Att: Karl – Para: Su diosa M.
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