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Aprender a amar

Se despertó con el dulce sabor de la felicidad en la boca.

A su lado el cuerpo de Elena parecía brillar con el perseverante sol, que incluso a esa hora, ya se colaba por su ventana.

Deseaba poder pasar su mano por esa piel que la llamaba. Por aquel cabello que se desparramaba sobre la almohada como chocolate tibio. Pero no. Si cedía a la tentación ambas pasarían el día enterradas en esas sabanas. Desconociendo al mundo y sus propias responsabilidades. Ignorando que fuera de su ventana existía una realidad más allá de sus cuerpos.

Se levanto desnuda. Con toques suaves y palabras firmes Elena no solo le había enseñado a amarla, también le había explicado como amarse. Le había quitado el pudor por su piel. Le había mostrado la belleza de sus curvas, de sus marcas. La belleza escondida entre sus propias cicatrices.

Hace tres años jamás habría pensado en volver a desnudarse frente a una persona, menos aun una mujer.

Aun hoy las palabras de su madre resonaban en los trasfondos de su memoria, hablándole de pecado y malas personas. Hablándole de lo correcto e incorrecto.

Durante mucho tiempo intento seguir aquella guía. Ser la niña que su madre siempre soñó. La joven que su familia esperaba. Y la mujer que Leonardo merecía.

Leonardo.

La primera vez que lo vio fue en una reunión familiar. El hijo de una amiga de su madre, dos años mayor que ella y con una prometedora carrera en los negocios de su padre.

Creyó estar enamorada.

Su madre estaba tan ilusionada, ya escuchaba campanas de boda, veía a los niños correr por el jardín y conversaba con su amiga sobre aquel futuro que ni siquiera ella tenía claro.

El primer grito fue su culpa.

O por lo menos eso le dio a entender mamá. Existían roles en esta sociedad. Lugares y comportamientos creados para la dama y el varón para así mantener un equilibrio en la vida.

Mamá le explico y ella escucho.

Y al escuchar puso en práctica todo lo aprendido, porque su madre era sabia. Leonardo era un excelente muchacho y si su padre estuviese vivo estaría muy orgulloso de en algún momento concederle su mano.

−La vida de una mujer soltera es difícil−. Le dijo su madre una noche, cuando ella entre llantos le intento explicar que Leonardo le había levantado la mano. –Debe estar estresado. Deberías hacerle la vida más fácil y no complicársela cariño.

La primera vez que Leonardo le grito fue porque ella no le entendía.

La primera vez que Leonardo la golpeo fue porque estaba estresado.

La primera vez que tuvieron relaciones sin ella estar de acuerdo fue su culpa. A fines de cuentas él era su pareja. Era su derecho ¿no?

Fue más o menos en esa fecha que vio por primera vez a Elena.

En esa época el cabello chocolate estaba corto y sus ropas siempre tenían impregnado el olor de la cafetería donde trabajaba.

Solía sentarse a leer en la última mesa del local, aislada de todo el bullicio que podían generar los universitarios que frecuentaban aquel sitio.

Ese día Elena le tomo el pedido y al dejarle su café, este venía acompañado de un chocolate que ella no había pedido.

−Para que sonrías.

Ese gesto se volvió a repetir en sus siguientes visitas y antes que se diese cuenta esperaba mucho más esas reuniones que los días que pasaba con Leonardo.

El tiempo con Elena paso de ser una sonrisa a una conversación. Gestos básicos como un roce en la mano, un toque en el hombro o un abrazo suelto pasaron a tener un significado más profundo.

Con Elena no tenía la presión que siempre parecía rodear su relación con Leonardo. No estaba constantemente su madre guiando sus decisiones, explicándole cómo comportarse adecuadamente para poder llevar una buena relación.

Y aunque en ese tiempo no fuese capaz de verlo, a Elena no le tenía miedo.

Aun hoy mirando en retrospectiva no sabe en qué momento comenzó a temerle a Leonardo. Tal vez fue después de su primer grito. Puede haber sido durante su primera pelea. Pero lo más seguro es que fuese aquella vez, cuando la madrugada la encontró sentada en la cocina, con el pómulo inflamado y la entrepierna dolorida, preguntándose en que se había equivocado para que su pareja se enojase con ella.

Había pasado casi un año de ese primer chocolate cuando Elena le dio su primer beso. Las palabras de su madre corrieron por su cabeza y el temor por Leonardo circuló frio a través de sus venas.

Las tres semanas siguientes la encontraron atrapada entre el frenesí y el miedo. Encerrada perpetuamente en los estigmas tallados en su propia mente.

Sus deseos batallaban en contra de sus creencias, luchando contra ese titán construido por su madre llamado moralidad.

La noche en que se cumplían tres semanas desde el beso, Leonardo llego enojado del trabajo. Esa noche sonaron los vidrios al quebrarse. Las lágrimas mancharon su rostro y una pequeña gota de sangre quedo permanentemente grabada en el tapiz del sillón.

Al día siguiente, con su cartera en una mano y el corazón en la otra, corrió hacia aquel lugar que de alguna manera se había convertido en su refugio.

Tres semanas después de su primer beso con Elena corrió a sus brazos y esta vez, el beso se lo dio ella.

Los siguientes meses fueron un torbellino de sucesos que aun hoy no puede identificar correctamente.

La valentía de besar a Elena se convirtió en miedo porque alguien se enterara para luego mutar nuevamente en el anhelo de libertad. El increíble deseo de contarle al mundo que por primera vez estaba enamorada. La sensación alucinante de decirles a todos que era feliz.

El día en que decidió terminar con Leonardo debió sospechar lo tranquilo que se lo había tomado.

Debió temerle a esa sensación de paz.

Su madre exploto dos días después, gritando, llorando y después de un vano intento de explicarle todo lo que había pasado, la tarde la encontró con sus pertenencias en la calle, una mejilla roja y el corazón destrozado.

−Tu ya no eres mi hija.

Aun hoy esa frase se repetía en sus pesadillas.

¿Acaso era tanto pecado buscar su felicidad?

Una sonrisa se dibujo en su rostro al recordar cuanto había soportado Elena. Su crisis iban y venían, haciéndola dudar de la validez de su relación, de la prudencia de sus decisiones, del valor de ella como persona.

Elena la sostuvo durante cada una de sus caídas.

Pero dentro de todo lo bueno y lo malo que podía tener su relación, después de todo lo que habían superado, la gran guerra llego hace tres años atrás, con la forma de Leonardo.

No recuerda que fue exactamente lo que paso. O tal vez no quiere recordarlo.

Sabe que ese día habían salido a hacer unas compras. Luego de lo de su madre, Elena la había invitado a vivir a su departamento y el lugar que al principio solo parecía una estancia momentánea de apoco se había convertido en su nuevo hogar.

Recuerda cargar dos bolsas pesadas. Discutir que podrían cocinar esa noche. Reírse de cómo Elena intentaba robarle un beso si botar nada de lo que ella misma llevaba.

Su siguiente recuerdo es despertarse en un hospital. El sonido constante de las maquinas y el rostro desesperado de Elena mientras las lagrimas caían una tras de otra.

Lo que paso realmente esa tarde no está en su memoria, pero las cicatrices de aquel día aun marcan fragmentos de su piel.

Leonardo y un grupo de sus amigos las habían interceptado. Las habían golpeado. Y luego de que ella callera inconsciente habían corrido creyéndola muerta.

Sabe que pudo haber sido peor.

Sabe que fue un milagro el hecho de que Elena lograra retener su conciencia y llamar al hospital.

Pero el saber no evito su terror. No silencio las pesadillas de cada noche o el pánico cada vez que ponía un pie fuera de su casa.

Su madre no la visito ni una sola vez.

Ahora han pasado tres años. La justicia mantiene alejado a Leonardo de su vida. El terror todavía corre por sus venas cuando sale a la calle. Elena aun la ama.

Ella la ama más cada día.

Y ahora frente al espejo, desnuda y con el pelo húmedo luego de una ducha, observando cada una de sus cicatrices se siente poderosa.

Aprendió a usar sus miedos para ser más fuerte. Aprendió a amarse y permitirse ser amada. Aprendió a que el amor no controla como solía hacerlo su madre ni tampoco daña como lo hacía Leonardo.

Pero por sobre todo, aprendió a enamorarse de esa mujer hermosa que le devuelve en este mismo momento la mirada en el espejo.

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