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» Capítulo XXIX

Amaya Sanjo

Tres meses después

Se miró en el espejo y no pudo evitar sentirse mal por lo que había observado en él.

—Mierda—Musitó, su voz sonando temblorosa.

No podía creer que la chica que le devolvía la mirada fuera ella. Se rehusaba a hacerlo.

¿En verdad se había convertido en eso?

Maya, quien tenía el cabello cuidado y ligeramente ondulado hasta sus hombros, los ojos castaños y chispeantes de energía y una cautivadora sonrisa torcida, había pasado de eso, al otro lado de la balanza.

Su cabello lo seguía manteniendo corto, pero se veía tosco, seco; su sonrisa se había convertido en una constante línea sin expresión, y sus ojos...

No quería ni decirlo en voz alta.

Le dolía ver que, al menos el que no estaba cubierto por el parche, había perdido ese brillo energético y aguerrido que la caracterizaba. Además de que se había descuidado, por lo que subió un par de kilos, ocasionando que su vientre ya no fuera plano y con el six pack que poseía y del que se sentía orgullosa pues le había costado trabajo alcanzar.

Ya no se ponía ni siquiera esas blusas de delgados tirantes y que le llegaban al ombligo, mucho menos los jogger ajustados que podían resaltar su trasero. Era como si otra Maya hubiese surgido desde ese día.

Y no era la mejor versión de ella, podía asegurarlo.

Quiso derramar las lágrimas que estaban reteniendo sus orbes, pero su poco orgullo no se lo permitía. No podía derramar ninguna más si no quería preocupar a Kanako.

Su móvil comenzó a sonar en una llamada entrante, por lo que, antes de cogerlo, se limpió el borde del ojo libre y soltó un suspiro cansino.

Era Yahi.

—¡Mayis! —Escuchó su eufórico saludo al otro lado de la línea— ¿Ya están listas? Iko y yo ya vamos a salir de casa para recogerlas.

—Yo—Titubeó—. No creo que deba ir, Isa. El doctor dijo que...

—¿Cómo que no vienes? —Ese fue Yahiko—. Yo quería apostar contigo de nuevo.

Y esperaron que ella respondiera como usualmente lo haría.

Pero no lo hizo.

—Para que me vuelvas a ganar, digo.

Pudo oír como Yahisa rio levemente ante el comentario de su hermano, pero ella no compartió el sentimiento.

—Ando algo corta, Iko—Mintió.

Y quiso continuar, pero no la dejaron.

—No te preocupes, te puedo prestar para que apuestes contra mí y me termines ganando.

Nuevamente, no hubo respuesta.

—Sayu, Rin, Hika y Kath están emocionadas porque irás al combate de hoy—Dijo Yahi—. De hecho, desde el primero contra México creímos que irías a ver a...

—No me sentía bien—De nuevo mintió—. Por ello no fui.

—Bueno, espero que te sientas mejor ahora porque estamos a diez minutos de aparcar frente a su casa—Informó—. Te quiero, un beso, Maya.

—Yo te amo, Mayis.

La aludida casi pudo verlo sonreír.

—Y yo a ustedes.

Fue lo último que respondió antes de que colgara la llamada y soltara un suspiro para después dejarse caer en la espaciosa cama.

—Aún podemos quedarnos, Ama—Musitó Kanako desde la puerta—. Solo tienes que pedirlo y yo no dudaré en acompañarte.

La castaña se levantó, apoyándose con las manos detrás de su espalda a la vez que su ojo viajaba a los de su hermana.

—No quiero seguir haciéndote eso—Confesó—. Has faltado a ver el partido de México y el de Italia, te estoy arrastrando conmigo, Kana.

Ella negó.

—Ryuu entiende que es más importante estar contigo y ayudarte en lo que pueda—Recitó, una de sus comisuras se elevó tenuemente—. Además, siempre puedo ver la repetición por la televisión. Como hoy, en dado caso de que decidamos quedarnos a mirar series de comedia.

Kanako había cambiado. Y mucho.

Ni siquiera quedaba un atisbo de la niña que había sido manipulada por años por Akira Sanjo, y realmente se alegraba de ello, sin embargo, sentía que, si seguía así, solo ocasionaría que Kanako perdiera todo su proceso por su culpa.

Y no quería eso.

—No, está bien—Accedió—. Iremos. Hoy pelean contra Francia y los chicos necesitan ganar para pelear en la semifinal contra la Alemania de Führer, así que tenemos que ir a verlos y...

Sintió el colchón hundirse cuando Kanako tomó asiento en él y la cogió de las manos, interrumpiéndola.

—Pero tú no quieres verlo—Debatió, haciendo énfasis en el no—. ¿No es así?

Maya ni siquiera lo negó.

—No quiero que me vea en este estado—Confesó—. Soy horrible, Kana. No queda nada de la chica que le gustaba hasta hace unos meses.

Cuando sus labios dejaron salir esas palabras, la opresión en su pecho solo incrementó. De algún modo, sentía que esa era la única verdad y que tenía que aceptar que todo había cambiado.

Que ella lo había hecho.

—Ni se te ocurra siquiera seguir hablando de esa manera de ti misma—Advirtió su hermanita—. Hemos pasado por tanto y no voy a permitir que te denigres, Ama. Eres hermosa, siempre lo has sido.

Maya sacudió la cabeza, negando a lo que su hermana decía.

—Y una mierda, Kanako—Farfulló—. Solo mírame, no es necesario que te detengas mucho tiempo a hacerlo para darte cuenta de que la Amaya que era ya no existe. Solo queda esta, la que está propensa a perder la visión en un ojo y que, por ello, jamás volverá a subirse a un ring.

—Eso no es verdad—Maya pudo ver como los ojos de Kanako se cristalizaron rápidamente—. Tú vas a estar bien, vas a recuperarte y todo volverá a ser como antes. La Amaya aguerrida no se ha ido, hermana, sigue en ti, solo tienes que encontrarla.

—¿Sabes, Kanako? —Cuestionó retóricamente—. No sé si quiero encontrarla.

Maya se levantó del colchón y dirigió su mirada castaña a la menor antes de caminar sin más a la puerta y perderse detrás de ella.

-

Le agradecía mucho a la vieja Abu el que le hubiese conseguido una sudadera antes de que se marchara de la casa de su hermana, pues estaban en enero y el frío era infernal.

También daba gracias a que fuera una ancha, que alcanzara a cubrir casi por completo su cuerpo. No quería que nadie pudiera verlo.

Caminaba por las calles de Tokio, sus manos escondidas en las bolsas de la sudadera oscura mientras la capucha de esta cubría su cabeza. Odiaba salir, pero necesitaba tomar un poco de aire fresco y analizar su discusión con Kanako.

Ella solo quería su bienestar, o eso era lo que le había dicho incontables veces. Y, aunque Maya quería creerle que podía regresar a como era antes de la pelea contra el Clan Shadow, no podía.

Es decir, ¿Cómo después de lo que pasó podía volver todo a la normalidad?

¿Cómo, perdiendo la visibilidad, podría volver a boxear?

¿Cómo, de la manera en la que se encontraba su físico, Jun la volvería a mirar cómo antes?

¿Cómo, siquiera, podía perdonarla después de toda la mierda que le dijo solamente al despertar?

Jun era orgulloso y no lo haría. Estaba segura de eso, porque ella haría lo mismo.

Si Amaya estuviera en su lugar, cuidando que despertara y, al hacerlo, le confesara lo mucho que la amaba y este le hubiese gritado que todo era su culpa, que podría haberle dicho que era lo que ocurría y ocurriría con ella si algo como eso le sucedía y, sobre todo, que le mintiera en su cara diciéndole que no lo amaba, así como también el que dijera que solo había sido un juego en el que buscaba ganar un apuesta.

Sí, definitivamente jamás hubiese regresado a su lado.

Y sabía que eso mismo había cruzado por la mente de Jun, por lo que ni siquiera le pidió perdón pues, sabía que, si lo hacía, él no dudaría en volver a sus brazos.

Y no lo merecía.

Jun se merecía algo mucho mejor que ella. Y no quería ser tan egoísta para arrebatárselo.

Por eso decidió que lo mejor era dejarlo marchar y no buscarlo más.

Porque lo amaba, más que a nada, pero no quería arrastrarlo con ella a un abismo sin fin.

Un gran bullicio la distrajo por un momento de sus pensamientos y se obligó a levantar la cabeza del suelo para divisar de que se trataba.

Y era, nada más ni nada menos, que un cúmulo de fanáticos viendo el combate de Japón en una televisión de la estantería de una tienda, a través del vidrio.

Decidió acercarse sin saber exactamente porqué. Con unas personas pidió permiso, con otras se abrió camino de mala manera, pero había logrado llegar al final, cerca del vidrio que separaba a toda esa gente de la pantalla.

—Japón ganará esta ronda, estoy seguro—Dijo uno de los fanáticos a otro, señalando la televisión.

El señor calvo le asintió.

—¿Quién acaba de bajar del ring? —Le preguntó a este.

—Shinatora—Le respondió, en sus ojos se veía el brillo de emoción que eso le ocasionaba—. Le ganó a uno de los hermanos Baroa. Ahora va el genio Jun Kenzaki, estamos seguros de que también ganará.

—Él nunca pierde un combate—Aseguró otro.

Ella le asintió en agradecimiento y se dispuso a observar el combate en la pantalla. Al menos los señores no la habían mirado raro debido al parche que cubría su ojo.

Cuando vio a Jun subir al ring y la cámara lo enfocó directamente, pudo percatarse de que tenía un colgante plata ajustado alrededor de su guante izquierdo. Y no pudo evitar que las lágrimas se agolparan en sus orbes.

«Quien controle su puño izquierdo, controlará al mundo.» Recordó las palabras que le había dicho hace ya un tiempo, cuando combatió contra Ryuu en el Instituto Seika.

Pero no fue solo el recuerdo de aquello lo que la puso nostálgica, sino que fue el hecho de que ella le había dado la cadena.

Y él aún la conservaba, a pesar de todo.

Intentó no hacerse esperanzas debido a ese simple acto, pero, lastimosamente, Maya sabía que su corazón siempre iba a latir por él.

Y, quizá, eso era algo que no iba a poder cambiar, aunque quisiera.



***

¡Hola! ¿Cómo están? <3

¿Qué tal el capítulo? ¿Les gustó? ¿Cuál fue su parte favorita?

Antes de que hablen mal de Maya (Si es que alguien quería hablar mal de ella), tratemos de entenderla. O sea, su familia guardaba miles de secretos y, gracias a ello, ella puede perder la visibilidad en un ojo, por lo que ya no puede subir a boxear cuando solo lo había hecho una vez profesionalmente.

Era más que claro que eso iba a causar estragos en ella con el paso de los meses; le causó depresión y, como tenía que estar en reposo, no podía hacer mucho esfuerzo físico, por lo que comenzó a descuidarse a sí misma en todos los sentidos y eso ocasionó que su alta autoestima decayera, a tal grado, que no puede mirarse en el espejo porque no le gusta lo que ve.

Está sumida en una nube negra de la que no quiere salir, pues sabe que nada pinta favorable para ella. Además, debido a su carácter, su reacción fue culpar a Kenzaki por lo que le había pasado gracias a que él le ocultó información. Se sintió culpable después, sí, pero sabía de antemano que Jun es igual a ella, por lo que supuso que la odiaba, sin embargo, también sabía que si le pedía disculpas él iba a volver con ella porque la ama (Muy contradictorio todo, sí)  y, debido a su baja autoestima, cree que ella no es suficiente para él como lo era hace meses. Y que también él se merece algo mejor.

Aclarado esto, pasemos a comentar el capítulo, chiquis;)

¿Qué les pareció?

¿Qué opinan de esta Amaya? ¿De lo que le dijo a Jun? ¿Cómo actuarían en su lugar?

¡Kanako al fin está creciendo y superándose, amores! ¿Qué les parece eso?

¿Creen que ahora sí pueda querer a alguien cuando comienza a quererse a sí misma? *CofcofRyuucofcof* xD

¿Qué piensan de Kenzaki? ¿Qué creen que haga?

¿Por qué tiene la cadena que le dio Maya?

¿Creen que vuelvan a estar juntos?

¿Qué creen que esté pasando con los demás chicos?

¿Tienen teorías? Que el final está a unos cuantos capítulos y todo por aquí está hecho un desastre;)

Entre otras noticias, quiero avisar que he terminado de escribir Condenados (En mi word) y eso quiere decir que tendré más tiempo para ATEER. Mi meta es terminarla este verano, pues no le quedan muchos capítulos y estamos ya en la recta final.

Así que comenten mucho para que yo me dé prisa y escriba la siguiente parte, que esto está cada vez más potente.

Por cierto, admiren el precioso booktrailer que le ha hecho Kath a la historia, esta mujer hace arte y no me cansaré de decirlo. Se merece un apartado especial, así que después de esta publicación subiré la parte de sinopsis + booktrailer, que tenemos una nueva, por si no lo habían notado y me encanta, representa muy bien la esencia de la historia.

Recuerden que cada vez nos acercamos más al final, ¿Qué esperan de él? ¡Comenten mucho, me gustaría leerlos!

¡Nos vemos pronto!

No se olviden de seguirme en mis redes para más contenido. Se los agradecería infinitamente.

¡Hasta el siguiente gong!

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