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» Capítulo XIX

Amaya Sanjo

Se dirigían a la mansión de Kenzaki después de que volvieron al centro y la jornada de entrenamiento del púgil había acabado.

—Ya estamos a pocos días de la pelea contra Estados Unidos—Anunció la castaña, centrando su atención en el pasar de la ventana del automóvil.

—Lo sé.

Kenzaki le dio un suave masaje al brazo que estaba rodeando con el suyo, logrando que Maya se acurrucara más a él.

—Van a ganar.

—También lo sé.

La castaña se giró para mirarlo, una sonrisa se extendió por su rostro al ver los ojos grises del chico.

—¿Hay algo que no sepas?

Kenzaki elevó una de sus comisuras con suficiencia.

—Depende de a que nos refiramos—Respondió—. Pero te aseguro que sí que sé unas cuantas cosas que...

Y no pudo seguir hablando cuando vio el rostro desconcertado que Maya tenía cuando se estacionaron frente a la mansión.

Maya sentía que el aire le comenzaba a faltar. Su pulso estaba acelerado y solo quería darse la vuelta e irse de allí. Su mirada se había desviado de la gris para posarse en las personas junto al automóvil que estaban justo frente a donde el de su chico se había estacionado.

Los jodidos Sanjo estaban allí.

A través de la ventana, pudo notar como Rin y Sayuri—Quiénes llegaron a casa antes que ellos—, hablaban con la familia, quizá intentando que desistieran en lo que fuera que estaban haciendo allí. Sin embargo, igual notó como Akira Sanjo revoloteaba las manos en el aire mientras sus labios se abrían en una gesticulación completamente exagerada.

—¿Qué mierda? —Mustió Kenzaki, completamente furioso.

Maya había palidecido, su mejilla comenzó a picar de solo recordar el golpe que Akira le había dado. Y, aunque no fue lo suficientemente fuerte como cualquier otro golpe que haya recibido entrenando, le había jodido psicológicamente.

Después de todo, había considerado a esa señora como su madre, aunque ella no la quisiera.

—Sácame de aquí, Jun.

Por primera vez, incluso ella se asombró de que su tono de voz sonara tan débil y afectado, así como también le asombró el querer huir antes de enfrentar sus problemas como siempre lo había hecho.

Tomó las manos de Jun entre las suyas y lo miró con súplica.

Solo quería irse de allí.

—Te voy a sacar de aquí—Le dijo, dándole un pequeño apretón en las manos. Maya se sintió aliviada— cuando arregle unos asuntos con ellos.

Sintió los labios del chico presionar unos segundos su frente antes de que el pelinegro abriera la puerta del automóvil y saliera de este.

Le vio caminar con paso firme a donde se encontraban los Sanjo, destilando superioridad como solo él solía hacerlo.

Y temió.

No quería ver lo que ocurriría después.

—Tatsuki—Llamó al chófer— ¿Puedes sacarme de aquí?

Amaya nunca había estado tan desesperada.

—Solo sigo órdenes del señor Kenzaki, señorita. Lo siento.

—Pero soy su novia—Usó el último recurso que le quedaba al ver como Kenzaki se había plantado frente a los Sanjo y sus mejores amigas se iban muy a su pesar de allí— ¿Eso no cuenta?

—Lo siento, señorita.

Desistió a huir de allí porque se dio cuenta de que no iba a poder hacerlo.

Estaba tan jodida.

Ahora solo veía desde la ventana como Jun parecía impasible mientras hablaba y solo quería ir a refugiarse en sus brazos.

🥊🥊🥊

Jun Kenzaki

La verdad es que, cuando Amaya le dijo que la sacara de allí, estuvo a punto de hacerlo. Estuvo a nada de decirle a Tatsuki que diera la vuelta al automóvil y que salieran de allí. Pero no lo hizo porque las consecuencias serían peores no solo para ella, sino que también para él.

Y no quería tener problemas.

Quería proteger a Amaya, sí, y para eso debía de jugar bien sus cartas.

—Buenas tardes—Saludó, llegando a donde todos se encontraban—. Takehito, Akira—Estaba siendo hipócrita, pero era tan bueno actuando que ni siquiera lo notaron. Nadie lo notó a excepción de sus hermanas y...—. Kanako.

—¡¿Dónde está mi hija?!

Estuvo a nada de dejar salir una carcajada de la falsedad que Akira Sanjo destilaba con esa frase.

—Rin, Sayuri, ¿Pueden dejarnos solos?

La mirada que les regaló bastó para que, aunque muy a su pesar, asintieran en acuerdo.

—Estaremos cerca por si algo se ofrece.

—Llámenos por cualquier cosa.

Casi volvió a reír por la falsa amabilidad que ofrecían sus hermanas. Quizá, en cualquier otra ocasión, las hubiese alabado, pero no hoy.

Hoy solo hablarían de negocios.

—¿Dónde está Amaya, Kenzaki? —Preguntó el señor Takehito, quien lucía menos alterado que su esposa.

—¿Dónde me dijiste que estaba, Kanako? —Se dirigió a la castaña, elevando una de sus comisuras.

Kanako se encogió en su lugar al tener toda la atención.

—Amaya se marchó a la mansión de Yahiko. Dijo que nunca iba a regresar...

El tono automático, con el que pronunció exactamente las mismas palabras que le había dicho a él en la mañana, le dio aún más para pensar.

Pero no era el momento.

—Claro que lo hizo—Aclaró Jun, encarando al señor Sanjo antes de dirigir toda su atención a Akira—. Porque la señora Sanjo la echó de la mansión.

La sorpresa en el rostro de Takehito le hizo saber que él no estaba enterado de este pequeñísimo detalle.

Vaya, vaya...

—Amaya aún es menor de edad—Chilló la señora Sanjo, desviando completamente el tema—. Que sepas que te podemos demandar por secuestro. Y, entonces, tú y los tuyos van a caer.

Kenzaki dejó salir una risa sin una pizca de humor en ella, mientras el señor Sanjo miraba con advertencia a su esposa.

—El que ella sea menor de edad no le importó para echarla de casa anoche—Espetó el pelinegro—. ¿En verdad a mí me debería importar lo que me fueran a hacer? Ya lo creo que no, porque, si por algún motivo comenzaran a investigarme, llegarían directo a lo que usted le hizo anoche, lo cual supongo sería mucho peor para ustedes y no para mí.

Los Sanjo estaban sorprendidos de que Jun hablara con tal seguridad y sin titubear en lo que decía.

Tenía pinta para abogado cuando dejara el boxeo, eso seguro.

—¿Sabía usted que hay cargo por abandono de menores? —Le incordió y Akira solo comenzaba a exasperarse. Ya no sabía ni que decir—. ¿Y que eso puede tener una condena mínima de nueve años de cárcel? Sí, aun siendo su madre.

—No te atreverías—Siseó la señora entre dientes.

No obstante, Jun pudo observar como se estremeció unos cuantos segundos.

—¿Quiere comprobarlo?

Takehito se interpuso cuando su mujer estaba a nada de impactar su mano en la mejilla de Jun. Una lástima, las cámaras de seguridad lo habían capturado como evidencia para un caso que aún no estaba en seguimiento.

Kanako de nuevo volvió a encogerse en su lugar.

—No tenemos que llegar a tales extremos.

La respuesta del señor Sanjo satisfago a Jun, quién había vuelto a sonreír con suficiencia. Su familia seguía siendo la más importante y poderosa de Japón, claro que no se atreverían a meterse con él por ningún motivo.

—Entonces dejen las cosas como están—Respondió el pelinegro—. Amaya está bien aquí, conmigo. Al fin salió de un lugar en el que no la querían, mucho menos apoyaban al cien por ciento sus sueños. No los necesita.

La señora Akira resopló, farfulló otra estupidez y luego se llevó a rastras a Kanako de allí con dirección a su automóvil, diciéndole a Takehito que no tardara mucho porque tenían que volver y que hablar con Jun era un total caso perdido.

—¿Dónde está mi hija, Kenzaki? —Suplicó el señor Sanjo—. Solo quiero verla y saber que ella realmente está bien. Que no le ha sucedido nada.

—¿Qué podría sucederle?

No respondió.

Joder, hablaban como si en verdad él fuera su jodido secuestrador.

Vaya mierda.

—Está en el automóvil—Confesó al fin—. Aunque no estoy seguro que quiera hablar con siquiera alguno de ustedes.

—No me cuesta nada intentarlo.

Takehito sonrió con pesar, le agradeció y fue inmediatamente a donde su hija a intentar hablar con ella.

El trabajo de Kenzaki estaba hecho, había protegido a su Amaya y ahora podrían estar bien, sin ningún inconveniente.

🥊🥊🥊

Sayuri Kenzaki

Inicio del combate

Sus manos temblaban con ligero nerviosismo y ansia. A su lado estaba el chico que poco a poco le robaba incluso el aliento y la confrontación estaba a nada de empezar.

—¿No estás nervioso? —Decidió preguntar.

—No.

La verdad es que ella pudo notar como se tensaba, dándose cuenta de que sí que lo estaba.

—¿Te sucede algo?

Shinatora la miró por primera vez en todo este rato, sin embargo, cuando quiso contestarle, su completa atención se desvió a la puerta de la habitación en la que se encontraban, haciendo que Sayuri frunciera el ceño.

—Joder—Musitó—. ¿Qué haces aquí, Hikaru? ¿Tan pronto has vuelto?

La pelinegra en la puerta sonrió y después posó su mirada azul en Sayuri, examinándola.

Sayuri estuvo tentada a arrugarle la nariz. No sabía quién era.

La chica apartó unos segundos el flequillo largo que le caía por la frente y, después, se apoyó en el umbral con una gran sonrisa antes de decir:

—Veo que al fin encontraste a alguien, hermanito.

Sí, eso la descolocó completamente a instantes de presenciar el primer combate.



***

¡Holaa, he vuelto!

Me había tomado un pequeño descanso antes de volver a esta historia, y quiero decirles que realmente no sé cuántos capítulos le quedan—Al menos al primer libro—, pero iremos poco a poco. Por ahora se viene el combate contra USA. *Guiño, guiño*

¿Cuál fue su parte favorita del capítulo? ¿Valió la pena la espera? ¿Les gustó? ¿Tienen teorías?

Que opinan, ¿Creen que Jun tiene pinta de abogado?

Por cierto, ¿Ya se dieron cuenta de que Jun y Maya nunca se hicieron la "Gran pregunta" y aún así ellos mismos se ponen y tratan con la etiqueta de novios? Ellos siendo ellos:3

¡Nos vemos en el siguiente gong!

¡Sígueme para más contenido de mis historias!

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