» Capítulo XIV
Nota rápida: Nadie se dio cuenta en el capítulo anterior de que Kenzaki dijo que ya no estaba comprometido;)
Ahora sí, a leer:D
Mini maratón [No tan] Sorpresa 1/2
***
Amaya Sanjo
—¿Qué no ese tío estaba en América? —Preguntó Yahiko, confundido.
Aún tenía su brazo rodeando los hombros de Maya, y sí, Kenzaki aun lo fulminaba con la mirada desde el ring.
—Al parecer quiso volver antes—Maya dirigió una mirada nada disimulada a Rin y Sayuri, sabiendo que ellas habían informado de su patético estado a Kenzaki.
Pero ellas hicieron como si nada, ignorando su gélida mirada.
Los pobres hermanos Inoue no entendían que había sucedido allí.
—Justo a tiempo, al parecer—Murmuró Kathie cuando observó como Shaft asentía con la cabeza y subía por la escalera colgante por la que había descendido.
Los púgiles japoneses descendieron del ring y cada uno comenzó su propio camino para salir del estadio.
—¡Kath, venga, hay que irnos! —Gritó Ishi una vez estuvo fuera del ring.
—Espero verlos pronto de nuevo—Se despidió la pelirroja.
—Quizá incluso sea más pronto de lo que creemos—Respondió Yahisa con una sonrisa amable, a lo que las demás chicas asintieron fervientemente con la cabeza antes de que Kath les hiciera una seña con la mano y se marchara junto a su hermano.
—¿Me quieren decir porque le mintieron a Jun diciéndole que no estaba atenta a los combates? —Demandó Maya, señalando a las hermanas con un dedo.
—¡Oh, Dios! —Chilló Yahi— ¡Que le has vuelto a llamar por su nombre! ¿Eso quiere decir que van a intentarlo?
—¡Nadie ha dicho eso! —Se defendió la castaña.
Aunque... la idea no sonaba tan mala.
—¡Pero es que no lo estabas! —Chilló Rin al mismo tiempo— ¡Ni siquiera sabías en qué etapa iban!
—¡Ni siquiera quién se enfrentaba contra quién! —Agregó Sayuri.
—¡Pero si le gané a Iko mil yenes cuando aposté que Ryuu le ganaría a Shinatora! —Replicó Maya, muy digna— ¿Eso es no saber quién se enfrentaba contra quién?
Yahiko rio ante su actitud.
—Que me ganaste seis mil, Maya—Corrigió—. Recuerda que tú apostaste cinco contra Shinatora y yo mil a su favor.
Sus amigas estallaron en carcajadas, ella solo frunció el ceño, muy digna.
—Oh, Dios—Volvió a exclamar Yahisa entre risas—. Esto solo lo comprueba.
Y, justo cuando Maya estaba entreabriendo los labios para defenderse vagamente, un carraspeo la detuvo, por lo que volteó a la persona que había hecho el sonido, teniendo una ligera idea de quien podría tratarse.
Todos la imitaron y se toparon con el capullo arrogante quien justo ahora tenía la mirada más gélida que nunca, sus gruesas cejas casi estaban a nada de unirse en el medio y sus labios estaban apretados en una línea recta.
Yahiko bajó su brazo de los hombros de Maya para que ella se pudiera girar a encararlo.
—¿Puedo hablar contigo? —Se dirigió directamente a la castaña.
Kenzaki ganaba el premio al mejor hermano del año, seguro.
—¿Justo ahora?
—Sí.
—Qué lástima, estaba en algo importante. Mejor otro día—Mencionó, esbozando una sonrisa ladina.
¿En serio se iba a poner testaruda justo ahora?
Ah, pero después bien que sufría por el púgil. Por favor, denle el maquillaje de payasa para que se lo ponga de nuevo.
Sus amigas, e incluso Yahiko, la miraron como si quisieran lanzarle un uppercut para que dejara de ser tan necia y fuera con Kenzaki de una vez.
Lo que realmente sucedía es que ella no quería ir por miedo.
Temía que terminaran en lo mismo una y otra vez, y que se volviera un ciclo vicioso del que no iba a poder salir fácilmente. Quería apostar por Jun. Quería darlo todo por él, de verdad que sí. Pero no se atrevía.
No quería perderlo todo.
—Amaya—Sentenció Jun, mirándola fijamente.
Era gracioso que con esa fría mirada pudiera aplacar a cualquiera. A cualquiera excepto a Amaya Sanjo.
—Que, si ella no quiere ir, pues nos vamos nosotros de aquí para que se queden solos—Habló Sayuri, desviando ligeramente su mirada esmeralda a Shinatora, quien la miraba desde justo el mismo lugar en el que ella lo había detenido con anterioridad.
—Ya nos debes varias, hermanito—Alegó Rin, con una sonrisita—. Vámonos.
Sus amigos asintieron y comenzaron a alejarse a toda velocidad de ahí.
—Traidores—Mustió la castaña, quién se había quedado sola con Kenzaki.
Él solo rio ante su actitud.
Vaya, al menos se le había quitado un poquito lo amargado.
—¿Qué quieres, Jun? —Preguntó directamente, cruzándose de hombros.
—Vamos a caminar—Propuso.
—Vaya, ¿Cuándo te volviste tan romántico? —Ironizó mientras entornaba los ojos.
—No lo soy, Amaya.
—Una lástima.
—Creí que no te gustaba el romance.
—Bueno, pues Yahiko es romántico y me gusta—Mintió descaradamente.
Como le gustaba incordiar al pobre Jun, quién justo ahora había soltado un bufido y entornado los ojos.
—Él no te gusta, Amaya.
—¿Y tú cómo sabes eso? —Bramó.
— Porque me doy cuenta de cómo me miras— Respondió, una sonrisa abriéndose paso en su rostro— y es de la misma manera en la que te miro yo.
Maya se dio la vuelta cuando sintió como la sangre comenzaba a subir hasta sus mejillas, solo para que Kenzaki no viera como esa simple frase le había afectado.
—Mejor comienza a caminar, Jun.
Ella comenzó a dar pasos para salir del estadio. Después de ese acto tan sencillo, necesitaba aire urgentemente.
Y, sin decir nada, Jun simplemente la siguió.
🥊🥊🥊
Sayuri Kenzaki
—De nuevo tú.
—¿Disculpa? —Exclamó Sayuri—. Que tú has sido el que se me ha quedado viendo como si quiera que lo hablara.
—Yo te veía porque tú lo hacías.
—Eso no es cierto.
—Claro que lo es.
Si había algo que podría molestar a casi cualquier persona eran las respuestas cortas. Y Shinatora era un experto en darlas.
Sayuri esbozó una mirada altanera y se dio la vuelta, dándole la espalda.
—Pues me voy.
—Pues vale—Sayuri estaba a punto de marcharse, muy digna, sin embargo, el púgil habló de nuevo—: ¿Quieres que te lleve? —Ella se encogió de hombros—. Digo, como muestra de agradecimiento por haberme ayudado con mis heridas.
—Ya—Respondió ella, desinteresada, pero la sola idea de irse con él... provocaba cosas extrañas en su sistema—. Solo déjame avisarle a mi hermana.
Sacó el móvil para enviarle un texto a Rin, pues era la única a la que le iba a interesar con quién se fuera, admitámoslo.
Una vez más, Kenzaki ganaba el premio al mejor hermano del año.
Rin: ¡Y con quien me voy yo!
Sayu: Dile a Yahi que te alcance a la mansión.
Rin no respondió inmediatamente, por lo que Sayuri suspiró, estando a punto de decirle a Kazuki que no podría ir con él. Entreabrió los labios, sin embargo, cuando estuvo a punto de hablar, el sonido de una notificación la interrumpió.
Rin: Olvídalo, que ya me han ofrecido llevarme a casa. Diviértete;)
—¿Todo en orden?
—Sí.
—¿Podemos irnos? —Preguntó Kazuki.
La chica de ojos esmeraldas asintió y juntos comenzaron a caminar lejos de allí.
🥊🥊🥊
Rin Kenzaki
Kawai terminaba de abrirle la puerta a Rin para que subiera al automóvil que Takako—Su hermana mayor— conduciría.
—Gracias—Susurró ella y se adentró al interior.
Kawai asintió y le regaló una de sus encantadoras sonrisas antes de subir y sentarse a su lado en la parte de atrás.
Takako comenzó a conducir, su mirada fija en la interestatal.
—¿Te había visto antes? —Decidió preguntar Kawai.
—Sí. Estuviste en la fiesta de compromiso de mi hermano—Confesó—. Hace un año.
El pianista abrió mucho los ojos, sorprendido ante la confesión y, cuando quiso preguntar, su hermana se le adelantó:
—¿Eres hermana de Jun Kenzaki?
—Sí, lo soy—Respondió, apenada.
—Entonces eso quiere decir que nos veremos a menudo—Habló Kawai, al mismo tiempo que le abría la puerta pues ya habían llegado a su mansión—. Hasta pronto, Rin.
—Hasta pronto... y gracias.
Kawai depositó un suave beso en el dorso de su mano, lo cual hizo que Rin sintiera sus mejillas arder antes de entrar a su mansión.
No sin antes dedicarle una última mirada al pianista de cabellos verdosos que esperaba que ella entrara para que, con su hermana, pudieran emprender el camino a su destino.
🥊🥊🥊
Kath Ishimatsu
—¿Te imaginas a tu hermano mayor luchando contra estadounidenses? —Dijo Ishi, con una voz soñadora.
Pero Kath no le estaba haciendo mucho caso.
Es que cuando solía caminar, su mente comenzaba a divagar.
Sintió un golpe y cuando estuvo a nada de caerse, alguien la detuvo agarrándola del brazo.
—Genial, acabo de comprobar que no me estabas escuchando.
Sí, era Ishimatsu que se había interpuesto en su camino para ver si su hermana lo notaba, cosa que, claramente, ella no hizo.
—¡Sí te estaba escuchando! —Se defendió.
—Claro, y yo soy alto—Kath le frunció el ceño, Ishi la imitó— ¿Qué ocurre contigo? No es normal en ti ser tan distraída.
¿Era normal que estuviera distraída? Ni lo recordaba.
Kath negó con la cabeza, restándole importancia.
—Pensaba en los combates, eso es todo—Mintió.
Sobre todo, porque los combates tenían cabello azabache largo y unos intensos ojos grises, seguro.
—No tienes que preocuparte por nada, vamos a ganar.
—Lo sé—Susurró ella con una sonrisa ligera, cediéndole la razón.
Entonces cayó en cuenta de algo: Que el desconocido tenía un parecido impresionante con alguien que ella ya conocía.
🥊🥊🥊
Jun Kenzaki
—¿A dónde me llevas, Jun?
—Se supone que yo te estaba siguiendo a ti, Amaya.
Genial, no se podían quedar solos por un momento sin que hicieran el mundo arder a su paso.
Aunque... realmente Kenzaki sí que sabía a donde la estaba guiando.
—Eres imposible—Maya bufó y se paró en seco, cruzándose de brazos.
—¿Qué haces? —Preguntó Kenzaki, confundido.
—Que si no sabes a donde vamos, pues no voy a continuar siguiéndote.
Kenzaki entornó los ojos y trató de reunir todo su autocontrol posible.
Se había prometido desde que se decidió apostar por Amaya que iba a evitar discutir siempre con ella, o tan siquiera lo menos posible.
Vaya que eso sería tan difícil.
—Serás testaruda—Kenzaki le agarró la mano, frustrado y comenzó a caminar con ella—. Solo camina, no falta mucho.
—¡Yo no te he dado permiso de agarrar mi mano, capullo! — Chilló y, sin embargo, no se soltó.
Incluso disfrutaba sentir su mano entre la de Jun. Que se veía ridículamente pequeña a su lado.
—Tampoco me diste permiso de besarte y eso no me impidió hacerlo, Amaya—Kenzaki le guiñó un ojo al mismo tiempo que elevaba una de sus comisuras.
Definitivamente Maya tenía un serio problema con gustarle que Kenzaki dijera su nombre al final de cada frase.
—Te odio—Farfulló ella una vez que ambos se detuvieron frente a un parque.
Había muchos árboles y pasto verde cubriendo todo, también bancas para las pocas personas que se hallaban allí, al igual que un pequeño lago a unos cuantos metros de donde ellos se encontraban.
—No, no lo haces, Amaya.
—Que sí, pesado.
Ella era tan mentirosa. No lo odiaba.
Nunca podría.
—Claro que no—Repitió—. Sientes lo mismo que yo, y te puedo asegurar que yo no te odio.
De nuevo, las mejillas de Maya ardieron, por lo que esta vez se dio vuelta y huyó al lago, sentándose a la orilla de este.
Kenzaki no tardó mucho en seguirla e imitarla, sentándose a su lado.
—Te dije que no ibas a poder huir de mí—Habló el oji-gris después de unos cuantos minutos en silencio— ¿Por qué siquiera sigues intentándolo?
La mirada castaña estaba fija a lo lejos del lago, mientras que la mirada gris estaba fija en ella.
Maya nunca se había dado cuenta, pero, quizá, siempre fue así.
Jun sabía que siempre fue así.
—Porque no nos hacemos bien, Jun—Confesó en un momento de flaqueo—. Sé que si me quedo contigo solo terminaremos dañándonos.
—Es mejor eso a no intentarlo.
—Yo no quiero intentarlo y perderlo todo por ti.
Por primera vez, desde que se sentaron frente al lago, ella lo miró. Y le transmitió todo lo contrario a lo que decían sus palabras.
—Pues yo ahora estoy decidido a perderlo todo por ti.
Esa simple frase sembraba esperanza en Maya, sin embargo, sabía de antemano que con Jun nada iba a ser fácil.
Y que solo había dos opciones: Ganar completamente o perderlo todo.
Ni más ni menos.
—Amaya, mírame—Pidió, pero la chica no cedía—. Sanjo, solo mírame y dime si te estoy mintiendo.
La castaña sabía que no mentía, sus palabras sonaban genuinas y sinceras, pero no se atrevió a mirarlo. Sabía que caería si lo hacía.
Pero Kenzaki no se iba a quedar así.
No ahora que estaba decidido a apostar todo por ella.
Llevó una de sus manos al mentón de la fémina y la obligó a mirarlo. Ambos se habían perdido en la mirada del otro. El pulgar de Kenzaki rozó delicadamente la zona que sostenía y eso envió una corriente de inimaginables emociones por el sistema de Maya.
—¿Quieres que te dé rosas todos los días y te diga que te quiero en todo momento? Puedo hacerlo, Amaya.
Ella soltó una tenue risita que ocasionó que Kenzaki frunciera el ceño.
¿Qué no se podía poner seria unos minutos? Claro que no.
De ser así no sería Amaya Sanjo.
—Ese no serías tú, Jun— Respondió—. Y una vez me dijiste que no te pidiera que cambiaras, porque eso es imposible.
—Pero sí te pedí que me dejaras demostrarte lo mucho que podía hacer por ti... Y no lo hiciste.
—¿Y qué pasaría si ahora quisiera hacerlo? —Le incordió, con una sonrisita maliciosa.
Kenzaki pudo ver un destello de luz en toda la oscuridad que había envuelto la situación.
Se había prometido que, si lograba convencerla de estar con él, no la soltaría jamás.
Vaya, desde niño había sido así.
Si tenía algo en manos, ya no había posibilidad alguna de que lo soltara.
Quizá esta no iba a ser la excepción.
—Apostaría todo por ti—Dijo con simpleza, enseñando su perlada sonrisa— ¿Apostarías tú todo por mí?
Diablos, ¿Quién era este nuevo Kenzaki? Vaya que uno sí que dejaba su orgullo y arrogancia de lado por alguien.
Él era el vivo ejemplo de ello.
La pregunta aquí era: ¿Valdría la pena?
—Podría intentarlo...
Eso le bastó y le sobró a Jun, quién no esperó más y se lanzó a devorar los labios de Amaya como solo él sabía hacerlo.
Sus labios se movían con frenesí y hambruna sobre los suyos. Sentía que había pasado una eternidad desde que los probó por última vez. La mano de Jun sujetó con firmeza un costado del rostro de Maya mientras ella llevaba ambas manos a su nuca, sosteniéndolo con fuerza.
Vaya que incluso se les había olvidado que él hace no muchos meses pasó por una operación.
A ella le ganó el peso, ocasionando que cayera sobre el césped con Kenzaki sobre ella y que ambos soltaran una ligera risa ante eso.
Sonaban—Y estaban—muy felices.
Quién lo diría...
—¿Quién eres tú y que hiciste con el verdadero Kenzaki? —Bromeó ella, aún debajo de él.
—¿Qué te pasa? Si yo sigo siendo el tío más guapo y mejor boxeador del mundo—Bromeó él—. Por cierto, tienes que mejorar la posición en la que pones tu brazo para lanzar un straight.
¡Por Dios! Kenzaki bromeando era lo único que le faltaba al 2020 para acabar.
—¡Pero si me sale mejor que a ti! —Reprochó—. Yo soy quien debería decirte como boxear, Kenzaki.
—Tal vez, pero sabes que no te voy a hacer caso, aunque me lo repitas miles de veces.
Maya rodó los ojos mientras él le daba un beso rápido en el puchero que había hecho y se quitaba de encima para tumbarse a su lado.
—Capullo.
—Amaya—Sentenció, con fingida seriedad.
Ella volteó a verlo, elevando las cejas.
—¿Qué?
—Estoy seguro de que apostar por ti valdrá la pena.
Solo estaba esperando no equivocarse sobre eso.
🥊🥊🥊
Yahisa Inoue
Los hermanos Inoue iban rumbo a casa. Habían decido caminar pues tenían varias cosas de las que charlar.
En especial de una noticia de la que Yahisa se había enterado por medio de cierto púgil rubio y alemán.
—¿Hablas en serio? —Preguntó su hermano, aun asombrado por las palabras que Yahi le había revelado minutos atrás.
—Nunca en mi vida había hablado más enserio, Iko—Respondió la de luceros Jamaica—. Él me aseguró que Japón muy pronto se enfrentaría al mundo entero.
***
¡Están juntos! ¡Ahhhh! *Inserte grito fangirl*
Lo que no puedo prometerles es que todo será miel sobre hojuelas *Guiño, guiño*
¡Nos vemos en la siguiente parte!
¡No se olviden de seguirme para más contenido!
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