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» Capítulo XIII

Amaya Sanjo

—¿Amaya? — Escuchó al otro lado de la línea.

Su corazón comenzó a latir frenético y el nerviosismo se apoderó de ella. Algo revoloteó en su estómago al escuchar esa voz que— Por más que negara— conocía a la perfección.

—¿Kenzaki?

Era él.

Ella estaba segura de eso.

Por un momento, ninguno de los dos dijo algo más. Tenían tanto que decirse y nada de valor para hacerlo. Maya soltó un bufido y decidió hablar:

—¿Qué mierda? ¿Cómo demonios conseguiste mi teléfono?

Kenzaki soltó una pequeña carcajada, a lo que Maya frunció el ceño aun sabiendo que él no podía verla.

—Te juro que por un momento me creí esos cuentos de mis hermanas de que no eras la misma desde que me fui—Su tono de voz no era burlona, como solía serlo siempre. Sonaba... sincero y a la vez con tintes de preocupación disfrazada—, que apenas hablabas y que ni siquiera estabas atenta a los combates. Me alegra mucho saber que no fue así y que solo querían preocuparme.

«Oh, pequeñas traidoras.» Pensó Maya, hundiendo las cejas cuando dirigió su mirada castaña a donde sus amigas estaban paradas.

Incluso voltearon a verla para comprobar que estuviera bien ¡Y le sonrieron como si no le hubiesen hecho una redada!

La traición, la decepción...

También Sayuri le sonrió, quien había vuelto al lugar en el que todos estaban después de curar las heridas de Shinatora... junto con él.

Está de más decir que los comentarios se hicieron presentes, ¿Verdad?

En ese momento, la multitud estalló en emoción, pero Maya estaba más centrada en cierto capullo arrogante que no prestó mucha atención a lo que estaba sucediendo.

—¿Por qué ibas a estar preocupado por mí, Jun? —Atacó ella— ¿O por qué siquiera creíste que iba a estar mal porque terminamos?

—¿Terminamos, Amaya? —Contraatacó él, la diversión latente en su voz.

Maya incluso se imaginó la sonrisita maliciosa dibujada en el rostro de Kenzaki debido a que ella no podía controlar sus palabras.

—Cierto, se me olvidaba que no podemos terminar algo que nunca empezó.

Eso le había jodido a Kenzaki, y aunque a Maya también; no se retractó.

—¿Te recuerdo que tú no quisiste que empezara? —Siseó, ligeramente dolido.

—¿Te recuerdo que fue porque tú estabas comprometido?

Kenzaki soltó un pesado suspiro.

Ella era tan testaruda que siempre lograba exasperarlo.

—Pero ya no lo estoy y ya...—Iba a decir algo más, sin embargo, se obligó a detenerse porque con Maya todo se trataba de atacar y contratacar y, aunque le gustaba verla enfurecida, justo ahora no podía hacerlo, así que no tenía mucho sentido—. Vale ya, que no te he llamado para discutir.

—Vaya, pero es que contigo todo es así, Jun. Un tira y afloja constante.

Amaya llevaba mucho tiempo sin hablar— Mejor dicho, discutir— con alguien. Así que justo ahora era un grano en el culo que Jun debía de soportar.

—Amaya—Sentenció—. La mierda que tengo que decirte es importante.

—Entonces dilo de una vez y déjate de rodeos.

—Justo ahora Black Shaft está por...

Pero Kenzaki no pudo decir nada más, porque de pronto las luces se apagaron y la señal del móvil se perdió por un instante.

—¿Jun? —Preguntó ella, alarmada—. ¿Estás bien?

Pero Kenzaki no le respondió pues la llamada se había cortado, por lo que mejor optó por regresar a donde sus amigas.

Las personas en el estadio estaban conmocionadas aun pues el combate tenía poco de haber culminado, dejando como único campeón a Ryuu Takane. Justo estaban en la ceremonia final, en la que estaban entregando los trofeos a los cuatro mejores cuando la luz se esfumó.

La cúpula se abrió y de una escalera tendida bajó Shaft, justo como Kenzaki estaba a nada de decirle a Maya. Retó al equipo Japonés, sin embargo, les hacía falta un púgil y no había nadie más que fuera lo suficientemente bueno como para enfrentarse a los estadounidenses.

—Deberías entrar—Le sugirió Sayuri, quien tenía los ojos fijos en Shinatora, el cual estaba parado junto a Ishimatsu, Ryuu y Kawai sobre el ring.

—¡Tiene razón! —Chilló Rin, entusiasmada mientras también desviaba por momentos su mirada castaña al ring—. Sabes boxear, podrías hacerlo.

Los púgiles y Shaft seguían hablando sobre el reto que el estadounidense había propuesto.

—Ni de coña me dejarían subirme al ring para boxear—Espetó Maya, con los brazos cruzados, sabiendo que esa no era la única razón.

Su problema respiratorio también lo era.

—Realmente no creo que Ryuu se oponga, es más, estoy segura de que te apoyara si decides subirte ahora mismo al ring—Apoyó Yahisa, mirándola con una sonrisa en sus labios.

—Estoy segura de que, si Ryuu te apoya, mi hermano también lo hará— Escucharon una voz desconocida y por inercia se giraron todas hacia ella, encontrándose con la pelirroja que estaba deteniéndose frente a las chicas—. Deberías intentarlo si eras tan buena como dicen los rumores, Amaya Sanjo.

Maya estiró la mano hacia Kath en señal de saludo, la cual la pelirroja aceptó gustosa.

Era el inicio de una gran amistad, eso era seguro.

—¿Ves, Mayis? —Le dijo Yahiko, cruzando uno de sus brazos por los hombros de la castaña en un abrazo muy cercano—. Si estas chicas creen que podrás, ¿Por qué no intentarlo?

Sus amigas la miraban insistentes, sabiendo que ella podría jugar un papel importante si decidiera subir justo ahora al ring. Además de que no había nadie más que fuera fuerte en Japón, pues Kenzaki seguía en América y no se sabía hasta cuando regresaría.

—Lo haré—Respondió ella, decidida; a lo que sus amigos le sonrieron, mostrándole su apoyo.

Sin embargo, cuando estaba a nada de separarse de Yahiko y caminar hasta el ring, sintió el peso de una mirada fulminante sobre ella, por lo que se giró en busca de quien la miraba con insistencia, topándose con un par de ojos grises que le eran extremadamente familiares.

El corazón de Maya latió con ahínco y frenesí, no se imaginó verlo pronto y sin embargo le seguía afectando como solo él sabía hacerlo.

Kenzaki estaba allí, en Japón. Justo en el estadio.

Era escoltado por los guardias del club de boxeo Concordia y tenía la mirada gélida sobre ella, más bien, sobre el brazo de Yahiko que rodeaba los hombros de la castaña. Pero eso no le impidió caminar demandantemente sobre el ring y decir:

—Si necesitas cinco personas, entonces cinco personas tendrás.

Shaft enarcó una ceja.

—¿Quién será el quinto?

Jun sonrió.

—Lo estás viendo.

Con eso estaba todo decidido, Kenzaki era el quinto púgil.

Y su regreso iba a traer consigo muchas consecuencias en la vida de cierta castaña que lo miraba justo ahora con una sonrisa maliciosa, que significaba un claro: Te extrañé.


***

Debo de admitir que me gusta mucho escribir sobre ellos aunque solo se la pasen peleando xD

Es cortito, lo sé, pero en el siguiente capítulo veremos que pasará con Jun y Maya, al igual que con las demás parejas *Guiño, guiño*

Díganme, ¿Qué les pareció el capítulo? ¿Qué les gusta de la historia? A mí me gusta leer sus comentarios;)

Nos vemos de nuevo el 31 o el primero:3

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