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» Capítulo XII

Kath Ishimatsu

La pelirroja se acercó decidida a donde había visto esa larga cabellera azabache. Quería dejarse de estos juegos. No soportaba la idea de que fuera su mente quien le estuviera jugando una mala pasada.

Comenzó a esquivar a toda la multitud que vitoreaba la victoria de Takane sobre Shinatora minutos antes de que éste último bajara del ring.

Recibió codazos y pisadas que no dejó pasar, pues ella misma las devolvía, ya que era la única forma de hacerse camino rápido, antes de que él desapareciera como siempre sucedía.

—¡Hey, tú! —Gritó, intentando que su voz se escuchara por sobre el de toda la multitud.

El sujeto, más que escucharla, sintió su pesada mirada sobre sí, lo que lo obligó a mirar en su dirección, dándose cuenta de que, si no se iba en este preciso momento, ella lo alcanzaría en cuestión de instantes.

Sin embargo, sus piernas se sentían con kilos de plomo en ellas y se negaban a realizar las órdenes que su cerebro enviaba.

¿Qué demonios le sucedía?

Cada vez veía a la chica pelirroja acercarse aún más, y lo único que podría— Y quería hacer— era observarla.

Su cabello de un intenso color rojizo estaba alborotado y, aun así— Pensaba él— se le veía... bien. Quizá más que bien. Sus ojos marrones por momentos se tornaban rojizos, pues reflejaban el color de su cabello en ellos y su piel tan nívea resaltaba como fuese.

Las piernas de Shadow en ese momento volvieron a conectarse con su cerebro, y en menos tiempo del que pudo notar, ya se estaba escabullendo en dirección contraía a la que Kath venía.

Si se hubiera demorado tan solo unos segundos más observándola, ella hubiese llegado frente a él sin problemas.

—Mierda, mierda y más mierda—Maldijo por lo bajo cuando solo vio la sombra que dejaba la rapidez con la que el chico se había movido para esfumarse.

—¡Kath! —Gritó Ishimatsu a lo lejos.

Comenzaba a caminar—Como podía debido a los golpes de su pelea anterior— hasta poco antes de llegar a donde su hermana, pues ella había soltado un pesado suspiro antes de darse la vuelta y sonreírle a su hermano como si nada hubiese pasado.

—¿Estás bien? —Preguntó con preocupación al verla.

Podía tener una sonrisa impregnada en su rostro, sin embargo, sus ojos siempre la delataban e Ishi lo sabía a la perfección.

—Lo estoy—Respondió.

Lo que menos quería era agobiar a su hermano con sus problemas. Demasiado tenía él con los suyos.

—Kath...—Comenzó a decir Ishi, reprendiéndola.

Pero ella lo interrumpió:

—Debemos ir a ver el siguiente combate, Shinatora va bajando del ring—Informó y pasó al lado de su hermano para colgarse de su brazo y llevárselo de allí antes de que siguiera con su interrogatorio.

Uno que ella no quería contestar pues no tendría respuesta a ninguna de sus preguntas.

🥊🥊🥊

Sayuri Kenzaki

Shinatora había bajado del ring hacía tan solo unos momentos y se estaba escabullendo a los vestidores.

Había perdido el combate y, a pesar de eso, se había alegrado por ver a Takane ganar.

De hecho, no solo él se alegraba por ver a Ryuu ganar. En el fondo, muy en el fondo— Y aunque no quisiera admitirlo— Kanako—Quien miraba los combates a través de su televisión de pantalla plana desde la comodidad de la mansión Sanjo— también lo hacía.

¿Qué no se había enamorado de Kenzaki? Bueno, al parecer sus verdaderos sentimientos nunca dejaron de estar allí.

¿O sí? Solo Kanako sabía la respuesta a esa pregunta, y para este punto estaba más que confundida.

—¡Oye! —Gritó la chica de cabellos azabaches a cierto púgil que estaba entrando al túnel de salida hacía los vestidores.

Al escucharla se detuvo en seco, sin embargo, no volteó a verla.

Sayuri, al verlo estático a unos cuantos metros de ella, supuso que la había escuchado, así que apresuró su andar hasta quedar frente a su ancha espalda.

Pudo notar como las gotas de sudor descendían por sus fornidos brazos y como los cabellos se le pegaban a la nuca por lo mismo. Tenía el uniforme desalineado y sucio. Sobre todo, tenía los puños llenos de cortes recientes y de los que brotaban hileras de sangre.

—Oye...—Llamó la chica, tocando con mucho trabajo, y ligeramente, su hombro para que volteara a verla.

Shinatora lo hizo entonces sus ojos, oscuros y gélidos, se cruzaron con las esmeraldas que destilaban calidez y determinación de Sayuri.

Enarcó una ceja sugerente, indicándole que, si tenía algo que decir, lo hiciera rápido.

—He visto que has venido solo y...

—Eso a ti no te importa—Espetó, hundiendo ligeramente las cejas.

Su rostro tenía muchos cortes y moretones. Lucía derrotado y eso a Sayuri le estrujaba el corazón.

Sentía que debía de ayudarlo.

—Tienes razón—Concedió—. Pero alguien debe de ayudar a remediar el desastre en el que estás.

Shinatora entreabrió los labios y, sin embargo, ninguna palabra brotó de ellos. Lo cual era extraño pues siempre sabía qué contestar.

Era sereno, serio y misterioso, pero siempre tenía algún comentario que hacer. Era una lástima que hoy no lo tuviera.

—Te acompañaré a curarte—Ordenó la pelinegra y comenzó a caminar—. Venga, vamos— Incitó cuando vio que el púgil se había quedado estático nuevamente— ¿Acaso quieres que te arrastre o estás esperando una invitación?

«Pero ¿quién es esta mujer?» Se preguntó Shinatora mientras la veía anonadado y, sin embargo, aun así, comenzó a seguirla hasta los vestidores.

Mientras tanto, en el ring un nuevo combate estaba a punto de iniciar.

🥊🥊🥊

Rin Kenzaki

Los cabellos verdosos revolotearon un poco con la ligera brisa que se sintió en el cuadrilátero, Kawai se ajustó los guantes antes de cruzar la cuerda por completo y, en ese momento, sus ojos se cruzaron con unos dorados que lo miraban desde ya hacía bastante tiempo.

Decidió regalarle una sonrisa a la chica de cabellos castaños, lo cual hizo que ésta se sonrojara mientras le devolvía el gesto, un poco apenada al ser descubierta.

Sus amigas, quienes se encontraban a su lado la miraron con confusión y dirigieron su mirada a donde la de Rin estaba posada, llevándose la gran sorpresa de que a quién miraba era a Takeshi Kawai.

—Oh, por Dios—Chilló Yahisa con emoción—. No me digas qué...

—Le gusta ese púgil— Completó Amaya, muy serena, mientras intentaba reprimir una sonrisa.

Rin enrojeció enseguida y sacudió la cabeza en negación.

—¡Claro que no! —Chilló ella, intentando parecer enfadada justo cuando el gong sonó.

Yahiko soltó una risa.

Nunca iba a terminar de entender a las mujeres.

—Sí, claro— Ironizó Maya por primera vez en bastante tiempo mientras tenía enfocado sus ojos en el combate.

—¡A ustedes son a quiénes les gustan los boxeadores, no a mí! —Acusó Rin, quedándose sin excusas y teniendo las mejillas completamente encendidas.

Yahisa inmediatamente pensó en cierto alemán mientras que Maya trataba de que sus pensamientos no fueran a cierto capullo arrogante que se encontraba fuera del país.

Sin embargo, ambas negaron con la cabeza y dijeron más nada, por lo que Rin sonrió victoriosa y todas se dispusieron a observar el combate.

Maya parecía atenta todo, aunque realmente estaba ausente.

Ni siquiera sabía en cuantos asaltos estaban, mucho menos podría deducir quién ganaría como solía hacerlo siempre.

Agradecía mucho el no haber apostado nada a favor de nadie.

Su mente viajó a los pocos— O tal vez muchos— recuerdos que tenía con el capullo arrogante, se relamió los labios y sonrió nostálgica, sintiendo una vibración en su pierna derecha—Su móvil— a la que decidió no darle importancia hasta que cesó.

Pero la vibración seguía insistiendo, ella soltó un bufido y cogió su móvil del bolsillo de su jogger verde oliva, notando que, un número al que no tenía registrado, la llamaba.

—Ahora regreso—Le dijo a los hermanos y a Rin, quienes le asintieron con la cabeza.

Cuando ella logró llegar a un lugar lejos de los gritos, blasfemias y demás de la multitud, la llamada se cortó.

Maldijo por lo bajo y comenzó a observar el móvil por unos cuantos segundos para ver si le volvían a llamar.

No se podría imaginar quién era y lo que querían.

Al ver que no iban a volver a llamar dejó salir un pesado suspiro y lo guardó de nuevo en su bolsillo antes de caminar a donde había dejado a sus mejores amigos.

Pero el móvil sonó de nuevo y esta vez sí alcanzó a cogerlo.

—¿Amaya? — Escuchó al otro lado de la línea.

Su corazón comenzó a latir frenético y el nerviosismo se apoderó de ella. Algo revoloteó en su estómago al escuchar esa voz que—Por más que negara— conocía a la perfección.

—¿Kenzaki?


***

¡Ahhh, se prendió! *Inserte grito fangirl* Solo diré que esperen el siguiente capítulo, quizá se ponga aún mejor;)

Cuéntenme, ¿Qué les parece la historia? ¿Les gustó este capítulo?:3

¡Hasta el siguiente gong!

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