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» Capítulo VI

Amaya Sanjo

Al llegar a casa no se imaginaron la noticia que les esperaba: Kiku y Ryuu habían abandonado la mansión.

Eso causó un revuelo de emociones en todos los que vivían allí: La madre y Abu estaban más que felices, el señor Takehito lo lamentaba al igual que Amaya, y Kanako... Kanako estaba devastada.

—Es que no lo entiendo—Dijo Kanako, sorbiendo su nariz— ¿Por qué se fueron sin despedirse? ¿Por qué Ryuuji no me contó que se iba a marchar?

—Quizá él tampoco sabía que se iría tan repentinamente, Kanako— Respondió Maya, acariciando su cabello, la menor estaba recostada en su regazo—, de ser así estoy segura que hubieses sido la primera a quién le diría.

—La mansión se sentirá extraña sin él—Habló ella, pasando su mano por su orbe para limpiar sus lágrimas.

—Espera, Kana— Paró Maya, enfocando sus ojos castaños en los de su hermanita—. ¿Ocurre algo más con Ryuu? ¿Me lo estoy perdiendo?

—¿Eh? No, no— Se apresuró a decir.

Y entonces Maya recordó todos esos momentos que la menor había pasado con Takane, desde cómo había hablado de él cuando lo conoció en el tren, o como se portó cuando lo volvió a ver, o lo preocupada que estuvo hace unas horas, cuando creyó que algo malo le pasaría.

—¿Te gusta Ryuuji, Kanako?

Las mejillas de la mencionada se tornaron escarlatas, la sangre subió a ellas tiñéndolas con un rubor uniforme, las lágrimas habían cesado y ahora sus ojos se habían abierto de par a par, por lo que Maya dejó de acariciar su cabello, y la veía intentando suprimir una sonrisa burlona.

—¡No lo puedo creer! —Exclamó, riendo un poco— ¡Ryuuji Takane te gusta!

Bueno, no vamos a negar que a cualquiera le gustaría Ryuuji Takane.

—¡Pero no lo grites! —Reprendió ella, sus mejillas seguían de un tono carmesí—. Mamá puede escucharnos.

—¡Que lo escuche! — Exclamó la mayor, mientras reía a carcajadas— ¡Para ver si así entienden que no te pueden casar con ese genio idiota y arrogante!

—Sabes que eso no va a cambiar, Maya—Contestó ella, con un aire de melancolía—. Sabes mejor que nadie como son esas cosas, Ryuu hará su vida lejos de mí y yo me tendré que casar con Jun.

—Eso no tiene porqué ser así— Refutó, levantándose de la cama y comenzando a dar vueltas por toda la habitación—. Aun puede haber algo que podamos hacer para evitarlo.

—Puede haber miles de cosas que podamos hacer para evitarlo, Maya— Kanako la estrechó en sus brazos—, pero no quiero cargar con el castigo que eso implica.

Y esa era la simple diferencia entre ambas Sanjo: Amaya era aguerrida, no aceptaba las cosas sin pelear; Kanako, por otro lado, se conformaba con seguir órdenes, no refutaba y trataba de seguirlas al pie de la letra.

—Ya—Mustió Amaya, separándose de su hermana—, pues comienza a prepararte, sabes que a tu futuro marido no le gusta esperar.

Se dio media vuelta y salió de allí, sin voltear a verla. Fácilmente sus planes para que su hermanita fuera libre se habían ido al caño.

Kanako lo había querido así.

-

El automóvil de la familia Sanjo aparcó frente a la imponente mansión Kenzaki, los pasajeros descendieron y subieron las escaleras de mármol hasta llegar a la puerta, fueron anunciados antes de entrar al lujoso salón en el que varios hombres importantes del país y sus respetables familias se encontraban.

🥊🥊🥊

Jun Kenzaki

La velada dio comienzo, Kanako, con un vestido blanco que le llegaba hasta los tobillos y le cubría los brazos y el cuello, y el cabello perfectamente peinado en un moño alto, estaba sujeta del brazo de Jun, que tenía un traje a medida azul marino que resaltaba el bronceado de su piel y sus negros cabellos, sus ojos grises bailaban con diversión mientras recorría todo el salón de pies a cabeza en busca de alguien.

La encontró justo al otro lado, muy lejos de donde ellos se encontraban.

Amaya tenía un vestido rojo de delgados tirantes, que tenía la espalda descubierta causando que varios de los jóvenes presentes no despegaran sus ojos de ella. Sus cabellos castaños caían en una horda de rizos a su espalda y el gloss de sus labios los hacía lucir más carnosos de lo que eran, tenía puestos unos tacones del mismo color, que se veían por la abertura del vestido en la pierna izquierda.

«Una chaqueta encima le quedaría mejor.» Pensó Jun, queriendo él mismo ir hasta donde ella para ponérsela.

Todos sabemos que no lo haría jamás. No tenía ningún un derecho para hacerlo.

Así que tuvo que simplemente observar y callar, mientras estaba al lado de la menor de los Sanjo, apunto de anunciar su compromiso.

🥊🥊🥊

Amaya Sanjo

—Creí que no te vería por aquí—Habló una dulce voz, llegando a donde Amaya se encontraba—, te he echado de menos.

Amaya se dio la vuelta, topándose con unos ojos Jamaica y una abundante melena rosa teñida, el vestido amarillo era tan largo como el de ella, también era de delgados tirantes, pero sin la espalda descubierta, su escote era maravilloso sin ser vulgar.

—También te había echado de menos, Yahisa—Ella la envolvió en un abrazo, y se dieron un beso en ambas mejillas—. Y bien, cuéntame, ¿Cómo estuvo Alemania?

—Alemania es maravillosa.

—¿Y ya? —Preguntó Maya, estupefacta— ¿Es todo lo que dirás?

Yahisa no era de hablar mucho sobre sí misma, y eso Amaya lo sabía. Pero no se imaginó que del viaje de su mejor amiga solo sabría que Alemania es maravillosa.

—Sí, Alemania es maravillosa— Amaya la miró, entrecerrando los ojos antes de que ambas soltaran una risa—, vale, sobre todo sus púgiles.

—¿Púgiles? ¡Yahisa Inoue, te he agarrado con las manos en la masa! —Exclamó la castaña—. Ahora tendrás que contarme.

Ambas rieron, vaya que se habían extrañado.

Yahisa le habló de un rubio que había conocido allí, le contó cómo se habían conocido y como, después de tanto tiempo, se habían reencontrado.

Estaba feliz por ella.

Al menos una de sus personas importantes podía estar con quien quería.

Aunque Yahisa no admitió ni admitirá que le gustaba ese alemán, pero Amaya lo sabía, con eso bastaba... por ahora.

—¿Cómo está Kanako con todo esto? —Preguntó Yahi.

Maya suspiró.

—Al parecer está de acuerdo con esta farsa, solo mírala—Señaló con la mirada como su hermana seguía sostenida al brazo de Kenzaki mientras mostraba una sonrisa a las cámaras e invitados—, lo ha aceptado así sin más.

—Sabes cómo es Kanako, Maya— Habló Yahisa—, sabías que esto terminaría pasando.

—Lo sé... solo creí que podría hacer algo para evitarlo, si hubieses estado en mi lugar ese día de la estúpida cena en la que mi padre lo anunció y hubieses visto su rostro de decepción, también lo harías, Yahi.

—Sí, claro que haría todo por Yahiko— Aceptó ella.

—Hice cuanto estuvo en mis manos—Reveló—, incluso le pegué un puñetazo a Jun.

Amaya rio un poco, recordando aquel momento en la mañana.

—¿Jun? ¿Jun Kenzaki?

—Sí, Jun Kenzaki— Confirmó—. Era un idiota, no podría permitir que alguien así se quedara con Kana.

— ¿Era, Amaya? —Preguntó la peli rosa— ¿O sea que ya no lo es?

—¡Claro que lo es! —Exclamó ella.

—Es que parecías tan convencida de lo contrario— Amaya luchó para no ponerse del color de su vestido— ¿Ocurre algo con Kenzaki?

—Ocurre que le odio— Contestó sin tapujos—, es un idiota arrogante al que no soporto.

Claro que Yahisa no le creyó. Y ustedes tampoco, no se hagan.

Pero lo dejaron hasta allí, ninguna de las dos dijo más nada.

Por las escaleras de porcelana bajaron dos chicas, una de cabellos negros y ojos esmeraldas (Sayuri) y otra de cabellos castaños e inconfundibles ojos dorados como el sol (Rin); ambas tenían vestidos dorados de mangas largas y con una pequeña abertura en el pecho hasta llegar a unos centímetros antes de su ombligo.

Se llevó a cabo un brindis por su regreso y luego se anunció formalmente el compromiso de la hija de Takehito Sanjo y el hijo de Jigme Kenzaki.

La multitud ardió en aplausos, felicitaciones y buenos deseos.

—Comenzaba a pensar que nunca acabaría—Mencionó Sayuri, llegando a donde Ama y Yahi, junto a su hermana Rin.

Su cabello estaba en una coleta alta y sus ojos brillaban con el color del vestido, ese verde contrastaba perfectamente con el dorado.

—¡Al fin están aquí! —Exclamó Yahi, mientras las cuatro se abrazaban entre sí.

—¡Al fin el cuarteto está junto de nuevo! —Comentó Rin, animada y con una sonrisa.

El cabello castaño de Rin estaba en una media cola, con un par de mechones cayéndole al rostro mientras sus ojos resplandecían como el mismo sol.

—¿Qué tal el internado? — Preguntó Amaya, más sonriente que hace un rato que anunciaron el compromiso.

Sus amigas y familia lo eran todo para ella.

—El internado es una mierda— Mustió Sayuri, enfurruñada mientras recordaba sus días allí—, pura niña pija está en ese lugar, ¿O no, Rin?

Realmente, todas eran niñas pijas. Aunque con diferencias, claro está.

—No todas las niñas son agradables—Se limitó a responder.

Rin era pacífica y amable, Sayuri tenía un carácter fuerte y decidido en ocasiones.

Ellas se enfrascaron en una larga charla, al fin de cuentas, tenían muchas cosas que contarse, habían pasado mucho en este tiempo en el que no estaban juntas.

🥊🥊🥊

Jun Kenzaki

Cuando, por fin, Kanako soltó el brazo de Jun, éste, muy decidido, quiso ir a donde Amaya, con el pretexto de ver a sus hermanas.

Bueno, él era un genio, no tenía que dar explicación alguna, ni siquiera de su presencia en cualquier lugar.

Comenzó a caminar a paso firme y decidido, nadie lo chocaba, se hacían a un lado para que él pudiera pasar con su característico aire de grandeza.

Justo cuando estuvo ha muy poco de llegar a su objetivo, alguien se le había adelantado: Yahiko Inoue.

¿Qué demonios hacía él aquí cuando, expresamente, él había exigido no enviarle invitación? Lo supo cuando vio a su hermana, dándose cuenta de que había venido como acompañante de esta.

—¿Maya? —Preguntó el chico, acercándose directamente a la castaña.

—Hola a ti también, hermano—Respondió Yahisa, con sarcasmo.

—¿Yahiko? — La castaña entrecerró un poco los ojos, analizando al chico que tenía en frente. Jun pudo notar como su sonrisa se ensanchó— ¡Iko!

Saltó sobre él en un abrazo, él la envolvió en sus brazos mientras le daba un pequeño beso en la mejilla.

—Comienzo a pensar que sobramos aquí—Habló Rin por lo bajo, mientras veía como esos dos estaban en lo suyo y se habían olvidado de ellas.

¿Acaso se olvidaron de que no estaban completamente solos? ¿Qué les sucedía?

Mejor dicho: ¿Qué le sucedía a Jun para pensar cosas como estas?

—Te la encargamos, hermano—Dijo Yahi, intentando que él la escuchara—. Cuídala, nosotras iremos al buffet.

—Claro que la cuidaré, Yahi. — Respondió él, seguía con la castaña en brazos, sintiendo la piel descubierta de su espalda, su hermana le asintió y junto a las Kenzaki, comenzaron a alejarse de allí.

Jun tenía la mandíbula tensa, los puños apretados y los nudillos tornándose blancos. Ni siquiera sabía por qué estaba reaccionando así.

Amaya no era nada suyo.

Quiso darse la vuelta para irse, pero una pequeña mano se posó en su hombro, dándole una pequeña palmadita.

—Buena suerte, campeón— Dijo Sayuri, con una sonrisa ladina.

Kenzaki solo bufó en dirección a su hermana mayor.

—Me alegra que se hayan reencontrado, Yahiko la extrañó todo el tiempo que estuvimos en Alemania— Mencionó Yahisa, que estaba a la par de Sayuri junto a Rin.

Kenzaki estaba escuchando absolutamente todo, cada vez contenía menos su furia y estaba a punto de ir a por el pobre Inoue.

¿Qué mierda le sucedía? Debía de parar.

Ya.

—También ella le extrañó, ¿No se dieron cuenta como sus ojos se iluminaron cuando lo vio? —Preguntó Rin, con una sonrisita.

—Yo creo que tendrás cuñada pronto, Yahi— Afirmó Sayuri, la mencionada asintió con la cabeza y una sonrisa en su bello rostro.

—Y será la mejor de las cuñadas—Respondió Yahi, al ver a Kenzaki se dirigió a él—: Tú lo sabrás mejor que nadie, Kenzaki, será tu cuñada a final de cuentas.

Yahisa le sonrió un poco, Kenzaki solo enarcó una ceja.

—Oh, Jun—Habló Rin, también al ver a su hermanito, quién llamaba a todo su autocontrol al ver a la pareja a no muy lejos de él, aunque por fuera se mostrara impasible—. Felicitaciones por tu compromiso, espero que seas feliz con Kanako.

Él le asintió, sin mostrar emoción alguna.

«Sí, ya quisiera Kanako que fuera feliz a su lado.» Pensó el chico de cabellos negros.

Las tres chicas se alejaron de allí, para darle espacio a esos dos que seguían abrazados y cuchicheando por lo bajo. Kenzaki las siguió un par de segundos después, dándole una última mirada a la castaña, de la que ni siquiera se percató, antes de irse.

🥊🥊🥊

Los murmullos cesaron, un joven de cabellos negro verdoso perfectamente peinados apareció frente a un imponente piano de cola, con su traje morado reluciente y con la piel blanquecina como las teclas del piano que comenzaba a tocar, deleitando a los presentes con su gran melodía.

Rin inmediatamente quedó flechada del sonido proveniente del instrumento, quizá, sobre todo, del chico que tocaba con destreza y agilidad las notas.

Sayuri, por otro lado, estaba en el buffet con Yahisa, tomando uno de cada bocadillo que había allí, cuando ambas notaron a un chico alto, moreno, con los cabellos negros y cortos, y un traje negro resaltando con su piel junto a una chica unos centímetros más baja, también con el cabello azabache en un flequillo y los ojos azules resplandecientes.

Él dirigió su gélida mirada a la chica de ojos verdes, que solo atinó a parpadear un par de veces, anonada, antes de que se fuera de allí.

🥊🥊🥊

Amaya Sanjo

El chico del piano comenzó otra melodía, esta vez una más alegre, una que podía bailarse y disfrutarse con el movimiento de las personas en medio de la pista.

—¿Bailas, Maya? —Preguntó Iko, sonriéndole.

—No sé bailar— Respondió ella, desviando ligeramente la mirada del chico a su cuñado, que tenía la peor cara que había visto en todo el tiempo en el que lo conocía.

—Pero yo sí—Habló él, captando su atención de nuevo—, y te puedo guiar.

Y, sin decir nada más, ambos se fueron al medio de la pista, las manos de Yahiko se posaron en sus caderas y las de ella en su cuello.

Inoue era un buen bailarín, había que admitirlo.

Comenzaron a moverse de un lado a otro al ritmo de la melodía y, cuando el chico dejó de tocar y otro lo relevó, la música cambió drásticamente: era más movida, más rítmica, más bailable.

Iko comenzó a guiar a la castaña, dando vueltas con la mano rozando levemente su espalda descubierta en ocasiones mientras ella le sonreía cada vez que podía, sus ojos castaños brillaban con cariño.

Quería a Yahiko, eso no íbamos a negarlo.

Unas cuantas piezas más y ella estaba agotada, los tacones comenzaban a cansarle. Podía estar entrenando todo el día, pero no podía aguantar más de hora y media bailando.

Que decepción.

—Iko, necesito aire— Dijo, en medio de pequeñas risas. Había sonreído mucho más en estas horas con Yahiko, que en toda su vida—. Voy al jardín un momento, no tardo.

—Voy por unas bebidas a la barra— Respondió él—. ¿Te veo allí?

—Por supuesto— Contestó Maya, antes de sonreírle e irse de ese lugar concurrido de gente.

Ya mañana se enfrentaría a las preguntas de sus amigas.

El fresco viento le golpeó en la cara, dándole el aire que tanto estaba deseando hace unos momentos, se sentó a la orilla de la fuente de piedra que estaba no muy lejos de ella, se deshizo de sus tacones y suspiró.

—Hace frío, no deberías estar vestida así— Escuchó a sus espaldas esa voz que conocía tan bien.

Kenzaki tenía las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón, se había deshecho de la chaqueta del traje y su camisa blanca tenía los dos primeros botones desabrochados.

—Voy vestida como a mí se me pegue la gana— Respondió, tajante—. Y no tengo porque justificarlo.

Además, ni siquiera había frío, aún estaban en septiembre y el aire estaba fresco.

—¿Quién era él? —Preguntó, enfocando sus imponentes diamantes en los de la chica.

—Eso no te importa, Jun—Habló, rodando los ojos a la vez que se levantaba a encararlo.

—¿Quién era ese tipo, Amaya? —Repitió, acercándose más a ella, tanto, que podía sentir el aroma de su colonia.

Y una idea cruzó por la mente de la castaña, sin dudar ni un segundo respondió:

—Mi novio—Eso tomó desprevenido a Kenzaki, Amaya solo vio cómo su nuez de Adán subió y bajó cuando tragó saliva—, Yahiko Inoue.

—Tú no puedes estar con Inoue.

La rapidez y ligera desesperación con la que Jun había dicho aquello, ocasionó que Amaya riera descaradamente.

—¿Y quién va a impedirlo? ¿Tú, Kenzaki? — De nuevo rio, tomando sus tacones del suelo y sintiendo la mirada gris en cada movimiento dado—. No eres nadie para hacerlo, que tú estés obligado a casarte con quién no quieres no significa que yo tenga que hacer lo mismo.

—Él no es para ti, Amaya—Dijo, su voz era firme y gruesa—. No te merece.

¿Qué mierda sabía él acerca de lo que merecía?

—No—Negó ella, levantando la mano a la altura del pecho para callarlo—, quién no lo merece a él soy yo.

Sus tonos de voz comenzaban a elevarse, Kenzaki siempre lograba irritarla.

—¡¿Es qué no te das cuenta de las cosas?! —Espetó él, empezando a enfadarse.

Pero ella igual lo estaba haciendo.

—¡¿De qué quieres qué me dé cuenta?! —Gritó ella, sus ojos destellaban furia— ¿De que eres un arrogante de mierda? ¡Por qué eso eres, Kenzaki! ¡Quédate con Kanako y a mí déjame en paz! ¡Has ganado, ¿Contento?! ¡Eso querías, ¿verdad?! Pues listo, ganaste, yo no pude hacer nada y ahora te vas a casar con mi hermana.

—¡Esto no es por Kanako, Amaya! —Contraatacó.

—¡Solo quiero que me dejes en paz! —Amaya estaba furiosa, su pecho subía y bajaba con rabia—. Aléjate de mí, ya no te quiero cerca.

—¡Bien! — Gritó, dándose la vuelta—. Ni que me importaras tanto— Dijo en un susurro, antes de alejarse de alejarse de allí, con la mirada nublosa y esquivando a Yahiko, que se dirigía a la fuente y había dejado de lado las bebidas.

—¿Estás bien, Maya? —Preguntó él una vez estuvo a su lado.

— Lo estaré— Respondió, abrazándolo de pronto y aguantando sus lágrimas.

Ella no iba a llorar, y menos por alejarse de Kenzaki.

Sabía que era lo mejor que le podía pasar en su vida.

🥊🥊🥊

Kath Ishimatsu

Los Ishimatsu se encontraban viendo la transmisión en vivo de la fiesta de compromiso entre los Kenzaki y los Sanjo, primero comenzaron transmitiendo la decoración, el salón y demás, luego entrevistaron a ambos magnates, cada quién dando su punto de vista sobre la situación.

—Mira a esos riquillos, Kath— Habló Ishi, con desdén—, siempre presumiendo lo que tienen.

—No debes de hablar así— Reprendió su amable y cariñosa madre.

Kath no respondió, simplemente observó como el chico al que había visto en la mañana estaba frente a ella y detrás de una pantalla, anunciando su compromiso con aquella niña de vestido blanco y cabellos castaños.

El cabello largo se había cortado, y eso solo lo hacía lucir atractivo, sus ojos grises disfrutando de la atención, aunque por momentos desviara la mirada a los rincones del salón.

Sin dudas era él, ese chico que le había agitado la respiración, parado el corazón y aturdido los sentidos sin siquiera conocerlo.

«Te vas a casar... él se va a casar.» Fue lo único que pensó y, sin decir palabra alguna, fue a su habitación compartida con sus hermanos menores.



***

Shock.

¿Qué les está pareciendo la historia hasta ahora?:D

Créditos por Yahiko Inoue a: xmoongiax ¿Qué les voy a decir? Comienzo a enamorarme de ese chico xD

¡Y el Kenzaki se alejará de Amaya! ¡OMG! :0

¡Hasta el próximo gong!

Pssss. Doy adelantos en twitter, ustedes solo vayan a seguirme;)

Twitter: Keyel1828

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