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» Capítulo II

Amaya Sanjo

Cuando Maya salió a hurtadillas de su habitación, el sol ni siquiera hacía ademán de querer salir a resplandecer. Eran las cuatro de la mañana en el momento en el que tomó su sudadera—Pues, aunque seguían en verano, a esa hora, el fresco era palpable— para calzársela y su inhalador, antes de que saliera de la mansión y comenzara su rutina de todos los días.

Sus pies golpeaban con firmeza la acera a cada trote que daba, mientras su mente divagaba en miles de escenarios futuros sin que pudiera evitarlo.

Odiaba la idea de que a alguien se le quitara la capacidad de decidir sobre su propia vida. Y, sobre todo, que el que lo hubiese hecho fuera la persona que, se supone, debía de querer lo mejor para sus hijas a toda costa.

¿Acaso su padre creía que lo mejor para Kanako era casarse con Kenzaki?

En algún punto de su recorrido, comenzó a sentir el aire faltándole en los pulmones, por lo que se detuvo, apoyando sus manos sobre sus rodillas mientras trataba de reincorporarse antes de tomar una bocanada de su medicina en el inhalador.

—Buenos días, señorita Amaya—Escuchó que le llamaron, por lo que volteó a ver de quien se trataba—. ¿Está bien?

Sonrió al ver que se trataba del pequeño Ryuu, quien también parecía estar haciendo ejercicio como ella.

Se tomó unos segundos para responder, sin embargo, le asintió con la cabeza para que, al menos, se despreocupara un poco.

—Estoy bien, Ryuu, descuida—Aseguró con una sonrisa, mirando su reloj de mano—. Son las cinco y media—Informó— ¿Qué hacías? ¿Entrenabas?

Notó como una de sus comisuras se elevaban con pena, al mismo tiempo que asentía con la cabeza.

—Mi hermana me hizo levantarme para correr.

—Ya veo—Murmuró la castaña, sus ojos marrones observando al chico frente a ella mientras le hacía una seña con la cabeza para que la siguiera—. Ayer tu hermana mencionó algo sobre boxear—Comenzó a decir— ¿Tú quieres ser boxeador?

Él no dudó en negar.

—Yo—Tartamudeó un poco, sin embargo, su voz sonó firme cuando dijo—: Odio el boxeo. La verdad es que no quiero ser boxeador.

—Lo odias—Repitió ella, no muy convencida—. Entonces, ¿Por qué te hacen entrenar para ello?

El castaño soltó un resoplido y, en sus labios, se formó un mohín melancólico.

Lucía tierno y adorable.

—Mi hermana tiene la idea de convertirme en campeón mundial, el título que mi padre estuvo a nada de alcanzar.

Maya asintió.

—Mi padre también fue boxeador, pero nunca pasó de la categoría Amateur—Mencionó entre risas—. Y yo, aunque amo el deporte, no puedo practicarlo.

—Porque eres mujer—Ryuu ni siquiera preguntó, simplemente dio una respuesta—. No es justo que tú, que quieres hacerlo, no puedas; y yo, que lo detesto, esté prácticamente obligado a ello.

—No. No es justo—Concordó ella—. Pero espero, algún día, cambiar eso—Sus comisuras se elevaron, no obstante, no pudieron llegar a lograr achinar sus ojos—. Venga, vamos a desayunar que tú y Kiku irán con nosotras al Instituto.

—¿De verdad?

La voz de Ryuu se elevó cual niño emocionado, así que no pudo evitar sonreír ante su gesto. Era tan adorable que le recordaba mucho a Kanako.

—Por supuesto—Afirmó—. En eso quedamos ayer ¿No?

Cuando asintió, comenzaron a avanzar los últimos metros que los separaban de la mansión para, verdaderamente, iniciar el día.

Un día que se arruinó cuando lo vio bajar de su automóvil con su costoso traje negro perfectamente estilizado, con sus cabellos del mismo color apuntando a muchas direcciones como si fuera naturalmente de esa manera y sus ojos grises bailando por toda el área antes de detenerse en ella, quien comía plácidamente una manzana.

—¿Y Kanako? —Le preguntó él al verla, pasando por alto el que Maya le hubiese rodado los ojos sin disimulo—. ¿Aún no está lista?

—Si quieres saberlo tendrás que entrar a verla.

—Ve a decirle que se apure—Respondió, pasando por alto su comentario mientras observaba las hojas que caían de un árbol cercano a ellos—. Llegaremos tarde gracias a ella.

Maya resopló al mismo tiempo que volvía a entornar los ojos.

—No voy a ir a ningún lado—Espetó, dándole otro mordisco a su manzana mientras sostenía con fuerza el inhalador en el bolsillo delantero de su falda de uniforme—. Eres muy capaz de ir por tu propia cuenta a ello, estoy muy segura de que no necesitas una recadera.

Después de esto, no volvió a decir algo más. Y no es cómo si él también quisiera hacerlo, en absoluto. Incluso Maya pudo darse cuenta de como había comenzado a golpear las hojas que caían sin dejar ir a una en ningún momento.

Justo como lo hacía ella cuando niña.

Observó a Ryuu salir de la parte trasera de la mansión, con unos guantes de boxeo rojos en sus manos mientras los ojos grises lo observaban con tenue curiosidad.

—¡Oye, tú! —Le gritó Kenzaki al chico, quien desvió su atención casi inmediatamente a él— ¡Déjame ver tus guantes!

Maya esperaba que Ryuu se los diera, porque parecía el tipo de persona que era capaz de hacerlo, sin embargo, le sorprendió tanto lo contrariado de su acción al, simplemente, ignorarlo a la vez que avanzaba hasta llegar a ella.

—Hey—Saludó a Takane con una amplia sonrisa— ¿Todo listo?

Ryuu asintió.

—Todo listo—Aseguró, levantando sus guantes para enseñárselos—. Mira, señorita Amaya, eran de...

No obstante, Ryuu no pudo culminar su frase por la estupefacción que le había causado el que Kenzaki le hubiese quitado sus guantes.

—Unos guantes de 170 gramos, muy malogrados, a decir verdad—Comenzó a señalar, con sus ojos fijos en ellos— ¿No me digas que quieres ser boxeador? —Le preguntó, una sonrisa burlona bailando en sus labios—. No importa, te los compro.

—Te estás comportando como un niño, Jun—Espetó Maya—. Dale los guantes y deja de hablar. Pareciera que nunca dejas de hacerlo.

—Contrario a lo que acabas de decir, Amaya—Resaltó su nombre, con una de sus comisuras tirando hacia arriba—. Solo hablo cuando es necesario.

—No lo parece.

—¿Qué acabas de decir? —Mustió Kenzaki, desviando sus ojos a los chocolates de Ryuu pues había sido él quien dijo aquello—. ¿Me acabas de hablar a mí?

Maya esperaba, atentamente, la respuesta de Ryuu.

—Dame mis guantes.

Ante los ojos de Maya, todo sucedió casi en cámara lenta.

Cuando Ryuu quiso abalanzarse sobre Kenzaki, este lo esquivó, metiéndole el pie en el proceso y, cuando estuvo a punto de caer, lo sujetó del cuello de su camiseta, elevándolo solo un poco en el aire a la vez que el castaño intentó darle un puñetazo en el rostro.

Puñetazo que le fue devuelto con el doble de fuerza de la que él pretendía utilizar.

—Déjalo, gilipollas—Bramó Maya, empujando con todas sus fuerzas el cuerpo atlético de Kenzaki, quien estaba cernido sobre Takane—. Eres un jodido animal, ¿Cómo se te ocurre golpearlo? —Sus ojos castaños se desviaron a los del chico, quien limpiaba la hilera de sangre que le brotaba de la boca— ¿Estás bien, Ryuu?

El aludido asintió, incorporándose de a poco.

—Los tengo—Murmuró por lo bajo, elevando un poco los guantes rojos que sostenía en sus manos.

Entonces, toda la furia de Maya fue dirigida a una sola persona.

—¡¿En qué, demonios, estabas pensando?! —Escupió, señalándolo con un dedo.

—Él se me abalanzó—Fue lo que respondió, concentrando toda su atención en ella— ¿Qué querías que hiciera?

Por un momento, fue como si nada alrededor de su creciente discusión sucediera. Era como si fueran ellos, sus ataques y nada más.

Incluso se habían olvidado que, con ellos, estaba Ryuu y, al frente, su mansión, de la que Kanako saldría en cualquier momento.

—¡Claramente no estabas pensando! —Exclamó con cólera, contestando, así, a su propia pregunta de instantes anteriores—. ¡No puedes ir golpeando a la gente de esta manera!

—Tampoco él puede intentar golpearme a mí, Amaya.

El tono arrastrado y aparentemente tranquilo que Kenzaki estaba utilizando, claramente la irritaba más de lo que ya se encontraba.

—La clave de todo está en el intento—Masculló—. Si yo hago lo mismo, ¿Vas a golpearme?

—Claro que...

Pero Jun no dijo nada más, pues el straight de izquierda que lanzó Maya con dirección a su rostro, impactó de lleno en una de las hojas que caía del árbol, dejándolo consternado por escasos segundos antes de que se recompusiera y tomara su puño entre su mano.

—No vuelvas a hacer eso—Sentenció.

Maya sintió que la fuerza con la que Jun la sujetaba estaba disminuyendo considerablemente, sin embargo, el calor que transmitían el agarre seguía allí, sin intenciones de marcharse.

Sus ojos castaños miraban los grises con fijeza y, cuando sus labios se elevaron en una sonrisa, el reto estaba implícito en ella.

—Oblígame.

Fue un impulso. Estaba segura, de no ser así, nunca hubiese permitido que su cuerpo se pegara más de lo que debía contra el amplio pecho del púgil.

—¿Qué está pasando, Amaya? —Escuchó la voz ligeramente grave de Abu con cierto recelo— ¿Acaso no piensan irse ya?

La mano de Kenzaki soltó la suya y pudo escucharlo aclararse la garganta antes de pasear sus ojos grises sobre su persona y dirigirlos después a Abu.

—¿Kanako ya está lista?

Maya sacudió la cabeza, enfocando su atención en Ryuu.

—¿Estás bien? —Gesticuló, sin sonido alguno.

Él asintió.

—La señorita Kanako viene enseguida, señor Kenzaki.

—Dígale que se apresure—Ordenó—. Debió de estar lista desde hace mucho.

Maya estuvo segura de que Abu había balbuceado algo para complacer al capullo frente a ella, así como que la mirada que le regaló la señora la estremeció inusualmente.

—Vamos a subirnos al automóvil, de una vez—Mustió ella, sin verlo en ningún momento. Aun podía sentir el roce de su pecho contra el suyo y eso no era algo que debía dejarle ver—. Venga, Ryuu. Ve a avisarle a Kiku.

Justo cuando el pequeño Ryuu quiso responder, el capullo boxeador se le adelantó.

—No.

Maya enarcó una ceja sugerente.

—¿Disculpa? —Inquirió— ¿Ahora con que mierda saldrás?

—Tú vas dentro. Ellos no.

La carcajada que brotó de la garganta de Maya, solo ocasionó que la expresión de Kenzaki se tornara confusa por unos fugaces segundos.

—Y tú te vas a la mierda.

—¿Y a donde irás tú, Amaya?

Sonrió ampliamente.

—Con ellos.

Entonces, junto a Ryuu fueron a buscar a Kiku para que se encaminaran al Instituto.

Uno que pertenecía a la familia del capullo.

🥊🥊🥊

Kath Ishimatsu

Chiba, Japón.

—¡Hey, Ishi! —Exclamó la pelirroja un poco a lo lejos— ¡Espérame!

—Apúrate, Kath—Gritó él de vuelta—. Se nos hace tarde, como siempre.

Kath apresuró el paso, logrando llegar a la par de su hermano y uniéndosele en su caminata.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

Lo escuchó soltar un suspiro.

—Lo harás de todos modos—Respondió, con tintes de diversión en su voz—. Así que no sé porque siquiera lo preguntas.

—¿Por qué quieres ser boxeador?

Ishimatsu solamente ensanchó su sonrisa.

—Si me preguntas eso, quizá ni siquiera sabes quién es tu hermano.

Definitivamente no lo sabía.

Así como todo lo que sucedería a raíz de que él comenzara a luchar en peleas de boxeo y ella se inmiscuyera en ellas.



***

¿Qué les está pareciendo la historia?

Por cierto... Dejaré las notitas viejas<3

Este anime/manga tiene más violencia de lo que me gustaría escribir, no me refiero a lo del boxeo y eso, sino que ¿leyeron como Kiku le iba a dar un escobazo a Ryuuji? Pero bueno, aquí tienen un capítulo más. Aún pueden participar si gustan. 

¡Hasta el siguiente gong!

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