8. Sigue siendo obligación👑
Era curioso como el destino le había hecho terminar donde estaba. En un reino que desconocía, con costumbres y obligado a realizar funciones que tampoco conocía, más allá de los textos y los rumores. Más curioso aún era notar que aquellos rumores en su mayoría eran falsos, al menos la mitad de las cosas que escuchaba lo eran.
-Tienes suerte, así que no la desperdicies en vano. -La pequeña sirvienta Enone tenía un aire aniñado en su cara y estatura, pero en su voz había dureza y madurez desmedida. Se la pasó señalando cosas sobre los lugares del palacio. Parecía mala, pero Prem en verdad no le veía la maldad. La joven sirvienta le había mostrado los aposentos de invitados, donde se encontraba su anterior amo; los jardines, los que indicó que podía visitar solo si su señor le daba autorizo, la sala principal, donde siempre estaba reunido el Consejo Regente del Rey.
-Recuerda, siempre debes estar a la altura de tu señor. No importa qué ordenes te dé, si las cumples como y cuando pide, serás recompensado.
-Lo sé, ayer recibí una caricia en mi cabell... -La palmada de Enone sobre su boca, incitándolo a hacer silencio dejó estoico a Prem. Algo asustado de haber soltado palabras prohibidas o algo parecido.
-No puedes mencionar las cosas que el amo te dé. Al menos no en alta voz ni a todos en este palacio. -La joven miró a cada lugar y pasillo verificando la escasez de presencia inoportuna.
- ¿Por qué? En Tróade, los ciudadanos, sirvientes e incluso las cortesanas siempre se vanaglorian de lo que han recibido de sus amos.
-Ya veo que no lo entiendes Prem. -La cara sugerente y expresión astuta que le fue dedicada, lo dejaron dubitativo de más. No entendía nada.
-Si fueras un sirviente común, no estarías bajo mi cuidado, tampoco te pondrían un guardia ni te curarían las heridas. Y mucho menos... -Se detuvo y giró sobre sus talones para acercarse a susurrar lo más bajo que podía. -Mucho menos, te hubiesen regalado ropa tan lujosa. Eres del tipo de sirviente hetera que tendrá una ceremonia de reconocimiento a pesar de que eres forastero. Por tanto, tus palabras pueden ser malinterpretadas, usadas en favor de otros e incluso, pueden dar pie a celos y malas acciones.
Todo eso hizo que Prem detuviera su andar repensando en lo anterior dicho por Enone. Miró hacia atrás divisando a Polideuces. Lo recordaba de cuando intentó estrangular a Ésaco, fue quien lo neutralizó y arrastró literalmente hacia la alcoba real. Volvió a mirar a Enone. La joven con su mueca artera lo dejaba desconcertado. Le había revelado mucha información de golpe. Cosas que estaba seguro no sabría un sirviente normal. Tal vez era cierto que el rey lo había colocado en la posición de hetera masculina. Quizás sí tenía ese interés subliminar en Prem. Pero, siempre hay un pero.
Sabía que no podía ilusionarse nuevamente. Después de todo, de aquí era la persona en quien primero confió inocentemente. Gracias a la codicia de Nerea su existencia se había reducido a nada más que servir y ser humillado. Ultrajado sin que nadie objetase a su favor.
-Para tu suerte, has caído bajo el cuidado de nuestro señor, tal vez con otros nobles no te iría igual de bien desde el inicio.
-Cierto y no puedo esperar a mostrar cuán agradecido estoy por ello. -Respondió con alegría. No podía negar que, aunque todavía no pasaba una puesta de sol, el palacio estaba lleno de reglas raras y aún debía actuar como un siervo sumiso, no había sido recibido igual que en el otro reino. No fue tratado en su propia ciudad como una escoria peor que los desechos del pueblo.
En el otro reino se burlaron de él, lo señalaron y lanzaron blasfemias sobre su persona. Realmente, lo volvieron algo más bajo que una persona, sin derecho siquiera a pensar o soñar. Prem sabe que no puede aspirar a más aquí, aunque su amo le aclaró que su cuerpo no sería obligado a complacer, también le dijo que podía recibir castigos por su desobediencia. Ayer, tuvo una pizca; una copa lanzada para llamar su atención. Prem entiende que, de haberlo querido, causarle verdadero daño hubiese sido fácil para el rey Boun.
-Sé que ya lo dije varias veces, pero voy a repetirlo una más. -Enone se detuvo frente a la habitación del rey. Habían terminado con el recorrido y las ordenes iniciales para Prem. Frente a la puerta estaban unas sirvientas con bandejas para el desayuno, aun no salía ni un rayo minúsculo de sol y todo el palacio estaba en movimiento. -Sé leal y sirve al señor con diligencia, obedece y serás recompensado. Nuestra majestad, el rey Boun nunca incumple con un regalo, tampoco con castigos.
Prem asintió. Sus palmas y plantas de los pies sudaban de forma vergonzosa, tanto o más que cuando entró a la alcoba y vio en el lecho un bulto semidesnudo que intentaba desperezarse. El rey Boun no tenía la piel pálida, era más como cacao con mucha leche, su cabello castaño era corto, cejas un poco tupidas y sus ojos de colores diferentes, lo hacían ver como creado en el Olimpo. Por lo que sabía, el rey era bueno portando armas en la guerra, de ahí su musculatura tan definida y cincelada. La espalda ancha y la cintura estrecha, las piernas fuertes.
Simplemente moldeado a detalle.
Boun. Solo el nombre le decía que aquel majestuoso hombre era más que un sueño. Un humano moldeado por el mismo Eros. El hombre le había llamado hermoso, ¡¿quién lo entiende? Boun era lo más indescifrable y precioso que le había dirigido unas simples palabras tranquilizadoras. Era como el oro y las telas que lo adornaba, suave de tacto, de voz gruesa y penetrante y el porte ni se diga. Prem sentía una imperiosa necesidad de complacerle.
Las sirvientas entraron, dejaron con rapidez y elegancia el desayuno en la brillante mesa de madera que estaba a un lado. Todos salieron con prisa, la cabeza baja y cerrando las puertas sin hacer ruido ni dar palabras. Prem las miró desconcertado, pero al ver que ninguna le dio ni una mirada centró su visión en su nuevo amo.
Prem tuvo el impulso de tapar su cara con ambas manos al ver a su amo levantarse dejando casi todo su cuerpo expuesto sin pudor alguno. Al parecer eso no bastó, pues se giró dándole la espalda. Sus orejas estaban rojas y seguramente su cara, oculta bajo sus palmas también.
Boun al ver la reacción tan inocente de su nueva adquisición, rió enternecido. Por lo general detestaba ese tipo de personas, pero Prem tenía alguna brujería sobre él que no dejaba de provocarle más ternura que asco. -Buenos días, Prem.
Prem saltó al sentir un aliento soplando su oreja derecha y un pecho que imaginaba aun desnudo y caliente tocando su espalda. Sin destaparse la cara respondió. -Bu...buenos días, amo.
- ¿Por qué tan tímido?
-No... no es eso, amo. S... solo... usted está... -Boun no entendía. No es que tuviese que tomarlo normal, tampoco querría ver pánico en sus ojos, pero esto, era algo que no entendía. Prem no era virgen. Su experiencia no fue la mejor y, aun así, debió haber visto órganos ajenos.
Tampoco quería preguntar, no por ahora sabiendo que lograría un drama y hacerlo sentir mal recordando el abuso. Suspiró en el mismo oído y retrocedió en busca de una túnica.
-Estoy seguro que ya conoces tus obligaciones. -Prem asintió. Boun lo tomó por los hombros para girarlo quedando de frente. Agarró sus manos y las bajó, y por supuesto, alzó el mentón caído que rehuía de su mirada.
-Intenta no darme la espalda. Jamás. -Cuando obtuvo una respuesta positiva a sus palabras prosiguió a preguntar. -Si ya sabes tus obligaciones para con este rey, dime, ¿qué debes hacer ahora?
-Preparar agua para que se lave, disponer su desayuno y recordarle sus reuniones del día. -Abrió enorme los ojos al caer en cuenta, no había hecho ninguna de esas tareas. Casi se echa al suelo para rogar clemencia por sus faltas. Boun suspiró con el humor cayendo en estrés.
-Basta ya, no estás en Tróade. Aunque no creo ser muy diferente a Ésaco y sigo siendo un tipo de bestia malnacida, no soy de los que gusta de escuchar gente suplicando por cosas tontas. Claro que tendrás un castigo acorde a tus faltas de hoy, pero tómalo con calma. Mañana las harás bien.
-Gracias, majestad.
-Como sea, ve por el agua mientras desayuno.
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