Capítulo 3
Y ahí estaba yo, callada ante la situación, en un viaje con un hombre ardiente de mediana edad que ni conocía. Me cuestioné seriamente a base de puras contras, ya que eran los únicos que habían. Edgar, no se detenía de hablarme cositas, a lo que yo solo respondía con palabras que no pasaban de ser monosílabos, perdida completamente de mi funcionamiento motor, no tenía el control.
Tenerlo tan cerca me ponía los pelos de punta y de buena manera. Sentía que me dormiría dejando me llevar por un sueño profundo. Dormirme en un momento como ese no era opción, aunque quizás me hubiera dejado sumergir en su pecho totalmente protegida y rodeada por sus brazos sintiendo el calor de su cuerpo... Pero no era el tiempo para fantasear, no en un momento primordial como ese.
Dudé por unos segundos mirándolo de reojo mientras ambos nos poníamos cómodos, cada vez que lo miraba me trasmitía cosas que no entendía, y sentía que era muy rápido.
Aclaro que era mi primera vez haciendo eso sin Jack, así que me sentía muy mal, aún más recordando que Edgar no era mi propio esposo dándome seguridad.
—Perdón, señor Edgar —musité totalmente avergonzada.
—¿A estas alturas quieres seguir llamándome señor? —carcajeó con una sonrisa tan radiante de media luna —Estamos en una situación informal, solo dime Edgar —informó guiñando me el ojo.
—Edgar... ¿Podría por favor, si no es mucha molestia, cambiar de lugar con su asistente?
El señor Edgar, al parecer tenía como objetivo viajar en el asiento a mi lado en todo el vuelo. Había buscado con la mirada a donde se ubicaba su asistente, y noté que su asiento estaba alejado del de nosotros.
—¿Por qué? ¿Acaso te intimida tenerme tan cerca? —cuestionó con una mirada coqueta.
—Sí, digo, no. Es que, nunca he viajado en avión y me siento mal.
—¿Qué tienes? Si quieres le digo a la azafata que te lleve al baño —iba a llamarla cuando lo tomé del brazo para detenerlo y al sentir su piel, quité mis manos muy nerviosa.
—O sea, me sentiría mejor con compañía femenina. Ya sabe, entre chicas nos entendemos.
—Eso es cierto —comentó confundido y se levantó para cambiar de lugar con Bárbara.
Una vez se alejó pude respirar con más calma, ya tenía muchos nervios por viajar en avión y si lo tenía cerca se me cruzarían los síntomas e iba a convulsionar ahí mismo.
—Hola, ¿Necesitas que te ayude con algo? —preguntó ella al sentarse a mi lado.
—Sí, en tener una compañía más cómoda.
—Entiendo. Veo que te estás tomando el ganar la apuesta muy enserio.
Y no era para menos, al adentrarme en la zona de primera clase, ya me estaba lamentando por el dinero que debía pagar en caso de perder la apuesta. Pero igual fueron varios los motivos por lo que preferí a ella a mi lado en el viaje.
—En realidad, no. Sí debo hacerlo, pero aún estoy algo confundida de todo y no estoy en mis sentidos ahora. Y lo peor es que tengo los nervios a mil, jamás he viajado en avión.
—Sí, recuerdo la primera vez que viajé en avión —comenzó a relatar mirando a la nada recordando—. Tenía mucho miedo, creí que el almuerzo se me iba a salir cuando el avión despegará, los escenarios del avión chocando se reproducían en mi mente una y otra vez. Piénsalo, a simple vista se ve una lata que podría desarmarse con la presión del viento y eso podría... —se detuvo un momento al mirarme asustada—. Perdón, ¿Lo empeoré?
—No... —respondí con sarcasmo.
—De igual forma estarás bien, eso es normal. A mi aún me dan nervios, pero mientras no esté al lado de la ventana estaré bien.
Conocer a Bárbara fue extraño, por alguna razón sentía que le caía mal a primera vista, pero a pesar de todo se notaba amable y hablaba tan natural e ingenua. Aunque claro que en ese momento no sabía si estaba jugando conmigo para distraerme, cosa que claramente no hizo.
Por las dudas cerré la persiana de la ventana que casualmente tenía a mí lado, solo por si acaso. Esperar para abordar el avión con un sueño que me bajaban los párpados pesadamente, no fue la mejor experiencia de todas y ya había estado mucho tiempo sin dormir.
Aproveché la comodidad del asiento para caer totalmente dormida antes de despegar. Tenía todo el viaje para dormir y con Bárbara acompañando estaba más segura, o algo así. No hubo inconvenientes, o no hasta que sentí un salpicón de agua en la cara haciendo me despertar alarmada, con un mechón de cabello pagado en mi cara por la saliva.
Al ir enfocando mi vista vi una azafata inclinada en los asientos con un vasito de café vacío. De pie estaban Edgar, Bárbara, otra azafata, y al ver su uniforme, el piloto del avión.
—Ahí tienen, nunca falla —dijo la azafata apartándose de los asientos.
—¿Qué sucede? —cuestione limpiando me la cara mojada.
—Ya llegamos, intentamos despertarte, pero nada que respondías —respondió Edgar.
—Señorita, estamos esperando por usted para que baje del avión, nos está retrasando el siguiente vuelo —informó el piloto algo molesto y se va irritado a su puesto seguido de las aeromozas.
Me levanté de prisa de mi puesto para bajar del avión, aun asimilando mi entorno. Me sorprendió haber dormido todo el viaje, y estamos hablando de más de diez horas.
Bajando las escaleras a la pista veo el nuevo ambiente de edificios alucinantemente altos y anchos y algunos de formaciones extravagantes, pero casi todos iguales. El atardecer comenzaba a dar sus tonos cálidos, las nubes se tintaban de naranja y los aviones despegaban y aterrizaban.
—¿Estás bien? Dormiste literalmente todo el vuelo —Cuestionó Edgar llamando mi atención.
—Sí, claro. Es que anoche no dormí nada —Di un estiramiento de mis brazos hacia arriba para liberarme un poco—, y vaya que lo necesitaba.
—Pues menos mal tienes las pilas recargadas, así podemos disfrutar de una buena velada en Berlín.
—Yo la verdad quisiera descansar —confesé al sentir mi cuerpo súper incómodo.
—¿Más? —preguntó impactado echando se a reír—. ¿Después de dormir cómoda en el hombro de Bárbara?
—¿Qué? —La miré de repente avergonzada.
—Eso no pasó… —respondió causándome un alivio interno—. En realidad, dormiste en mi regazo por un rato nada más hasta que logré que te acomodaras otra vez.
Sentir pena es una palabra insuficiente para ese momento, les juro que me puse roja sin saber dónde meter la cara. Así que decidí sacar mi teléfono para observar mi reflejo y me veía horrible, por alguna razón tenía un chichón cerca de la frente, oculto en mi cabello. Capaz hasta me violaron y no me di cuenta, para el vuelo de regreso prometí estar más atenta.
Llegamos a recoger el equipaje, pero yo estaba extrañada escuchando a todo el mundo a mi alrededor hablando extraño. No sabía si seguía dormida o para el colmo me drogaron con burundanga, pero luego caí en cuenta en donde me ubicaba y lo perdida que estaba.
—¡A la verga! ¡No sé hablar el puto alemán!
Algunas personas voltearon a verme algo extrañas, pero sin interés. Ahí caí en cuenta que en lugar de pensarlo lo dije en voz alta, y cuando volteé a ver a mis acompañantes me miraban mal.
—Oye, ¿Cuál es la necesidad de insultar mi cultura, en mi propia tierra y en mí cara? Esto no es Latinoamérica, aquí si puedes pagar multas por eso —Me miró con tal seriedad que el corazón me empezó a latir en descontrol.
—Perdón, no me fijé que lo dije en voz alta, no era mi intensión…
Se acerca a mí ladeando una sonrisa, coloca su mano en mi hombro y al tenerla tan cerca me quedo contemplando sus venas en esa manota tan grande haciéndome callar.
—Tranquila, solo exagero. Más o menos… Eres despistada, pero no hay problema con eso…
—¡Yo no soy despistada! —Tomo su mano y la quité de mi hombro lentamente—. Solo estoy confundida y algo aturdida. Todo ha pasado tan rápido que lo único que quiero es relajarme un rato, se suponía que para eso son estas vacaciones.
—Te entiendo, pero ya estamos aquí. Así que vamos a poner en marcha tus vacaciones, buscamos un hotel, tomamos una cena agradable, y así nos vamos conociendo mejor para que te relajes un poco.
Sin notarlo, me dejaba atrapar por esa mirada de superioridad que me trasmitía. Y su calidez me llegaba a pesar de los grandes centímetros que nos separa.
—Menos mal hablas de comida, porque me muero de hambre —comenté con una sonrisa.
—Bueno, ¿Ya me lo devuelves?
—¿Qué cosa?
—Mí mano —indicó bajando la mirada en donde efectivamente la tenía agarrada por los dedos y sorprendida, la suelto.
Les juro que creí que tenía las manos de Jack, es que es algo que siempre hace para hacerme sentir segura, pero confundir me con Edgar fue demasiado. Ya decía que su mano se sentía diferente, obvio no comenté nada al respecto.
En fin, tomamos nuestro equipaje o, mejor dicho, mi gran maleta, ya que tanto Edgar como Bárbara apenas llevaban unas cosas consigo. En cuanto no entender ni una palabra, tanto Edgar como Bárbara me iban a ser de traductores. No saben lo feo que es no poder escuchar el chisme de la gente porque no sabes su idioma, tengan eso en cuenta antes de viajar a donde sea.
Fuimos a un hotel cinco estrellas, no esperaba menos, pero bueno, esa es la vida del rico cuando yo hacía lo posible para entrar a clase media decente. Paseando por esa majestuosa ciudad mirando a todos lados como niña chiquita en la feria y entrando al llamativo hotel, me levantó los ánimos para creer que esas iban hacer unas buenas vacaciones y también una fea y dolorosa muerte a mi bolsillo.
Pero el dinero no era el susto que más me importaba, ya que Edgar hacia cosas que hasta parecían a propósito, aunque ese era el juego, reírse de mí no era divertido.
—¡Ah no!, ¡Ya va! Vamos a calmarnos un momento. Ni que crea que voy a dormir con usted en la misma cama —manifesté al ver que llegamos a una habitación con cama matrimonial.
—Yo nunca dije eso, tampoco soy un insensible. Además, nunca se sabe que puede pasar esta noche.
—¿Y de verdad cree que voy a caer esta misma noche?
—Era broma, solo pensaba en tu comodidad.
—¿Yo qué gano con una gigante cama para mi sola? Con una individual era suficiente, solo digo.
—Le advertí que no era buena idea, pero no me escuchó —comentó Bárbara de la nada.
—Ésta queja no me la habían montado nadie antes ¿Qué tanto? Si el que está pagando todo soy yo —dijo arrogante de brazos cruzados en el marco de la puerta.
Decidí ignorarlo mientras me explicaba no sé qué del hotel, así que solo acosté la maleta al suelo y la abrí haciendo sobresalir el bulto de cosas. Apenas vi las galletas de chocolate, las tomé en mis manos, reacción al hambre tan voraz que tenía al no comer nada en todo el viaje en avión.
—¿Quieren galletas? —ofrecí mientras devoraba como dos al mismo tiempo, pero me los rechazaron los maleducados.
—Iré a mi habitación a darme un baño. Deberías hacer lo mismo, en una hora nos vemos para almorzar. Trata de no llenarte con las galletas.
—No se preocupe, yo siempre tengo espacio para la comida… —respondí con la boca llena de galletas, pero al mirar la maleta me acordé de algo importante que me hizo tragar a la fuerza—. ¡Rayos! ¡Se me olvido mi cepillo de dientes! —hecho el drama, suelto las galletas y me tiro en la cama—. ¿Por qué a mí?
—¿De modo qué casi no te traes a tu esposo en la maleta y se te queda un miserable cepillo de dientes? —La voz de Edgar me sorprendió—. Las mujeres son tan complicadas por nada como siempre —Negó con la cabeza.
—Señor, le recuerdo que no es bueno decir eso teniéndome a sus espaldas —advirtió Bárbara
—Já, sí claro, ¿cómo no? Bueno Roxana, el servicio a la habitación cubre eso, así que no te preocupes.
Había creído que se habían marchado, pero yo también de inoportuna causando dramas de repente. Seguido de esa escenita, quedé totalmente sola en tremenda cama que de debo admitir que era como dormir en una enorme montaña de plumas.
Antes de meterme a bañar, busqué una ropa casual para ir a cenar. Elegí lo que mejor tenia, no sabía si comeríamos en el mismo hotel o me llevaría a algún restaurante lujoso, por lo que dejé mi mejor ropa cómoda en la cama y fui a la ducha. Estaba tan distraída disfrutando del baño que el timbre de mi habitación comenzó a sonar y menos mal o iba a pasar toda la noche ahí.
Cubierta en una toalla abrí la puerta, de inmediato entró Bárbara sin preguntar ni siquiera con un vestido negro y unos tacones en mano.
—El señor Edgar quiere que te pongas ésto —informó mostrándome el atuendo.
—¿Por qué?
—Para que te veas más formal, ¿El vestido no es de tu gusto?
Pues vaya que sí lo era, era sencillo, sensual, más de la cuenta y claramente caro.
—Sí, pero ¿Por qué me quiere vestir así? Solo es una cena normal.
—Es un hotel cinco estrellas —Rodó los ojos—, debes verte bonita —tras el comentario puse mis brazos en jarra—. Oye, yo solo sigo sus órdenes.
—Gracias Bárbara, pero no soy su mujer para que me imponga vestirme así. Voy a vestirme a mi modo.
En eso se percató de la camiseta y el Jeans encima de la cama, sin olvidar las converse en el suelo.
—¿Enserio piensas bajar así?
—Me pongo lo que quiero, y si la gente critica igual no lo sabré porque no hablo alemán. Así que ve con tu jefe y recuérdale que no soy parte de sus muñecas de colección.
—Como gustes, yo iré a devolver esto —Se retiró de mi habitación murmurando unas cosas que no entendí.
Enseguida me arreglé rápido porque el hambre me mataba y comer galletas no iba a solucionar nada. Edgar fue a buscarme a mi habitación para cenar y apenas me vio no le di chance de hacer un gesto, porque de una le amenacé si opinaba algo.
Concejos para todos, si me ven de mal humor y no he comido… o me dan comida o no digan nada por su bien.
—Ese tenedor no es para eso —comentó Edgar por mi falta de conocimiento en etiqueta.
Al traernos lo que Edgar sugirió del menú el buen llamado “Codillo” se escuchaba apetitoso ya que tenía carne de cerdo y patata. Al mesero traernos el platillo, efectivamente era una buena comida, el problema era que la cantidad de esos restaurantes caros hacen que no valga la pena gastar tanto. Pero ya que no era mi dinero, pude disfrutar con gusto.
—Déjame comer, no estoy para adivinar que cubierto debo utilizar.
—¿Qué tienes que andas tan… irritante? ¿Acaso fue por lo del vestido?
—¿Qué? No, solo necesitaba comida. ¡Ay, por Dios! Esto está bueno.
—Qué bueno que te esté gustando la comida alemana, hay platos más apetitosos. Uno que te puedo recomendar es…
—¿Por qué Bárbara no se sienta en la misma mesa con nosotros? —le interrumpí al verla alejada a unas mesas— ¿Acaso siempre la excluyes así?
—Claro que no. Como junto con ella muchas veces, incluso en las reuniones de negocios come en la misma mesa, pero cuando son asuntos privados le pido que se haga a un lado.
—¿A qué se refiere con asuntos privados y por qué yo soy eso supuestamente?
—¿Qué no es obvio? De eso se trata la apuesta. Tener a Bárbara cerca no hará la diferencia, solo quiero que no te incomodes por una tercera.
—Eso no me importa, pobrecita allá solita —Me levanté de la mesa un momento para llamar.
—Roxana, te prohíbo que la llames —ordenó muy firme.
—¿Disculpa? —respondí ofendida —Yo no soy, ni tú empleada, ni tú esposa, ni tú hija, ni nada.
—Perdón, lo que quiero a dar entender es que ella sí es mi empleada y no va a venir porque le digas.
—¡Bárbara!, ¡Ven! ¡Siéntate con nosotros!
Solo volteó a mirar nuestra mesa por un momento y siguió comiendo ignorándome, como lo acababa de hacer con Edgar, lo que me hizo pensar que la solidaridad femenina no había entre las dos. Me volví a sentar para continuar con mi comida en completo silencio, el cerdito horneado en mi plato no tenía la culpa.
—No te pongas así. Vamos a comenzar a divertirnos un poco para que liberes el estrés que cargas de tanto trabajo.
—Pues claro. Es más, si quieres nos tomamos de una vez todo el vino para encendernos, irnos a la cama para exprimirte toda la pasta de dientes y acabar con esto de una buena vez para que me regreses mañana a mi casa.
—Bueno, sí eso quieres, yo con gusto lo hago mi princesa.
—¡Diablos, no! ¡Es sarcasmo por Dios!
—Okey, es todo. Vamos a aclarar algo muy importante. El hecho de que tengamos una competencia no quiere decir que tenga el derecho de faltarme el respeto con ese comportamiento. Yo lo único que he hecho es pensar en su comodidad y en ningún momento le he faltado el respeto más allá de lo establecido. Así que, lo único que quisiera es tener una cena amistosa y compartir como un par de amigos, porque eso somos.
—Ujum, vaya amistad tenemos.
—Roxana, mira…
—Señor Edgar, disculpe la interrupción. Pero el doctor López, necesita hablar con usted y a su teléfono no le cae la llamada.
—Bárbara, ¿Cuántas veces te he dicho que si apago mi teléfono es porque no voy a recibir llamadas de ninguna amistad o familiar?
—Sí, pero el doctor mandó a decir que usted, le dijo firmemente que cuando le consiguiera los insumos para la vasectomía, que le llamara urgente a la hora que sea.
—Bueno, ya que se va a ocupar, yo iré a dormir. Buenas noches —avisé y me levanté de la mesa para retirarme.
—Espera, no vas a terminar de…
Supuse que se calló cuando vio que mi plato estaba vacío sobre la mesa, pero mi estómago tristemente aún tenía un hueco. Por suerte fui a taparlo con lo que me quedaba de galletas.
Al llegar a mí habitación, me acordé que no me había comunicado con Jack, mejor dicho, con nadie. Le marqué al teléfono para hablar con él, pero por alguna razón no contestaba.
Lo mismo que me imaginé, fue lo mismo que sucedió, incluso hasta un video me mostraron tiempo después. Ahí se veía a Jack en pleno festejo en la casa bailando en calzones con su amigo Aron y dos más al ritmo de la música con botella en mano cada uno, mientras tanto, mujeres como hombres, gritaban y reían tras supuesto baile sensual mal sincronizado. Aunque en ese momento, lo mejor que hice fue pedirle a Leila que visitara la casa por información.
Esa noche me quedé pensando sobre qué hacer con Edgar. Admito que el tipo estaba bueno y de cierta forma me atraía demasiado, pero desde que pisé Alemania se volvió confuso. Siempre imaginé que me gustaban autoritarios, pero luego me di cuenta que no y quizás se debía a que Jack nunca fue así. Edgar no es Jack, y aunque quisiera a ambos en la cama esa noche, al que sí necesitaba era a mi esposo.
$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$$
Hola, volví. Tienen derecho a reganarme, pero antes tenía muchas cosa por hacer, ahora no tengo casi mucho y pues tengo mi tiempo para poder escribir y al fin les tengo actualización. De una corro a escribir el siguiente a ver si le damos más nitro.
Está historia me deja un hueco, debido a que yo al escribir soy:
Escribo puras estupideces de calidad.
O escribo algo serio con drama, y todo bien armadito.
Está historia tiene ambas y por eso no pude surtir muchos chistes, igual espero que se hayan divertido. No todo será risas, pero tampoco nadie va a llorar... Bueno, yo digo que ustedes no, pero ahí ven XD.
Dato interesante que si no les digo no captan: El chichón en la cabeza de Roxana se debe a que Bárbaro no se la pudo quitar de su regazo de manera sutil y terminó golpeándose contra la ventana, pero ella no lo sabe y nunca lo supo. "Secretos de Bárbara que nunca dijo a nadie" XD
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro