38. New York.
Jimin respiró hondo mientras esperaba en la fila para abordar. Su maleta de mano estaba firmemente sujeta entre sus dedos, como si aferrarse a ella le ayudara a contener los nervios. Por más que lo intentaba, no podía apartar la sensación de vacío que lo invadía. Nueva York era un sueño, una oportunidad, pero algo en su interior se negaba a emocionarse del todo. ¿Cómo podía, cuando dejaba a alguien tan importante?
Había repasado cada rincón del aeropuerto, buscando a Yoongi. No lo había visto desde el día del juicio, y aunque se había resignado a su silencio, aún mantenía la esperanza. Por más pequeñas que fueran, las ilusiones de encontrarlo, de verlo antes de subirse a ese avión, seguían presentes.
"Él sin duda vendrá a desearme suerte" pensó.
Esa absurda necesidad de que Yoongi apareciera, de que lo abrazara y le asegurara que todo estaría bien, no se desvanecía.
Cada rostro que pasaba frente a él era analizado con detenimiento. El hombre de cabello oscuro junto a la máquina de café, el que llevaba gafas y un abrigo gris, incluso el adolescente con un gorro que caminaba apresurado... por un instante, todos parecían ser Yoongi. Pero ninguno lo era. Sus hombros se relajaron con resignación, y con el paso del tiempo, Jimin comenzó a aceptar que no iba a venir.
Y entonces, justo antes de que anunciaran su vuelo, lo vio.
Estaba apoyado contra una pared, ligeramente apartado del tumulto de gente. Aunque llevaba un sombrero y gafas oscuras, Jimin lo reconoció al instante. Su postura relajada, la curva de sus hombros, incluso la forma en que mantenía las manos en los bolsillos... era Yoongi. Lo supo antes de que su mente pudiera confirmarlo. Su corazón se detuvo un segundo, luego comenzó a latir con fuerza, mientras sus ojos se enfocaban en esa figura que había anhelado ver desde el día en que se despidieron.
Jimin quiso acercarse, decirle algo, pero sus pies no se movieron. Algo en la forma en que Yoongi lo observaba, desde la distancia, con esa mirada serena pero melancólica, lo detuvo. No necesitaban palabras para entenderse. La aparición de Yoongi ahí, en silencio, le decía todo lo que necesitaba saber. Él estaba ahí, aunque fuera por última vez. Jimin tragó el nudo en su garganta y respiró hondo, obligándose a seguir caminando hacia la puerta de embarque. Si Yoongi lo había enviado lejos, había una razón. Y aunque doliera, lo aceptaría.
Su corazón estaría en pausa hasta que él volviera a buscarlo.
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Jimin bajó del avión con las piernas temblorosas. Nueva York lo recibía con su caos característico, un mar de gente moviéndose con prisa y hablándole en un idioma que todavía se le trababa en la lengua. Sujetaba con fuerza la manija de sus maletas, como si al hacerlo pudiera calmarse. El aeropuerto parecía inmenso, y lo único que sentía era miedo, soledad... y esa sensación de vacío que lo acompañaba desde el día en que Yoongi salió de la sala del juicio sin mirar atrás.
El departamento que lo esperaba en Nueva York era amplio y elegante, aunque frío al principio. Al entrar, Jimin notó detalles que le eran extrañamente familiares: los colores oscuros en los muebles, el minimalismo de las decoraciones, incluso el aroma suave que flotaba en el aire. Todo le recordaba a Yoongi. Su patrocinador "misterioso" no era tan misterioso después de todo. El contrato de la beca no incluía el nombre del benefactor, pero Jimin lo sabía en el fondo. Nadie más haría algo así por él.
Los primeros días de Jimin en Nueva York fueron un torbellino de emociones. La ciudad era inmensa y bulliciosa, tan diferente de cualquier lugar en el que hubiera estado antes. Todo parecía ir demasiado rápido: el ritmo de la gente, el tráfico, incluso las clases en la academia de danza. En su departamento, rodeado de detalles que inevitablemente le recordaban a Yoongi, Jimin sentía una mezcla constante de nerviosismo y nostalgia, pero cada día se repetía a sí mismo que había venido a aprender y crecer, a cumplir un sueño que no podía dejar escapar.
En la academia, fue especialmente difícil. El idioma, la presión de las clases, las caras nuevas... todo lo hacía sentirse como un extraño. Pero entonces conoció a Cha Eun Woo, el único coreano en su clase. Había notado a Eun Woo desde el primer momento, con su porte impecable y su apariencia elegante, pero no fue hasta que lo escuchó hablar en coreano con otro alumno que sintió una chispa de alivio.
Fue Eun Woo quien se acercó primero, al notar la inseguridad en los ojos de Jimin mientras repasaban una coreografía complicada.
—Hey, eres coreano, ¿verdad? —preguntó con una sonrisa amable mientras le ofrecía una botella de agua.
—Sí... —Jimin respondió, sorprendido de escuchar su idioma natal en medio del caos del aula.
—Me llamo Eun Woo. Si necesitas ayuda con algo, puedes decirme. Este lugar puede ser un poco abrumador al principio.
Eun Woo, llevaba un año en la academia, le mostró a Jimin los mejores lugares para comer en Nueva York, cómo moverse en el metro y hasta los trucos para sobrevivir a las exigencias de los instructores de danza. En las noches en que la nostalgia por casa era más fuerte, se sentaban juntos después de clase, compartiendo recuerdos y hablando de sus motivos para estar ahí.
Un día, mientras descansaban en un parque cercano a la academia, Eun Woo notó que Jimin estaba más callado de lo habitual.
—¿Estás bien? —preguntó Eun Woo con suavidad.
Jimin dudó por un momento, pero finalmente decidió confiar en su nuevo amigo.
—Estaba pensando en alguien —confesó, mirando al suelo.
—¿Alguien especial? —preguntó Eun Woo con curiosidad. —¿Un amor?
—Sí. —Jimin sonrió débilmente, jugueteando con las mangas de su sudadera. —Su nombre es Yoongi. Él... él es el motivo por el que estoy aquí, de alguna manera.
Eun Woo se mantuvo en silencio, dándole espacio para continuar.
—Nos conocimos hace unos meses, pero fue... diferente. —Jimin buscó las palabras correctas, mientras miraba el cielo nublado. —Pero... ahora estoy lejos de él, y no sé si volveré a verlo.
Eun Woo lo observó en silencio durante unos segundos antes de darle un pequeño empujón en el hombro.
—Bueno, eso suena bastante romántico. Aunque si te soy honesto, creo que deberías centrarte en lo que viniste a hacer aquí. Si él te ama tanto como tú a él, entonces no te preocupes, el destino encontrará la forma de unirlos otra vez.
——♥️——-
—Otra vez tarde —dijo, sin siquiera mirarlo, mientras revolvía su café con la cucharilla.
—Sabías que vendría —respondió Yoongi con su tono habitual, tranquilo pero distante, como si nada en el mundo pudiera perturbarlo. Aunque sus ojos cansados lo traicionaban.
—¿Por qué sigues viniendo si no tienes intención de contestarle? —Hoseok dejó la cuchara a un lado y finalmente lo miró. La expresión en su rostro era una mezcla de enojo y resignación.
Para Hoseok, aquel encuentro tenía un sabor amargo; para Yoongi, era una forma de estar cerca de Jimin sin romper las reglas que él mismo se había impuesto.
Yoongi no respondió de inmediato. En lugar de eso, desvió la mirada hacia la ventana, observando el ir y venir de las personas en la calle. Finalmente, suspiró.
—Porque quiero saber que está bien. Y tú eres lo más cercano que tengo a él. —Sus palabras eran suaves, pero tenían un pequeño toque de dolor que Hoseok no podía ignorar.
—Si realmente te importa, ¿por qué no le contestas? ¿Por qué no le dices algo? —Hoseok apretó los puños sobre la mesa, luchando por mantener la calma. —Sabes que te sigue esperando, ¿verdad? Que no importa lo que hagas, Jimin sigue aferrado a la idea de que volverás.
—Por eso no puedo contestarle —respondió Yoongi, con una calma que solo enojó más a Hoseok. —Quiero que termine de estudiar danza, una vez le prometí que pagaría sus clases.
Hoseok lo miró con incredulidad. Aquel hombre, siempre tan seguro de sí mismo, siempre tan decidido, parecía más frágil que nunca.
—¿Y qué hay de ti? —preguntó Hoseok después de un largo silencio. —¿Crees que estás bien? Mírate, Yoongi. Vienes aquí cada quince días, como un reloj, solo para obtener pedazos de información sobre Jimin, como si eso fuera suficiente. ¿A quién intentas engañar?
Yoongi esbozó una pequeña sonrisa, pero era una sonrisa triste, vacía.
—No se trata de mí, Hoseok. Nunca se trató de mí.
—¿Y entonces qué? ¿Vas a seguir así? ¿A medias? —Hoseok lo miró fijamente, buscando alguna señal de que sus palabras lo estuvieran alcanzando. —¿Sabes lo que duele verlo esperándote? Yo también lo amo.
Yoongi cerró los ojos por un momento, como si necesitara reunir fuerzas para responder.
—Lo siento.
Hoseok golpeó la mesa con el puño, llamando la atención de las personas a su alrededor, pero no le importó.
—Eso no es amor, Yoongi. Eso es cobardía.
Yoongi no respondió. En el fondo, tal vez sabía que Hoseok tenía razón, seguía siendo un cobarde.
El silencio que siguió fue incómodo, pesado. Hoseok suspiró, rindiéndose.
—Está bien, haz lo que quieras. Pero te diré algo, Min Yoongi. Si sigues así, vas a perderlo. Y no será porque él deje de amarte, sino porque tú mismo lo empujaste a irse.
Yoongi no dijo nada más. Solo asintió levemente, como si aceptara las palabras de Hoseok, aunque no tuviera intención de cambiar. Al final, cuando Hoseok se levantó para irse, Yoongi lo detuvo.
—¿Está feliz? —preguntó, sin levantar la mirada.
Hoseok dudó antes de responder.
—Está intentando serlo.
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