37. Despedida.
El silencio llenaba el aire mientras Jimin miraba el par de dados que descansaban en la palma de su mano. Los agitaba con nerviosismo, pero sentía que no importaba cuántas veces lo intentara, el resultado sería el mismo. Por dentro, sabía que el destino ya estaba escrito, aunque no quería aceptarlo.
Yoongi lo observaba desde el otro lado de la mesa, su expresión tranquila pero cargada de algo que Jimin no lograba descifrar del todo. Había una mezcla de resignación y algo parecido a la paz en sus ojos, como si hubiera aceptado lo inevitable antes de que Jimin pudiera siquiera considerarlo.
—Déjame ganar —pidió Jimin con un tono casi infantil, pero sus palabras estaban impregnadas de un dolor que no podía esconder.
Yoongi arqueó una ceja y ladeó la cabeza.
—Eso es trampa.
Jimin apretó los labios, sin saber qué más decir. Miró los dados y luego a Yoongi, como si estuviera buscando algún signo de que todo esto era una broma, un juego del que podía escapar. Pero no lo era.
—Bueno, ¿has escuchado eso de "afortunado en el juego, desafortunado en el amor"? —dijo Jimin, rompiendo el silencio con un intento de sonrisa, su voz temblando ligeramente.
Yoongi rió suavemente, esa risa que siempre lograba calmar los nervios de Jimin.
—Supongo que te han de amar mucho entonces —respondió Yoongi, mostrando sus encías rojas en una sonrisa genuina, aunque sus ojos reflejaban algo completamente diferente: una despedida.
Jimin sintió que el peso en su pecho aumentaba. No quería jugar, no quería lanzar esos dados, no quería arriesgarlo todo con un par de números que decidirían algo tan importante. Quería quedarse ahí, con Yoongi, para siempre.
—¿Por qué estás haciendo esto? —preguntó de repente, su voz quebrándose. Miró a Yoongi con ojos llenos de lágrimas. —¿Por qué estás apostando con mi corazón?
Yoongi dejó las cartas que tenía en la mano y se inclinó un poco hacia adelante, sus dedos tamborileando en la mesa como si intentara encontrar las palabras correctas. Finalmente, suspiró.
—Porque te amo, Jimin —dijo con calma, su voz baja pero firme. —Y amar también significa saber cuándo dejar ir.
Las lágrimas de Jimin cayeron sin control mientras miraba a Yoongi, sintiéndose incapaz de hablar.
—No soy alguien que deba retenerte. No soy alguien que deba impedirte que crezcas. —Yoongi tragó saliva, su mirada fija en Jimin. —Quiero que tengas una vida llena de cosas hermosas, Jimin, y aunque me encantaría ser parte de esa vida, no puedo ser egoísta.
Jimin dejó caer los dados sobre la mesa sin lanzarlos. Se levantó rápidamente y rodeó la mesa para abrazarlo, su rostro escondido en el cuello de Yoongi, sus sollozos llenando el pequeño espacio entre ellos.
—No quiero irme... —susurró Jimin contra su piel. —No quiero dejarte.
Yoongi cerró los ojos y acarició la espalda de Jimin con lentitud, permitiéndose disfrutar de ese momento por última vez. Sabía que estaba rompiéndose por dentro, pero también sabía que lo correcto no siempre era lo más fácil.
—No me estás dejando, Jimin.
Jimin se aferró a él, como si al hacerlo pudiera detener el tiempo. Pero ambos sabían que el tiempo no se detenía para nadie.
Cuando finalmente se separaron, Yoongi tomó los dados y los puso en las manos de Jimin otra vez.
—Tira los dados, Jimin. Gane quien gane, este no es el final.
Jimin lo miró con los ojos llenos de lágrimas y finalmente lanzó los dados, sintiendo que, sin importar el resultado, ya había perdido algo irremplazable.
Yoongi a pesar de haber intentado mantenerse firme durante todo el proceso, el peso de la situación finalmente lo alcanzó. Aquellas lágrimas silenciosas cayeron por su rostro, revelando todo lo que había tratado de ocultar, y fue en ese momento cuando Jimin se rompió por completo. Nunca creyó que Yoongi, se mostraría vulnerable. Pero ahí estaba, llorando frente a él, y eso lo devastó.
Jimin lo abrazó con fuerza, aferrándose como si, al hacerlo, pudiera detener el tiempo y evitar que todo aquello llegara a su inevitable final.
—Yoongi... —susurró entre lágrimas, su voz quebrada por el dolor.
Yoongi levantó su rostro y le dedicó una sonrisa dulce, aunque llena de tristeza. Se inclinó hacia él y le robó un par de besos, suaves y desesperados, como si quisiera grabar ese momento en su memoria para siempre. Sus manos sostuvieron la cintura de Jimin, acercándolo más a él.
—Te amo, Jimin —le susurró Yoongi al oído, su voz temblorosa, pero llena de sinceridad. —Siempre te voy a amar. Pero ahora... vete.
Jimin negó con la cabeza, su cuerpo temblando entre los brazos de Yoongi.
—No puedo dejarte... —susurró.
Yoongi tomó su rostro entre sus manos y lo miró directamente a los ojos.
Ambos se separaron lentamente, como si cada centímetro que se alejaban fuera una puñalada en el corazón. Finalmente, regresaron a la sala donde se anunciaría el veredicto.
Jimin no dejaba de mirar a Yoongi mientras la jueza hablaba, sus palabras resonando en el silencio de la sala. Con cada testimonio y cada prueba presentada, las mentiras de Taehyung se desmoronaron. La jueza declaró el caso nulo, argumentando que no había suficiente evidencia para continuar con las acusaciones. Las falsas declaraciones de Taehyung salieron a la luz, y él tuvo que asumir las consecuencias legales por haber mentido.
El aire en la sala se sentía pesado, pero para Yoongi y Jimin, era como si finalmente pudieran respirar. Jimin dejó caer su rostro entre sus manos, llorando de alivio.
Yoongi se levantó de su asiento con una serenidad que no sentía en su interior. La sala estaba llena de murmullos, susurros y miradas dirigidas hacia él, pero no les prestó atención. Su mente estaba en una sola cosa: irse. No porque quisiera, sino porque sabía que era lo correcto. Sus ojos se movieron lentamente hacia Jimin, quien aún permanecía sentado, con los ojos hinchados de llorar, abrazando con fuerza el sobre que Yoongi le había dado.
Su despedida había terminado mucho antes de que la jueza declarara el caso nulo. Habían robado unos últimos momentos para ellos.
Yoongi respiró hondo y dio los primeros pasos hacia la salida. Cada paso era como arrancar una parte de sí mismo, pero no se permitió mirar atrás. Sabía que si lo hacía, no sería capaz de irse.
Jimin lo observó alejarse, su garganta cerrándose con un nudo insoportable. Quería gritar su nombre, correr tras él, pedirle que se quedara, pero las palabras no salieron. Algo dentro de él sabía que esta despedida era necesaria.
Cuando la puerta se cerró tras Yoongi, fue como si el peso de todo el mundo cayera sobre los hombros de Jimin. Sollozó, aferrándose aún más al sobre, como si este fuera la última conexión que le quedaba con él.
Mientras Yoongi salía del edificio, las luces del atardecer bañaron su rostro. No tenía destino, no tenía plan. Solo sabía que había hecho lo que debía, aunque el vacío que sentía en el pecho lo acompañaría por mucho tiempo.
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