Un siglo y medio después
de que mis huesos enterré,
una voz viene de lejos
y me devuelve los ojos
y sacándome del pozo
mi ánima trae con un rezo.
Un mundo nuevo puedo ver
como si volviera a nacer.
La voz me lleva en sus brazos,
en estrordinario vuelo
y mis pies dejan el suelo
y ya empiezo a escuchar llantos.
Y a pesar de tanta escuridá
del mundo vi yo la cencia.
La fiera seguía fiera,
el revenque daba duro,
el pobre tras sus muros,
en pocas manos la tierra.
Lagrimaba en mi vuelo
como güey pa'l matadero.
En siglo y medio todo igual...
Perseguido desde crío,
el pobre por patrón rico,
embretao hasta su final.
La vigüela ya no canta,
el revenque suena fuerte.
Ese pion que cabalgaba,
el cielo, único límite,
aplastao ahora por elite
avergonzao por su raza.
Y se me apretó el cogote.
Y como sonso me sentí,
como guacho desamparao
al que naides quiere ayudar,
pedí aquel vuelo terminar.
¡El cantor estaba derrumbao!
Decepcionao y desvelao,
pues todo seguía igual.
Se me aprisionaba el pecho
y mientras volvía al suelo
recé a los santos del cielo,
enterrándome en helechos.
¡Que naides me venga a buscar!
La vigüela quedó ronca...
Soy un muerto con memoria.
Y aún con revenque y oro,
también terminarás en lodo.
¡Te observo desde las sombras!
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