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Capitulo I

[¡Qué tal! Para quienes no me conozcan, soy Nacho. Comencé en Wattpad con fics, pero después de un tiempo quise intentar hacer una "historia original", y lo digo de esa manera, poque tan taan original no es... tiene el toque Isekai que a mí me gusta, y espero ustedes también se entretengan con esto]

— Lo siento mucho hijo mío... Debías llegar a viejo, y ayudar con el don de la curación a tus semejantes, pero fuiste insensato... y eso ya no será posible...

Soy Aiden Quirón, médico cirujano realizando mi servicio social, y he muerto...

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Han pasado unos 2 años desde que me gradué de la escuela de medicina, y ahora me encuentro realizando el servicio social para cumplir el último paso para convertirme en médico general, y la verdad todavía no me creía haber pasado el examen de admisión al hospital. De hecho, es algo deprimente... pero olvide la razón por la que quería estudiar medicina.

Me costó muchas noches de desvelo, días de no ver a mi familia o amigos, me distancie mucho de lo que era mi vida antes de entrar al hospital...

— ¿De nuevo divagando en horas de trabajo Dr. Quirón?

— ¡L-lo siento mucho doctor!

Quién me hablaba era mi adscrito y coordinador de servicio social, en pocas palabras, mi jefe. Se supone que debía organizar unos expedientes clínicos, y creo que me quedé parado como idiota detrás del escritorio mientras lo hacía.

— Enserio... si no fueras uno de mis mejores MPSS, te habría desplazado a otro hospital.

El Dr. Lautaro era un renombrado cirujano, y pedía no más que perfección en sus alumnos. Tanto llevo al extremo esta política que solo recibe 3 doctores (ya sean residentes o pasantes) por periodo, de entre ellos yo.

— También me preocupa un poco tu vida social, he visto que casi no hablas con nadie, a no ser que se trate de trabajo.

Lo que el doctor decía era cierto, casi no hablaba con nadie del hospital si no se trataba de algo relacionado con el trabajo. En general no se me da el convivir con los demás, menos después de lo que paso en mi graduación... incluso me cuesta sonreír.

— De hecho, eres bastante popular con las nuevas internas y ni cuenta te has dado.

— Vamos doctor, no me moleste con eso...

— Oye, se de lo que te hablo, incluso algunas me han pedido si pueden entrar a dar consultas contigo ¡Jajajajaja!

Para llegar a ser adscrito como el Dr. Lautaro, un médico debe de pasar por cada área hospitalaria y permanecer ahí un tiempo determinado, para después hacer un examen de especialidad y decidir en cuál de esas áreas te vas a quedar. Aún no decido dónde ir...

— Por cierto, ¿No te toca rotar por el área de emergencias este semestre?

— ¡Ah, sí! Pero por el momento la guardia está tranqu_

Segundos después nuestra conversación fue interrumpida por la jefa de enfermería.

— ¡Doctor Lautaro! Tenemos una emergencia.

— Quirón... ¿¡Qué no te dije que estaba prohibido utilizar esa frase!? ¡Siempre atrae la mala suerte!

Había olvidado ese detalle, como es que se le llamaba a este tipo de situaciones... ¿Levantar una bandera?

— Hubo una emergencia en la ruta 37, accidente masivo automovilístico con varios heridos y nuestros paramédicos no son suficientes.

— Entiendo enfermera. Dr. Quirón, vaya a asistir al lugar y lleve a Sigurd con usted.

— ¡Sí Doctor!

— Y por favor, por lo que más quiera... no haga nada estúpido.

Y con eso dicho, asentí y fui por mi compañero el Dr. Sigurd; fuimos a la ambulancia a ponernos los trajes de paramédico que tenían extra en la ambulancia, una chamarra muy gruesa color verde y pantalones negros, bastante incomodo, pero es lo más seguro que podemos portar en un escenario como ese. La ambulancia arrancó y nos dirigimos a la ruta 37 de la autopista.

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Al llegar el lugar estaba hecho un caos; autos volcados, motocicletas hechas trizas, algunos camiones aún con su carga tambaleando en el borde del puente, fuego producto de la colisiones... algunos de los paramédicos y bomberos aún estaban sacando a las personas de sus autos. Con tantas personas creo que incluso tendremos que llevarlos a otro hospital.

— ¡Por aquí, necesito ayuda! ¡Hay alguien consiente!

Uno de los paramédicos gritó por apoyo; Sigurd y yo fuimos corriendo a donde estaba. Sigurd fue el primero en preguntar.

— Aquí estamos. ¿Dónde está?

— Ayúdenme, necesitamos sacarla de ahí.

El paramédico nos señaló un autobús volcado de un costado, uno de los que estaba al borde del puente, y dentro de este se encontraba una señora.

— ¿¡Estas loco!? Si entramos ahí estamos arriesgando nuestras vidas.

Sigurd estaba en lo cierto; una de las reglas de todo personal de salud es que, si te encuentras en una situación que ponga en peligro tu vida, priorizas la tuya antes que la de los demás. "De nada sirven 1 muerto más que atender, y un médico menos que ayude"

— Ayu_ mi hi...

Pero al carajo con esa regla.

— No hable, la sacaremos de ahí.

El paramédico, Sigurd y yo forzamos con uno de los escombros la puerta, pero como el acceso era reducido, yo que soy el más delgado en comparación, tuve que entrar solo. Busqué entre los asientos, encontré a la mujer y le grité a mis compañeros.

— ¡Esta estable! Tiene perforación en tórax, no veo compromiso respiratorio, pero necesita atención inmediata.

Al parecer solo un pedazo de escombro le perforó un costado, pero no se desangraba, así que había que llevarla rápido al hospital para intervenirla. Le coloqué la pulsera naranja y la moví con cuidado de su asiento mientras Sigurd rompía la ventana delantera del autobús para que pudiéramos sacarla por ahí.

— La tenemos Aiden, ahora sal de ahí...

— Sa_ ra... si-sigue...

La señora todavía intentaba decirnos algo, hasta que me di cuenta de que era.

— Hay alguien más dentro, esperen aquí.

— ¡Aiden! ¡AIDEEEN!

Ignoré los gritos de mi colega y me dispuse a encontrar a la otra persona. Y hasta el fondo del autobús, vi a lo que era una niña pequeña, parece que solo estaba inconsciente y con heridas menores.

— ¡Es una niña! ¡Está bien! Voy para allá.

La tomé en mis brazos y me dispuse a salir con ella, pero en eso...

— Crack*

El autobús se empezó a ceder por tanto movimiento que hice, y se estaba acercando más a la orilla.

— ¡¡Sal de ahí Aiden!!

Estaba a mitad de camino con la niña en brazos, sabía que los 2 no podíamos llegar a salvo antes de que el autobús cediera, era ella o yo... Debía tomar una decisión.

— ¡Sigurd!

Sigurd se preparó por mi llamado, corrí rápidamente hacia la parte delantera y...

— ¡Atrapa!

Le lancé a Sigurd a la niña mientras el autobús se inclinaba conmigo aún adentro.

— Lo siento.

Y así, hice lo que casi nunca hago; solté una sonrisa y le di un gesto de despedida hacia mi compañero mientras me iba de espaldas junto con el camión.

— ¡No, no, no, no! ¡¡¡AIDEEN!!!

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Me encontraba en un lugar extraño, estaba caminando sin rumbo, no recuerdo desde hace cuánto tiempo estoy así; todo alrededor se veía basto, como si a donde fuera no tuviera fin. Entonces, una luz descendió desde arriba cegándome, y cuando se iba opacando, observe que de esa luz surgió un hombre.

— Aiden Quirón, te doy la bienvenida a esta nueva etapa de tu viaje.

El hombre que surgió de la luz era bastante apuesto, tenía una piel blanca reluciente, ojos escabeche que irradiaban grandeza, una cabellera rizada y rubia. Vestía como lo hacen los griegos, con un himatión rojo, llevaba una corona de laureles, en su espalda cargaba con un carcaj de flechas y en su mano izquierda llevaba una lira dorada. Según mis estudios en mitología, sabía de quién se trataba...

— ¿A-apolo? ¿El Dios griego? No... debo estar_

La figura sonrió a mi respuesta.

— Es raro que un mortal me reconozca a primera vista, la mayoría estarían impactados de estar en mi presencia.

Trate de encontrar las palabras para seguir con la conversación; si un Dios estaba frente a mí entonces eso significaba...

— Disculpe... ¿Qué hago aquí?

El supuesto Dios cambio su expresión, y con una mirada melancólica me respondió.

— Lo siento mucho hijo mío... Debías llegar a viejo, y ayudar con el don de la curación a tus semejantes, pero fuiste insensato... y eso ya no será posible...

¿Qué me está queriendo decir?

— Tú falleciste.

Esa simple palabra, me hizo recordar todo lo que pasó antes de llegar aquí, y de manera instantánea mis piernas cedieron y empecé a soltar lagrima tras lagrima en silencio.

— Al caer, sufriste un traumatismo craneoencefálico junto con fractura en tus cervicales, una muerte rápida al menos; el camión explotó y poco de ti quedó que se pudiera ser debidamente sepultado. Tu compañero dio la noticia en tu lugar de trabajo, y tu maestro puso un listón negro en la puerta de tu consultorio para guardarte luto en el hospital. También avisó a tu familia de lo ocurrido, y están devastados, en este momento tus demás allegados están recibiendo la noticia.

Pensé en mis padres, mi hermano, mis amigos, mis maestros, compañeros, pacientes... todo aquel que tuvo impacto en mi vida, y empecé a pedir perdón en voz alta.

— Lo siento mucho... lo siento mucho... sniff*

El dios frente a mí se puso del mismo modo de rodillas y me abrazó mientras seguía disculpándome.

— No hay por qué pedir perdón hijo mío, porqué tu sacrificio no fue en vano. Si bien fue imprudente, dos vidas has salvado, y un alma que sea tan noble para poner la vida de otros antes que la suya, no tiene nada de que disculparse.

Vi confundido al Dios Apolo directamente a los ojos, mientras seguía hablando.

— El esposo y la familia de las mujeres que salvaste en este momento te están agradeciendo desde la tierra con oraciones hacia los dioses, ya que ellas están a salvo y recibiendo tratamiento gracias a ti. Y también están dando sus condolencias a tu familia.

Trate de recomponerme lo mejor que pude, sé que mi familia es fuerte y saldrán adelante, solo me duele ya no poder estar más con ellos.

— ¿Qué es lo que me espera ahora señor Apolo?

El Dios se puso de pie y se llevó una mano el mentón.

— Normalmente, le pediría a Hermes que te lleve a los campos Elíseos, pero todavía le debes mucho a la ciencia del curar hijo mío...

Apolo tenía razón, se supone que con mis conocimientos debía ayudar a mucha más gente, y no haber perecido de la manera en la que lo hice.

— Te diré que es lo que haremos: Para ser un mortal, tienes cualidades muy especiales, y como tienes los conocimientos médicos necesarios para ayudar a otros, ¿Qué te parece si te envió a uno de mis dominios para que cumplas tu deber inconcluso? ¡Así podrás ir a los campos Elíseos sin cargo de conciencia, donde tu familia te esperará eventualmente!

Yo veía como Apolo me explicaba con entusiasmo la oportunidad que tenía para redimir mis obligaciones pendientes, así que me limpié las lágrima y asentí en respuesta.

— ¡Excelente! ¡Vamos! Todavía tengo que darte unas cosas antes de tu partida.

Apolo me extendía la mano para que me pusiera de pie, y me hizo una seña para que lo siguiera. Unos pocos minutos después de caminar, llegamos a lo que parecía ser un palacio.

— Entra, tengo unos regalos para ti antes de que te vayas.

Al entrar quedé impresionado por el interior del palacio, columnas de marfil, alfombras deslumbrantes, vasijas con ilustraciones de los héroes de la mitología griega, todo era un espectáculo para los ojos.

— clap, clap*

Apolo aplaudió, y al instante aparecieron 2 hermosas mujeres de las columnas que teníamos enfrente.

— Chicas, por favor guíen a nuestro invitado a la sala de espera y asístanlo para equiparlo con lo necesario.

— Sí maestro X2

Las chicas me llevaron a lo que parecía una sala de estar, cerraron la puerta y se acercaron a mí...

— ¿¡Ehh!?

... y me empezaron a quitar la ropa; tal vez para ellas no sea incomodo, pero para mí si lo es.

— ¡Y-yo puedo hacerlo solo! ¡Ey! ¿¡Dónde creen que están tocando!?

Una de las chicas acercó su rostro demasiado al mío, haciendo que me sonrojara.

— Señor Quirón, ¿Será que no somos de su agrado?

— N-no es eso... es solo que... ¡¡No me quiten la ropa interior mientras les hablo!!

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Después de ese incomodo momento, al salir de la habitación el señor Apolo ya nos esperaba afuera. Sus chicas me vistieron con una camisa blanca, un chaleco café con detalles negros hecho de cuero junto con unas muñequeras con un diseño similar, unos pantalones negros, unas sandalias y un himatión como el del señor Apolo, solo que este era de color azul. Todavía no se me quitaba el rubor de la cara, cosa que el Dios frente a mí se dio cuenta.

— Para ser médico, te avergüenzas mucho de tu propio cuerpo hijo mío...

— ¿¡Estaba viendo señor Apolo!?

— Juju... ¡Igual que el Sol que todo lo ilumina en su camino, no hay nada que se escape de mi mirada divina!

Mientras Apolo estaba presumiendo de su habilidad y las chicas detrás de mi le aplaudían a la par de manera monótona, yo solo pude decir algo al respecto.

— Señor Apolo... eso lo hace sonar como un pervertido....

— ¡¡N-no, no lo hace!! ¡Yo no soy Zeus!

Al ver que había perdido la compostura, volvió a su imagen de divinidad y procedió a explicarme unas cosas.

— Muy bien Aiden, escucha con atención. El nuevo mundo al que te mandaré no es como el que tu conoces, de hecho... es bastante parecido a lo que viste en libros de historia griegos, así que deberás tener cuidado.

Lo que decía el señor Apolo no me daba tranquilidad, no creo poder sobrevivir mucho en un mundo así. ¡Me pueden tachar de brujo y lincharme si practico la medicina de mi mundo!

— ¡Pero no te preocupes! No te enviaré allá con las manos vacías. Arremángate la camisa y extiende tu brazo derecho por favor.

Hice lo que Apolo me dijo, y entonces, él puso su palma encima de mi antebrazo y empezó a recitar algún tipo de cantico que no entendía, y entonces apareció un símbolo que me resultaba familiar. Era una serpiente enredada en un bastón dentro de un Sol.

— Todos mis hijos se identifican con ese símbolo, algunos cuentan con una bendición de mi parte como lo será tu caso. Pero ten cuidado, normalmente las bendiciones vienen con un costo.

Mire mi antebrazo sorprendido, y mis ojos empezaron a brillar como lo harían los de un niño que acababa de recibir un premio.

— ¡Jajajaja! Hace tiempo que no veo ese tipo de mirada en uno de mis hijos, tengo otro regalo para ti Aiden.

Entonces, el señor Apolo se hincó con una mano extendida en el piso, y entonces de él mismo suelo hizo surgir un báculo de madera con una serpiente de metal grabada en este.

— Este báculo solía pertenecer a uno de mis más queridos hijos, Asclepio... tengo entendido que sabes lo importante que fue para mí... Quiero que tú lo tengas.

No tenías palabras para lo que el señor Apolo acababa de decir.

— Señor Apolo, yo no podría...

— Mi hijo está muerto Aiden, no quiero que otro hijo mío perezca por no estar preparado.

Tomé el Báculo de las manos del señor Apolo con el mayor cuidado y respeto que pude. Ahora llevó el mayor símbolo del más grande médico que el mundo pudo conocer conmigo.

— ¡Muchas gracias por todo señor Apolo!

Hice una reverencia en agradecimiento, y el Dios frente a mí dejó su fachada divina y revolvió mi cabello como lo haría un padre a su hijo. Se alejó un poco de mí y un círculo mágico apareció arriba de mí.

— Ve a la ciudad de Acrefias y busca a tus demás hermanos, ¡¡Lleva con orgullo mi nombre muchacho!!

El señor Apolo llevo su puño a su pecho mientras sonreía jactándose.

— ¡Eso haré señor!

Y así, en un parpadeo, dejé ese lugar con variosregalos, un nuevo propósito y una promesa.

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