❈•≪42. Fīnālis≫•❈
Yeosang se colocó en una postura cómoda, echando los brazos hacia atrás sobre el material suave y de seda. En una familiaridad grácil, cruzó su pierna derecha por encima de la izquierda, resaltando la longitud de ambas. Su cabellera rubia ligeramente desordenada, unos mechones cubriéndole el rostro y enmarcándolo en un retrato artificial. Sus labios decorados en un tinte discreto que invitaba a la provocación y sus ojos ahumados en sombras cafés que resaltaban el color castaño de sus iris.
Yunho estaba sin aliento mientras lo observaba recorrer con la mirada su habitación. Desde que habían llegado, el beta se había mantenido silencioso, de pocas palabras, menores a las que usualmente tendía a expresar. Adjudicando su quietud a su personalidad reservada.
—¿Algo que te parezca fuera de lugar? —no pudo evitar preguntar cuando los segundos se transformaron en minutos de nada.
Viéndolo, sus pestañas batearon en su dirección una vez antes de responder—. Increíblemente no. Pensé que serías más descuidado, es lo que me mantenía sorprendido.
—¿Qué te hizo creer que lo era?
Sonriendo de medio lado, el beta inclinó la cabeza y comenzó a sacudir la pierna con lentitud, en un ritmo imaginario—. La manera en la que tonteas con todos.
Enarcando una ceja, el alfa dominante pronto comprendió la situación—. ¿No deberías de haber formulado las palabras en pasado? Siendo tan inteligente, no esperaría menos de ti.
—¿Queriendo apelar a los cumplidos tan pronto para obtener un beneficio a cambio?
—No espero nada, en realidad, en dado caso ese sería tú. Yo recuerdo ofrecerme llevarte a tu departamento —replicó en un encogimiento, fingiendo indiferencia.
—Bueno, dado que parecías emocionado por continuar la supuesta cita, que por cierto, no recuerdo haber invitado a una tercera persona a ella... —el beta no continuó, mantuvo el silencio con gracia y realizó un ademán con la mano en el aire. Dando lo callado por sentado.
«Qué lindo», pensó Yunho mientras lo observaba con detenimiento. Yeosang era en serio encantador ante sus ojos. Encima esa marca de nacimiento al costado de su cara, lo hacía más invaluable. Como una pieza de arte. Valioso en términos inalcanzables y atrayente de forma inhumana.
Acercándose los pasos que había mantenido por cordialidad, el alfa no aguantó las ganas y se inclinó por encima del beta, tomándolo por la mandíbula con suavidad, sin ejercer presión y haciéndolo que vea directo a sus ojos. A esa distancia el aroma sutil y gentil a lavanda era más perceptible, dándole la posibilidad imaginativa de plantear un escenario donde una casa poseía un jardín completo de esas flores en la entrada, recibiendo con calidez a sus invitados.
Era fascinante. Tanto como el rubio en sí mismo.
—Es idea mía o suenas celoso.
Chasqueando la lengua, el beta fingió dignidad y golpeó su mano lejos de su rostro—. Por si no te enteras, era un simple señalamiento de hechos. Lo que significa, que destacaba detalles verídicos de una situación real.
Simulando ignorancia, el alfa se rascó un costado de la mejilla. Fingiendo pensar duro—. ¿Lo dices por el omega que se nos sumó unos minutos a la mesa?
—Bueno, no recuerdo a nadie más interrumpir con tanta casualidad y confianza.
—En dado caso, ya que hablamos de hechos, déjame recordarte algo cariño, ese omega que tanto tienes en la cabeza se llama Wooyoung, es un agente deportivo bastante popular. Con lo competente que eres en el trabajo, creí que ya tendrías la información pertinente de su persona en cuanto se presentó.
—Al parecer era el único involucrado en conocer más al otro, porque no sé si lo olvidas, pero mi rubro son los jugadores, no quiénes los manejan. Por más hermoso que haya sido el omega, no me interesa su procedencia.
—Ese tono —dijo con diversión, levantando su índice en énfasis—, ese tono te delata tanto, cariño. Ese declive grave me dice que estás celoso. Todavía pensando en nadie más que un amigo de años.
—¿Por qué tan confiado en tus palabras? —preguntó el beta con una ceja enarcada—. Sólo me remito a hechos...
—Basados en razones inexistentes para ser resaltados —interrumpió de inmediato, con una seriedad auténtica—. Porque para que te enteres, encanto, ese hermoso omega está tomado hace meses. Deberías haberlo olido en el instante que se te arrimó para presentarse.
Abriendo la boca, Yeosang la volvió a cerrar rápidamente, sin tener idea de qué decir, sus mejillas no se sonrojaron pero las puntas de sus orejas adquirieron un tono elegante de rosa que le pareció encantador. Y sin poder evitarlo, una risa brotó de lo profundo de su garganta obligándolo a cubrirse con una mano, simplemente para acallar el sonido lo mejor posible y no avergonzar aún más al beta sentado en su cama.
—Parecían demasiado cercanos...
—Porque somos amigos —replicó con énfasis, destacando la palabra final—. Pero no tienes nada de lo qué preocuparte, con el único que tonteo es contigo —dijo y de inmediato, le guiñó un ojo.
Sonriendo momentáneamente, Yeosang se enderezó y estiró la mano, desconcertando a Yunho, quien ladeó la cabeza, preguntando de modo silencioso qué pretendía, sin embargo y ante la falta de respuesta, accedió a la petición y tomó la mano en la suya, sólo para que de forma repentina, fuera jalado hacia adelante. Gracias a sus piernas largas, trastabilló consigo mismo, terminando de rodillas entremedio del beta. Quien, con un porte elegante y una seducción de fantasía, le rodeó los hombros con los brazos y se inclinó unos centímetros. Los justos para que sus respiraciones se mezclaran en cada nueva palabra que pronunciaban.
—¿Esa es tu mejor manera de consolarme? —preguntó con un tinte de diversión sutil—. ¿Diciéndome que sólo te acuestas conmigo? Qué halago.
Rodeándolo por las caderas con los brazos, el alfa no se dejó afectar por su intento de pique—. ¿No estabas preocupado de que no fuera así? Por eso me encargué de hacerte saber cómo eran las cosas.
—¿Y por qué no mejor demostrarlo? —replicó con una ceja alzada, un tono retador y una insinuación que tensaba las cuerdas imaginarias que los rodeaban.
—¿De qué forma? —preguntó Yunho—. ¿Diciéndote lo hermoso que eres cuando estoy seguro que lo has escuchado incontable veces? —continuó con una provocación discreta, comenzando a ponerse de pie—. ¿O tratándote como si fueras de cristal cuando sé que eso no te llenaría, ya que eres un bastardo codicioso?
—¿Codicioso? —preguntó el beta—. ¿Qué te hace creer que lo soy?
—Por la manera en la que tu cuerpo siempre me pide algo más.
De pie, Yunho no dudó en empujar a Yeosang por los hombros, haciéndolo caer hacia atrás en el colchón, su cabellera rebotó y los mechones descubrieron su rostro cincelado por el artista más fino. Sus ojos redondos expuestos bajo la calidez de la luz y sus labios rojos entreabiertos en una exclamación sorprendida. Disfrutando del espectáculo y la conmoción ocasionada, el alfa aprovechó la oportunidad para tomar las piernas del beta y separarlas, metiéndose entremedio. Sentándose sobre sus talones, lo miró desde arriba con una rectitud incomparable.
—¿Cómo qué?
—No lo sé, ¿por qué no me muestras qué quieres de mí?
Rodeándolo por la cintura, el rubio lo empujó hacia abajo hasta que nuevamente estuvieron a una distancia tentadora.
—¿Por qué yo siempre tengo que hacer todo el trabajo? —preguntó con un matiz de curiosidad—. ¿No eres capaz de tomar las riendas? Siempre pidiendo permiso, siempre pidiendo que haga algo. ¿Qué hay de ti? ¿No tienes iniciativa?
Apoyando las manos a los lados de la cabeza del rubio, el alfa sonrió en grande—. ¿Iniciativa, dices? —repitió con un declive que no pudo ser determinado—. Tengo mucho de ella a diferencia de ti —y en cuanto lo dijo, los ojos del beta se abrieron en grande, impresionados por su respuesta. Inclinándose hacia abajo, el alto rozó el oído contrario con sus labios antes de pronunciarse—. Eso es lo que te molesta, ¿no? Que te exija ser más activo.
Apretando el agarre alrededor de su cintura, el rubio cerró los ojos un momento—. ¿Cómo podrías saberlo tan fácil? Me gusta jugar en la cama.
Riéndose con brevedad, el alfa ladeó la cabeza—. Pero más te gusta que jueguen contigo, ¿no? ¿Que te usen?
—¿Cómo si tu supieras algo de eso?
—He salido con muchas omegas, ¿sabes? —dijo de repente, llevando una de sus manos al rostro del beta para sostenerle una de las mejillas—. Pero una pillow princess, se reconoce fácilmente cuando está tan dispuesta a que la usen al antojo de cualquiera sea el titiritero.
—No soy una mujer.
—Es sorprendente que de todo lo que dije, en lo único que te hayas quedado sea en eso —replicó con diversión genuina, una que era incompatible al brillo avasallador en sus ojos marrones—. Pero por si las dudas, no es lo que trataba de insinuar.
—Entonces la insinuación se te da fatal.
—Esa elocuencia que tienes a veces es como una estaca al corazón —declaró con un suspiro de anhelo, presionando su pulgar en el labio inferior ajeno—. ¿Pero sabes qué es lo curioso de esto? No lo negaste.
—Usas muchas palabras, por lo que es difícil mantener el control de qué dices específicamente.
—Si tanto te parezco que hablo, ¿porque no mejor haces algo con esa lengua inteligente tuya?
—¿Cómo qué? ¿Darte lecciones de asertividad?
—Chupar mi dedo, por ejemplo, no sería un mal comienzo. ¿O qué, es demasiado trabajo para ti?
Remitiéndose al silencio, Yeosang separó los labios, permitiendo que Yunho pudiera meter su pulgar más adentro, aplastando la lengua del beta con la yema y viéndolo removerse bajo la presión repentina. Pupilas dilatadas y respiración ruidosa. Sonriendo de forma ladina, el alfa empujó su dedo más profundo, ocasionando que el rubio fuera rápido para sostenerlo por la muñeca con ambas manos. Eso no lo detuvo de introducir otro dedo y de expandir la boca impropia. Confundido, el editor lo miró con un brillo expectante y desconcertado, incapacitado por su peso y su fuerza. Disfrutando de la visión que tenía debajo suyo, Yunho quitó su pulgar e introdujo otro dedo en su lugar, comenzando a mover ambos en un movimiento lento al principio y rápido luego, dentro y fuera, como si en verdad estuviera jodiendo la boca de Yeosang.
Éste frunció el ceño pero pronto relajó la mandíbula, aceptando sus acciones sin resistencia, pero lo que le hizo reír de la histeria, fue notar que gradualmente, el beta empezaba a mover sus caderas en busca de una fricción inexistente. Mirando hacia abajo, notó que su miembro estaba semi-erecto. Acampanando con sutileza sus pantalones de talle apretado.
Presionando sus caderas hacia abajo, el alfa le robó un gemido al beta, fue corto, casi como un quejido adolorido que le supo dulce en los oídos. Sacando sus dedos del interior de su boca, Yunho se apoderó de los labios de Yeosang en un beso profundo y apasionado que le robó el aliento al instante, limpiándose la saliva en las sábanas, llevó esa mano a la nuca del rubio y colocó su cabeza en un ángulo más favorecedor que les sirvió para ahondar en sus cavidades con una satisfacción mayor. Gruñendo del gusto, aplastó la lengua ajena con la suya, dominándola con facilidad. Casi como si el editor no hubiera puesto empeño alguno en competir, cediéndole el control. Cerrando su mano en el largo final de su cabellera, tironeó de ésta hacia atrás, apartando sus bocas, haciendo gemir al receptor de sus tratos.
Presionando besos húmedos a lo largo de su cuello, el alfa descendió por un camino de caricias ardientes hasta llegar a su glándula de olor y como era costumbre para ellos últimamente, succionó una marca en la piel que dudaría días allí, robándole un gemido más prolongado al beta. Disfrutando de su reacción positiva, tomó la piel entre sus dientes y apretó hasta que la impresión ligera se mostró en la pureza de su lienzo. Conforme con el resultado pasajero, hizo uso de sus manos, recorriendo el cuerpo vestido por encima de sus prendas hasta llegar al final de ellas y sin demoras de por medio, las quitó de inmediato, exponiendo aquella piel libre de marcas para sus manos ansiosas, las cuales no demoraron en recorrerlo de arriba hacia abajo. Deteniéndose particularmente en sus pezones, los cuales ya se encontraban erectos. Dispuestos.
Sin moverse en lo absoluto, Yeosang dejó que Yunho jugueteara con ellos, ya sea mordiéndolos o succionándolos hasta hacerlos enrojecer y doblar su tamaños. Cuando la hipersensibilidad pareció darle de golpe, el beta comenzó a removerse, sacudiéndose fuera de su toque, sin embargo, el alfa no lo permitió y con unas caricias simples y tranquilizadoras en otras áreas, lo tuvo alzando las caderas. Buscando ese tipo de contacto que te hacía enloquecer. No obstante, el receptor de los Kia Tigers no se lo dio y oprimió sus movimientos hasta detenerlos.
Jadeando de la frustración, el beta frunció las cejas en una queja silenciosa y separó los labios en una petición muda que nunca tomó forma.
Quitándose sus prendas superiores, Yunho procedió a deshacerse de los pantalones de ambos, llevándose consigo las prendas interiores. Yeosang suspiró profundo por eso, aliviado de tener cierta libertad en su miembro, sin embargo, pronto el suspiro se convirtió en un quejido disconforme. La necesidad mezclada con el disgusto. Las feromonas flotando alrededor de ellos, creando una capa espesa de deseo y excitación incontenible.
Ignorando las protestas en forma de quejidos que eran los sonidos de Yeosang, Yunho lo dio vuelta sobre la cama con una sencillez que lo dejó sin aliento, su miembro goteando simplemente por la vista. Amasando las nalgas del editor en medio de un trance, lo escuchó decirle algo que no registró y pasó a ignorar, sintiéndolo lloriquear. Riéndose, se estiró a tomar el lubricante que guardaba en su mesa de noche y sin frotarlo, lo vertió sobre la hendidura del culo del rubio, viéndolo sobresaltarse. Complacido con el resultado, se relamió los labios en una anticipación trémula que le erizó los vellos de la nuca.
El primer dedo ingresó con algo de resistencia, pese a que hubiera acariciado el círculo de nervios y sido gentil, se opusieron a su intrusión con sorprendente brío, sin embargo, para cuando el segundo dedo se hizo su camino a través de esa masa de nervios calientes, su miembro comenzó a frotarse en la nalga derecha de Yeosang, embarrando parte de su líquido preseminal en la piel, marcándolo. Para el tercer dedo, Yeosang ya era una criatura desecha en gemidos y quejidos ahogados. Inclinándose hacia abajo y enjaulado en una tentación animal, sus dientes comenzaron a magullar la piel del beta, llenando su nuca de marcas rojizas y de impresiones que no desaparecerían en días, aumentando la excitación de ambos en una burbuja caliente que ardía en la piel como el sol de verano. Dejando rastros visibles de quemaduras.
Considerando al beta lo suficientemente abierto y ligero de su entrada, tomó un preservativo y se lo colocó con cuidado, procurando que todo esté en su lugar, se tomó por la base y con una habilidad entrenada, ingresó lentamente en Yeosang, escuchándolo jadear una maldición y familiarizado con sus expresiones, podía imaginarlo sudado, con el flequillo pegado en la frente y las cejas arrugadas en relieves de inconformidad. Gimiendo por la imagen mental y lo estrecho que estaban sus músculos sensibles, Yunho llevó una de sus manos a la nuca de Yeosang y se aferró a su piel de una manera férrea. Disgustado con la postura del rubio, llevó su otra mano a la cadera de éste y la envolvió en ella con facilidad, obligándolo a levantar las rodillas y apoyarse en sus codos. Exhalando con fuerza, cerró los ojos un momento antes de empezar a moverse.
Al principio fue lento, probando las aguas y el nivel de cooperación del beta ese día, al notarlo más seguro de su posición y de su resistencia, comenzó a embestirlo. La sinfonía de ruidos que fueron sus cuerpos húmedos y resbaladizos, llenó la habitación esa noche de otoño en ecos ininteligibles.
Pero en el segundo que encontró la próstata de Yeosang, el hombre se volvió ruidoso, aclamando por más, más y más. Sonriendo con orgullo, Yunho profundizó sus embistes a la vez que atendió el miembro descuidado del beta. Acariciándolo con la misma vigorosidad que ingresaba en su interior de nervios, golpeándolo con una certeza de artista y robándole el aliento de una manera descomunal.
Apretando la mordida, las penetraciones fueron en escala de forma gradual, el calor apretado y el placer recorriendo sus venas, tensó sus nervios de una manera deliciosa y dulce. Feromonas que rebozaban la habitación y se mezclaban en una composición estremecedora. Alientos que se perdían en el sonido de sus cuerpos y sensaciones que sobrecogían los sentidos. Era como una montaña rusa en ascenso hacia un sol abrasador y demoledor. Una luz cegadora pero irresistible. Dejándose envolver por ese calor estimulante, Yunho bombeó a Yeosang un par de veces más antes de que el clímax lo arrollara por completo y lo hiciera perder el control de sus funciones, volviéndolas desorganizadas y un desastre total.
Desplomándose encima del beta, el alfa tuvo que darse un tiempo para recuperar el aliento, el exceso de trabajo y la adrenalina todavía recorriendo sus terminaciones, lo distrajeron considerablemente. No fue hasta después de unos minutos que se sintió lo bastante estable como para apartarse y retirarse del interior cálido del rubio. Lo que fue una verdadera lástima.
—Pillow princess —susurró contra el oído de Yeosang, una cadencia grave y ronca, haciéndolo estremecer—. ¿Qué tal estuvo? ¿Debí exigirte menos?
Girándose, el beta le dio una mala mirada, sin embargo, sus ojos expandidos y oscurecidos revelaron un montón de secretos no dichos para él.
—Deja de llamarme así —pidió de manera vaga, golpeándolo en el hombro—. Pero sólo por razones profesionales, ¿cómo lo supiste?
Riéndose, Yunho se inclinó a besarlo con fugacidad—. Siempre preferiste que te jodiera la boca a que me la chuparas.
—¿Y cómo eso tiene relación con que me guste...?
—Joderte la boca y los sentidos fuera de la cabeza, involucra que yo haga la mayoría del trabajo, sino todo. Era un poco evidente mientras más me lo pedías.
Relamiéndose los labios, Yeosang desvió la mirada un segundo—. ¿No te molesta?
—¿Que no seas tan participativo? —preguntó con una ceja enarcada para obtener un asentimiento de regreso—. No. Sé que lo estás disfrutando y me gusta llevar las riendas, soy un alfa dominante después de todo, mi expresión genética se regodea con los de tu clase.
—Muchos prefieren tener personas involucradas y participativas, activas y comprometidas con dar placer.
Apoyando una mano en su mejilla, le mostró una sonrisa comprensiva—. Está bien que estés más comprometido con la idea de no hacer nada y recibir el placer, quien te haya dicho lo contrario es un idiota.
—Así que, ¿de verdad te da igual?
—Cariño, por si no había quedado claro, me gusta joderte y tratarte como si fueras una muñeca. Es liberador.
Al mirarlo, Yunho notó que esa fue la primera vez que vio a Yeosang sonrojarse. Sus mejillas adornadas por un intenso rojo le hizo querer besarlo hasta tragar su último aliento, sin embargo, optó por depositar un beso fugaz en sus labios antes de apartar la mano. El gesto fue en demasía tierno y refrescante para lo que estaban acostumbrados.
Encantándole lo que esto prometía, lo envolvió en sus brazos y lo estrechó contra su pecho desnudo en una promesa de cuidado y atenciones posteriores que endulzaron el oído del beta y lo hicieron sonreír en grande.
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La nueva rutina de Hongjoong era un desastre emocional, no le gustaba para nada. Después de que Mingi hubiera hecho lo imposible para marcarlo con su aroma, el omega tuvo que ducharse tres veces y colocarse no sólo bloqueador en crema, sino que también en aerosol para, finalmente, cubrir las huellas del alfa en su persona y todo para ir a entrenar.
Y él amaba practicar, pero no bajo esas condiciones. Eran insalubres, aparte de que lo hacían reprogramar su horario completo para poder llegar a tiempo.
Y llevaba así apenas una semana, su cara lo decía todo, pesé a que se comprometía con las prácticas, el malhumor sellado bajo kilos de crema, era notorio únicamente en sus facciones arrugadas y su permanente rictus disconforme. El cual no desaparecía a menos que Jongho le hablara o Maddox hiciera alguna payasada antes de batear cuando se encontraban en el campo, de ahí en fuera, se negaba a aceptar que era sólo él quien estaba siendo limitado de su naturaleza.
Sin embargo, como con todo lo demás, aprendió a llevarlo. A seguir adelante. No se estancó en si era un bache de su trabajo o un inconveniente, y como su terapeuta le recomendó, redirigió la atención a sus prácticas, poniendo la energía y la mente en algo que valiera la pena, ya que refunfuñar para sus adentros, carecía de valor. No lo llevaría a buen puerto ni le aportaría nada sustancial. Era como estar luchando contra un muro inamovible. Sumamente absurdo, vaya.
De esa manera, los relieves se perdieron y las sonrisas se formar más seguidas, ya no esperaba a que otros lo animaran, sino que él mismo comenzaba a ser partícipe de las conversaciones con soltura, o la mayor que podía. Lo que un principio preocupó a uno de sus amigos, creyendo que estaba forzándose a sí mismo a ir más allá, no obstante, pronto le hizo saber que no.
Hacía poco Hongjoong aprendió la lección de que no tenía sentido empujarse a sí mismo o a sus límites si no era lo que deseaba.
—¿Quién te abrió los ojos? —preguntó Seonghwa mientras reposaba cómodamente en uno de sus muebles. En uno de esos días donde el trío se reunía completo.
—Yo mismo —admitió con orgullo, levantando el mentón y sonriendo en grande.
—Entonces, ¿puedo asumir que la opinión de tu madre te importa una mierda actualmente?
Hongjoong no estaba tan satisfecho con ese punto, para ser honesto, con su terapeuta lo seguían trabajando, ya que por años había estado bajo la crudeza de su criterio y la atención frívola de sus deseos, por lo que no era tan simple reconocer que ya no le afectaba tanto como antes. Por supuesto que había mejorado considerablemente, al grado de que ya no sufría de crisis emocionales cada vez que su antiguo celular vibraba con alguna notificación de Haesuk o la pantalla se iluminaba con una llamada correspondiente a ella, pero todavía algo en el fondo de él, continuaba sometido a los estándares de la mujer.
Sin embargo, en concepción de Yeosang, había hecho un gran avance, de pasar a temer contestar sus llamadas, a directamente hacerlo sin tantas preocupaciones de por medio, decía bastante de cuánto había madurado esa actitud evasiva suya.
—Voy rumbo a que me importe una mierda —corrigió entre risas, ganando un resoplido de parte de Yeosang a su lado. No muy fanático de los improperios.
En cuanto a su padre, la relación seguía siendo la misma, no diría que estaba rota porque no era el caso, más bien la calificaría de disfuncional. Se escribían con frecuencia y se llamaban de vez en cuando, pero era bastante vago en ciertos puntos intangibles. Como un teléfono descompuesto donde el mensaje llegaba a medias.
No era ni bueno ni malo.
—Después de todo, ya tengo 25 años —continuó el omega, un tono estático y audible—, soy un ser humano independiente, no puedo vivir con la constante preocupación del qué dirán mis padres. O mi madre, específicamente.
Esa era otra barrera que había traspasado después de un par de sesiones, comenzó a llamar a Haesuk por lo que era, su madre, incluso si no le agradaba o la mujer nunca lo había tratado como un hijo. Consideraba que no era del todo malo aceptar la realidad, Kim Haesuk era su madre, sin embargo, estaba bien que no le importara o la amara. En palabras de su terapeuta, el amor no surgía de la sangre, sino de las acciones. El amor no era algo que se pronunciara de forma vacía, sino que se demostrara con tratos sinceros. El amor era como una flor que había que había que regar.
Lo que nunca había recibido de la antigua patinadora olímpica. Y a pesar de que no estuviera bien, Hongjoong había hecho las paces con su pasado disfuncional y descuidado. Vivir atormentado por éste, no se encontraba en los planes de su vida, ni actuales ni a futuro.
Aplaudiendo, Seonghwa le mostró una sonrisa complacida—. Esto es lo que espere oír durante tanto tiempo, felicidades, estás creciendo bien.
Como era de esperarse por parte del albino, su toque de humor no se hizo esperar. Tiñendo el ambiente de una característica sarcástica y ligera.
Chasqueando la lengua, el omega se hundió en el asiento que ocupaba con tranquilidad—. ¿Qué hay de ti? —preguntó con curiosidad—. ¿Estás aprovechando tu vida mundana un poco más o sigues con la mentalidad estricta del patinaje?
—Tengo mis libertades —admitió con un cabezazo breve.
—¿Cómo cuáles? —cuestionó, Yeosang—. Porque que sepamos, no sales a ningún lado. O al menos no lo públicas en tus redes sociales.
De los tres, Seonghwa siempre había sido el más activo en el ámbito de la exposición, algo que habían admirado, se le daba natural. Y le gustaba, principalmente. Lo que era un punto relevante si se iba a estar de forma constante bajo el ojo público y de los admiradores.
—Hay un patinador japonés, probablemente consiga la medalla este año —empezó diciendo el alfa—. Es una inspiración completa para el patinaje así que no lo dudaría, por esa razón estoy más tranquilo, y menos obsesionado con el triunfo.
—¿Entonces, sí estás conociendo a alguien? —preguntó Hongjoong. A lo que el albino negó con rapidez.
—Con libertades me refiero a que estoy saliendo más, ya saben, disfrutando de la naturaleza y seguro, teniendo algún que otro acostón, pero nada serio. El patinaje sigue siendo mi número uno.
Cruzando miradas, el omega y el beta suspiraron al unísono—. Es mejor que nada —aseguró éste último con aires de cansancio—. Antes había que obligarlo a conocer otros aspectos de la vida que no fuera el hielo.
Lo que en gran medida era cierto, Seonghwa siempre fue alguien sociable, pero mantenía una rectitud irrompible cuando se trataba del patinaje, lo que era admirable en cierto punto y cuestionable en otro al limitar tanto su vida. O prohibirse ver a sus amigos como había hecho en un tiempo cuando era más joven e inexperto.
—Lo dicen como si fuera un ogro, ¿saben? No es muy agradable.
Sonriéndole sin pena, Hongjoong se disculpó primero, siguiéndolo Yeosang con una inocencia mucho más creíble. Lo que inevitablemente, lo hizo pasar a ser el foco de atención, como si se tratara de una ruleta rusa imaginaria entre ellos. Las bebidas calentándose y las frituras desapareciendo a medida que la plática aumentaba.
—¿Y qué nos dices de ti? —inquirió el alfa, apuntando con el mentón hacia el beta—. Últimamente no hueles tanto a tu esencia.
—Bueno, normal cuando sales con alguien —replicó el rubio con una indiferencia que no le salió bien, porque inmediatamente, hizo que su rostro se tiñera de rojo y sus manos se sacudieran con impaciencia—. No es que esté saliendo con él, en realidad la palabra adecuada sería frecuentarnos, ya saben. Nos acostamos y toda la cosa pero no es...
—Deberías tranquilizarte un poco. Respirar, ya sabes —interrumpió Hongjoong a las risas, recibiendo un golpe que le hizo doblar los labios en una mueca.
—Sólo no quiero que malentiendan las cosas. A ustedes se les da muy fácil.
—¿Asumir que sales con Yunho? —preguntó Seonghwa, haciéndose el tonto de manera evidente sólo para molestar a su amigo.
—Ya dije que nos frecuentamos.
—Es la misma basura, sólo que con un término distinto. ¿Tienen citas?
—Define la palabra y te daré mi respuesta.
—Las tienen —aseguró el castaño como si se tratara de él—. Yunho lo sube todo a sus momentos de Kakao. ¿Qué? —preguntó con despreocupación y las cejas ligeramente alzadas—. Mingi me lo comenta de vez en cuando.
—Tienes un espía. Eso es trampa —aseguró el rubio de brazos cruzados. Haciéndolos reír.
—¿Qué es trampa? —preguntó una cuarta voz. Procediendo desde la entrada.
«Hablando del Diablo», pensó Hongjoong al ver al alto y su alfa aparecer finalmente.
Desde que había caído la tarde, el trío de amigos no lo había pasado solos, tanto como el receptor de los Kia Tigers como el lanzador, habían sido partícipes de sus interacciones. Realizando aportes aquí y allá. Integrándose al grupo de manera paulatina, ya que era fin de semana y ambos bandos lo tenían libre.
A medida que el tiempo transcurría, y los snacks desparecían, ambos se ofrecieron a ir por más. Asimismo, como se ofrecieron de conseguir elementos para la cena. Seonghwa se ahorró de sumarse a ellos simplemente por la pereza que admitió sentir ante la idea, lo que hizo gracia. La excusa fue vaga pero nadie le dio importancia y es así como el dúo desapareció un instante bastante largo. Reapareciendo al fin.
—Una tontería de un juego —respondió Yeosang con una indiferencia que lució elegante en él. Asintiendo en aceptación, Yunho no lo cuestionó y una vez se deshizo de su calzado, avanzó hacia ellos, sentándose junto a su amigo.
Daba igual lo que éste les dijera, era obvio para todos en la habitación que salía con el alfa con aroma a café. La complicidad sembrada en sus miradas y las sonrisas acarameladas, decían mucho más allá de lo que el rubio se atrevía a reconocer por su propia cuenta. Y estaba bien, para ellos no había apuro y cada persona tenía sus tiempos en aceptar la realidad nueva de sus vidas. Sea cuál sea.
Levantándose del sofá, Hongjoong sacudió la cabeza con ligereza y tras llevarse consigo su bebida profunda de arándanos, siguió a Mingi hacia la cocina, donde lo encontró dejando las bolsas con los elementos para la cena.
—¿Qué tanto compraron? —preguntó con curiosidad, acercándose a pasos lentos. Girando por encima de su hombro, el alfa con aroma a flores lo miró un instante antes de regresar la vista a lo que hacía.
—Aparte de las cosas para la cena, vi que tus alacenas comenzaban a vaciarse de nuevo así que compré algunas cosas extras.
—Siempre tan atento —murmuró a modo de burla, bebiendo de su bebida alcohólica. El sabor de la fruta endulzando su paladar.
—En vez de burlarte podrías darme un beso o agradecerme, ¿sabes?
—¿No serías las dos cosas lo mismo? —preguntó con una sonrisa, fingiendo hacerse el tonto.
—¿Por qué no lo probamos? —replicó el moreno con astucia, haciéndolo sonreír aún más. Mordiéndose el labio inferior para contener esa explosión de felicidad, se llevó la copa a la boca.
—Puse tu vaso en la heladera por si no lo notaste —comentó con aires distraídos, queriendo cambiar de tema, provocando que una sonrisa nazca en los labios del pelinegro sin saberlo.
—Gracias, Ángel. ¿Ves? —agregó a continuación, un tono jocoso—. No me costó nada decirlo.
Rodando los ojos, el omega finalmente llegó al costado del alfa y una vez allí, dejó su copa sobre la encimera del lavado. El pulso le temblaba y el corazón le latía acelerado en la garganta, retumbando con fuerza en su pecho y ensordeciendo sus oídos como si se trataran de tambores.
Respirando de forma superficial, levantó la cabeza hacia arriba, viendo al perfil cincelado del moreno. Su cabellera había crecido bastante desde hacía unas semanas, cambiando el aspecto áspero de su apariencia a algo menos rudo y más suave de alguna manera posible. Revelando otro lado de su aura que desconocía. O tal vez tenía más que ver con el modo en el que siempre lo miraba, como un cachorro anhelando algo. Ojos gatunos, caídos y en círculos irreales, como si fueran de muñecos. Ante ella, Hongjoong se sentía sin aliento, expuesto y atesorado de una forma que le acariciaba el alma.
Razón por la cual, llegó a la conclusión de que ya no tenía sentido seguir postergando lo evidente cuando era más que obvio, que era correspondido. Pero no fue hasta hoy que, luego de tanto analizarlo, llegó a dicha resolución.
Después de todo, ¿qué tenía que perder?
—Gracias por haber hecho las compras por mí, Min. Te quiero.
Deteniendo sus acciones por completo, Hongjoong observó con expectativa cómo Mingi se volteaba a verlo con los ojos abiertos en su totalidad, los labios separados en una exclamación silenciosa y las cejas arrugadas hacia arriba en relieves de incredulidad. Sin poder evitarlo, el omega se rió de la evidente conmoción escrita en la cara de su alfa.
—¿Qué dijiste ahora mismo?
—Que te quiero.
Soltando las verduras de sus manos, el alfa se apresuró a rodearlo con sus brazos en un agarre constrictor que lo dejó realmente sin aliento al grado de que sus propios labios se separaron en una medida de emergencia, recolectando oxigeno con urgencia. Y a duras penas, es que él se halló devolviendo el abrazo por encima de los hombros del pelinegro. Apretándolo con una intensidad igual de arrolladora. Permitiéndose incluso cerrar los ojos un segundo.
—¿Puedes repetirlo? —preguntó el moreno cerca de su oído, una cadencia baja e íntima.
—Te quiero. Te quiero mucho.
—Yo también te quiero, Ángel.
Desde aquel día en la playa no lo habían vuelto a decir, como si las palabras se las hubiera llevado la marea y las confesiones se hubieron vuelto tierra. Perdidas en la brisa otoñal de ese día.
Riéndose Hongjoong se apartó en el momento justo que Mingi lo hacía, y como si fuera una escena orquestada por el universo, ambos se inclinaron en dirección al otro y unieron sus bocas en un beso sellado por un amor demoledor que no tuvo comparación con otros anteriores. La dulzura de la bebida entremezclada en su fusión y adulterando la intensidad de su encuentro.
Aún si no tenían mucho camino recorrido, cada tramo que habían sobrellevado, los derivó al punto actual de sus vidas. Y en cada obstáculo, habían recolectado una memoria distinta, desde las más amargas a las más dulces, todas enfrascadas en un conjunto imborrable de recuerdos preciados.
Y cada una de ellas, construiría un nuevo camino hacia el futuro próspero que los aguardaba.
F I N
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