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❈•≪41. Decōrum≫•❈

Levantando el mentón y viendo al frente, Hongjoong caminó por los pasillos con una actitud recta y confiada. La luz del sol de finales de otoño que apenas trasmitía una calidez acogedora, acariciándole la piel con una suavidad amorosa, la brisa que le revolvía la cabellera y los sonidos de fondo que le hacían eco, acompañaban sus pisadas sobre la arena.

Ignorando las interrogantes grabadas en las frentes de sus compañeros, siguió su andar con una templanza inquebrantable, imperturbable de los aromas hostiles y los gruñidos de advertencia. El omega apenas batió las pestañas en dirección de alguien. Manteniendo sus objetivos claros. Al llegar a ellos, dejó caer su bolso a un lado y se desplomó en los asientos del dugout. Siendo recibido por miradas curiosas pero nada más. Lo que le sorprendió.

—Pareces feliz —señaló Maddox, colocándose el guante con destreza.

—¿Tú crees? —replicó él con ignorancia fingida.

—Bueno, es eso o estás delirando por la cantidad de feromonas que traes encima.

Riéndose de manera tonta, pasó a mirar a Jongho, quien se mantenía callado pero atento. Una mirada redonda y de ojos cafés.

—Solucionaron sus problemas, supongo —continuó el alfa, un matiz de intriga en la voz.

—Pasó una semana —recordó con una ceja enarcada.

Riendo, el rubio rodó los ojos—. Te has enojado conmigo por más tiempo y sólo por preocuparme por tu salud.

Carraspeando, el omega desvió la mirada unos segundos—. Lo siento por eso. Sé que fui un imbécil a lo grande en ese entonces.

—Bastante —concordó Maddox con diversión, sonriéndole de lado—. Pero siempre entendía porqué así que no enloquezcas al respecto. Nunca estuve enojado contigo.

—Deberías de haberlo estado.

—Tal vez — fue todo lo que reconoció el alfa. Encogiéndose de hombros con una indiferencia real.

—Así que, ¿es oficial? —preguntó Jongho con una certeza que les asombró  a ambos—. Las cosas entre ustedes dos. Porque sin ofender, hueles como si fuera así.

—No me ofendes —murmuró con un indicio de sonrisa apenada, bajando la mirada a su pantalón y quitando las pelusas imaginarias—. Pero respondiendo a tu pregunta, sí, somos oficialmente novios.

—¿Novios? —cuestionó Maddox en un declive agudo que nunca antes le escuchó—. Yo pensé que se habían emparejado. Apenas hay un rastro reconocible tuyo.

Lo que tenía una explicación detrás, Mingi se había encargado de traerlo a practicar como el buen hombre que era, a pesar de que Hongjoong mismo ya tuviera su auto reparado en el estacionamiento de su edificio. Y en el interior del Mazda del alfa, a lo único que olía, aparte de a una textura ligera de pino artificial, era a la fragancia natural del lanzador por completo. Por lo que en consecuencia, y al su cuerpo estar acostumbrado, el aroma se le pegaba por inercia. Eso por un lado, por otro, el moreno no vaciló a la hora de bombardearlo con sus feromonas a la hora de despedirse.

Una característica demasiado alfa que encontró hilarante hasta las lágrimas, pero a la cual no se opuso, principalmente porque era algo común en novios primerizos y teniendo en cuenta que el suyo era del tipo afectivo, por no mencionar el trasfondo posesivo del acto, dejó al pelinegro ser. Después de todo, no es que le disgustara.

En el fondo lo hallaba extrañamente agradable.

—Sería demasiado pronto para hacerlo, somos jóvenes por si se te olvida, además...

—¿No quieres andar de perra pretenciosa?

Arrugando las cejas y contrayendo la expresión en una mueca desagradable por la calificación inapropiada, Hongjoong se giró por sobre sus talones, encontrándose con uno de los lanzadores abridores de su equipo recostado en la entrada del dugout. No traía su guante puesto y la gorra la llevaba mal acomodada, en una apariencia despreocupada que dejaba mucho que desear de su compromiso con respecto al entrenamiento de hoy.

—¿Disculpa? —preguntó con una expresión confusa, esperando haber escuchado mal. Pero por la cara de desprecio en el hombre más viejo, es claro que no.

—Quiero decir, ya todos sabíamos que te jodían, pero emparejarse sería mucho, ¿no? Como llevar una correa que diga de quién perteneces en la cara de todos.

Emparejarse no funcionaba de esa manera vulgar, y que el hombre insinuara que sí, era desagradable. Una ridiculez de muchas que le tocaría oír, y sólo por su casta. Eso lo podía anticipar desde ya.

—A menos que tuvieras intenciones de joder conmigo, ¿no veo cual es tu maldito problema sobre el asunto de que ahora tenga novio?

—Pequeña cosa estúpida —susurró el hombre antes de enderezar la postura y aproximarse unos pocos pasos, lo suficientes como para ser notorios pero sin llegar a la intimidación física—. No se trata todo de ti —le dijo con un tono áspero—, sino de quién te tiras. ¿Sabes cuántas veces han barrido el suelo con nosotros? Por si no lo olvidas, en el último enfrentamiento casi nos ganan.

—Parece que tienes la memoria jodida, porque estuvimos iguales todo el maldito tiempo.

—Sólo ignóralo, Hongjoong —le dijo Maddox, tomándolo del codo con su mano libre, queriendo alejarlo unos centímetros—. Está frustrado porque a diferencia de otros, su rendimiento apesta sin importar quién sea el oponente.

—Habló el alfa que el primer año se lo intentó tirar —replicó el alfa más viejo en un resoplido sarcástico.

Declaración totalmente falsa, Maddox jamás intentó nada más allá de un acercamiento fraternal entre ellos. Incluso el mismo alfa se lo había dejado en claro, teniendo en cuenta que en aquel entonces salía con alguien de manera seria y su hermana mayor le cortaría las pelotas de saber que jugaba a dos puntas, cita textual del rubio. E inclusive si hubiera tenido intenciones de pretender algo, no lo habría conseguido, ellos no se hicieron cercanos hasta la mitad de su segundo año. Donde el omega fue claro en que no pretendía sociales de ningún tipo con miembros del equipo. 

Lo que es obvio que no había cumplido al pie de la letra teniendo en cuenta que ahora parte de sus amigos lo conformaban dos jugadores de los Doosan Bears.

—Mejor cierra esa mierda de boca que tienes si sólo vas a decir basura —musitó Maddox con un enojo que se mostró en su fragancia picosa de pimienta, absorbiendo al coco por completo y haciéndolo desaparecer de su estructura.

—Llámalo cómo quieras si no te gustan las verdades.

—¿O porqué mejor no me dices cuál es tu maldito problema de manera directa? —intervino Hongjoong, soltándose del agarre liviano y avanzando un paso retador. Sabía a qué se debía todo y aún así le indignaba, más no le sorprendía. Los lobos viejos eran carroñeros puros, buscaban despedazar a los más jóvenes con el mínimo de excusa. Y la suya era Mingi, el rival del equipo.

La encontraría válida, de alguna manera retorcida, si salir con el alfa dominante y ser su novio, le nublara la ética y el juicio deportivo, lo que no había pasado y no iba a pasar. Por sobre cualquier cosa se encontraba su carrera, si por más enamorado que estuviera no aceptó una marca, menos iba aceptar arruinar su reputación y venderse. No era de esos ni jamás lo sería. Que asumieran que una parte del él se ablandaría por ser omega, era absurdo y sumamente humillante.

—Tu dueño es el problema aquí, ¿no te das cuenta? Oh, cierto, si lo hubieras notado te habrías colocado un bloqueador. Pero esa cabeza tuya no piensa más allá de su nariz.

Hongjoong no pudo evitar soltar un gruñido entre dientes, indignado con la etiqueta, pero mayor aún, con el requerimiento de usar bloqueador. En las prácticas no estaba prohibido mostrar sus verdaderos colores, lo que implicaba que, quien quisiera podía tener la libertad de colocarse bloqueador para el olor o no. Emitiendo sus fragancias naturales como segunda opción. Ya que según algunos expertos en la materia, era la manera más simple de fomentar la unión y las relaciones sanas entre individuos. Todo basado en estudios de niños interactuando entre sí sin bloqueadores.

No muy válido en su opinión si cambiaban el objeto de estudio a un par de adultos egocéntricos y discriminadores de primera.

—¿Por qué tendría que usar uno cuando ustedes no lo hacen? —replicó de regreso, enfurecido. No era justo y no se lo puto merecía. Y estaba harto de que le dieran de comer la misma mierda.

Avanzando, el hombre mayor tuvo el descaro de soltar una risa que le supo ácida en el medio de su cara—. Porque estás jugando con nuestras reglas —le recordó con veneno. Viéndolo desde arriba con soberbia—. La anomalía en todo esto siempre has sido tú —declaró con aspereza, presionando un dedo sobre su uniforme.

Golpeándolo fuera de su cuerpo, el omega no retrocedió y envalentonado, avanzó otro paso, retando la expresión alfa en su compañero—. Quita tus putas manos encima de mí, bastardo frustrado.

—¿Es lo único que tienes para decir? —cuestionó con arrogancia—. ¿O es que acaso sabes que tengo razón?

Apretando la mordida, Hongjoong tuvo su primer exabrupto en un tiempo y empujó al abridor del equipo lejos de su espacio personal, aunque en un principio hubiera sido el iniciador de la cercanía. Y a pesar del lugar que ocupaba en la jerarquía, las personas tendían a subestimar la fuerza que poseía, por lo que no le asombró la expresión descolocada del viejo cuando lo hizo trastabillar una buena cantidad de pasos.

Hongjoong no era ninguna anomalía, era una excepción a una regla y era tiempo de que las personas comenzaran a entender eso. Rompía esquemas que se suponía, en un principio, no habían sido diseñados para él, pero ese no era asunto suyo. Si era bueno y encajaba en el molde, que las personas se tragaran su disconformidad y aplaudieran los méritos que cargaba en su espalda en lugar de llorar incoherencias.

—¿Cómo alguien que apenas juega podría tener razón si se la pasa en la banca, siendo relevo de otros?

Lo siguiente que supo Hongjoong es que su cara giró en la dirección opuesta en la que se encontraba viendo y que su labio ardió como el infierno mientras que su lengua y el interior de su boca se llenaban de una sensación metálica asquerosa semejante a la sangre. Y ni siquiera tuvo tiempo de comprobar si era el caso y se trataba de lo que asumía, cuando el grito de Jongho resonó en sus oídos como un eco y la advertencia de Maddox fue más un estruendo ensordecer que le hizo crispar la expresión en algo grotesco.

Hubieron maldiciones de fondo y lo que supuso fue una conmoción general, sin embargo, él no tuvo espacio para asimilar qué se hallaba pasando porque su cuerpo actuó más rápido que su mente misma, y en el instante siguiente, se encontró cerrando sus manos en puños firmes e impactando contra la dureza de un cuerpo bien trabajado pero que, aún así, soltó sus quejidos. Algo en su mejilla dolió como la mierda, pero no le dio importancia, él sólo se enfocó en agacharse en el momento que divisaba unos nudillos ensangrentados dirigirse directo a su cara y aprovechando la ventaja, golpeó con certeza en el estómago impropio, escuchándolo maldecir de forma difuminada.

Y la situación no terminó allí pese a la cantidad de personas queriendo interferir, porque en el momento que se escuchó el zumbido del aire siendo cortado por un instrumento en especial, Hongjoong apenas tuvo tiempo de hacerse hacia atrás antes de que un bate le diera de lleno en la cabeza. La torpeza de su esquiva, lo hizo caer al suelo pavimentado del dugout, ganándose una heridas extras. Pero apenas se dispuso a pensar en ello cuando vio ojos inyectados en sangre y el ruido del viento resonó en sus oídos en un golpe contundente. Sólo por unos centímetros, el lanzador había errado y en lugar de darle en la cara le dio en un costado, horrorizado con lo rápido que empezaba a escalar la situación y lo poco que estaban pudiendo hacer los demás ante un alfa enrabiado y en la totalidad de su expresión genética, Hongjoong empezó a tirar patadas al aire, con la esperanza de darle o quitárselo de encima.

Lo que sucediera primero.

Y al sentir unos agarres firmes en los brazos, el pánico le hizo creer que lo estaban restringiendo en su sitio, por lo que comenzó a sacudirse, sin embargo, pronto se dio cuenta que estaba equivocado y que en realidad lo estaban arrastrando lejos. O lo más posible en esos casi diez metros de concreto.

Hubieron exclamaciones y gritos distorsionados que no pudo distinguir de quiénes procedieron, sólo pudo enfocarse en un dolor entumecedor en el costado del cuerpo y a duras penas, divisar la figura del mánager del equipo con el rostro desfigurado en una emoción que no pudo nombrar y el cuello rojo de la cólera probablemente. Parpadeando varias veces, el omega intentó mantenerse al día con qué rayos había sucedido, no obstante, la cabeza le empezaba a retumbar como tambores y su orientación fallaba como nunca antes, tocándose un costado, lo sintió caliente. Siseando por lo inesperado del dolor, se encorvó en sí mismo, preguntándose en qué momento todos habían llegado para el espectáculo de media tarde. Incluso los médicos del club que lo atendieron a pesar de su evidente desorientación.

Recostándose en el suelo, él sólo maldijo a su mala suerte de siempre con todo el corazón e ignoró a su alrededor. Cerrando los ojos para hacerlo más efectivo, pese a escuchar vagamente como le pedían mantenerlos abiertos.

Hongjoong no obedeció, los párpados le pesaban demasiado y la cabeza le estaba por estallar. Quería relajarse aunque fuera sólo un segundo. Sólo uno. No pedía más.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

—Tú sí que estás demente.

Lo primero que Hongjoong escuchó al abrir los ojos, fueron las palabras de Maddox, aunque en esta ocasión carecían de humor y un matiz de regaño brillaba en la superficie de su voz siempre amable.

Parpadeando confundido, el omega notó que Jongho también se encontraba allí, en una habitación blanca con los emblemas de los Doosan Bears. Lo que probablemente significaba una cosa: acabó en enfermería.

Soltando un quejido lastimero se pasó las manos por la cara, sin embargo, esa fue la peor decisión que pudo tomar, porque inmediatamente, una sensación de ardor se expandió por todo su cuerpo y lo hizo quejarse en serio. Acongojado por la situación en la que estaba, miró a los dos hombres enfrente de él a la espera de una explicación, y su mirada debió ser bien clara, porque Jongho suspiró profundo y Maddox sacudió la cabeza con lentitud.

—Activaste la expresión alfa en Myunshik y se volvió completamente loco, es un hombre grande que incluso costó contenerlo entre tres personas. Los entrenadores hicieron lo que pudieron para evitar que la cosa escalara a tu posible muerte, ¿sabes?

—Te reventó el labio y te causó una contusión —agregó Jongho con mayor preocupación en la voz—. Realmente pudo matarte. Usó un bate.

«¿Y el demente era él?».

—Incluso si tienes un buen gancho derecho, no hay competencia para eso —declaró el alfa rubio con un humor vago, casi ácido.

Mordiéndose el labio inferior, Hongjoong también se arrepintió de eso e inmediatamente lo soltó—. ¿Cuánto llevo durmiendo?

—Inconsciente sería la palabra más adecuada —decretó Maddox con reproche—, pero cerca de dos horas. Realmente te sacó la mierda afuera.

—Si no hubiera estado distraído, creo que le hubiera ganado —objetó Jongho con seriedad. Todavía viéndolo.

Sintiendo una sensación aprensiva en el corazón, el omega se enderezó de golpe, lo que no fue buena idea, porque le hizo marearse, sin embargo lo ignoró y estiró su brazo con una urgencia inesperada.

—Mi bolso —pidió con un declive marcado—, quiero mi bolso ya.

Accediendo a su petición, Maddox fue el primero en acercarse a él y tenderle el bolso. Tras hurgar con impaciencia en el interior, sacó un pequeño espejo y observó su reflejo con impresión y horror. Cubriéndose instantáneamente la boca con la mano y soltando el accesorio sobre las mantas. 

Su labio superior estaba roto e inflamado, pero eso no era ni siquiera la peor parte. Su mejilla era un desastre absoluto, enrojecida y morada junto con un ligero corte que no comprendía cómo sucedió, mientras que en el inicio de su frente tenía una venda que cubría una posible herida que también desconocía en que momento surgió.

—Muynshik está fuera del equipo —anunció una tercera voz que todos reconocieron como la de su mánager, y al instante, Jongho y Maddox realizaron reverencias en su dirección—. Salgan —les dijo al notarlos—. Necesito hablar con Kim a solas —asintiendo hacia sus amigos, los vio marchar sin otras opciones—. Muchos salieron en tu defensa. Argumentando que Seok comenzó.

—Sí, señor. Aunque sé que debí ignorarlo como se me aconsejó.

Emitiendo un sonido evaluativo, el hombre se pronunció con claridad:—. Y deduzco que el origen del problema radica en Song Mingi y tú. Aunque no es asunto mío saber cuál es el tipo de su relación, no está mal que asuma que salen, ¿cierto? —tragando en seco, el omega sólo se vio a sí mismo asintiendo en completo silencio—. Contrario a lo que muchos te hagan creer, no hay una regla en el manual que prohíba las relaciones entre compañeros, o en tu caso, entre colegas de distintos clubes.

—Lo sé —murmuró en un hilo de voz. Avergonzado de su comportamiento en el campo. Estaba seguro que era mejor que eso.

—Como espero que también sepas que no saldrás ileso de esto. Tengo que darte un castigo incluso si sé que no lo mereces del todo. ¿Lo entiendes, Kim?

Apretando los labios, él asintió por segunda vez—. Lo entiendo, señor.

—Tienes que comenzar a usar bloqueador cada vez que estés con el equipo. Sin excepciones. Sean prácticas o juegos. Y aunque me cueste decirlo, estás fuera cinco días. Vas a la banca de nuevo.

Abriendo los labios, Hongjoong sintió como si una cuerda invisible le cortara la garganta y las palabras murieran a inicios de ésta. Aferrándose a las sábanas lo único que pudo hacer antes de quebrarse, fue murmurar que lo entendía. Sin más qué decir, el mánager se retiró de la habitación. Dejándolo sólo.

Y la pesadumbre trepó por las entrañas de Hongjoong, ahogándolo en una congoja dolorosa y amarga que sintió en la lengua. Pesada y entumecida. Parpadeando varias veces, el omega al final terminó derramando las lágrimas contenidas. Y al escuchar la puerta abrirse, no demoró en escabullirse bajo las sábanas y llorar sin control. Desbordado en su totalidad.

No era justo. No era puto justo que fuera el único limitado a usar bloqueador de aromas.

Sintiendo una presión compasiva y unos brazos rodearle por encima de las mantas, percibió el aroma ligero a petricor que identificaba a Jongho como beta. Quien se encontraba brindándole confort. Aún así, eso no bastó para hacerlo tranquilizarse. Incluso si se trataran de sus mejores amigos, sus aromas tampoco serían suficientes, su cuerpo había generado una especie de simbiosis con el de Mingi, y lo peor, es que no lo vería incluso si lo deseaba. El alfa dominante también tenía prácticas a las que atender por lo que había regresado a Gwangju.

—No es justo —logró decir entre hipidos. Ver cortada su naturaleza de esa manera era deplorable y doloroso, no obstante, que al resto se les permitiera ser ellos sin restricciones, quemaba de una manera diferente—. No es justo, maldición. No es... No es... No lo es.

—Lo sentimos, Hongjoong —murmuró Maddox como si ya lo supiera todo—. Sabemos que no lo mereces.

—Lo lamento —murmuró Jongho en una cadencia reconfortante que no tuvo efecto.

Y eso fue todo, lo dejaron ser.

Lo dejaron llorar, lo dejaron despotricar y principalmente, lo dejaron gritar su frustración.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

—¿Qué carajos te pasó a ti?

Al llegar a su departamento, lo que menos anticipó Hongjoong es que Yunho estuviera allí, ocupando su sala con total libertad y el control en la mano mientras miraba una serie animada. O lo que parecía ser una.

Con las entrañas revueltas y sintiéndose fatal, el omega no se molestó en contestar. No quería causar un conflicto con el alfa con aroma a café, por lo que procedió a sacarse sus pertenencias de encima y a dejar su bolso a un lado. Había tenido buenos días de prácticas y ahora por cinco días, estaría fuera. Y como si las cosas ya no fueran lo suficientemente malas, se sentía del asco. Magullado por todas partes y adolorido como si lo hubiera aplastado un camión.

—¿No deberías estar en Gwangju? —preguntó de regreso, dejando en claro indirectamente que no quería hablar de sí.

—No, bueno en teoría debería, pero hoy hay reunión de directivos por lo que es nuestro día libre.

Asintiendo en comprensión el omega se quitó las zapatillas con pesadumbre, pero al instante de enderezarse, se sintió mareado. Sin embargo, hubo un agarre fuerte en su brazo que aparte de quemar, lo mantuvo estable.

—Tranquilo ahí, colega —escuchó murmurar a Yunho. Quien lo soltó inmediatamente después de que recuperara el balance—. Mira, entiendo que no quieras contarme, pero Yeosang se preocupara una vida cuando te vea.

—¿Dónde está?

—Fue a comprar cosas para tu alacena. Dijo que la vio muy vacía.

—No era necesario, pensaba hacerlas esta semana.

Levantando las manos, el alfa se excusó—. Díselo a él.

Jugueteando con sus manos, el omega se mantuvo en su sitio, mirando fijamente al suelo mientras sentía la presencia del otro alfa y la frustración contenida resguardada en su pecho, quemando como mil soles.

—¿Puedo pedirte un favor?

—No voy a mentirle a Yeosang, Hongjoong —se adelantó a decir con un tono firme, haciéndole levantar la mirada y observarlo con ojos grandes—. Y lo siento, pero tampoco voy a mentirle a Mingi. Es mi mejor amigo e incluso si me agradas, no puedo hacerlo ¿entiendes?

Con los labios temblorosos, el omega asintió a duras penas—. Entiendo bien tu posición, lo siento por intentar ser egoísta.

—¿Qué te hicieron? —fue lo único que preguntó Yunho, un tono cargado de angustia inesperada.

—Darme una paliza por ser yo, supongo —comentó sin humor, una risa seca aflorando de su garganta estrangulada—. No les gusta cuando soy un poco feliz. Es así de simple.

—¿Tus compañeros? —preguntó incrédulo.

Avanzando por las dimensiones de su departamento, el castaño asintió cortamente.

—Un abridor, es un lobo viejo, bastante anticuado —murmuró con un encogimiento—. No le cayó muy bien que llevara el aroma de Mingi encima y con orgullo.

—Pero lo traes contigo hace tiempo...

—Ellos funcionan así, Yunho...

—Lo tienes normalizado —señaló el alfa con asombro—. Hongjoong, eso no está bien. Deberías...

—No te ofendas, Yunho —dijo en un tono cortante, a inicios de la cocina. Girándose a verlo—. Pero cuando experimentas esta mierda más de una vez, lo único que puedas hacer es acostumbrarte a que vuelva a pasar tarde o temprano. Más cuando mi equipo se conforma en su mayoría de alfas anticuados y con un humor de perros.

—Eso no lo hace menos injusto.

—Bienvenido al mundo real, la vida es una mierda injusta —pasándose una mano por el pelo, el omega suspiró—. Mira, no trato de ser un idiota contigo, es sólo que no quiero hablar del tema. Aprecio tu preocupación pero no..., sólo no, ¿de acuerdo?

—Presenta una queja administrativa.

—No tendría sentido y... —cortándose a sí mismo, Hongjoong miró por el costado de Yunho sólo para encontrarse con Yeosang parado a metros de ellos, bolsas en mano y ojos castaños ardiendo en furia—. Jodida mierda —susurró en el instante que no lo detectó. Y por la expresión del alfa con aroma a café, él pensó lo mismo—. Yeosang, ¿desde cuándo...?

—Presenta una puta queja administrativa —insistió con un tono tajante, avanzando hasta dejar las bolsas en el interior de la cocina, sobre la encimera.

—Ya expulsaron al jugador que lo ocasionó, no tendría sentido y además...

—No sólo contra él, contra todos los que te molestan. Hongjoong, puedes hacer algo más que intentar enfrentarlos con violencia.

—¿Recuerdas mi primer año? —preguntó el omega con una inflexión dolorida—. Archivaron la causa y nunca llegó a ningún lado, ¿por qué sería diferente ahora?

—Eres Kim Hongjoong —le recordó su amigo, tomándolo por los hombros con suavidad—. Uno de los mejores campocorto de la Liga, si no llega a nada otra vez, hazlo público. Que el mundo sepa qué clase de compañeros tienes.

—No voy hacer publicidad de mi acoso. Lo siento, pero eso es un no rotundo.

—¿Te has visto?

—Sí, luzco como la mierda y me siento peor, así que gracias por hacer que lo recuerde.

—No liberes tu frustración con Yeosang.

—Lo siento, joder, lo siento, sólo quiero dejar el tema de lado —pronunció con la voz en caída, un hilo fino y quebrado al borde del llanto. Frustrado y exasperado a partes iguales. Lo único que le interesaba era zanjar el tema. Guardarlo en algún lugar de su memoria donde junte polvo y el recuerdo se convierta en cenizas irrelevantes.

—Sólo ve a descansar entonces. Te llamaré para cenar.

Asintiendo con pesar, el omega se despidió por lo bajo antes de arrastrar sus pies hacia el pasillo que llevaba a su dormitorio. Tragándose las lágrimas que rogaban por ser liberadas de su prisión, Hongjoong se desplomó sobre su colchón sin importarle el dolor posterior.

En sus prioridades se encontraba escapar de la crudeza de la realidad en la que vivía.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Dos días después, la peor pesadilla de Hongjoong se manifestó en presencia de un hombre alto y moreno enfrente de su puerta, luciendo una expresión seria y ojos inexpresivos.

—Seonghwa me dijo que llevas un rato sin salir de tu cuarto.

Para la cara que se traía, mejor permanecer dentro. Además, se hallaba desganado y desinteresado del mundo exterior. Todavía angustiado por la decisión que había tomado el mánager sobre su situación. Después de todo, incluso si en la actualidad se consideraban más personas que instintos, éstos seguían conformando la genética de uno y tomando un rol importante en la vida de un ser. Asimismo, es como si le hubieran cortado las alas al no poder decidir qué hacer con su propio cuerpo. Su cuerpo, maldita sea.

Esa parte era la que más le ofendía y le jodía de la situación. Que otras personas de repente decidieran que él, únicamente él, debiera de usar bloqueador de aromas durante los juegos y las prácticas, porque al parecer era quien creaba los conflictos y no al revés.

¿En qué clase de mundo se encontraba viviendo que tenía que aceptar esas condiciones sin rechistar, simplemente por una bola de egocéntricos?

Era tan absurdo que pasaba a ser risible.

—No sabía que se hablaran.

—Conseguí su número hace no mucho —respondió el alfa con esa cadencia amable pese a la expresión que tuviera en la cara—. Es tu amigo, después de todo. Y ya no le caigo mal.

—Debería imitarte y conseguir el contacto de Yunho en ese caso. Ya no me parece una bestia sin control.

—De momento en lo que piensas cómo conseguirlo por tu cuenta, ¿por qué no me invistas a pasar?

Asegurándose al marco de la puerta, el omega lo miró con ojos grandes y temblorosos—. ¿No deberías estar en Gwangju practicando?

—Me tomé algunas libertades —contestó sin profundizar en el tema—. ¿Puedo pasar o no? —preguntó en un suspiro.

Haciéndose a un lado finalmente, el omega dejó ingresar al alfa. Quien dejó las bolsas que cargaba consigo en un pequeño mueble que tenía en un costado y con naturalidad, empezó a quitarse sus pertenencias, pasando de su billetera a su celular, para luego continuar con sus zapatillas. Todo con una parsimonia meticulosa. Demostrando que no traía prisa.

Al terminar, recogió las bolsas en su poder y como si se tratara de su propio departamento, caminó con una soltura orgánica hacia la cocina, lo que inevitablemente, llevó al castaño a seguirlo. Viéndolo sacar varias verduras y lo que parecía ser carne congelada en silencio.

Inquieto por la presencia de su alfa en la habitación y su quietud perpetua, el omega comenzó a juguetear con sus dedos, retorciéndolos entre sí a la vez que cambiaba el peso de su pierna a la otra. Relamiéndose los labios en mejor estado, continuó observándolo en el mismo silencio. Inseguro de qué decir: una disculpa, qué había sucedido con él, aunque tenía la intuición de que ya lo sabía o que, simplemente, no quería tocar el tema.

No sabía cuál de todas era la respuesta correcta.

Y mientras se hacía un nudo de pensamientos e ideas en la cabeza, Mingi los desarmó todos con unas simples palabras.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—¿En qué cambiaría? —preguntó él, honestamente consternado, viendo su espalda fuerte—. Lo hecho, hecho está.

—Podría haber estado para ti —afirmó el alfa dominante con una angustia que no le escuchó antes—. Si lo hubieras necesitado, habría estado para ti. En eso cambia —agregó mientras continuaba cortando las verduras finamente—. Soy tu novio, Hongjoong. Puedes confiar en mí y decirme qué está pasando en tu vida, si no quieres hablar de ello, bien, lo entiendo pero ¿ocultarlo?

—Lo siento...

—No espero que te disculpes. No vine aquí esperando que lo hicieras, por todos los cielos. No tienes la culpa de nada —interrumpió el alfa con cierta exasperación en la voz, lo que era nuevo—. Estoy aquí porque me preocupo por ti y porque quiero dejar en claro algo —y al decirlo, dejó el cuchillo de lado y tras suspirar, se volteó a verlo. Las cejas fruncidas hacia abajo y el rostro arrugado—. Puedo haberme imprimido en ti, Hongjoong y quererte, pero eso no significa que vaya a tener una relación sin comunicación contigo. Si vamos a hacer esto, vamos a hacerlo bien. Es mi única condición.

—Igual, incluso si no tuve la culpa de nada, siento que te debo una disculpa —murmuró en un tono bajo, quedo y ciertamente tímido—. No sé si Yunho te lo dijo, pero iba a pedirle que no te lo contara así que, tengo algo por lo que pedir perdón.

—Al final me enteré por Seonghwa. Así que para tu sorpresa, no traicionó tu petición.

—Él dijo que no lo haría.

—Es alguien que cambia de opinión a último momento, así que debió ser esa la razón por la que no me contó nada. O tal vez sintió que tú lo terminarías haciendo.

—¿Ves? —pronunció en un tono de culpa—. Te debo una disculpa por eso.

—Ya olvídalo —murmuró el alfa, resoplando—. Traje algunas cosas para hacerte una sopa, y aunque no seas fanático de las verduras, necesitas ingerir algunas.

—Lo sé —susurró—. Gracias.

Sacudiendo la cabeza, Mingi no le dijo más nada y volvió a su tarea anterior. Jugueteando con su labio inferior, Hongjoong avanzó con una vacilación temblorosa y a paso lento. Inseguro de su propia decisión, para al final, colocarse al costado del alfa. En un tono igual de dubitativo, pidió por dejar ayudar, a lo que el moreno accedió sin problemas.

En esa quietud incierta, ambos trabajaron en equipo para preparar una sopa simple y de pollo. A la hora de la cena, el silencio se quebró ligeramente por la firmeza del alfa a la hora de entablar una pequeña conversación. Fue leve e irrelevante para ambos, pero sirvió para romper esa fina línea de incomodidad que se había situado entre ellos sin notarlo.

Para el momento que la cena terminó, la capa de tensión se había disuelto en algo más afable y doméstico. Lo que puso una sonrisa en el omega, relajado y afectivo. Y al grado de abrazar al alfa por la cintura en el momento que se encontraron en la cama. Sorprendido por su repentina muestra de amor, éste lo miró con las dos cejas alzadas.

—¿Quieres marcarme con tu olor? —preguntó antes de que el moreno llegara a separar los labios. Pese a que aún tuviera algo del aroma impropio flotando sobre su cuerpo, quería asegurarlo. Extrañando la intensidad fragante que lo caracterizaba.

—Yunho dijo que te castigaron por la pelea —murmuró de forma distraída, acariciándolo con las manos por debajo de las prendas.

Mordiéndose el labio con brevedad, asintió—. Estaré fuera por cinco días y deberé de usar bloqueador siempre. Sólo yo —resaltó al final, para que comprenda la gravedad de la situación.

—¿Quién lo decidió? —preguntó con la mandíbula tensa pero sin detener sus caricias suaves.

—El mánager.

—Vaya mierda para venir de él.

—Lo sé —murmuró luego de tragar en seco, pero sin estar dispuesto a continuar con el tema, se enderezó lo suficiente como para hacerse hacia arriba y depositar un beso en los labios afelpados del moreno—. Pero no lo pienses demasiado, lo hecho, hecho está, ¿sabes? Además, ya hice las pases con esa decisión. Puedo soportarlo.

—Sé que sí, sin embargo, no deja de preocuparme el nivel de autoridad de los directivos para decidir sobre tu cuerpo. Según tengo entendido, no es algo que venga en los contratos.

—No, pero si quieres jugar, lo aceptas.

—Ay Ángel, siento que en parte es mi culpa.

Riéndose con sinceridad, el omega le dio un pequeño golpe en la frente—. Te dije que no lo pensaras demasiado. Sólo en mí, ¿qué te parece?

Tomándolo por las mejillas, las facciones del lanzador se suavizaron en algo indescriptible—. Siempre te tengo en la mente.

—¿Incluso cuando competimos? —preguntó con una ceja enarcada.

—Bueno, tengo mis excepciones, ¿de acuerdo?

Riendo, el omega rodeó el cuello del alfa y lo empujó hacia abajo, cuando la distancia fue la suficientemente cerca, rozó sus labios en una tentación ardiente que hizo al otro suspirar. Mirada oscurecida en una obsidiana sin nombre y feromonas que empezaban a flotar a su alrededor. Marcándolo como pidió.

Tomando su labio inferior entre sus dientes, el moreno lo mordió con suavidad, robándole un jadeo quedo antes de que su lengua se deslizara y lo acariciara, estremeciéndose por la mezcla de sensaciones, su boca se abrió instintivamente y el contrario no perdió la oportunidad, tomándolo en la suya con suavidad. El beso fue lento, superficial y cuidadoso que le supo insuficiente al castaño.

Él podía soportar más que gestos amorosos.

Y ahora mismo lo que más necesitaba era esa dinámica de poder que existía entre sus jerarquías. Esa demostración de fuerza y grandeza avasalladora.

Motivo por el cual no demoró en hacérselo saber con acciones, profundizando el beso con un hambre que escapaba de sus manos y tragaba emociones enteras hasta hacerlas polvo. Confundido, el alfa soltó un jadeo agudo y se aferró a su cuerpo por inercia, siguiéndole el beso de manera torpe. Complacido con el efecto causado en el hombre más alto, presionó sus pechos juntos y se llevó su aliento por última vez antes de separarse. Cruzando miradas un segundo, no supo si el alfa leyó a través de sus pensamientos, pero no demoró en enderezarse en la plenitud de su altura y de cubrirlo por completo con el ancho de su cuerpo, haciéndolo desaparecer de los ojos curiosos de la luna y las estrellas.

Relamiéndose los labios, Mingi no emitió ninguna palabra o sonido a diferencia de Hongjoong que jadeó por segunda vez ante el tacto frío de esas palmas a lo largo de su pecho. Su remera había desaparecido hacía un rato y sus pantalones se hallaban a mitad de camino, para cuando se fueron junto con su ropa interior, la exposición de su cuerpo lo hizo querer cubrirse ante el hambre voraz del alfa. No obstante, éste restringió sus manos encima de su cabeza y comenzó a besar la curva de su cuello, haciéndolo retorcerse. Con la participación de sus dientes, todo se volvió más difuso. Y el único consuelo que encontró a esa falta de cercanía y de calor acogedor, fue rodeando sus piernas en la cintura del alfa, intentando acercarlo. Fallando estrepitosamente.

Riéndose, el moreno se apartó unos segundos y lo sostuvo desde la base de su mandíbula con cuidado, manteniéndolo en su sitio con una rectitud que le hizo gemir.

—Mírate, intentando frotarte en mi pantalón. ¿No es patético lo mal que se te da?

—Sólo... Sólo acércate... Min, por favor, un poco...

—¿Por qué querría complacerte? —preguntó con una ceja en alto y una octava más abajo, haciéndolo estremecer—. Se supone que yo me estoy entreteniendo contigo. Ya que parecías tan ansioso por apurar las cosas, ¿o acaso lo interpreté mal?

Sacudiendo la cabeza, el omega sintió la opresión aumentar levemente—. No, no, no lo interpretaste mal —se obligó a formular, todavía meciendo sus caderas en el aire—. Estoy para satisfacerte.

—No te recordaba tan obediente, ¿qué te pasó? ¿Qué te puso tan ansioso?

—Quiero tu aroma.

Comprendiendo, Mingi asintió varias veces con lentitud, sin embargo, la mano permaneció en su cuello e incluso descendió a su garganta, acelerándole el corazón. La presión era una pluma contra su piel, no obstante, alteró la circulación de su sangre. Con el corazón repiqueteando en sus oídos, Hongjoong vio al moreno soltar una de sus manos y arrastrarla por encima de su cuerpo con suavidad.

—¿Puedes sentir lo suave que es tu piel? ¿Lo bien que se siente bajo mi toque? —jadeando, el omega sólo asintió, expectante a dónde iban a parar, sin embargó no anticipó que su mano esquivara su erección, lista y resbaladiza y siguiera más abajo. Conteniendo el aliento, Hongjoong vio las pupilas dilatadas de Mingi mirar en la dirección de su mano y cuando se detuvo en su entrada, pudo sentir el círculo de nervios contraerse—. ¿Lo dispuesto que siempre estás para mí? —murmuró ido, presionando con su dedo la masa de nervios—. Tan hermoso que me robas el aliento.

—Mingi... —gimió sin aliento, como éste había dicho.

—No hay criatura más hermosa que tú, Hongjoong. Tan devota y terca, pero aún así, ¿te presentarías para mí?

Como la primera vez que lo hicieron, Hongjoong no dudó en levantarse y colocarse de espaldas, apoyando los codos y las rodillas sobre las sábanas para acto seguido, encorvar la espalda, presentándose como se le había pedido.

—Tan precioso —murmuró Mingi, masajeando sus nalgas con ambas manos. Gimiendo, el omega se empujó hacia el toque inconscientemente—. Tan receptivo que podría comerte.

Jadeando, el omega recuperó algo de sentido común ante las palabras del alfa y lo literales que se sintieron, el tono férreo que empleó y la declaración directa en su tono, le encendieron las alarmas, sin embargo, reaccionó demasiado tarde, porque antes de que lo supiera, dos manos grandes se afirmaron a la carne de su culo y lo estiraron hasta mantenerlo abierto para que la humedad desconocida de un miembro se entremetiera. Reconociendo de qué se trataba, sus manos se cerraron sobre las sábanas intentando alejarse, no obstante, el golpe en una de sus nalgas, lo hizo quedarse en su sitio y soltar un gemido prolongado.

Cerrando los ojos, sintió como su cuello comenzaba a quemarse y el ardor se instalaba en sus mejillas. Dejando caer su cabeza, permitió que las sensaciones lo llenaran por todas partes. Volviéndolo una masa de nervios manejable. El calor de una lengua en su cavidad, la humedad resbaladiza y la forma en la que dos dedos intrusos se movían en sincronía y en forma de tijeras en su interior, todo se sintió demasiado. 

Demasiado abrumador y demasiado íntimo, pero tan bueno como irresistible.

Su espalda incluso se curvó a un punto inhumano, ardiendo por el placer. Cerrando los ojos, lo sintió humedecidos en el segundo que percibió un tercer dedo ingresando y el calor de aquella lengua alejándose. Pero lo que le hizo gemir con ganas fue la intromisión mayor por parte del miembro erecto de Mingi, cada centímetro se sintió como una tortura con la lentitud que ingresó. El grosor quemándolo poco a poco y revolviendo sus entrañas por completo. Mordiendo las sábanas que oprimía con fuerza en uno de sus puños, siseó una maldición cuando hubo una presión en lo bajo de su espalda que lo obligó a encorvarse todavía más.  Alzando su culo de una manera que quemaba en los músculos pero se sentía tan bien.

Un dolor que dejaba marcas y sombras de haber estado allí incluso por semanas.

Con el pensamiento en mente, no pudo evitar llamar el nombre de Mingi y pedirle que comenzara a moverse, sin embargo, el alfa aludido se mantuvo quieto, esperando a que se acostumbre por completo a sus dimensiones como si hubiera pasado mucho tiempo, cuando no. Al momento de insistir, lo único que recibió como respuesta fue una fuerte nalgada de palma abierta y por si no le había quedado claro, se repitió con mayor énfasis. Derramando sus lágrimas, Mingi finalmente comenzó a moverse. Siendo un ritmo castigador más que placentero. Brusco y rápido, como le había pedido, haciendo que se arrepienta de inmediato.

—Más lento... —susurró entre saliva que escapaba de sus labios. La respuesta del alfa, aparte de volverlo a nalguear, fue estirarse y con una mano, tomarlo por la parte trasera de su cabellera, acercándose a su oído derecho, respirando pesadamente sobre éste. Estremeciéndolo.

—¿No es lo que querías? —preguntó en un tono grave—. ¿Más rápido?

—Así no... Min... Así no...

—¿No eres demasiado demandante? —inquirió el aludido con seques, afianzando el agarre en su cabellera—. Me pides una cosa, luego otra para después volver a cambiar de opinión. Siendo tan inteligente, no puedes tomar una decisión. ¿En qué piensa esa linda cabeza tuya la mayoría del tiempo, eh?

—En ti.

—¿Queriendo usar esa carta para ganarme? —cuestionó con un indicio de diversión, dando en su próstata con una certeza aplastante—. ¿Ves? En verdad eres inteligente si es así. Precioso y astuto, ¿qué más podía pedir en un compañero?

—Mingi —dijo entre hipidos—. Por favor, ve más despacio.

—¿Más despacio? —preguntó contra su oído, aliento cálido y electrizante. Ahogado en sus propias lágrimas, Hongjoong asintió como la restricción le permitió—. De acuerdo, despacio será.

Y las embestidas se ralentizaron, sin embargo, no perdieron su fuerza ni su certeza. Atacando su próstata con una devoción ciega y una dureza que lo hacía sorber sus mocos y aferrarse a las sábanas con tensión. Sin embargo, la peor parte vino cuando su miembro fue involucrado, y antes desentendido, ahora se vio acariciado con una ternura incompatible. Gimiendo con la boca abierta pero sin emitir sonidos reales, Hongjoong sintió como sus ojos se volteaban hacia la parte posterior de su cabeza cuando Mingi empezó a frotar su hendidura con una aspiración vehemente. Jugueteando incluso con la punta utilizando su uña roma.

Desconcertado y sobrecogido por las sensaciones, Hongjoong se sintió al borde del acantilado. Pidiendo por más de una manera desaforada aunque su cuerpo se sintiera sobrecargado y exhausto, Mingi como era de anticipar, cumplió con su petición. Acariciándolo a lo largo y jugando con el saco de bolas con suavidad. Haciéndolo gotear sin parar, sin embargo cuando el clímax lo cegó y lo engulló en una masa de estrellas blancas y luces fluorescentes, las convulsiones no se detuvieron y las manos hábiles de Mingi tampoco. Continuaron trabajando sobre su cuerpo de igual forma que siguió penetrándolo.

Llevándolo al borde de una oscuridad mucho más profunda y densa, una masa de calor semejante al sol y a su luz abrasadora. La sobreestimulación conocida lo devoró y lo tuvo entumecido, sacudiéndose sin parar bajo las manos del moreno. Sus ojos se cerraron con fuerza y sus músculos se contrajeron con una rigidez que lo dejó inamovible en su sitio, boca abierta, saliva escurriendo por un costado y párpados temblorosos.

Lo siguiente que supo es que fue bombardeado por una cantidad de feromonas intensas y frescas que lo llevaron a la octava nube de excitación y al mismo tiempo, de confusión. Haciéndolo sentir mareado, y desorientado de su propia persona. Con la mente vacía y las ideas transformadas en polvo de irrelevancia, lo que pasó a continuación sólo fue predecible y es que el castaño explotó en un llanto desconcertado. Para ese entonces ya no había manos ansiosas sobre su cuerpo ni una presión en encima suyo, no había nada. Sólo el frío de la brisa que se filtraba por la ventana.

Cuando la calidez regresó, lo hizo en forma de una textura suave y acogedora que no pudo identificar. Lo que sí reconoció fue los brazos fuertes que lo rodearon y lo tomaron en un abrazo arrollador, el aroma fragante a menta prevaleciendo por encima de aquel más intenso en un esfuerzo extra por reducir su quiebre emocional. Sin embargo, no fue hasta que escuchó la voz grave de Mingi arrullarlo con palabras de aliento que Hongjoong no se calmó.

—Eso es, está todo bien, Ángel. Está todo bien. Lo hiciste genial.

Todavía desorientado, el omega sólo percibió como algo se presionaba contra su mejilla y comenzaba a frotarse contra ella. Era suave y pese al sudor no se sentía desagradable. El gesto lo tranquilizó instintivamente y lo ayudó a conectar a tierra increíblemente.

—¿Estamos bien? —preguntó cómo pudo, con la voz rota y sorbiendo sus mocos.

—Estamos bien —contestó el alfa con sinceridad, dejando de frotar sus mejillas—. ¿Cómo te sientes?

—Como si fuera a morir.

—¿Demasiado intenso?

Pasándose el dorso del brazo por entre los ojos, el omega asintió—. Demasiado intenso —afirmó con un asentimiento breve, observando su habitación en reconocimiento de que allí estaban.

—¿Quieres probar algo más vainilla la siguiente ocasión?

Volteándose, le besó la mejilla como pudo—. No estaría mal. Sólo quería descargar un poco de frustración y tener tu aroma, pero creo que pedí demasiado sin darme cuenta.

—Sólo se trata de saber hasta dónde puedes llegar o qué te gusta —le aseguró el alfa con amabilidad, besándole la nuca de regreso.

—Lo de hoy estuvo bien. Me gustó, aunque creo que me perdí a mitad de camino.

—Bueno, eres alguien fácil de llevar a otro espacio mental, así que no me sorprende. Te dejas ir bastante rápido.

—¿Es un halago? —preguntó confundido.

—No es una ofensa —respondió el pelinegro, volviéndolo a besar en la nuca—. ¿Cómo te encuentras para caminar hasta el baño?

—Fatal.

—De acuerdo, traeré una toalla húmeda y te limpiaré un poco. Creo que el lubricante comienza a secarse.

—No sólo el lubricante —replicó el omega en un tono cansado. Bostezando.

Riéndose el moreno le aseguró que ya regresaría antes de desaparecer de su vista por unos buenos segundos, para cuando volvió, ya no traía el preservativo puesto y estaba claro que se había limpiado superficialmente. Observándolo posicionarse a sus espaldas, giró por sobre el hombro, para verlo en el momento exacto que le bajaba la manta y con la toalla humedecida, empezaba a limpiarlo en áreas estratégicas. Principalmente su abdomen manchado de semen y sus partes íntimas a rebosar de lubricante. En su tarea fue dedicado y atento. Limpiándolo con delicadeza y consideración.

A gusto con las administraciones ajenas, el omega se dejó hacer en completa libertad. Y para cuando el alfa terminó, se encontró ayudándolo a salir de la cama, dándole un vistazo rápido, Hongjoong se espantó con el desastre que eran las sábanas. Y lo peor es que eran un cambio reciente. Evitando lloriquear por una tontería, sólo realizó un mohín con los labios y siguió a Mingi al interior de su baño.

En la ducha, el moreno se encargó de lavar su cabellera con lentitud, masajeando su cuero cabelludo y usando gel de baño para terminar de limpiar su cuerpo, utilizando una de sus esponjas favoritas. Era suave y no dañaba la piel. Complacido con la elección, se pavoneó internamente por ella. Aunque por el indicio de sonrisa del alto, éste pudo sospechar el porqué se mostraba tan orgulloso de repente.

Pero lo que le terminó haciendo derretirse, fueron los masajes que recibió en áreas específicas de su cuerpo ya en la cama. En los brazos y en las piernas, pero cuando esas manos grandes se trasladaron a su espalda y presionaron esos nudos tensos, su cuerpo se volvió de gelatina. Deshaciéndose en una masa de goma manipulable al antojo de cualquiera.

—Realmente estabas estresado.

Girando la cabeza a un lado, asintió con pereza—. Sólo es injusto, ¿entiendes?

—Podrían haber exigido que todos usaran bloqueador, no sólo tú. Si quería mayor armonía o basura similar.

—Simplemente es la discriminación por casta, sólo hay que pensarlo de ese modo. Soy el único omega allí y estoy en desventaja ante la cantidad de alfas en el equipo, la mayoría siempre saca ganancias. Es todo. Ya ni siquiera es culpa de ellos, sino del sistema de segregación.

—Lo siento.

—Olvídalo, no tiene sentido preocuparse por algo que no va a cambiar pronto. Sólo queda cruzarse de brazos o luchar en contra. Cada quién decide del lado en el que está.

—Eres un revolucionario, de los que les gustan alzar la voz, es fácil saber a qué lado perteneces.

—¿Qué hay de ti? —preguntó con curiosidad, cuestionándose al mismo tiempo, que era ese líquido que se esparcía por su espalda. Olía bien, floral—. ¿De qué lado estás? Las pocas veces que has alzado la voz no has dicho nada muy contundente.

—Soy del tipo precavido, pero cuando una situación lo requiere, emito la que creo es mi mejor opinión al respecto.

—¿Cómo la primera vez que ingresé a la Liga?

El alfa asintió aunque no lo estuvieran viendo—. Mucha gente ya tenía un concepto hecho de ti en base a tu casta, y esa cara linda que tienes en verdad llamó la atención de muchos, pero en mi personal consideración, nadie pensó en tus estadísticas o tus experiencias previas en equipos universitarios, lo que me pareció negligente. Soy un lanzador, y como dije en aquel entonces, valoró las habilidades de mi oponente. No si es un beta, un alfa o un omega testarudo.

—Gracias por eso —murmuró al rodar los ojos.

Riéndose, el alfa se inclinó y le besó la mejilla con ternura—. Sabes que es cierto.

Apartándolo de un manotazo inofensivo, se frotó los ojos con la mano—. ¿Terminaste de jugar conmigo allá atrás?

—Yo que tú cuidaría sus palabras —le advirtió el alfa con una cadencia oscura—. O terminaríamos haciéndolo de nuevo y creí oírte decir que estabas cansado.

Y lo estaba, la energía había desaparecido de su cuerpo por completo, sin embargo, no era un blando y había descansado lo suficiente como para hacer algo liviano. Entre los límites de lo suave. Porque a veces le gustaba así. Algo simple pero rápido.

En la sencillez de algunas actividades podía encontrarse el placer.

—Lo estás considerando —destacó el moreno en reconocimiento, ojos abierto y pupilas expandidas.

Si algo había que destacar en las diferencias entre omega y alfas, era la durabilidad. Éstos podían ir por una segunda ronda con facilidad una vez se hubieran recuperado. Algunos eran simplemente insaciables.

—¿Qué tal un facial? —preguntó Hongjoong con la cabeza ladeada y los ojos redondos, expectantes.

Relamiéndose los labios, el alfa se secó las manos en una toalla fresca y lo miró desde arriba—. ¿Quieres que te haga uno?

—¿No te interesa hacerme uno? —replicó de regreso, una ceja enarcada—. Siempre quise intentarlo.

—Acabamos de bañarnos —le recordó el alfa con un poco de razón.

—Sólo será en el rostro —defendió con una sonrisa de medio lado, enderezándose para acto seguido, inclinarse y presionar su palma en la entrepierna ajena—. Además, pareces emocionado con la idea. Lo estás imaginando, ¿no?

Gruñendo, el alfa lo tomó de un brazo y tiró de él en su dirección, fundiendo sus bocas en un beso devastador. Lenguas ansiosas y labios hambrientos. No obstante, tan pronto surgió, tan pronto se terminó. Dejándolos con ganas de más.

—Entonces, ¿no te pondrás de rodillas para mí, Ángel?

Gimiendo profundo, el aludido asintió con vehemencia, procediendo a deslizarse fuera de la cama y presionar sus rodillas en el frío del suelo, no obstante, el alfa lo detuvo en el acto y le extendió una almohada. Indicándole que la pusiera de soporte, obedeciendo con una plenitud indescriptible, el omega agradeció el gesto y levantó la mirada, encontrándose con un mar de oscuridad absorbente que le observaban de regreso.

—Eres precioso, ¿lo sabías?

—¿Sólo porque te la voy a chupar? —preguntó con diversión, desenredando los cordones de su pantalón.

—No, agradezco el ofrecimiento, pero sólo quería que lo supieras —le dijo con una franqueza que podía determinarse en sus palabras. Sonriendo con timidez, el omega terminó de deshacer los nudos del material y procedió a bajarlos, liberando la erección a medio formar en el proceso—. Realmente eres único para mí. Una criatura exótica de esas que quieres mantener oculta.

—¿Poniéndote posesivo? —preguntó con un indicio de sonrisa, frotando su falo con suavidad. Sintiendo las venas hincharse bajo su tacto. Relamiéndose los labios, contuvo el pensamiento intrusivo que se generó a medida que su boca se aguó. Deseosa.

—Oh cariño, tú no sabes nada de eso —aseguró con una sonrisa ladeada en los labios, sin embargo, las cejas fruncidas descompusieron el retrato completo—. ¿Por qué mejor no te pones a trabajar? Creí que quería mantener esa boca tuya ocupada.

Jadeando de la impresión, el omega se humedeció los labios y se arrimó más cerca, hasta que rozó la punta con una suavidad astuta. Haciendo desfigurar la expresión del alfa en algo abstracto e impaciente. Sonriendo para sus adentros, separó la boca lo suficiente como para que el glande cupiera, y tras sorber la cabeza, una mano fue a parar a su cabellera por inercia. Disfrutando del ligero tirón que recibió, continuó con lo suyo. Succionando la cabeza con una dedicación ardua.

Escuchando al alfa gruñir fue un punto ganado, un sonido glorioso que le nació desde el pecho y retumbó por el silencio de la habitación con gravedad. Potente como un trueno. Y sin que Hongjoong estuviera preparado, Mingi empujó las caderas hacia adelante, forzando su erección más profundo en su garganta, la punta tocando el fondo y haciéndolo atragantarse momentáneamente. Sacando unos centímetros, trabajó con sus manos aquellos que no pudo cubrir. Incluso jugueteó con sus bolas, delineando el saco y sosteniendo una de ellas entre sus manos pequeñas.

Deslizándose por su falo, se detuvo al final de la base, y levantó la mirada hacia arriba. Encontrándose con un par de ojos oscuros y dilatados. Fosas nasales expandidas y respiración trabajosa. Sonriendo como un bastardo, Hongjoong restregó su mejilla a lo largo de la erección de Mingi, manchándose a sí mismo con el líquido preseminal. Gruñendo por lo bajo, el alfa lo tomó por la parte trasera de su cabeza y nuevamente empujó sus caderas hacia adelante, frotando más de su líquido en la piel. Embarrando su mejilla con una dedicación arrolladora. 

Gimiendo, el omega no se esperó que ese miembro erecto y enrojecido de venas gruesas, volviera a ingresar a su boca con una destreza impensada. Sosteniéndose a los muslos grandes del moreno, Hongjoong se ocupó de relajar la garganta y permitir que Mingi hiciera todo el trabajo, ya que parecía bastante concentrado en llevar las cosas a su ritmo.

La textura resbaladiza y las venas que sentía por encima de su lengua, eran un manjar de dioses, y aplanando la lengua en esa vena en particular, hizo al lanzador apretar el agarre detrás de su nuca y gruñir por tercera vez, en esta ocasión el sonido siendo ronco y gutural. Una maravilla que lo tuvo mojando los pantalones. La excitación flotando alrededor de ellos y llevándolos al límite. El trato sin misericordia de Mingi junto con los vaivenes brutales de sus caderas, arrimaron a Hongjoong a un placer que no podía describir con palabras. Pero cuando el peso extra se perdió y abandonó su cavidad, el omega se encontró dispuesto a quejarse, incluso su garganta adolorida formó una especie de sonido sin forma que simulaba ser de disconformidad.

No obstante, las quejas murieron tan pronto nacieron al ver al miembro de Mingi a centímetros de su cara, la punta roja, goteando ligeramente e hinchada. Hongjoong se relamió los labios e impaciente, se removió en su posición, buscando crear algo de fricción para sí mismo, pero al instante de notarlo, el alfa le dio una mirada estrecha de muerte que le hizo detenerse. Acariciándose con lentitud, el alfa, se arrimó más al borde y después de lo que se sintió una eternidad, lo tuvo viniéndose en su rostro. Para prevenir cualquier daño, los ojos del omega se cerraron al instante, sintiendo el líquido caliente y espeso salpicar contra su piel. Y con los sentidos potenciados, el castaño se sobresaltó con ligereza cuando algo suave se frotó en sus labios, reconociéndolo pronto, como la punta del pene del pelinegro que se encontraba embarrando lo último de su semen.

—Limpia.

Gimiendo de la excitación, Hongjoong siguió la orden al pie de la letra y volvió a meter el miembro en su boca, asegurándose de recorrerlo desde principio a fin. Tomando así, los últimos vestigios del clímax de Mingi. Al concluir, se apartó y dejó el miembro ahora flácido en paz.

—Buen chico —le dijo el moreno, palmeando una de sus mejillas con suavidad—. Tan bueno que podría tomarte una foto.

—¿Luzco bien?

—Maravilloso —aseguró el alfa antes de inclinarse y besarlo con profundidad, saboreándose a sí mismo—.  Tan hermoso —susurró más para sí que para el contrario, relamiendo sus labios—. No tienes comparación con nada que haya visto antes.

—¿En serio? —preguntó en un tono dulce, pavoneándose en el cumplido.

—Sin dudas —declaró Mingi mientras tomaba la toalla a su costado y con una gentileza ya familiar, empezó a limpiarle el rostro meticulosamente—. No hay nadie como tú para mí.

—Sí que tienes una boca dulce —replicó Hongjoong con una sonrisa, enderezándose de repente y rodeando los hombros impropios—. Quién sabe cuántos corazones engatusaste.

Presionándose contra su mejilla, el alfa tomó una profunda respiración—. La misma pregunta podría correr para ti.

Riéndose, el omega no respondió, y por el contrario, volvió a juntar sus bocas en un beso lánguido y profundo que los tuvo contentos. Con sus corazones latiendo en una misma sinfonía. Echándose hacia atrás, el lanzador arrastró al campocorto consigo y continuaron con su beso mientras la luna se alzaba en la oscuridad de su manto y las estrellas se cubrían detrás de las nubes.


¡Felices fiestas para todos! Espero que lo hayan pasado bien y que hayan comido mucho.


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