❈•≪40. Obsequiī≫•❈
—Mingi quiso morderme —fue lo primero que le dijo a la terapeuta en cuanto traspasó sus puertas, la respiración agitada y las manos temblorosas.
Sorprendida por su confesión abrupta, la beta, tuvo que parpadear varias veces antes de pronunciarse, su tono, increíblemente, no sufrió de ninguna avería y se escuchó calmo a como tendía ser.
—Primero creo que deberías tomar asiento y tranquilizarte. Respira hondo, por favor.
Siguiendo las instrucciones de la mujer, Hongjoong intentó regular la inquietud en su manera de respirar mientras que tomaba asiento. Llevaba la semana entera aguardando por su cita para poder descargarse, que cuando finalmente llegó, las palabras sólo fluyeron de su boca en una avalancha de honestidad imparable.
—Ahora, primero que nada, ¿cómo te encuentras?
—Pésimo, ¿no me oyó? M...
—Sí, te escuché, ¿pero cómo te hace sentir que quisiera morderte? Lamento no especificar mi pregunta.
—Fatal en ese caso —respondió con un esfuerzo vago de humor—. Decepcionado y un poco herido, aunque al final sólo fue un intento de su parte.
—Creí que habías dicho que intentó morderte.
—¿No es lo mismo que haya intentado a que haya querido hacerlo?
—Aunque no lo parece, hay una sutil diferencia entre ambos conceptos. Y si no te molestaría, ¿podrías contarme qué pasó realmente?
Y Hongjoong se lo contó todo con total sinceridad. No se resguardó ningún detalle, incluso reveló el más superfluo con la esperanza de plantear bien el escenario para la mujer mayor. Yendo desde el momento en el que tuvieron sexo y, aparentemente, el alfa procedió a morderse a sí mismo en una recuperación fugaz de raciocinio, al instante siguiente que le mintió sobre el porqué de la aparición de ese vendaje, confesando incluso el momento en el que lo supo y golpeó, en un arrebato ya impropios de él, la guantera del Mazda negro del alfa.
Las palabras continuaron saliendo en una confesión desbordada de emociones y honestidad que habían sido selladas bajo una llave de impotencia. Ya que a sus amigos todavía no se los contaba.
Para cuando terminó de relatar los hechos, no sintió esa tan mencionada liberación, por el contrario, se sintió incómodo y con el estómago revuelto, como su fuera a vomitar en cualquier instante.
—Por lo que escucho, supo controlarse. Muy pocos alfas podrían en semejante situación, y otro porcentaje se lo guardaría.
—Lo sé, lo sé, puedo reconocer su sinceridad, pero, aún... —las palabras perdieron fuerza y su rostro se encogió en algo amargo. Desalentador.
—¿Al menos te dio una razón por la cual sintió la urgencia de marcarte? —preguntó la beta con un tacto ya conocido, viéndolo expectante y con ojos agudos. Tragando en seco, Hongjoong desvió la mirada, avergonzado de su falta de completa honestidad—. Está bien si no quieres decirme.
—Se imprimió en mí —murmuró por lo bajo, arrastrando las palabras y mordiéndolas, haciéndolas incomprensibles que se vio obligado a repetirlo en un tono más claro—. Se imprimió en mí.
—Ohhh —fue el comentario poco profesional de la beta, totalmente sorprendida—. Entonces, en cierta manera, ¿fue algo instintivo?
—Eso no lo justifica, él prometió no hacer nada sin mi consentimiento y estoy muy seguro de no querer que nadie me marque ahora mismo. No en esta etapa de mi vida.
—No lo quiero justificar, Hongjoong, quiero comprender el contexto de la situación. A veces, aunque no lo parezca, es importante.
—Y lo entiendo, pero debió decirme antes.
—En lo que concuerdo contigo, sin embargo, ¿algo de lo que hablamos aquí hoy, se lo dijiste?
Nuevamente cohibido, el omega se remitió simplemente a las acciones y meneó la cabeza a los lados, una semana entera y no se había puesto en comunicación con Mingi. Tampoco es que el alfa lo haya hecho, pero teniendo en cuenta que lo último que se dijeron fue sobre tener un poco de espacio, concordaba que fuera así por parte del moreno. Sin embargo, eso no evitaba que la decepción devorara su pecho desde adentro y lo dejara vacío, adormecido en un dolor inquietante rebosado de incertidumbre. Más aún cuando le había dado el visto bueno.
—¿Simplemente te lo guardaste para ti?
—No es así, nos dijimos un par de cosas.
—Pero no lo hablaron que es lo más importante.
El castaño sacudió la cabeza por segunda vez—. Necesitaba tiempo para pensar. Mingi me gusta demasiado, pero no lo sé...
—¿Qué hay sobre el cortejo? —preguntó la beta con un seriedad familiar—. ¿Todavía quieres que sea él quien lo haga? ¿O prefieres cortar las cosas?
—¿No es muy extremista pensarlo de esa manera? Sólo estoy confundido.
—Exactamente, ¿pero con respecto a qué? —preguntó—. ¿El cortejo? ¿O volver a confiar en él?
—¿Se pueden ambas?
—Son tus sentimientos lo que importan, así que sí. Mi único consejo aquí, es que pienses las cosas con determinación, no puedo hacer elecciones por ti ni mucho menos tomarlas en tu lugar. Sólo escucharte y darte las herramientas que considere más adecuadas en tu situación.
Cubriéndose el rostro con ambas manos, el omega asintió—. Gracias por escucharme.
—Aunque parezca imposible ahora, llegarás a una solución.
Y él esperaba que así fuera.
✦• ───── ⸙ ───── •✧
No obstante, los días fluyeron como agua de cascada y en ningún momento tuvo la oportunidad de conversar consigo mismo al respecto de la situación, mucho menos de pensar en ella. Sumido en las prácticas y en los entrenamientos de refuerzo, su mente olvidó por completo al alfa y la congoja que los aludía a los dos.
Lo que no fue muy bueno de su parte ni favorecedor.
Ya que la realidad lo terminó engullendo por completo y para cuando lo golpeó con dureza, fue en el medio del Estadio Jamsil. A minutos de comenzar su enfrentamiento contras los Kia Tigers de Gwangju.
Porque sí, sin él darse cuenta, habían transcurrido dos semanas enteras en las que, lo único que hizo, fue encerrarse en sus capas de obstinación y negación, como Seonghwa tendía a llamarlas. Y pese a que sus mejores amigos intentaron meterle algo de sentido a la cabeza, él no se dejó manipular tan fácilmente. O así fue cómo se los dijo, ya que ellos, en verdad, sólo intentaron hacer su carga menos pesada. Fueron buenos para escuchar y reconfortar, sin embargo, eso siguió llevándolo a puntos ciegos.
Pero ahora Hongjoong se encontraba allí, entre medio de Maddox y Jongho viendo la espalda amplia de Mingi a metros de distancia. Como siempre, el moreno mantenía una lejanía particular con el resto de sus compañeros excepto Yunho que no se veía muy animado tampoco. Las mascotas al lado de ellos, eran unos soles brillantes en esa tarde de otoño.
Y en el momento que el moreno se volteó, su corazón dio un vuelco y empezó a latir como loco, desbocado en una emoción semejante a la adrenalina. Sin embargo, la decepción fue como una oleada de agua fría sobre su cuerpo, al darse cuenta que el alfa ni siquiera miró en su dirección. Tenía la cabeza gacha y completamente cubierta por la gorra de su equipo mientras jugueteaba con los hilos de su guante. Crispado y confundido, él siguió preparándose de la misma forma. No obstante, la voz de terciopelo de Jongho le llamó la atención.
—¿Discutieron? —fue la pregunta clave que le hizo salir de su pequeña burbuja.
Levantando la cabeza, Hongjoong se encontró con una expresión serena que resguardaba una preocupación auténtica—. ¿Mingi y yo?
—¿Quiénes más, genio? —intervino Maddox con su sarcasmo inofensivo—. A pesar de que traes bloqueador, se pueden percibir un poco de tus feromonas angustiadas. Es incómodo.
—Lo siento.
—No lo lamentes —pidió el alfa rubio con una comprensión que nunca le había escuchado antes en la voz—. Yo fui el tonto que eligió mal sus palabras. No es incómodo por ti, sino por los dos.
—¿A qué te refieres?
—Mingi-hyung no se nota muy concentrado. Lleva haciendo la misma acción cinco minutos.
Desconcertado, Hongjoong se volteó sólo para comprobar, que en efecto, Mingi continuaba jugueteando con las cuerdas de su guante. Sacándolas de su lugar para volverlas a poner sujetas cómo deberían de estar.
—Tal vez hoy no juegue.
—No quieras engañarnos, Kim. Te conocemos. Lo conozco a él. Tiene un rito antes de cada juego y hoy no hizo ninguno. No se acomodó la gorra tres veces, no zapateó el suelo del campo, no aplaudió junto al público ni hizo su saludo de hermanos con Jeong. Está ido.
Y Hongjoong lo había notado también, cada jugador tenías sus pequeñas manías antes de cada enfrentamiento, creyendo que traerían suerte. Las suyas no eran más que orar y maldecir, aparte de tocarse la visera de la gorra ocho veces. Un ritual que rara vez le funcionaba pero que servía para trasmitirle quietud. No obstante, hoy los había realizado y se le hacían vacíos. Completamente ajenos a su persona. Quizás eso sucedía con Mingi.
—Me gusta el juego limpio —dijo Maddox de repente—. Si los vamos a hacer papilla, que sea de ese modo.
Carraspeando, Hongjoong dejó que el tema se hundiera ante el silencio de su falta de respuesta y siguió viendo hacia quien todavía era su alfa, sólo para sentir como algo en los bordes de su alma se resquebrajaba un poco más. No sabía si con culpa o lástima. Cualquiera fuera, dolía.
Y tomando una decisión por el bien de ambos, el omega se quitó el guante que tanto le había costado acomodar en su lugar, y tras murmurar una disculpa a sus compañeros, se dirigió en la dirección contraria a la de su equipo. Aún se hallaban en período de calentamiento, por lo que no debió ser extraño para nadie, sin embargo, el ardor en su nuca del público que seguía sus pasos con una cautela de acero, le hicieron removerse en su propio uniforme blanco. No obstante, se había determinado a cortar con las cosas de raíz.
Y al acercarse a los jugadores de rojo, odió que Mingi estuviera tan alejado, porque al caminar entre esa bola de testosterona vieja, le dieron ganas de devolver lo poco que había comido esa semana. Sin embargo, una vez alcanzó su objetivo, una sensación de comodidad lo envolvió con un confort que no había experimentado en días.
—¿Teniendo problemas con tu guante? —fingiendo una casualidad forzada, el castaño logró llamar la atención del pelinegro, quien levantó la cabeza con una rapidez que le hizo preocuparse por su cuello.
—¿Hongjoong, qué haces aquí?
Sonriendo con una ligereza más natural, el omega asintió—. El único e inigualable —dijo con un toque de humor que no alcanzó a ninguno—. ¿Quieres un poco de ayuda?
—Estoy bien —dijo el alfa en un tono que demostraba lo contrario. Lucía una expresión desanimada y unas ojeras marcadas, sin embargo, mantenía el color dorado de su piel y la musculatura.
—No lo pareces —susurró por lo bajo, removiéndose en su sitio—. Yo también tuve problemas con mi guante —agregó, para acto seguido decir:—. Como podrás ver, ni siquiera lo traigo.
Mirándolo a los ojos un segundo, Mingi terminó cediendo, estirando el brazo para que se ocupe de él. Hongjoong sonrió de manera genuina por primera vez en un tiempo y, rápidamente, no dudó en comenzar a trabajar sobre el guante del lanzador, afianzando las cuerdas en su lugar. Notando por la periferia de su vista, como algunos jugadores lucían curiosos pero, a su vez, Yunho que les había dado su espacio, creaba una barrera para que no se entrometieran.
—¿Por qué haces esto ahora? —preguntó el alfa dominante con curiosidad. Tenue pero palpable—. Creí que no te gustaba que te vieran con el enemigo.
—Bueno, me pareció que no estaría mal hacer una excepción por hoy, después de todo, no eres el enemigo.
—¿Qué soy entonces, Hongjoong? —cuestionó con una voz queda que le rompió el corazón—. Porque no considero que a diez minutos de empezar a jugar, sea una buena oportunidad para tener ningún tipo de conversación.
Terminando con su tarea, el omega de repente se sintió con la garganta cerrada y la lengua pesada, las comisuras de sus ojos, ardiendo en emociones que había contenido por semanas. Y sin poder contenerse mucho más, dio un par de pasos hasta que su cabeza cayó en el pecho del alfa, allí, ante miles de ojos curiosos. Las exclamaciones no tardaron en hacer mella en la expansión del lugar.
—Mi alfa —respondió con la garganta adolorida y las palabras quebradas—. Desde siempre lo has sido.
—Hongjoong...
El omega sacudió la cabeza—. Lo lamento por haber reaccionado de esa manera. Nosotros debimos conversar en aquel momento, no dejar que las cosas se congelaran pero estaba asustado, ¿de acuerdo? Es la primera vez en años que me gusta tanto alguien que tenía miedo —confesó al levantar la mirada, ojos brillantes y lágrimas contenidas en el peor de los escenarios—. Te quiero Mingi, en serio te quiero, pero no me imprimí en ti y no sé cuándo vaya a pasar.
Desesperado, el alfa lo miró con una profundidad que traspasaba pieles—. ¿Y quién te dijo que espero eso de ti?
—¿No lo esperaría cualquiera? —replicó con una angustia marcada en la voz—. Si tus sentimientos no fueran recíprocos a los míos, me romperías el corazón.
—Ángel —llamó pro primera vez en un tono gentil y aterciopelado—. Fui deshonesto contigo, es de todo lo que se trata aquí. Nada más. No tengo expectativas de que te imprimas o no lo hagas, ¿entiendes?
—¿Qué? ¿Sólo quieres que sea feliz? —cuestionó en un resoplido.
Tomándolo por la mejilla con una mano, el público asistente de esa semana, no contuvo sus exclamaciones sorprendidas—. Tan simple como eso, ¿no suena loco?
—Suena a que estás demente —le dijo de regreso, quitándose la mano ajena de encima con suavidad.
—O muy enamorado.
—Al parecer yo también lo estoy, ¿no es un poco estúpido cómo lo reconozco?
—Cada quien tiene sus modos, Ángel —le dijo en consuelo. Dándole un apretón en la mano antes de soltarlo—. ¿Qué es lo que tú esperas ahora?
—¿Saber si estamos bien? —preguntó con notable vacilación.
—Nos falta hablar un poco más, pero sí, seguro, estamos bien.
—¿Eso significa que harás lo mejor para barrer el suelo con nosotros?
Riéndose, el alfa asintió—. ¿Que hay de ti? ¿Debo preocuparme?
—Por perder, quizás. Pero por nada más.
—De acuerdo —murmuró el moreno con una sonrisa genuina—. Ahora estrecha mi mano o la gente comenzara a pensar que la revista de aquella vez estaba en lo cierto.
Poniendo las manos en la cintura, el omega enarcó una ceja—. ¿Acaso el artículo era mentira?
—¿Estás coqueteando conmigo o quieres discutir el estado de nuestra relación?
—Ambos.
Echando la cabeza hacia atrás, el alfa se partió de la risa—. Hablaremos más tarde, Ángel. ¿Está bien?
—De acuerdo —murmuró algo decepcionado, para acto seguido, estirar la mano—. Hagamos las cosas bien. Suerte.
—Suerte.
✦• ───── ⸙ ───── •✧
Nervioso, Hongjoong se recostó contra la pared fría de esa noche y movió el pie con impaciencia, la incertidumbre haciéndole un agujero en el estómago con cada minuto nuevo que transcurría. Viendo hacia el frente, saludó con la mano a Jongho que se subía al autobús con el resto. El juego había estado igualado desde el comienzo, por lo que fue difícil para ambos equipos encontrar una apertura que los llevara a tener alguna carrera, cuando sucedió, los primeros en coronarse con la ventaja fueron los Kia Tigers. No obstante, dos carreras después, los Doosan Bears hallaron su propia vertiente y lograron sobrepasar la ofensiva de los originarios de Gwangju, haciéndose con dos anotaciones seguidas. Hubieron disputas y muchos gritos eufóricos del público, pero al final, el campo de juego se llenó de un fervor que les ardió en las venas y los impulsó a seguir adelante pese a los fallos.
Sin embargo, todo ese esfuerzo y ese sudor derramado, acabó en un empate. Nada más ni nada menos. Para sorpresa de todos los aficionados y de ellos mismos, el encuentro se coronó 5-5. Siendo un desenlace que nadie anticipaba. No obstante, bastó para Hongjoong. Fue su juego de integración y lo hicieron lo suficientemente bien como para no perder, estaba satisfecho pese a la urgencia por gloria corriendo con naturalidad en su sangre, el resultado no fue desastroso. Además, su mayor preocupación había sido descartada, su hombro no mostró resistencia en los lanzamientos y a la hora de realizar pases, ya sean cortos o largos, por lo que fue una verdadera ganancia para él.
Había temido lo peor y las cosas resultaron siendo favorables en algún punto intermedio.
Era algo bueno, después de todo.
Escuchando el chirrido de la puerta, todos los pensamientos con respecto a la jornada de hoy, desaparecieron de la mente de Hongjoong e, instintivamente, enderezó la postura y miró con expectativa hacia su costado. Topándose con la figura alta y formidable de Mingi recién duchado. Cabellera pegada a la frente, goteando con ligereza y brazos al descubierto en una camiseta gris sin mangas. Como si la ventisca sutil de otoño no fuera nada a lo que temer.
—Buen trabajo —fue lo primero que dijo de manera incómoda, sin tener idea de cómo empezar una conversación casual. Riéndose de su esfuerzo el alfa asintió con pereza.
—Jugaron bastante bien —halagó con una sinceridad que podía percibirse, y manejando una casualidad natural en su modo de expresarse—. ¿Tus compañeros ya se fueron?
—Acaba de marchar el autobús.
—¿Quieres que te lleve a casa, entonces? —preguntó con la cabeza inclinada. Intrigado por su presencia.
—No me molestaría —dijo con las manos aferradas a su bolso, nervioso—. De paso podríamos cenar, si no tienes que volver de inmediato.
—Terminamos de jugar, con tal de que hable con el mánager al respecto, no creo que surjan inconvenientes.
—Gracias —susurró en un tono cohibido.
Sonriendo en comprensión, el moreno asintió por segunda vez antes de indicar el camino hacia su deportivo negro. Estacionado tan sólo a dos metros de distancia. Una que se sintió liviana pese a los silenciosa. Enmarcados en una quietud de retrato, se subieron al auto al unísono y acomodaron sus pertenencias en una sincronía de película que pasó inadvertida como una brisa en el calor del verano.
El viaje se mantuvo rodeado por un silencio perezoso, de esos inofensivos y que no son incómodos. Ambos enfocados en sus propias actividades internas, viendo las luces de la noche pasar. Fue algo nuevo pero no dañino.
Y para cuando llegaron a su destino, el omega se encontró otra vez nervioso, removiéndose en el asiento y mirando hacia el perfil concentrado del alfa con insistencia. Sin embargo, cuando éste le miró de regreso, el castaño se halló esquivando sus ojos y abriendo la puerta con prisa. Ocasionando la risa del conductor. La urgencia por hablar y quitarse las palabras de encima era tal, que el campocorto no sabía qué hacer consigo mismo.
—¿Cómo han estado los chicos? —preguntó el moreno al ingresar el edificio. Queriendo hacer una pequeña charla.
—Seonghwa no tiene mucho tiempo para reunirse últimamente, ya sabes, por las preparaciones de su rutina y el vestuario. Este año quiere algo llamativo pero ningún diseñador le convence.
—No hay mucho que pueda opinar sobre eso más que un sincero comentario porque encuentre a alguien pronto.
—Sí, lo sé. No puede andar enfurruñado con tantos detalles con la fecha mordiéndole los talones.
—¿Qué hay de Yeosang? —cuestionó con una inflexión en particular que le hizo levantar la cabeza y verlo, hallándolo sonriente—. Supe que tuvo una cita.
Comprendiendo su emoción, el omega rodó los ojos—. Tuvo tres para ser precisos. Al parecer tu amigo no es tan mal prospecto de lo que pensé.
—Lo haces sonar como si hubiera salido de algún experimento loco.
—Mi error —admitió sin realmente sentirlo.
Bajándose del elevador, la risa ronca del alfa llenó el silencio de los pasillos—. ¿Qué hay de ti? —preguntó con un tono animado pero un atisbo de seriedad en la capa superficial—. ¿Cómo has estado?
—Lo he estado haciendo bien —reconoció con sinceridad. Sin mirar a ningún lugar en específico—. Siguiendo mi plan de ejercicios y de alimentación, ya sabes, la rutina nueva que me plantearon para mi recuperación.
—Lucías bien aceitado en el campo.
—Según el doctor Cho, estoy yendo por el camino correcto sobre mi lesión. No sentí ninguna molestia en los músculos y estuve cómodo, supongo que tiene razón.
—Es un profesional, después de todo, debería de tenerla. Además, lleva tratándote un tiempo por lo que deduje. Hay un trato personal entre ustedes.
—Podrías ponerlo de ese modo —murmuró en aceptación, realizando un ademán con la cabeza—. Por cierto, ¿qué hay de ti? Siempre hablamos mucho de mí.
—Bueno, podría decirse que finalmente conseguí que Eunyeong dejara de lamer mis bolas. Aunque sigue apestando en su posición.
—Mi padre solía decir que unos triunfos por otros.
—Hombre sabio aunque descuidado —juzgó Mingi con una ligereza crítica.
—Al final nunca supe qué te pareció mi familia de locos. Apuesto a que no querrías volver.
—De ser posible, no, me abstendría de hacerlo —reconoció de inmediato, sorprendiendo a Hongjoong—. Pero si lo necesitarás, iría sin pensarlo dos veces.
—¿Por qué tú lo harías todo por mí, no es cierto?
Deteniéndose frente a la puerta de Hongjoong, Mingi lo miró directo a los ojos—. Sin dudarlo, Ángel.
Mordiéndose el labio inferior, el aludido no pudo evitar sonrojarse, y absteniéndose de responder, procedió a ingresar el código. Al entrar, la luz cálida de la sala, lo recibió con nada más que silencio. Respirando hondo, invitó al alfa a que se quitara su calzado e ingresara también. Lo que éste hizo con facilidad.
Una vez allí, ambos volvieron a cruzar miradas y tras dejar su bolso en uno de los muebles, el omega le ofreció un vaso de agua que fue descartado con un simple agradecimiento. Dirigiéndose a la cocina envuelto en esa masa de tensión que podía palparse con las manos y cortarse con tijeras, empezó a hurgar en sus alacenas para verificar que tuviera lo necesario como para preparar una cena completa. El alfa, se mantuvo a una distancia respetuosa de su persona, observándolo con una atención fija que quemaba en la piel. Pero aún así, no dijo nada.
Tragando en seco, el campocorto empezó a lamentarse por no haber realizado las compras de la semana. Ya que en sus alacenas, aparte de condimentos y un par de snacks, no había mucho más con lo que pudiera trabajar. Y en la heladera, sólo tenía cosas congeladas que llevaban una preparación especial.
Oliendo su inquietud, probablemente, el lanzador de los Kia Tigers, dio un pasó dentro de la escena. Utilizando ese tono gentil y suave que le conocía de memoria.
—¿Tienes vino? —cuestionó mientras se acercaba a la encimera.
Confundido, el omega miró al alfa por primera vez en un rato—. Una botella abierta de vino blanco y una cerrada de tinto, ¿por qué?
—Saca una botella del que prefieras —le dijo una vez se lavó las manos—. Yo me encargo de la comida.
—No tienes que hacerlo.
—Bueno, es eso o pedir a domicilio. Tú eliges.
Teniendo recuerdo lo bien que cocinaba el alfa, el omega no demoró en hurgar por una de sus botellas. Seleccionando la botella cerrada de vino tinto, al encontrarse con la mirada del pelinegro le dio una simple e innecesaria explicación: prefiero lo dulce, es todo lo que dijo. Sirviendo las copas, observó a Mingi comenzar a cortar un par de verduras con una destreza cómoda. Haciendo el menor ruido posible con el cuchillo, instalándolos por consecuencia, en una nueva quietud que Hongjoong sintió la obligación de romper luego de tomar su primer sorbo.
No obstante, el moreno se le adelantó.
—¿Dónde tienes las ollas?
Riéndose, el castaño se acercó al alto—. Deberías saberlo para este punto —murmuró—. ¿Profunda o...?
—Profunda, está bien. Y un sartén no me vendría mal.
Alcanzándole los instrumentos, el omega no tardó en notar que el alfa sólo lo quería hacer partícipe. Conmovido por su preocupación, se quedó a un costado de él, viéndolo con expectativa.
—¿Podrías sacar el pollo de la heladera? —pronto pidió, una voz calma y una orden gentil—. ¿Picarlo en trozos y ponerlos en el sartén a fuego lento, por favor?
—¿Vas a prepararme una comida de cinco estrellas?
—Nada que no merezcas —replicó con verdadera emoción. Haciéndolo sonreír con fugacidad.
—Eres diferente a Haesuk, ¿sabes?
—¿No te preocuparía si fuera igual a ella?
—Estoy acostumbrado a que me desestimen —confesó mientras descongelaba el pollo en el agua, el ruido fluyendo como un canal entre ellos. Un eco de fondo que no era más que un vacío superficial—. Tarde o temprano ven las fallas y me comienzan a menospreciar. Pero en la otra punta de eso, están Seonghwa, Yeosang, Maddox, Jongho y mi hermano. Quienes me apoyan y me hacen sentir que tengo algo de valor. Y luego estás tú.
—¿Yo? —preguntó el contrario, desconcertado pero sin dejar su tarea de lado.
Asintiendo para sí, el más bajo tomó un cuchillo y empezó a cortar el pollo en trozos, como se le había pedido. Poniéndolos en el sartén aceitado con despreocupación.
—Tú —murmuró—. Un hombre que me baña en elogios y me hace sentir... —las palabras murieron en su garganta al instante, haciéndolo sentir atorado y con la lengua pesada. Carraspeando, el omega impostó la voz antes de continuar—. Me haces sentir amado.
—¿Y no es lo que mereces? —preguntó con naturalidad—. Ser amado.
—Lo haces sonar tan fácil que es ridículo —replicó entre risas.
—Te quiero —confesó Mingi de repente, cortándole el aliento a Hongjoong—. Es tan simple como eso.
Cogiendo la copa de vino, el omega le dio un trago pronunciado, saboreando a duras penas la dulzura del líquido oscuro. Allí estaba de nuevo esa declaración honesta de sentimientos que le cerraba la garganta y le ponía un peso extra en las entrañas. Bebiendo también de su copa, el alfa se remitió al silencio. Dejándolo atrapado en sus propios pensamientos.
—No quiero una marca —dijo de repente, provocando que los movimientos diestros del moreno se detuvieran por una milésima considerable de tiempo—. En este estado de mi vida, con una carrera en ascenso, no quiero una marca de nadie. Ambos sabemos que eso haría que inmediatamente pase a ser el omega de alguien y la poca reputación que construí se vaya por un caño —afirmó con una seguridad de acero, retomando sus propias acciones olvidadas—. Pero te quiero a ti.
—¿A qué te refieres? —cuestionó con un tono indescifrable pero arrugas en la cara. Era cómico si tenía en cuenta que se hallaba revolviendo el contenido de una olla.
—Estuvo mal que no me dijeras de la mordida, primero porque fue irresponsable y en segundo lugar porque hiciste un juramento, pero por sobre todo, por la confianza —se decidió por contestar, un tono serio y unas cejas fruncidas—. Y sé que mi comportamiento hasta ahora no fue el más destacado, y sí, tal vez me hubiera asustado de saberlo, tal vez habría salido corriendo o entrado en pánico, pero tu deber debió ser contármelo en el momento, no suponer.
—Y admito mi error como lo hice en aquel entonces. Sé que te fallé y estuve mal.
—Aún así quiero que me cortejes. Y aún así te quiero en mi vida porque me gustas.
Percibiendo como se detenía por segunda vez, Hongjoong pudo sentir la mirada intensa de Mingi.
—¿Hablas en serio?
—Me gustas —declaró con una firmeza palpable—. Eres de las mejores personas que he conocido y de verdad te adoro.
Guardando silencio por unos segundos, el omega sintió como su corazón empezaba a palpitar como un tambor, retumbando en sus oídos de una manera ensordecedora. Sus manos se aferraron a la mesada, los ojos idos y los nervios a tope. No fue hasta que el alfa se pronunció, que la sangre se le heló. Sin embargo, pronto, se le subió al rostro. Tiñéndolo de un rubor imborrable.
—Entonces, ¿esta es nuestra primera cita?
Riendo del estrés acumulado, bajó la cabeza y la sacudió a los lados por la incredulidad. Girándose a verlo, se encontró con la expresión iluminada por la felicidad del moreno. Ojos brillantes y labios curvados en una sonrisa suave. Amorosa.
—Se supone que debería ser en un lugar ajeno a nuestras casas, pero sí, esta podría ser nuestra primera cita.
—¿Podría? —cuestionó con una ceja enarcada, una voz sugerente.
Sonriendo, él se encogió de hombros—. Dependiendo de qué prepares para mí, la consideraré una.
—¿Coqueteando conmigo antes de comer?
—Te extrañé —confesó con una sinceridad aplastante que arrolló al contrario.
—Yo también te extrañé, Ángel —replicó luego de inclinarse hacia adelante y frotarle la sien con la nariz—. Hueles bien —murmuró sin apartarse—. Dulce.
—Será porque estoy feliz —susurró en un tono bajo, disfrutando de la caricia—. De verdad te extrañé, es todo.
Dándole un beso en la mejilla, el alfa se apartó y le sonrió con fugacidad—. Será mejor que nos pongamos a cocinar o cenaremos mañana, y tengo un omega que complacer.
Empujándolo por el hombro, el susodicho rodó los ojos—. Cállate y ponte a trabajar —le dijo antes de ponerse a controlar los trozos de pollo—. ¿Necesitas ayuda en algo más?
—Estoy bien por ahora, sigue con el pollo y cuando lo creas listo, colócalo en algún recipiente. Siempre recuerda probarlo antes.
—En serio eres todo un experto en esto de la cocina, ¿eh?
—Mi madre me preparó para que lo fuera, supongo que no podía salir mal.
Mordiéndose el interior de la mejilla, el castaño le dio una mirada de soslayo—. ¿No has vuelto a tener contacto con tus padres desde entonces?
—Llaman en cada ocasión que pueden, nunca dicen nada muy importante por lo que no vale la pena mencionarlo. Está bien de ese modo.
—¿Su relación siempre fue tirante?
—No —respondió tras un segundo, pensativo—. Se volvió de esa manera a medida que hyung y yo comenzamos a crecer y se dieron cuenta que no cabíamos en sus moldes prefabricados. No dudo que nos quieran, simplemente son anticuados y tienen una forma extraña de mostrarlo.
—Supongo que eso es bueno.
—Si no fueran tan controladores, tal vez —concordó a medias, asintiendo antes de estirarse a tomar un recipiente de condimentos y hierbas—. Pero somos una familia disfuncional y eso no va a cambiar —agregó con aceptación llana—. ¿Qué hay contigo? —preguntó con suavidad—. ¿Sigues sin hablar con tu padre?
Tarareando una respuesta, el omega se decidió por asentir—. Me escribe a mi antiguo celular, preguntando por ti mayormente, tu confesión de cortejo lo dejó atónito. Y por la cantidad de llamadas perdidas de Haesuk, ya lo sabe.
—Lo siento.
—Eres mi alfa, creo que no hay mayor conmoción que esa así que no te disculpes.
—¿Seguro?
—No estoy molesto, si es lo que preguntas. Tarde o temprano lo sabrían. La única opinión que me importa es la de Beomjoong y por lo que sé, tienes su aprobación también.
—Ni siquiera me la esperaba.
—Bueno, deberías agradecerlo, tienes la mitad del camino recorrido —su comentario sólo hizo reír al alfa y con eso hecho, se inclinó sobre su hombro para ver que preparaba, encontrándose con un contenido colorido de fideos de udon y vegetales finamente cortados—. Luce bien si no fuera por los vegetales.
Riéndose, Mingi hurgó en un cajón hasta encontrar un par de palillos, y luego de revolver el contenido tomó un poco y lo extendió en su dirección. Hongjoong no pudo evitar sonreírle y aceptar la ofrenda de buena gana.
—Realmente eres un diez en la cocina —alabó con honestidad, disfrutando de la comida.
—Es nuestra primera cita, debo hacer mi máximo esfuerzo.
Riéndose el omega asintió, dándole la razón. Al momento de la cena, la conversación se tornó más ligera, girando entorno a temas livianos y aleatorios. Hubieron un par de risas que llenaron el ambiente y sonrisas cómplices que se convirtieron en muecas amorosas.
Y a la hora de terminar con ella, se dispusieron a limpiar en un silencio cómodo que los rodeó como un manto cálido y reconfortante.
—En la primera etapa de cortejo, no se supone que durmamos juntos —dijo Hongjoong al tirarse sobre la cama, brazos y piernas estiradas como una estrella.
—Tampoco deberíamos de haber tenido sexo, pero lo tuvimos —replicó Mingi con una obviedad astuta, subiéndose a la cama y gateando encima suyo—. El cortejo no tiene reglas, sólo hay que hacerlo a nuestra manera.
Rodeándole el cuello con los brazos, ladeó la cabeza hacia un costado—. ¿Ya sabes cómo será nuestra segunda cita?
—Puedo apostar que te gustara —le dijo con firmeza, besándolo con fugacidad—. O bueno, eso espero.
—Eres listo, de seguro sabrás cómo solucionarlo.
✦• ───── ⸙ ───── •✧
—¿Estás nervioso?
Deteniendo el movimiento inquieto de su pierna, Hongjoong se giró para mirar a Yunho, preguntándose en qué momento había accedido a su departamento con facilidad, pero recordando que a un lado suyo se encontraba Yeosang, los cabos se ataron por sí solos. Aunque pasar por desapercibida la mano que descansaba en la pierna de su amigo con naturalidad, resultaba más difícil que la presencia del alfa con aroma a café.
Era demasiado doméstico para su gusto. E inapropiado también, porque la mano estaba demasiado arriba para considerarla que descansaba en el regazo de su amigo. Un gesto posesivo inconsciente o consciente, algo complejo de determinar. Y en lo que para ser sincero, no le interesaba indagar.
No era su relación después de todo y eso le había quedado claro hacía tiempo.
—¿Lo parezco? —preguntó de regreso, un ligero tinte sarcástico en la voz.
—No dejas de moverte en ese sofá, así que me lo estaba cuestionando. Además, no es como si fuera la primera vez que vayan a salir.
Lo que era cierto, no sería su primera vez en una salida, no obstante, sería la primera vez que tendrían una cita formal. Fuera de sus condominios, ya que hasta el momento, sólo habían compartido tiempo de calidad en el interior de sus respectivas casas. Lo que no era malo, después de todo, se acomodaba al estilo de vida que llevaban como atletas reconocidos. Y más aún, cuando a él le preocupaba que lo trataran como el omega de alguien. O lo vieran de dicha forma.
E incluso si el cortejo como tal, no tenía más que tres etapas: citas, ofrendas y formalización. Se hallaba nervioso como también emocionado. Había transcurrido un tiempo desde la última vez que lo experimentó por lo que se encontraba ansioso. Era sumamente halagador y más si era tomado con seriedad.
Al fin y al cabo, era un paso importante en una relación. Y con eso en mente, salieron las siguientes palabras.
—¿Tú no lo estarías de cortejar a alguien?
—Con la única persona que salgo es Yeosang y nosotros sólo jodemos.
Rodando los ojos, el rubio golpeó al alfa por su expresión vulgar—. Cortejar a alguien, significa que quieres a esa persona en tu vida, Hongjoong. Es un asunto serio. Nosotros sólo salimos, nada importante.
—Pero somos exclusivos —no demoró en aclarar el alfa. Su ceño ligeramente arrugado.
Enarcando una ceja, el omega decidió no investigar demasiado en el estado de aquellos dos. Quedándose simplemente con lo que le habían dicho, ya que no era su asunto hacerlo.
—Si te sirve de ayuda —le dijo Yunho—. Mingi de seguro pensó algo que te gustaría, ya sea algún lugar o un sitio tranquilo.
—Eso sólo hace que mis expectativas se eleven.
Riéndose, el hombre alto y de cabellera café, se encogió de hombros—. Ese ya no es mi problema. Simplemente te lo decía para que dejaras de morderte las uñas. Arruinaras tu apariencia y qué gran primera cita terminaría siendo.
Golpeándolo en el hombro con fuerza, Yeosang le dio una mala mirada—. Eres un imbécil.
—Sólo trataba de distraerlo, cariño. No tienes que ponerte agresivo.
—Comportándose de ese modo me dan el asco suficiente como para distraerme.
Estrechando la mirada, el beta pronunció un sonido disconforme—. Como si tú y Mingi fueran mejores —replicó entre dientes, cruzando los brazos—. Pero cómo sea —agregó tras rodar los ojos—. Te ves bien, relájate.
—¿Tú crees?
Bajando la mirada, el omega observó sus prendas. Como la única indicación que le había dado el alfa es que vistiera cómodo, decidió ponerse unas vestimentas acordes a su concepto, ya que no tenía idea de a dónde irían pero juzgando por sus textos, sería un lugar informal. Por lo que se puso una remera negra, liviana con apenas un borde en el cuello, por encima, un cárdigan gris oscuro con patrones indefinidos sobre la tela suave. En las piernas llevaba unos pantalones negros, lo suficientemente ajustados como para resaltar su figura pero sueltos como para darle cierta movilidad. Sin querer pecar de pretencioso, optó por una apariencia fresca y sin maquillaje, luciendo apenas un tinte en los labios. La cabellera al natural y prolija.
En su concepción personal, se veía fresco y atractivo, sin embargo, continuaba dudando con la demora del alfa.
Pero cuando se halló dispuesto a cambiarse de pantalones, escuchó el timbre de su puerta, lo que aceleró su corazón una milla entera. Haciéndole eco en lo oídos. Estático y con los nervios a flor de piel, se quedó viendo a los dos intrusos con ojos grandes. Inseguro de qué hacer a continuación, como si su cerebro hubiera sufrido de alguna avería.
—Jesús, Kim —exclamó Yunho con exasperación—, atiende la puerta.
Espabilando, no tuvo tiempo a soltarle ningún tipo de insulto, sólo a darle una mirada de reproche. No obstante, se encaminó hacia la puerta en silencio y en el momento que la abrió, las palpitaciones que retumbaban en sus oídos los ensordecieron y el ardor de su corazón lo consumió en fuego.
Al otro lado se encontraba Mingi, luciendo impecable con su remera negra de cuello de tortuga ajustada, unos pantalones de mezclilla del mismo tono oscuro y una gabardina de lana gris clara. Su cabellera corta ahora un tanto crecida, le habilitaba que la llevara hacia atrás, descubriendo su frente y las sienes, dejando un par de mechones sobre ellas. Resaltando el atractivo de su rostro y los ángulos que lo enmarcaban.
Carraspeando de manera torpe, Hongjoong se animó a sonreír—. Hola —susurró con un toque de timidez que dulcificaba su tono.
Riéndose, Mingi le correspondió—. Hola. ¿Estás listo?
—Seguro.
—Te miente —dijo Yunho desde adentro. Girándose, se topó con un par de miradas curiosas y el momento exacto que el alto recibía un golpe en la pierna—. ¿Qué? Es la verdad.
—Así que acá estabas metido.
—Simplemente seguí mi corazón, hombre —dijo con un encogimiento de hombros vago.
—Apuesto que fue eso —replicó el moreno con aires conocedores y un tinte de malicia que bordeaba su voz.
Con los ojos todavía puesto en el par, Hongjoong emitió palabra—. Nosotros nos vamos —anunció como si no fuera obvio—, ustedes dos si se quedan, por favor, no hagan nada depravado en mi departamento.
—No tendrías cómo saberl...
—Ve con calma, Joong. Nos vemos después —interrumpió Yeosang con una voz firme. Sonriendo pero dándole una mirada crítica al alfa a su lado.
—Broma —fue lo único que éste dijo antes de que cerraran la puerta.
—¿Está bien si te beso? —preguntó Mingi de la nada, sorprendiéndolo. Mirando hacia arriba, él se encontró con un par de atentas obsidianas.
—Por supuesto.
Y el beso en realidad no fue más que un simple toque, una unión superficial que se sintió como la seda y dejó un rastro de plumas ansiando más. Un simple gesto amoroso que conmemoraba un saludo rápido.
—Te ves precioso.
Riéndose camino al ascensor, el omega lo golpeó en el hombro con suavidad—. No empieces —le dijo con una advertencia falsa—. Pero gracias, luces bastante bien también. ¿A dónde me llevaras?
—Si te lo contara, dejaría de ser una sorpresa, Ángel.
—¿Entonces cómo pretendes que no me entere? ¿Vas a vendarme los ojos? —preguntó cuando ingresaron al ascensor y se recostó en una esquina. Postura relajada y cabeza inclinada.
Arrimándose, el moreno no dudó en obnubilar su persona con su cuerpo fornido—. No suena como una mala idea para otro terreno de juego, si sabes a lo qué me refiero.
Tomándolo de la gabardina, Hongjoong obligó a que Mingi se inclinara en su dirección. La presión solitaria del elevador trabajando el nivel de sus temperaturas por su cuenta.
—Eres un bastardo fetichista, ¿lo sabías?
—Lo dices como si no te gustaran las cosas que hago contigo.
—Mhm, ¿así de bien conoces mi cuerpo?
El alfa separó los labios, dispuesto a dar una respuesta, sin embargo, las puertas del ascensor se abrieron y ellos dos se vieron en la obligación moral de separarse. Realizando unas vagas reverencias a quienes habían ingresado mientras ellos bajaban.
No obstante, Hongjoong se vio sorprendido por la mano que rodeó su cintura desde atrás y el cuerpo que se pegó al suyo. El aroma a orquídeas de Mingi y su aliento caliente rozándole la oreja, lo hicieron estremecer mientras lo mantenían en su sitio.
—Lo conozco como si fuera mío.
La declaración sacudió sus nervios internos y complació a su omega de una manera que no se vio venir, la alusión implícita de lo posesivo, lo hicieron temblar por fuera. E increíblemente para su propio desconcierto, se atrapó emanando feromonas atrayentes, lo que supo por la dulzura que invadió el ambiente y la risa ronca que resonó en su espalda.
—Cómo sea —murmuró el alfa, soltándolo y continuando su camino—. Podría colocarte alguna venda, para que el efecto sea mayor, ahora que lo mencionas. No había pensado en ello para ser sincero.
—Me queda claro que no —replicó tras carraspear.
Al llegar al Mazda negro del moreno, éste le sonrió con confianza. Una actitud autosuficiente que rozaba la arrogancia plena.
—No te preocupes, de seguro te gusta.
—¿Qué tal si no? —provocó con una ceja enarcada.
—Siempre podemos hacer algo que te complazca.
Rodando los ojos, el omega se metió al auto una vez las puertas fueron desbloqueadas. Acomodándose en el asiento, vio al alfa encender el motor y dar marcha atrás con sólo una mano. La eficacia de la maniobra y la concentración en su cara, le hicieron morderse el labio inferior. Desde la primera vez que lo había visto hacerlo hasta ahora, le seguía pareciendo caliente.
Envuelto en esa nebulosa de pensamientos pecaminosos, el castaño ni siquiera fue consciente del viaje como tal, permaneció encerrado en los confines de su mente dispersa hasta que, después de varios semáforos en rojo y una tienda familiar, reconoció las calles que transcurrían, pero no fue hasta que notó un letrero gigante que daba la bienvenida a jóvenes universitarios, que se enderezó en su asiento. Apoyándose en la ventana con ojos grandes y emocionados como los de un pequeño cachorro.
—¿Me trajiste a patinar?
—Nos traje a patinar —corrigió el moreno con afabilidad, deteniéndose en un apartado.
—Sin ofender, apenas puedes mantenerte de pie sobre el hielo.
—Eso fue bastante ofensivo —declaró el alfa, apuntándolo con un dedo inofensivo—. Pero Seonghwa me comentó que hace rato no venías así que me pareció una buena idea, ¿qué dices tú?
—¡Me encanta! —confirmó con un entusiasmo sincero y una sonrisa auténtica. Sacándose el cinturón de seguridad, envolvió al alto en un abrazo constrictor. Apartándose para darle un beso rápido—. Eres el mejor, sin dudas.
—Tú también eres fantástico.
Alejándose del lanzador a las risas, el campocorto se bajó del auto con una euforia que le aceleraba la sangre. Contento con la idea de patinar un rato y estar bajo el manto helado de una pista cerrada, no vaciló a la hora de entrelazar sus dedos con los del pelinegro. Arrastrándolo consigo con un entusiasmo casi infantil.
En el interior de la pista, no tuvieron que esperar mucho tiempo para conseguir los patines de su talla, la cola no era larga y constaba en su mayoría por adolescentes en pequeños grupos o algunos en la soledad de sus pensamientos.
Llegando a una de las entradas, Hongjoong fue el primero en quitar los plásticos de seguridad y de ingresar al hielo con una estabilidad de experto. Mingi en cambio, fue más tardío y dubitativo. Pero para asombro del omega, el alfa pudo mantenerse en pie sin tambalearse o tener que sujetarse de algo.
—Estuviste practicando —acusó con una sonrisa.
Encogiéndose de hombros, el pelinegro extendió la mano—. Sólo lo suficiente como para no hacer el ridículo.
—Así que, ¿puedes patinar sin ayuda? —preguntó con una ceja enarcada.
—Sí, pero quiero sostener tu mano, así que agradecería si fueras algo indulgente conmigo sólo por hoy.
—Sólo por hoy —concordó con una felicidad que no podía contener.
Tomándose de las manos, el par dio su ingreso oficial a la pista, sumándose a los pequeños grupos que también disfrutaban del frío y el deslizarse sin preocupaciones. Risas de fondo y conversaciones superficiales, fueron los condimentos que llenaron el escenario de distintos colores.
Y en un momento determinado de quietud, Hongjoong se deslizó hasta quedar enfrente de Mingi, sobresaltándolo, riéndose por su acción imprevista, el omega comenzó a patinar de espaldas.
—¿Ya has cortejado a alguien antes? —preguntó con curiosidad—. Pareces tener experiencia.
—Dos personas —reconoció el alfa con facilidad, su tono calmo pero sus pupilas temblorosas por la inquietud—. ¿No vas a caerte o chocar con alguien de ese modo?
—Estuve en la selección infantil y en la juvenil semi-profesional, creo que estoy bastante bien de este modo. No te preocupes, cariño.
—¿Cariño? —replicó con una ceja enarcada—. ¿Dónde quedó Min?
—Por ahí —musitó con aires desinteresados, realizando un ademán con las manos—. ¿Qué pasó con esas dos personas?
—No eran las indicadas.
—Bueno, mi historia ya la conoces con respecto al cortejo.
—Al menos sé que no te tocó puro imbécil.
—Cierto, no todas mis parejas fueron malas. ¿Qué hay de ti? Nunca te oí que mencionaras ninguna.
—No merecen la pena ser recordadas, ese es el porqué —respondió con obviedad, y cierta seques que no estaba dirigida a él—. Simplemente se interesaron por mi casta, ¿entiendes a lo qué me refiero? —él asintió con lentitud, escuchándolo—. Las personas tienden a emocionarse cuando conocen a alguien del tipo dominante, es como un trofeo. Uno en un millón. Es absurda la mentalidad de castas, al final del día, todos somos personas y nos convertiremos en polvo algún día al morir.
—Incluso si tienes razón, tétrica manera de ponerlo, por cierto, no es algo muy romántico para decir en una segunda cita —riéndose, el alfa se disculpó por lo bajo—. Igualmente, lamento que hayas tenido que lidiar con esas personas, me incluyo dentro. Quiero decir, actúe de una manera similar por los motivos contrarios, así que lo siento por eso.
—Creí que para esta altura ya lo habíamos solucionado.
—Nunca está de más volver a rectificar tus errores.
Sacudiendo la cabeza, el alfa se remitió al silencio, disfrutando de sus manos entrelazadas y del frío gélido de la pista.
Ese día fue uno de ensueño para Hongjoong.
Uno que sorpresivamente, no terminó allí. Ya que al salir del recinto universitario, ambos caminaron por los alrededores hasta encontrar un carro de comida callejera. Tentados por el aroma fresco y los sabores prohibidos, se pidieron unas brochetas de mandu para cerrar la tarde con broche de oro.
La despedida fue tan dulce que dejó a Hongjoong sonriendo de oreja a oreja, puesto a que ese mismo día, Mingi realizó su primera ofrenda, cediendo una diminuta caja bien envuelta que contenía accesorios dorados.
✦• ───── ⸙ ───── •✧
La segunda y tercera cita fueron igual de valiosas que la primera, Mingi pensó cada pequeño detalle y lo llevó a sitios que sabía, le gustarían. O mínimo, serían de su agrado. Lo que en serio contentó al omega en él. La minuciosidad con la cual fue planeado todo, eran un mérito a reconocer. Un arrullo al alma que dejaría huella.
Las ofrendas no fueron distintas, el alfa se las tomó muy en serio, seleccionando cosas que le había visto antes usar o que había mencionado gustarle. Como por ejemplo un cárdigan que terminó sumándose a la colección que ya tenía en su armario. Un detalle agradable y preciado que le hinchó el corazón. Junto con la prenda, vinieron un juego de anillos de plata. Eran simples y sin grandes adornos, lo que Hongjoong aceptó encantado, Mingi sabía que no usaba demasiados a diferencia del alfa, que parecía amarlos. Pero la ofrenda que le quitó el aliento, fue un disco de vinilo.
El moreno se había esmerado en elegir cosas y objetos que fueran de su espacial agrado al punto de dejarlo sin palabras.
Y para cuando el momento de la quinta cita llegó, Hongjoong se encontraba rebotando de la emoción. La expectativa le había engullido los pensamientos y la felicidad llenado de diferentes escenarios. Su excitación era al grado de que tenía a Yunho exasperado, porque sí, en esta ocasión se encontraba en la casa de Mingi.
—Voy a matarte pronto si no dejas de sonreír de esa forma tan asquerosa.
Dejando de jugar con Sarang, el omega se volteó hacia el alfa dominante que se hallaba situado a metros de él en otro mueble. Piernas bien cruzadas en una postura recta pero relajada. Brazos en el respaldo, descansado con naturalidad y expresión crispada en una molestia falsa.
—Estoy emocionado, ¿de acuerdo? No es mi culpa.
—No, es culpa de tu estúpida cara —replicó el de cabellera café tras rodar los ojos—. Pareces un niño en navidad, es asqueroso. Lo digo en serio.
—Tú sólo estás celoso —le dijo con la atención de nuevo puesta en Sarang—. Admítelo, no te dañará el ego.
—¿Por qué estaría celoso? —replicó el alto con una ceja enarcada de la que sólo él fue consciente—. Le pateamos el culo a los LG Twins y tengo buen sexo.
—¿Yeosang sabe que hablas así de su relación?
—¿Así cómo, de manera franca? —repreguntó con intriga—. ¿No sería peor que dijera que tenemos sexo fatal o algo parecido?
—Podrías tener más tacto —aconsejó con un encogimiento de hombros, tomando uno de los juguetes del minino a su alcance y haciéndolo saltar a su alrededor—. Y reconocer otros atributos de mi mejor amigo que no tengan que ver con su destreza en la cama, por ejemplo.
—¿Tú esperas que sea un romántico como él, no es cierto?
—No —dijo tras rodar los ojos—, espero que seas menos vulgar. Pero pareciera imposible.
—Puedo reconocer otros atributos de Yeosang, ¿de acuerdo? —defendió con un dejo indignado—. No soy un cerdo.
—¿Cómo cuales?
—Es inteligente y tiene una risa encantadora, su barítono es exquisito y su sonrisa tímida no tiene perdición, además, la marca de nacimiento lo hace más atractivo. Le da un encanto incomparable a otros.
Riéndose, Hongjoong se hizo hacia atrás en el espacio que ocupaba y miró a Yunho directo a los ojos—. ¿Te das cuenta de que suena a que te gustara, no?
—Dios, sí que eres lento —resopló el alfa luego de restregarse la cara con las manos—. Claro que me gusta. Y sé que te refieres de manera romántica.
—¿Él lo sabe? —preguntó con curiosidad, haciéndose hacia adelante. En respuesta tuvo un encogimiento de hombros.
—Es un hombre listo, estoy seguro que lo sospecha. Créeme tiene esa mirada conocedora que dice mucho.
—¿Por qué no te confiesas?
—¿Tú me tomarías en serio?
—No —respondió de forma tajante, sorprendiendo al alfa—, pero yo no soy Yeosang. Y si lleva semanas manteniendo ese vínculo contigo, es por una razón.
—Compatibilidad sexual —destacó el contrario en un tono desanimado.
—Si te sirve de aliento, yo pensé lo mismo con Mingi.
—Entonces, ¿admites que te gustaba desde antes?
Sobresaltándose, el par de conocidos miró por sobre sus hombros sólo para encontrarse con la presencia desapercibida del pelinegro, brazos cruzados y cabeza ladeada al final de las escaleras. Siseando una maldición, el castaño se recriminó por no haber notado su presencia con antelación.
Tomando a Sarang en su regazo, el omega desvió la mirada—. Probablemente.
—¿Probablemente qué?
—Me gustabas desde antes de joderlo todo con mi mierda compleja, ¿satisfecho? —inquirió con un tono mordaz.
—Bastante, pese al mal vocabulario.
—Oh vete al carajo.
—¿Quieres venir conmigo? Sé que te encantaría.
—Su rito de apareamiento es patético —intervino Yunho, un tono seco y cero impresionado.
—Lo dice quien sólo sabe poner apodos a sus ligues —replicó el moreno, acercándose.
—Bueno, al menos les gusta. Si alguien más los escuchara, pensaría lo mismo que yo. A veces es como si discutieran y otras como si quisieran joder delante de uno.
—El exhibicionismo no es lo mío así que no te preocupes.
—¿Y lo de él? —preguntó tras apuntarlo con el dedo. Completamente sonrojado, el omega se mostró indignado.
—Tampoco, ahora dejemos de hablar de mi vida sexual.
—Hablamos de la de Mingi...
—Que indirectamente es la mía también —cortó con seques, apretando las comisuras en un rictus disconforme—, así que paremos aquí. Gracias.
Hongjoong todavía se cuestionaba cómo es que se había hecho tan cercano a Yunho en el correr de las semanas, al grado de tener ese tipo de conversaciones extendidas. Sabía que era algo positivo, después de todo, significaba que estaban dejando sus asperezas atrás y que les importaba Yeosang lo suficiente como para llevarse con moderación. Lo justo como para calificarlo de "bien" pero sin llegar a ser "bueno" en su totalidad.
—Lo siento, Ángel —murmuró Mingi al llegar frente a él, poniéndose en cuclillas para enseguida de ello, besarlo en la sien—. ¿Listo para irnos?
—Por supuesto, ¿en qué tardaste tanto?
Sonriendo de manera ladeada, el moreno le mostró una venda de seda negra que ocultaba tras su espalda—. No hallaba la indicada.
—¿Tienes más? —preguntó con una inflexión aguda en la voz.
Inclinándose cerca, el alfa susurró:—. Conseguí algunas que podrían sentarte bien.
Riendo, el omega lo empujó por el pecho—. Fetichista —murmuró por lo bajo, en la intimidad de su burbuja.
—Apestan, en serio, apestan demasiado.
Riéndose, ambos se pusieron de pie y con una confianza plena, Hongjoong permitió que Mingi le vendara los ojos. Luego de asegurarle que realmente no veía nada, el moreno comenzó a guiarlo por el Penthouse hasta sacarlo y llevarlo al elevador. Por la falta de respiraciones y conmoción, supuso que eran los únicos allí y se encontraban yendo directo al estacionamiento del lugar.
Ansioso y con los nervios a flor de piel, el castaño se dejó guiar hasta el interior del auto. Lo supuso por el ruido que hizo el cuero en el momento que se instaló dentro. El sonido seco de una puerta cerrándose, lo sobresaltó y cuando sintió un calor externo al suyo irradiando cercanía, su instinto fue perseguirlo. Extendiendo la mano y apoyándola en lo que se percibió como el muslo del moreno.
—¿Vamos lejos?
—¿Por qué? ¿Es un inconveniente? —preguntó de regreso, a centímetros de su rostro.
—No, sólo me genera curiosidad toda la preparación.
—Es bueno, sólo espero que alcance tus expectativas —le dijo en un susurro, acomodando su cinturón de seguridad—. Realmente pensé en esto demasiado.
—Apuesto a que me gustara. Confío en ti.
Sintiendo un agarre gentil en su mano, el omega inclinó la cabeza, intentando deducir qué sucedería a continuación, sólo para llevarse la sorpresa de percibir un aliento contra su piel y una presión ligera semejante a un beso fugaz.
—Me complace genuinamente saberlo.
—Deja ya de hablar de esa manera sofisticada y arranca este auto de una vez. Quiero saber a dónde iremos.
—Lo que mi omega desee.
En los últimos días, no sabía si por broma o en una muestra de sinceridad, Mingi había adoptado el hábito de llamarlo de ese modo. Y no es que a Hongjoong le molestara, porque no lo hacía, simplemente le llenaba el corazón de un sentimiento inexplicable y abrumador que no podía encasillar.
—Eres ridículo —fue su única respuesta, las mejillas sonrojadas y los labios en una media sonrisa afectiva.
—Pero así te gusto —afirmó el contrario, haciéndolo morderse el labio inferior.
—¿Increíble, no?
—Creí que demorarías más en admitirlo.
—Ya lo sabes, además, es gracioso notar cómo tus feromonas se intensifican cada vez que lo digo.
—¿Qué puedo decir? —murmuró con aires despreocupados—. Después de todo, estoy un poco enamorado de ti.
Guardando silencio, el omega se dedicó a disfrutar del viaje pese a que estuviera inhabilitado de uno de sus sentidos. Fue tranquilo y pacífico. Estuvo bien. De vez en cuando sentía caricias en el dorso de su mano y luego cómo se detenían. Un arrullo que lo relajó en el asiento al punto de transportarlo a otro plano. Donde la brisa de primavera estaba presente y el verde del campo inundaba el escenario de colores brillantes.
No obstante, su fantasía de campo y flores se vio interrumpida de repente cuando sintió unas leves sacudidas que perturbaron su sueño placentero, reacio a la intromisión, tardó en abrir los ojos. Y al hacerlo se dio cuenta que ya no traía la venda puesta y la luz del sol había caído en un ocaso de increíbles colores naranjas que pintaban las sombras de las nubes en matices fascinantes.
Desorientado, Hongjoong miró hacia Mingi, encontrándolo con la llaves en mano y la puerta abierta. La brisa era fuerte allí que lo hizo encogerse ligeramente. Confundido por su silencio, imitó sus acciones al pie de la letra y como el alfa, el omega salió del auto. Para el momento de hacerlo, distinguir un aroma particular a tierra mojada y sal de mar. Su nariz se frunció, cogiendo las notas con profundidad y casi de inmediato, el entendimiento llenó sus facciones de un entusiasmo juvenil.
—¡Me trajiste a la playa! —exclamó al voltearse y mirar al pelinegro unos pasos atrás. La sonrisa en sus labios era enorme, plasmada de oreja a oreja.
—Pensé que te gustaría respirar un poco de aire fresco.
Chillando de la euforia, el omega se apresuró a tomarlo de la mano y a arrastrarlo hacia la arena blanquecina a unos metros, importándole poco si se metía dentro de sus zapatos.
—Más despacio, Ángel o nos harás caer.
—Es la playa, Min. ¿Sabes hace cuánto no la visitaba? —preguntó con una emoción que bordeaba su voz—. Desde mi último año en la universidad.
—Seonghwa me dijo que te gustaba.
—¿Gustarme? —cuestionó con una inflexión aguda y una sonrisa imborrable—. ¡Me encanta!
Y con esa declaración hecha, el alfa se sintió aliviado, el omega lo supo por la forma en la que sus hombros cayeron y su expresión antes tensa, perdió rigidez. Riéndose con discreción, lo llevó a lo largo del borde el agua en silencio, apuntando a cada pequeña cosa encontraba y se le hacía interesante. Generando una conversación casual y recíproca. Donde incuso se detuvieron en varias ocasiones para apreciar las piedras más brillantes que se hallaban incrustadas en la superficie del agua.
Fue tan refrescante como renovador.
Y envuelto en esa burbuja de plenitud absoluta, Hongjoong se detuvo un segundo para abrazar al alfa, sorprendiendo a Mingi por completo, quien tardó unos segundos en devolver el gesto. Presionando al omega más cerca de su pecho.
—Gracias por traerme, realmente fue una tarde asombrosa.
—Me alegra saber que lo disfrutaste.
Y en un momento de vulnerabilidad, su corazón no pudo contener la avalancha de sentimientos que había conservado por tanto tiempo y los volcó en una honestidad abrupta que congeló los minutos en segundos.
—Te quiero, Mingi. Te quiero tanto.
Apretándolo más fuerte, el alfa ocultó su rostro en la curvatura de su cuello—. También te quiero, Hongjoong.
—¿Quieres ser mi novio, entonces?
Riéndose, el alfa echó la cabeza hacia atrás, viéndolo—. Nada me encantaría más. ¿Qué sucede contigo, quieres ser mi novio?
—Plenamente.
Sosteniéndolo por las mejillas, Mingi inclinó su cabeza hacia arriba y en un suspiro de distancia, sus labios se conectaron en un beso lento, lánguido al principio y de bocas abiertas. Un encuentro amoroso de dos almas acopladas.
En la seguridad de una habitación alquilada, sus corazones se encontraron en la sinceridad de sus sentimientos y sus almas se entrelazaron en una danza de emociones apasionadas. Un hallazgo vigoroso de labios hambrientos y manos ansiosas. Cuerpos desnudos que se movían en una sinfonía unísona y bien acompasada. Murmullos tiernos y besos fugaces.
Eso es todo lo que eran en ese momento de intimidad.
—Lo tenías todo preparado, ¿eh? —murmuró Hongjoong cuando Mingi se acomodó en el medio de su cuerpo, respiración superficial y feromonas llenando la habitación. Una mezcla de intensidad fragante y dulzura abrumadora.
—Sólo por si acaso, me gusta tener las cosas cubiertas.
Jadeando, el castaño se tragó su risa—. Sabías que caería en tu trampa, admítelo. Me trajiste a la playa y te confesaste, es obvio que pasaría.
Presionándose contra su mejilla, el pelinegro suspiró del gusto—. Te confesaste primero —le recordó en un tono bajo—. Yo no esperaba que fuera a suceder, para ser honesto. Me dejaste totalmente sorprendido, como la primera vez que te vi.
—¿Ah, sí? —preguntó con curiosidad, ladeando el rostro para darle más acceso a su cuello.
El alto asintió—. Fuiste el único omega en la Liga —le respondió después de un rato, soltando la porción de piel que sostenía entre sus dientes—. Mi atención naturalmente giró entorno a ti. Más por morbo que cualquier otra cosa. Pero cuando te vi jugar, sentí admiración. Diste todo un espectáculo a pesar de lo pésimo que te trataron. Eres fantástico —le aseguró con los labios rozando la unión de su cuello.
—Si lo piensas demasiado, suena a que te guste desde un principio.
—Que no se te suba a la cabeza —le dijo en advertencia, mordiéndole la unión con sutileza y haciéndolo gemir—. Nunca vi a alguien que se mantuviera tan entero después de tanta agresión, es lo que me dejó impresionado.
Sintiendo la intromisión lenta, el omega cerró los ojos, disfrutando del ardor y de la expansión con un gozo eterno.
—¿Debería ponerme en situaciones de riesgo más seguido en dado caso?
Unidos en su totalidad, el alfa jadeó contra su oído, gozando de la opresión—. Eso sólo haría que me preocupe. Sigue como hasta ahora que lo haces bien.
—¿A qué te refieres? —preguntó con una ingenuidad teatral—. ¿A mi carrera o al sexo? —agregó después de flexionar las caderas, robándole otro gemido al moreno.
—Joder, Ángel.
—Sí, lo sé —murmuró con el aliento entrecortado—. Muévete más y hablemos menos.
Riendo cortamente, el alfa obedeció a sus palabras, llenándolo de marcar rojas al alcance de sus labios, duraderas en el tiempo y brillantes a los ojos curiosos de cualquiera. Sus manos fueron gentiles y sus besos se sintieron eternos, como si no fueran a desaparecer nunca. Lentos y profundos. Estocadas perezosas que buscaban prolongar el placer y un calor que surgía desde lo hondo de sus entrañas.
Palabras tiernas entremezcladas con jadeos pesados y maldiciones a medio terminar. Una atmósfera densa que pesaba una tonelada y un calor abrasador que traspasaba la piel y hervía la sangre. Sudor que perlaba cuerpos y quejidos que inundaban la habitación de sonidos pecaminosos. Pieles que chocaban y resbalaban entre sí. Caricias gentiles y eternas que suavizaban la tensión de los músculos.
Besos lánguidos y desorganizados por sus respiraciones erráticas. Movimientos voraces y en crecimiento. Calor que los consumía como mil soles y penetraba en sus terminaciones, mandándoles señales electrizantes. Mentes nubladas de feromonas y sentimientos desbordados que hicieron que la oscuridad los consumiera en una capa pesada como la brea. Espesa e inigualable. Deseo puro que los devoraba lentamente.
Y esa sensación de calor no hizo más que continuar ampliando su volumen, llevando sus nervios a otro nivel de excitación y rompiendo cada cuerda que los tensaba como guitarra en el momento preciso que lo necesitaron. El orgasmo los abrazó con calidez y llenó sus mentes de brillantes constelaciones que explotaron en las partes posteriores de sus párpados. En la cima de su clímax mutuo, las confesiones de amor se vieron selladas en un beso profundo.
Esa noche de otoño, ambos conmemoraron la nueva faceta de su relación entre risas y besos robados.
☪
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro