❈•≪38. Attractiō≫•❈
A la mañana siguiente lo que menos se esperó Hongjoong, es que Sarang fuera quien lo despertara, y nada más que lamiendo su cara. O un lado de su mejilla. Escapando una risa por entre sus labios, el castaño intentó alejar al minino a duras penas, sin embargo, los maullidos lamentables de la criatura le derritieron el corazón y acabó cediendo, No sólo dejando que le llenen la mejilla de saliva, sino que tomando al felino entre sus brazos. A lo que no encontró oposición.
Enternecido por el afecto incondicional de Sarang, Hongjoong tomó asiento en la cama y acarició al minino un rato. Fascinado con la facilidad que sus dedos se perdían por entre su cabellera afelpada y la suavidad de la misma. Sonriendo embelesado por lo maravilloso que resultaba siendo el animal, no pudo evitar frotar sus frentes juntas y susurrar palabras dulces ininteligibles al oído de cualquiera.
Para cuando se sintió satisfecho, trasladó a Sarang, dejándola sobre la espalda ancha del lanzador, quien todavía dormía y roncaba sutilmente. Riéndose por su indiferencia ante los pares de peso extra y los maullidos cerca de sus oídos, procedió a quitarse las sábanas de encima. En rompa interior se dirigió a uno de los cajones de Mingi y allí hurgó por una remera que pudiera usar. Sorprendiéndose por la cantidad exagerada de sudaderas de colores pasteles.
Nunca había tenido la oportunidad de verlo con alguna puesta. Eran bonitas y suaves. Un accesorio con el cual no asociaría al alfa en el pasado, pero conociendo sus facetas actuales, no le asombraba en extremo.
Eligiendo una de color celeste bebé y unos pantalones cortos para cubrir su zona íntima, el omega se sintió lo bastante cómodo consigo mismo como para comenzar con el día. No obstante, regresó a la cama sólo para depositar un pequeño beso en la mejilla que la insistente de Sarang se encontraba arañando, y al hacerlo, sí es que salió de la habitación impropia. Una sonrisa enorme pintando sus labios. La imagen de un Mingi refunfuñando entre sueños se le grabó en el corazón.
En su trámite hacia la cocina, se vio distraído por el ruido quedo de algo siendo arrastrado y de una silueta en movimiento en la dirección contraria a la suya, curioso por lo qué podría ser o por quién, mejor dicho, detuvo sus intenciones de buscar algo de comer y simplemente recogió una botella de jugo de fresa. De esas que Mingi guardaba para él en particular. Y que descubrió, no hace mucho, que fue quién se las dejaba cada vez que sus entrenamientos se cruzaban. Cuando los podía realizar sin molestias de por medio.
Al llegar a la sala, se dio cuenta que no había nadie allí, pero al mirar hacia el balcón, se percató de que se hallaba quién pensaba: Jeong Yunho. Para ser cerca de las once, ambos se habían despertado bastante temprano. Mordiéndose la cara de la mejilla interior, Hongjoong dio un salto de fe y se arrimó a la tentación presentada en forma de una pequeña abertura corrediza y la brisa de finales de otoño.
—Gracias por recibirme ayer.
Sobresaltándose por completo, Yunho se giró sobre sus hombros en la barandilla que descansaba y lo miró con ojos totalmente expandidos y la boca abierta en una impresión duradera. Siendo esa, la primera vez, que veía algo tan humano de su parte y no la imagen frívola y brusca como gélida a la que estaba acostumbrado.
—De nada —dijo luego de recomponerse, su tono flaqueando un poco—. Tú me recibiste una vez también, supongo que era lo justo —agregó a continuación volviendo a darle la espalda.
Inesperadamente para ambos, Hongjoong soltó una risa corta—. No me encontraba muy a disposición a diferencia de ti.
—En tu lugar, no lo estaría tampoco —murmuró en un intento de comprensión. A lo que él asintió, aún si no fue visto—. ¿Mingi todavía duerme?
—Sí, aunque me aseguré de que Sarang se encargara de hacerlo espabilar.
—Esa gata tiene sus métodos —confirmó con lo que pareció, fue un esbozo de sonrisa en el tono—. ¿Quieres algo de tomar? —preguntó Yunho de repente, girándose a verlo con curiosidad.
Enderezándose, le mostró la botella que cargaba consigo—. Gracias —susurró sin tener idea de qué otra cosa sería apropiada.
Percatándose de la botella, el alfa dominante con aroma a café, esta vez sí se aseguró de que su sonrisa fuera visible a pesar de no ser muy extensa. Enseguida de ello, se giró, colocando los codos en la barandilla de seguridad y su postura volviéndose una relajada. Cabeza inclinada y ojos grandes, atentos.
—Incluso si ustedes pelean, cuando le toca hacer las compras, aún las sigue trayendo consigo.
—¿En serio? —murmuró totalmente incrédulo. Sabía de algunos dulces que le gustaba a Mingi y los compraba, pero cuando discutían, su cabeza terminaba en lugares recónditos donde no había espacio para nada. Literalmente más que las emociones intensas.
—¿Sabes qué dicen de los gatos? —preguntó el alto con una sonrisa maliciosa, pero aparentemente, inofensiva.
Relamiéndose los labios, el omega sacudió la cabeza, dubitativo—. No —susurró con una vacilación que daba gracia.
—Siempre terminan volviendo a casa.
Con el rostro de colores, el hombre más bajo carraspeó y fingió que la botella requería más fuerza para ser abierta y se entretuvo con eso unos segundos. Al menos fueron los suficientes como para que pudiera tranquilizarse y su mente no lo llevara por zonas inexploradas.
—Nunca lo había escuchado —mintió tras impostar la voz, bebiendo del jugo para crear mayor dilación—. ¿Qué sucede entre tú y Yeosang?
—¿No te lo ha dicho? —preguntó con asombro el alfa, enarcando una ceja—. Nada —respondió tras verlo asentir de manera genuina—. Sólo nos escribimos de vez en cuando. Estoy bajo un criterio de prueba o algo así —finalizó con un encogimiento, inseguro.
Hongjoong asintió por segunda vez, sólo que ahora, en comprensión. La diversión bañando su rostro y queriendo tirar de sus comisuras en una sonrisa reveladora. "El período de prueba", como en realidad se llamaba, era eso mismo: un lapso al que Yeosang sometía a las personas de su interés y evaluaba sus puntos fuertes y débiles. Un tanto frívolo, quizás, pero práctico y funcional. No sólo se determinaba a juzgar su carácter, sino que también medía sus capacidades y sus habilidades para relacionarse con su círculo cercano.
En lo que dudaba que Yunho estuviera siendo muy bueno. Debido a que sus círculos no terminaban de converger y ellos dos se detestaban.
—¿Pero vas en serio con él?
Yeosang era mucho más simple que él, una persona le podía interesar para un acostón de momento como para revolcadas de varias noches hasta que se aburriera, de igual forma, alguien podía gustarle con seriedad. Buscando más allá que algo carnal y superficial.
En su caso personal, tendía a buscar parejas duraderas. Las revolcadas de una noche o varias, le resultaban incómodas cuando a los tipos no los conocía de nada. Ni siquiera por una aplicación de mensajería. Él necesitaba al menos saber un nombre que pronunciar, a diferencia de Yeosang. Que le daba igual si tenía uno para gritar o por el contrario, hacer gritar.
Envidiaba esa sencillez en la vida de su mejor amigo.
—¿Qué tan en serio vas tú con Mingi?
Apretando los labios un segundo, Hongjoong no tuvo nada para replicar. Encontrando la respuesta devuelta totalmente justa.
¿Qué tan en serio iba con Mingi? Porque siendo claros, sabía de los sentimientos que éste tenía por él, no sólo porque se los hubiera dicho, era evidente por la manera en la que se expresaba y la forma en la cual lo trataba. Simplemente había decidido jugar la carta de tonto y taparse con vendas de ignorancia los ojos.
Nada que valiera la pena ser admitido ni reconocido en voz alta.
Nada que lo llenara de orgullo.
Mirando su jugo de fresa en la mano y las prendas que llevaba encima, se hizo la pregunta de nuevo en su mente, queriendo encontrar un modo de que no tenga sentido o la ecuación sea incompleta en algún punto. Porque si lo pensaba con detenimiento, no habían agujeros ni lagunas. Su comportamiento y sus expectativas, eran similares en muchos aspectos. Sólo que no les daba la entidad que requerían.
Ignorando su apego por el alfa de Mingi, a él realmente le gustaba la persona que simbolizaba el hombre detrás, las actitudes genuinas que tenía para con él y las atenciones sinceras que demostraba en cada instancia. Incluso en aquellas en las que era arisco o rechazaba cualquier muestra especial de afecto, lo habían ganado.
A él le gustaba Mingi. Su sonrisa imperfecta y de dientes disparejos, le gustaba su cabellera corta y en aquel tiempo que la tuvo larga. Le gustaba sus manos grandes que contrastaban con las suyas más pequeñas. Su altura y sus hombros anchos. Le fascinaba la manera que tenía de sonreír y la forma en la que sus labios gruesos se afinaban y se convertían en un corazón. Lo moldeado que estaba su cuerpo y las líneas duras que se suavizaban bajo su toque. Le encantaba su voz grave que se volvía un arrullo para calmarlo y la gentileza con la cual siempre lo acariciaba.
—Bastante —contestó con una honestidad bruta que sorprendió al alto. Cejas enarcadas y labios ligeramente separados.
—¿Qué tanto? —preguntó al final, persistente.
—Me gusta.
—¿Y él lo sabe?
—¿Yeosang lo sabe? —replicó en un intento de inteligencia que no le salió muy bien, porque contrario a lo que anticipaba, hizo reír a Yunho.
—Yeosang sabe más que eso.
Y comprendiendo las implicaciones en sus palabras, el omega no pudo evitar chillar horrorizado. La vida sexual de ese alfa en particular no le interesaba demasiado, como para que de la nada, le confesara indirectamente, que pretendía meterse en los pantalones de su mejor amigo.
—Eres un puerco.
—¿Por qué están discutiendo ahora? —preguntó Mingi, sobresaltándolos. Girando por encima de su hombro, Hongjoong se encontró con la presencia del alfa. Vestido con una remera simplona y de pantalones largos, diferente a su estilo más despreocupado.
—Creábamos un vínculo, en realidad —contestó Yunho con rapidez, alzando su botella de agua como si fuera una cerveza antes de darle un trago—. Cosas insignificantes, no entenderías.
—Oí mencionar el nombre de Yeosang —devolvió con curiosidad, posicionándose a su costado. Mirándole un segundo antes de sonreírle de esa manera suave que hacía resaltar uno de sus hoyuelos.
Tal vez, esa era una de sus sonrisas favoritas después de aquella que convertía la forma de su boca en un corazón o de la otra que exponía sus dientes disparejos. Todavía ni siquiera estaba seguro del orden.
—Yunho pretende meterse en sus pantalones —acusó con una marcada cara de asco.
—¿No lo habías asumido en tu departamento tiempo atrás? —preguntó el alfa dominante con una cejan enarcada. Le gustaba cuando hacía eso por alguna razón.
—Bueno, sí, pero escucharlo de su boca es distinto. Hablamos de mi mejor amigo —se quejó con las cejas fruncidas.
Riendo, el moreno le acarició la cabeza con suavidad antes de inclinarse a frotarle la cien con la nariz. El gesto le fascinaba, era una combinación de confort y ternura que no tenía comparación. Lo adoraba en conjunto con la risa grave que nacía directo de su pecho.
Prestarle atención a esos pequeños detalles, le hizo darse cuenta, lo mucho que Mingi le gustaba. Y hablaba de la persona misma que conformaba al alfa que tenía a su omega con la panza al aire. Fue ridículo por todo lo que tuvo que pasar y las cuestiones que tuvo que examinar para llegar a una conclusión, tal vez, evidente.
—¿Por qué me miras así? —preguntó el pelinegro de repente, ignorando la respuesta de su mejor amigo.
—¿Cómo se supone que te miro? —repreguntó desde su posición, ojos grandes bien abiertos y atentos. Mordiéndose el labio inferior, Mingi le dio un vistazo de soslayo al otro alfa antes de inclinarse hacia su oído, el calor de su aliento le erizó los vellos a Hongjoong, pero el susurro de su respuesta hizo martillar a su corazón con una vehemencia desmedida.
—Como si yo te gustara —le murmuró al apartarse.
Con la bilis en la garganta y las palpitaciones retumbando en las orejas como tanques, el omega se encontró dispuesto a confesar lo que era obvio, sin embargo, prefirió jugar sus cartas de una manera diferente. La implicación de lo que era obvio y la sugerencia jugaron un rol importante a la hora de rodear el cuello ajeno y tirar del hombre alto hacia abajo. Olvidándose en su totalidad del otro alfa que los acompañaba. Y pese al asombro que iluminó las facciones impropias del moreno, éste fue rápido para envolver los brazos alrededor de su cintura. Correspondiendo con avidez.
—¿Eso piensas? —le preguntó en ese tono que a veces usaba, arrastrado y lento.
—Oh por favor —se escuchó de fondo, proviniendo de Yunho. Que sin ellos notarlo, les dio la espalda, nuevamente enfocándose en el horizonte de edificios.
—¿No estás dispuesto a admitirlo, cierto? —contraatacó el moreno en un susurro, sonriendo de repente. Sus feromonas incuso se habían vuelto más fuertes, reaccionando a su coqueteo.
—¿Admitir, qué? —preguntó con la cabeza inclinada, sonriendo de regreso. Dientes superiores expuestos y comisuras alargadas con malicia—. ¿Admitir que me gustas?
—¿Acaso no lo hago?
—¿Lo haces?
Volviéndose a inclinar, esta vez, el moreno se presionó directamente sobre sus glándulas de olor. Tomando una respiración profunda antes de exhalar por la boca. La calidez de su aliento le hizo estremecerse. No obstante, el castaño permaneció en su lugar a la espera de lo qué sea que el otro hombre tramara. Y para su completa sorpresa, lo acabó presionado en el marco deslizante de la puerta y con un cuerpo fornido cernido al suyo. Ensombreciendo su presencia de cualquier otra.
—Yo diría que un poco —susurró contra su piel, un tono bajo y una característica rasposa que le erizó los vellos.
—¿Por mi aroma? —preguntó con esa ingenuidad de papel. Conteniendo sus reacciones lo mejor posible, ya que en el fondo de su mente, todavía recordaba la presencia de Yunho.
—Tu aroma dice muchas cosas ahora mismo, Ángel.
—¿Entonces por qué?
—Presentimiento —le dijo al final, besando la piel con suavidad antes de enderezarse y mostrarle una sonrisa de bastardo. Era amplia y ladeada. Y así fue como lo supo.
En lugar de sentirse ofendido o expuesto, Hongjoong se sintió liberado. E inmediatamente después de asimilar lo que aquella declaración significaba, empezó a reírse. Tironeando de Mingi en un beso desorganizado y de bocas abiertas. Superficial.
—¡Nos espiaste! —acusó con la carcajada aflorando en su garganta.
Riéndose también, el alfa lo soltó, levantando ambas manos—. No fue intencional, lo juro.
—Seguro —murmuró de forma sarcástica—, ¿ibas pasando?
—Casualmente, iba a ver qué los tenía a ustedes conversando por primera vez, pero fue en el momento equivocado supongo.
—No suenas arrepentido, ¿sabes?
—Puedo mostrarte lo arrepentido que estoy, si lo prefieres así.
Mordiéndose el labio inferior, Hongjoong realmente consideró la oferta, sonaba más que tentadora, sin embargo, el silencioso de Yunho, no dudó en pinchar de su burbuja en el momento exacto que Mingi se inclinaba a besarlo por segunda vez.
—Por favor, recuerden que sigo aquí —musitó el alfa con aroma a café, haciéndolos voltear con una rapidez de película—. Si van a hablar sobre joder, al menos intenten que sea en clave o discreto, yo qué sé. Pero tengan un poco de decencia. Se los ruego.
Rodando los ojos, Yunho procedió a lanzar su botella de agua en un recipiente cercano y luego de enderezar su postura, les dio un último vistazo, antes de irse y dejarlos solos. Me dan asco, fueron sus declaraciones finales. Compartiendo miradas, el par de enamorados se largó a las risas. No obstante, no volvieron a tener otro intento de acercamiento íntimo.
—Tienes un lindo balcón —murmuró el omega con casualidad, observando su alrededor. La madera y el césped artificial integrado eran una combinación agradable, aparte de la amplitud de casi cuatro metros de ancho que te permitía caminar libremente—. La vista podría ser mejor —comentó al llegar a las barandillas.
Tomándolo por la muñeca izquierda, el alfa lo alejó de allí con suavidad—. ¿No vas a decirlo? —preguntó con seriedad. Fue tenue y vulnerable.
Girándose a verlo, Hongjoong le sonrió—. Me gustas.
Inmediatamente, su confesión puso una sonrisa en Mingi—. Me gustas también, Ángel.
—Lo sé —replicó con autosuficiencia, golpeándolo por el hombro para intentar apartarlo. Fallando estrepitosamente—. No eres muy bueno para ocultarlo.
Enjaulado entre unos brazos fuertes, Hongjoong se vio a sí mismo, teniendo que inclinar la cabeza hacia arriba para poder mirar a Mingi con propiedad. Mandíbula firme y ojos rasgados en una expresión suavizada. Casi afectiva a la que estaba habituado. En respuesta y sin saberlo, su cara cambió a una similar. Exponiendo esos sentimientos que había reprimido inconscientemente.
—No se me da muy bien eso de ocultar cosas, ¿recuerdas?
—Sí, lo recuerdo —susurró con un trasfondo de anhelo en la voz—. ¿No vas a besarme? —preguntó cuando la impaciencia tiñó de amargura sus deseos.
Y como pidió, Mingi lo besó. Fue lento y apasionado. Una liberación de emociones y sentimientos intensa que los tuvo con las respiraciones agitadas y las bocas adoloridas.
Fue un grabado a fuego de lo que significaban para el otro.
Una promesa implícita de un amor en formación.
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Y la consumación de ese amor llegó en el velo de la noche, donde las estrellas pintaron el cielo y la luna iluminó las nubes, bordeando su textura esponjada. Donde la quietud se vio absorbida por la sinfonía que eran sus cuerpos en contacto y donde la exposición de sus pieles desnudas fue un retrato barroco.
—Me gustas.
Riéndose por quién sabe qué vez, Hongjoong se apartó del beso acalorado y parpadeó con lentitud hasta abrir los ojos, encontrándose con unas obsidianas oscuras que obnubilaban la perfección de cualquier otro color semejante.
—También me gustas —dijo respirando contra sus labios—. ¿Cuántas veces quieres oírme repetirlo? —preguntó con una sonrisa ladeada, maliciosa—. Porque estoy cansado y empiezas a irritarme.
—¿Cansado? —replicó el alfa dominante con una ceja en alto, mirándolo desde arriba con una desaprobación ardiente—. Ni siquiera haces mucho más que mover las caderas.
Relamiéndose los labios, el omega lo apretó más cerca, sus pechos rozándose y sus alientos mezclados—. ¿Por qué no me pones a trabajar, entonces?
Remitiéndose al silencio, Mingi salió de adentro de Hongjoong con lentitud, haciéndolo notar la longitud de su miembro erecto y quitándole un gemido quedo. Apenas una muestra de aire débil e irrelevante. Con la cabeza dándole vueltas y los nervios entumecidos, el castaño observó al pelinegro colocarse sobre sus talones y mirarlo desde arriba con una voracidad trémula. Con los pocos vellos que tenía erizados, siguió sus órdenes cuando éste le pidió que se enderezara. Sin embargo, cuando fue puesto de espaldas, su primer instinto fue presentarse, no obstante, el ruido seco de una nalgada y el déjalo pronunciado sin aliento, lo detuvieron de manera confusa. Haciéndolo girar, quedando de frente.
—Querías probar algo nuevo, ¿no? —murmuró el pelinegro.
—Tú eras quién quería tenerme encima.
—Bueno —dijo con una sonrisa el otro hombre—. No suena mal, pero se me vino una idea a la cabeza, ¿te molestaría intentarlo?
—¿Qué es? ¿Montarte?
Y la idea de montar a Mingi, hizo cortocircuito en la mente drogada de feromonas de Hongjoong, al punto insostenible que un gemido escapó de sus labios y sus muslos se contrajeron con la imagen que se construyó para sus adentros. Celestial y obscena a partes iguales. Gruñendo por lo bajo, el moreno le dio otra palmada, esta vez en uno de los muslos, con la palma abierta, marcando su lienzo de manchas rojas. El gemido que se quebró en las paredes de esa habitación, no tuvo desperdicio.
—¿Quieres probar cruzar unos límites?
El castaño no tenía mucha idea de qué límites hablaba el moreno, sin embargo, era alguien abierto y curioso. Por lo que no lo pensó demasiado. En realidad, ni siquiera se detuvo a pensarlo.
—Sí —respondió sin aliento.
—¿Quién lo diría? —comenzó el alfa, tono pesado y respiración trabajosa—. ¿Quién diría que el campocorto de los Doosan Bears es así de sensible bajo las manos de cualquiera?
Los ojos del omega se cristalizaron por el placer, y de repente, se encontró negando con vehemencia—. No de cualquiera —admitió con rapidez, preocupado por dar la impresión equivocada..
Inclinándose sobre su cuerpo, el moreno lo tomó por las mejillas y las apretó sin dureza alguna, viéndolo directo a los ojos. Un fuego que ardía en las venas y un calor que traspasaba barreras. Era incontenible y sofocante.
—¿No? —preguntó con falsa curiosidad, un tono grave—. ¿Entonces de cualquiera que te trate bien? —formuló con astucia y un atisbo de sonrisa—. Dijiste eso hace tiempo, ¿no?
Meciendo sus caderas en el aire, por impulso y necesidad, el omega se aferró a los bíceps del alfa con fuerza—. Tú me tratas bien —alegó con la voz entrecortada y trabajosa.
—¿Lo hago? —preguntó en un susurro grave, acercando sus caras en un escrutinio que le quemó la piel—. ¿Qué tan bien te trato?
Lloriqueando, Hongjoong continuó meciendo sus caderas sin encontrar satisfacción, no había contacto, no había calor, no había algo que lo expandiera, era simplemente insuficiente y en lo único que su mente podía pensar.
—Mingi... —dijo en un ruego lastimero, mirándolo con las pupilas desenfocadas y brillantes.
—Esa no fue la pregunta que hice.
Y para total desconcierto de Hongjoong, Mingi se hizo hacia atrás por completo, rompiendo toda la cercanía que los unía y reposando contra el cabecero de su cama con una naturalidad innata. Lo que más lo dejó atónito, fue verlo sacar uno de sus cigarrillos y encenderlo con una facilidad de manual, ya bien aceitada y manejada, el humo perdiéndose en las paredes de la habitación ventilada.
Desesperado por tener la atención del alfa de nuevo, el omega no demoró en levantarse y arrastrarse lo suficientemente cerca como para que sus manos rozaran los talones ajenos. Sin embargo, no fue más allá. La urgencia del contacto y la teatralidad desinteresada del moreno, lo detuvieron en su sitio.
Como una presa en manos de un depredador.
—Me tratas como si fuera una flor —le respondió con frustración, incapacitado de palabras elaboradas y de hallar una manera de comunicarse que complazcan al hombre más alto—. Eres gentil y dulce cuando soy un desastre —agregó al verlo tomar su primera calada profunda, la punta encendiéndose de rojo y el material consumiéndose en gris—. Sabes cómo cuidarme cuando lo necesito y eres paciente.
Sin contestar, Mingi fue rápido para estirar su mano desocupada y tomarlo por la barbilla con una agilidad animal, obligándolo por consecuencia, a inclinarse todavía más cerca. Con la mente a tope de feromonas y embriagado de la esencia ajena, Hongjoong separó los labios en una anhelo tierno, a pesar de ello, lo único que obtuvo fue humo. El alfa lo soltó todo en su dirección, haciéndolo entrecerrar los ojos y fruncir la nariz. La nicotina perforando sus pulmones y la menta familiar endulzando sus sentidos.
—¿Gentil, dices? —repitió con un dejo de reprobación—. Ahora mismo no lo estaría siendo —afirmó con un tono contundente, llevándose el cigarrillo a los labios y tomando su segunda calada.
—Pero lo eres —insistió con desesperación. Apoyándose en los muslos impropios para una mejor estabilidad. Inconscientemente deseoso de que le creyeran.
—¿Estás seguro con eso de cuidarte? Pareces a punto de llorar.
—Min... —volvió a rogar, la voz quebrada y la respiración pesada.
—Ese apodo no te llevara a ningún lado —declaró con el mentón elevado, evaluándolo—. ¿Por qué no mejor haces algo? —ofreció con una voz de terciopelo, confundiendo al castaño por el cambio de tonada y la repentina gentileza—. Parecías tan dispuesto hace un rato, ¿qué pasó ahora? ¿No puedes hacerlo?
Olvidándose de sus interrogantes, se apuró en sacudir la cabeza—. Puedo hacerlo —aseguró con urgencia, atropellándose con las palabras—. Yo puedo hacer lo qué sea.
Chasqueando la lengua, el alfa no se mostró convencido, y en su lugar, dio una tercera calada—. ¿Por qué te creería?
—Soy uno de los mejores jugadores de los Doosan Bears, tengo mi experiencia. Puedo demostrarlo.
—Entonces muéstrame cómo te entretienes pensando en mí.
Jadeando de la impresión, Hongjoong no demoró en terminar de cortar la distancia que los separaba, subiéndose a horcajadas de Mingi, quien se mostró inexpresivo. Acomodándose sobre aquellos muslos fuertes, el castaño se humedeció los labios secos y se frotó las manos entre sí.
La mano que lo sostenía por la barbilla desapareció y lo dejó a su completa merced.
Inhalando con fuerza, el omega cerró los ojos y en un suspiro prolongado, se llevó las manos a los pezones, como siempre hacía cuando estaba aburrido y quería entretenerse consigo mismo o cuando recordaba algo fascinante del alfa que lo excitaba. Ya sea la profundidad de su voz grave o el tamaño de sus manos grandes.
En un inicio no jugó con ellos, simplemente los acarició de forma superficial. Tocándolos con las yemas y proporcionando ligeras presiones. Lo que le hizo mecer las caderas, fueron sus uñas romas al momento que los pellizcó. Poniéndolos duros y sintiendo cosquillas en el área. La sensación fue electrizante y lo tuvo jadeando sin parar.
Mordiéndose el labio inferior, contuvo el gemido que quiso traspasar las paredes de su garganta. Y a la hora de presionarlos con fuerza, el sonido retumbó en las paredes y su espalda se encorvó en una curva perfecta. Apretando los pechos con las manos, decidió que había tenido suficiente de ello y una de ellas al menos, descendió por el largo de su cuerpo. Navegando las curvas de su cintura y las ondas de sus caderas, deteniéndose en el centro de su ombligo. Donde sus dedos trazaron patrones sin forma y abstractos. Haciéndole cosquillas.
La anticipación de lo qué haría después, burbujeó con ahínco en lo profundo de sus entrañas, creando una bola de nervios sensibles y de terminaciones ansiosas.
Sujetándose el miembro con esa mano, lo bombeó una sola vez desde el inicio, a lo largo del falo y hasta llegar a la cabeza. Donde su pulgar presionó la hendidura con el líquido preseminal. Embarrando el mismo por sobre la superficie del glande. Ahogando un gemido, el omega meció sus caderas con mayor énfasis, desesperado y necesitado. Su dedo bajó y se frotó en el frenillo, lo que lo tuvo contrayendo los muslos y echando la cabeza hacia atrás. El calor de sus venas aumentando y el interior de su cuerpo ardiendo en fuego lento que se sintió devastador. Lentamente, empezó a mover su mano de arriba hacia abajo, concentrándose en atender esa parte de su cuerpo como el pezón hinchado y brillante por la saliva que había derramado sobre él.
Frustrado por las sensaciones que no llegaba a satisfacer por su cuenta propia, se olvidó de su pezón por completo y procedió a atender su escroto, acariciándolo de manera superficial, masajeando sus bolas con un alivio que se percibió efímero. El líquido preseminal sirvió para hacerlas más suaves al tacto y Jesús, qué bien se sintió.
Fascinado con la combinación y el nivel de sensibilidad aumentado, el vaivén incrementó. Frotándose sin darse cuenta, en la pierna del moreno. Exclamando pequeños gemidos, el omega abrió los ojos cuando sintió un calor ajeno al suyo devorarlo por completo y para cuando lo hizo, se encontró con la mirada ardiente del alfa perforando su cuerpo. Excitado y al borde del abismo, Hongjoong aumentó el ritmo con el cual bombeaba su miembro endurecido. Y estuvo tan cerca, pero tan cerca que las constelaciones que iluminaban el techo se plasmaron en la parte posterior de sus párpados, no obstante, ese fue el momento exacto en el que Mingi decidió intervenir. Quitando sus manos y empujándolo sobre el colchón. La ferocidad resguardada en sus pupilas le robaron el aliento.
Sus bocas se encontraron en un beso fogoso y desorganizado. Lenguas enredadas y dientes partícipes. Manos que se recorrieron con avidez y desesperación. Pechos y caderas pegadas en una unión indeterminada.
Y cuando su entrada estrecha tuvo algo que lo estiró al punto del ardor, el placer fue abundante. Presentándose en oleadas que descolocaron todo su sistema. Perdiéndolo en una neblina oscura y densa de lujuria ardiente
Sentir los dientes del alfa en la zona de su cuello, lo derivaron a un placer desconocido y a un hambre voraz incontenible que lo tuvieron retorciéndose en una necesidad sin nombre. Sumados a los embistes certeros y duros en su próstata, hicieron que su boca no me mantuviera silenciosa en ningún momento, emitiendo una sinfonía completa de sonidos distintos. Súplicas indefinidas y exigencias contradictorias. Una balada de componentes opuestos que retumbaban en la quietud de la noche.
—Si es demasiado —empezó diciendo el alfa con la voz trabajosa—, házmelo saber.
—Okay.
Fue lo más elocuente que pudo sacar de entre sus labios, seguido de un gemido quebrado y un quejido prolongado que atravesó las barreras del silencio.
Y las sensaciones acabaron siendo demasiado, en exceso abrumadoras y calientes en demasía. Su cuerpo se sentía como si estuviera en fuego, cada área que era tocada y cada zona que era apretada por aquellas manos grandes, dejaba un rastro que ardía en las venas y perduraba en la piel como marcas. Sin embargo, el omega no se encontró diciéndole al alfa que se detuviera.
Su mente sofocada por las feromonas y las emociones, le inmovilizaron en su totalidad y cuando el calor de una mano envolvió su miembro desatendido, en lo único que pudo pensar fue en más, más y más. Quería más de ese calor, quería más de esa asfixia y quería más de Mingi. Todo lo que le pudiera dar, lo quería tener.
Y el moneo pareció presentir sus deseos, porque comenzó a bombear su miembro con una destreza directa que le hizo ver un cielo estrellado. Que presionara la punta de su glande para enseguida de ello, la empezara a masajear, provocó que su mandíbula su tensara y sus uñas se enterraran en la carne que sostenían con fuerza. Incluso en ese momento donde sus nervios palpitaban hipersensibles por una liberación, él no detuvo las cosas y dejó que continuaran más allá. A un punto oscuro de no retorno.
La fricción acompañada de los embistes, lo trasportaron a un espacio familiar y a su vez intenso, donde su mente se llenó de una neblina sin forma y se vació de todos los pensamientos posibles. Fue extraño y difícil de precisar, del mismo modo que lo encontró semejante a un limbo de sensaciones interminables. Fue tan abrumador que los sonidos de su boca se deformaron y las contracciones de sus músculos aumentaron a un punto doloroso, no obstante, eso lo continuó arribando al abismo que era el placer y cuando la lujuria lo tomó en sus brazos y lo encendió de un calor abrasador, las lágrimas escaparon de sus ojos y sus gemidos se rompieron en algo ininteligible que, rápidamente se vieron acallados por unos labios más gruesos que lo besaron hasta dejarlo sin aliento, con los pulmones adoloridos y los labios enrojecidos.
Su mente no comprendió qué sucedía ni dónde se encontraba, sólo entendía que sus piernas estaban entumecidas, que sus nervios continuaban contrayéndose y que su miembro seguía siendo bombeado pese a ya no tener más que expulsar.
—Okay, okay —dijo entre lágrimas—, es suficiente, ya basta, detente.
Accediendo a sus ruegos, Mingi se detuvo a la primera, procediendo a reconfortarlo con su aroma suavizado y besos en las mejillas. Para no mucho después, proceder a retirarse de él con lentitud. Hongjoong estaba exhausto, con la mente confundida y el cuerpo derretido, aún así, cuando sintió al moreno alejarse unos centímetros, su primer instinto fue tomarlo entre sus brazos. Frotando la frente en su pecho desnudo en simultáneo que balbuceaba palabras sin sentido. Eso lo llevó a tener una mano acariciándole el pelo y una boca murmurándole en un barítono acogedor.
—Lo hiciste bien —logró distinguir de entre tantas palabras—. Lo hiciste muy bien, Ángel.
Sorbiendo sus mocos, el omega se pasó el antebrazo por sobre los ojos y limpió un par de sus lágrimas, intentando aclararse y entender la situación actual y qué había sido todo eso. Para cuando lo consiguió, jamás se esperó hacer reír al alfa.
—Tenía razón, bastardo, eres un poco sádico.
Riéndose, el pelinegro le besó el puente de la nariz—. Me gusta jugar con los límites, eso no me hace un sádico.
—Piénsalo de nuevo, porque lo hace.
—Si lo pones en perspectiva, eso te hace a ti un poco masoquista.
—¿Recién lo notas? —preguntó el castaño en lugar de rebatir, sorprendiendo al impropio—. Quiero decir, de vez en cuando no está mal un poco de mano dura, pero no todos los días. Me gusta vainilla, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —susurró en una cadencia de terciopelo que le hizo cosquillas en la sien—. ¿Cómo te sientes?
—Cansado.
—¿Qué tal esa linda cabeza tuya? ¿Está en orden?
—Sí, no voy a presentarme de la nada, si es lo que preguntas. Ya bajé a tierra.
—Cariño, ese vocabulario tuyo tiene que cambiar.
—¿Cariño? —preguntó Hongjoong sin aliento, viéndolo con ojos grandes y brillantes—. Es la primera vez que me llamas así por fuera de Ángel.
—Bueno, me gustas mucho —y eso fue todo lo que Mingi dijo, encogiéndose de hombros y desviando la mirada, las orejas rojas y la postura tensa.
Encontrándolo encantador, el omega no pudo evitar chillar y abrazarlo por el cuello, besando su cara de la misma manera que el alfa tendía a hacer. Pasó de sus mejillas sonrosadas a su nariz recta y a sus párpados. Demostrando toda esa ternura contenida en una explosión de afecto.
—A mí también me gustas mucho, grandulón.
—Sí, lo sé, tampoco eres tan bueno para ocultarlo.
—¿Sabes qué no puedo ocultar ahora mismo? —preguntó con los párpados caídos, exhausto.
—El sueño —respondió Mingi con simpleza, asombrando a Hongjoong, quien lo miró apartarse de sus brazos con facilidad y ponerse de pie como si no estuviera exhausto—. Tomemos un baño y vayamos a dormir.
Asintiendo en concordancia, el parador en corto hizo lo mejor de sí para ponerse de pie, a pesar de la conversación y los minutos de descanso, sus piernas todavía se sentían de gelatina por lo que tuvo que usar al lanzador como soporte. Una vez en el baño, no tuvo que hacer nada más que permanecer quieto, el moreno se encargó de todo. Desde limpiarlo a lavarlo. Incluso le secó el pelo. Fue un tratamiento de lujo que no anticipó pero recibió de buena voluntad. Fascinado con lo sencillo que le resultaba dar al contrario. Al punto de inclusive ponerle algunas pomadas y cremas no sólo en el cuerpo, sino que también en el rostro. La atención fue tan detallada que lo tuvo sonriendo, sin embargo, esa sonrisa, se rompió en el momento que se encontraron en la cama y la expresión del alfa se transformó en algo amargo al ver su móvil.
—¿Qué sucede? —preguntó con intriga, ladeando la cabeza.
—Mi hermano mayor insiste con vernos.
—Siempre hablas bien de él, ¿cuál es el problema?
—Es por ti, quiere conocerte. Verme le da igual si sabe que no estoy pasando ninguna dificultad, no es de la clase afectiva.
Bostezando, Hongjoong se resguardó en los brazos de Mingi en la cama—. Que venga entonces.
—¿Estás seguro?
Respirando el aroma relajante de Mingi, que le recordaba a la campo y a las flores abiertas en primavera, Hongjoong recuerda haber dado su respuesta positiva antes de sumergirse en el mar de estrellas que eran la constelaciones que brillaban sobre su cabeza.
✦• ───── ⸙ ───── •✧
—¿Nervioso? —preguntó Yunho con una sonrisa maliciosa, sentado frente a él y bebiendo café.
Jugueteando con un pedazo de su tostada, Hongjoong le dio una mala mirada que resultó inofensiva, preguntándose de a dónde el alto alfa sacó tanta confianza para tratar con él y con esa soltura además. Pero peor aún, cómo es que no estaba enojado con el tipo o rabiando como perro callejero por esto mismo.
—Tranquilo —le dijo el alfa dominante con aroma a café y un matiz frutal que no conseguía distinguir, levantando las manos un segundo para volverlas a bajar al otro—. No te esponjes tanto por una simple pregunta, en verdad me genera curiosidad.
—¿Lo obvio? —preguntó con un evidente sarcasmo.
—Por supuesto —respondió el contrario sin inmutarse—. Conocerás al mayor de los Song, eso debe ser intimidante.
Era más aterrador que intimidante, Hongjoong jamás esperó que al día siguiente, Mingi estuviera anunciando que su hermano los visitaría. Pensó que tal vez tendría un rango de tiempo más amplio de preparación o una fecha en concreto, pero no, acabó siendo a la mañana siguiente. Así de rápido. Y a pesar de las ganas que tuviera de salir corriendo o de esconderse en la seguridad de su departamento, él había accedido. Vagamente tenía el recuerdo de darle el visto positivo a Mingi, por lo cual, no debería de estar enloqueciendo por algo que estaba por suceder y era inminente.
—¿Cómo es que tú y Yeosang son compatibles? —replicó en lugar de responder, honestamente curioso y desconcertado a partes iguales—. Cada vez que lo analizo, no encuentro los puntos en común.
—No lo estarías pensando muy bien —terminó por decir Jeong, un indicio de sonrisa tirando de sus labios—. Atracción sexual —dijo poco después, levantando uno de sus dedos—. Ambos nos deseamos. Yeosang es hermoso y despierta mis instintos y por lo que sé, soy su tipo de alfa —declaró con una confianza que rozaba la arrogancia pero no se veía tan mal—. Nuestros trabajos se relacionan de alguna manera, por lo cual, cada vez que me entrevistaba o corroboraba sus datos, teníamos un punto en común de conversación. Por más que fuera vago. Además, siempre tenía esa sonrisa tímida cuando hacía un chiste que no daba ni gracia.
—Sí, incluso si me lo dices, ni siquiera entiendo en qué momento empezaron sus interacciones.
—Después de que la temporada regular terminara —le admitió el alfa con facilidad, sorprendiéndolo—. Siempre que recurría a alguien del equipo o a mí, teníamos algunos roces físicos por accidente, lo que derivó en cierta tensión, pero nunca llegó a ningún lado. Tu amigo es reservado y bastante cauto, diría yo.
—Yeosang sólo busca hacer un buen juicio antes de meterse con esa persona. Más si trataba a su mejor amigo como basura.
Resoplando, Yunho desvió la mirada—. Lo siento por eso.
—¿Por qué? —preguntó confundido.
—Sobre haberte tratado tan mal incluso cuando Mingi no lo hacía, sé que me excedí contigo.
Totalmente descolocado, Hongjoong nunca anticipó que Jeong Yunho, receptor de los Kia Tigers, se disculparía con él una mañana de viernes en el Penthouse de Song Mingi, su ahora alfa. Era insólito. Un hecho para no creer. No obstante, se encontraba sucediendo y supuestamente, él tenía algo que decir de regreso porqué así es cómo funcionaban estas cosas.
Carraspeando, el omega se llevó el trozo arruinado de tostada a la boca y se mantuvo en silencio un largo tiempo. Evaluando sus siguientes palabras y el modo en el cual las ejecutaría. Increíblemente, podía darse cuenta de lo genuino que era el receptor por lo cual, desmerecer sus acciones no sería muy digno de su parte ni mucho menos honorable. Asimismo, tampoco consideraba que lo mereciera. Muy para su propia sorpresa.
—Me tenias tirria —empezó diciendo, obteniendo la atención fija del alfa—. Y yo también se la tenía a ustedes dos. Las cosas que dijimos o hicimos hacia el otro, fue por esa razón. En mi caso y citando a mi terapeuta, fue un efecto colateral nacido de un evento de odio generalizado. En el tuyo, por lo que sé y puedo asumir, se debió a tu amistad por Mingi.
—Así que, ¿vas a un terapeuta?
—Brindado por el club —admitió sin mucha vacilación, asintiendo cortamente y llevándose otro trozo de tostada a la boca—. Llevamos unas pocas sesiones pero creo que funcionan.
—Bueno, acabaste de admitir que no fuimos los causantes completos ni absolutos de tu vida deportiva, supongo que es un gran avance para alguien tan obstinado.
Hongjoong se halló a punto de comentar cuán obstinado podía ser con un tema, sin embargo, al notar las orejas rojas del alfa y la mirada evasiva, sus palabras murieron en el interior de su garganta. Quedándose como simples improperios insignificantes.
—Sí, Seonghwa también lo piensa. Dice que es bueno que comience a reconocer mis errores. Aunque mi terapeuta dice que fueron válidos en aquel entonces, simplemente los llevé a un extremo insano. Pero en un mundo de alfas, los omegas, somos presa fácil.
—¿Sabes? —dijo Yunho de repente, viéndolo directo a los ojos—. Hasta ahora lo vienes haciendo bien en el equipo. No deberías permitir que esos comentarios jueguen con tu cabeza.
—Creí que para ti era un categoría B —comentó con la ceja enarcada, asombrado.
—Eres un jugador de élite, Hongjoong. Simplemente sabía que si quería joderte la confianza, debía golpear una de tus mayores inseguridades: tu capacidad en el campo. Incluso si no me caes bien, puedo darme cuenta y reconocer a un buen jugador. Aún si es sólo en mi mente.
—Gracias.
—No hay de qué —murmuró sin mirarlo, levantando su taza de café—. Llevémonos bien de ahora en adelante, ¿de acuerdo? Eso haría feliz a Mingi. Además, descubrí que eres un poco agradable.
Sonriendo, Hongjoong asintió—. De acuerdo, hagamos eso. Tampoco eres tan malo, supongo.
—¿Supones? —inquirió el alfa con ojos de cachorro en un dejo ofendido. Provocando las risas del omega.
—Veo que comienzan a llevarse mejor.
Deteniéndose en su sitio, Hongjoong paró la risa y observó a Mingi entrar con Sarang en brazos. Cabellera corta desordenada, torso al aire y pantalones de algodón en las piernas. Como si recién se hubiera levantado. Lo que en realidad era una hecho.
—Es sólo un acuerdo táctico, para no darte dolores de cabeza.
Rodando los ojos, la expresión del omega cambió a una más entusiasmada cuando el alfa se le acercó e inconscientemente, levantó la mejilla para que, como era usual entre ellos, el moreno lo marcara sutilmente con su aroma. Lo que éste hizo sin dudarlo. Los maullidos de Sarang entremedio de ellos.
—Ustedes dos sí que deben gustarse mucho, ¿eh?
Riéndose, Hongjoong se llevó su jugo de fresa a lo labios, mientras que Mingi se mostró todo orgulloso a la hora de dar una respuesta positiva que sabía, era mutua. Después de eso, bajó a la pequeña peluda de sus brazos, a pesar de verse reticente a ello y procedió a prepararse de comer. Sentándose a su lado en cuanto terminó. Lo que provocó que Yunho les volviera a poner los ojos en blanco inclusive si los hubiera visto de ese modo incontables veces.
Y parte del desayuno transcurrió con normalidad, hasta que cerca del final, el sonido de los códigos siendo ingresados llamaron la atención de los tres, pero de ellos, sólo uno fue el desorientado: el omega. Los otros dos alfas se mostraron menos activos y más calmados, y no fue hasta que distinguió una cadencia aguda y un saludo exageradamente ruidoso, que comprendió porqué. Jung Wooyoung había sido el intruso. Y no venía solo.
Un hombre alto de apariencia seria y bien portado, caminaba unos pasos por detrás. Era alto, no más que Mingi ni que Yunho, eso por lejos. Sin embargo, la peculiaridad angular de sus ojos, se le hicieron familiares. Su cabellera era de un largo ordinario y de un oscuro tono café. Al igual que sus ojos, aunque éstos no se mostraran muy expresivos. Contextura normal, perteneciente a la de un hombre en sus treintas. Ni muy desarrollada o trabajada pero tampoco descuidada.
Por si solas, las piezas encajaron en su lugar.
—¡Miren a quién me encontré! —pronunció Jung antes de verlos a todos con propiedad, un declive agudo y ruidoso en la voz—. Oh, por todos los cielos, Kim Hongjoong, qué sorpresa volver a verte.
Sonriendo de manera forzada, el aludido asintió—. Lo mismo digo. Te ves bien.
Realizando un ademán con su mano, el otro omega fingió humildad—. Nada qué ver —dijo—, apenas me produje hoy, contrario a ti.
Bueno, en eso le daba un punto al muchacho, que por lo que sabía, era de la misma edad que ellos pero mayor que San. De quien cargaba una revista de forma muy notoria, junto con un par más que no podía identificar.
Pero volviendo a lo importante, conocería al hermano mayor de Mingi, incluso si era temprano en la mañana, consideró importante arreglarse. Por lo que sí, se puso prendas lindas. Las cuales fueron aquellas del primer día que llegó: el crop top morado junto con los pantalones oscuros y apretados. No hizo su cabellera en esta ocasión, pero se aseguró de que luciera bien. Presentable y ordenada, a diferencia de su alfa.
Quería dar una buena impresión, al menos visualmente.
—Gracias —susurró con timidez, cohibido por tanta atención sobre él.
—¿Por qué estás aquí, Wooyoung? —preguntó el moreno a su lado, no reconociendo la presencia, que él suponía, era de su hermano mayor.
—Trabajo —dijo con simpleza, ingresando a la cocina y soltando sus revistas en la encimera. El hombre mayor, lo siguió de cerca, posicionándose no muy lejos. Lo que no pasó desapercibido para el de bicolor que enarcó una ceja—. ¿No piensas presentar a hyung?
Dejando su jugo de naranja a un lado, Mingi apenas levantó la cabeza para mirar directo a su hermano—. Llegas demasiado temprano. Acordamos que vendrías al mediodía.
—Conociéndote lo harías irse antes —la tesitura de su voz era simple, no muy grave ni muy aguda, manteniéndose en una frecuencia ordinaria pero agradable al oído. Un rastro de seriedad en cada palabra pronunciada. Y cuando aquellos ojos desconocidos pasaron a mirarlo, sus vellos se erizaron en alerta—. Disculpa sus modales por mí, ¿Hongjoong, cierto?
Humedeciendo sus labios, el aludido asintió con lentitud, inseguro—. Kim Hongjoong —murmuró con torpeza, y enseguida a ello, procedió a realizar una reverencia. Lo cual fue incómodo por estar sentado—. Un gusto en conocerlo. Y no tiene nada que disculpar.
—Seguro que no —murmuró con una muestra ligera de sonrisa ladeada—. Mi nombre es Song Minjae. Un placer finalmente conocerte. Mi hermano menor te ha mencionado bastante, déjame contarte.
—Espero que haya dicho cosas buenas —replicó tras carraspear, removiéndose en su asiento.
—Al principio no tantas, en realidad —confesó el hombre con una honestidad que aplastó a todos en la habitación, principalmente al moreno que no tardó en enderezar la postura.
—Deberías aclarar que lo hice cuando era más joven.
—Bueno, tú deberías estar mejor vestido y no es así. Ponte una camisa al menos.
Resoplando con un fastidio exagerado, el alfa pasó a colocar las manos sobre la mesa, para enseguida de ello, levantarse del taburete y salir de la vista de todos. Dejándolo a él, incómodo. No obstante, Wooyoung fue rápido para ocupar el lugar de su compañero y sonreírle en grande.
—Te ves bastante bonito.
Riéndose por los nervios, el omega sintió las orejas enrojecer—. Gracias.
Ensanchando la sonrisa, Wooyoung se acercó, arrastrando consigo una revista—. Es la edición de este mes de Men's Health, pensé que te interesaría verla —comentó en un tono casual—. Hay contenido que podría serte de interés.
—Gracias —murmuró, tomándola en sus manos. La portada era del alfa en aquellas prendas de mezclilla, una mano cubriendo su rostro parcialmente y la otra debajo, sosteniéndola. Mente, Cuerpo y Alma eran una de las tantas frases que resaltaban.
—No hablas mucho —observó Minjae, la cabeza ladeada y la mirada atenta. Curiosa, podría decir.
—De hecho, suelo ser más conversador con personas conocidas alrededor. Lo siento. Soy un poco reservado.
—No hay nada que disculpar —dijo Mingi de repente, volviendo con una remera celeste pastel y con los mismo pantalones puestos. Para asombro de Hongjoong, se quedó a su costado, rodeándole el cuello con un brazo—. Yo también estaría nervioso si conociera a su hermano horas antes de la acordada y por sorpresa.
—Ya déjalo —replicó Minjae en un tono inofensivo, rodando los ojos—. Quería conocer a quién te tenía tan atontado, nada más.
—Ya lo hiciste, largo.
Apretando los labios, el omega codeó al alfa—. No seas grosero —le dijo en un susurro, suspirando—. Y ofrece algo para comer o beber, no sé qué quiera. A Wooyoung también.
—Ha estado en esta casa más veces que yo, puede servirse sólo —replicó con desinterés, dirigiéndose a la heladera de mala gana—. Si quisiera algo, ya lo hubiera tomado. Cómo podrás ver —comentó con casualidad, señalando al asiento que ocupaba—. Sólo espero que por su bien no intente coquetear contigo —agregó mientras hurgaba en la heladera.
—Estoy con alguien, ¿recuerdas?
—Como si eso te lo haya impedido alguna vez —resopló el moreno, claramente disgustado.
—Ahora se encuentra en las fauces del León de Daegu, dudo que tolere cualquier actitud inapropiada.
—¿Inapropiada? —replicó Wooyoung, indignado—. Si está acordado, nada es inapropiado o prohibido. En este caso es una relación cerrada, no hay punto de comparación con las anteriores —y luego de decirlo, el omega se inclinó en su dirección—. Mingi es un romántico anticuado cuando está enamorado y Yunho finge ser un santo. No les hagas mucho caso.
—¿Por qué lo haría? —replicó él, pasando por alto que San salía con su agente deportivo, aparentemente—. Tu vida sexual no debería de juzgarla nadie.
—¡Dios mío, te amo! —exclamó el omega bicolor de repente, abrazándolo. Tomándolo por sorpresa—. Lo lamento. Me emocioné.
—Nadie nunca juzgó su vida sexual —defendió Yunho, acabando su café con tranquilidad—, sino lo arriesgada que era, es todo.
—Me cuidaba.
Yunho sólo resopló una risa sin humor y Mingi meneó la cabeza, lo que tuvo a Wooyoung balbuceando sobre que en verdad lo hacía, mientras tanto, Minjae los observaba interactuar sin ejecutar una palabra, sólo moviéndose para tomar asiento en el taburete vacío y aceptar el vaso que le ofreció su hermano menor. Después de todo, ya había desayunado y no le apetecía ni siquiera una tostada.
—Así que, Hongjoong, ¿eres parador en corto, no? —se pronunció Minjae tras un largo tiempo. Voz estable.
Relamiéndose los labios, él asintió—. Así es, hyungnim.
—Bueno, felicidades, por lo qué sé no es una posición muy fácil. Según Mingi, es laboriosa.
—Gracias —dijo desconcertado, para ser honesto, no sabía qué esperar, pero era seguro que eso no lo anticipaba. Pese a lo bien que su alfa hablara de su hermano, todavía recordaba la experiencia con los padres de éste y los decepcionados que se encontraron de su posición como campocorto, a pesar de ser bien remunerada y compleja. Que alguien se mostrara sincero y positivo al respecto, era refrescante—. Min no miente, es difícil. Hay muchos factores que considerar, los jardineros, el tiempo, la velocidad de lanzamiento y a quiénes en la base es más acertado hacer el pase. Todo en segundos.
—Para ser honesto, suena a una mierda complicada de la que no entiendo demasiado. Apenas miro los juegos de Mingi, eso puede darte una idea.
—Así que, ¿no eres un fanático del béisbol?
—No soy un fanático de ver a mi hermano lanzar una bola como si fuera la gran cosa.
Conteniendo la respiración, Hongjoong no pudo creer lo que escuchó. Ser lanzador era una posición compleja que no muchos podían llenar. No se requería únicamente de talento, sino que de práctica dura y dedicación. Además de un brazo bueno, resistente y fuerte. Tendones grandes y bien entrenados. Si se ponía a diseccionar la posición de lanzador, estaría dos horas, hablando de tecnicismos y conceptos abstractos de comprensión elevada.
—Pero es la gran cosa —dijo cuando Mingi ocupó el asiento a su izquierda—. Cualquier persona o aficionado en general, aspira a tener su posición.
—¿No piensas que está demasiado valorada?
—¿La posición de lanzador o Mingi? —preguntó con los ojos entrecerrados, dubitativos.
Sonriendo con astucia, el adulto se encogió de hombros—. Ambos.
—Si me permite entonces corregirlo, ninguno de los dos está estimado de más. La posición como lanzador se ganó la fama que tiene, porque no cualquiera puede lanzar una bola a noventa millas y con ciertos trucos para hacerlas difíciles de batear. En cuanto a Mingi, es uno de los jugadores jóvenes, capaces de hacerlo. Para ponerlo en perspectiva, uno de sus tiros podría causarle una contusión a cualquiera.
—Un brazo fuerte no es la gran cosa.
—No es sólo eso, ser lanzador implica una exigencia física que no cualquiera sería capaz de tolerar, además de las mentales, estar en el campo de juego y pensar en las variantes constantes en segundos, no es fácil. Tener que considerar la ofensiva y la defensiva al mismo tiempo, es un dolor de cabeza.
—¿Fuiste lanzador alguna vez?
—No, toda mi vida la enfoque a ser parador en corto. Soy bueno en ello y siempre lo fui.
—Tienes carácter —sentenció Minjae después de un rato de silencio, viéndolo con una expresión más afable y genuina—. Te apruebo como su compañero.
Sorprendido por las palabras de Minjae, y los repentinas de las mismas, el omega se giró a mirar a su alfa, quien se encontraba sonriendo con ligereza.
—Te estaba juzgando —le aclaró con suavidad, una gentileza familiar y una fragancia reconfortante.
—Prefiero el término probar.
—¿Por qué? —preguntó desconcertado. Recibiendo un beso en la sien que no le avergonzó.
—Sales con mi hermano menor, no te ofendas, pero antes se odiaban. Sólo quería estar seguro, es todo.
—¿Seguro de que no lo voy a matar mientras duerme?
Riéndose de su sarcasmo exagerado, el hombre adulto sacudió la cabeza con suavidad, un gesto que se le hizo familiar—. Quería comprobar que no fuera unilateral.
Creyendo comprender, el castaño asintió—. Estamos apegados.
—Lo que no es un determinante de si ambos están enamorados o de siquiera en la misma página —le recordó el mayor con una seriedad sutil—. Es una buena base para un cortejo, pero para ser compañeros, necesitan mucho más.
—Adelantarnos a lo qué pueda o no pasar, sería un buen comienzo —agregó Hongjoong con simpleza.
—Vaya, es increíble que alguien te corteje —acotó Wooyoung con aires de añoranza, llamándole la atención.
—¿No te han cortejado nunca?
Antes de que pudiera responder, Yunho se le adelantó—. San lo viene haciendo hace un año y no sale de la etiqueta de mejor amigo y amante casual.
—Qué pesado —dijo Wooyoung—, eso no es cierto. Salimos. Llevamos saliendo siete meses de manera oficial. Él es un dramático que le gusta lloriquear por lo contrario. Es igual a cuando está borracho.
Tomando a Mingi por el brazos, Hongjoong se encargó de que estuvieran lo suficientemente cerca como para no ser escuchados.
—Vaya grupo de amigos que tienes —le dijo con secretismo, mirándolo a los ojos con un indicio de sonrisa.
—Están un poco fuera de sí, pero no podrían ser mejores. Créeme —le respondió con la misma cadencia y un guiño que le hizo reír y apartarlo unos centímetros.
—Entonces, hyungnim, ¿se queda para cenar?
✦• ───── ⸙ ───── •✧
La cena, al final, fue un circo completo. Y todo por la intromisión de Wooyoung y los comentarios de Yunho. Que sorprendentemente, no tuvieron nada de veneno real en ellos. Fueron de alguna forma inofensivos y juguetones. Como ese que hizo a mitad de su copa de vino.
—Yo siempre le dije a Wooyoung que mínimo ustedes terminarían jodiendo.
La reacción de Minjae no tuvo desperdicio, el pobre hombre se atragantó con el pedazo de carne que se encontraba comiendo de manera pacífica, y con total tranquilidad, Yunho le golpeó la espalda. Ayudándolo.
—Por lo que me contaba, siempre tenían una especie de tensión no resuelta a su alrededor —agregó el susodicho, todo dientes y labios curvados. Divertido con la escena que sucedía frente a sus ojos.
—Sí —declaró Hongjoong, un poco achispado—, eran mis ganas de asesinarlo, no de que me jodiera.
—Oh vamos —dijo Yunho—, admite que lo encontrabas atractivos. Te la pasabas viéndolo.
Mingi a su lado, se mostró interesado por el comentario, enarcando una ceja y volteando en su dirección—. ¿Te la pasabas mirándome? —preguntó con una curiosidad genuina que no debió ser ni la mitad de encantadora de la que fue.
—Por supuesto, pero porque te odiaba —respondió entre balbuceos, intentando darle sentido a su hábito de años: observar al alfa y sus movimientos. En su cabeza tenía toda la congruencia del mundo, pero puestas en palabras, dudaba de que así fuera—. Esperaba a que cometieras un error, no sé si me entiendes, esa clase de mirada. Analítica, ya sabes.
—La verdad que no tenía idea —dijo el alfa pelinegro, totalmente divertido con la situación. Sujetando su copa de vino con elegancia y una mirada brillante de algo abstracto que no podía definir.
—Min...
Y el brillo se convirtió en una obsidiana entera, oscurecida en una negrura galáctica.
—¿De qué otras cosas conversaban a nuestras espaldas? —preguntó el moreno en una cadencia grave que lo obligó a carraspear.
—Bueno —dijo Wooyoung, cortando de su carne con indiferencia—, de que podrían terminar descargando la tensión con sexo o golpes. Como su primer año, ya saben, aquel en el estacionamiento.
—Nada muy memorable que destacar —señaló el omega mayor.
—Sí, y podríamos dejar de hablar sobre sexo, ¿por favor? No quiero esas imágenes en mi cabeza mientras estoy comiendo.
Riéndose, el omega joven y de cabellera bicolor pestañeó varias veces hacia el alfa dominante más viejo en la habitación—. Siempre tan anticuado, hyung.
—Sólo considero que es un tema que podrían tener en otro momento en el que no esté presente. No me interesa la vida sexual de mi hermano o de su pareja. De ninguno de ustedes, para ser sincero.
—Y eso que todavía no llegamos a la parte en que San y yo lo hicimos en la parte trasera de mi auto.
—¡Wooyoung!
Se escuchó resonar por las paredes de la cocina, provocando las risas de quienes estaban más influenciados por el alcohol.
Por lo que en efecto, la cena fue un circo.
Al terminarla, Hongjoong fue quien se ofreció a lavar la cocina, dándole espacio a Mingi para que despidiera a sus invitados. Siendo Yunho el único que compartía espacio con él, terminando su tercer copa de vino rojo.
—¿Te quedarás hasta mañana? —preguntó el alfa, la curiosidad tiñendo su tono de una claridad de seda.
—Hasta la mañana —confirmó con un asentimiento—. ¿Por qué?
—Sólo quería saber —dijo con sencillez, y al voltearse, se lo encontró encogiéndose de hombros. Regresando a sus tareas no le dio mayor importancia.
—No tendrás que soportarme mucho más, descuida.
—Estamos en un acuerdo de paz, ¿recuerdas?
Sonriendo, asintió con lentitud, pero no dijo más nada. Dejando al silencio ser. No mucho después, advirtió una presencia a su costado, creyendo que se trataba de Yunho, se hizo a un lado, sin embargo, el aroma fragante y las memorias de un campo abarrotado de orquídeas, le contradijeron. Mirando por sobre su hombro, se encontró con la silueta alta y fornida de Mingi, cubriendo la suya menuda desde atrás. Sus manos grandes puestas en las caderas y su cabeza ladeada a la derecha, viéndolo desde arriba con un brillo particular.
—A mi hermano le gustaste.
—¿Celoso? —preguntó entre risas, volviendo la atención a los platos que le faltaban.
Rodeando su cintura, el alfa presionó sus cuerpos cerca y procedió a ocultar la cabeza en el interior de la curvatura de su cuello. Inhalando su esencia con profundidad.
—Contento —le corrigió en un tono amable, gentil—. No esperaba que te fuera a aprobar, ¿sabes?
—¿Por qué no? —repreguntó con aires de grandeza—. Soy de primera clase.
—Realmente lo eres, Ángel —murmuró contra su piel, erizando sus vellos—. De la mejor clase que he conocido.
—¿Por qué tantos halagos hoy? ¿Es porque me voy mañana?
Riéndose contra su cuello, el moreno asintió, antes de besarlo allí—. Voy a extrañarte mucho.
Riendo, el omega ladeó la cabeza, dándole más espacio—. No es como si no fuéramos a vernos nunca más.
—Podrías salir corriendo un día, ¿quién lo asegura?
Rodando los ojos, procedió a secarse las manos, en cuanto terminó, se giró, rodeando el cuello del pelinegro con los brazos y presionándose a sí mismo en el borde del lavado.
—Dame tu mano —le pidió en un tono bajo, íntimo.
—¿Para qué? —cuestionó el impropio con las cejas enarcadas, intrigado.
—Sólo dame la mano, Min.
Emitiendo un sonido de reprobación, el aludido aún así, le tendió la mano derecha. Lo que significó que soltara el lado de su cadera. Al principio lo hizo con la palma hacia abajo, todavía sin comprender qué pretendía, pero en el instante que Hongjoong la volteó hacia arriba, la compresión iluminó sus facciones y le quitó el aliento. Dejándolo paralizado en su sitio con los ojos bien abiertos y la mandíbula caída en una expresión muda. Imitando al Mingi del pasado, trazó un círculo en la superficie de su mano para posterior, presionar el centro con sutileza unos segundos efímeros, consiguiente a ello, sus meniques se vieron entrelazados en una promesa antigua.
—Incluso si las cosas se ponen difíciles, intentaré no escapar, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
Muy para sorpresa del omega, el alfa no demoró en rodearlo con los brazos y estrecharlo en un abrazo devastador. Te quiero fueron las palabras intensas que bajo el velo de esa noche no pudo corresponder.
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