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❈•≪37. Expositĭo≫•❈

En el momento que llamaron a su nombre, Hongjoong sintió la urgencia de salir corriendo pulsando en sus venas. Fue como una necesidad animal. Un instinto más allá del conocido, que lo invitó a encender sus alarmas y disparar en dirección de la puerta. No obstante, lo único que hizo, fue ver a la beta con ojos grandes y desorientados. Descolocado de sí mismo y de la situación en la que estaba por tercera vez en la semana.

Lo que ni él mismo se terminaba de creer.

Y notando su estado de estupor, la mujer mayor tuvo la amabilidad de hacerse a un lado y abrir la puerta por completo, dejando entrever las paredes celestes y los adornos que decoraban las paredes con afabilidad. Desde pinturas perfectamente elaboradas a dibujos abstractos que correspondían a las obras infantiles de unos pequeños cachorros.

Enderezándose de su asiento solitario, el omega exhaló hondo, como siempre hacía antes de ingresar, y siguió a la mujer con una rigidez evidente y una renuencia palpable en el ambiente. Tragando el nudo de bilis que se le formó con anterioridad, ocupó el único asiento disponible y acomodó sus manos por encima de las rodillas. Manteniendo la espalda recta y la figura erguida. No queriendo dar la impresión equivocada.

—Buenos días, ¿qué tal amaneciste hoy?

—Irritado y algo nervioso —respondió con una crudeza que no sorprendió ni impresionó.

—¿Puedo saber la causa? —preguntó la mujer en ese tono afable que rayaba lo dulce. Sin embargo, mantenía lo profesional de algún modo que no podía explicar.

Llevaban tres sesiones juntos y aún no se acostumbraba a cómo eso lo hacía sentir, a pesar de que le hubiera dicho a Mingi que el tema de terapia era un asunto pendiente que resolvería pronto, la verdad es que lo había comenzado justo una semana atrás de mentirle. ¿Por qué lo hizo? Hasta el día de hoy se preguntaba lo mismo. Simplemente el saber que lo quería cortejar, hizo que activara sus escudos y por consecuencia, le terminara mintiendo con algo que no debía. Puesto a que, para empezar, no era una asunto del cual avergonzarse. En segundo lugar, el alfa hacía demasiado como para que él le saliera con artimañas de este estilo.

—No lo sé —respondió al espabilar, juntando los dedos entre sí y frotándose con los pulgares. Mintiendo nuevamente.

—¿No lo sabes? —dijo la especialista, viéndolo con una atención inquietante. Como si pudiera leer a través de él—. ¿Estás seguro?

Desviando la mirada, su primer instinto fue asentir, sin embargo, se encontró deteniéndose a medio camino. Labios apretados y ojos evasivos.

«Tienes que ser honesto o no podrán ayudarte», se repitió de manera forzada. Recitando las palabras reconfortantes de Seonghwa que poco efecto habían tenido.

—Mingi quiere cortejarme.

Asintiendo en comprensión, la mujer tomó su libreta, probablemente para repasar algunos datos. Desde que iniciaron con las sesiones, pese a que no son muy duraderas, el omega no había parado de verter sus males como una cascada sin contención. Escupiendo frases a medio terminar y quejas a medio formar. Desvariando sobre asuntos que no se relacionaban a otros que incluían su evidente hipocresía y conducta pesimista hasta ir al extremo de la auto-compasión desmedida.

Se había descargado como nunca realmente lo había hecho con nadie. Lo que fue liberador y un tanto conflictivo. Parte que seguía sin entender porqué. Quizás se debía a esa reticencia que se negaba a recibir ayuda aún si era de un profesional certificado, especialmente elegido en base a sus requisitos. Libertades que el club le había otorgado sin resistencia.

Haciéndole notar cuánto priorizaban su cuidado y su persona, en lo que respectaba a los directivos y, más específicos, el mánager Lee. Porque a sus compañeros les daba igual. Exceptuando a Maddox y a Jongho, claro.

—¿Y eso te hace sentir irritado y nervioso?

—Siento que merece algo más —replicó con frustración, frotándose las rodillas cubiertas—. ¡Vamos! —declaró de imprevisto, con un énfasis tembloroso—. Es cuestión de pensarlo. Él es un buen alfa y yo..., sólo soy yo, por todos los santos. No tengo nada que valga la pena ofrecer. Pasé de odiarlo a desearlo. Vaya pedazo de hipócrita.

—¿No crees que estás siendo demasiado duro contigo mismo?

—¿Ustedes creé? —preguntó con sarcasmo, una media sonrisa carente de ánimo. Vacía y plástica—. Yo diría lo contrario.

—¿Pero qué hace tan especial a Mingi? —cuestionó la beta, ojos agudos y determinados—. ¿Que es un buen alfa como siempre dices o que es una buena persona?

—¿Cuál es la diferencia? —repreguntó el castaño, exasperado—. Son uno mismo.

—Dependiendo bajo qué lente lo veas. Si lo piensas bien, hay una diferencia. El alfa es los instintos, aquella parte o voz irracional que dicta un juicio precipitado de alguien o de algo. Un pedazo de consciencia más. Por el contrario, si saliéramos de lo práctico y nos centráramos en la personalidad, el carácter, el carisma y el temperamento, estaríamos hablando de la persona. De lo que está más allá de tus ojos. Ese concepto complejo que nos hace humanos.

—Para ser honesto, si en tres sesiones no pude describir a Mingi con otra cosa que no fuera buen alfa, dudo que en más consiga algo.

—No se trata de eso, si no de tus sentimientos y de que puedas reconocerlos por lo que son.

Pasándose una mano por el rostro, el omega se quejó por lo bajo. Totalmente frustrado consigo mismo y su aparente ineptitud. Cuando Mingi le confesó querer cortejarlo, se sintió halagado. Principalmente porque había pasado tanto tiempo desde que alguien alguna vez se interesó en él de esa forma, tan sincera e intensa.  Le conmovió hasta la médula y lo hizo sentir amado. Atesorado como una piedra preciosa, como el alfa mismo solía decirle. Fue de ensueño.

Sin embargo, sus temores no tardaron en trepar por la torre de ilusiones que había construido con bases de arcilla y derramarla ante sus ojos con una crueldad de hielo que lo hizo sentir insignificante. Su complejo de inferioridad saliendo a flote y cubriendo cada posible buena intención con una brea espesa de inconformidad.

—Hay algo conocido como terapia de exposición —empezó diciendo la beta, suspirando luego de dejar su libreta a un costado—. Pase tiempo con Song...

—Ya lo hice y...

—Escúchame —pidió la mujer en un tono amable que no se perdió en la seriedad de su firmeza—. Pasa tiempo con Mingi, un día o dos; en tu casa o en la suya, y piensa, realmente piensa qué es lo que te atrae de él. Lo práctico que podrías encontrar en cualquier otra persona, o los aspectos esenciales arraigados a la personalidad. Una vez lo tengas resuelto, tienes tu respuesta.

—¿Qué hago si nada cambia?

—Tienes tu respuesta igualmente —informó la mujer con amabilidad—. No estás preparado para ser cortejado por nadie —la simpleza de sus palabras le robaron el aliento. Y si la beta lo notó, fue discreta a la hora de cambiar de tema—. ¿Quieres comentarme algo sobre tu rehabilitación? Aún nos queda tiempo.

—¿Sobre mi rehabilitación? —preguntó un tanto descompuesto. La idea de que no estuviera preparado emocionalmente para ser cortejado por Mingi lo descolocó más de lo que hubiera previsto nunca—. Mi doctor dice que tal vez, pueda participar en la Serie de Asia.

—No te percibo muy animado —destacó con una perspicacia admirable.

—No sé si esté listo.

—Volver a enfrentar al público, a los opositores y tus propios compañeros en el área de juego, no será sencillo, no obstante, tienes que recordar quién eres.

—¿Kim Hongjoong? —respondió de manera tonta, haciendo sonreír a la afable profesional delante de él.

—El campocorto con un promedio de mejores atrapadas en la temporada desde que fue ingresado a los Doosan Bears. Ese es quién eres. Sé que dejar de sabotear tus méritos no es fácil, pero Hongjoong, tienes que empezar a reconocerlos. Paso a paso, ¿recuerdas? También tienes que cortar con esa obsesión de fijarte en los aspectos negativos de tu carrera. Aunque parezca imposible, comienza por disminuir el contenido que consumes y la frecuencia con la cual lo haces, haz otras tareas en su lugar. Mantén la mente ocupada en elementos que te nutran de valor. Que realmente te aporten.

—A veces ni siquiera soy yo quién los busca...

—Compra un segundo celular —interrumpió la beta con una resolución que lo dejó helado—. Tienes el poder adquisitivo, si no quieres contacto con Haesuk, compra otro. Mantén a las personas que quieras en el nuevo y al anterior lo guardas. Es la única solución que puedo ofrecerte. Teniendo en cuenta que no quieres enfrentarla.

—Gracias —murmuró sin tener mucha idea de qué decir. El consejo lo había escuchado incontables veces de parte de Seonghwa y siempre le había salido con la excusa de que le faltaba tiempo, lo que no podía usar con la mujer, obviamente.

—Sólo no olvides de intentarlo. Tienes más potencial del que te permites ver.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Cuando Yunho abrió la puerta del Penthouse, lo que menos se esperó encontrar al otro lado, fue a un minino perdido y de ojos grandes brillando desorientados. Por el contrario, anticipaba algún chico cualquiera con su comida a domicilio porque, a pesar de tener las habilidades necesarias para prepararse algo, no le apetecía. Y más cuando tenía ganas de una buena comida china.

Esa cosita al otro lado, cargando un bolso y completamente desilusionado, no era lo que llevaba aguardando por quince minutos.

«Joder, qué pésimo servicio tiene ese restaurante», pensó para sí, rodando los ojos.

—Llegas en mal momento —le informó al castaño, haciéndose a un lado—. Literalmente —agregó al verlo confundido—. Mi comida todavía no llega y Mingi no se encuentra en casa.

Apenas dijo el nombre de su mejor amigo, Sarang se asomó desde la división del biombo, meneando la cola tupida y maullando con una finura característica de su especie. Inmediatamente al reconocer a Hongjoong, el felino no tardó en brincar en su dirección y estático como estaba, la criatura achocolatada no dudó en colocarse en sus dos patas y en comenzarlas a restregar por las prendas ajenas. Pidiendo por atención a quien era una cara familiar y una esencia inolvidable.

—¿No está? —preguntó en una voz queda el omega al espabilar, procediendo a colocarse en cuclillas y acariciar el gigante peludo. Dejando su bolso en un costado. Todavía sin entrar.

—No —respondió con seques, impaciente porque algo sucediera: que su comida apareciera o el ingreso del invitado inesperado—. Está en una reunión con el mánager y el resto de lanzadores. Los demás tenemos libre como podrás ver, aunque dudo que eso te importe.

—¿No sabes cuándo regresara? —preguntó con su atención en Sarang, quien ronroneaba del gusto. Omitiendo su anterior aspereza.

—No. En una hora, tal vez dos. ¿Por qué?

Yunho no pretendía ser rudo con el omega, o no demasiado, teniendo en cuenta que le interesaba uno de sus mejores amigos. Pero tenía sabido que, desde la visita que hizo Mingi a la casa de la infancia de Hongjoong, las cosas entre ellos dos habían quedado inconclusas. Su amigo se mostró renuente a la idea de confesar demasiado, pero era obvio que habían tenido algún tipo de discusión, según le dio a entender el pelinegro y el beta rubio con quien mantenía comunicación. Después de todo, no pudo evitar hurgar por algo, cuando su amigo regresó apestando a una angustia que no le había percibido desde su primer corazón roto y con el rostro decaído en una expresión dolida.

Y aunque es cierto que él no luchaba por comprender a Hongjoong, esa imagen en Mingi le había desgarrado los bordes del alma y enterrado espinas en el corazón. Porque no sólo sabía del enamoramiento que éste tenía por el hombre más bajo, sino que también comprendía, muy a su pesar que éste mismo no estaba en la obligación de corresponder los sentimientos de su amigo. O sus intenciones de cortejo.

Como un ser humano independiente y libre, podía rechazarlo en cualquier momento. Y eso ni siquiera era lo que le exasperaba de la situación. Ni por lejos.

Lo que le daban las ganas de arrancarse los ojos, era tener el conocimiento de que Hongjoong guardaba sentimientos por Mingi. Simplemente la complejidad de su existencia, le impedía entregarse a ellos por completo y reconocerlos.

Era doloroso de una manera frustrante verlos batallar de esa forma casi absurda.

—Quería hablar con él, es todo.

Enarcando una ceja, no demoró en apuntar a su equipaje a un costado—. ¿Con un bolso lleno de ropa y tan bien vestido?

Si algo le reconocía al castaño de los Doosan Bears, es que se había producido a lo grande. Llevando unos pantalones de mezclilla azules y oscuros que acentuaban bien sus piernas, junto a una remera blanca cubierta por un crop top morado pastel por encima de todo, parecía de textura suave, quizás de algodón. Su cabellera lacia y larga, se encontraba inmaculada en pequeñas ondas. Tinte en los labios y sombras rosas en los ojos.

Listo para tener una cita. Verdaderamente hermoso.

Sonriendo con pena, el omega bajó la mirada a Sarang—. Me atrapaste. Vengo a disculparme.

—Me doy cuenta —comentó en un tono monótono, para acto seguido, proceder a suspirar—. Entra de una vez, terminarás con un calambre en esa posición.

Dubitativo, el omega se puso de pie y dejó de repartir caricias a Sarang para recoger su bolso, la renuencia en sus movimientos le provocaron exasperación al alfa. No obstante, hizo gala de su paciencia y aguardó a que se quitara sus zapatillas para, al fin, cerrar la puerta.

En una muestra de hospitalidad, le ofreció una vaso de agua al notarlo tan inquieto, lo que para su sorpresa, no fue rechazado. Y una vez en la cocina, los maullidos de Sarang resonaron en la quietud de su silencio que pesaba como mil toneladas. Sacudiendo los hombros, Yunho se recostó en la encimera y observó a Hongjoong con atención, sin darse cuenta, de lo incómodo que éste se encontraba. Hasta que finalmente se lo hizo saber de una manera no muy agradable.

—¿Qué tanto me miras?

Sorprendido, la reacción de Yunho, en lugar de enojarse, fue reír. Los labios fruncidos del contrario y las cejas caídas, no le dieron una apariencia temeraria como pretendía, sino que más bien enfurruñada. Lo que le hizo gracia.

—Intento comprenderte. Es todo —dijo con las manos arriba—. Viajaste de Seúl hasta Gwangju sólo para ver a Mingi, así de arreglado, luciendo bonito para apelar a su alfa, cuando en un principio, apenas te comprendes a ti mismo —continuó con una voz calma, casi relajada—. ¿No es irónico lo mucho que te gusta pero lo poco dispuesto que estás a reconocerlo?

—Él sabe que me gusta —defendió el omega, de repente, sintiéndose atacado.

—Sí, pero te lo pones tan difícil que es ridículo.

—¿De qué hablas?

—De las cosas que veo —respondió en un suspiro, enderezándose—. La única lucha que tienes, es contigo mismo. No hay nadie más, Kim. Es guerra de un sólo hombre —le dijo con una cadencia solemne, abriendo los brazos y girando alrededor—. Siéntete como en casa. Dudo que demore demasiado.

Con eso dicho, salió de la cocina dándole su espacio y dejándolo sólo con sus pensamientos. Dirigiéndose escaleras arriba, hurgó en el interior de su sudadera vieja y sacó su celular.

Yunho
¿Qué tanto crees que te lleve esa cena?

Enviado, 19:07.

Gigi
¿Por qué?
¿Ya me extrañas?

Recibido, 19:10.

Rodando los ojos, el alfa no demoró en responderle al otro. Siendo un poco humorístico en esta ocasión.

Yunho
Quien te extraña es otra persona.

Enviado, 19:11.

Gigi
¿A quién invitaste esta vez? ¿Wooyoung?
Te dije que estoy bien. Deja el tema ya.

Recibido, 19:15.

Yunho
En tu lugar buscaría darme prisa.
Podría escaparse por la ventana pronto.

Enviado, 19:18.

Gigi
Déjate de bromas. Tardaré otra hora, creo.
Estamos hablando sobre la disposición de lanzadores de esta semana.

Recibido, 19:20.

«Uuh, tema serio», pensó para sí, ingresando a su habitación y desplomándose en su cama. Teniendo en consideración que Mingi había jugado una cantidad exorbitante de menos partidos esta Serie que la anterior. Una táctica nueva del entrenador de lanzadores que no estaba rindiendo sus frutos esperados. Pero bueno, era de anticiparse, debía innovarse y probar otras variantes, ya que no siempre contarían con el Tigre Dorado de Gwangju.

Yunho
Entendido, pero advertencia: es callejero.
Recuerda que así como vino una vez, podría irse.

Enviado, 19:27.

Ese fue el último mensaje que mandó, si obtuvo una respuesta, no se enteró, porque inmediatamente después, procedió a molestar al rubio del beta. Llamándolo en su horario de descanso. El barítono que lo recibió y el esbozo de sonrisa que escuchó, le animaron la tarde eternamente.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

«Pero, ¿qué demonios...?».

Lo que Mingi menos esperaba encontrar una vez llegara de una junta, si es que se la podía llamar de esa manera a una cena selecta, era a Hongjoong acurrucado en un rincón de su largo sofá, con una manta encima y la respiración totalmente tranquila. Acompasada y superficial. Haciendo claro que dormía.

Las preguntas no tardaron en inundar su mente, cuestionándose cuánto es que llevaba allí, si desde que Yunho le había escrito o si desde mucho antes. Cómo es qué había sido tratado y qué hizo en todo ese rato que no estuvo; cómo se entretuvo. Sarang envuelto en su propio cuerpo, descansaba a un lado del omega. Una imagen que quería retratar.

—Al final no se escapó como tenía pensado —escuchó decir a Yunho, viéndolo salir por detrás del biombo.

—¿Cuánto lleva aquí? —preguntó sin aire, apenas espabilado.

—Desde la siete —respondió su mejor amigo, bebiendo de su café con normalidad. Mientras que al moreno se le paraba el corazón. Eso eran casi tres horas—. Dormido apenas media —agregó sin la necesidad de hacerlo—. La televisión lo aburrió, supongo.

Dirigiendo su vista al artefacto mencionado, lo notó apagado, sus cejas inmediatamente se elevaron en una interrogante obvia.

—¿Tú la apagaste?

—El ruido me distraía de mi serie —confirmó a medias, desviando la mirada a la puerta corrediza del balcón.

—¿Y también lo cubriste? —conjeturó, incrédulo. Apuntando hacia la manta beige.

—Estaba temblando —dijo con un encogimiento de hombros para después resoplar y proceder a abandonar su taza—. No soy un tirano, con lo arreglado que se puso para ti, me dio pena, ¿bien? Ahora hablen sus mierdas o tengan sexo, yo me largo a dormir.

Con todo el café que se había bebido, dudaba que su amigo fuera a dormirse pronto, pese a ello, mantuvo el comentario para sí mismo, al igual que reservó su opinión sobre el sexo. Y con una parsimonia de pluma, se dirigió hasta el sofá y se acuclilló frente al omega. Hongjoong lucía etéreo durmiendo allí, el maquillaje un poco corrido y las pestañas largas aleteando sobre sus mejillas regordetas. Labios coloreados en un tinte rojo deslavado, visible pero discreto. Cabellera esponjada y en ondas desordenadas, era encantador a los ojos de Mingi.

Y cuando el castaño despertó de su ensoñación, lo primero que hizo el alfa, fue quitarle aquellos mechones que le cubrían la vista con suavidad. Apenas rozándolo con los dedos.

—Hola —le susurró el pelinegro por lo bajo, aún incrédulo de verlo allí.

—Hola —devolvió el omega, en un tono quedo, casi avergonzado—. No pretendía dormirme —explicó con las orejas enrojecidas.

Riéndose, el alfa se encogió de hombros—. No me molesta. Concordamos que eras bienvenido, ¿recuerdas?

—Sí... —susurró con una expresión más ida, desviando la mirada y aferrándose a la manta—. De igual forma lo siento por la intromisión.

Sin poder contenerse, el moreno acabó por ceder a esa ternura que ardía en su pecho, y en un actuar veloz, rodeó con los brazos y apretó fuertemente al omega contra su pecho. Confundido, el castaño hizo su mejor intento por devolver el gesto, aunque se le dificultó a causa de la manta.

—Lamento la demora —susurró contra su sien. Estrujándolo otro poco.

—No se supone que así funcionen las cosas —replicó el omega a las risas, emitiendo feromonas dulces—. Yo debería disculparme primero.

—Da igual...

—No —cortó Hongjoong al separarse, viéndolo directo a los ojos y un tono firme—. No da igual y lo sabes —inmediatamente después de decirlo, su determinación aparente, pareció flaquear, ya que sus pupilas temblorosas se enfocaron en todos lados menos su cara y el agarre de sus manos perdió fuerza—. Aquella vez en la tienda —comenzó diciendo, un tono quedo y una mirada perdida—, fui un idiota contigo —admitió—. Me di cuenta de que proyecté mis emociones, lo siento tanto por eso. No lo merecías.

Relamiéndose los labios, Mingi se echó para atrás, con la intención de poder observarlo mejor—. ¿Proyectaste tus emociones? —preguntó con vacilación. Nervioso de cuál pudiera ser la respuesta.

—No sólo reaccioné de esa manera por la confusión —confesó por lo bajo, lo suficientemente audible y claro—. O porque me gustaras —agregó, la manta caída a sus costados y los dedos jugueteando entre sí—. Es mi inseguridad. Fue por mi inseguridad. A veces yo necesito que me digas que te gusto, simplemente porque no lo creo. Y una parte de mí todavía se siente en conflicto por, ya sabes, todo esto entre nosotros.

Comprensivo por la situación, el alfa no pudo hacer otra cosa que no fuera asentir plenamente. No había manera de que le arrancara esas inseguridades y esos conflictos y los tirara a la basura. Tampoco podía bombardearlo con promesas de amor, no era sano y en algún punto se volvería abrumador para el omega y eso era lo que el alfa menos deseaba.

Suspirando, decidió que por hoy, zanjaría el tema.

—¿Yunho te atendió bien?

—Pedimos comida china para la cena —respondió con un asentimiento, un matiz de incredulidad en la capa baja de su voz—. Fue increíblemente humano.

Riendo, el alfa sacudió la cabeza en una negación ligera—. Lo está intentando, supongo. Realmente le gusta Yeosang.

—Lo sé —murmuró con cierta reticencia, echándose hacia atrás en el respaldo—. ¿Qué tal te fue? Yunho no dijo demasiado de tu reunión. Nada, en realidad.

—Bueno, parece que estaré en reserva hasta la Serie de Asia. Los entrenadores acordaron querer explotar el potencial de los demás lanzadores, lo que no estoy en total desacuerdo.

—¿Pero?

—Me parece un cambio abrupto en la formación del plantel, sin embargo, no tengo mayor autoridad que cualquier otro beisbolista en el equipo.

Inclinándose hacia adelante, el omega lo tomó por las mejillas con ambas manos, apretándolas en el proceso—. Está bien decir que no te gusta la decisión que tomaron, no voy a juzgarte.

—No la odio —confesó con la mirada desviada hacia abajo—, pero la detesto. Sé que soy un jugador doble rol, y me encanta mi posición como jardinero central, pero amo estar más en el montículo de lanzador.

Y no mentía, le encantaba jugar como jardinero central en algunos enfrentamientos, la posición era difícil por la cantidad de césped que debía cubrir y por la exuberante cantidad de elevados que dirigían en su dirección, pero era divertido al fin y al cabo. Coordinarse con los otros jardineros no tanto, porque a veces el ego impactaba fuerte a la hora de querer capturar una bola alta o interceptar un hit, sin embargo, le gustaba lo que conllevaba esa posición.

No obstante, su amor estaba irrevocablemente destinado a su posición de lanzador. No había mayor adrenalina que esa, el momento en el que por unos segundos fugaces, determinarías si una persona seguía en su puesto o salía de él. El fuego latente por una jugada perfecta y la satisfacción de conmemorarse invicto, eran simplemente distintos.

No tenían comparación.

—Es hasta la Serie de Asia, anímate, me tendrás alentando tu nombre.

Alzando ambas cejas, el alfa no pudo evitar sorprenderse—. ¿En serio?

—Si no consigo recuperarme, ¿por qué no? —respondió el omega con un encogimiento indiferente, incompatible con la sonrisa en sus labios—. Ya lo hice una vez y fue toda una experiencia.

Mordiéndose el labio inferior, Mingi se lanzó hacia adelante, envolviendo a Hongjoong en un abrazo apretado. Enseguida de ello, ocultó su rostro en el cuello del castaño, respirando su fragancia y su gel de baño. En una muestra de su agradecimiento, depositó un beso superficial en la piel rozando sus labios, lo que hizo estremecer al impropio. Complacido, el pelinegro realizó la acción por segunda vez. Intensificando la presión por unos segundos.

Ese simple gesto, hizo que la respiración del omega se volviera laboriosa. Ruidosa en su oído y pesada en el pecho.

Al apartarse, las palabras no hicieron falta, sus bocas se encontraron en un ángulo experto que los tuvieron suspirando al unísono. A gusto con la unión inevitable. Llevando su mano a la cabellera del omega, lo sintió rodearle el cuello con los brazos y arrimarse más cerca. La manta entre ellos, siendo el único obstáculo de un contacto más profundo.

Haciéndola a un lado, el calor fue en ascenso en el instante que Mingi rodeó los muslos de Hongjoong y le hizo enredar las piernas en su cintura. Ambos jadearon y en el segundo que se puso en pie, la intensidad de su beso aumentó. Sus lenguas se enredaron en una lucha frenética de voluntades y sus labios se movieron con mayor vigor por encima del ajeno. Ansiosos por probarse.

En la seguridad de la habitación, el secretismo danzó con una oscuridad tentadora y los sedujo a una densidad de fantasía. Donde cada contacto y cada caricia nueva que se producía, se percibía imaginaria. Demasiado ligera y demasiado fugaz. En el ardor de esa tensión contenida, la urgencia los enredó en una prisa torpe que los hizo reír a medio beso. Prendas que se perdieron y algunas que se quedaron a mitad de camino.

Pero en el momento que sus almas se encontraron expuestas y sus labios destacaron hinchados, esa necesidad salvaje por estar con el otro, desapareció hasta convertirse en un simple recuerdo y la ternura de su beso perezoso los transportó a un mundo propio de intimidad real. Donde las caricias duraron como fuego en la piel y los besos se sintieron dulces como miel.

—Te veías tan lindo hoy —comentó el moreno, sentado sobre sus talones, viendo desde arriba al castaño.

—¿Tú crees? —replicó sin aliento, en el momento justo que cerraba la mano alrededor de la carne expuesta de su muslo.

—Sí —murmuró en un suspiro, amasando la piel—, demasiado encantador.

—¿Qué te gustó más? —preguntó de repente, enderezándose en sus codos hasta intentar igualar sus posturas—. ¿El maquillaje? —continuó con un tono melodioso, suave y mitológico. Como si fuera el de una sirena—. ¿La ropa? —cuestionó con la cabeza a un lado, una falsa inocencia en lo que rodeaba sus hombros y pegaba sus pechos—. ¿O yo?

—Me gustas tú.

Riéndose de su desliz, el omega se mostró fascinado con su respuesta cuando, de improvisto, estuvo besándolo de nuevo. Bocas abiertas y receptivas. Sentándose sobre el colchón, Mingi arrastró a Hongjoong encima de él, poniéndolo a horcajadas en su regazo. El contacto pleno de sus erecciones, los prendió en llamas por dentro. Engullidos en ese calor abrasador, comenzaron a mecer sus caderas, frotándose en el otro.

Las manos del pelinegro se aferraron a las caderas del castaño, en el momento que sus bocas se apartaron y éste comenzó a repartir besos a lo largo de su cuello con una lentitud minuciosa y un cuidado a detalle. Los labios descendieron cada vez más cerca de sus clavículas, y para cuando llegaron allí, su respiración se extinguió por completo. La humedad y la calidez de la lengua del omega lo hicieron temblar en el instante que apareció, pero al segundo siguiente, que sus dientes participaron tironeando de la piel y marcando la extensión del hueso, sus sentidos se derritieron en su totalidad.

Su respiración se volvió un desastre y las fibras internas le temblaron, cuando los dientes contrarios escalaron por su piel dorada y se deslizaron por su cuello, tironeando de una que otra porción con una experiencia delirante. Pero cuando aquellos belfos hinchados y enrojecidos, se cerraron sobre la unión de su cuello, no pudo evitar gemir y mecer las caderas con fuerza, que el castaño lamiera la nueva probable marca apenas fue consuelo para el nivel de excitación que nublaba su juicio.

Y el calor arraigado en su vientre, se trasladó a todo su cuerpo como una llamarada instantánea. Enloqueciendo sus sentidos y poniéndolo en un nube de euforia enloquecedora. Era excesivo e insoportable, una tortura romana que lo tenía colmado. Totalmente exasperado.

Y en la locura de su juicio, colisionó sus cuerpos y estrechó sus labios en un beso fatal que les robó el aliento. Hongjoong jadeó de la impresión, pero su boca no tardó en responder. Tan receptiva como siempre, tan dispuesta, tan entregada que era una maravilla. Su lengua fue igual de demandante que la suya, no dudó en enredarse con desenfreno y la misma firmeza. Sin embargo, someterla no le costó mucho esfuerzo. Simplemente hundir una de sus manos en la cabellera castaña, aferrar sus dedos a las hebras y tironear de ellas en el ángulo que deseaba. El gemido que murió en su garganta supo a gloria.

Pero a mitad de su encuentro desenfrenado, ambos se hallaron reduciendo la velocidad, perdiendo la intensidad y la vehemencia que los acarreaba con una fuerza demoledora. Los besos se volvieron lánguidos y las caricias amorosas. Una danza lenta y acompasada de dos almas bien conectadas.

—Realmente me gustas —susurró Mingi contra los labios de Hongjoong, meciendo sus caderas en un vaivén circular.

Riendo, Hongjoong se presionó hacia abajo—. Sí, me di cuenta de eso —replicó con humor, cerrando los ojos ante la sensación resbaladiza—. Eres bastante transparente. Envidió eso de ti.

—No deberías, eres bastante genuino por lo general.

—¿Por lo general? —preguntó a las risas, rompiéndose al final en un jadeo—. ¿Qué se supone que significa eso?

—Tiendas a ocultar lo que te molesta —respondió con la voz ronca, deslizando una de sus manos por la espalda del castaño—. Como aquella vez en la tienda —citó con una tranquilidad simulada, la respiración laboriosa y los músculos tensos—. O aquella vez con mis padres...

—No considero que sea momento para mencionar los padres de nadie —interrumpió el contrario en una voz ahogada, consumida por el placer.

—Bueno, ni siquiera soy de hablar durante el sexo y míranos, siempre terminamos igual. Conversando de algo.

—¿No te gusta? —preguntó cuando los dedos le rozaron la entrada, crispando su expresión momentáneamente—. Pienso que se nos da bien. Además, tu voz se vuelve más ronca cuando lo hacemos.

—Y eso te gusta —supuso a tientas.

—Lo amo —confesó con la mandíbula tensa—. Es excitante y mi tipo.

—¿Tu tipo?

El omega asintió, relajándose con fugacidad antes de que la tensión volviera a sus facciones y las llenara de arrugas. Con el brazo que tenía alrededor de su cintura, el moreno se aseguró de mantenerlo en su sitio cuando se estiró hasta alcanzar su mesa de noche y tomar lo poco que quedaba de lubricante allí. Una vez lo tuvo en su poder, lo vertió sobre sus dedos y sin calentarlo, hizo contacto con la piel ajena y sensible, robándole un siseo al castaño, lo que provocó que el pelinegro se disculpara inmediatamente.

Respirando con dificultada, Hongjoong se apegó más a él, al punto de que el calor de su aliento le hizo cosquillas en la oreja—. Alto, moreno y grande. Mi tipo.

—Te faltó voz grave —dijo Mingi gimiendo, totalmente instintivo.

—Me faltó decir Song Mingi.

—Joder, Ángel.

La risa del aludido quedó a medio formarse cuando unos labios más grandes capturaron los suyos, besándolo con una pasión de fuego y una veneración solemne. A la vez que, lo distraían de la inadvertida intromisión en los anillos de nervios antes tensos de su entrada. Los dedos se movieron de adentro hacia afuera con lentitud, acostumbrándolo a la sensación y cuando lo percibió lo suficientemente flojo, los movió a los lados y en forma de tijeras. Estirándolo. No fue hasta que los curvó, que dio con la próstata del hombre. Haciéndolo gemir de manera prolongada.

Satisfecho con su hallazgo, apretó el brazo entorno a la cintura de Hongjoong y Mingi comenzó a masajear la bola de nervios con lentitud, sin prisas, diferente a las anteriores veces donde no tenía clemencia y lo destruía por completo, haciéndolo un mar de lágrimas. En esta ocasión fue generoso, en extremo amoroso. Besándolo con soltura y recorriéndolo a detalle. Distinguiendo cada espacio y parte de su cuerpo con una fascinación ciega.

No fue hasta que el mismo omega le rogó por más, que él se volvió insistente, presionando su próstata hasta que los gemidos llenaron la habitación y los jadeos fueron un eco de fondo. Moviéndose en sintonía y con las preparaciones hechas, la conexión sucedió con naturalidad. Las voces se perdieron y el calor del placer los ahogó en un mar de sensaciones eléctricas. El sudor perló sus cuerpos y el fuego se extendió por sus venas.

Y en lo único que pudo pensar Mingi, fue en no perder el control, en no sumergirse demasiado en sus sentimientos y en no dejarse arrastrar por la marea profunda que inundaba su corazón de emociones abrumadoras y necesidades primitivas.

Y como si se pertenecieran en un plano superior al terrenal, sus cuerpos se movieron en una danza donde sus almas se vieron involucradas y sus corazones cantaron la misma tonada. Una que al culminar, los dejó atrapados en los brazos del otro, envueltos en una sensación reconfortante que los llenó de un calor inexplicable.

Mingi se sentía en la novena nube cuando, de repente, un ardor persistente le hizo soltar una maldición y mirar hacia Hongjoong con las cejas fruncidas.

—Un pensamiento intrusivo —murmuró el omega sin un rastro de pena, apartándose de su piel dañada. La marca de dientes siendo superficial en su hombro.

—Pensamiento intrusivo —repitió entre dientes, para enseguida de rodar los ojos, amagar con morderlo en el cuello. Instintivamente, el omega se alejó de él a las risas y rompió esa conexión física que todavía mantenían. Haciéndolos suspirar—. ¡Oh! Creo que también tengo uno.

Y pese a la confusión risueña de Hongjoong, Mingi no se detuvo cuando tomó una porción de su piel entre los dientes y lo mordió, menos cuando el omega le pidió que se detuviera, por el contrario, continuó, sólo que en esta ocasión, mordió una parte de su mejilla con suavidad. Lo que hizo que el afectado estallara a carcajadas por lo inocente del gesto, pero cuando descendió y mordió una de sus areolas, la risa se quebró en un jadeo sin forma. Lo mismo sucedió cuando capturó una porción de su abdomen bajo y por último, marcó la cara interna de su muslo. Las impresiones visibles, rojas y vivas en una huella imborrable de que pertenecían a alguien.

—Okay, okay, detente, no se levantara de nuevo como sigas así.

—¿Tú crees? —preguntó con ironía, viendo cómo la punta goteaba pese a encontrarse el miembro flácido—. Yo diría que encontré una área sensible o que tú me la ocultaste —dijo con una ceja enarcada, trazando la impresión de sus dientes con el índice.

Carraspeando, el omega enrojeció—. No pensé que fuera información relevante.

Inclinándose hacia abajo—. Ahora sabemos que lo es —le dijo con sus labios rozándose, sin embargo, no lo besó. Lo que provocó una mueca confundida en el rostro del omega—. Andando, a tomar un baño y a dormir que es tarde.

A pesar de las evidentes que eran las ganas del castaño por el beso, no rechistó y obedeció con una actitud cooperativa impoluta, dejándolo a él, con una sonrisa en la cara.

Eso es lo que Mingi adoraba de la personalidad terca de Hongjoong.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

A la mañana siguiente cuando Mingi despertó, Hongjoong yacía a su lado, celular en mano y expresión relajada, la cabellera era un desastre y las marcas en la piel visibles a través del cuello profundo de la remera que le había prestado la noche anterior. Pero en vez de saludarlo o iniciar algún tipo de contacto con él, se apresuró hacia el baño. Lavándose los dientes y la cara. Pasándose una mano por el pelo y deteniéndose un segundo, sólo un momento, para observar las marcas impresas en su piel.

Mordiéndose el labio inferior, el moreno salió del cuarto para ingresar al principal y, ahora sí, desplomarse encima del castaño. Rodeando la cintura del omega con los brazos, para sorpresa del alfa, éste dejó el celular a un lado y le envolvió los hombros. Mostrándole una sonrisa floja.

—Buenos días —le dijo con un tono dulce—. ¿Feliz por alguna razón?

—Por tenerte.

Riéndose a carcajadas, el omega le puso una mano en la cara y como anticipaba, lo empujó fuera de su cuerpo, gracias a que el alfa como tal, no puso resistencia para ello. Rodando sobre sí mismo, se colocó de lado, mirando al castaño con una sonrisa más acentuada que la impropia.

—Tú preguntaste —dijo a modo de defensa. Siguiendo el tema anterior sólo para molestarlo o verlo sonrojado. Lo que sucediera primero. Pese a sus expectativas, no esperó que Hongjoong torciera una sonrisa y lo empujara con fuerza, haciéndolo caer de espaldas y desconcertarlo—. ¿Por qué tan agresivo? —cuestionó Mingi sin entender las acciones contrarias.

—¿Agresivo? —preguntó el otro hombre sin comprender, fingiendo inocencia—. Sólo me estaba causando curiosidad saber de qué modo te hacía feliz tenerme —todavía sin comprender qué sucedía o la actitud juguetona del omega, el moreno lo vio colocarse a horcajadas encima suyo con naturalidad. Remera subida y muslos descubiertos—. ¿A tu lado? —inquirió—. ¿O en tus brazos?

Humedeciéndose los labios, el moreno no pudo evitar llevar las manos a la carne expuesta y apretarla, conteniendo un gemido en la garganta—. Ambas.

—¿Ambas? —pronunció con incredulidad—. Yo diría que estás más contento conmigo encima.

—Bueno, no es una posición que hubiéramos intentado antes y menos en la mañana —señaló como pudo, arrastrando las palabras y un poco atontado a causa del aroma a jengibre. Era intenso pero agradable.

Inclinándose con la gracia de una gacela, Hongjoong le volvió a rodear el cuello con los brazos, sólo que en esta ocasión, se mantuvo a una distancia lo suficientemente cercana como para que sus labios se rozaran al hablar o en cada nueva respiración exhalada.

—¿Ah, sí? —susurró en una intimidad de seda, removiendo sus caderas unos centímetros más abajo—. ¿Y por qué no lo intentamos ahora? —preguntó con un matiz en la voz que no pudo identificar—. Pareces muy dispuesto.

Una vez eso dicho, flexionó las caderas, presionando su semi erección con el calor de su cuerpo. Jadeando inevitablemente, Mingi cerró las manos alrededor de los muslos impropios hasta que sus dedos se imprimieron en la piel y dejaron huellas rojizas. Su primer instinto después de ese, fue mover las caderas, siguiendo ese calor abrasador, pero inmediatamente luego de hacerlo y robarles un gemido a ambos, la razón se infiltró en sus deseosos y susurró en su consciencia. Haciéndolo detenerse.

A duras penas y con un dolor atosigador, consiguió sacar sus manos de donde estaban y llevarlas a las mejillas de Hongjoong, sorprendiéndolo por completo. Enseguida de ello, presionó sus palmas a los lados de su cuello, sintiendo su temperatura bastante normal. Desconcertado por esto, procedió a tomarle el pulso. Notándolo elevado de una manera inquietante.

—Siempre tan dulce —pronunció el omega de repente, haciéndolo levantar la mirada. Encontrándose con unos ojos marrones, brillantes y afectivos—. Pero no tienes que preocuparte, no estoy en celo. Es el próximo mes, ¿recuerdas? Me estabilicé.

—Es sólo que...

—Lo sé —murmuró en un dejo comprensivo—. No suelo tomar la iniciativa y tiendo a ser el de menos acción de los dos. Te sorprendí.

—Sí, lo siento, no planeaba cortar el ánimo.

Riendo, el omega simplemente se arrima a su cara y frota sus mejillas juntas. Mezclando sus aromas con una intensidad penetrante. Sin embargo, el gesto se ve interrumpido por el ruido incesante de un celular. Gruñendo, el moreno se estira a tomar el suyo. Fijándose en la pantalla antes de contestar.

—¿Por qué ahora? —es lo único que pregunta, en un quejido falsamente adolorido.

—Lo siento —dice la voz al otro lado, en un tono indiferente—. Pero no creí que estuvieras ocupado tan temprano en la mañana.

—Hyung —llamó con seriedad—, son las nueve y es jueves, perfectamente podría estar durmiendo después de la cena de ayer.

—Lo lamento con respecto a eso —murmuró el hombre con una sinceridad conmovedora—, pero no es por lo que llamaba. Quiero verte. Ha pasado un tiempo.

—Si es hoy, no puedo —dijo de inmediato, jugueteando con la cabellera del omega reposando en su pecho—. Estoy ocupado.

—Tráelo.

—¿Que traiga a quién? —preguntó el moreno con una ceja enarcada, que por alguna razón, le hizo ganarse un beso rápido en los labios. Y sonoro además. Confundido, miró hacia el castaño.

—Me apeteció —le respondió en un murmullo, encogiéndose de hombros.

Minjae al otro lado, resopló una risa—. ¿Quién está a tu lado ahora? —peguntó de manera retórica—. Porque si no es el omega que tanto mencionas, voy a patear tu culo hasta dejarlo rojo tan pronto te vea en la noche.

—No puedes conocerlo.

—¿Por qué no? —inquirió honestamente confundido—. ¿Tienes miedo de que crea que soy más atractivo?

—Seguro que sí —respondió con un sarcasmo marcado—. Simplemente lo asustarás.

—Tengo curiosidad, ¿de acuerdo?

—Y más de 30 también, ve a superarlo a otra parte. No lo conocerás hoy.

—Eres insoportable.

—Lo qué digas. Nos vemos otro día.

—¿Tu hermano? —preguntó Hongjoong al instante que colgó.

Mingi asintió—. Es un pesado —dijo sin realmente sentirlo—. Pero un buen hyung.

—¿Quiere que lo conozca? —cuestionó con curiosidad, la cabeza ladeada de forma encantadora—. ¿Porque soy tu omega? —dedujo con vacilación.

El alfa negó con suavidad—. Porque lo tengo harto hablando de ti —le confesó luego de ponerle un mechón detrás de la oreja—. De lo mucho que me gustas.

—Deberías cuidar esa boca tuya entonces.

—¿Por qué? —cuestionó él—. Estoy orgulloso de ti, Hongjoong. Me gusta presumirte.

—¿Y cómo sabes que no es tu alfa presumiendo un omega?

Entendiendo su conflicto, Mingi no dudó en tomarlo por las mejillas, acariciándolas con los pulgares. Hongjoong descansó en la caricia, cerrando los ojos momentáneamente.

—Porque es fácil distinguir cuando lo que me emociona es tu sonrisa, o la manera en la que tus ojos brillan cuando estás feliz, porque es tu risa la que me acelera el corazón, Ángel. Porque cada vez que te observo, dentro o fuera del campo, sólo pienso que se trata de ti quien me roba el aliento, de Kim Hongjoong.

Sonriendo con melancolía, el aludido desvió la mirada unos segundos antes de inclinarse a besarlo. Una presión superficial que lo dejó con la respiración atascada en los pulmones.

—Gracias.

—¿Por qué?

—Por ser cómo eres.

Ese día, Mingi no buscó explicación alguna al significado de las palabras de Hongjoong, simplemente se encargó de ofrecer confort y un lugar seguro en el que estar. Sin embargo, tiempo después, las comprendió. Hinchando su pecho de una sensación abrumadora y de éxtasis puro.



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