❈•≪36. Dēficientia≫•❈
En el instante que Hongjoong lo dejó por su cuenta en el fondo de la casa de sus padres, Beomjoong no dudó en interceptarlo y llevarlo más cerca de la barbacoa, extendiéndole una de las pinzas para la carne, indirectamente pidiéndole ayuda. El señor Kim se mantenía en una silla, sosteniendo una botella de cerveza fría y mirando a la nada en su pequeño patio.
—Hace mucho que Hongjoong no traía algún novio a casa —susurró el beta en una cadencia uniforme. La vista en las brasas y la expresión en blanco. Sin revelar nada.
Relamiéndose los labios, el moreno dio vuelta un trozo de ternera—. No somos novios. Soy su alfa.
—¿Y no es lo mismo? —preguntó el señor Kim desde su rincón, un tono mucho más relajado—. En nuestros tiempos a menos lo era, procuras a la otra persona y te encargas de sus celos si tienes la bendición de hacerlo, luego sólo haces la pregunta. No veo la diferencia.
—Además —acotó Beomjoong—. Te presentó con tanto orgullo. No puede ser nada.
—Suponemos que se debe al apego —concluyó de forma vaga, no comprendiendo qué le incomodaba de la conversación. Quizás, y sólo quizás, que se hablara del omega sin estar presente. No lo tenía claro.
—¿Sabes que esa es una forma de desarrollar sentimientos, no?
Mingi sonrió, cuando en realidad, tenía ganas de reír. Beomjoong era más asertivo con sus comentarios a diferencia de los directos de su padre, podía notar quién heredó esa característica y no se hallaba aquí.
Asimismo, sabía que el apego era una manera sutil de desarrollar sentimientos, si es que sucedía en primer lugar. De ahí el nombre, la persona con ella creaba un vínculo superficialmente emocional con quien fuera el receptor. Pasando los límites de lo platónico. Podía ser de inclinaciones amorosas vagas o, en algunos casos, podía incluso llegar a ser profundas.
Mingi había pasado por todas las etapas posibles con Hongjoong: un simple crush al inicio, un interés superficial luego, una atracción sexual que ya no podía negar y un gusto que se notaba para quien era buen observador y todo eso, sólo para terminar enamorado. O más profundo aún, terminando con una imprimación no prevista hacia el omega.
—Claro —murmuró al mirar hacia el interior, en la cocina abierta, se encontraban los tres amigos de espaldas a Haesuk mientras, desde lo poco que podía ver, los tenía cortando verduras o preparando las guarniciones para la cena. No sabía. Lo que le sorprendía, es que no mandara a Seonghwa fuera, con ellos. Dándose cuenta lo anticuada que parecía—. Quiero a Hongjoong —dijo con su vista de regreso al trabajo que se le había asignado, un tono uniforme y claro. Audible—. Lo quiero de verdad.
Por un segundo, pudo escuchar como, tanto el padre y el hijo detuvieron sus movimientos y se congelaron en sus lugares. Por la periferia, observó a Beomjoong fruncir los labios antes de continuar con su tarea. Con respecto al padre, no sabía qué cara estaba poniendo.
—Cuando dices quererlo, ¿a qué te refieres?
—Lo quiero como compañero.
El silencio después de su confesión, fue sepulcral, como si hubiera comentado una atrocidad. Incluso escuchó al padre contener la respiración con fuerza en su rincón. Indiferente a las reacciones, tomó unas tijeras, cortando unas tiras de oveja en trozos y poniéndolos en un platillo que había allí.
—Para eso deberías cortejarlo.
—Lo sé —murmuró con la frente en alto, viéndolo—. Planeo hacerlo.
Enarcando una ceja Beomjoong no se limitó a preguntar—. ¿Y él lo sabes?
—No soy una persona que le gusten los secretos, así que sí, lo sabe. Tener motivos ocultos para con otros no es mi estilo, pero incluso si tardé en decírselo, tiene pleno conocimiento de mis intenciones para con él.
—¿Y aceptó? —inquirió el beta con incredulidad, ojos redondos y labios entreabiertos en una incomprensión auténtica. De ese modo, podía notar los rasgos parecidos con el omega y el atractivo individual de cada uno.
—No —dijo con simpleza.
—¿No? —repitió el mayor sin entender. Acción que repitió el padre pero en un susurro que se perdió en el viento.
—Por lo que sé, no ha tenido las mejores experiencias en ese ámbito, así que es comprensible que haya declinado la propuesta.
—¿Y no te molesta?
Sonriendo, sacudió la cabeza con ligereza—. De alguna manera esperaba algún tipo de rechazo. Cuando pasas tiempo con Hongjoong, aprendes a leerlo.
—Pero eres un dominante...
—Eso no significa que no sepa comprender —murmuró hacia el señor Kim—. Como usted, sigo siendo una persona con sus virtudes y sus defectos. Mi designación es meramente un adorno en cuestiones humanas, seguro, influye en mis emociones, pero eso es todo. No me obliga ni me condena a nada.
—Si su madre se enterara...
—Señor Kim —llamó en un tono serio, que revelaba las intenciones de su siguiente petición—. Reconozco que no estoy en condiciones de pedirle nada, pero como alfa de su hijo y como usted padre de él, le pido que no se lo cuente.
—¿Pides que le mienta a mi esposa? —cuestionó con asombro—. No veo porqué ocultarlo, es una noticia excelente y ella estaría encantada de que...
—Pido sinceramente que piense en el bien de su hijo.
—¿Consideras que no lo hago? —replicó en un tono que demostraba su enfado. Una cadencia inestable y grave. Las arrugas entorno a sus ojos, acentuándose. Y las feromonas a canela de Beomjoong reaccionando, tornándose en algo más sutil; tranquilizador—. Lo he acompañado en cada práctica que ha tenido y lo he visto sudar su sangre en ellas...
—Por esa misma razón, y teniendo en cuenta el carácter rígido de su esposa, le estoy pidiendo que no le informe de mis intenciones de cortejo. Ninguno sabe si al final sucederán.
«Obstinado», reconoció para sí.
—Necesitas nuestros permisos.
Mingi quería decirle que, en realidad, no los necesitaba. No le iba a pedir la mano a su hijo, sólo tenía intenciones de cortejarlo. Sin embargo, se contuvo de hacer semejante comentario inapropiado y buscó una vía más conveniente para expresarse.
—De hecho, primero necesitaría que Hongjoong acceda, lo que ya he mencionado, no hizo y no sé si hará.
Cualquier cosa que fuera a decir el hombre, se vio interrumpida por la aparición del susodicho, quien cargaba una bandeja con tres cervezas encima y un cuenco con frituras. O eso parecían ser. Lo único en lo que se fijó en detalle, es que al cruzar el umbral hacia el pequeño jardín, las facciones enfurruñadas del omega se encendieron en una sonrisa enorme que lo dejó sin aliento, incluso si no estaba dirigida a él. Era todo dientes y pómulos alzados. Hermoso, en una sola palabra.
—¿Qué tal les va? —preguntó en un tono animado. Acercándose a ellos para atenderlos—. Les traje aperitivos.
Beomjoong fue el primero en aceptar la cerveza, seguido de su padre, quien demoró en enmascarar su expresión exasperada mientras se llevaba unas galletas a la boca. Sus palabras, claramente, no le habían gustado en lo más mínimo. Pero eso no le interesaba, lo único que le importaba es que mantuviera la confesión en secreto. Y la incertidumbre de saber si lo haría o no mientras estuvieran allí, no le gustaba.
—¿Min? —escuchó llamar, un tono dulce y un susurro bajo. Al voltear, se encontró con el omega, ojos grandes y consternados. Viéndolo desde abajo con curiosidad y expectativa, ofreciendo la bandeja—. ¿Estás bien? —preguntó en una cadencia similar—. Mi familia no tiene whisky, así que, es lo único en el menú. Lo siento.
Riéndose, el moreno sacudió la cabeza—. No pasa nada —murmuró con amabilidad, acariciándole la cabellera con una mano—. Pero no me siento con humor para beber, puedes tenerla.
—Es amarga —señaló el castaño con un mohín que le dieron ganas de besar—. No es mi estilo. Así que paso también.
Dicho y hecho, el omega dejó la bandeja en una mesa cercana a su padre, para segundos después, instalarse nuevamente a su lado. Lo que le dio una idea.
—¿Podrías prepararte tu bebida, no? ¿O beberás agua en la cena? —preguntó con curiosidad, ladeando la cabeza—. Estás en el permitido de tu semana —dijo al tomar otra tira de carne con las pinzas.
—Haesuk no me dejaría, se supone que debo atenderlos —masculló tras una rodada de ojos, claramente inconforme—. Más a ti, ya que eres mi invitado sorpresa.
—Por eso deberías haber avisado —farfulló Beomjoong, sacudiendo la cabeza y chasqueando la lengua.
—Tú no te metas —le dijo en un tono infantil, sacando la lengua. Haciendo al mayor exhalar con fuerza—. Pero si, tal vez debí hacerlo.
—Prepara la bebida para mí, entonces. Una vez lo prometiste, ¿recuerdas?
Emocionado, el omega lo sujetó del brazo y tironeó de él con euforia—. Creí que nunca accederías.
Riendo, el alfa sujetó un trozo de ternera con las pinzas y se la tendió al omega. Hongjoong se mostró sorprendido en una primera instancia, ojos brillantes en un castaño indescriptible y comisuras alrededor de los ojos caídas en asombro. Se supone que el primero en probar era el mayor allí, osea el señor Kim, en cambio él estaba atendiendo al castaño por encima de su padre sólo porque era su omega. Viéndolo en ese en estado, le hizo querer arrullarlo. Y el impulso fue tan fuerte, que Mingi se encontró inclinándose hacia adelante hasta frotar sus mejillas juntas.
—Tómalo antes de que se enfríe —le dijo en un susurro fantasmal, antes de apartarse.
Obedeciendo con una quietud silenciosa, Hongjoong se acercó y tomó el trozo de carne entre sus labios. Agradeciendo el gesto con una timidez encantadora y un sonroso delicado. Fascinado con ello, depositó un beso en su mejilla.
—¿Que hacían en la cocina? —preguntó con calma, dándole tiempo a recomponerse. Sin pasar por arriba la mirada indescifrable de Beomjoong.
—Siguiendo las instrucciones de Haesuk —respondió con hastío, todavía masticando—. Ya sabes, un omega debería saber como rebanar unas simples verduras y atender, sin perder un dedo en el proceso.
—Considero que cualquier persona debería saberlo.
—Bueno, yo tuve que tener tres instructores guiándome, ya que al parecer, sujeto pésimo el cuchillo.
—Yo considero que cocinas muy bien —riéndose, Hongjoong lo golpeó en el pecho con suavidad—. ¿Qué tal la carne, crees que esté lista?
Levantando sus pulgares, el omega asintió—. Está deliciosa por cierto, gracias.
—No hay de qué. Para servirte.
—Ya para con eso —pidió el castaño entre risas.
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Y ese momento ameno en el jardín trasero, quedó completamente sepultado bajo la rectitud de acero de Haesuk y su trato gélido para con Hongjoong. Al principio fueron comentarios pasivo-agresivos, sobre su lesión. Algo que no debería ser cuestionado, porque había sucedido incluso si en ese instante, se encontraba mejor.
Sin embargo, lo peor de la noche, llegó en forma de comparaciones. En un inicio Mingi no comprendió porqué la mujer indagaba tanto sobre la vida de Yeosang y Seonghwa, cuando se suponía, que ya los conocía, más aún asumía él, a qué se dedicaban. Pero todo cobró sentido cuando los temas comenzaron a girar entorno a sus logros personales y las contestaciones ajenas se volvieron cada vez más ambiguas.
Hongjoong que estaba a su lado, no lucía descompuesto ni fuera de sí mismo. Por el contrario, si bien su expresión no era la más alegre, se veía bastante compuesto. Comiendo de la barbacoa sin parar y eligiendo las guarniciones como era de esperar de su parte, incluso le colocó un par de verduras en su plato con cero discreción. Lo que le hizo sonreír. No obstante, fue un momento de alegría efímero, porque al verlo a los ojos, después de un rato queriendo atrapar su mirada, notó las pupilas temblorosas y la rabia contenida. Dándose cuenta, que no estaba tan bien como aparentaba.
Y la impotencia que ardió a fuego lento en su pecho fue peligrosa, él no podía darse el lujo de herir el orgullo de Haesuk de la nada, después de todo, estaba allí como un invitado y como tal, debía cierto respeto si quería permanecer en la casa.
—Así que Mingi, cuéntanos un poco de ti —pidió la omega dominante de repente, sorprendiéndolo.
«Joder, es como si la hubiera invocado con la mente».
—No hay mucho que contar —empezó diciendo con una honestidad parcial, comiendo de las verduras ajenas—. Sólo que tengo dos padres y un hermano mayor encantador.
—¿Qué hay sobre tu vida profesional? —presionó la mujer con una templanza incuestionable.
—Bueno, tampoco es la gran cosa. Todos aquí saben que juego para los Kia Tigers.
—¿No es la gran cosa? —dijo la mujer con una sorpresa falsa y un declive evidente en la voz aterciopelada que le correspondía—. Pero que tonterías de modestias son esas, olvídalas con nosotros. Eres el jugador más joven en haber ingresado a la Liga. Ni siquiera te habías graduado para entonces.
—Un golpe de suerte —descartó con la mayor indiferencia que pudo.
—Yo lo llamaría talento —intervino Hongjoong con una inexpresividad de teatro y la cabeza en alto, viéndolo con determinación y llevándose una porción de carne a la boca—. A diferencia de los otros prospecto de lanzadores, conseguiste superar las noventas millas en tu prueba. Encima, en tu primer intento, nada más ni nada menos. ¿Cuántas fueron?
—Noventa y tres millas —respondió Mingi con la boca seca.
—Lo que sería más de 140 kilómetros por hora —destacó el omega con un esbozo de sonrisa—. Un mérito impresionante que no muchos consiguen —dijo tras levantar su copa de agua—. Yo nunca he superado las ochenta millas.
La declaración, hizo que Mingi negara con énfasis—. En tu juego de debut, hiciste noventa millas. En nuestro equipo hay un medidor y fue lo más impresionante que he visto de un campocorto. Tienes brazos fuertes.
—Pero desde entonces no ha conseguido mucho más —señaló Haesuk, haciendo suspirar al alfa a su costado.
—Por el contrario, has logrado una serie impresionante de hits y un cuadrangular a inicio de la temporada regular, además de vencer a los Samsung Lions a mitad de campeonato.
—Pero los Samsung Lions no son la gran cosa —intervino la mujer de uñas limadas.
—¿No lo son? —preguntó Mingi con una sorpresa fingida—. Si ocupan el segundo puesto en la Liga — agregó en la misma cadencia, para enseguida de ello, acotar:—. Es un equipo que ha ganado 14 victorias desde su fundación y, desde que adquirieron a Choi San, la Piedra Preciosa de Namhae, se han vuelto fuertes. Teniendo una defensa más dinámica, solidificada y de pases más cerrados. En mi criterio, diría que son algo importante contra lo que competir.
Apretando las comisuras, la mujer asintió a regañadientes, se notaba que tenía cierto conocimiento y comprensión general del béisbol, pero lo que eran sus raíces profundas, fallaba a lo grande. No sabiendo con qué argumento válido y coherente contrarrestar los suyos.
Lo que le venía como anillo al dedo.
—¿Pero qué hay de los Doosan Bears? —preguntó con una malicia que podía sentirse en la piel como espinas brotando de una rosa—. Apenas sobrevivieron esta temporada.
—Mamá... —advirtió Beomjoong, haciendo que Yeosang se remueve en el asiento a su lado—. No empieces de nuevo con esto, por favor. Es mi cumpleaños.
—Simplemente quiero saber cuál es su opinión en el rendimiento del equipo este año, es todo.
—Y si no le molesta que pregunte, ¿quién sería yo para juzgar sus aptitudes?
—Pareces saber bastante de los otros equipos que, me cuestionaba, cuál era tu criterio de los Doosan Bears.
—Tuvieron fallas notables en su comunicación general —dijo con una honestidad aplastante. Percibiendo, más que viendo, como el omega se tensaba a su lado antes de recoger su vaso de agua y beber—. Si no hubieran tantos imbéciles en el plantel, su defensa sería más cerrada que la que hoy manejan los SSG Landers, no obstante, dejan que las emociones y los prejuicios jueguen por ellos.
—Entonces, en base a eso, ¿coincidimos que no son de categoría especial?
—No, son de categoría especial —aseveró con una contundencia que puso un silencio estático en la mesa. Haesuk se mostró impactada, saliendo de ese rol frívolo y dejando que sus colores se muestren: ojos grandes y abiertos; cejas bien delineadas en una piel blanca y enarcadas con asombro—. Desde que se integraron a la Liga, consiguieron obtener 11 victorias a su nombre. Son un grupo formidable y tienen a uno de los mejores paradores en corto que he visto. Dinámico, rápido y astuto. Es una pena que el esfuerzo de su trabajo arduo lo haya llevado a una lesión, pero todos pasamos por una en algún momento.
—¿Tú has tenido alguna? —preguntó Seonghwa con obvia curiosidad.
—En el codo —respondió tras un asentimiento, rememorando su juventud—. Fue antes de los juegos de las estrellas.
—Nadie sabía si participaría —agregó Yeosang con esa voz calma que manejaba—. Los entrenadores estaban preocupados a diferencia del mánager, cuando lo entrevisté para corroborar algunos datos, se mostró bastante positivo en su recuperación. Dijo y cito: "es un muchacho determinado, si quiere algo, puede conseguirlo. Recuperarse es un juego de niños cuando se tiene esa convicción".
Sonriendo, Mingi recordó reírse cuando leyó las palabras del mánager Shim en la revista. Lo dejaron con una extraña sensación de compromiso y afabilidad hacia el hombre, que el día de hoy, años después, todavía sentía.
—Fue el titular de la revista —agregó Mingi con tranquilidad.
—¿Ves? —dijo Haesuk de repente, atrayendo la atención de todos—. Tu lesión no es más que un impedimento mental. De querer, ya habrías vuelto al campo.
Mingi no pudo evitar enojarse ante las aseveraciones de la mujer, si había algo que Hongjoong amara con la misma intensidad que lo hacía al amar a sus amigos o a su hermano mayor, era el béisbol. Principalmente estar en el diamante con el resto de sus compañeros, incluso si no se llevaba bien con ellos. Que la mujer tuviera el descaro de insinuar lo opuesto, sólo hacía que la sangre del alfa hirviera.
Y supo que los presentes se dieron cuenta, principalmente, el omega a su lado, porque el espacio de la cocina comenzaba a llenarse con sus feromonas. Y la fragancia de enojo de un alfa dominante, no era algo que cualquiera pudiera soportar si no se estaba acostumbrado a frecuentarlo. La intensidad era como brea, viscoso y denso. Algo insoportable que evocaba al sometimiento.
Y la mano pequeña en su muslo, tuvo un efecto reducido para tranquilizarlo.
—Señora, no me malentienda, pero mi lesión fue de segundo grado. Estaba previsto que me recuperaría con rapidez, sin contar los factores genéticos. En cambio la lesión de su hijo —resaltó con una aspereza de hierro—, es de primer grado. Lo que déjeme explicarle, significa meses de rehabilitación y cuidado excesivo. Por ende, no tiene sentido que lo regañe por algo que no puede controlar y debe dejar en mano de profesionales.
—Eso lo sé.
—Me pareció que no lo tenía bien claro, es todo.
El resto de la cena continuó en un ambiente incómodo que se vio roto, únicamente cuando llegó la hora de partir el pastel, con la boca llena y las manos ocupadas, no hubieron espacios para las discusiones ni la discriminación. Lo que le vino bien a Mingi, porque comenzaba a perder el control de la riendas de su paciencia.
Y cuando llegó la hora de lavar lo usado, no dudó en ofrecerse, más para quitarse un poco del estrés de la cena que por cordialidad. Y Hongjoong debió percatarse de ellos, porque ni una hora después, Mingi percibió sus feromonas en la entrada pero no pasaban de allí. Lo que le obligó a voltear.
Encontrándolo con las mismas prendas de hoy en la tarde, una remera blanca, simplona y de mangas cortas, por otra de mangas largas debajo a modo de poner capas a su atuendo. En las piernas unos pantalones rojos a cuadros, lucía encantador y con la cabellera algo revuelta por el viento, le daban una apariencia más jovial.
—No tenías que intentar rebajarte para defenderme —fue lo primero que le dijo al ingresar, un susurro que se perdió en las paredes silenciosas de la noche. Donde asumía, el resto, dormía.
—Simplemente me exasperó que no pudiera comprender hechos tan simples.
—Con el tiempo aprendes a acostumbrarte.
—No debería ser así —masculló en desacuerdo, girándose para terminar con unos vasos—. Eres su hijo, por todos los cielos.
Riéndose, el omega llegó a su lado y se apoyó en su hombro de la forma que pudo—. No significa que tenga que amarme o estar orgullosa de lo qué soy o de lo qué hago.
—Bueno, discúlpame, pero que se vaya al demonio entonces.
Riendo, el omega no agregó otro comentario a ese, en su lugar, decidió desviar el tema a uno menos denso—. ¿Quieres probar la bebida ahora que estamos solos?
—Pasan de las once —le recordó en un susurro, secándose las manos para, en una secuencia diestra de acciones, rodearle la cintura. Presionándolo contra la encimera.
—¿Es tarde para eso pero no para esto?
—Define mis prioridades en tres palabras y tienes tu bebida. Sé que la quieres a causa del estrés.
Enarcando una ceja, el omega se echó unos centímetros para atrás—. Si lo sabes, ¿por qué me lo estás prohibiendo?
—Es muy tarde para que tomes alcohol y habíamos acordado que ya no atentarías contra tu salud.
—Fumas cuando estás estresado, Mingi. Es lo mismo.
—Touché —susurró con una ápice de sonrisa—. Aunque ambos sabemos que te gusta.
—Seguro que sí.
Y al pronunciarlo, sus brazos se abrieron como si fueran cadenas, perdiendo su valor. Volviéndose impotentes a los lados de su cuerpo. De ese modo, Mingi vio a Hongjoong entender el mensaje y sin demoras, comenzar a hurgar en las alacenas de la casa de su infancia. Sacando unos vasos pequeños a una botella de ginebra que no había notado. Incluso lo miró hurgar en la heladera, sacando un recipiente con arándanos azules lo cuales nunca notó. Sin mucho qué hacer o qué aportar, el moreno tomó uno de éstos y se los llevó a la boca, ganando una mirada crítica por parte del castaño. Riéndose, el pelinegro le guiñó un ojo.
Sabiendo que es también le gustaba.
Con una destreza mecánica, observó al omega moverse en la cocina y usar los utensilios con comodidad, desde un simple hielo a una cuchara. En ese rincón en el que se encontraba, lo vio hacer sus cosas a detalle. Moverse con naturalidad y portar una expresión concentrada. Fue fascinante por alguna razón que adjudicaba a su corazón.
Al finalizar, se le acercó con una copa profunda con la bebida oscura en ella, una arándano flotando en la superficie junto con un par de hielos. El castaño se veía emocionado y con una ligera sonrisa en la cara, y en la quietud de esa ascendente madrugada, Mingi supo que estaba verdaderamente enamorado de Hongjoong.
—Es muy dulce —musitó en un tono apreciativo luego de hacerse con la copa y darle un simple trago.
—Me gustan las cosas dulces —le dijo con obviedad, incitándolo a probar más—. ¿No lo habías notado?
—Tus feromonas se vuelven locas cuando te llamo Ángel —le recordó con una media sonrisa, viéndolo iluminarse bajo el calor de una luz naranja—. Y te encanta que te endulce el oído.
—¿Ah, sí? —preguntó el omega frente a él, párpados caídos y sonrisa perezosa.
—Te encanta escucharme alabarte. Tratarte como una criatura preciosa.
—¿Y no lo soy? —cuestionó con la cabeza a un lado y la lengua asomándose por entre sus labios.
Acercándose unos centímetros, logró que sus pechos se rozaran pero la copa en sus manos, dificultó que pasaran más allá. Encorvándose, la sonrisa de bastardo se transformó en un gesto más sugerente.
—Eres hermosos, Hongjoong. Tanto que no puedo dejar de adorarte.
—Sabes qué decir —dictaminó con una sonrisa complacida, deslizando una mano por su abdomen firme hasta detenerse en lo bajo de su panza, a inicios de su ingle—. Seguro eso te ha favorecido en tus conquistas —agregó mientras que con la otra mano, se llevaba el arándano a la boca—. Siendo todo un galán.
—La única que me interesa parece indiferente.
—¿Por qué no me demuestras cómo cambiar de opinión? —sugirió en una cadencia de seda, un susurro insinuante y una sonrisa comparable con la del gato de Cheshire. Todo dientes y encías.
—¿Por qué no mejor cortan con su rito de apareamiento y se van a dormir? —preguntó Beomjoong de repente, saliendo de entre las sombras y sorprendiéndolos.
—¿Cuánto llevas ahí? —preguntó Hongjoong al separarse y con las orejas rojas.
—Más de lo que me gustaría —respondió el beta con seques—. Sabes que la luz da a mi habitación con la puerta entreabierta, no me esperaba encontrarlos así al venir a ver qué los entretenía tanto.
Mingi carraspeó—. Lo siento —dijo sinceramente apenado.
Rodando los ojos, Beomjoong hizo una seña hacia el umbral—. Sólo vayan a dormir. Sentido literal aquí, ¿de acuerdo?
—Joder, hyung, quedó claro —dijo el omega al pasar a su lado, golpeándolo en el hombro—. Eres insoportable.
—Agradece que no apareció papá, criatura, malagradecida.
Ignorándolo por completo, el omega siguió de largo, fundiéndose en la oscuridad de la sombras y desapareciendo del campo visual de ambos. Tragándose lo último de la bebida, el alfa procedió a lavar la copa. Que era lo último que faltaba.
—Le gustas.
—Sí, lo sé. Sólo que rara vez lo reconoce.
—Y tú le hiciste un juramente anticuado en sus principios, ¿cierto? Él me lo contó.
—Me odiaba, quería que confiara en mí. Sentía la necesidad de que lo hiciera, así que lo hice. ¿Por qué?
—Te apruebo —dijo de repente, dejándolo sin aire. Totalmente desconcertado—. Sé que la aprobación de mis padres no te importa demasiado, pero soy su hermano mayor y si quieres cortejarlo, adelante. Ve por ello. Demuéstrale que vales la pena. Demuéstrale que él lo vale.
Conmovido por sus palabras, el alfa realizó una reverencia de noventa grados con las manos pegadas a los costados.
—Muchas gracias, hyungnim. No lo esperaba y...
—Sí, sí, sí, te sientes bendecido. Ahora ve a la cama antes de que Hong venga a buscarte.
—Muchísimas gracias —repitió antes de tener la aprobación para enderezarse—. De verdad, hyungnim...
—Ya ve, muchacho. Entendí. Largo.
Riéndose de esa apatía similar y comparable a la de Hongjoong, Mingi realizó una última reverencia antes de irse. Al llegar a la habitación de la infancia del omega, el alfa lo encontró ya cambiado. Con una simple remera gris y pantalones cortos en las piernas. Mordiéndose el labio inferior, el pelinegro fue directo a los brazos abiertos del castaño. Fundiéndose en su aroma y en su persona.
—¿Por qué tardaste tanto? —preguntó en un susurro contra su cabellera.
—Me estaban regañando por querer hacer cosas inapropiadas en la cocina.
—No estamos ni en tu casa ni en la mía, Min, es normal.
—Ángel, casi jodemos en tu escritorio.
Riéndose entre dientes, el aludido le mostró una sonrisa apenada—. Bueno, no vi que te quejaras en ese instante.
—Nunca vas a verme hacerlo.
Declaró antes de que la medianoche llegara y sus labios se hallaran en un beso profundo que hizo a sus corazones latir a un ritmo acompasado y unísono.
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Al despertar con el sol de la mañana dándole en la cara, el primer instinto de Hongjoong, fue culpar a Mingi por no haber cerrado la cortina como le pidió que hiciera, sin embargo, enseguida a ello, vino el recuerdo de que estuvieron a los besos hasta que la luz de la luna los iluminó en un resplandor de ficción, y es que asumió algo de la culpa.
Quejándose por lo bajo, se restregó los ojos con gentileza, quitándose las legañas que se acumularon en sus ojos y párpados la noche anterior. Con eso hecho, procedió a tomar sentido y consciencia de su alrededor. Notando que la sábana se había corrido de su cuerpo y una de sus piernas reposaba sobre el abdomen de Mingi con naturalidad. En estas últimas semanas, se les había vuelto un hábito terminar enredados en el otro de alguna forma. Inconscientemente, buscando contacto entre ellos a pesar de poner una distancia innecesaria en sus cuerpos o dormir en diferentes direcciones.
También se había vuelto común para el omega, toparse con el pecho al descubierto del alfa. Siendo una superficie dorada besada por el sol y delineada por el escultor más experto. Líneas que iban en una dirección y trazados superficiales en otra. Músculos anchos que resaltaban por el más mínimo movimiento y nervios que resaltaban debajo de la piel por el cambio de posición. Una estructura bien esculpida que no dejaba ninguna pieza fuera de lugar. Todas encajaban entre sí y funcionaban con una similitud paralela. Era deslumbrante.
Mordiéndose el labio inferior, Hongjoong no sabe que estuvo apunto de hacer cuando alzó una de sus manos por encima de aquel abdomen trabajado, lo qué sea, quedó en el olvido en el instante que sus labios se partieron en un gemido adolorido y una mano pesada impactó contra la superficie de su muslo. Dedos largos y grandes que se cerraron en la carne maltratada, sólo para amasarla de forma vaga. Mingi queriendo reconfortar al omega del dolor.
—¿Qué tramabas? —preguntó el alfa con un tono de voz grave y una textura rasposa que era relativa a su recién despertar.
—¡Nada! —declaró con una inflexión que lo delató, haciéndolo ver culpable. Sonrojado, el omega se colocó sobre su hombro—. ¡De verdad que nada!
—No deberías gritar tan temprano en la mañana incluso si tu habitación se encuentra al final —le recordó con esa tesitura rasposa que le erizó los vellos. Sin embargo, lo que lo dejó atónito, fue la acción que le acompañó a las palabras y la mano que azotó su muslo con una dureza que se sintió en la carne—. Son modales básicos, Ángel.
Enderezándose de golpe, Hongjoong se colocó a horcajadas de Mingi y comenzó a tomarle la temperatura por todos sitios, errando en algunos puntos importantes, que, notó al alfa contenerse en comentarlo. Incluso midió su pulso tres veces. Pero no, todo parecía encontrarse en orden.
—¿Qué sucede contigo y por qué estás tan activo en la mañana?
—No sé en lo qué pensabas, pero me estabas llamando. Esa pregunta debería de hacértela yo.
—Sólo te estaba admirando, es todo.
—Y pensando en otras cosas —insistió con un tinte travieso en la voz, para acto seguido, volver a azotar su carne. Esta vez, con menor vehemencia, la suficiente como para agitarlo—. Y luego el degenerado soy yo.
—¿Podrías dejar de azotarme la piel? —pidió en un farfullo arrastrado, sobándose el área afectada.
—¿Creí que te gustaba? —preguntó con una de las cejas enarcadas.
—Sí, pero en la cama.
Enarcando ambas cejas, el alfa no pudo evitar preguntar—. ¿Y dónde estamos?
—Sabes a qué me refiero, idiota.
—¿Es así?
Riéndose, Mingi colocó una mano detrás de su nuca para amortiguar su cabeza y lo miró desde abajo con ojos brillantes, obsidianas indescriptibles y abrasadoras que lo hicieron acalorarse. Removiéndose en su sitio, Hongjoong lo observó con cautela, sólo para verlo poner la mano derecha encima de su muslo. Abarcando tanto espacio con la palma abierta, que tuvo que morderse la mejilla interna para contener un gemido. Ahora comprendía a qué se refería con pensamientos pecaminosos el pelinegro. El deseo y lo evidente que lo hacía en sus feromonas debía ser ridículo a este punto.
Pero es que la diferencia de tamaños...
—¿Quieres hacer algo rápido mientras todos todavía duermen? —preguntó en un susurro, inquieto.
Sonriendo, el moreno comenzó a trazar patrones en su piel inmaculada—. ¿Por qué no? —respondió tras un encogimiento—. Pero primero me tienes que poner de humor. Podrías empezar por ponerte arriba, nunca te vi desde ese ángulo —boquiabierto, el omega se quedó estupefacto en el colchón, avasallado por la sugerencia e incapacitado por sus vacilaciones. No obstante, las caricias superficiales fueron un modo de aliento, porque en el minuto siguiente, se halló a horcajadas del moreno, sus manos apoyadas en lo bajo del vientre impropio—. Glorioso —susurró con una veneración auténtica.
—¿Qué hago a continuación? —preguntó desorientado, relamiéndose los labios.
—¿Quieres que te dé órdenes? —repreguntó con burla—. Creí que eso no te gustaba.
Mierda, ¿cuándo él había dicho eso? Enojado, tal vez. No descartaba las posibilidades pero caliente y con un tipo así de atractivo debajo suyo, le fascinaba que lo mandaran. Era una manera de contrarrestar su personalidad volátil y de acentuar su expresión como omega. La sensación era liberadora y un delirio de placer si el tipo sabía lo qué hacía.
—Me gusta —respondió de forma tonta, la lengua pesada y los nervios a flor de piel—. Me gusta si eres tú.
Sacando la mano detrás de su cabeza, Mingi fue veloz para sujetarlo por la mandíbula y obligarlo a inclinarse hacia abajo. Fue una acción inesperada, aparte de brusca, pero increíblemente, no le causó ningún daño. Sólo hizo que su cabeza se mareara y liberara más feromonas.
A eso se refería.
—Debería gustarte porque se trata de ti, no de mí —reprimió el pelinegro con un tono de falsa seques—. Ahora —continuó luego de soltarlo, un tono más moderado—, ¿por qué no haces algo para entretenernos?
—¿Qué quieres? —preguntó en un quejido lamentable. Estaba medio duro y excitado, pensar no era su fuerte en ese estado.
—¿Qué quieres tú?
Apretando los labios, Hongjoong se hizo hacia adelante hasta apoyar la frente debajo del mentón de Mingi, la postura fue incómoda pero no le interesó en lo más mínimo. No quería pensar. No ahora y en lo corto que sería el momento antes de que alguien fuera a tocarles la puerta.
Joder con la personalidad maliciosa del alfa. ¿No podía darle lo que quería y ya? Que de repente actuara tan mandón era..., desconcertante y sumamente emocionante. Y a su vez, quería probar hasta dónde podía llevarlo. O hasta dónde lo llevarían. Estaba abierto a las posibilidades.
Abriendo los ojos, el omega observó la piel dorada con detalle y más abajo, al pequeño bulto que resaltaba del pantalón largo que usaba el lanzador. La urgencia y la necesidad, eran como combustible en esa situación y el cerillo, tan cerca de ser encendido.
—Te quiero a ti —declaró con una resolución de fuego, enderezándose lo suficiente para que sus ojos puedan encontrarse.
—Aquí me tienes.
Sacudiendo la cabeza, Hongjoong se enderezó por completo y robándole un suspiro a Mingi, meció sus caderas juntas, creando algo de fricción por encima de sus prendas ligeras. El ardor del primer movimiento se sintió tan dulce que los envolvió en una capa fina de creciente lasciva.
Y antes de que se dieran cuenta, sus caderas se estaban moviendo de forma circular, frotándose entre sí en a un ritmo lento que bien podía ser considerado tortuoso. La humedad de sus prendas le resultaban incómodas, pero ninguno intentó hacer algo para cambiar la situación. Mantuvieron sus manos quietas y ajenas al intercambio. Lo que construyó una tensión volátil con lentitud.
Jadeando por aire, Hongjoong arqueó la espalda cuando Mingi flexionó las rodillas y el grueso de su miembro se sintió en esa área específica que tanto le gustaba. Fue casi increíble y aún más sensacional cuando aquellas manos grandes fueron a parar a su culo y lo partieron por encima de su pantalón corto, el calor lo tuvo sudando y con la respiración agitada. Asegurándose a las caderas estrechas del alfa, continuó con su vaivén, envolviéndolos en una bruma caliente y sofocante. Sensaciones que perduraron en la piel y marcas apenas visibles que se trazaron con tinta desgastada, eran las caricias que los abordaron en sus respectivos cuerpos.
Dándole un azote por encima de la ropa, el moreno apartó las manos de su culo y jadeó un comando simple: tócate. No obstante, al omega le costó entender sus palabras entre tantas respiraciones laboriosas y el calor desmesurado de la habitación, con pleno sol que se filtraba por la ventana.
—Tócate para mí —le dijo en un tono trabajoso, marcando sus dedos en los mulos—. Dijiste que me querías, entonces, haz eso por mí. Muéstrame cómo te das placer.
Gimiendo profundo, esta vez, Hongjoong no dudó en llevar sus manos por debajo de la remera que traía y juguetear consigo mismo, pero al notar la disconformidad del alfa, pronto se la quitó, tirándola a algún lugar en el suelo. Expuesto en la gloria de su piel, no vaciló al tironear de sus pezones, al inicio fueron pellizcos suaves, tentativos para probar el nivel de sensibilidad que manejaban ese día. No obstante, hicieron que los dedos de Mingi se imprimieran en su piel con fuerza. Marcas rojas que no tardarían en irse. Sonriendo en triunfo por la reacción, continuo masajeando sus pezones, incluso apretando sus pechos con ambas manos, haciendo resaltar la carne blanda que los bordeaba pese a su cuerpo de atleta.
Envuelto en el placer personal, sus caderas se movieron con mayor vehemencia y falta de ritmo, erráticas en su propia burbuja lujuriosa.
Encapsulado en esa nebulosa de ardor, el omega se llevó una mano al interior de sus pantalones, pero en el instante que intentó tocarse a sí mismo, unos dedos largos le rodearon la muñeca y lo detuvieron. Al abrir los ojos que no se había dado cuenta, que cerró. Se encontró con una mirada severa de advertencia. Excitado y en la octava nube, Hongjoong sólo pudo gemir el nombre de Mingi de una forma lastimosa, sin embargo, éste no dio el brazo a torcer y no le permitió tocarse.
Frustrado y ansiando una liberación inmediata, comenzó a sacudir sus caderas de forma circular con mayor insistencia, percibiendo la humedad impropia y la suya entremezclada a través del fino material, las feromonas flotando en el aire y creando una combinación adictiva, esto sumado al almizcle de sus olores corporales. Tuvieron la mente del castaño dispersa, sumergida en una nebulosa de mil estrellas e infinitos interminables. La piel caliente y el sudor que resbalaba por la parte trasera de su nuca, los vellos erizados y los nervios hipersensibles. Un ardor más allá del concebido y abrasador como mil soles. Un vacío a pasos de distancia en el que quería ahogarse y una restricción frustrante a la que no se lo permitía acceder.
Para cuando esa liberación llegó, lo eclipsó todo, sus párpados cayeron con una fuerza demoledora y sus piernas convulsionaron sin parar. Un placer más allá del conocido arrasó con su figura, demoliendo sus terminaciones. Pero lo que le hizo perder la razón, fue esa mano intrusa que se coló entre sus pantalones sin pedir permiso y de la nada, comenzó a sobre-estimular su miembro sensible, acariciándolo lentamente por el falo hasta, gradualmente, empezar a frotarlo con mayor rapidez. Concentrándose en el glande y la parte inferior de su cabeza, lo que lo trasladó a un delirio fuera de este mundo. Sus uñas arañaron con fuerza la piel bajo sus palmas y las comisuras de sus ojos se llenaron de lágrimas no derramadas. Gimiendo sin parar el nombre de Mingi, Hongjoong no sabía si le estaba pidiendo que continuara o que se detuviera. De cualquier manera, cuando una uña roma jugueteó con su hendidura, las estrellas cayeron del cielo y el sol lo absorbió por completo quemándolo desde adentro. Las venas se le prendieron fuego y las neuronas hicieron corto circuito. Las convulsiones se prolongaron y las luces estallaron detrás de sus párpados al punto de cegarlo.
En alguna parte de su éxtasis, algo en su mente se jodió, porque todo le comenzó a parecer demasiado y en esa locura intoxicante, su mente se fue a negro y siguiendo un impulso instintivo, se desplomó sobre el moreno, el sabor salado de su piel vino acompañado con el metálico de la sangre. Pequeñas gotas que tiñeron su lengua de rojo y su corazón de una necesidad desconocida.
Y antes de que lo supiera, Hongjoong se encontraba llorando, lágrimas rodando por sus mejillas y manchando la piel dorada de Mingi. Quien simplemente rodeó un brazo alrededor de su cuerpo descompuesto y le acarició la cabeza con la otra mano. Tranquilizándolo.
—Está bien, está bien, Ángel. Ya paso —susurró en una cadencia relajada, emitiendo una menor frecuencia de feromonas—. Estás bien. Fue el placer. De nuevo lo siento. Debía avisarte.
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó entre hipidos.
—Lo siento, Ángel, lo siento.
El aludido asintió de forma ida—. Lo siento también —dijo para su propia sorpresa y con mejor vocabulario, con el rostro envuelto en lágrimas y rojo—. Por haberte mordido —consiguió explicar.
Riéndose, el moreno se fijó en la marca de dientes alrededor de su hombro—. Fue por el placer, te dejaste llevar demasiado y eso te hizo entrar en un espacio mental diferente. Es normal. No pasa nada.
—¿Cómo estás tan seguro? —cuestionó con la voz quebradiza.
—Experiencia —le contestó con una sonrisa reveladora pero no profundizó más allá.
Enderezándose, el castaño procedió a limpiarse el rostro—. Te odio —le dijo, entre hipidos, aceptando su explicación—. Te dije que la siguiente vez me avisaras.
—Lo sé, creo que me dejé llevar un poco también. No se volverá a repetir.
Inclinándose hacia abajo, el omega le dio un beso rápido al alfa—. Igual estuvo bien.
Asintiendo lentamente, el lanzador le dio la razón mientras aún, continuaba acariciándole la espalda en patrones relajantes. Para cuando su llanto disminuyó, lo cargó hacia el baño. Donde lo atendió como un rey, sin permitirle hacer nada. Lo que no le molestó y en cambio, puso una sonrisa tonta en su cara.
Mingi consideraba que después del sexo abrumador, Hongjoong se merecía un descanso. Y éste no estuvo en contra de saltarse el desayuno, después de todo, difícilmente consiguieron borrar el rastro del otro.
Lo que fue extraño, pero no pensaron demasiado en ello, adjudicándolo a la mordida.
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El segundo día en la casa de los Kim, transcurrió con la mayor tranquilidad que fue posible si se trataba de Haesuk y sus comentarios despectivos. Los cuales sólo disminuyeron en frecuencia, porque si bien de existir, existieron. Desvalorizando todo lo que estuviera a su alcance con una sencillez de hielo. Su actitud frívola y su porte elegante, eran una personificación exacta de su actitud desagradable.
Mingi no lo soportaba. Sin embargo, hizo sus mejores intentos por mostrarse respetuoso. Lo que le costó una cantidad impresionante de fuerza de voluntad.
Para el tercer día, la situación se había amenizado lo suficiente como para que la mujer se abstuviera de arruinar los momentos con su boca floja y sus palabras desacertadas. Lo que fue un respiro para todos. Lo que Mingi más adoró de ese último día, es que Hongjoong lo tomó de la mano, inconscientemente, y lo llevó por su antiguo vecindario con una sonrisa enorme plasmada en la cara. Yeosang y Seonghwa siendo los acompañantes fieles del omega mientras que Beomjoong sólo era una presencia entre ellos.
Y al ingresar a una enorme tienda de discos y música en general, se vio arrastrado al interior por un torbellino de energía que le recordó amorosamente a Wooyoung. Dentro de la pintoresca tienda, no se hallaban muchas personas, pero sí un par de clientes y los encargados de mantenerla en funcionamiento.
Emocionado por las memorias que le evocaba el local, Hongjoong lo llevó por los distintos estantes hasta detenerse en uno de los finales. Mostrándole una colección de discos de vinilos distintos, explicándole sobre los artistas o en el año que habían salido con una fascinación que le ponía un brillo especial en la cara. Fue encantador de presenciar. Que inexorablemente, no pudo mantener la distancia mucho tiempo y pese a sus anteriores conversaciones de muestras de afecto en público, se encontró a sí mismo besándolo en la mejilla. Un acto inocente que evocó un sonrojo sutil.
—¿Por qué fue eso? —preguntó el omega en lugar de recriminarle. Algo que le sorprendió. Esperaba alguno reclamo o alguna queja válida de porqué no debería haberlo hecho.
—Te veías hermoso —respondió con una honestidad brutal que le nació del corazón.
Inesperadamente, el castaño se rió a la par que sacudía la cabeza—. No tienes solución —le dijo con humor—, siempre respondes lo mismo —agregó, sonriente—. ¿Acaso intentas seducirme para que acepte más rápido tu propuesta de cortejo?
Impresionado por la implicación, el alfa no pudo evitar preguntar, con mayor seriedad de la que se requería:—. ¿Alguien ya lo intentó antes?
—Nah —fue la respuesta simplista del castaño—. No conmigo, al menos —agregó en un encogimiento, hurgando entre los discos—. No pienso que nadie sea tan estúpido, ¿acaso tú sí?
—¿Qué es lo que dirías tú? —replicó con sinceridad, poniendo a prueba al omega. Y éste lo supo, porque se mostró sorprendido. Ojos grandes y cejas elevadas. Incrédulas.
—Eres demasiado buen alfa para permitirlo —respondió el hombre más bajo tras un momento de breve deliberación—. Pero por sobre eso, diría que eres una persona con modales de caballero y una moral impecable. No eres de los que juegan sucio.
Estirando sus labios en una sonrisa maliciosa, el alto se aseguró de que no hubiera nadie a la vista, en el instante exacto que arrinconó al más bajo. Presionándose en su figura menuda y robándole el aliento en una secuencia imprevista de movimientos.
—¿No soy de los que no juegan sucio? —preguntó, observando un segundo por arriba del estante para notar que no habían personas alrededor, para acto seguido, liberar sus feromonas a una intensidad considerable—. ¿Estás seguro?
Jadeando por aire, Hongjoong lo golpeó con el puño cerrado en el hombro, el impacto del puñetazo, le torció los labios en una mueca desagradable y le hizo perder fuerza en el agarre.
—Muy seguro, ahora corta con esto o te patearé en las bolas.
—Sólo jugaba —respondió de manera inocente, sobándose el área lesionada y soltándolo. A su vez, reduciendo la frecuencia de sus feromonas hasta que se quedó como una simple fragancia perceptible.
—Jugando —repitió el castaño entre dientes, apartándose de esa sección—. Estabas probándome. Pero, ¿por qué ahora? Pudiste hacerlo al principio, al igual que yo.
—Creo que fue la incredulidad del momento.
—A otro perro con ese hueso, Song.
—Me gustas, ¿de acuerdo? —le confesó al final, saliendo de la tienda y todavía detrás de él—. A veces sólo necesito una confirmación... No lo sé. Es confuso, olvídalo. Siento lo de hace rato, no debí...
—Sólo dilo —presionó Hongjoong de repente, enfrentándolo. Cejas fruncidas y labios arrugados a los costados, un rictus negativo—. Sólo di que necesitas una confirmación de que también me gustas, ¿no es tan difícil o acaso lo es? Si pretendes cortejarme, deberías tener más agallas.
—¿Por qué estás tan enojado conmigo? —cuestionó Mingi sin comprender qué sucedía. De manera inesperada, se hallaban fuera de una tienda vieja de discos, discutiendo, con el resto dentro aguardando por ellos.
—¡Porque me gustas! —confesó como si no fuera obvio en un tono irritable—. Pero no sé si eres tú o tu alfa. Y que me pusieras a prueba fue una mierda confusa.
Comprendiendo la encrucijada ajena, el alfa dominante optó por una postura más diplomática. Presionarlo para que halle una respuesta los iba llevar a una camino sin salida y a que atraigan más atención, de lo que estaba seguro, ninguno quería. Como también sabía que a veces costaba discernir los sentimientos y hacia quiénes estaban dirigidos. Por lo que fue compasivo, el omega había tenido bastante experiencias en ambos extremos como para crearle un lío. Él no necesitaba ser otro peso muerto sobre su hombro.
—Lo siento —murmuró con las manos en alto y una sonrisa caída, apenada—. Nunca fueron mis intenciones poner en conflicto tus juicios sobre mí. Te pido que me perdones.
Mordiéndose el labio inferior, el omega asintió con lentitud, las comisuras de sus ojos brillantes, por la contención forzada de emociones y el roce cercano a lo que pudo ser otras de sus crisis. Limitándose a las acciones, Hongjoong se acercó a él y si bien lo abrazó por la cintura y Mingi intentó devolver el gesto, le terminó sabiendo a poco. Demasiado rápido. Demasiado fugaz. Demasiado amargo.
Fue esa clase de sensación que lo dejó con un vacío en el medio del pecho.
Porque en el instante que se separaron, el omega desapareció de su lado, como si nunca hubiera estado. Corriendo al interior de la tienda y pegándose al costado de su hermano mayor con una obviedad inesperada. Suspirando por lo bajo, Mingi se pasó una mano por el pelo y buscó una área de fumadores donde pudiera relajarse, encontrando una tres calles más arriba. Con el cigarrillo entre los labios, la situación siguió teniendo un peso amargo en su mente. Y en cada nueva calada, sus entrañas se revolvían con una acidez inexistente. Un dolor fantasma que dejaba rastro y después volvía.
—¿Discutieron?
Sin la necesidad de voltear a su lado, Mingi supo que se trató de Yeosang, no sólo por la voz, sino que por el aroma fragante a rosas y lavanda que se aproximó con una sutileza cariñosa desde la distancia.
—Algo parecido —respondió en su tercera calada, girándose a verlo por entre el humo—. No estoy muy seguro. Creo que fue mi culpa. ¿Cómo te enteraste?
—Siempre que se pega a Beomjoong-hyung de esa manera, es porque discutió con alguien. Y sólo estuvo contigo en todo el día.
Sonriendo con algo de culpa, el alfa se llevó el cigarrillo nuevamente a los labios. Recostándose contra la pared y alzando la mirada al ocaso que se pintaba de tonos cálidos en el cielo inmaculado de nubes.
—Lo siento —murmuró finalmente.
—No lo hagas, es difícil para él y para ti —le recordó con una sonrisa comprensiva, recostándose a su lado—. Lo están haciendo mejor de lo que todos pensamos. Teniendo en cuenta sus inicios, claro.
Mingi se rió ante eso pero no acotó nada, en su lugar, aprovechó su nueva exhalación profunda para cambiar de tema. Le sabía demasiado agridulce continuar con esa oleadas de consuelo.
—¿Cómo vas con Yunho? —preguntó desde el auge de la curiosidad y la ligera complicidad—. Me enteré que estuvo enviándote fotos de una lindura peluda.
—Un león, diría yo —concedió el beta con humor, asintiendo cortamente—. Que por los vídeos, no parece ser suyo. Obedece poco a sus comandos de sentado.
—Es mío —admitió Mingi sin pena, mostrándose orgulloso—. Sarang es una buena chica, pero rara vez sigue las instrucciones de Yunho. Le gusta más tontear con él.
—Así que una chica, vaya, no pareces un hombre de gatos.
—Es una especie de herencia familiar.
—Resultó bastante linda —reconoció el rubio con un asentimiento—. Tu amigo no es malo, ¿sabes? —agregó tras unos silencios que se perdieron en la muchedumbre de las calles.
—¿No lo es? —preguntó con curiosidad.
—Un poco arrogante, pero de ahí en fuera, es más como un cachorro gigante.
—Y por lo que escucho, no está mal que asuma que te gusta, ¿verdad?
—No me gusta su personalidad tan marcada, pero no me desagrada. Es todo lo que puedo admitir por ahora.
Riéndose, Mingi aplastó la punta del cigarrillo—. No eres un mal chico tampoco, Yeosang —declaró con una afabilidad que se filtró en su aroma—. Cualquier cosa que decidas hacer con Yunho y su relación, tienes mi apoyo.
—¿Incluso si lo rechazo? —preguntó el rubio, ceja enarcada y expresión relajada en un tinte elegante de curiosidad.
—Incluso si decides que no quieres darle una oportunidad.
—Joong, sólo está confundido, dale tiempo. Lo necesita.
—Gracias —le dijo con la mayor sinceridad.
A la hora de reunirse con los demás, lo hicieron una hora después y con bolsas en mano. Habían decidido ir a comprar, no sólo chatarra para su viaje de regreso a la capital, sino que también recuerdos para sus respectivos significantes o, en todo caso, para ellos mismos. Para ese instante en el que el cielo se encontraba manchado por colores rojizos y las nubes sombreadas en naranja, Hongjoong volvió al lado de Mingi como si fuera natural, colgándose de su brazo y preguntándolo por lo que había hecho.
Luciendo más compuesto que hace unas horas y más centrado en sí mismo. Lo que no supo si tomar a positivo o preocuparse por el cambio de actitud. Sin embargo, a pesar de sus reservas, no emitió comentario alguno.
En cuanto a la despedida, no pudo ser más frívola, la señora Kim no se mostró triste porque se marcharan e inclusive a lo último, realizó un par de comentarios desatinados que, por el bienestar general, todos decidieron ignorar. El resignado del señor Kim, fue mucho más afectuoso para con su hijo, mostrando unos colores más vibrantes que Haesuk pero aún así, opacados por su sombra. Beomjoong le dio un apretón y una simple instrucción: cuídalo. Fue íntimo y privado al conocimiento ajeno, que Mingi tomó como un juramento.
Conocer a los Kim no fue la experiencia más agradable que alguien pudiera recolectar, pero dentro de sus insuficiencias, halló a Beomjoong, un beta centrado y maduro, de conocimientos amplios. Para él, eso había sido suficiente.
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