Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

❈•≪35. Trānsvertō≫•❈

Cuando el día del viaje llegó, todos acordaron que lo harían en el auto del moreno, simplemente para mayor comodidad de éste, por si le surgía un imprevisto de último momento. Aunque el pelinegro les aseguró que no sucedería, debido a que corroboró que tenía su agenda libre. No obstante, el trío de amigos concordó en que preferían reducir los daños colaterales cuanto pudieran. Lo que dejó al alfa dominante sin poder de palabra.

En el inicio del trayecto, el ambiente estuvo lleno de una quietud increíblemente silenciosa. Ninguno de los cuatro habló o hizo un intento por romper esa capa solidificada que pesaba alrededor de ellos. Ninguno realmente incómodo con ella.

No fue hasta que Hongjoong sintonizó la radio en un canal de música, que la urgencia por conversar surgió en lo profundo de su pecho. Sin embargo, se vio distraído por la presencia de Mingi. Nadie más ni nadie menos. Quien conducía por la vía con una concentración imbatible y una mirada fija. Brazo derecho en el volante mientras que el izquierdo reposaba en el borde de la ventana bajada, dejando que la brisa se infiltrara entre ellos y los refrescara de manera natural. De igual modo vestía prendas casuales y a juego: una camiseta gris remangada hasta los codos y unos tejanos grises del mismo color deslavado. Anillos en ambas manos y pulseras de plata únicamente en la muñeca derecha. El pelo corto un tanto crecido y la mandíbula delineada en un arco notorio.

Mordiéndose el labio inferior, no podía creer que un sujeto como ese, así de atractivo lo quisiera cortejar a sabiendas de que merecía algo mejor. Más estable y funcional.

Cuando lo escuchó confesar sus deseos de cortejo y su establecido apego, casi entra en pánico. Horrorizado con la idea y las anteriores experiencias que había tenido. De resultados garrafales todas ellas. Pero una parte en el fondo de él quería creer que Mingi era diferente, que no sólo se estaba aprovechando de él y que hacía las cosas porque las sentía de ese modo. De lo contrario, ¿por qué los estaría llevando hasta su casa de la infancia? ¿Por qué pasaría tres días en un infierno? ¿Por qué carajos se involucraría tanto? ¿Sólo para acostarse con él, cuando ya lo había hecho incontables veces?

Porque cualquier ventaja que quisiera tomar sobre él, ya las tenía todas. Lo había visto en su estado más vulnerable, en sus peores crisis y al desnudo, expuesto por completo. No había información que pudiera obtener que se le comparara a eso. Por lo cual, no tenía sentido, que lo llevara por esa vertiente. No era un acto simbólico ni una actuación que encubría intenciones maliciosas.

Sólo la honestidad de un hombre hacia otro. Y era eso mismo lo que no podía creer.

Porque incluso si su compatibilidad era tan buena y el sexo fantástico, Dios, él ni siquiera quería ponerse a hablar de esto último por cuestiones obvias. Pero Mingi siempre lo trataba tan bien después de que jodieran, era amable y risueño, procurando siempre que se encontrara en un estado similar y limpio. Principalmente buscaba atenderlo con una naturalidad que lo dejaba sin aliento, se encargaba de todo inclusive si podía hacerlo él mismo. Y no se quejaba, a veces estaba tan entumecido que tener a alguien sirviéndote era una bendición.

Pero ni siquiera se trataba de eso en sí mismo, sino de la devoción honesta que exudaba el hombre al hacer las tareas que se asignaba. Siempre regalando sonrisas y bromeando en el medio, haciéndolo sentir como una persona más y no como una herramienta para una final. Era atractivo, pero por sobre todo, encantador y adorable lo genuino que aparentaba ser en esos momentos.

Hongjoong a veces sólo quería...

—Mierda, podrías controlarte.

Sobresaltado por la reprimenda inesperada de su amigo, el único omega del grupo, se volteó sobre el asiento para fijarse en la expresión contraída de Seonghwa. Notando de soslayo, la manera en la que Yeosang se aferraba a su cinturón de seguridad con fuerza. Lo que le llamó aún más la atención.

—¿De qué hablas? —preguntó con sincera incomprensión.

—Tus feromonas, están en todo el auto. Es como si quisieras jo...

—Me estás llamando —interrumpió Mingi con una voz seria, deteniéndose finalmente en el primer semáforo que veían.

—Sí, podrías ponerlo de ese modo —dijo el albino en un tono exasperado—. O también, como si Joong quisiera que lo jodas en el auto como si no estuviéramos presentes.

Avergonzado hasta la médula, el susodicho se deslizó en el asiento del auto y se cubrió la cara con una mano. Sintiendo el calor del sonroso trepar por su cuello y expandirse por sus mejillas con una lentitud de fuego.

Nunca le había pasado algo semejante antes, por lo que no sabía qué decir para defenderse. Era humillante.

—¿Tenías que ser tan vulgar? —escuchó cuestionar a Yeosang. Honestamente indignado.

—Oh vamos, es la verdad. Los ofendidos deberíamos ser nosotros.

—Pero hay manera de poner las cosas —objetó Mingi a su izquierda, un tono más firme que el anterior—. Incluso si son amigos de toda la vida.

—Técnicamente de hace unos años —corrigió el patinador sin necesidad, escuchándolo soltar aire y lo que sería un golpe seco. Adjudicando la acción a Yeosang—. Bueno, tampoco me veas así, es la verdad.

—Creí que se conocían desde niños —murmuró el alfa dominante con curiosidad. Cambiando el tema con una sutileza inadvertida. Para sus adentros, se lo agradeció.

—Sí, desde que tenemos nueve y diez respectivamente —respondió Seonghwa, más relajado en su tono. Descubriéndose el rostro, Hongjoong miró por el retrovisor, notándolo pensativo—. Pero él nunca fue alguien fácil de persuadir —sentenció con aires nostálgicos, girándose hacia la ventana—. Cuando era niño nunca entendía porqué no le gustaba. Era un alfa, la gente me adoraba. Buenos modos, encantador y talentoso pese a ser tan joven. Pero a Joong nunca le interesé.

—¿Te gustaba? —preguntó el moreno con asombro.

—No de la forma que estás pensando —advirtió con un asomo de sonrisa—. Quería ser su amigo. Era un omega tan carismático cuando estaba con su hermano, que me llamó la atención. Sólo comprendí el rechazo en la universidad. Cuando se hizo amigo de Yeosang casi de inmediato.

—Pensé que ustedes dos eran los más cercanos —comentó el pelinegro, ahora, confundido. Tragando en seco, Hongjoong continuó guardando silencio.

—No, en aquel entonces éramos los que más tiempo llevábamos "conociéndonos" por el patinaje. Nada más. En la universidad nos hicimos amigos y ahí me enteré de su disgusto particular por los alfas. Nunca tuvo una buena experiencia con ellos —afirmó con obviedad, perdiendo el rastro de sonrisa para luego suspirar—. Es fácil de comprender ahora que lo conoces: Beomjoong-hyung, Yeosang, Choi San, Choi Jongho, Jiyu; todos betas. Alfas a su lado son pocos: Maddox, yo y tú.

—¿No deberían dejar de hablar de mí como si no estuviera presente? —cuestionó Hongjoong por lo bajo, avergonzado de su pasado

—Entonces participa —alentó Seonghwa con humor, haciendo reír a Yeosang—. Es una historia que ya tengo superada, no te pongas mal. En tu lugar yo también odiaría a los alfas, y soy uno.

—Que se acuesta con otros —acotó Yeosang sin inmutarse.

—¿Te van los alfas? —preguntó Mingi al retomar el viaje, la mandíbula caída.

Riéndose, el albino asintió pese a que no lo vieran—. Alfas, omegas y betas. ¿Por qué discriminar con tanta variedad? —preguntó de forma retórica—. ¿A ti no?

—Puedo reconocer que son hermosos, pero no paso de esa línea. No despiertan nada en mí más allá de admiración por algunos pocos.

—Podría ser interés y no lo sabes.

—Créeme, no son mi tipo.

—Min es un alfa de omegas.

Resoplando una risa, el aludido, realizó un sonido positivo—. Nunca mejor dicho. Soy un alfa de omegas.

—Entonces dinos, ¿cómo es que conociste a Jeong, tu receptor? —preguntó Yeosang, un tono sereno y una expresión plana—. Se dice mucho de él tras vestidores.

—Si quieres saber si es como tu amigo allí, sí. No discrimina tampoco. Aunque siempre tuvo una inclinación por personas que pueda..., marcar, por ponerlo de una manera linda.

—¿Qué se supone que significa eso?

—¿Le gusta dejar su huella en las personas? —contestó no muy seguro—. Mira, es sólo una metáfora, ¿sí? No marcaría a nadie de forma irresponsable.

—Entonces —intervino el albino—. ¿Cómo se conocieron?

—En el equipo —comentó con un esbozo de sonrisa, deteniéndose en un cruce peatonal—. Fue el único que no sintió el impulso de tener que competir conmigo, supongo porque eramos de la misma especie: dominantes. Sin embargo, siempre fue como un cachorro a la hora de recibirme. A diferencia de los demás.

—¿Me estás diciendo que el Tigre Dorado de Gwangju es envidiado por sus compañero? —cuestionó Seonghwa con una teatro de libreta, sumamente exagerado.

—Eres un medallista olímpico, ¿no te envidian tus colegas?

—Sí, pero...

—No es muy diferente a eso, es el título que tienes no la persona que eres.

—Vaya —murmuró el albino en un susurro impresionado—. Eres más inteligente de lo que te doy crédito. Fue una buena respuesta esa de ahí.

—Es más una realidad. Lo he comprobado cientos de veces. No muchos se toman el trabajo de conocerte.

—Así que, Jeong, ¿lo hizo?

—Al principio creí que era conveniencia, pero luego sólo me di cuenta que era su personalidad. Es agradable y servicial, tiene buenos modales aunque actúe como un cretino. Sólo que a veces se comporta demasiado protector.

—¿Eres su cría acaso?

—No, su mejor amigo.

—Y en base a esos criterios —murmuró Hongjoong, un tono bajo y una postura que todavía demostraba su vergüenza—. ¿Puedes asegurar si es serio con respecto a Yeosang?

—El único que puede hacer un juicio sobre ellos, es él, Ángel.

—Es arrogante y pretencioso —no demoró en dictaminar el beta—. Pero no considero que tenga malas intenciones —dijo con la punta de las orejas rojas, evadiendo la mirada de sus amigos—. Se ha comportado de buena manera conmigo y no ha hecho comentarios despectivos sobre ti, creo que está intentando hacer un cambio.

—Si no le gustaras, no lo intentaría tan duro —fue la única acotación que vino de parte del moreno.

—De acuerdo, eso es suficiente para mí.

—¿En serio? —preguntó Seonghwa, haciendo reír a Hongjoong.

—Por ahora —declaró el omega, entre risas.

—No tienes caso.

De ese modo, se instaló una pequeña conversación en el transcurso del viaje, fue mucho más insustancial pero que acaparó aquel anterior silencio. Hubieron risas y un par de bromas que solidificaron el vínculo entre los cuatro.

Incluso si un tema en particular se mantuvo oculto.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Llegados a su destino, se encontraron con el sol de media tarde descendiendo por los cielos, un ocaso de tonos naranjas, que destacaba por su grandiosidad. En la puerta de la casa, una silueta femenina de brazos cruzados, descansando en el umbral en una postura recta y observadora. Kim Haesuk. La pesadilla eterna de Hongjoong.

—Asumo que es ella —murmuró Mingi, luego de apagar el motor.

—Sí, la enviada de Satanás —respondió el omega con un dejo efímero de humor, para acto siguiente, mostrar una expresión de angustia de la que no fue consciente—. Es una experta en las confrontación, incluso si tienes un don con la palabra, evita seguir su juego. Si quieres que te ame, hazle cumplidos. Y si quieres ser odiado, sólo sé tú. De seguro te encuentra alguna falla.

—Ya te lo dije, siempre puedo mostrarte cuáles son.

Riéndose, el castaño sacudió la cabeza—. Deja de insinuarte con mis amigos en el auto.

Sacándose el cinturón de seguridad, el alfa avanzó hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para hacer un amague de mordida en el hombro del omega, lo que hizo que éste se apoyara contra la puerta a las risas.

—No me estaba insinuando, pequeña criatura degenerada —le aseguró con una sonrisa de mil soles—. Hablaba de defectos reales.

—Seguro, cómo si tuvieras alguno —le replicó tras rodar los ojos—. Ahora apártate, harás que Haesuk piense cosas que no son.

—¿Cómo cuáles? —repreguntó, todavía sin apartarse—. Soy tu alfa, ¿no puedo estar a esta distancia de ti?

—No, fuera que asqueas a mis amigos.

Resoplando, Seonghwa procedió a quitarse el cinturón de seguridad—. Sigan con su danza de apareamiento tranquilos, nosotros nos adelantamos —y tras decirlo, abrió la puerta del Mazda, llevándose a Yeosang consigo del brazo.

—¿Ves? —susurró el omega—. Los espantaste.

Riéndose, el alfa se encogió de hombros—. Como si me importara, llevo un rato queriéndote besar, por si no lo habías notado.

—Haesuk...

—Los vidrios son polarizados, Ángel. ¿Qué dices, uno rápido?

—De acuerdo, pero que sea rápido —le advirtió tras apuntarle con el dedo índice.

Asintiendo, el moreno le colocó una mano detrás de la cabeza y los acercó hasta que sus respiraciones se volvieron una sola, el calor de sus cuerpos se juntó en una sensación abrumadora y sus bocas encajaron en un ángulo experto que los dejó sin aliento al instante.

Cerrando los ojos, Hongjoong envolvió sus brazos en el cuello de Mingi y permitió que marcara ese ritmo ya familiar para sus labios, lento pero sensual. Una caricia de seda que detenía corazones y agitaba respiraciones. Pero lo que tuvo la suya en una labor extenuante, fue lo qué sucedió después; el beso que recibió en la mejilla cuando el moreno se apartó. Fue tan afectivo y fugaz, que lo dejaron pidiendo más.

—SI me lo preguntaras de nuevo, probablemente te diría que sí.

Sonriendo, el alfa se distanció, acomodándole los cabellos con gentileza—. ¿Y arruinar la magia del suspenso? —preguntó con una media sonrisa—. No lo creo.

Riéndose, Hongjoong se enderezó y para sorpresa de Mingi, volvió a abrazarlo, sólo que esta vez, con la intención de frotar sus mejillas entre sí. En una muestra de afecto inesperada.

—Eres el mejor —le dijo con una sonrisa, para acto seguido besarlo con rapidez—. Te adoro, ¿sabes?

—Hongjoong...

Cualquier cosa que fuera a decir, se vio interrumpido por el golpe de unos nudillos en el cristal del auto.

—Ya salgan de ahí —pidió Seonghwa con exasperación—. O todos comenzaran a pensar que están fajando en ese auto. Las feromonas comienzan a salir por la otra ventana.

—Siempre podemos usar la excusa de mis hormonas —dijo el omega tras guiñar un ojo, procediendo a abrir la puerta. Acción que fue imitada por el alfa dominante—. No gruñas mucho o nos hará dormir separados.

—¿Acaso tienes dieciséis? —preguntó el moreno con una ceja enarcada, yendo hacia el maletero.

—Para ella pareciera que nunca creí, de mala manera, claro.

Una vez todos tuvieron sus maletas en mano, se encaminaron hacia la mujer que los esperaba con impaciencia, detrás de ella, yacía un hombre no muy alto, quizás de un metro setenta o un metro setenta y cinco. Difícil de precisar. En cuanto a la mujer, era baja, un metro sesenta y ocho, tal vez, un poco menos. Era menuda pero con una figura cuidada. Cabellera oscura, marrón y corta, por sobre los hombros. Uñas pintadas en un carmesí letal y labios apenas delineados. Maquillaje sutil y acorde.

Tan típico de ella que Hongjoong quería vomitar al verla. Juntando el coraje y apretando sus entrañas, intentó poner una sonrisa en su cara, la que casi de inmediato, fue borrada por la fuerza de un golpe imaginario.

—¿Por qué rayos no me informaste que traerías a alguien más, Hongjoong? —masculló la mujer, enfurecida. Cejas gruesas, apretadas hacia abajo—. Y nadie más que Song Mingi, ¿quieres hacerme quedar mal?

—Por todos los cielos —fue el único comentario que escapó de la boca de su padre. Tan inservible como inválido. El asombro acaparando cualquier acción de corrección hacia la que era su esposa.

—Fue mi culpa señora, mi confirmación surgió de último momento.

Mostrándose escéptica la nariz de la mujer comenzó a moverse con curiosidad, respirando el aire alrededor a medida que se acercaban, agrandando los ojos y frunciendo los labios.

—Si no les moleste que pregunte, ¿cuál es su relación con mi hijo?

—Es mi alfa.

—Adentro —farfulló la mujer, apartándose de su esposo y dando zancadas al interior. Consternado, el señor Kim se les quedó viendo.

—¿Por qué no nos dijiste, hijo? Sabes que te apoyamos en todo.

—Papá —llamó en un tono ya cansado—, no es por ofender, pero no es momento para este teatro. Por si no lo notaste, Haesuk no se ve muy contenta con la noticia.

—Si dejarás de llamarla así...

Ignorando las palabras de su padre, Hongjoong procedió a ingresar, tirando de Mingi consigo, sabía que cuánto más tardaran, peor sería el temperamento de la mujer. Por lo que procuró ser rápido. Sus amigos, al tanto de esto, lo siguieron luego de realizar reverencias superficiales al atónito hombre.

Dentro, les esperó lo que el omega tanto temió, cero rastro de Beomjoong, y un infierno por desatarse. La casa impecable, eso sí. Muebles grandes bien acomodados, pisos limpios y bien pulidos. Nada fuera de lugar. Medallas y méritos de reconocimiento en un estante visible que retrataba a Kim Haesuk como lo que era, una ególatra narcisista.

—¿Hace cuanto tiempo?

Relamiéndose los labios, el omega miró en diferentes direcciones menos a los ojos en fuego de su madre—. ¿Hace cuánto tiempo qué?

—Llevas con él, Hongjoong. Por todos los cielos, ¿qué más será?

—Unos pocos meses —respondió después de carraspear, sosteniéndose a las correas de su bolso con fuerza.

—Y en todos esos meses, donde lloraste por una supuesta lesión, ¿no pudiste compartir esta información con nosotros? ¿Tus propios padres? —inquirió en una cadencia fría, haciéndolo estremecer. Seonghwa apretó la mandíbula a un costado y el beta de Yeosang suspiró de forma imperceptible. En la casa Kim, no había donde esconderse de la irá de Haesuk o sus órdenes—. ¿Beomjoong lo sabe?

Por supuesto que su hermano mayor lo sabía, era el único que no lo juzgaba por todo, era un santo, en nombre de la Luna. Ellos nunca se habían ocultado nada y no empezaría a mentirle ahora, menos cuando una de las cosas más importante sucedió la noche anterior. Amaba a su padre, pero no era un hombre confiable, cualquier comentario que le hiciera, secreto que le compartiera, se expandiría directamente a la omega dominante como cenizas al viento. Así que era una opción descartada para cualquier confidencia que necesitara sacar de su pecho en altas horas de la noche.

Lo amaba pero no a la versión en la que se había convertido hacía unos meses.

—Hace poco —respondió con la bilis en la garganta, cada vez más incómodo.

—Increíble —murmuró la mujer, resoplando de esa forma ruidosa y exagerada que tenía. Para sorpresa de Hongjoong, se volteó a ver a Mingi con una fiereza familiar—. No es por ofender, joven Song, pero ese es mi hijo y me gustaría que al menos se presentara por usted. Además de aclarar sus intenciones con él. Ya ha tenido varios pretendientes y todos han sido un desastre, aunque de alguien como usted, espero mucho.

—No es por ofender —dijo Mingi casi en un tono sarcástico, sorprendiendo a todos—. Pero no me conoce, entonces, ¿cuáles podrían ser sus expectativas en mí?

—Eres un alfa dominante...

—Ah, ya veo. Entonces permita que le aclare, eso no me pone en un plano elevado, mis condiciones humanas y la educación infligida por mis padres, lo hacen. En lo que respecta a mis intenciones con su hijo, prefiero mantenerlas privadas para respetarlo y no incomodarlo, como entenderá, es mi mayor prioridad.

Apretando los labios en un rictus disconforme, la mujer no respondió, simplemente les informó que Beomjoong llegaría en unas horas y que mientras tanto, podían ir acomodando sus cosas. Una muestra hospitalaria seca y gélida, de parte de quién no se podía esperar menos.

Hongjoong sólo suspiró y sacudió la mano hacia sus amigos a modo de despedida, mientras sostenía la mano de Mingi y lo llevaba por un pasillo.

—Tienes suerte de que nos dejara dormir en la misma habitación.

—Una falta de respeto hacia a ti, es una falta de respeto hacia mí.

—Oh cállate.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Al llegar a la habitación del omega, Mingi quedó impresionado, en lugar de paredes azules, o en su defecto blancas, se encontró con unas en un tono precioso de menta pastel, el cual le daban un toque natural y fresco que no podía describir a pesar de que la única planta que se hallara allí colgada cerca de una venta, fuera de plástico.

Una de las paredes repletas de fotografías de objetos, animales y personas al pasar. En colores, escenarios difuminados y en blanco y negro. Medallas de su era en la secundaria como buen alumno y diplomas que lo reconocían como uno de los mejores de su grado, aparte de trofeos de su época como beisbolista juvenil y patinador infantil.

Todo se encontraba a la vista, bien organizado y expuesto.

Era fascinante.

Dejando su bolso sobre la cama ajena, lo miró todo con ojos ávidos y una boca abierta de la que no era consciente. Hongjoong mientras tanto, se mantenía en un rincón, cerca de su mesa de estudio, viendo sus antiguos materiales y notas. Una combinación de nostalgia y melancolía que llenaron el ambiente con feromonas. Instantáneamente, eso encendió las alarmas de Mingi.

—¿Qué sucede, Ángel?

—Haesuk —respondió como si no fuera obvio—, ella es una bruja cuando quiere serlo. Tratando a todos con esa actitud déspota. La detesto.

—Ahora comprendo mejor tu rechazo hacia los de tipo dominante, lo siento.

—¿Por qué? —preguntó el omega en un tono confundido, girándose—. Fue mi error generalizar, incluso si tuve malas experiencias, no debo pagarlas con otros.

—Aún así, siento que debo disculparme.

Rodando los ojos, el omega tomó uno de sus antiguos peluches y se lo lanzó a la cara, fallando estrepitosamente. La pequeña ardilla no fue más que a parar al suelo.

—Deja esos modales de noble y dame un beso mejor. Beomjoong no tardara en aparecer y me siento incómodo.

—¿Incómodo? —preguntó con las cejas fruncidas. Sin comprender.

—Tenso —corrigió con otra puesta de ojos en blanco—. Te ves demasiado atractivo hoy con ese conjunto, quiero hacer algo.

—¿Joder en tu escritorio? —preguntó con una voz sugerente cuando la distancia se redujo y sus labios se rozaron en una caricia lejana.

Sonriendo, Hongjoong separó las piernas y le dio espacio a Mingi para que se acomodara entre ellas.

—No es una mala fantasía, si estuviéramos solos, que no estamos —le recordó en un susurro, colocando una mano sobre su pecho—. Además, la habitación de invitados está a tres metros, sería imposible a esta hora. Hwa o Yeo escucharían.

Riéndose, el alfa le rodeó la cintura con los brazos—. Diría que lo tienes muy pensado, como si lo hubieras intentado antes.

—Con un compañero del club, papá nos terminó atrapando.

Gruñendo por lo bajo, el alfa lo miró con atención—. Entonces, ¿sólo besos?

—¿Por qué no?

Dejándose tomar por la nuca, Mingi permitió que Hongjoong fuera quien marcara el ritmo esta vez. Sabía que eso de verse atractivo era mentira, el hombre sólo estaba estresado por el enfrentamiento con su madre y quería liberar el estrés de alguna manera. Siendo él esa vía. Lo que no le molestaba demasiado para ser sinceros.

Jadeando en la boca ajena, el alfa se alegró cuando profundizaron el beso, sus lenguas se recorrieron con una familiaridad bien conocida y una lentitud placentera. Y cuando sintió los dientes impropios tironear de su belfo con una sensualidad ardiente, su cabeza comenzó a llenarse de feromonas dulces. Pegándose al cuerpo contrario y menudo del omega, el moreno se agachó unos centímetros hasta sujetar la parte trasera de sus muslos. Enredándolos en su cintura. El calor de sus siluetas pegadas, los hizo gemir casi en simultáneo.

El conocido ardor en sus pulmones apareció después de un rato, al igual que el calor de las tentaciones.

Sumergidos en esa burbuja intoxicante, las manos del castaño le recorrieron los hombros a los que se sujetaba por encima de la remera, acariciaron sus pectorales firmes y descendieron por sus brazos torneados, como también, descendieron parsimoniosos por su abdomen definido.

Más confiadas de lo que alguna vez fueron, aquellas diminutas manos, se colaron bajo su prenda y palparon con entusiasmo la calidez de su torso. Subieron y bajaron. Al igual que tocaron en todas las direcciones posibles aquella piel bronceada que poseía. En lo que respecta a sus labios, se dieron un descanso a causa del pelinegro, quien procedió a marcar aquella pulcra piel a su disposición con sus dientes. Concentrándose principalmente en la garganta impropia. Pero apenas sus labios rozaron la sensibilidad de aquella carne, no pudo evitar suspirar del gusto.

Aferrándose a las caderas impropias, lo hizo impulsarse hacia arriba y pese a que acordaron sólo besos, hizo que tomara asiento en el escritorio y le diera lugar entre sus piernas. Gimiendo, el omega lo miró de aquella manera tan especial que tenía, párpados caídos, ojos cristalizados y boca entreabierta en una exclamación muda. Una tentación de la más pura. Exhalando con fuerza, Mingi cerró sus manos alrededor de aquellos muslos cubiertos por la tela de su pantalón de mezclilla y apretó con fuerza, de forma sentida, robando un segundo gemido a Hongjoong. Quien apenas hizo lo posible para controlarse. Gruñendo por lo bajo, se metió entre aquella abertura y presionó sus ingles hasta sentir el calor que emanaban y el aroma que exudaban.

Pegándose de una forma extraordinaria, los chicos se besaron con una vehemencia insuperable. Un fervor verdadero. Una intensidad abrumadora. Sus lenguas se enredaron y sus dientes también participaron, maltratando sus bocas con una insistencia ciega.

En ese juego de placeres. la razón comenzaba a desaparecer y ambos empezaban a ingresar a dominios de la lujuria, donde su ardor abrasador era insostenible y sus hilos quemaban en la piel con una dulzura dolorosa.

—Hongjoong —murmuró entre besos—. Deberíamos parar.

Sacudiendo la cabeza, el omega negó—. Quiero hacerlo.

—Están tus padres en la sala —le recordó Mingi con una voz trabajosa. Los pulmones quemando por dentro. Pidiendo oxigeno.

Hongjoong ignoró su comentario y meció las caderas, creando fricción—. Por favor —le regó en una voz rota—. Quiero sentirme apreciado.

Frunciendo las cejas, Mingi llevó las manos al rostro de Hongjoong y lo besó con una intensidad de mil soles. Robando su aliento y estrujando su corazón sin saberlo. De manera hábil y sofocante, el moreno presionó su cuerpo fornido contra el más pequeño del hombre en sus brazos. Aplastando el alma fuera de su existencia entera y llenándola con la suya propia en una mar de feromonas y orquídeas.

—Eres apreciado —le dijo al separarse unos centímetros, pasando a besarlo en las mejillas—. Seonghwa te adora con su corazón —le dijo a mitad de un beso en la nariz—. Yeosang le arrancaría la garganta a cualquiera por ti —prosiguió en una cadencia amable, un arrullo reconfortante que erizaba la piel por la gravedad de su barítono—. Y Maddox es como un sabueso viejo bien entrenado. Además, le caíste bien a Wooyoung. Él lucharía contra cualquiera si los considera suyos.

—¿Y qué hay de ti? —preguntó el castaño con los párpados caídos, viéndolo por debajo de las pestañas—. ¿Qué harías tú por mí?

—¿Qué no haría por ti, Ángel? —repreguntó en una melodía suave, susurrando cerca de su oído—. ¿Qué no he hecho ya que pruebe mi devoción por ti? ¿Qué personas no enfrentaría y cuántas veces no te tomaría en mis brazos?

Alejándose unos centímetros más, Hongjoong enredó sus dedos en la cabellera oscura de Mingi, obligándolo a que lo mire directo a los ojos.

—En serio tienes un don con las palabras.

Eso fue lo último que dijo antes de que sus bocas se acoplaran entre sí, correctas y armoniosas. Siendo las únicas partícipes del juego que eran sus besos. No habían lenguas ansiosas por encontrarse ni habían dientes desesperados por magullarse, sólo labios danzando en una lentitud de película y presionándose hasta fundirse en el otro. Llevando un ritmo suave pero dedicado, sensual pero al mismo tiempo de características amorosas. Y la lujuria que tendía a envolver en sus artimañas de papel, no era más que una espectadora silenciosa. Oculta en un rincón ajeno a ellos.

El contacto se sintió durar una eternidad, pero no fue el caso y al separarse, Mingi fue el primero en abrir los ojos, esperando regular su respiración alocada y el martillar incesante de su corazón desbocado. Hongjoong lo siguió poco después, pestañas largas que aletearon con delicadeza y labios enrojecidos que permanecieron en una exclamación tentadora.

Guiado por ella, fundió sus bocas en un beso fogoso de mayor duración, pero en el instante que Mingi meneó su pelvis, se apartaron y Hongjoong apretó los labios, acallándose. El movimiento apenas creó una fricción pobre entre ellos. Resoplando y antes de que pudiera alguno de los dos quejarse, volvió a frotar ambas erecciones cubiertas con mayor firmeza. El material del pantalón haciéndolo incómodo pero placentero al mismo tiempo. Sofocante de una manera que no podía explicarse. Vulgar en el contexto en el que estaban y sucio. Cuando sus miradas se encontraron, Mingi las apretó entre sí, haciendo que de aquellos labios finos escape un jadeo ahogado.

Tomándolo por una de sus piernas, la puso entorno a su cintura, dándole mayor libertad de movimiento y cercanía. Sus labios volvieron a colisionar en fuego. La vehemencia llevándolos al delirio.

Como pudieron se recorrieron las pieles por debajo de las prendas, y cuando las encontraron demasiado irritantes, simplemente se deshicieron de ellas. Tirándolas al suelo y a dónde fueran a parar. Sin importarles el desorden o el cuidado. La discreción o la cautela.

Sus pieles ardían bajo sus toques temblorosos, ocasionados por la innegable excitación jovial y la lascivia entrometida recorriendo sus cuerpos. Sus caderas seguían moliéndose, robándose el aliento y embriagándose en sensaciones eléctricas. Empañados en emociones a las que no podían poner nombre, continuaron con sus travesuras. No fue hasta que les comenzó a saber insuficiente que, de nuevo, el moreno levantó la pierna que falta e hizo que el castaño le rodeara la cintura, antes de que se dieran cuenta, estaban sobre la suavidad de una cama.

Sus respiraciones se tornaron irregulares y ante la falta de prendas, el calor en la habitación final, fue en aumento, sus pulsos elevados a una frecuencia incalculable y frenéticos. Relamiéndose los labios, el omega lo vio comenzar a frotar sus erecciones entre sí, a un compás lento. El líquido preseminal de su miembro, goteando sobre el ajeno. Embarrándose en una suavidad deseada y en un calor abrumador. Encorvando la espalda con ligereza, Hongjoong enterró los dedos en la piel bronceada de Mingi, en una petición muda de algo más tangible, de una intensidad más real. Sin embargo, lo que consiguió a cambio, es que el alfa atendiera seriamente la piel de su cuello, impregnando su aroma en sus glándulas y maltratando sus clavículas con ganas. Incluso si su lengua se había mantenido al margen hasta ahora, encontró el momento para participar, dejando trazos húmedos y besos que perdurarían en el tiempo.

Los dedos de los pies de Hongjoong se retorcieron y sus facciones se crisparon con la primera intromisión de un dedo en su entrada, pero gracias a la lubricación que se había resbalado por sus miembros y al paquete que Mingi traía en uno de los bolsillos olvidados de sus pantalones, la resistencia inicial pudo ser traspasada. Y aunque no hubo tanta incomodidad como uno esperaría a lo acostumbrado que se hallaba, Mingi aún así besó y mordisqueó zonas de su pecho. Y sólo cuando sintió que se relajó por completo, el pelinegro ingresó un segundo dedo. Moviendo a ambos en forma de tijeras, buscando extenderlo y dar, a su vez, con esa bola de nervios que se encontraba en su interior. Lo que le costó flexionar los dedos en cierto ángulo familiar y así, tuvo a Hongjoong desechó, gimiendo entre dientes y maldiciendo en una voz entrecortada y rota.

Con paciencia, expandió su entrada y lo masturbó, buscando acrecentar sus sensaciones y el placer que se desarrollaba en lo profundo de sus entrañas.

—¿Tienes condón? —preguntó el alfa de repente, sin aliento. Una erección adolorida y una voz quebrada por el placer.

—¿Por qué los tendría en la casa de mi infancia? —repreguntó el omega, en un mismo estado—. ¿Trajiste lubricante, pero no preservativos?

—Creí que nos quedaríamos en un hotel. Olvidé lo de reunión familiar.

—Vaya a saber en qué pensabas.

—En ti —respondió con honestidad, viendo al omega intentar contener un gemido. Relamiéndose los labios, al alfa se le ocurrió una idea y por esa razón, sacó sus dedos del interior ajeno—. Súbete arriba mío.

—No lo haremos a pelo —advirtió el castaño en un tono bajo pero escandalizado.

Sonriendo, el alfa se colocó sobre sus talones—. No es lo que tengo planeado, descuida.

Y sin darle lugar a réplica, lo tomó por los brazos e hizo que se levantara también, aprovechando ese lapso de consternación, Mingi se colocó sobre su espalda en el colchón e hizo que Hongjoong estuviera a horcajadas encima suyo. La ligera fricción de sus cuerpos los tuvo jadeando por más.

—¿Te gustaría probar algo nuevo? —le preguntó en un tono grave.

Relamiéndose los labios, el omega colocó sus manos en el final de su abdomen—. ¿Nuevo como qué? —preguntó de regreso, una voz sedosa cubierta por una textura rasposa a causa de la lujuria—. Montarte a pelo no sería nuevo.

—¿Lo has hecho antes? —preguntó con una ceja enarcada, curioso.

Encogiéndose de hombros, el castaño desvió la mirada—. Nunca con un chico —admitió en un susurro tímido—. Sólo lo intenté una vez, cuando tenía dieciséis y las hormonas alborotadas.

—¿Una chica entonces? —inquirió con la cabeza ladeada, frotando sus muslos inconscientemente,

Sonrojado, el hombre más bajo meneó la cabeza—. Con uno de mis peluches más grandes.

—No hay ninguno en la habitación.

—Lo tiré por la vergüenza —declaró con las mejillas enrojecidas.

—Dios —exclamó el moreno, frotando sus caderas en forma circular. Creando mayor fricción—. Hongjoong, haces que quiera comerte entero.

Gimiendo, el aludido cerró los ojos, frotándose en él—. Entonces, ¿qué quieres hacer ahora?

—Date la vuelta y averígualo por tu cuenta.

Jadeando, Hongjoong se relamió los labios antes de asentir, considerablemente reacio. Sin embargo, por la forma en la que su espalda se encorvó y sus manos pequeñas se cerraron en sus muslos, supo que comprendió qué intentaba practicar con él. Sus feromonas excitadas se lo dejaron en claro. La manera en la que empujó la cabeza hacia abajo y estiró el culo en su dirección, fueron una expresión vulgar de ello. Mordiéndose el labio inferior, Mingi cerró los ojos un instante y palmeó el culo ajeno cuando el omega lo tomó en la boca con una comodidad familiar. El calor y la suavidad despertaron una sensación caliente en lo bajo de su estómago.

Y sin perder el tiempo, lo imitó, sujetándolo por la base, guió la cabeza hacia su boca. Al principio probando el sabor corporal del castaño, notándolo ligeramente amargo, debido a la mala nutrición, supuso él. No obstante, fue un detalle al que no le prestó atención y lo ignoró en su totalidad. Pasando a succionar la punta, llevándose parte del líquido preseminal consigo. Sus caderas tartamudearon, cuando el omega masajeó una de sus bolas y giró la muñeca en una manera experta.  Sin querer quedarse atrás, jugueteó con el saco de bolas ajeno. Metiendo una de ellas en su boca luego de succionar sobre la piel sensible. Percatándose del área resbaladiza, llevó dos de sus dedos a la entrada del campocorto, impresionado con la facilidad que manejaron para ingresar.

Envuelto en las sensaciones placenteras, se concentró en volver a encontrar ese punto sensible dentro de Hongjoong, primero masajeando las zonas alrededor hasta que sintió esa masa de nervios y sin compasión, lo masajeó con dos dedos. La próstata de Hongjoong se vio sumida en una tortura interminable que lo hizo perder el rumbo de lo que se suponía, estaba haciendo, para en su lugar, empezar a gemir sin parar. La espalda encorvada en una curva perfecta y su culo empinado de manera hermosa, facilitando el trabajo a Mingi.

Y antes de que alguno de los dos pudiera calcularlo, el calor se volvió insoportable y la tensión en sus entrañas dolorosa, para ese punto donde el placer lo eclipsaba todo, es que el clímax explotó dentro de ellos con una fuerza demoledora. Hongjoong se sacudió con fuerza y se desplomó sobre Mingi, mientras que éste, se puso rígido como una cuerda. Sus caderas se sacudieron con violencia y la negrura galáctica nubló su visión y la llenó de constelaciones enteras.

—Joder —masculló el omega, su respiración trabajosa y pesada—. Eso fue increíble.

Jadeando por aire, el pelinegro asintió—. Fue fantástico. Lo hiciste genial, Ángel.

Pavoneándose en el cumplido, el castaño se giró a verlo, frotándose en su miembro flácido con una sonrisa austera comparable a la del astuto gato de Alicia en el País de las Maravillas. Gruñendo desde lo profundo de su garganta, el alfa lo nalgueó por segunda vez, escuchándolo gemir.

—Deja de hacer eso.

—¿No te gusta? —preguntó con una astucia maliciosa.

—No, sólo hace que quiera tomarte. Y si mal no recuerdo, ya fuimos bastante incorrectos en nuestro comportamiento como para tener sexo.

—Novedades para ti, acabamos de tener sexo.

Rodando los ojos, el alfa resopló—. Sabes a qué me refiero —le dijo, y sin poder contenerse, lo nalgueó por tercera vez, en esta ocasión, amasando la piel sonrosada—. Un día de estos voy a devorarte.

—Mierda, Mingi, no hagas promesas de ese tipo.

—Oh, Ángel, ambos sabemos que las cumplo.

Mordiéndose el labio inferior, Hongjoong se desplomó a un costado, bajándose de arriba suyo. La tentación bañando el ambiente de feromonas picosas. Colocándose de lado, Mingi pudo observar el desastre que era el omega. Sudor perlado cubriendo su cuerpo lleno de marcas, abdomen manchado y cabellera revuelta en un lío indefinido. A su alfa le encantó la imagen y lo tuvo con el pecho en alto. Orgulloso de lo que fue capaz de crear con sus propias manos.

—Deja de verme así, degenerado y llévanos al baño.

—¿Viéndote cómo? —preguntó a raíz de la curiosidad.

—Ya te lo dije una vez, ahora baño.

Comprendiendo su indirecta, Mingi se enderezó de golpe y se acercó hacia Hongjoong, tomándolo por la mejilla, lo sumergió en un beso inadvertido que lo dejó atontando y sin saber cómo corresponder.

—Eres la criatura más hermosa que he visto, Hongjoong. Y eso no va a cambiar nunca.

Riéndose de manera tonta, el omega se apoyó en su codo—. Hasta que te imprimas en alguien. Luego de eso, vas a dejar de prometerme una vida.

—Parece que alguien se olvida que lo quiero cortejar.

—Parece que alguien olvida que se puede cambiar de opinión.

Percatándose de las notas amargas en el aroma del castaño, el lanzador se agachó y le besó la sien izquierda, para enseguida de ello, deslizarse a besar su mejilla y pómulo. Haciéndolo reír nuevamente.

—¿Ya te pasó antes? —preguntó con la mayor de las gentilezas.

—¿A quién no? —replicó con una sonrisa ambigua, moviendo su mirada al techo unos segundos—. Mi último novio..., él insistió en querer cortejarme y acepté, pero semanas después empezó a actuar extraño. Nunca fue realmente cariñoso o servicial como tú, pero no me parecía un mal alfa, era bastante decente hasta que me admitió estar viendo a otra persona. Dijo que no lo pudo controlar —comentó en un resoplido, indignado, cubriéndose el rostro con un brazo y pasando a descansar la espalda en el colchón—. Se imprimió de esa chica y las cosas se le escaparon de las manos. Un mes entero engañándome y fingiendo cortejarme, y por lo que verás, no es fácil darle la oportunidad a alguien más.

—Lo siento, Ángel —murmuró con una angustia sincera, frotándose en su mejilla—. Lo siento tanto.

—¿Por qué? —preguntó al destaparse, mirándolo con grandes ojos castaños—. ¿Me estás engañando?

—Jamás haría algo como eso, puedo hacer una promesa si quieres.

Riéndose, Hongjoong pasó a rodearle el cuello con los brazos—. Por esa razón me gustas, Mingi, eres capaz de prometer algo tan incierto como el enamorarte de alguien más.

—¿Tú me engañarías?

Horrorizado, el omega comenzó a sacudir la cabeza con vehemencia—. Esa mierda te rompe el corazón y te jode la confianza, nunca se lo haría a nadie. Nunca.

—Lo mismo va para mí, jamás te lo haría. Voy en serio contigo, Hongjoong.

—Es el apego...

—Sé que estás asustado, y yo también lo estaría en tu lugar, ¿bien? —interrumpió al instante que lo notó dispuesto a despreciar sus sentimientos—. Pero no es el apego hablando por mí, después de todo, seguimos siendo seres racionales ante cualquier circunstancia. Lo que decidamos hacer para enfrentarlas, queda en nuestras manos. Los instintos a veces son una excusa, un medio para llegar a un fin simplista y no aceptar culpas. Si te trato de cierto modo, si te digo ciertas cosas, es porque me gustas Hongjoong. Lo de mi alfa, es sólo un plus.

—De acuerdo —accedió el susodicho en una voz queda, como si hubiera sido regañado—. Siento intentar rebajar tus sentimientos de esa manera.

—Está bien, Ángel, entiendo porqué lo haces. No me molesta.

—Eso lo dices ahora, dame un par de semanas y veremos qué tal.

—En un par de semanas serás una mejor versión de ti, confío en eso.

Sonriendo, el omega le besó la mejilla—. Me tienes mucha fe.

—Eres un guerrero en el campo, sé dónde poner mis apuestas —dijo con una simpleza cómoda, encogiéndose de hombros para acto seguido, enderezarse—. Ahora, tomemos ese baño antes de que tu hermano aparezca.

—Y ventilemos este lugar, por si las dudas.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Percatándose de las notas familiares a la canela, Hongjoong se enderezó de golpe en la cama y comenzó a sacudir a Mingi a su costado que dormía acurrucado a su cintura. Llamándolo con énfasis y prisa, el sujeto terminó despertando desconcertado, viendo a su alrededor con incomprensión.

—¿Qué sucede, Ángel? —preguntó con esa textura rasposa que le caracterizaba al despertar—. ¿Te encuentras bien?

Luego de tomar una ducha y pasar un rato en la sala con sus amigos y sus padres, Hongjoong decidió que había sido suficiente de tensión y palabras no dichas, por lo que se despidió de todos diciendo que el viaje lo había agotado y tenía sueño. Eso lo hizo ganarse una reprimenda por parte de Haesuk al no esperar a su hermano como el resto, pero la ignoró por completo. De igual forma que ignoró las miradas conocedoras y sugerentes de sus amigos. Ya que, si bien logró cubrir las marcas más visibles que Mingi le había dejado, otras permanecían allí. Sugerentes de un encuentro apasionado.

Lo que, increíblemente, no le avergonzó tanto como anticipaba que lo haría.

El punto ni siquiera era ese, sino que Beomjoong ya estaba allí. Emocionado, tironeó del brazo del alfa dominante, queriéndolo sacar de la cama de una buena vez y arrastrarlo consigo.

—¡Apúrate, Min! ¡Por favor, vamos, espabila! —animó en un tono de ruego que extrañó aún más al moreno—. Hyung ya está aquí. Andando.

—¿Hyung? —repitió de manera torpe, lo que hizo reír al omega.

—Beomjoong-hyung, Min.

Comprendiendo mejor la situación, el aludido hizo lo mejor a su alcance para espabilar. Pasándose las manos por el pelo y la cara. Espantando los últimos rastros de somnolencia que trepaban por sus miembros muertos con insistencia.

—¿Llegó hace mucho? —preguntó más compuesto, carraspeando para impostar la voz.

—No lo sé, tonteaba con mi celular cuando noté su fragancia.

Hablando de móvil, pensó el castaño al sentirlo vibrar. Volteándose hacia el buró para ver de quién era la notificación.

Beomjoong-hyung
¿Dónde carajos estás?
¿Y cuál se supone que es mi sorpresa que mamá tanto menciona?

Recibido, 19:00.

Apretando los dientes, ignoró el mensaje y continuó sacudiendo el brazo del alfa. Queriéndolo apurar. Señal que éste entendió a la perfección, porque no demoró en bajarse de la cama y tragarse sus preguntas.

Dejándose hacer, el moreno no opuso resistencia cuando lo arrastró por el pasillo que daba a la sala y lo llevó hasta enfrente de un tipo que nunca había visto antes pero por los rasgos similares y los matices picosos en su fragancia, podía identificar como el mayor de los Kim.

—¡Hyung! —exclamó Hongjoong con un entusiasmo que dejó a más de uno adolorido del oído—. Te extrañé —dijo a continuación con una sinceridad que derretía corazones, lanzándose a abrazarlo—. ¿Cómo has estado?

—Hablamos todos los días, deberías saber que bien —replicó con humor, haciendo reír a más de uno—. También te extrañé —susurró por lo bajo, en la privacidad del par, correspondiendo el abrazo—. ¿Mi regalo es un tipo confundido y alto? Temo decirte que no son mi objetivo.

Riéndose, el castaño se echó para atrás—. No, es el mío —murmuró entre ellos, risueño. Procediendo a enderezarse y sujetar el brazo del moreno—. Este es Song Mingi, jugador de los...

—De los Kia Tigers —interrumpió el hermano mayor de los Kim con desinterés—. Tu supuesto enemigo y ¿tu actual amante? —murmuró inseguro, inclinando la cabeza a un costado.

Una de las características de de Beomjoong, es que el hombre podía ser directo como una flecha, no se iba con largas y no cuidaba su vocabulario cuando se encontraba en confianza o en un círculo de conocidos. Lo que era el caso.

—Rivales —corrigió sin necesidad—. Eramos rivales —la mirada de Seonghwa, le hizo pensar lo contrario. Sin embargo, no le dio relevancia—. Es mi alfa.

—Eso ya lo sé, Joong. ¿Por qué el teatro?

—Es una presentación formal en realidad.

—Bendita circunstancia en el que vienes a presentarlo —masculló Haesuk, torciendo la expresión del omega.

Rodando los ojos el mayor de los betas, se levantó, tendiendo la mano al moreno, quien la aceptó de inmediato y no dudó en realizar una reverencia de noventa grados.

—Un placer conocerlo, hyungnim.

—Vaya, tiene más modales de lo que recordaba quejarte.

—Podemos no traer mi viejo yo a colación, por favor.

—¿Quejarte? —preguntó Haesuk. Provocando que la expresión de Hongjoong se crispe—. ¿De alguien como él?

Soltando la mano de Mingi, le palmeó el hombro—. Un gusto —murmuró cortamente—. Madre, creo que no deberías defender a quien no conoces y sin tener la historia completa.

—Es un alfa dominante, el mejor de su equipo...

Respirando hondo, Hongjoong apretó el brazo de Mingi inconscientemente, preparado para escuchar comparaciones sinsentido, sólo que esta vez, con quien era su alfa. Nada más ni nada menos. El corazón se le encogió adolorido y la respiración se le quedó atrapada en la garganta.

El escenario era peor de lo que alguna vez creyó que sería.

—Un imbécil de primer nivel —escuchó al moreno decir, haciéndolo abrir los ojos, que no sabía que había cerrado—. Con todo respeto señora, ya le dije, no me conoce. Por lo tanto, no asuma que siempre traté bien a su hijo.

—¿Queriendo impresionarme?

Para sorpresa de la mayoría, el alfa dominante sacudió la cabeza—. Simplemente no estoy de humor para escuchar insultos a mi omega y alabanzas ciegas a mi persona cuando no las merezco. Se supone que es el cumpleaños de su hijo mayor, ¿no debería ser esa su prioridad?

Antes de que la mujer pudiera replicar, el beta aludido, tomó la palabra:

—Vayamos de compras —dijo en un tono que no admitía declinaciones—. La cena no se preparara sola y la barbacoa para mi cumpleaños menos. Andando, chicos. Ya regresamos.

Sin deseos de oposiciones, los jóvenes del grupo se pusieron en marcha, recogiendo lo esencial y siguiendo al mayor que iba por delante. Una vez en el exterior, todos, casi al unísono, soltaron respiraciones profundas y cruzaron miradas delatadoras. Inesperadamente, partieron en risas.

—Gracias por lo de allí adentro —comentó Hongjoong hacia el moreno, colgándose a su brazo. Teniendo en cuenta que hacía unas horas habían tenido sexo, era normal en su rutina y para él mismo, volverse pegajoso.

—Nada por lo qué agradecer —replicó Mingi con un esbozo de sonrisa cariñosa—. No iba a dejar que hablaran mal de ti.

—No es nada a lo que no esté acostumbrado —murmuró cuando el grupo comenzó, lentamente, a dejarlos atrás—. No deberías...

—Incluso si no fueras mi omega, Hongjoong. No lo permitiría, como sé que tú tampoco dejarías que nadie hable mal de mí, ¿cierto?

El aludido no demoró en asentir varias veces, recordando la frustración que sintió hace un mes o poco más, cuando tuvo que defender el nombre del pelinegro de su mejor amigo. La exasperación y la impotencia de que fuera puesto en duda, lo dejaron acongojado. Y saber que era mutuo, que se defendían la espalda del otro, hinchó su pecho con una emoción intensa pero desconocida.

—Por supuesto que no los dejaría.

Incluso si Hongjoong quería hablar con su hermano y ponerse al día con un par de asuntos pendientes, principalmente relacionados a Mingi, una parte de él no quería despegarse del alfa en cuestión. Eufórico por mostrarle dónde había crecido y los lugares por los que había estado.

Y con eso en mente, tiró del pelinegro en la dirección opuesta al resto.

—¿Qué haces? —preguntó el moreno, confundido.

Sonriendo, el castaño lo miró—. Los alcanzaremos luego —le comentó en un tono calmo—. Quiero mostrarte algo.

—Tú mandas —dijo el alfa sin resistencia.

Riéndose de forma tonta, Hongjoong lo llevó calle abajo, pasando un par de tiendas que le comentó a Mingi, solía comprar allí cuando salía de clases y su madre era lo suficientemente generosa como para darle dinero extra, ya que como patinador, debía mantener cierto peso. Contándole también de las travesuras que solía hacer por su cuenta en algunos callejones sin el permiso de la mujer, porque como adolescente, los novios estaban prohibidos, eran una distracción que no podía permitirse si quería un futuro grandioso. Consejo que nunca escuchó.

Dos semáforos más y un par de anécdotas de cómo odiaba caminar por esas calles en la noche, cuando la mujer se le hacía demasiado complicado ir a buscarlo, terminaron llegando a lo que era un edificio no muy amplio ni grande. Bastante viejo en su decoración y descuidado en su fachada. Un gimnasio con potencial pero maltratado.

Al ingresar, el frío glacial los hizo encogerse en sus sitios, sin embargo, el omega no se detuvo y tomando de la mano al alfa, lo llevó hasta la corta línea de espera que había allí.

—¿Vamos a patinar? —preguntó el pelinegro al avanzar.

—O yo puedo patinar para ti.

Mordiéndose el labio inferior, el alfa le dio un apretón a su mano—. Suena tentador por alguna razón —le confesó en un susurro, acercándose por atrás. Haciéndole cosquillas en la oreja—. Pero prefiero verte.

—Siempre es igual contigo —replicó entre risas, dándole un codazo—. Apártate, hay personas viendo.

—De hecho, ninguna parece interesada en nosotros.

—Te equivocas, nosotros lo estamos.

Mirando por sobre sus hombros, se encontraron con Seonghwa liderando el camino, Yeosang lo seguía de cerca con unas frituras en la mano mientras que Beomjoong iba a su ritmo, una expresión analítica en la cara pero nada que revelara sus pensamientos.

—Les dije que estarían aquí —comentó el albino, cero impresionado, masticando su chicle de manera molesta—. Era más obvio que ese parque a donde se escapaba cuando discutía con Beomjoong.

—¡Hey! —dijo el aludido.

—¿Discutías con tu hermano?

—Por tonterías —reconoció en un asentimiento—. ¿Tú no discutías con el tuyo?

Tras pensarlo, el alfa asintió—. Por la diferencia de edad principalmente y otras tonterías, sí.

—No es por interrumpir —murmuró Beomjoong—, pero un aviso habría estado bien. Nos preocupamos cuando desaparecieron.

—Sólo hyung lo hizo —acotó Yeosang con su usual calma.

Rodando los ojos, el mayor del grupo no dijo nada y se unió a la fila junto a los demás, sorprendiendo a su hermano menor principalmente. No es que no supiera patinar, lo hacía bastante bien, pero rara vez tocaba una pista. El frío mortal le desagradaba.

En eso eran opuestos.

Con los patines en mano, todos menos Yeosang, se dispusieron a quitar las barras plásticas de seguridad para caminar hacia la pista de hielo. La cual no se hallaba muy ocupada como podría esperarse. Pero contrario a lo que pensaba Hongjoong, Beomjoong no dudó en arrancarlo de las manos de Mingi en el instante que quiso entrelazar sus dedos con el alfa. Desconcertado por su actitud, lo miró con las cejas arrugadas y los labios fruncidos en un rictus similar al de su padre.

—Él no sabe patinar —le advirtió con urgencia—, ¿por qué hiciste eso?

—Yo veo que se las está manejando bastante bien —confundido, el omega miró hacia atrás, encontrándose con la imagen del alfa, alto, imponente y grande, patinando como un niño primerizo o un venado dando sus primeros pasos, era gracioso pero lamentable al mismo tiempo. Y la necesidad de ir a ayudarlo quemó en su pecho en una llamarada—. Dios, se nota que te apegaste a él. Me das asco. La última vez que te vi así fue hace años.

Sacudiendo la cabeza, Hongjoong miró a Beomjoong con ojos grandes—. ¿Apego, dices?

—¿No es obvio o acaso lo ignoraste como la mula obstinada que eres?

—No, quiero decir, me gusta, seguro, pero porque es un buen alfa y porque tuvimos sexo, me vuelvo pegajoso con él después de hacerlo y...

—Ahórrate los detalles —le pidió con una mano en alto y un tono serio ante su verborragia—. Sólo escucha lo que dices un segundo: "me gusta..." —repitió en la misma cadencia—. ¿Eso no te dice algo?

—Me refiero a su personalidad, es un buen alfa y en serio me trata bien, es paciente y...

—Hong, esas son excusas. O razones de porqué te gusta, pero negar lo evidente, no tiene caso —le recordó con una obviedad desagradable, dando su primera vuelta a la pista—.  ¿Por qué lo haces?

—Merece algo mejor, ¿de acuerdo? —admitió en un susurro afligido—. Su apego y que quiera cortejarme..., es un desperdicio en alguien como yo. Estoy jodido por si se te olvida.

—Nada que no se pueda solucionar con terapia, lo sabes. Sólo estás asustado.

—Es demasiado bueno, ¿entiendes?

—En el pasado no te parecía así.

—En el pasado no lo conocía. Ahora es distinto.

—Hong, tiene las mismas imperfecciones que antes, ahora sólo conoces otra faceta de su persona, es todo. Pero si quieres aceptar su cortejo o no, es tú decisión.

Incrédulo, se volteó hacia el mayor—. ¿No estás sorprendido de que quiera cortejarme?

—Siempre pensé que había una especie de tensión sexual entre ustedes dos —comentó con un encogimiento de hombros vago—. Por cómo relatabas los encuentros, así que no, no me sorprende en lo absoluto. Además, es obvio que el tipo está a tus pies. Te trata como si fueras la criatura más hermosa que vio, y es asqueroso.

—Tu forma de hablar es asquerosa. Espero que tu vida amorosa sea mejor.

—Nah, me mantengo soltero. Para tu desgracia, serás el chisme familiar para cuando te vayas.

—Ni me lo recuerdes. Si rompemos, Haesuk me hará la vida un infierno.

Riendo, el beta lo codeó con suavidad—. ¿Otro más? —bromeó con malicia.

—Somos unos imbéciles, si nos escuchara se pondría roja de la rabia.

—Entonces es una suerte que nos hayamos escapado.

—La cena será un infierno. Ya puedo imaginar las comparaciones.

—Lo estás haciendo bien, no dejes que te golpeé tan duro. Eres su hijo después de todo, usa esa cabeza tuya para dejarla enfurecida.

—Eres un pésimo hermano mayor.

—¿Por apartarte de tu pareja?

Codeando a su hermano, Hongjoong no pudo evitar ruborizarse—. Es mi alfa, no mi pareja ni mi compañero.

—Pero tiene intenciones de serlo por lo que oí de ti y de Hwa, sabes como no puede contenerse.

—Sólo agradezco que se pueda medir delante de nuestros padres, sería un desastre de lo contrario.

—Pero es tu mejor amigo —señaló Beomjoong, poniendo una sonrisa en Hongjoong.

—Y así lo amo —declaró con ternura, procediendo a abrazar al beta—. Como amo a Yeosang y como te amo a ti.

—¿Qué hay de mí?

Mirando por encima de su hombro, los hermanos Kim se encontraron con Song Mingi que, finalmente, había conseguido alcanzarlos. Piernas torpemente estiradas y espalda encorvada. Hongjoong no pudo evitar reír y estirar una mano, empujándolo. Lo que envió una señal de pánico a su cerebro de inmediato al recordar que el sujeto no sabía cómo patinar, y al verlo tambalearse, pasó a soltarse de Beomjoong para agarrar uno de los brazos del moreno. Logrando mantenerlo de pie.

—Debes aprender a patinar —respondió con un matiz de regaño, estrechando la mirada.

—No es lo que esperaba oír.

—Y no vas a escucharme mentir —le advirtió el castaño sin un tono en particular, alejándose de su hermano para, en un medio giro, rodear el cuello del moreno con los brazos, instantáneamente, éste le rodeó la cintura—. Me gustas y eso es todo lo que obtendrás de mí.

Inclinando la cabeza, el pelinegro lo miró desde arriba, intrigado—. ¿Te gusto?

—Sí, me apegue a ti, según mi hermano.

—¿Y según tu criterio, qué dirías?

—¿Siendo honesto? —el moreno asintió con lentitud, ojos atentos y expectantes—. Eres mi tipo y me gustas.

Sonriendo en grande, el pelinegro lo estrechó más cerca—. Sabía que todo este tiempo discutiendo sólo querías besarme.

Carcajeándose, el hombre más bajo echó la cabeza hacia atrás—. Usando esa lógica debería asumir que tú querías meterte en mis pantalones.

—Buen punto.

—¿Querías? —cuestionó con una ceja en alto.

—No soy un depravado malintencionado, Hongjoong. Incluso con esa cara que tienes, me caías fatal como para pensar en meterme en tus pantalones.

—Es bueno saber que la cosa se mantenía similar entre nosotros.

—Mhm —musitó el alfa, acercándose a presionar la nariz en su sien—. Me alegra más que lo hayamos solucionado.

Apretándolo por el cuello, él asintió—. Estamos mejor así —concordó mientras hacía su mejor esfuerzo por frotar sus mejillas juntas. Le había agarrado gusto al gesto.

—Ya quítense las manos de encima —masculló Seonghwa al acercarse a ellos—. Hay niños viéndolos. Además, comienzan a llenar el lugar con sus feromonas.

Avergonzado, Hongjoong fue el más rápido para apartarse de Mingi, quien si bien se tambaleó, se mantuvo en su lugar a la perfección.

—¿Cómo no te avergüenzas? —preguntó al tomarlo de la mano, guiándolo fuera del hielo.

—Soy un alfa dominante, no voy a avergonzarme por ser cariñoso con mi omega.

—¡Te he visto sonrojado! —acusó cuando estuvieron junto a Yeosang, en tierra segura y firme.

—Por ti, cabeza hueca —acotó el beta joven, terminando el paquete de frituras entero—. ¿Se lo dijiste?

El alfa asintió—. Va a pensarlo.

—Bueno, si sabes que quiere cortejarte, entenderás la diferencia de situaciones. La expresión genética de un dominante es la confianza o la arrogancia, tú decide cómo calificarla. Yo sólo he leído que difícilmente se ponen tímidos con desconocidos que no les interesan. Caso contrario, cuando el enfoque es la persona que cortejan. Muestran sus colores inconscientemente.

—Es asombroso cuanto contenido puedes almacenar —murmuró Mingi, impresionado—. Entiendo la fascinación de Yunho un poco mejor.

—Genial, ahora andando, la cena no se preparara sola.

Riendo, Yeosang se puso de pie con las bolsas que le habían tocado cuidar, repartiendo un par a quienes tenía enfrente. A la espera de que los otros dos mayores se dignen a regresar. Al hacerlo, emprendieron el viaje. Uno tranquilo, repleto de una comodidad táctica. A sabiendas de a dónde ingresarían sería un alboroto insostenible y formidable como los guerreros del Infierno.

La cena por otra parte, ninguno sabía en qué se transformaría. Sólo esperaban lo mejor. Y eso ya era mucho.



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro