❈•≪34. Confrontatio≫•❈
Cuando Mingi ingresó al departamento de Hongjoong una semana después de no verse por cuestiones de horario, lo primero que le asaltó fue una avalancha de feromonas amargas. El jengibre vuelto una picazón insoportable y la vainilla disuelta en una putrefacción ácida. Consternado, vio a Yeosang desesperado en un costado, el aroma a rosas exudándose en oleadas pútridas, entremezcladas con la fragancia cítrica de Seonghwa. Intentando que éstas fueran tranquilizadoras. Hongjoong se encontraba en el sofá, envuelto en sí mismo, brazos rodeando la piernas y la cabeza oculta entre las rodillas. Emanando una angustia demoledora.
Un escenario confuso que no le dio contexto de nada.
Kang le había escrito, diciendo que era urgente que condujera a la capital, que algo había sucedido y era necesaria su presencia. Ante la falta de información, su primer instinto fue llamarlo. Cuestionar qué iba mal, sólo para recibir la repuesta que presentía, Hongjoong estaba teniendo una crisis. La causa de ella: Haesuk. Con la información en mano, se apresuró por terminar con su sesión en el gimnasio. Dando explicaciones vagas al entrenador de porqué.
No obstante, llegar al departamento y ver el caos que era todo, a pesar de las instrucciones que le había dado al par de amigos para contener la situación lo mejor posible, lo había apabullado considerablemente. Estimulando sus sensores y terminaciones con exageración.
La peor parte fue calmarlo, Hongjoong no cooperó demasiado y Seonghwa tampoco ayudaba mucho presionándolo. Fue un desastre absoluto y casi incontenible. Sin embargo, liberar sus feromonas ayudó en gran medida y realizar patrones relajantes en la espalda del castaño sin invadirlo, dándole su espacio y tiempo, también sirvieron. Que los otros dos redujeran sus fragancias, también. Sus técnicas fueron muy diferentes a las tácticas que el par había intentado antes de que llegara.
Para cuando lograron contener la situación, Hongjoong estaba exhausto y arrullado en el mismo rincón, durmiendo. O inconsciente. Era complicado deducirlo con lo amena y sutil que era su respiración. Yeosang incluso planteó la idea de llamar a emergencias, pero viéndolo así, Seonghwa lo descartó tras pensarlo con detenimiento.
Exhalando con fuerza, Mingi se dejó caer en el suelo, junto al omega. Sin querer perturbar su sueño, le corrió unos mechones del rostro con suavidad, todavía manteniendo sus feromonas a una frecuencia relajante y perceptible.
—Así que, ¿esto fue por culpa de Haesuk? —fue la pregunta del alfa dominante, finalmente rompiendo con el silencio que se había instalado.
—No tengo claro de qué hablaron —comenzó diciendo Yeosang en un tono cansado y pasando a ocupar el único mueble individual—. Pero estoy seguro que tiene que ver con Beomjoong-hyung. ¡Oh! Es...
—El hermano mayor de Hongjoong, lo sé. Me contó de él —explicó con tranquilidad, pasándose una mano por el pelo y observando de soslayo al inconsciente aludido en el sofá. Se veía pacífico y ojeroso, una imagen que contrastaba fuertemente—. Mencionó que la fecha de su cumpleaños se acercaba, quería verlo, pero no a sus padres.
Cruzando miradas, el dúo asintió con lentitud—. Suponemos que fue a raíz de ello. Haesuk no es tonta, y mientras más larga le dé Hongjoong sobre cuándo se va a aparecer por allí, más insistente se vuelve —comentó el albino.
—Y peor es su trato, asumo —murmuró el moreno, un tono disgustado y las comisuras fruncidas en un rictus caído.
—Exactamente —concedió Yeosang con gentileza, para a continuación preguntar—. ¿Qué tanto sabes del historial familiar?
—Bueno, no demasiado. Sólo sé que Hongjoong ama a su hermano mayor y no se lleva tan mal con su padre, sólo que lo considera incompetente en su rol como alfa y que a su madre la ve como una persona arrogante. Una dictadora de manual, diría él. Atributo que designa a su casta como omega dominante.
—Para no saber mucho, resulta que sabes bastante —señaló el beta con tranquilidad. Volviéndose a mirar con Seonghwa antes de suspirar—. Le sugerimos que te invitara.
—¿Disculpa?
—Más importante aún, Yeosang me dijo que te apegaste —intervino el alfa albino de repente—, entonces me gustaría saber; ¿cuáles son tus verdaderas intenciones con Hongjoong ahora?
Relamiéndose los labios, Mingi entendió que esa, era una pregunta crucial. ¿Qué pretendía hacer con su relación y Hongjoong? No sólo porque se había apegado a él, y desarrollado un vínculo más fuerte a posterior del que éstos no tenían idea, sino que por la razón de que su presencia influía en la ajena. Entonces era primordial decidir qué tanto era adecuado que se inmiscuyera en la vida impropia.
Y por un instante, por un ínfimo segundo, no supo cómo responder pese a que lo hubiera pensado incontables veces. No porque temiera la reacción de esos dos hombres, simplemente las palabras no salieron de su boca. Ésta se abrió y se cerró varias veces, como si fuera un pez boqueando por oxigeno.
Humedeciendo sus labios por segunda vez, se vio en la obligación de impostar la voz—. Lo quiero cortejar.
Las palabras de Mingi pusieron un silencio súbito y sepulcral en la sala. Fue tan pesado que lo obligó a removerse en su sitio y comprobar que, en efecto, Hongjoong seguía dormido. Respirando en un compás relajado y rítmico. Como si estuviera en un sueño profundo. Diferente al escenario que tenía enfrente, y la mirada escrutadora de Yeosang era mucho más densa que la crítica de Seonghwa por algún motivo, sin embargo, él no esquivó ninguna. Las sostuvo con la mejor templanza que pudo. Leal a su convicción.
Quería cortejar a Hongjoong.
—¿Lo sabe? —fue lo primero que preguntó Seonghwa, y eso lo hizo reír. Fue una risa histérica y seca. Tan inapropiada de su parte como de la situación.
—Por supuesto que no —les dijo con total soltura, hilarante de que siquiera lo sugiriera—. No hubo momento en nuestras agendas para vernos, menos para conversar con propiedad. Ni siquiera he tocado el tema del apego con él.
—¿Y cuándo planeabas hacerlo? —cuestionó el albino en un tono más sereno, una actitud más compasiva y casi amable.
—Para ser honesto, no lo sé. Los días sólo continuaron pasando y me acobardé, supongo —admitió vagamente en un encogimiento de hombros—. Es difícil abrir tu corazón cuando tienes que tener en cuenta tantos factores.
—Así que, ¿terminaste enamorado?
—¿No es irónico? —preguntó con una sonrisa amarga—. Nos llevábamos fatal, y si ignoramos la tensión, eramos un desastre al lado del otro. Siempre chocando y discutiendo. Era ridículo las tonterías por las que podíamos enojar al otro.
—¿Te arrepientes de sugerir ser su alfa?
—¿Por qué lo haría? —preguntó, esta vez, mirando a Yeosang—. Pude conocer a una persona asombrosa, de lo contrario, seguiría creyendo que sólo es un imbécil con un complejo de inferioridad muy marcado y sin tratar.
—Eres bastante honorable para haberte comportado como un imbécil con él —destacó el beta con una pequeña sonrisa compasiva.
—Bueno, nunca quise dar a entender que no tuviera defectos. A veces pecaba de soberbio y pretencioso. Sé cuáles fueron mis errores.
—¿Y qué te hizo cambiar de opinión? —preguntó Seonghwa con la cabeza inclinada a un lado, curioso.
—¿No es mejor así? —replicó con una mirada solemne y una cadencia monótona en la voz—. Ahora, cada uno tiene menos estrés en su vida a causa de esas confrontaciones estúpidas e inexistentes. Además, dejamos nuestros prejuicios de lado. Un gran avance. Y tenemos 25 años, por todos los cielos, necesitábamos este cambio de perspectiva. Necesitábamos que uno de nosotros dijera basta.
Asintiendo en aceptación, Seonghwa le dio una mirada de lástima—. ¿Sabes que no lo aceptara tan fácil, no?
Mingi sonrió con suavidad, dudaba siquiera que fuera a aceptarlo. Se conocían de buena manera, para ponerlo de algún modo, hacía pocos meses, no obstante, los únicos avances que habían tenido eran a niveles sexuales. La conversación entre ellos fluía, pero en algún punto siempre se estancaba. No revelaban demasiado de la vida ajena y no compartían momentos de intimidad extrema, todavía delineando un límite.
—Gracias por cuidarlo —fue lo único que ofreció en respuesta. Una gratitud genuina y que se demostraba en la profundidad de su mirada.
—Te apruebo —dijo Seonghwa de la nada, viéndolo con ojos honestos y suaves.
La aprobación no era fundamental en el cortejo, y menos si no venía de la línea directa del omega, en este caso, pero teniendo en cuenta la situación de Hongjoong, Mingi se sentía alagado. Asimismo como honrado. Lo que se mostró en su sonrisa de oreja a oreja.
—Pienso que serías un buen compañero para él, también te apruebo.
—Gracias, aprecio mucho que lo consideren así. Aunque la única opinión que realmente importa es la de Hongjoong.
—Sólo nos queda esperar a ver su reacción.
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Adolorido e incómodo, Hongjoong se decidió por despertar de lo que le había parecido una eternidad.
Estirando los brazos por sobre la cabeza, el castaño miró alrededor sólo para encontrarse con Yeosang en el sofá individual, un par de hojas en la mano y el celular apoyado en el hombro mientras corroboraba datos con alguien al otro lado de la línea. Un lápiz en la otra y una mirada concentrada. Confundido, un bostezo rompió sus labios.
—¿Dónde está Hwa? —preguntó al no verlo por ningún lado. Y recordaba haberle gritado que lo dejara en paz. De lo que claramente no estaba muy orgulloso y se arrepentía.
—En la cocina —murmuró el beta sin levantar la mirada—. Ya van a dar las ocho —le informó a continuación, con una amabilidad familiar y un aroma reconfortante.
Carraspeando, el omega se removió en su sitio e inhaló con sutileza, percibiendo las notas de alguien que no recordaba haber visto allí—. ¿Y Mingi? —preguntó en un tono cohibido y un tanto desorientado.
Antes de que Yeosang pudiera separar los labios y responder, se escuchó una tercera voz, un registro grave familiar acompañado de un aroma fragante que no se podía comparar con otro.
—Aquí, Ángel.
A una velocidad desconocida, el aludido volteó por sobre su hombro derecho y se encontró con el alfa en cuestión, sonriéndole con una gentileza de seda y mirándolo con ojos amorosos que no podía explicar. En las manos traía dos vasos.
—Para ti —le dijo el moreno, entregándole uno. En el interior contenía agua. Aceptando el vaso con un intento de sonrisa, bebió en silencio. Viendo cómo tendía el otro hacia el beta—. ¿Cómo te sientes?
—Bien.
Lo que era mentira, se sentía cansado, adolorido y como una basura insustancial. Sin ganas de hacer nada y con el apetito disminuido. Sólo quería encerrarse en su habitación y no salir por dos días. Sin embargo, sabía que no podía hacer eso. El cumpleaños de su hermano era éste fin de semana y no podía faltar. Haesuk lo devoraría vivo si lo hacía. La mujer se encargó de que lo supiera de la manera más cariñosa que conocía.
Porque incluso si era un beta, Beomjoong seguía siendo el primogénito de la omega y el mayor de la familia. Dígase, el más importante. A pesar de que su carrera no le importara demasiado a la mujer, por no decir que le daba completamente igual.
Suspirando, el alfa intentó sonreírle, fracasando estrepitosamente—. La cena estará lista en unos segundos. Es algo ligero.
Relamiéndose los labios, el omega desvió la mirada, jugueteando con sus dedos de forma nerviosa—. No tengo hambre —inmediatamente, su sentencia tuvo a dos pares de ojos viéndolo con intensidad—. Incluso si es algo ligero..., no me siento bien.
—Tienes que comer algo —le recordó Yeosang en un tono serio.
—Lo sé, sólo que no tengo estómago para ingerir nada —y al segundo de decirlo, la comisura de sus ojos cayeron en un súplica al igual que sus palmas se juntaron entre sí, sin que se diera cuenta—. Por favor, Sangie, apóyame en esta.
—Seonghwa no lo dejará pasar tan fácil.
—Hagamos algo —intervino Mingi de repente, obteniendo la atención avasalladora de Hongjoong—. Como algunas frutas, nada muy pesado y mucho más liviano que la cena. Pero todavía estaría siendo algo.
—Pero...
—No es bueno que duermas con el estómago vacío.
—Tampoco que me fuerce a consumir algo si no estoy de ánimos —replicó con una astucia áspera.
—Él tiene razón, Joong. Inténtalo.
Pese a su reticencia inicial, Hongjoong terminó cediendo y yendo a la cocina con el resto cuando Seonghwa anunció que había acabado y la mesa estaba servida. Como Yeosang dijo, el alfa albino no se tomó muy el que no comería lo que había preparado particularmente. Su expresión entera se había contraído en un sentimiento desagradable de reproche y crítica, que no mejoró al saber que lo único que ingeriría hoy serían frutas. Que si bien tenían sus nutrientes, no eran algo elaborado ni un "snack" que debiera considerarse en e estado que él se encontraba. Sin embargo, tuvo a dos personas abogando por su postura, lo que bastó para tranquilizar al patinador preocupado.
Y por tranquilizar no fue más que ahogar su voz con otros argumentos.
La cena en sí misma, transcurrió con una normalidad relativa. Hubo una conversación casual por parte de Yeosang y Seonghwa sobre algunos artículos que habían salido esta semana referente a él, que rápidamente, giraron la conversación sobre aquellos que habían salido sobre ellos dos. Hongjoong no comentó demasiado de la situación, si la revista que los hubiera sacado tuviera mayor credibilidad, quizás pensaría mejor en qué hacer al respecto, su club no se hallaba pidiendo respuestas y sus compañeros no eran más que lobos curiosos por una confirmación o negación al pasar susurrada en un pasillo. Por lo que no le interesaba demasiado el asunto.
Él sabía la verdad y con eso le bastaba.
Mingi, por su parte, fue un poco más conversador, respondiendo las preguntas curiosas del dúo como si nada. Lo que le llamó la atención. No era ciego y podía notar cierta complicidad en las miradas de todos. Una atmósfera en la que no era incluido pero tampoco descartado, asimismo, destacó considerablemente la suavidad de Seonghwa para con Mingi. No sólo fue cordial en su trato, sino que amistoso. Y hasta hace semanas, el alfa dominante no era de su especial agrado. No le disgustaba, que no se malentendiera. Pero tampoco es que lo adorara.
Era extraño y confuso verlos actuar de esa manera, como si fueran amigos.
Entonces cuando el cielo se tiñó de negro y las luces apagaron el rastro de estrellas en el cielo, Hongjoong no pudo quedarse con la intriga de qué había sido todo eso por mucho más tiempo, por lo que, después de que se hubieran lavado los dientes y su ánimo se hubiera establecido considerablemente, no dudó en enjaular a Mingi en un abrazo y tumbarlo sobre la cama. Sorprendiéndolo por completo.
—¿Qué fue eso en la cena? —preguntó con la mirada entrecerrada, en su faceta de investigador.
Enarcando una ceja, el alfa se vio como si no comprendiera—. ¿Qué sucedió allí?
—La actitud de Hwa para contigo, no le agradabas mucho, ¿sabes?
—Sí —dijo tras rodearle la cintura con los brazos, estrechándolo sutilmente de un modo reconfortante—, me di cuenta en la pista de hielo y aquella vez, poco después de que me dieras tu contraseña. No hizo ni siquiera el mínimo esfuerzo para enmascarar su expresión.
—Lo siento por eso —murmuró con una pena sincera, acercándose para frotar sus mejillas—. Hice lo que estuvo en a mi alcance para defenderte.
—Gracias —susurró, en lo que parecía ser un tono impresionado por sus acciones—. Entonces —agregó con una voz más compuesta—. ¿Quieres hablar de lo que pasó hoy?
—Para ser honesto, preferiría que nos fuéramos a dormir —respondió de inmediato, sin vacilación de por medio—. Pero puedo darme cuenta que todavía estás preocupado. Así que adelante, conversemos.
A pesar de sus palabras, el alfa se le quedó mirado como un completo estúpido, ojos bien abiertos y boca en una exclamación muda. Acurrucado por la tentación, el omega no perdió la oportunidad de robarle un beso, lo que tuvo el efecto instantáneo de sacarlo de su ensoñación.
—A veces rompes todos mis parámetros —le confesó sin aliento, lo que el omega no comprendió.
—¿De qué hablas?
—No importa —dijo el pelinegro tras sacudir la cabeza, sus hebras oscuras apenas siguiendo el movimiento—. Hablemos de lo que sí. ¿Qué te afectó tanto?
—Haesuk, como siempre y no hay que olvidar su amor —respondió con ironía—. Aún no se traga lo de mi lesión, ¿puedes creerlo? —cuestionó para sí en un tono amargo—. Piensa que estoy usando mis "recursos de omega".
—¿Y qué sería eso? —preguntó el otro con la cabeza a un lado. Incómodo, el castaño tuvo que evitar su mirada.
—Que me estoy acostando con alguien del plantel, ya sea algún entrenador o el mánager Lee —la mueca que se formó en sus labios no fue por la vergüenza que le generó decir eso en voz alta, sino por el apretón estrangulador que hubo entorno a su cintura.
—¿Cómo es que tu madre tiene el descaro de insinuar algo como eso?
—Bueno, es Haesuk —resaltó en un tono rígido—. Ella puede decir lo que se le venga en gana.
—Pero eres su hijo.
—Peor aún, no tiene filtros en lo absoluto.
—Pero, ¿por qué rayos pensaría algo como eso?
—Ese es el punto, nadie la entiende. Sólo cree que por ser una omega dominante todos tienen privilegios como ella —dictaminó con una crudeza palpable—. Pero no es así, no puedo falsificar una lesión sólo porque en su imaginación me esté acostando con alguien del plantel. Es imposible. Además, eso me dejaría en una pésima posición como persona. No soy una perra oportunista, ¿de acuerdo?
—Tu madre apesta —admitió el contrario en un resoplido.
Riendo con amargura, el omega dijo—. Imagina si tuvieras que conocerla este fin de semana. La odiarías.
Lo que fue dicho como un comentario al pasar, meramente casual, el alfa lo tomó a pecho porque lo miró con una convicción de acero que le erizó los vellos de la nuca.
—Llévame —dijo con una determinación abrumadora—. Llévame contigo.
—¡¿Estás demente?! —cuestionó al alzarse con sus dos manos, poniendo distancia y una expresión compungida en el rostro—. Eso le daría la razón. Eres un alfa dominante, por todos los cielos, y no es discriminación antes de que te adelantes —le dijo en un tono frustrado, pasando a sentarse a su costado, ocultándose en sus manos—. Justo en el blanco, pensaría ella, su hijo acabó siendo un trepador de primer nivel.
—Pero ambos sabemos que no es cierto —le recordó el moreno cuando lo miró de soslayo, enderezándose y acariciando su espalda en patrones aleatorios—. Tú sabes que no lo eres.
—Con ella nunca importan los hechos, ¿entiendes? Sólo lo que crea.
—Es sólo una sugerencia —declaró el moreno en un arrullo—. Por si no quieres meterte en la boca del lobo solo, siempre puedes contar conmigo.
—Entonces, ¿sólo tengo que llevar otro lobo feroz? —preguntó con humor, sonriendo de medio lado.
—Un alfa dominante siempre es una buena solución.
Mordiéndose el labio inferior, el castaño terminó asintiendo—. Voy a pensarlo, ¿de acuerdo?
—No es necesario —dijo el otro, repentinamente atropellándose con las palabras—. No es presión, sólo una idea, Yeosang me dijo que lo su...
—Lo sé, lo sé —intervino el omega, entre risas. Cayendo sobre las sábanas con los brazos abiertos—. Ellos también pensaron que sería una buena idea. No porque seas un alfa dominante, sino que, saben que me cuidarías.
—Ya veo —susurró torpemente, sin saber de qué otro modo responder.
—Gracias —murmuró Hongjoong con una expresión suave, sonriéndole.
Inclinándose hacia abajo, Mingi le besó la mejilla con gentileza—. Cuando quieras, Ángel —susurró contra su piel tersa—. Estoy para servir.
Enredando sus brazos en el cuello del alfa, tiró de éste sobre su cuerpo, para acto seguido, rodear sus caderas con las piernas. Estrechándolo en un abrazo inesperado. Y a pesar de que no pretendía nada más allá de un contacto inocente, la insinuación de la postura y el calor de la cercanía, hicieron que su cerebro se sintiera liviano y su cuerpo más tenso. En una atmósfera íntima y seductora.
Con los párpados caídos y la boca entreabierta, Hongjoong se dejó envolver por el ardor de la tentación e inclinó la cabeza hacia arriba, conectando sus labios en un beso fugaz. Mingi correspondió de inmediato, una presión sutil y un entusiasmo medido. Mano en la mejilla impropia y suspiros suaves que escapaban del gusto. Ladeando la cabeza, el alfa, profundizó el beso, metiendo su lengua en la primera oportunidad que encontró. El gemido del omega fue una melodía placentera.
Bocas abiertas y lenguas enredadas, respiraciones calientes y temperaturas elevadas. Las manos del castaño fueron a parar a la cabellera corta del pelinegro, apretando los mechones oscuros con fuerza. Robándole al alfa un quejido ronco. La vibración gutural le envió sensaciones a través de la ropa e hizo que el omega se retorciera. Sus pechos se frotaron y sus caderas se mecieron con lentitud. Un anhelo burbujeante creciendo en el fondo de sus estómagos.
—Mingi... —dijo en un susurro.
Gruñendo por lo bajo, el aludido presionó sus erecciones en una fricción electrizante que les supo a poco.
—Mingi —repitió en un suspiro sin aliento—. Más.
Besando el cuello del omega, el alfa exhaló con profundidad—. No es buen momento —susurró en un tono áspero, la cadencia de su voz siendo grave.
—¿Por qué no? —cuestionó en un respiro trabajoso.
—Tus amigos.
—Dudo que nos escuchen —objetó sin aliento—. Sólo quiero, no lo sé, sentirte. ¿Por favor? —intentó como último recurso.
Moviendo los labios hacia arriba, el moreno capturó los ajenos y prolongó su beso en una eternidad dulce. La inocencia principal del contacto, perdiéndose, y mutando a algo mucho más pesado. Y en el instante que Hongjoong abrió la boca de forma instintiva, invitándolo a jugar con él y la humedad de su lengua, Mingi hizo de la intensidad tierna a un costado y por impulso, se saltó dos escalones. Sumergiéndose en la tentación de lleno.
Las manos anteriormente suspendidas al costado del cuerpo del omega, pasaron a tocar cuánta piel encontraron a disposición, pasando por su abdomen cubierto a sus brazos y piernas, deteniéndose particularmente en sus muslos. Donde la suavidad de la carne, le incitó a marcar y tomar cuánto pudiera en su poder. Y fue a causa de esa artimaña, que sus uñas romas se deslizaron por la superficie expuesta, dejando un sendero indefinido de marcas rojizas. El frío del metal de sus anillos, provocando que se retorciera sin parar.
Ahogando un jadeo, Mingi se impresionó cuando los dientes de Hongjoong tironearon de su labio inferior con lentitud. Una sensualidad grácil y una delicadeza que hizo cosquillas. La oleada de satisfacción que los inundó y tuvo a sus terminaciones vibrando del gusto, acaparó cualquier torpeza o descuido que pudiera existir entre ellos.
Sin embargo, su cuerpo se estremeció, cuando sin previo aviso, una de las manos del omega descendió por su abdomen cubierto hasta el final de su pantalón, y con una travesura ya acostumbrada, percibió como tironeó de sus cordones y los desenredó con eficacia. Para cuando el contacto piel con piel llegó, un estremecimiento le recorrió la espina dorsal y lo hizo suspirar. Sus nervios vibrando de la satisfacción vaga pero palpable.
El silencio de la tenue habitación se vio llenada por los jadeos entrecortados y las respiraciones superficiales de ambos, rompiendo con esa quietud establecida con anterioridad.
Y en el lapso que sus miradas se encontraron por primera vez, Mingi quiso besar a Hongjoong, sin embargo, éste se le adelantó y llevó sus belfos a la zona de su garganta. Besándolo con cuidado y una lentitud dolorosa. Tomando pequeñas porciones de piel con una dedicación bien escrita y llenando el área de distinciones rojizas. La mente intoxicada del moreno colapsó, cuando la mano flotando alrededor de su abdomen, descendió por un camino arriesgado, al mismo tiempo que una parte de su manzana de Adán era mordida con la fuerza suficiente como para dejar marcas. La succión que vino después, no fue consuelo alguno.
Las endorfinas de su cerebro se precipitaron en grandes escalas y explotaron hasta conseguir inundar sus sentidos y nublar sus juicios de cualquier hecho racional. La participación de la dopamina, lo dejó extasiado, sumido en una euforia sin límites e incontenible. Un placer más allá de conocido.
—Mingi...
—Lo sé, lo sé —dijo éste con la voz ronca.
Inhalando fuertemente por la nariz, Mingi sujetó la piel de Hongjoong con las manos antes de proceder a bajar su pantalón corto. Llevándose su prenda interior consigo. Cegado por una oscuridad placentera, sus manos no perdieron tiempo a la hora de ponerse traviesas y en un acto de apreciación solemne, las llevó a la erección ajena. El omega se cubrió el rostro con un brazo y suspiró entrecortado cuando percibió unos dedos acariciarlo con ternura en la zona de la base. Largos y confiados, le recorrieron sin pena. Paseando por su falo con una suavidad tortuosa que lo hizo separar las piernas y removerse en sus sitios. Pezones adoloridos y boca seca.
Todas sus sensaciones se potenciaron cuando sintió el calor húmedo de una cavidad envolverse alrededor de su miembro erecto, fue alucinante y demoledor que su cuerpo apenas pudo soportarlo. Labios gruesos que se movieron a un ritmo lento y acapararon cada centímetro con diligencia. Hongjoong se sentía en la novena nube. Y cuando una de esas manos que había estado jugando con el saco de sus bolas, se escabulló por su remera y llegó exitosamente hasta uno de sus pezones, tironeando de éste sin compasión y frotándolo con su yema en una fricción dolorosa, sus dientes atraparon su labio inferior hasta que lo tiñeron de rojo.
Lo que lo hizo hundirse en una piscina de placer y delirios carnales, fue sentir el roce de unos dientes, muy superficialmente en una de sus venas. Sin poder contenerse, un gemido rompió la quietud de sus labios y llenó de melodías descompasadas la habitación.
Lo que lo mandó a un segundo plano, fue sentir como jugaban con la punta de su erección, quitando el líquido preseminal cada vez que se asomaba, o la manera con la cual la lengua ajena se introducía por su hendidura hipersensible. Haciéndolo respirar con dificultad y retorcerse como una lombriz.
Y a pesar que la tortura fue tan buena, celebró cuando se terminó y Mingi abandonó su erección para enderezarse, escuchándolo agitado junto al ruido característico de una cremallera ser bajada. Animado por la curiosidad, se descubrió la cara, encontrándose con el escenario imponente del alfa sentado sobre sus talones, con el pelo pegado a la frente y los ojos entrecerrados en una mirada predadora de muerte. Gimiendo por la vista estimulante, meneó sus caderas en el aire, deseoso de un placer más abrasador. No obstante, lo que obtuvo fue el frío del lubricante y una mano castigadora que apretó su base. Jadeante, observó al moreno hacer lo mismo con su propia erección y sin que lo esperara, las juntó en un calor resbaladizo.
Cerrando los ojos, echó la cabeza hacia atrás y disfrutó de los placeres carnales que lo invitaban a un clímax abrumador. Sin embargo, no llegó tan pronto como esperó, la destreza de aquellos dedos largos y la estimulación prolongada, hicieron que las comisuras de sus ojos se humedecieran y antes de que lo supiera, tenía a Mingi encima suyo, besándolo con un brío devastador. Hongjoong apenas se pudo concentrar en devolver la acción con la misma intensidad. La mente difusa y la sensibilidad al máximo, lo distrajeron por completo. Ahogándolo en un calor abrasador y sofocante que dolía en los nervios.
Para cuando quiso formular que ya era suficiente, que dolía y no quería más, su cuerpo entero se entumeció en un ardor de fuego y su boca no logró emitir sonido alguno. Permaneciendo abierta en una exclamación muda. La bola de nervios en lo bajo de su estómago explotó en forma de estrellas detrás de sus párpados, formando una galaxia completa que lo cegó en su totalidad. Incapacitándolo de manera absoluta. Sus piernas temblaron, sus terminaciones se contrajeron y un estremecimiento le recorrió desde el principio de la columna hasta el inicio de la nuca, obligándolo a arquear la espalda de una manera descomunal. Confundido y desorientado sobre qué estaba pasando, Hongjoong comenzó a decir el nombre de Mingi como pudo, aferrándose a las sábanas debajo de su cuerpo, buscando explicaciones en una nebulosa de placer que no comprendía, sólo para tener al alfa murmurando palabras de consuelo cerca de su sien izquierda. Dedos gentiles que le acariciaban la cabeza y labios de seda que repartían besos dulces por su piel perlada.
—Te odio —murmuró el omega con lágrimas en los ojos, todavía hipersensible pero más compuesto. Era la primera vez que lo continuaban estimulando después de haber alcanzado el orgasmo. Y no sabía identificar si la sensación le había gustado o no.
—Lo siento —susurró el alfa, frotando la nariz en su mejilla a modo de disculpa—. De nuevo me dejé llevar. Lo lamento, Ángel.
—Ya cállate —pidió con la voz rota, pasándose el dorso de las manos por los ojos—. La siguiente vez sólo tienes que advertirme o algo. No lo sé.
Asintiendo, el alfa se apartó para corroborar su estado—. ¿Todo bien?
—Sí, sólo fue confuso —murmuró el omega tras carraspear, no logrando nada con respecto a su voz—. No sabía que la sobreestimulación sexual se sentía así de abrumadora.
—Puede ser placentero para algunas personas. Debí preguntarte, lo siento.
—Dije que pararas de disculparte —le advirtió tras entrecerrar los ojos, teniendo cero efecto en el contrario—. No estuvo tan mal, sólo fue inesperado, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —accedió tras besarle la mejilla—. La siguiente vez si es demasiado, sólo tienes que golpearme.
—Voy a hacerlo ahora si no dejas el tema.
Riendo, el moreno le besó la punta de la nariz—. Deberíamos limpiarnos.
—Tú encárgate de eso.
Sin medir palabras, Mingi se encargó de la situación para sorpresa de Hongjoong. Lo que no debió serle de una. Ya que no era la primera vez que lo hacía o lo lavaba, aún así, le asombró la dedicación con la cual accedió.
Y para cuando se fueron a dormir, pasaban de las doce y sus cuerpos se enrollaron en el otro en busca de un confort inconsciente.
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A la mañana siguiente, Hongjoong se comportó más pegajoso de lo que todos anticipaban ver, teniendo en cuenta lo sucedido en la tarde. Sin embargo, nadie cuestionó su cambio de humor y lo dejaron ser. Sus amigos al menos. Mingi lo cuestionó, más por curiosidad que por cualquier otra razón.
Ya que mientras estaban en el balcón del omega, disfrutando de la brisa matutina con sus cafés en una mesa y tostadas en un platillo. El castaño, de repente, había decidido que no había mejor asiento que los muslos del alfa. Y recordando lo que había pasado la última vez que se encontraron en una posición similar, no pudo evitar realizar la pregunta. Simplemente para prevenir cualquier consecuencia aledaña.
—¿Qué sucede contigo? —preguntó con una ceja enarcada, hurgando en sus bolsillos por un cigarrillo. La sensación de déjà vu era fuerte para ese instante—. ¿Por qué tan cariñoso? —agregó al encontrar la cajetilla.
—¿No lo sabes? —replicó con fingida sorpresa, imitando su ceja enarcada—. Siempre soy así.
—Nunca eres así.
Rodando los ojos, Hongjoong recostó la espalda en su pecho, llevándose una tostada a la boca—. Piénsalo —le dijo sin terminar de masticar—. ¿En qué momentos sí lo he sido?
—En ninguno —respondió de forma obstinada. Llevándose la punta del cigarro a los labios mientras que con su Zippo de siempre, encendía el papel. Viéndolo arder con las cejas fruncidas. Dando su primera calada, soltó el aire en dirección opuesta al castaño, para inmediatamente después, tomarlo entre sus dedos y quitarlo de su boca—. Aguarda, ¿es porque tuvimos sexo?
—Fuiste a una escuela de niños ricos privilegiados, ¿no deberías saber que el sexo nos vuelve más susceptibles?
—Sí, pero es la primera vez que lo noto contigo.
—Pues, enhorabuena. Felicidades.
Inclinándose hacia abajo, el alfa mordió el hombro del omega con la fuerza suficiente como para hacer que se enderece—. No juegues conmigo.
—Imbécil, eso dolió —y antes de que pudiera responder, tuvo al omega devolviéndole la acción. Sólo que éste fue por su brazo, mordiendo su bíceps de modo que la marca se impregnara por debajo de la remera que llevaba.
—¡Hongjoong! —dijo en un quejido adolorido.
—Para que veas —contrarrestó éste sin inmutarse, levantándose para consternación del moreno y proceder a ocupar la silla a su costado izquierdo.
—No tenías que cambiarte.
—Ya que parecía molestarte, prefiero ahorrarme los conflictos —replicó con un falso sentido de honor, y encogiéndose de hombros por supuesto.
—Cómo prefieras —murmuró el alfa sin dar batalla, ganando una mirada despectiva por parte del omega que lo hizo sonreír. Sin embargo, su sonrisa duró poco antes las siguientes palabras del castaño.
—Nos vamos mañana, ¿crees que tengas un lugar en tu agenda para mí?
—¿Nos vamos? —preguntó de manera tonta, sin comprender a qué se refería exactamente.
—Sí, con Yeosang y Seonghwa a la casa de mis padres —explicó de forma vaga, bebiendo de su café—. Siempre vienen conmigo. Oh bueno, desde que les pedí hacerlo hace un par de años. Es una tradición. Ya sabes, viaje en carretera un par de horas, rumbo al infierno. Nada más emocionante.
—¿Quieres que te despida? —preguntó en un tono juguetón, inclinándose para rodearle los hombros con un brazo, cuidando mantener el que sostenía el cigarrillo lejos del omega.
Resoplando, Hongjoong le golpeó el pecho—. No, idiota. Te estoy invitando a venir.
Perplejo, Mingi parpadeó un par de veces—. ¿En serio? —murmuró con incredulidad—. De verdad no era presión cuando lo sugerí, yo...
—Pensé que te gustaría ver donde crecí y eso. Es todo.
Apretándolo con su brazo, el alfa no tardó en llenar la cara del omega a besos, murmurando entremedio de que estaba encantado con la idea. Haciéndolo reír en el proceso. El sonido fue dulce y las feromonas igual.
—Veo que las noticias ya te llegaron.
Sobresaltándose, el par se giró hacia el ingreso del balcón sólo para encontrarse con el albino recostado en el umbral de cristal. Los brazos cruzados sobre el pecho y la expresión relajada en una mueca amigable que rozaba lo burlesco.
—¿Cuándo llegaste? —preguntó Hongjoong con las orejas enrojecidas. Mingi sabía que no era un fanático de que los vieran interactuar.
—¿En serio quieres saber? —replicó con una ceja en alto, la malicia tirando de sus labios hacia arriba.
—Dios, no —exclamó con las mejillas sonrosadas—. ¿Qué quieres?
—Conversar con alguien —murmuró como si no fuera obvio—. Yeosang está hablando con no sé quién por celular y apenas me nota.
—Quizás sea alguien del trabajo. Sabes que ignora a todos cuando es relacionado a eso.
—¿Y esa persona le mandaría fotos de su gato? —inquirió—. No lo creo. A otro perro con ese hueso. Me huele a alfa.
—¿Gato? —preguntó Mingi, tomando su segunda calada. Cejas fruncidas y postura erguida—. Es sólo una corazonada, pero, ¿podría ser gigante y amarronado?
—¡Sí! —exclamó Seonghwa con una sonrisa de lotería—, como un gato de montaña sólo que más pequeño. ¿Cómo supiste?
—Porque ese es mi gato —dijo con énfasis en el mi—. Y sospecho que Yeosang se encuentra hablando con Yunho, para estar recibiendo fotos de Sarang.
—¿Le pusiste Sarang a tu gato? —cuestionó el albino con las cejas en arcos gruesos.
—No, mi hermano mayor se lo puso. Y ese no es el punto.
—No, el punto es, ¿por qué rayos esos dos se hablan?
—¿Trabajo? —se aventuró a conjeturar Seonghwa. Una inocencia que no iba del todo bien con su mirada conocedora.
—¿Y le manda fotos de un gato que no le pertenece por eso? —cuestionó con una sagacidad inadvertida—. Eso tiene pinta de ser otra cosa —declaró con disgusto dispuesto a levantarse, sin embargo, una mano entorno a su muñeca lo detuvo en el acto—. ¿Qué haces?
—No puedes intervenir en la vida de Yeosang de esa manera. O en su relación con Yunho, cualquiera sea, ya hablamos de esto —le recordó el moreno con un tono tranquilo.
—Pero Min, es Jeong de quién hablamos.
—Aún así, Ángel, ambos son adultos. ¿Cómo te sentirías tú en su lugar?
—Asqueado —respondió luego de volver a sentarse. Seonghwa fue el único que se rió de su comentario—. Bueno, joder, me sentiría mal si se entrometieran. ¿Feliz?
—Tú dijiste que Yeosang tiene buen criterio y sabe juzgar a las personas, de seguro, no pasara por alto ninguna mala conducta de Yunho si es lo que creemos.
—En serio te odio a veces.
—Eso sólo significa que te gusta —contraatacó Seonghwa de repente, asombrando a ambos—. Deberías decirle —aconsejó antes de enderezarse—. No te lo va a dejar fácil, pero de seguro tampoco muy complicado. Inténtalo.
—¿De qué hablaba? —preguntó Hongjoong cuando el patinador desapareció, dejándolos solos y en una quietud efímera.
Y Mingi no supo qué responder al principio, porque sabía a qué se refería Seonghwa: su apego y sus deseos de cortejar a Hongjoong. No obstante, jamás creyó que se vería orillado a confesarse de esa manera tan inesperada.
—¿Min?
—Me apegué a ti —pronunció a las prisas, atropellándose con sus palabras. Mirando cómo la expresión del omega se pasaba a transformar en algo abstracto e ilegible—. No sé cuándo pasó, realmente que no, pero pasó ¿de acuerdo? Me apegué, Ángel, y también quiero cortejarte.
El silencio que se instaló en el balcón fue sepulcral, roto únicamente por el ruido de la puerta al ser abierta y cerrada. Hongjoong seguía sin decir nada y con la expresión en blanco. No sabía si indiferente o atónito.
—¿Por qué querrías hacer eso? —terminó preguntando en un suspiro, sin aliento y con los ojos caídos. Desesperanzados.
—Porque te quiero, Hongjoong. Porque quiero que seas parte de mi vida.
—Soy un desastre —le recordó con una cadencia desalentadora, evitando su mirada—. No puedo hacerle frente a mi propia madre y la evito como si tuviera la peste, no actúo como alguien de veinti...
—No busco que te expliques ni que me des excusas, Hongjoong.
—Es la realidad —sentenció el omega, de repente, en una actitud defensiva.
—Mira —le dijo el alfa lo más calmado posible—. Son mis sentimientos, ¿de acuerdo? No tienes nada que ver con ellos, técnicamente hablando, por lo que no deberías entrar en pánico tan rápido.
—Pero me involucran, por lo que tengo la culpa.
Dejando su cigarrillo en el cenicero, Mingi se levantó de su lugar, en el instante que Hongjoong lo hizo. Tomándolo entre sus brazos y comprimiendo su cuerpo en un abrazo contenedor. Por su aroma podía percibir el estrés en crecimiento y la angustia flotando a su alrededor.
—Cortejarme sería un castigo, Mingi. No soy funcional y apenas puedo lidiar con mis emociones sin enloquecer, lo que ahora no estaría pasando, además, le temo a mi madre, punto que ya tocamos y por si no quedó claro, soy...
—Kim Hongjoong —llamó de repente, tomándolo por las mejillas. Haciendo que lo mire—. Eres Kim Hongjoong. Una persona fuerte capaz de superar cualquier adversidad y competente como ningún otro. Eso es lo qué eres.
Golpeando sus manos fuera, el aludido sacudió la cabeza—. Estás loco —fue lo único que dijo por un momento prolongado—. No estoy seguro, pero creo que también desarrollé una especie de apego hacia ti. Por eso me comporto de la manera en que lo hago y por esa misma razón quiero estar encima de ti constantemente. De forma inconsciente te busco.
Relamiéndose los labios, el moreno asintió con lentitud, acercándose unos pasos para que se pudieran ver sin invadirlo por completo.
—¿Qué quieres hacer al respecto?
—Pensarlo —respondió de inmediato, sin dar lugar a la duda. Comprendiendo las palabras de su mejor amigo—. No creo que funcionemos del todo bien, pero tampoco quiero precipitarme a concluir nada a sabiendas de nuestra química. Cuando regresemos de la casa de mis padres, te daré una respuesta. Y cuando comience mi terapia, te daré una definitiva, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
—¿No te molesta la idea de esperar?
—La incertidumbre puede ser mortal, pero todavía no recibo un no, así que estoy bien —contestó con humor, poniendo una sonrisa fugaz en los labios ajenos—. Quiero que sepas, que respetaré lo qué sea que decidas.
—Lo sé.
Ladeando la cabeza, el alfa se mostró confundido—. ¿Lo sabes?
—Te conozco —dijo en un susurro débil—. Y también confío en ti más de lo que parece. Lo solucionaremos.
Riéndose, el moreno se atrevió a volver a enredar sus brazos en el cuerpo del castaño, encontrándose con la cooperación de éste y una falta de resistencia que le hicieron más fácil el abrazo de intenciones reconfortantes.
—No lo digas así —le pidió contra su sien, susurrando en un barítono acogedor—. Lo haces sonar como si fuera un problema.
—Lo siento —murmuró el omega con un rastro de sonrisa en la voz, procediendo a rodear su cuello—. No era mi intención.
Meciéndolos de un lado al otro, Mingi emitió un sonido gutural—. Encontraremos la manera, ¿okay?
Riendo, Hongjoong asintió—. Okay.
En la soledad de esa tarde, ambos hicieron una promesa que permaneció sellada bajo la intimidad de sus almas.
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