❈•≪33. Dēsidium≫•❈
Después de tres días enteros pasándolos con Mingi, Hongjoong tuvo que volver a la rutina a la que se había deshabituado. Comenzando por levantarse temprano en la mañana. Alrededor de las cinco, la situación de su hombro había mejorado, por lo que salir a correr no le haría ningún daño y él en serio necesitaba quemar un poco de hormonas y frustraciones. Por lo que le pareció buena idea aprontarse para ello.
Y lo que hizo no fue más que lavarse la cara y los dientes. Cuando normalmente, también se aplicaría el bloqueador en crema que se hallaba a un costado de la pasta. Pero en esta ocasión, no tuvo el impulso de hacerlo, por la que ignoró su existencia y salió del baño más espabilado.
En su habitación no demoró en recoger un abrigo delgado y su móvil que había mantenido cargando antes de salir por completo. De la cocina y la sala, no se llevó nada. Como acostumbraba, sólo vio las cosas al pasar e hizo un listado mental rápido de lo que traía consigo y le faltaba. Teniendo que repetir el proceso tres veces más sólo por precaución. Al finalizar, es que salió hacia el pasillo, siendo recibido por esa luz cálida de película de terror.
Una vez en el exterior, se colocó los auriculares y seleccionó una canción al azar, sin detenerse a leer el título, dejó que The neighbouthood acallara sus pensamientos y el ruido naciente de la calle.
Empezando por un ritmo lento, sus pasos lo llevaron calle abajo en su vecindario, esquivando un par de personas y obstáculos como tachos o adornos de algunos locales. Fue refrescante sentir la brisa en la cara y volver al trote. Y en cuanto menos lo supo se encontró a metros de la tienda en la que solía parar, dándose cuenta, lo rápido que había cogido el ritmo y la costumbre. No se percibía cansado ni sediento, por el contrario, lleno de energía.
Un hábito que no pudo matar por completo, fue el de husmear en las secciones de revistas en lo que ralentizaba su respiración agitada y le daba un descanso a sus músculos. No obstante, en lo que miraba de quién se hablaba este mes, su móvil sonó, notificándolo de un mensaje y por el pitido particular supo de quién se trató.
Beomjoong-hyung
No tienes que venir. Lo sabes.
Recibido, 7:00.
Justo el tema que prefería eludir más que tratar, su hermano mayor lo sacaba a flote en el peor de los momentos: cuando se sentía con ánimos de socializar con el pobre y ya familiar dependiente beta.
Hongjoong
¿Qué clase de hermano no va al cumpleaños del otro?
Te amo, ¿recuerdas? Sería un infeliz si faltara. Yo sería infeliz.
Enviado, 7:02.
Y era la verdad, una vez se saltó el cumpleaños de Beomjoong con el temor de ver a Haesuk y no sólo su madre lo atosigó a llamadas cuestionando su decisión, sino que su padre, se sumó al tren también, siendo más gentil, por supuesto. Queriendo saber el motivo que lo llevó a no asistir, ya que rara vez, su hermano mayor viajaba a Seúl, prefiriendo su vida en Busan. Y no lo culpaba. Él preferiría mudarse si su tuviera la oportunidad y el equipo. Daegu, Incheon, Changwon, Suwon, Busan; tantas opciones pero ninguna estaba abierto a recibirlo.
Era casi una pena si su equipo no fuera uno de los mejores y no le gustara tanto. Tenía sus altibajos, eso no lo negaba. Compañeros tocapelotas y discriminadores de manual, pero también estaban Jongho y Maddox. Personas que no encontrarías fácilmente en ningún otro sitio.
Beomjoong-hyung
Es por tu propio bien.
Mamá está insistente con lo de tu lesión.
Sólo no vengas, nos veremos luego.
Recibido, 7:06.
Hongjoong
Hyung, no te ofendas.
Pero al final nunca nos terminamos viendo. No mientas.
Enviado, 7:09.
Beomjoong-hyung
Me pregunto a causa de quién será.
Sólo ahórrate el estrés, enano. Por favor.
Recibido, 7:12.
Hongjoong
No estaré solo, lo sabes.
Relájate un poco. Este año lo haré mejor.
Enviado, 7:14.
Y no mentía, principalmente con respecto a que no iba solo. Yeosang y Seonghwa solían acompañarlo. Siempre buscaban que sus agendas estuvieran libres ese día en particular, así que no era problema para él. No uno tan grande al menos, ya que tenía resguardo y en quiénes apoyarse. Sin contar a su hermano, por supuesto.
Aparte de eso, estaba confiado de que este año no terminaría teniendo ninguna crisis en el baño de su antigua habitación. Había mejorado mucho consigo mismo y se presentía más centrado de lo que jamás estuvo. No negaba que podría verse afectado por los comentarios de Haesuk y la ineptitud de su padre alfa para lidiar con ella, pero tampoco descartaba la posibilidad de que no reaccionaría tan mal.
Leyendo la última respuesta de Beomjoong y su resignación, se dispuso a ingresar a la tienda, fuera no habían revistas que le llamaran la atención ni rumores de celebridades que le interesara comentar a sus amigos en un día de ocio, pero dentro, la cosa fue muy distinta. Lo primero con lo que se topó, aparte del beta sorprendido de verlo después de semanas, seguramente, fue con una hilera de revistas donde él y una foto de Mingi encabezaban la portada. No tenía la mejor edición, cabía mencionar.
Inmediatamente, fue hacia el estante y la tomó en sus manos. Leyendo el asqueroso titular que los mencionaba como, conocidos cercanos, aludiendo a un romance floreciente y no sabe qué otra mierda más. Una foto filtrada de él en la sesión de Men's Health y una montaña de columnas con suposiciones de la índole de su actual relación. Porque era bien sabido que, el lanzador de los Kia Tigers y el campocorto de los Doosan Bears, no se soportaban. Todo gracias a disputas públicas que habían tenido en el pasado.
Momentos de los que se arrepentía. El enojo había tomado lo mejor de su persona y hecho añicos su juicio. Ni qué mencionar su prudencia.
—¿Cuántas personas compran esto realmente? —preguntó hacia el dependiente.
—No muchas —respondió el beta tras un fugaz estado de estupor—, lleva ahí una semana y hasta ahora vendí diez ejemplares.
Hongjoong resopló, los escándalos de los deportistas eran raros, por no decir que inexistentes a menos que involucren problemas de alcohol o narcóticos más fuertes. De lo contrario, los romances y posibles aventuras, no le interesaban a nadie.
No es que fuera un espacio más abierto e inclusivo, porque no era el caso, simplemente, a las personas le importaba lo que ese atleta en cuestión hiciera en el campo y cómo eso afectaba a su sociedad. Si se acostaba con muchas personas distintas cada día y nadie se enteraba, pues ala, que así sea mientras no afecte a la sociedad. Después de todo, Corea del Sur era muy hermética y homogénea para tolerar escándalos que arruinen la pulcritud de la que hacían gala.
Tampoco le sorprendía que una foto de él se hubiera filtrado sin su respectivo consentimiento, en esos espacios no todos tenían los mismos códigos ni seguían las mismas reglas morales. Por unas buenas regalías, serían capaz de hacer lo qué sea, en este caso había sido algo inofensivo como unan foto relativamente comprometedora. En otras circunstancias, eran audios e imágenes que no dejaban espacio a las dudas o a las especulaciones.
Y si bien él comprendía que cada quién se ganaba la vida a su manera, sentía que habían límites que no debían ser cruzados sin importar quién fuera la otra persona bajo la mira. Pero ese era su criterio personal y estaba consciente de que no todos lo tenían.
Resoplando una risa sin humor, devolvió la revista a su puesto y rodó los ojos. Pero esa fue toda reacción de su parte. Increíblemente, no enloqueció como esperaba ni se alteraron sus nervios porque las posibilidades de que se supiera de su amorío con Mingi eran probables, valga la redundancia. Y si es que Hongjoong podía calificarla de esa manera. Después de todo sólo eran alfa y omega. Unos que tenían sexo ocasionalmente.
El concepto de qué eran comenzaba a volverse borroso ahora que lo notaba. Antes lo tenía claro, pero en este instante, sólo era una línea difuminada que no sabía dónde comenzaba ni la forma original que tenía.
«Bueno, qué mierda».
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Mingi quedó atónito, por no decir que estupefacto, cuando entrada en la tarde, abrió la puerta de su casa con Sarang a sus pies y al otro lado se encontró con la silueta de Hongjoong. Quien estampó lo que se percibió como una revista en su pecho con una dureza que sintió en los nervios.
Al mirar hacia abajo se encontró con eso mismo, una portada precaria y que los insinuaba en un vínculo, presuntamente, amoroso. El descubrimiento no le sorprendió para nada, y se notó en su rostro inexpresivo. Sus cejas apenas se movieron: ya lo sabía.
—Lo siento —murmuró el moreno con sinceridad y de antemano, mostrando una sonrisa de pena—. No encontré el momento adecuando para mencionar lo qué se rumoreaba de nosotros y al final acabé callándolo.
—No estoy enfadado, simplemente la traje para que la vieras por si no lo habías hecho ya —comentó con casualidad, poniéndose en cuclillas para acariciar al minino que lo recibió con ronroneos felices y una cola tupida que se balanceaba con una gracia sin igual—. No sé qué piensas de esas cosas, así que... —manteniendo el suspenso, el castaño se cortó a sí mismo para encogerse de hombros.
—No me molestan —declaró con simpleza—. Si fueran falsos, bueno, sacaría un comunicado para no manchar la reputación de la otra persona, pero en este caso no sé qué quieras hacer. Sé que no te gusta la exposición.
Desde abajo, escuchó al omega resoplar—. ¿Algún defecto que tengas? —preguntó con las cejas fruncidas, acariciando a Sarang bajo su mentón.
—Varios en realidad, ¿quieres conocerlos?
Enarcando una ceja, el castaño ladeó la cabeza—. ¿Estás coqueteando conmigo? —preguntó al dejar de prestarle atención a Sarang.
—Siempre, Ángel.
Riéndose, el aludido procedió a levantarse—. ¿Cómo estuvo tu sesión de entrenamiento?
—Bien, fueron sólo ejercicios de fuerza y calentamiento de lanzadores. Similares a los tuyos.
—A los que solía hacer —le corrigió con un tinte agridulce.
—No es como si no vuelvas a jugar, sólo es paciencia.
—La postemporada ya inició y sigo en rehabilitación, a otro perro con ese hueso.
Suspirando hondo, Mingi avanzó hasta sujetar la cara de Hongjoong con ambas manos, obligándolo a que lo mire directo a los ojos. Sus pulgares acariciándole las mejillas en un gesto reconfortante y de consuelo.
—No me vengas con esa actitud ahora, Ángel. Por favor, tú sabes que has mejorado.
—Es sólo frustrante ser consciente de todo eso, ¿de acuerdo? —murmuró con las cejas caídas, intentando apartarse pero siéndole imposible—. Lo siento, es sólo que mi humor a veces es así. No tiene que ver contigo.
—Está bien sentirse de esa manera, no digo que lo escondas, sólo te pido que no le quites créditos a tus avances, ¿de acuerdo?
Abultando los labios, el omega le rodeó la cintura con los brazos—. ¿No dijiste que tenías defectos? No los estaría viendo.
Riendo desde lo profundo de su pecho, el alfa se acercó y presionó su nariz en la mejilla impropia, no sólo inhalando su aroma natural y su gel de baño a fresa, sino que también aprovechando la oportunidad para marcarlo con el suyo.
—Nunca me respondiste si querías conocerlos —le replicó en un susurro, para acto seguido, besarle la mejilla—. ¿Cómo estás tú?
—Salí a correr hoy —murmuró con los ojos cerrados, relajado por las feromonas tranquilizadoras del alfa—. Así encontré la revista. A nadie le interesa nuestro supuesto romance, el dependiente me dijo que apenas vendió diez ejemplares.
—Bueno, eso es algo, ¿no? Peor sería vender cero.
—En términos de rentabilidad, damos asco, Min.
—¿Min? —preguntó el alfa, sorprendido. Echándose hacia atrás para encontrarse con una mirada evasiva familiar.
—Se me escapó —excusó de manera pobre—. Lo lamento.
—No dije que no me gustara —objetó el alfa con una ceja en alto—. Sólo me sorprendió, es todo. Es lindo.
Mordiéndose el labio inferior, el omega bajó la mirada a su pecho—. ¿Tú crees? —preguntó—. ¿No piensas que suena muy soso?
—Puedes seguir usando grandulón si no te agrada, cualquiera de los dos está bien para mí.
—En serio no estaría viendo ningún defecto.
—Eso es porque te gusto un poco más —replicó a modo de juego, sin embargo, no se anticipó a la respuesta que obtuvo.
—Tal vez tengas razón y sea por eso.
A la distancia que estaban y con el ambiente íntimo que habían creado, no se necesitaron palabras para lo que sucedió a continuación. Simplemente miradas conectadas y cómplices que concordaron en un silencio táctico.
A diferencia de los anteriores besos, este fue mucho más lento y sensual. Sus bocas se saborearon con dedicación y sus lenguas se enredaron en un juego perezoso. Acompasados en un ritmo unificado y exento de un fervor más allá del carnal.
Al todavía estar cerca de la puerta, el moreno le sacó ventaja, avanzando los pasos necesarios para que el castaño termine con la espalda presionada contra el metal, y en una acción osada de su parte, deslizó su diestra por el cuerpo ajeno. Danzando por sus costados hasta llegar a la parte final de su espalda y tras un tentador apretó en el culo, se agachó un poco y lo sujetó por la parte trasera del muslo, haciéndolo levantar la pierna y permitiendo que sus cuerpos se puedan pegar imposiblemente más cerca.
Ahogando un quejido, el omega apretó el agarre en su cintura unos segundos antes de que lo relajara y siguiera concentrado en el beso. Boca abierta y receptiva. Un delirio húmedo que enloqueció sus mentes y los hizo sentir borrachos.
Apartándose por un poco de oxigeno, Mingi continuó con sus administraciones en el cuello de Hongjoong, mordisqueando la piel sensible y dejando trazos rojizos que no durarían mucho más que un suspiro de días. Jadeando, el omega le dio más acceso a esa parte sensible de su cuerpo ladeando la cabeza. Exhalando por la nariz con fuerza, el alfa dominante comenzó a frotarse en el la entrepierna ajena cuando la cadera del castaño tartamudeó en un movimiento tentativo.
—¿Quieres hacerlo? —preguntó luego de un rato, apartándose del beso acalorado con los labios hinchados y enrojecidos.
—¿En la sala de tu Penthouse? —replicó el omega de forma tonta, claramente desorientado.
—¿Y con el riesgo de que Yunho aparezca en cualquier momento? —inquirió con las cejas fruncidas hacia abajo—. No, gracias. Me refería a tener sexo. ¿Quieres?
—¿Parezco como si no quisiera? —preguntó de regreso.
—Podrías sólo querer un faje por encima de la ropa —dedujo a tientas, encogiéndose de hombros.
Gruñendo, el omega sacudió la cabeza—. Otro día.
Ladeando una sonrisa, el moreno se acercó a la oreja del castaño, su aliento siendo el primero en entrar en contacto antes que sus labios.
—Te gusta sucio —le dijo en un murmullo rasposo, mordisqueando el lóbulo con suavidad. Su afirmación caliente ocasionó que el omega gimiera y meciera sus caderas con una urgencia vigorosa—. Realmente es así, ¿eh?
—No te burles.
—No me burlo —aseguró de forma poco creíble, en una inflexión grave—. Es sólo que te ves más vainilla, es todo.
—¿Y si mejor te encargas de cerrar esa boca tuya y complacerme?
—A tus órdenes, Ángel.
Apartándose unos centímetros, una de las manos del pelinegro se deslizó por encima de la remera que el castaño llevaba y una vez alcanzó la línea final, sus dedos tibios se infiltraron por entre la prenda, haciendo suspirar al contrario profundamente. Acariciando a lo largo y ancho de cada tramo de piel con una suavidad de seda, sus uñas romas fueron partícipes pero sin causar mayores lesiones que un par de líneas rojas apenas visibles.
Soltando su muslo, llevó esa otra mano hacia la remera y la alzó, dejando su pecho y abdomen al descubierto. Encorvado en un ángulo incómodo, el moreno, repartió besos y succiones al azar. Tiñendo ese lienzo con nuevos manchas de coloración rojiza. Percibiendo de fondo, los jadeos tenues que llenaban la habitación silenciosa, y para cuando el moreno se enderezó y giró su cadera, tuvo al castaño aferrándose a él con fuerza y gimiendo profundo. Sus entrañas pesaron en lo bajo de su vientre al oírlo, las ideas se convirtieron en polvo y la rigidez de sus músculos trabajados aumentó.
La lujuria los envolvió con un fervor sin límites, tirando de ellos en una piscina de agua dulce, seductora y vertiginosa. Incomparable y sofocante. Haciendo que su espacio íntimo se convierta en un infierno de fuego, como si estuvieran a mediados de verano. Tan ardiente y pasional que era insoportable.
Tomándolo desprevenido, Mingi levantó a Hongjoong del suelo como si fuera de pluma y le hizo envolver las piernas alrededor de su cintura, pegando el calor de sus cuerpos en un abrazo asfixiante y rozando sus erecciones en una ineficiencia dolorosa. Con sus bocas otras vez encontradas en un beso prolongado y húmedo, el alfa se obligó a subir escaleras arriba a ciegas. Yendo escalón por escalón con cuidado, escuchando los maullidos lejanos de un desolado Sarang.
Una vez en la habitación la atmósfera acalorada subió de nivel, rodeándolos en una burbuja de ardor lujurioso y abrasador. Las prendas desaparecieron gradualmente y la desnudez de sus cuerpos se encontraron en el medio de una sinfonía de quejidos quedos. Mingi no tuvo que pedirle a Hongjoong que se presentara, éste mismo lo hizo repentinamente, empinando el culo y acentuando la curva de su espalda en una imagen gloriosa que lo tuvo babeando.
Fascinado con la entrega ajena, sus manos no tardaron en recorrer aquella espalda y la plenitud limpia de su piel, manos que fueron de un lado al otro acompañadas de unos labios curiosos, las sensaciones sólo fueron en ascenso con eso. La pulcritud tersa de una piel por marcar y las feromonas entremezcladas, hicieron que las ideas en la cabeza del alfa se volvieran difusas, conceptos abstractos y definiciones ininteligibles de todo aquello que conocía y los unía.
Fue como si la respiración se le congelara, y el fuego contenido en su pecho, se agravara con sólo observarlo. Y cuando su entrepierna se rozó con las curvas de las nalgas ajenas, el ardor de su entrepierna se convirtió en hierro fundido, denso y pesado como insoportable. Ese minúsculo estímulo, provocó que sus cuerpos comenzaran a frotarse entre sí de forma vaga, queriendo saciar esa parte del calor que se encontraba alojado en lo profundo de sus vientres y que discordaba con aquel exterior.
Harto de la falta de contacto, Mingi comenzó a marcar la piel que tenía a su disposición como si se tratara de un artista, dejando su huella por donde le apeteciera más. La obra en cuestión que era Hongjoong, no pudo hacer más que gemir y aferrarse a las sábanas, presionando la cabeza en la comodidad afelpada de las almohadas. Encantado con la receptividad del omega, las emociones en el pecho del alfa fluyeron como un caudal. Descontroladas y potenciadas por una necesidad desconocida.
Quería tomar todo, saquearlo y dejarlo vacío de sí mismo para poder imprimirse bajo su piel como un tatuaje imborrable.
Una fascinación cruda que traspasaba los límites de la obsesión.
Inclinándose a tomar el lubricante de un cajón Mingi no se olvidó de ponerse el condón. Y con los preparativos listos, sus dedos ni siquiera tuvieron que jugar demasiado con la entrada de Hongjoong cuando la notó lista, floja de una manera que no recordaba. Apoyándose en su espalda, un gruñido gutural escapó de sus labios.
—¿Volviste a jugar contigo? —preguntó en una octava más abajo de la que le correspondía.
—Pensando en ti —admitió el omega sin aliento, la voz amortiguada por las sábanas.
—Dios, Ángel, haces que quiera... Joder...
Sintiendo el calor opresivo de la entrada cerniéndose alrededor de su erección adolorida, Mingi no pudo continuar con su honestidad y en la crudeza del momento, llevó una de sus manos al miembro erecto y desatendido de Hongjoong. Sosteniéndolo entre sus dedos largos unos segundos antes de comenzar a moverse. Tanto sus caderas en un vaivén lento como su mano, en una tortura aún mayor.
La frustración del omega fue evidente, sus gemidos alargados y sus quejidos rotos pidiendo por una intensidad que no estaba recibiendo, llenaron la mente del alfa, quien no se preocupó por acelerar el ritmo. En cambio, se encargó de disfrutar las sensaciones que lo envolvían. La calidez, el aroma fragante y la lascivia con sus artimañas queriendo empujarlo a una oscuridad perversa. Todo fue demasiado.
Y esa necesidad antes desconocida por algo, se agrandó en el pecho de Mingi, creciendo como una planta y echando raíces venenosas por todos lados en sus terminaciones. Llenándolo de un sólo pensamiento repetitivo. Era adictivo y asfixiante. Como una droga.
Lo ansiaba tanto que cuando la cúspide del placer los rodeó en una manta abrasadora de placer nublada, Mingi tuvo que hacer lo mejor de sí para controlar sus impulsos y detener esa creciente y latente urgencia por estragar a Hongjoong para los demás. Fue tan así que, cuando comenzó a escuchar su nombre escapar de aquellos labios en una cadencia dulce y casi hipnótica, la fuerza de voluntad se volvió añicos en sus manos. El ritmo se volvió desorganizado y sus caderas chocaron con mayor fuerza. Erráticas. Impactando en el otro con un ímpetu y una vehemencia desaforada. Mordisqueando y besando cada tramo de su piel y de su cuello. Siguiendo un mismo mantra.
«Mío, mío, mío, mío».
La tenue oscuridad de la habitación cernida a ellos, cubriendo sus corazones en una crudeza inexplicable y agitando sus respiraciones como estragando sus palpitaciones. La lascivia hizo de sus movimientos más erráticos, quemó sus terminaciones y cegó sus mentes. Llenándolas con más ideas tentadoras. Prohibidas. Y fue el fuego de la pasión encerrado en esas cuatro paredes, el que lo sedujo. El que intoxicó su organismo con una discreción calculada y una estrategia bien planeada.
La fina cuerda que los ataba se rompió, y repentinamente, tras bombear el miembro ajeno con torpeza por unos insignificantes minutos, el calor del clímax los golpeó respectivamente con una intensidad arrolladora. Y la sensación de calor arrasó con todo a su paso, devoró sus almas y consumió sus corazones en negro. Llevándolos a un viaje sin retorno.
No fue hasta que bajaron de esa neblina mental, que Mingi se dio cuenta de su error, horrorizado apartó los dientes de la carne tierna que había mordido y del sabor metálico que cubría sus labios, y se retiró de Hongjoong casi con brusquedad, sorprendiéndolo.
—¿Qué te sucede? —preguntó el omega, confundido. Demasiado cansado como para voltear y mirar por sobre el hombro, prefiriendo tener el rostro sumergido en las almohadas.
—Creo que me dio un calambre en la pierna.
Riéndose de manera tonta, el castaño apenas sí giró la cabeza: pelo desordenado y sudor perlado envuelto en su figura atlética pero menuda.
—Apenas tienes veinticinco años, ¿debería preocuparme por tu estado?
—Descuida, encanto, estoy en mejores condiciones de las que piensas. ¿No acabo de mostrarlo? —dijo en un tono de humor forzado.
—¿En serio estás bien?
—Sí, sí, sólo tengo que orinar —le informó de manera falsa, apretándose la mano izquierda con fuerza—. Enseguida regreso con algo para limpiarte, ¿de acuerdo?
—Nadie te apura —le dijo con simpleza, realizando un ademán desinteresado. Liberándolo.
Huyendo al baño, Mingi cerró la puerta tras su espalda y se apoyó en la madera unos minutos, reflexionando sobre lo qué acababa de pasar, para en consecuencia, mirarse la mano izquierda con una expresión horrorizada que lo decía todo.
Pese al estado de las heridas, no se quedó allí teniendo una crisis personal, no tenía tiempo ni estaba con la persona indicada para hacerlo. Actuando a las prisas, abrió el botiquín que tenía allí y procedió echarse alcohol en las hendiduras, apretando los ojos y la mordida con fuerza, luego de colocarse desinfectante en aerosol, es que procedió a vendarse la zurda. El blanco de las vendas se tiñó ligeramente de un color rojo sutil. Y al terminar con eso, fue a las prisas hacia la bañera, encendiendo la llave y echando bombas de jabón con aroma a pino en el agua templada. Y justo cuando se encontró próximo a salir del baño, una maldición escapó de su boca, mirando hacia abajo, se deshizo del preservativo en la papelera y procedió a jalar la cadena.
De regreso a la habitación, se halló con la imagen obscena de un Hongjoong desnudo, con una sábana cubriéndole la espalda baja y a medio dormir.
Mirándose a sí mismo en retrospectiva, entendía las palabras de Yunho ahora y cuánto le iba a doler contarle de la situación que se encontraba pasando, porque sabía que, pese a ser mejores amigos, el alfa con aroma a café y frutilla, iba a devorarlo vivo y lo iba a escupir como si fuera un gran te lo dije.
Y sí que lo estaba siendo.
«Dios mío, qué mierda de suerte».
—¿Qué pasa con esa cara tuya? —preguntó el omega de repente, sacándolo de su burbuja. Al parpadear, se encontró con dos esferas castañas mirándole con atención—. Luces como si alguien te hubiera roto el corazón.
—Diría que la mano —ante la incomprensión contraria, levantó la palma izquierda—. Sufrí una pequeña lesión en el baño —mintió con su mejor cara de pena.
Sentándose de golpe, el omega lo miró con ojos grandes—. ¡¿Estás bien?!
Tragándose el nudo de culpa, asintió con lentitud—. Sí, es sólo un corte. Exageré con las vendas, supongo.
Exhalando profundo, el castaño le dio una mirada crítica—. Dios, hiciste que me preocupara —masculló en un resoplido, desplomándose en las almohadas.
Impresionado por la revelación, Mingi gateó hacia la cama, trepando sobre el cuerpo de Hongjoong—. ¿Ahora te preocupas por mí?
—¿No es obvio? —inquirió con una ceja en alto, ladeando la cabeza—. Si dejo que te metas en mis pantalones, me preocupo por ti.
—Es una manera rara de ponerlo —señaló con escepticismo, inclinándose para robarle un beso—. ¿Quieres tomar un baño?
—Eso me vendría bien, no siento las piernas. Gracias, por cierto.
—De nada —dijo con una sonrisa ladeada, recibiendo un golpe en el hombro.
—No era un cumplido, idiota.
Rodando los ojos, no le respondió y procedió a tomarlo en brazos. Cuidadoso como acostumbraba, lo llevó hasta el baño y lo bajó directo en el agua, permitiendo que se relaje por su cuenta. Luego de cerrar la llave, es que procedió a meterse en el espacio disponible detrás del campocorto. Recostándose en el mármol, el lanzador cerró los ojos y sintió una ligera presión en su pecho: la espalda cálida del castaño. Rodeando su cintura con un brazo, lo escuchó ronronear del gusto.
—Tu animal espiritual en serio es el gato.
—¿Y el tuyo? —preguntó de regreso con una sinceridad que se le hizo genuina. Como si esas cosas en verdad le interesaran—. Tienes muchos apodos: el Halcón, el Tigre Dorado de Gwangju, el Rey de reyes. Puedo seguir, ¿sabes?
Riendo, el moreno asintió para sí. Eso lo sabía bien—. ¿Cuál creerías qué es?
—No lo sé —admitió con un encogimiento—. A veces cuando estás en el campo eres como un halcón, mandando fuera a casi cada bateador con una destreza innata, pero también tienes la astucia de un lobo y la mirada predadora de un tigre.
—De verdad que lo vienes pensando hace tiempo, ¿no?
—Bueno, no es fácil descifrar a alguien como tú fuera del campo.
—¿Por qué?
Girándose, Hongjoong se colocó a horcajadas en su regazo, salpicando parte del agua fuera de la tina. Inconscientemente, una de las manos de Mingi fue a parar a un costado de la cadera ajena, sosteniéndolo aunque no hubiera necesidad de ello.
—Últimamente tienes esa mirada cuando se trata de mí —le informó en un murmullo, evitando sus ojos unos segundos—, y si tuviera que describirla diría que es amorosa, pero no lo sé, porque contradice todo lo anterior.
—¿Amorosa? —preguntó con las palpitaciones aceleradas a mil.
—Como si fuera algo precioso.
Yendo por terreno seguro, el alfa lo sostuvo por el rostro con ambas manos—. Eres la criatura más hermosa que he visto, Hongjoong.
—Dios, me das asco —exclamó con una irritación falsa, poniéndole una mano en la cara, queriéndolo alejar, pero como siempre, le besó la palma—. Ya deja de hacer eso —pidió el omega con la cara enrojecida—. Es asqueroso.
—Ángel, me la chupaste. Y hay más bacterias allí que en tu jodida mano.
—Una cuestión que se puede debatir.
—¿En serio? —preguntó con una ceja enarcada, incrédulo—. ¿Vamos a debatir esto?
Riéndose, el omega le rodeó los hombros—. No, sería muy estúpido.
—Entonces, mejor dime cómo llegaste hasta aquí.
—En tren —contestó con sencillez, inclinando la cabeza—. Una visita presencial me pareció mejor que llamarte por el artículo de una revista.
—Bueno, en ese caso, no me quejo —y al decirlo, las manos del lanzador fueron a parar al culo del campocorto—. Fue un gusto verte.
Sonriendo de manera sensual, Hongjoong se acercó más, hasta que sus labios se rozaron y sus respiraciones calientes se enredaron en un juego indefinido. Mingi suspiró del gusto, observando aquellos labios hinchados y abultados, abiertos, y receptivos de quererlos así.
—Lo dices sólo porque nos acostamos —susurró antes de apartarse y enarcar una ceja—. ¿Acabas de meter el vendaje al agua? —consciente de ello, el moreno se apresuró por sacarla—. Eres un idiota —dijo el omega entre risas.
—Por ti —contestó de la mejor forma que pudo, ignorando el ardor de la herida. Lo que plasmó otra sonrisa en el castaño. Sin poder evitarlo, se inclinó a besarle la mejilla—. ¿Vas a pasar la noche aquí?
—No suena como un mal plan, pero ya saqué un pasaje de regreso.
—¿Para la madrugada? —cuestionó con ojos entrecerrados.
—No —dijo el otro en un tono ofendido—, para medianoche. No estoy loco.
—No, pero tu criterio apesta en estas cosas.
—Oye —exclamó, para acto seguido, golpearle el hombro—. Estoy intentando mejorar.
—Lo sé —admitió en un tono más gentil—. Lo siento —relamiéndose los labios, el moreno desvió la mirada unos segundos, dubitativo—. ¿Qué hay sobre el asunto de empezar terapia?
—No me quedé de brazos cruzados. Estuve consultando con el club.
Cualquier equipo se encontraba en la obligación de proveer las herramientas básicas y necesarias para que el jugador en cuestión, no sólo estuviera cómodo sino que también en sus más óptimas condiciones para demostrar que su rendimiento era de calidad. Por lo cual debían tener no sólo un equipo técnico capacitado en los requerimientos físicos de un beisbolista, en este caso, sino que a su vez, debían tener un grupo de agentes personales, representantes públicos, nutriólogos y psicólogos a disposición constantemente.
Algunos de los beisbolistas mismos, preferían buscar por fuera del club, de forma particular.
—De acuerdo, ¿algo qué quieras compartir de eso?
—Me darán el contacto de algunos profesionales, relájate —contestó en un tono despreocupado, para enseguida de ello, impulsarse hacia arriba y salir de la tina—. ¿Dónde están las toallas? —preguntó con el cuerpo húmedo al descubierto y la cabeza ladeada. El alfa tuvo que pasarse la mano en el rostro para reaccionar.
—En el armario —respondió en un tono quedo, apuntando hacia el mueble con el pulgar.
Asintiendo, el omega se puso a hurgar en el armario en cuestión y para cuando terminó, se rodeó con una toalla que lo cubría en su totalidad. Dejando a la vista nada más que su cabeza y una sección de sus piernas.
Con esa imagen siendo la última que vio, Mingi se hundió en las profundidades de la bañera, obviando el frío del agua con tal de aclarar sus ideas. Hongjoong se había metido bajo su piel más de lo que creyó jamás. E iba ser imposible quitarlo.
«Estoy jodido», pensó tras resoplar y pasarse una mano por la cabellera. Las hebras cortas, mojándose con la acción.
Sacudiendo las ideas negativas fuera de su cabeza, procedió a seguir al campocorto, no sin antes cubrirse la cintura con una toalla. Al regresar a su habitación, se encontró con Hongjoong en medio de la cama, colocándose una de sus remeras por encima de una ropa interior ajustada que, apostaba también le pertenecía. Ahogando un gruñido gutural, Mingi se acercó hasta que su cuerpo obnubiló el impropio y se estuvieron besando por quién sabe qué vez. No obstante, las risas del omega hicieron difícil que el beso pudiera llegar más lejos.
—Deberías ir más despacio —le advirtió el castaño, echándose para atrás en busca de poner algo de distancia entre ellos—. Incluso si quisiera hacerlo de nuevo, no puedo. Necesito recuperarme, ¿sabes?
Enarcando una ceja, el pelinegro se flexionó hasta que sus labios se estuvieron rozando, sus músculos descubiertos, detallaron la demostración de fuerza al hincharse junto con la expansión de unas venas.
—¿Acabas de admitir que quieres tener sexo de vuelta?
—¿No es obvio? —repreguntó el más bajo, inclinando la cabeza. El pelo húmedo pesando hacia un lado—. Tuve un gran orgasmo hace rato.
—¿Así que fue bueno?
Rodeando su cuello, Hongjoong asintió—. Uno de los mejores que he tenido —admitió, para enseguida de ello, enarcar una ceja—. ¿Qué? ¿Ahora vas a actuar todo orgulloso y como un pavo real conmigo?
—¿No puedo? —replicó Mingi con una sonrisa de bastardo, presionando su nariz en la mejilla ajena. Olía tan bien que era imposible mantenerse alejado—. No siento que la idea te disguste —dijo en una inhalación, recibiendo un golpe en el pecho que lo apartó unos centímetros.
—Eso es hacer trampa —sentenció el más bajo, entrecerrando los ojos en una acusación muda.
—Se llama sacar ventaja, podrías probarlo algún día.
Sonriendo de regreso, el omega parpadeó un par de veces con lentitud y tiró de él hacia abajo, la atmósfera pesada en alquitrán, regresando a envolverlos. Tensando sus músculos y enredándolos en una dulzura dolorosa. Hilos rígidos y tentaciones aflorando. A un suspiro de distancia, Hongjoong se detuvo. Labios abiertos y respiración caliente que emanaba de ellos. Mingi relamió los suyos, expectante.
—Tengo mis trucos, no te preocupes —le dijo en una cadencia normal, casi monótona y sin él esperarlo, fue volteado de posición y apartado con relativa facilidad—. Ahora estaría bien que te vistieras, tienes que prepararme mi cena.
—Vas a matarme, Ángel —le confesó con el rostro cubierto. Las orejas calientes.
—Nah, te necesito vivo para que me alimentes. Ahora, andando. Rápido. Muero de hambre.
Siguiendo las indicaciones del omega, el alfa se apresuró por cambiarse, colocándose nada más que una prenda interior y unos pantalones por encima. Sin remera. El clima de su Penthouse era propicio como para que se diera el lujo de ello, por lo que no se restringió. Al culminar, Mingi lo siguió hacia la cocina, allí se encontraba Hongjoong petrificado y Yunho, para sorpresa de ambos, terminando una llamada.
—Vaya —fue lo primero que dijo, un tono poco impresionado y viendo los atuendos de ambos. El omega con las piernas al aire y el otro con el pecho descubierto y marcas expuestas en una verdad explícita—. Ustedes dos sí que no pierden el tiempo —comentó con la misma cadencia, haciendo el amague de apretarse el tabique de la nariz—. Aunque no me sorprenden.
—Yunho —advirtió Mingi casi de inmediato en un tono rígido.
—¿Qué? —inquirió éste con una inocencia fingida—. Sólo decía... —cortándose a sí mismo, el alfa con aroma a café, procedió a mirarle la mano con fijeza detallada—. ¿Qué te sucedió allí?
—Un incidente con el cristal del baño. Después te cuento.
—SI tú lo dices —murmuró, escéptico. Levantando ambas manos—. Reconozco que tu gatito al menos es listo, ya que te tiene sujeto de la correa. Una lástima, pensaba invitarte a Blue Bird.
—Sólo vete si estás pensando hacerlo —respondió en un resoplido, sintiendo la mirada del castaño.
—Los veo luego. No mal acostumbres al callejero, o terminará dejándote sin nada.
Con eso dicho, Yunho procedió a desaparecer de la vista de ambos, sin embargo, ninguno de los dos escuchó el sonido de la puerta ser abierta. Todo lo contrario, sólo pasos que se alejaban y se perdían en la distancia.
—¿Cuál es su problema? —preguntó Hongjoong de repente, el ceño fruncido y los labios apretados en líneas de inconformidad—. Sé que fui un idiota contigo, pero no tiene que actuar así conmigo.
—Sólo tienes que darle tiempo y se calmara.
—Para ser honesto, no quiero darle nada de mí a ese imbécil. Sin ofender —agregó al cruzar miradas, terminando de ingresar a la cocina.
Mingi se rió, pese a que sabía que no debería y se acercó a Hongjoong, tomándolo por la mejillas para abultar sus labios y robarle un beso inocente. Fugaz y que se sintió más como una caricia superficial.
—Cambia esa cara y ayúdame a cocinar mejor, ¿qué te parece?
—Esperaba un tratamiento real, pero sí, suena bien —dijo tras encogerse de hombros—. No quiero pensar mucho en ese idiota.
El alfa suspiró y le dio otro beso de consuelo, sólo que esta vez en su sien izquierda, esperando que su ánimo vuelva a ser risueño. Sabía que las palabras de Yunho le afectaban, de igual forma, como sabía que Yunho sólo estaba preocupado por él y desaprobaba completamente esa relación por las razones correctas del pasado, no obstante, es lo que era: el pasado. Incluso si no le agradaba, debía hacerse a la idea de que Hongjoong sería una constante en su vida. Mingi lo había decidido así y debía respetarlo.
Y no muchas horas después de que el omega se hubiera marchado, comprobó lo que ya sabía al contarle al alfa lo sucedido.
—¿Te imprimiste de Hongjoong? —cuestionó con incredulidad, el rostro deformado a algo desagradable y abstracto—. ¿Estás loco?
Mingi quiso reírse en ese preciso instante de lo hilarante que sonaba todo. Porque en primer lugar, había pasado cinco años de su vida confrontando a Hongjoong, discutiendo con él y despotricando sobre su personalidad, para que en un giro irónico de la vida, terminé no sólo siendo su alfa, sino que aparte de tener sexo, hecho que jamás imaginó, acabó también imprimándose al chico.
Lo que era de locos. Simplemente alucinante y que pocas veces sucedía en una brecha de tiempo tan corta.
Porque a ver, el amor a primera vista que todos mencionaban, no existía. Era un simple eufemismo al deseo y a la atracción, eso estaba más que claro. Enamorarse era un nivel superior que involucraba sentimientos profundos de anhelo y adoración por una persona. Un acontecimiento abstracto pero tangible de alguna manera sensorial. Imprimarse a una persona, bueno, eso ya era una fuerza indescriptible y que escapaba a los conceptos concebidos. Se trataban de atesorar a la persona y de no querer nada más que su felicidad, incluso si ésta significaba alguien o algo más. Un hecho que podía ser o no ser unilateral. Se trataba de reconocer a un compañero único entre millones.
Una bendición o una condena.
En el caso de Mingi, era incierto. Era seguro que le gustaba a Hongjoong y que también le atraía, pero de ahí en fuera, no había más. Y lo sabía. Lo presentía en realidad.
—Bien, bien, de acuerdo —dijo el alto de cabellera café, casi desesperado y resignado—. Eso puede pasar, lo sabemos. Ahora, dime, ¿qué tiene que ver todo esto con tu mano?
—Intenté marcarlo en medio de mi clímax.
Levantándose del sofá, Yunho fue directo a tomarlo por los hombros—. ¡¿Acaso perdiste la razón?! —inquirió casi enfurecido, pasando por las facetas emocionales más rápido de lo que había visto nunca—. ¡¿Qué crees que hubiera pasado si lo hubiera hecho?!
—Hongjoong me hubiera odiado y cortado las pelotas.
—Habrías terminado con un lazo roto, ¿sabes lo mal que está eso?
Se podía hacer una idea, tener un lazo roto o unilateral con alguien y sólo percibir sus feromonas de rechazo y odio, justificadas en dado caso, no debería ser la experiencia más agradable.
—Por eso decidí morderme la mano —le explicó luego de apartarlo.
—A último momento —señaló el alto con exasperación, desordenando su cabellera—. Si Minjae se entera lo fácil que casi pierdes el control, va matarte. ¿Lo sabes, no?
Minjae se encargaría de cortar sus bolas, personalmente. No sólo por la falta de control, sino que de respeto y compromiso para con Hongjoong. Mingi le había hecho una promesa y mordiéndose la mano para suprimir un impulso animal, no era la forma de cumplirla. Ni siquiera estaba seguro de que haberse imprimado a él y no decírselo, lo fuera. Después de todo, era un asunto que lo involucraba.
—Oye, no es por ser un imbécil —se adelantó a decir Yunho, una expresión más centrada y una cadencia más amena en la voz—. Pero Kang, el beta de su amigo, me llama la atención y quisiera intentarlo con él. Si lo arruinas, harás que me odie antes de conocerme.
—No quiero sonar desalentador, pero tratas a su amigo como una mierda. No estarías siendo de su mayor agrado, supongo.
Rodando los ojos, el otro alfa volvió a ocupar su anterior asiento—. ¿Que piensas hacer?
—No tengo la menor idea, para ser sincero —seguido a confesarse, se deslizó en el sofá que ocupaba, rendido y con los hombros caídos—. Hongjoong no está en un buen momento para que le suelte una bomba como ésta, ¿de acuerdo? Eso sólo haría que salga corriendo del estrés.
—Como el gato escurridizo que es, te lo dije.
—En serio deberías parar con eso, no lo digo sólo por él.
—Ah, ya veo, tomando lados.
—No es eso —dijo entre dientes, exasperado—. Te quiero y entiendo que me protejas, pero ya es demasiado. Lo tratas como si hubiera cometido genocidio y no está bien. Soy un adulto igual que tú. Tenemos la misma edad, por todos los santos, sé lo qué hago.
—Entonces, ¿me estás pidiendo que lo quiera?
—No, pero mierda, respétalo. No es demasiado. Es mi omega al final del día.
—¿Y qué hay de él? —preguntó en una actitud reticente.
—También se lo dije. Queda en ustedes qué decidan hacer, pero si quieres algo con Kang, tratándolo de ese modo no llegaras muy lejos.
—¿No es como si a ti no te molestara? —repreguntó con una ceja en alto.
—Ya te lo dije, se trata de mi omega. Y sí, me enfurece mucho, de hecho—admitió sin culpas, en un suspiro honesto—. Pero tú sigues siendo mi mejor amigo.
Satisfecho, el alfa con ojos de cachorro, le mostró una sonrisa enorme. Tan especial como amorosa como tendían a ser. Conmovido, le devolvió el gesto con un amor que no podía camuflar.
Jodido o no, seguía teniendo a Yunho a su lado.
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