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❈•≪32. Scrūtinium≫•❈

Hongjoong jamás pensó que lo primero que haría cuando se despertara una mañana, sería estar besando a Song Mingi en un rincón de su cocina.

Lo peor es que no recuerda quién inició el beso. Si él o el alfa. Lo único que sabe es que se siente de maravillas. Labios grandes y gruesos, aplastando los suyos más finos. Una mano grande y pesada en su mejilla mientras que la otra lo sostiene por la cintura con una firmeza inamovible. Calor entremezclado y respiraciones calientes.

Jadeando por aire, supo que fue el primero en romper el contacto al colocar su mano en el pecho del moreno. Alejándose a regañadientes. Y eso que su celo se había calmado con el sexo y las pastillas que le recetó el doctor Cho. De otro modo actuaría más pegajoso de ser posible con el pelinegro.

—Buenos días —dijo el moreno cerca de sus labios, los ojos todavía cerrados y la respiración como una caricia fantasmal sobre los propios.

—Buenos días —devolvió entre risas. Burbujeando de la felicidad sin entender el motivo detrás—. ¿No piensas hacernos desayunar algo o qué? 

—Prefiero comerte a ti —replicó con diversión, abriendo los ojos y fingiendo que le mordía el hombro. Explotando de la risa, Hongjoong intentó quitarlo de encima, pero Mingi fue más rápido, envolviendo ambos brazos alrededor de su cintura—. ¿Qué? —inquirió con el mentón elevado—. Sabes mucho mejor.

—¿Ah, sí? —preguntó con una ceja en alto, la cabeza ladeada y el cuello expuesto. Eso pareció incentivar al pelinegro, porque pronto lo tuvo mordisqueando su cuello. Besos inofensivos que no dejarían marca. O eso esperaba.

—Lo comprobé la noche anterior, ¿recuerdas?

¿Cómo olvidarlo? Al final no sólo lo hicieron una vez, por alguna razón hormonal, su charla superflua y simplista, los terminó llevando por el camino de las tentaciones carnales y antes de que se dieran cuenta, estaban besándose nuevamente sobre el colchón. Lo que empezó siendo algo inocente, acabó por subir de categoría rápidamente y en cuestión de segundos, estaban desnudos sobre las sábanas recién cambiadas. Esta vez, Mingi fue menos cuidadoso con Hongjoong y lo hizo ver una galaxia entera de estrellas.

—Mhm —farfulló él, falsamente disgustado—. Entonces, ¿pretendes comerme?

—¿No te gustaría que un día lo hiciera? —cuestionó con diversión, moviendo las cejas de manera insinuante.

Riéndose, llevó una mano a su rostro, queriendo alejarlo de verdad, sólo para recibir un beso allí. Siempre que intentaba lo mismo, la recompensa no cambiaba y el contacto de labios superficial le hacía cosquillas en la palma. Era una sensación refrescante y burbujeante que no sabía explicar con palabras. Simplemente evocaba una ternura desmedida en su corazón y le hacía querer chillar. Era absurdo.

—No, ahora déjame que tengo hambre y tú tienes un trabajo al que asistir.

Accediendo a regañadientes, el alfa aflojó su agarre, más no lo soltó por completo. Lo que le extrañó, sin embargo, habituado a sus manías, lo dejó ser.

—¿Al final qué decidiste? —le preguntó con una mirada curiosa y detenida. Ojos gatunos fijos y ávidos. Era estremecedor el poder que tenían sus ojos en una persona, tan particulares y atractivos.

—Todo depende de qué se trate.

—Una sesión de fotos para Men's Health.

Una revista mundialmente conocida por incentivar al ejercicio y a una vida sana, aparte de tener hombres guapos en sus portadas semi-desnudos. O con el torso expuesto en su totalidad. Abdominales marcados y rostros cincelados. Actores, modelos, deportistas, bailarines, cantantes, y más. No había persona ni rubro que no hubiera sido tapa de esa revista. Algunos más conocidos que otros, por supuesto. Pero todos tenían un mismo objetivo de vida en común: abogar por una vida balanceada.

Algo que Hongjoong poco a poco y por afán de sus amigos y del alfa que tenía frente a él, comenzaba a practicar y, esencialmente, a entender. No saltando sus comidas y siendo la mayoría de éstas salubres para su cuerpo.

—Oh, ¿por ser la estrella dorada del año? —preguntó con curiosidad.

—Bueno, sí, podrías ponerlo de esa manera.

—No voy a enloquecer por admitir una realidad —le dijo con suavidad, colocándose de puntillas para besar su mejilla, distracción que funcionó a la perfección, ya que con ella consiguió deshacer los brazos que lo mantenían encarcelado en su sitio—. Tu margen de bateadores sacados aumentó este año, y por lo que sé, eres bueno en tu segunda posición como jardinero. Además de que tuviste un cuadrangular a inicios de temporada. Unas estadísticas excepcionales.

—Creí que yo era quien estaba obsesionado contigo.

Rodando los ojos, se dirigió a la heladera para buscar su botella de agua—. Sigo pensando que lo estás — le confesó a modo de broma, sonriendo para sí—. Pero siendo serios, dijiste que tenía que analizar a mis adversarios, y eso hice. Empezando por ti, claro.

Aunque para ser francos, era al único que había "analizado", examen que en realidad se basó en leer artículos tras artículos sobre él, empezando por aquellos que escribía la revista de Yeosang, siendo la más confiable de todas. No mucho después, acabó viendo vídeos de sus partidos. De los momentos más importantes en los que había aportado de algo esencial a la jugada. Notando que, desde un ángulo menos agresivo y más observador, Mingi hacía bastante por los Kia Tigers. No sólo era un atleta de cara y cuerpo admirable, sino que jugaba en sus posiciones con una pasión similar a la de Maddox o de cualquier otro pelotero en su campo.

Reconocerlo le hizo darse cuenta de la cantidad de vendas con las que cargaba sobre los ojos. Lo que conllevo a que catalogara su ineptitud ciega para identificar a un buen jugador pese a las asperezas, con una rudeza innecesaria. Porque de errores estaban construidas las personas.

—Es lo que llamo obsesionarse con alguien, hiciste una descripción de mi juego, eso dice mucho para que sepas.

Cerrando la heladera, el castaño se apoyó en la puerta con los brazos cruzados, resignado a hidratarse y buscar qué comer allí. De igual forma como se rindió con la actitud, extrañamente, juvenil del hombre más alto. Parecía brillar delante de él, siendo todo sonrisas y ojos encantadores.

«Oh», pensó en reconocimiento.

—¿Es porque tuvimos sexo, cierto? —preguntó de repente, apuntándolo con el dedo y una mueca de comprensión—. Por eso te comportas así de animado.

Enarcando una ceja, Mingi suspiró antes de avanzar hacia él y sostenerlo por las mejillas con ambas manos. Un cuidado de cristal y una gentileza familiar que tuvieron a su omega interior regodeándose.

—¿Te has visto? —preguntó de regreso, una seriedad real y una atención detallada—. Eres como un hada ahora mismo, Ángel. No has parado de reír y de sonreír desde que terminamos de besarnos. Es como ver otra versión de ti en un universo diferente. Es fascinante.

Sintiendo el calor crecer en sus mejillas, Hongjoong desvió la mirada, muy consciente de lo mencionado. De su humor burbujeante y de su alegría inexplicable.

—Dios, te odio —confesó en una exclamación frustrada—. Cada vez que dices cosas como esas no sé qué responder. Es molesto.

—Podrías sólo besarme a partir de ahora.

Jugueteando con el final de la remera ajena, el omega entrecerró los ojos—. Tú sólo quieres meterte entre mis piernas.

Sonriendo de medio lado, el alfa, inclinó la cabeza y como dijo, coló una pierna entre las suyas con increíble facilidad. Dejándolo atónito y con los ojos bien abiertos.

—Sorprendente o no, sólo quiero besarte y saber si asistirás conmigo o declinarás.

Relamiéndose los labios, Hongjoong agachó la mirada, enfocándola en donde sus dedos tironeaban de un hilo suelto. La remera era vieja y una de las más grandes que tenía, en el cuerpo de Mingi, quedaba perfecta. Pero eso no era lo que le preocupaba, la idea de acompañar al alfa a su sesión de fotos lo hacía.

Men's Health era una revista grande en Corea, de las más consumidas y populares que existían para el público general, lo que significaba que la gente trabajando allí no sería poca. Enfrentar una cantidad indefinida pero descomunal de personas, no es algo que le apetecía. Asimismo, la idea de que los vieran llegar juntos le inquietaba, sin embargo, la situación de quedarse en su departamento solo, esperando a que el alfa llegue no le gustaba demasiado tampoco. Quería pasar tiempo con él y esa era la realidad. No obstante, si no se arriesgaba, era imposible que pudiera llevarlo a cabo.

Estirándose, presionó sus bocas juntas en una resolución no verbal.

—De acuerdo —dijo al separarse, sonriéndole. Sus comisuras empezaban a doler con los gestos—. Andando.

Lo que menos se esperó que pasara con su aceptación, es que Mingi lo enjaulara en un abrazo constrictor y lo besara hasta robarle el aliento. A pesar de lo inesperado, se encontró a sí mismo siguiendo el ritmo implantado con dificultada pero entusiasmo.

Iba a ser un día largo el de hoy.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Llegar al edificio donde se realizaría la sesión de fotos, hizo que a Hongjoong se le pusiera la piel de gallina. Era enorme pero no sólo eso, en el momento que ingresaron, los tipos de seguridad cruzaron miradas entre ellos cuando tuvieron que confirmar sus identidades. Algo normal, si no hubiera notado como uno de ellos fruncía la nariz, olfateando el aire a su alrededor con discreción.

O un intento de ella.

Al principio no le dio importancia o se volvería loco, teniendo la fecha del cumpleaños de su hermano mayor cercano, prefirió llenarse de esos pensamientos a cualquier otros. Sin embargo, el detalle no le pasó desapercibido: no sólo los guardias los olfatearon. A medida que se metían más adentro en las instalaciones, el personal del edificio y las personas que iban de pasada, suponía él, movían las narices y los miraban con una curiosidad bien disimulada.

Sus nervios reventaron cuando llegaron al set mismo, si no fueron todos los ojos, la mayoría de quienes trabajarían allí con Mingi, se voltearon a verlos en el instante que la puerta se abrió y ellos tomaron presencia en el lugar. Porque a ver, pese a que el alfa tuviera un aroma particularmente dulce y suave para ser de extrema derecha, seguía siendo un alfa dominante, por lo que sus feromonas se distinguían a metros de distancia. Eran inconfundibles.

Y el día de hoy, Hongjoong no olía como solía hacerlo: jengibre y vainilla; por el contrario, era una combinación indefinida de su esencia natural y la de Mingi. Por lo que eso decía mucho de qué clase de relación tenían entre sí para los demás: si no jodían con regularidad, eran compañeros. No había punto medio. Y por este motivo en particular le había espantado la idea de aparecer junto al moreno, las personas sacaban conclusiones locas en su cabeza, incluso si alguno de ellos podían llegar a acertar.

—¿Quieres regresar al auto? —cuestionó el pelinegro cuando notó su estrés. O cuando lo olió, mejor dicho—. No tienes que forzarte a esto si no quieres, lo agradezco, pero puedes...

—Sólo aguarda un maldito segundo —le dijo con una brusquedad inopinada, rápidamente el castaño se llevó las manos a la boca y miró al impresionado alfa con arrepentimiento—. Lo siento —murmuró poco después, un tono bajo y cohibido—. Me dejé llevar, lo siento. Sólo quería decir que no te anticiparas. Puedo hacerlo, ¿de acuerdo?

—¿Puedes hacerlo? —preguntó confundido.

—Pasar tiempo contigo fuera de nuestra burbuja —respondió con la mirada escurridiza, los dedos entrelazados entre ellos con nerviosismo—. Me agradas y quiero conocer más de ti fuera de tu Penthouse o de mi departamento así que... No sé qué digo, pero puedo hacerlo, ¿okay?

—¿Sería demasiado si te besara la mejilla?

Riéndose, el omega asintió muy para el pesar del alfa—. Lo lamento.

—No te disculpes —le dijo el pelinegro con rapidez, sacudiendo las manos y mostrándose afligido—. El que se excedió fui yo, descuida.

—Señor Song, lo necesitamos en el área de maquillaje —anunció una voz a la distancia. Era melodiosa y una cadencia formal, femenina también. Una mujer joven.

—Ya vete o la gente comenzará a murmurar.

—De acuerdo, sírvete de lo qué quieras cuando sientas hambre, sabes bien lo mucho que suelen extenderse estas cosas.

—Sólo vete, grandulón.

Y Hongjoong lo sabía, en sus primeros dos años había realizado varias sesiones de fotos al ser la nueva adquisición del equipo, pasaron de estar allí una hora a cuatro completas en un parpadeo. También realizó algunos trabajos extras para otras revistas más pequeñas y relacionadas al estilo de vida. No fueron sus favoritas tenía que admitir, y no las repetiría pero había obtenido buenas ganancias. En la actualidad, ya no tomaba ese tipo de trabajos. Su agente deportivo tampoco es que se los buscara.

«No es como si me buscara alguno en realidad», pensó con los brazos cruzados, apoyado en una pared.

Resoplando de manera ruidosa, pensó en sacar su celular y hurgar en él para distraerse, responder a su hermano o notificar de su situación a sus amigos, pero con sólo ver las primeras llamadas perdidas de Haesuk en la pantalla, descartó la idea al instante y se decidió por permanecer allí en silencio como un mero espectador. Consumido por el escrutinio ajeno como si fuera un fenómeno. Sin embargo, su soledad no duró demasiado, un hombre más bajo que él y con la cabellera teñida en dos tonos: negro y lo que parecía ser un blanco deslavado; se le acercó con una enorme sonrisa en la cara. Lo que inmediatamente lo hizo poner en alerta. No conocía al sujeto y no le gustaban los imprevistos. No obstante, éste parecía conocerlo.

—Kim Hongjoong —llamó con toda la confianza del mundo, atrayendo un par de miradas fugaces—. Es un gusto conocerte... —lo qué sea que fuera a decir después, se vio cortado por sí mismo y lo que pareció ser el reconocimiento de algo superior—. ¡Oh! —exclamó en una cadencia aguda que le hizo entrecerrar los ojos—. Eres el omega de Mingi.

Allí estaban las suposiciones, pensó con cansancio. Incluso si ésta en particular era acertada: era omega del pelinegro, no le encantaba demasiado, aunque entendía que por su aroma se podía deducir con facilidad. Eso o repetía, el hecho de que tenían sexo con frecuencia.

Lo que tampoco era una realidad muy alejada si lo miraba en retrospectiva.

Habían tenido bastante sexo.

—¿Quién eres? —preguntó con brusquedad. Una postura defensiva y ojos estrechos, críticos.

—Jung Wooyoung —se presentó con entusiasmo, una cadencia alegre y un timbre agudo peculiar, tendiéndole la mano—. Es un honor conocerte.

—¿Cómo sabes quién soy? —cuestionó con recelo, aún si aceptar la mano ajena.

—Mingi me habló de ti, ¿no me mencionó de casualidad? —preguntó desconcertado, bajando la mano en un dejo decepcionado—. ¿En ninguna ocasión?

Haciendo memoria, el omega se quiso golpear la frente con la palma, Jung Wooyoung, era Wooyoung a secas, el amigo tocapelotas como Mingi solía nombrarlo a veces. En raras circunstancias en realidad. Cuando lo bombardeaba con tareas pendientes de las que debía encargarse, porque a pesar de ser un alfa diligente, no era la persona más aficionada al trabajo fuera del béisbol.

—¡Ah! ¿Su agente deportivo, cierto?

—¡Así es! —exclamó con la misma intensidad anterior, recuperando el ánimo y la sonrisa—. Mucho gusto.

«Qué fácil de complacer», pensó en su fuero interno.

—Igualmente —murmuró con menor efusión, aceptando la mano contraria—. Así que, ¿te habló de mí?

—No mucho de hecho —confesó con una cara de pena, como si se sintiera culpable de algo—. Simplemente que se estaban viendo, ya sabes, probando lo de ser pilar del otro —continuó con ambigüedad, gesticulando con una de sus manos. La otra la tenía ocupada sosteniendo una revista, lo que parecía ser una agenda personal y su móvil—. Es alguien reservado con su vida privada. Rara vez cuenta algo, y si es que lo hace, pide un deseo.

—¿A causa de sus padres?

—Sí, son demasiado densos con el linaje y las tradiciones, eso lo volvió hermético y cuidadoso con sus palabras. En realidad, no sé si sea consciente de eso.

Girando la cabeza, Hongjoong centró la atención en Mingi a la distancia, a diferencia de lo que esperaba: verlo sin nada encima como el resto de las portadas tendían a serlo; la persona encargada del vestuario, decidió que sería una brillante idea ponerle prendas de mezclilla. Tanto un pantalón celeste como una camiseta del mismo tono deslavado y con un corte por encima del ombligo. Bastante bonita. Eso sí, no la iba a llevar cerrada, pese a que sólo tuviera tres jodidos botones y ese ridículo corte. No, por el contrario, la iba a llevar abierta. Dejando al descubierto su abdomen definido de abdominales trabajados y una cintura estrecha que nadie se esperaría que un tipo tan grande como él o un alfa en sí, tuvieran.

—Es un placer estar frente a ti, realmente eres alguien difícil de alcanzar —comentó Wooyoung tras un carraspeo, llamándole la atención—. Te admiro, ¿sabes?

Las notas dulces de la miel se hicieron perceptibles en ese instante, acompañadas de un matiz más agridulce que no podía definir, sin embargo, el aprecio no sólo era genuino en la voz del hombre, sino que también en sus feromonas. Lo que le hacía sentir incómodo en la piel.

Las personas que se le acercaron en el pasado nunca tuvieron buenas intenciones, mucho menos fueron fanáticos queriendo su autógrafo, motivo por el cual, no sabía cómo gestionar sus emociones y la situación en la que se encontraba. Por lo que su pensamiento instantáneo y la solución inmediata que su cerebro le encontró, era salir corriendo.

Escapar de todos y encerrarse en el Mazda del pelinegro.

No obstante, no era un niño, menos un adolescente que podía esconderse en las faldas de su madre. Por el contrario, era un adulto ya formado, debería saber qué hacer o mínimo cómo reaccionar sin ser un tipo esencialmente incómodo.

—¿Por qué razón? —preguntó sin poder evitarlo.

—Eres fantástico —aseguró el otro omega con aroma a miel—. Tú estás abriendo caminos para los demás.

—Esas no eran mis intenciones —replicó por lo bajo, sin embargo, fue audible y eso provocó que las cejas del impropio se fruncieran, confundidas. Lo que le hizo removerse en su sitio y desviar la mirada, de repente, sintiendo el peso de su casta—. Sólo juego por amor al béisbol, ¿entiendes?

El bajo asintió—. Seguro, yo también manejo figuras porque lo amo, pero en tu caso es diferente. Eres el primer omega en ingresar a la Liga, aparte de ser el primero en apoderarse de un territorio de alfas y en un equipo tan grande como los Doosan Bears. Es impresionante, por si no lo sabías.

—Te sabes toda la historia, ¿eh?

—Soy un gran admirador, de verdad —insistió con una efusividad incomparable y un brillo indescriptible en la mirada—. De seguro podrías obtener más campañas siguiendo la línea de tu carrera, ya sabes, tus inicios y el punto en el que estás ahora, qué esperas conseguir con el equipo y adónde esperas continuar. El público amaría leer sobre eso.

—Amarían a un mártir —pensó en voz alta, para inmediatamente después, fruncir los labios en un rictus afligido. Eso era lo que no quería, ser recordado de esa manera, buscaba hacerse un nombre por lo que era: Kim Hongjoong, no por lo que le había tocado: ser omega—. Mira, agradezco la propuesta pero paso. Ya tengo un agente...

—El cual no te ha conseguido nada en un año entero, yo podría cambiar eso. Soy bueno —aseguró con el pecho inflado—. Tengo referencias.

«Mierda, y de broma decía que Mingi estaba obsesionado conmigo».

—Se nota que eres bueno, pero no estoy interesado.

Mostrándose resignado, el omega aún así, hurgó entre sus cosas para terminar teniéndole una tarjeta personal, pequeña, su número grabada en ella y el resto de su información de contacto. No obstante, al castaño no se le pasó desapercibido la revista de los Samsung Lions que cargaba encima, San en la portada. E inevitablemente, no pudo evitar preguntarse si también estaba a cargo de su imagen.

—Si cambias de opinión, puedes buscarme —le dijo con un tono más tranquilo, una voz más amable y una sonrisa más discreta—. Puedo hacerme un hueco para ti en cualquier momento. Tienes potencial y pienso que lo harías increíble en sesiones como estas, es todo. Mostrarte más al público no te haría daño.

—Gracias —dijo después de aceptar la tarjeta, procediendo a caminar lejos del omega con fragancia a miel. Las palmas le sudaban y el corazón le latía como loco en el pecho. Los nervios y la frustración haciendo estragos en su cuerpo, pese a ello, no dejó que lo consumieran, tan pronto se encerró en el primer baño que encontró disponible, comenzó a respirar hondo—. Estás bien —se dijo en una voz rota —. Estás bien. No fue nada, no fue nada.

Quince minutos le llevó tranquilizarse y cinco salir de nuevo a esa realidad agobiante, para cuando lo hizo, se llevó la sorpresa de que todos se hallaban enfocados trabajando. Lo que alivió la congoja latente de Hongjoong. Mingi se encontraba en un set azul, realizando un par de poses mientras que música sonaba en la habitación. Era americana, un R&B que no conocía pero pegadizo. De letras arrastradas y románticas.

Quitándose los restos de agua de la cara, se encaminó hacia la estación de descanso del alfa y miró la superficie con fugacidad, notando sus anillos y su celular a un costado. Las feromonas flotando ligeramente en el espacio antes ocupado, inhalando con sutileza, sirvió a que su ánimo terminara por estabilizarse. Cansado y como si los miembros le pesaran una tonelada entera, se desplomó en el asiento desocupado a la derecha y reposó allí lo que, en un principio creyó, fue un rato. Sin embargo, el apretón familiar en uno de sus hombros le hizo darse cuenta que no era el caso y al voltear hacia arriba, se topó con una sonrisa de disculpa que no comprendía.

—Wooyoung me dijo que no te veías muy bien cuando hablaron.

—Ya lo solucioné — le informó con un intento de sonrisa, enderezando la espalda y acomodando la postura desfachatada que llevaba—. ¿Qué tal vas?

—Tenemos un descanso de diez minutos para comer algo, nos pedí un sándwich y unas bebidas. Dudo que tengas estómago para algo más pesado.

—¿Cómo lo sabrías sin preguntar? —cuestionó con una ceja en alto, inquisitivo.

—Wooyoung me dijo de qué fue la conversación —explicó con simpleza, dándole una mirada conocedora—. Lo siento.

—No tienes que lamentarlo, el problema soy yo.

El alfa suspiró pero no dijo nada más, oportunidad que el omega tomó para observar su cambio de atuendo. En esta ocasión, Mingi llevaba puesto una remera de compresión negra y con el logo de Nike en el costado izquierdo de su pectoral. Cumplía tan bien su función, que Hongjoong no pudo evitar notar la manera en la que delineaba sus músculos cincelados y sus brazos grandes, espalda ancha que bajaba en una V hacia su cintura diminuta y caderas firmes de atleta.

Le asombraba lo bien que le quedaba y la forma en la que se ajustaba a su cuerpo.

Sus ojos permanecieron tanto tiempo contemplando al alfa, que no se dio cuenta de las feromonas que éste comenzó a emitir, eran dulces y suaves, un llamado seductor que hizo que se le erizaran los vellos de la nuca. Al parpadear hacia arriba, se encontró con una mirada oscurecida. Párpados caídos en una mirada perezosa y comisuras curvadas en una media sonrisa.

—¿Algo que te guste? —preguntó el alfa con diversión. Haciéndolo rodar los ojos.

—De hecho, nada.

Riéndose, el pelinegro no comentó de regreso, simplemente se encargó de arrastrar un envoltorio de plástico en su dirección mientras que abría el propio, sacando su sándwich. Imitando sus acciones, se remitió al silencio y a comer. No había sido un buen inicio de mañana y esperaba que mejorara.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Conocer a Wooyoung fue como un torbellino, el sujeto resultó siendo simpático y naturalmente muy hablador, pero un drenaje de energía impresionante. La única persona que había conocido con un ímpetu similar hasta el momento, había sido San. Pero ese omega le ganaba, y si bien no dejó de insistir en que firmara con él, no fue desagradable compartir un par de palabras.

En lo que respecta a la sesión, fue insoportable. En el horario se habían planeado tres horas, pero por cuestiones de mal funcionamiento en algunos equipos de luces y desajustes en los vestuarios, acabaron por estirarse a cinco horas enteras. Lo que tuvo a los dos y al equipo en general agotado.

Fue en un pequeño descanso de cinco minutos, que Hongjoong pudo superar su cobardía, que se decidió por coger su móvil y ponerse en contacto con uno de sus amigos ya que el otro no atendía las llamadas. Muerto del aburrimiento prefería eso, pasar el chisme, a estar en una silla con el culo adolorido por las razones incorrectas.

—¿El tigre finalmente se comió al gatito? —fue la primera estupidez que dijo Seonghwa cuando le atendió. Muy típica de su persona absurda y a veces infantil.

Y para sorpresa del alfa al otro lado de la línea, él no se contuvo de imitar su comportamiento.

—Y dejó marcas por todos lados —replicó con un tono indiferente, recostándose en el asiento.

—¡Joder! —escuchó al otro lado—. Jodida mierda, eres un bastardo, acostándote con la persona que odias.

Desviando la mirada hacia donde Mingi conversaba con el fotógrafo, Hongjoong se deslizó aún más en el asiento negro, avergonzado y un tanto inquieto consigo mismo. Era como si alguien le gritara en la cara hipócrita por haber tenido sexo con el moreno después de haberlo catalogado de hasta lo más impensado, cuando la realidad, el sujeto terminó siendo un encanto y bondadoso como un santo. No sólo fue injusto, sino que también poco objetivo en su criterio sesgado por la distinción de casta. Peor aún, era saber que él se jactaba de no ser de esa clase de persona discriminadora. Cuando la verdad, es que lo era para con los alfas.

Daba asco.

Sin embargo, y por algún motivo, se sorprendió al darse cuenta que no odiaba a Mingi. Bueno, ya no lo hacía como en el principio o en sus primeros años. No sabría decir si lo soportaba o, como bien le dijo al moreno, le agradaba de manera genuina. Pero el problema no radicaba en esto, pronto notó, sino en qué le agradaba de Mingi: que fuera un buena alfa con él o que fuera, supuestamente, una buena persona.

Porque aún si no lo quería, había una diferencia entre ambas razones.

—Es un buen alfa, ¿de acuerdo? —terminó diciendo, en un tono bajo y casi avergonzado—. No lo hagas sonar tan mal.

—Realmente te tiene en sus garras.

—Seonghwa —dijo en un tono de advertencia—. Voy en serio.

—¿Con él? —preguntó, haciéndose el tonto.

—Eres insufrible, ¿dónde está Yeo que no atiende mis llamadas?

—En la oficina, trabajando en una nueva columna de su revista.

—¿Le están dando más protagonismo?

—Eso parece —comentó Seonghwa con vacilación—. No estoy muy seguro, pero comentó algo de que a su editor comenzaba a gustarle su método de trabajo. Ya sabes, el que corrobore su información y vaya a las fuentes en persona.

—Bueno, hizo una carrera en periodismo, tenía que sacarle ventaja algún día.

—Sí, pero no se lo menciones que comienza a renegar como cachorro —dijo a modo de broma, haciendo que ambos rían—. ¿Dónde estás tú? Escucho mucha plática de fondo.

—Acompañando a Mingi en uno de sus trabajos. Una sesión para Men's Health.

—Hongjoong —dijo Seonghwa de repente, un tono serio y una cadencia crítica—. Estás en tu primer día de celo. Deberías estar en tu jodido departamento, no allí.

—Me marcó...

—¿Que ese bastardo hizo qué?

—No, no, no. No me refiero a ese tipo, sino que con su aroma —explicó a las prisas, enderezándose de golpe—. Además, las pastillas que me recetó el doctor Cho disminuyeron los síntomas. Estoy bien.

—No creo que lo suficiente como para salir a un sitio lleno de gente y estímulos.

—De verdad no es tan grave cómo crees. No tengo dolores y apenas me siento acalorado. Además, estamos por irnos a casa.

—¿Acabas de decir c...? Olvídalo —masculló el alfa al otro lado, cansado—. ¿Te trató bien?

—¿En el sexo o...?

—Por supuesto que en el sexo, Joong. Quiero saber si no hizo nada que no te gustara.

Para empezar, Hongjoong quiso reírse. Seonghwa ni siquiera tenía una idea vaga de qué le gustaba en el sexo. En segundo lugar, esa era otra línea que nunca habían cruzado. Nunca conversaron de la intimidad con el otro, o Yeosang. Manteniendo las situaciones personales. Aunque sí llegaron a comentar sobre algún idiota o un infortunio de casualidad, pero más nada.

—Fue perfecto. Realmente me trató como un príncipe.

—¿Mejor que tu ex?

—Mejor que todos ellos juntos —exclamó de repente, sonriendo de manera tonta—. Fue paciente y tan bueno. Fue...

—Inefable —aportó Seonghwa con suavidad—. Es la palabra que buscas. No sabes cómo describir los sentimientos, entonces fue inefable.

—Dios, a veces olvido que eres un nerd de libreto obsesionado con la limpieza.

—De nada, bastardo sin corazón.

—Como si tuvieras uno —replicó tras rodar los ojos, divisando de soslayo al moreno acercándose—. Tengo que colgar.

—¿Sabes? —dijo Seonghwa sin importarle sus palabras. Continuando como si nada—. En el futuro no actúes tan sorprendido ni enloquezcas.

—¿De qué hablas?

—Buena suerte.

Es lo último que escuchó antes del pitido familiar de la línea muerta y de que Mingi terminara de acercarse, confundido, Hongjoong decidió no darle mayor trascendencia a las palabras de su amigo y se guardó el móvil. Volteando en el momento exacto que el alfa dominante se inclinaba para recoger sus cosas.

—Nos vamos, la sesión y la entrevista concluyeron.

Levantándose de golpe, el castaño no pudo evitar la sonrisa que nació en sus labios—. Al fin, me estaba muriendo —dijo de forma exagerada en un quejido—. Buen trabajo —agregó con una sinceridad más auténtica, estirándose para darle un apretón en la mano—. Lo hiciste bien.

—Así sólo haces que quiera besarte.

Sonriendo, el omega le guiñó el ojo—. Llegando al departamento.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Y llegando al departamento, ellos dos no sólo se besaron, sino que se deshicieron de sus pertenencias en la entrada y a duras penas lograron quitarse las zapatillas, antes de que estuvieran enredados en el otro. Bocas abiertas y lenguas demandantes.

A pesar de que hubiera sido un día largo y agotador, todavía tenían energía como para invadir el espacio personal del otro, lo que no era sorprendente. Uno de ellos aún se encontraba transcurriendo por el celo incluso si los síntomas más fuertes hubieran disminuido con notoriedad.

Y en el interior de la habitación, la efusividad de su beso fue en aumento, volviéndose más desorganizado y profundo. Manos por todos sitios y dedos curiosos que dejaban trazos calientes en la piel. Marcas resaltadas y quejidos bajos que llenaban el espacio en una sinfonía sin maestro de obra.

—Dios, te besaría todo el día.

Riendo, el omega se apartó unos centímetros, mirándolo por debajo de sus pestañas—. ¿En serio? —preguntó en un tono sugerente. El alfa se mordió el labio inferior, acariciándole la mejilla con una delicadeza incompatible con el fuego que ardía en sus ojos.

—Podría hacer un juramento si quieres.

Carcajeándose de lo hilarante que se escuchaba la idea, el castaño empujó al pelinegro, haciéndolo caer sobre el sofá con una certeza de experto.

—¿Por qué no hacemos algo más divertido mejor? —replicó él, colocándose en cuclillas. Interesado, el alfa ladeó la cabeza y deslizó una de sus manos por entre sus hebras.

—¿En qué sentido? —preguntó, acariciando su pelo con gentileza—. Porque en esa posición sólo se me ocurre una.

Ladeando una sonrisa, Hongjoong procedió a ponerse de rodillas—. ¿Y de esta manera? —preguntó con malicia, apoyando las manos en los muslos impropios. Eran grandes y hacían que sus manos se vieran diminutas, era asombroso lo firmes que se sentían en sus palmas pese a estar cubiertos.

Inclinándose hacia abajo, el moreno apoyó el codo izquierdo en su muslo y en su palma abierta, el mentón, viéndolo desde arriba con una atención detallada. Ojos predadores, dilatados en dos orbes de abismo y crudeza explícita.

—De esa forma se me ocurren muchas cosas que podrían divertirnos a ambos.

—¿Cómo cuáles? —preguntó, sintiendo un pulgar acariciando su labio inferior—. Porque a mí se me ocurre sólo una —le dijo con honestidad, deslizando las manos de forma ascendente en los muslos impropios.

—¿Y sería entretener esa boca tuya? —dedujo el moreno con tino, al verlo desprender el botón de su pantalón.

—¿Por qué no? —replicó con un encogimiento, bajando el cierre con lentitud—. No sería el único beneficiado, hasta donde sé, sentirías placer también. Tengo experiencia.

Enarcando una ceja, el alfa detuvo sus caricias y agarró una cantidad de mechones con firmeza, sin llegar a lastimar y deteniéndolo en el acto.

—¿Acaso esperas que te califique? —inquirió con un tono monótono. Inclinándose más cerca.

—¿Cuál sería el sería parámetro? ¿Tu última pareja y yo?

Suspirando, el moreno sacudió la cabeza con ligereza—. Tienes una manera peculiar de encender a las personas.

—Gracias —le contestó con honesta gratitud. Pavoneándose en el cumplido inesperado y extraño.

—No hay parámetros —decretó el alfa—. Si quieres que te joda la boca, eso haremos.

—Lo dices como si no quisieras hacerlo.

—No sabes cuántas veces he fantaseado con hacerlo.

Adelantándose a la posible respuesta que le daría, Mingi lo tironeó del pelo hacia arriba y juntó sus bocas en un beso acalorado. Uno donde el alfa no tardó en invadir su cavidad bucal con la lengua, recorriendo con la misma cada rincón familiar, haciéndole cosquillas detrás de los dientes y aplastando la propia con un ahínco desproporcionado. Despojándolo de su determinación más firme, de su voluntad más innata y de su más necesario respirar. Dejándolo sin nada más que una urgencia insaciable.

Atontado y confundido en una nebulosa de placer extrema, apenas pudo seguir el ritmo. Aunque poco se molestó en darle verdadera batalla a aquella lengua que parecía indomable. Pero el castaño no se quejó, la tarea comenzaba a volverse ardua y su voluntad pendía de un hilo, por lo que, cuando el moreno profundizó el beso a uno vehemente donde lo despejó de absolutamente todo, dejándolo vacío, no hizo más que dejarse hacer. Entregado a la sensación.

No fue hasta que el calor de sus propios cuerpos los empezó a sofocar, que consideraron la idea de apartarse unos segundos. La quemazón en sus pulmones y las temperaturas muy elevadas, fueron recuerdos que ardieron en sus pulmones como una imagen asfixiante e imborrable.

La primera vez que Hongjoong gimió, fue cuando Mingi se acercó con lentitud, y de manera inesperada, atrapó su labio inferior entre sus dientes y tironeó de él con suavidad y cierta sensualidad. El quejido fue uno quedo que se perdió en las dimensiones de la sala. Con los ojos abiertos, miraron al otro: pupilas dilatadas y brillantes en una lujuria innegable, alteradas en una insinuación latente e ineludible. Un hambre voraz que no se podía esconder. Desesperación y deseo ardientes que quemaban en la piel.

Las sensaciones que experimentaban en ese momento eran oscuras, adictivas y calientes.

Sus instintos al asecho y sus deseos carnales despiertos.

Inhalando con profundidad, Hongjoong terminó su tarea olvidada y le bajó los pantalones a Mingi luego de que éste le ayudara. Relamiéndose los labios, observó la ropa interior ajustada del moreno, era oscura y apenas tenía una mancha que delataba su excitación, aparte del bulto que se cernía debajo de la tela con restricciones. Muy diferente a él que se encontraba goteando e incómodo en su tejano azul, y todo por sólo pensar lo que iba a hacer. Una de las más grandes diferencias físicas entre omegas y alfas.

Relamiéndose los labios secos por tercera vez, alzó la mirada hacia el alfa, suspendido en una expectativa que se percibía en la piel. Sus pupilas marrones, habían sido absorbidas por el negro de manera absoluta, dejando lugar a un atractivo tono de obsidiana. Su mandíbula en cambio, se encontraba tensa, los músculos que la delineaban, saltaban por lo fuerte que era su mordida, reprimiendo sus acciones o a sí mismo, suponía el más bajo. Ignorando su punzante erección, procedió a deslizar la prenda hasta los talones del bronceado hombre. Liberando así, finalmente su prominente y despierta excitación.

Tragando en seco, Hongjoong llevó su mano izquierda al miembro erecto, sujetándolo desde la base, mientras que la otra, fue directo a los huevos de Mingi, escuchándolo exhalar con fuerza de inmediato. Enfocado en su nueva tarea, no le prestó atención a sus expresiones visuales y se concentró más en la textura de la erección en su mano. La suavidad resbaladiza del glande, la calidez anticipada y la piel arrugada que se movía a su disposición, le hicieron agua la boca.

Había pasado un tiempo desde la última vez que tocó un miembro que no fuera el suyo.

Algo inseguro de qué podría gustarle al hombre más alto, comenzó con movimientos básicos, moviendo su mano en una mecánica simple: arriba y abajo. Ejerciendo una suave presión en algunos puntos al azar. La ejecución hizo que el alfa se arrimara al borde del sofá, en una indicación clara e implícita de qué quería, sin embargo, siendo obstinado y un omega renegado, no le hizo caso y fingió que la cosa no iba con él al mostrarle una rápida sonrisa inocente y continuar con su ritmo tortuoso.

—Ángel.

Fue la primera advertencia que vino en forma de una voz grave y espesa, llena de textura y anhelo. Esa condición rasposa que le daba su color, destacando ahora más que nunca. E inexorablemente, hizo al omega gemir.

«El poder de una voz profunda», pensó sin un ápice de vergüenza, acercándose más al miembro ajeno.

—Por favor —dijo esta vez, en la misma cadencia sólo que más gentil. Una mano grande sobre su cabeza, alentando a que cumpla sus deseos.

Complacido con las reacciones y las facciones contenidas de Mingi, Hongjoong se puso en acción. Inclinándose con la lengua de fuera hasta que tocó la punta con ella. El sabor fue sorpresivamente neutral. Ni amargo ni dulce. Lo que era raro, teniendo en cuenta que el pelinegro fumaba, sin embargo, no le importó. Y luego de juguetear con la hendidura un rato, deslizó la lengua por el largo de su tronco hasta llegar a la base. Los dedos ajenos, se cerraron en su cabellera con la acción y sonriendo fugazmente, succionó una marca en el sitio, ganándose un tirón de pelo en respuesta. Sus manos aportaron de movimientos circulares, en simultáneo que subían y bajaban por el falo.

Tan pronto el líquido preseminal apareció en la escena, la entrañas del castaño se transformaron en un nudo pesado y sus labios se secaron, no obstante, la lujuria lo mantuvo deseoso. Ahogado en una oscuridad de necesidad pura y densa que surgió desde lo más recóndito.

Guiado por esa experiencia de años, Hongjoong hizo lo que sabía, enloquecía a cualquier alfa, alzó su mirada y se tragó el miembro ajeno hasta donde su garganta estrecha alcanzó. La intromisión fue incómoda al principio, desacostumbrada también, pero no demoró en sentirse a gusto. Mingi tenía un miembro bastante normal, de unos 19 centímetros tal vez, aunque erguido ya era otra cosa, sin embargo, era venoso pero no muy ancho. Un manjar de los buenos.

En un inicio no hizo más que subir y bajar la cabeza, manteniendo un ritmo estable y una mecánica simple. Pero a medida que se fue acostumbrando, hizo a sus manos partícipes. Acariciando el saco de piel que eran los huevos y masajeando las partes a las que no podía alcanzar con la otra mano. Los sonidos de Mingi eran incontrolables, si no se trataban de gruñidos era gemidos ahogados. Y la experiencia, se volvió placentera para Hongjoong también.

Pese a lo satisfactorio que estuviera siendo su mandíbula comenzaba a cansarse, por lo que comenzó a turnar, sacando el miembro fuera y besando la venas como jugando con la punta con el pulgar, presionando la hendidura y metiendo la lengua en ella. Supo que fue demasiado para el moreno cuando éste, descuidadamente, insistió en profundizar sus embistes. Queriendo llegar más profundo en su garganta.

Quería acabar.

No obstante, y muy para sorpresa del castaño, el moreno jaló de su pelo hacia atrás y estrelló sus labios en un beso voraz que lo descolocó por completo. Apenas pudiendo seguir el ritmo. Fue húmedo y desordenado. Un total desastre.

—Quiero joder tus muslos —dijo en un susurro sin aliento.

Jadeando, el omega no pudo evitar gemir ante la imagen—. De acuerdo —accedió sin pensarlo, agitado y con la respiración trabajosa—. Adelante.

De forma presurosa y torpe, los dos acabaron sin sus prendas inferiores, únicamente desnudos de la cintura para bajo y con Hongjoong reclinado sobre la mesa ratona que tenía en la sala. Mingi a sus espaldas. Sosteniéndole las caderas con fuerza, una que se imprimía en la piel y dejaba marcas. La sensación resbaladiza entre sus muslos, le hizo delirar, sentir el miembro punzante y caliente, fue simplemente fascinante. Apoyando la frente contra la superficie, tomó una profunda inhalación. Absorbiendo la imagen de una mano grande sosteniendo su carne con firmeza. Hasta que le enterró las yemas en la piel. Arrancándole un gemido roto. La sensación dolorosa le hizo recibir una corriente de placer que viajó directo a su cerebro, saturando cada rincón de sus hormonas.

Sus ojos se cerraron y sus manos se afianzaron al borde de la mesa, en el momento que el alfa comenzó a moverse, tentativo al principio, evaluando sus capacidades. Y al confirmar que podía mantener sus muslos apretados con la firmeza deseada, la vacilación y las dudas desaparecieron al instante. Meciendo sus caderas con una constancia más rigurosa y una determinación mayor que hizo resonar en las paredes como un eco quedo que se superpuso a sus respiraciones agitadas.

Cuando su erección desatendida fue tratada con cuidado, Hongjoong no pudo evitar morderse el labio inferior y alargar un gemido. La sensaciones abordándolo por todos lados. Carne contra carne, calor y pieles sudorosas resbalando juntas. Era un lío que no se sabía dónde empezaba uno y dónde es que terminaba el otro.

Pronto, sintió una mano rodeando su cuello, elevándolo de su posición y obligándolo a exigir mayor rigor a los músculos de sus piernas. Jadeando por aire, su rostro fue virado a un lado y sus labios se vieron adueñados por unos más grandes. Pese a lo satisfactorio del beso, no duró demasiado y antes de que se diera cuenta, ya estaban mordisqueando su oreja, aliento caliente que le erizaba los vellos y le estremecía desde adentro. Suspirando del gusto, no se contuvo de juguetear con sus pezones cuando unos dientes empezaron a maltratar la zona de su cuello y hombro. Al principio fue inofensivo, pero a medida que la intensidad crecía, se volvían más agresivos. Tironeando de su piel y dejando impresiones que durarían días en borrarse.

Pero siendo la necesidad carnal una perra, los envolvió a ambos en sus redes febriles y austeras de una manera tan tierna que, contradictorio a lo que se pudiera creer, el omega quería estirar esa especie de tortura romana. Deseaba poder sentir esa sensación de ardor punzante que se acumulaba en sus nervios hipersensibles del vientre para siempre. No obstante, las caricias insistentes y certeras lo acercaron al barranco de la liberación. Tironearon de cada hilo con una dulzura inconmensurable. Todo su cuerpo era como fuego, y cuando sus terminaciones vibraron y esa bola que no paraba de crecer en lo profundo de sus entrañas, estalló, cada músculo se tensó como una cuerda, mientras que sus párpados se apretaron con fuerza ante la ferocidad demoledora con la cual sucedió su orgasmo.

Su estructura interna se desarmó en su totalidad y sus nervios se vieron jodidos con un impecable destreza.

—Mierda —oyó decir al alfa—. Mierda, mierda, mierda —repitió como si estuviera en pánico—. ¿Ángel, estás bien?

—Sí, tranquilo —murmuró en respuesta— Sólo creo que me fui a negro un segundo, todo bien.

—Estuve hablándote y no respondías.

—¿Qué estabas diciendo? ¿Cosas sucias?

Riendo, el alfa le dio una pequeña nalgada antes de responder—. No. Tu celular no para de sonar.

—Déjalo —contestó con simpleza, demasiado cansado para algo más elaborado. Como fuera Haesuk, se largaría a llorar del agotamiento.

—Es tu hermano mayor.

—Mingi, acabo de tener sexo, no voy a atender a mi hermano mayor en este estado. Literalmente me jodiste las neuronas.

—De nada —dijo a modo de broma, ganando un golpe—. ¿Pero si es importante?

—Descuida, sé que no lo es —le aseguró al voltearse, separándose y sintiendo el líquido resbaladizo comenzar a secar entre sus piernas y abdomen—. Si no te molestaría, quisiera el tratamiento real de nuevo. Comienzo a apestar aquí, ¿sabes?

—¿Apestar? —inquirió el alfa con una ceja en alto, rodeándolo con los brazos pese a que estuvieran sudados—. Hueles completamente a mí. Eso es adictivo.

—Dios, tan alfa.

—Novedades para ti, estás con uno.

—Lo qué sea —dijo con un ademán desinteresado—. Quiero mi ducha.

—De acuerdo, Ángel. Lo que pidas.

Sonriendo en grande, no demoró en extender los brazos hacia Mingi, quien, no dudó en levantarse y tomarlo en los suyos como si no pesara nada. Hongjoong se seguía asombrando con el despliegue de fuerza.

Y más aún con lo entregado que éste estaba a su persona. Era intoxicante de alguna manera que no podía poner en palabras.

Le encantaba la sensación y el resguardo que Mingi le proveía a Hongjoong. No quería abandonarlo nunca de ser posible.



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