❈•≪31. Passiō≫•❈
Lo que Mingi no anticipó, es cómo sería la noche para ambos.
No previó que las cosas se pudieran poner mal en ese instante y no al día siguiente, porque al final, lo que creyeron una falsa alarma, acabó siendo real.
Ya que en el segundo que Hongjoong se despertó sudado y con la respiración agitada, supo que algo no iba bien. Más cuando lo notó desorientado, tanteando a su alrededor y llamándolo con una desesperación escalofriante que erizaba la piel.
—¿Qué tan malo es?
—Deberías ser más específico, ¿recuerdas? —le dijo entre respiraciones.
—¿Cómo sientes el cuerpo? —preguntó de nuevo, viendo que sudaba a gotas gordas y le temblaban las manos.
—Sigues siendo vago —murmuró el castaño con humor, en un intento por quitarle la preocupación que exudaba en oleadas—. Me siento caliente —agregó a continuación—, no en el sentido que estás pensando.
—¿Cómo sabes qué estoy pensando? —replicó con gentileza, tomando su remera para pasarla por la cara impropia, limpiándolo.
—Eres predecible cuando se trata de mí —comentó con una firmeza que le llamó la atención—. Ahora me quitas el sudor con tu remera en vez de levantarte e ir al baño por una toalla. Predecible —cantó en un declive agudo y una inflexión dolorida.
—¿Prefieres que me aleje? —preguntó en un intento de molestarlo, aprovechando a tomarle la temperatura. La frente caliente y los costados del cuello igual.
—En realidad, preferiría que tomaras cartas en el asunto, si sabes a qué me refiero.
Tragando en seco, Mingi sintió la bola de bilis deslizarse con una lentitud dolorosa por su garganta. Observándolo mejor, Hongjoong era un desastre. Los mechones en un sitio distinto, el sudor que no paraba de caer y la pupilas dilatadas a más no poder. Absorbidas en un tono negro que no tenía comparación. Era enigmático y a su vez críptico que hipnotizaba. Sus mejillas enrojecidas de un rubor intenso y la respiración trabajosa.
—¿Hablamos de sexo? —preguntó de forma tonta, sólo para estar seguro. Para su sorpresa, eso hizo reír al omega, aunque después lo tuvo sosteniéndose el estómago con una mueca poco jovial.
—A veces eres un idiota —le dijo entre quejidos—. Sí, Mingi, hablamos de sexo. ¿Quieres intentarlo?
Suspirando con pesadez, estiró una mano y la pasó entre el flequillo ajeno, apartándolo de su rostro—. ¿Qué tan compatible crees que seremos?
—¿Siendo honesto? —preguntó con una mueca—. Tal vez tengamos más química que mi anterior pareja pero no tanta como con uno de mis novios.
—¿Fue uno bueno?
—Sabía cuidarme —contestó el castaño por lo bajo, apoyándose en la palma cuando ésta se deslizó por su piel hasta llegar a su mejilla—. Era un buen sujeto.
—Me alegro —le dijo en un susurro, arrimándose—. Es agradable saber que no te tocaron puros imbéciles en la vida, ¿sabes?
—¿Qué hay de ti? —preguntó el omega, rodeando su cuello con los brazos cuando estuvieron lo suficientemente cerca—. ¿Cómo vas a tratarme?
Rodeando la cintura ajena, sintió el ambiente más pesado, el calor del cuerpo más pequeño pegándose al suyo, la remera sudada y la respiración caliente que chocaba con su boca entreabierta en una petición explícita.
—¿Cómo quieres ser tratado? —le preguntó de regreso, deslizando una mano por su costado hasta llegar al final de su espalda—. Por lo dulce que hueles, diría que bien —murmuró cerca de su mejilla, deslizando el rostro hasta su cuello, haciéndolo estremecerse—, pero con esa personalidad, es difícil de deducir.
Jadeando, Hongjoong se removió debajo de Mingi, separando las piernas en un acto inconsciente, arrimándose más cerca. El moreno se relamió los labios y se presionó hacia abajo, provocando que sus pechos entren en contacto. La atmósfera eléctrica y sus respiraciones mezcladas.
—Lo dices como si tuvieras que ponerme en mi lugar.
—¿Tengo qué hacerlo? —cuestionó con la cabeza inclinada y una ceja en alto.
—No, no, no —dijo con una desesperación que no supo de dónde vino—. Sólo, podrías..., no lo sé pero ¿podrías besarme, por favor?
Sonriendo, se presionó en su mejilla—. ¿Besarte? —preguntó en un murmullo de terciopelo, una gentileza falsa y una malicia bien elaborada—. ¿Es todo lo que quieres? —depositando un pico allí, se hizo hacia atrás, encontrándose con una mirada oscura y de pupilas expandidas—. Porque hueles como si quisieras más.
—Déjate de juegos, ¿por favor?
Impresionado con lo fácil que era hacer rogar al omega, el ego del alfa se infló con una naturalidad biológica. Volviendo a sonreír, esta vez sus comisuras se torcieron hacia un lado, producto de la sagacidad.
—¿Juegos? —inquirió con una inocencia de papel, sentándose sobre sus talones y procediendo a deslizar sus manos frías por sobre las piernas depiladas del omega. Algunos beisbolistas tendían a hacerlo, al igual que los nadadores. Ya que eso reducía su peso y los hacía más ágiles. Recordando aquella etapa en su vida, su toque se volvió más lento. La fascinación de querer sentir la suavidad de esa textura y la astucia por querer molestarlo, entremezclados en una danza retorcida—. No estoy jugando contigo.
—¿No lo estás? —preguntó sin aire.
—No —dijo con simpleza, en un susurro. Concentrado en recorrer el tramo de aquellas rodillas con un retardo exagerado. La piel suave bajo su tacto susceptible y caliente. Blanca y dispuesta a ser marcada—. Es que, en realidad, apenas estoy empezando.
Antes de que Hongjoong pudiera replicar de alguna manera, Mingi enredó los dedos en los muslos carnosos del omega y tironeó de él en una demostración de fuerza que le sacó un jadeo roto. Sus cuerpos volvieron a entrar en contacto y sus bocas se hallaron a medio camino en una furia desenfrenada. Bocas abiertas y lenguas que batallaron de forma acalorada. Un inicio apresurado y bruto que los hizo ralentizar rápidamente. El ritmo siendo más lento y sensual, labios entrelazados con suavidad. Un compás fácil de seguir y armonioso, unísono y familiar a ellos.
Un beso húmedo y apasionado.
Siguiendo una línea acostumbrada, se besan y se besan mucho más. Recorriéndose por completo, lenguas entrometidas y labios conocedores en un juego de poder desordenado. Sin embargo, ambos protagonistas se alejan de repente, rompiendo el contacto con sus respiraciones irregulares y resonando por la modesta habitación que ocupaban. Miradas conectadas y oscurecidas. Consumidas por el placer más puro.
—Más —pronunció el mayor de los dos, en un ruego sutil.
—Joder, Ángel —masculló entre dientes el moreno, volviendo a cernir sus bocas juntas. Un beso intenso que no llegó a durar lo suficiente como para satisfacer a ninguno—. Dejando las bromas aparte. ¿Hasta dónde quieres llegar?
Respirando con agitación, el omega demoró en abrir los ojos, al hacerlo, sus pestañas le acariciaron los pómulos con una delicadeza de fantasía.
—¿Hasta dónde quieres ir tú? —preguntó el castaño, pupilas dilatadas y humedecidas.
«Dios, no me dejes elegir a mí», pensó para sus adentros. Envuelto en una lujuria dolorosa y una mente llena de feromonas.
—Todo el camino —decidió Hongjoong en una voz firme, rodeando la cintura del pelinegro con sus piernas. Acercándolos aún más.
—¿Estás seguro? —preguntó sin aire. La piel de Mingi ardía y se sentía dulcemente sofocado. Era asombroso. Una sensación en la que se quería embriagar.
—¿Por qué no? —repreguntó con la cabeza inclinada, exponiendo su cuello sudoroso—. Me deseas —afirmó con una sonrisa confiada—. Y yo te deseo a ti.
Olvidándose de las palabras, Mingi llevó una mano a la clara cabellera ajena y tironeó de ella con gentileza, inclinando la cabeza de Hongjoong hacia arriba, volviendo a fundir sus bocas en un beso hambriento y demandante. Su espalda curvada y sus erecciones aplastadas entre sí.
Fue inexorable que no se tocaran o que no comenzaran a frotarse entre ellos, cuando la temperatura del ambiente comenzó a subir de nivel. El calor viniendo de todas partes y haciéndolos fruncir el ceño. Demasiados calientes y demasiados abrumados. Tramo que los llevó a quitarse las remeras entre sí, fue a tirones y de forma desorganizada, lo que hizo la situación más lenta y torpe en sí misma. No obstante, por alguna razón y en medio de un beso, terminaron riendo.
—Somos un desastre —comentó el alfa con diversión, los labios rozándose y los ojos abiertos.
—Creo que nuestra compatibilidad disminuyó un quince por ciento.
Sonriendo, el moreno procedió a besar su cuello. El sudor de sus pieles y el calor natural que emanaban, mezclándose con naturalidad.
—¿Eso piensas?
—Nos falta coordinación —observó el hombre más bajo en un susurro. El más alto no resistió la tentación puesta frente a él en un plato dorado, y tironeó de una porción de piel con los dientes. La presión siendo ligera, pero a su vez, lo considerablemente sentida, como para percibirla y dejar una marca. La reacción del omega fue jadear por aire—. ¿No hablamos sobre morder?
—No —dijo el alfa en un murmullo, ebrio de las feromonas dulces que soltaba el omega—. Conversamos sobre marcarte y no voy hacerlo. Lo prometí. No eres mi compañero, ¿recuerdas?
Tomándolo por el pelo, Hongjoong lo jaló hacia atrás con la fuerza necesaria—. Entonces, actúa como si no lo fuera —le dijo a modo de regaño, las cejas fruncidas hacia abajo y las mejillas bañadas en un rojo que casi parecía bordó bajo la luz de la habitación.
—No interrumpas —le pidió con amabilidad, apuntándolo con el dedo, para acto seguido, proceder a tocar su nariz con fugacidad. Haciéndolo reír—. Eres mi omega y me gusta dejar marcas.
—Nosotros no hablamos de eso.
—Culpa mía —reconoció al instante, resistiendo el impulso de frotarse. Su cuerpo quemaba y las venas se sentían como si estuvieran encendidas, era insoportable y delirante. Una combinación exquisita de tortura y paciencia—. Pero dime, ¿qué te parece? ¿No te gusta?
—Me gusta marcar también —dijo tras unos segundos reflexivos, deslizando las manos por sus hombros anchos. Las uñas romas dejando un trazo indistinguible a su paso—. Eres mi alfa después de todo. No me molesta.
—¿Seguro?
—No lo estoy diciendo por compromiso, tranquilo.
Reconfortado por las palabras lúcidas de Hongjoong, Mingi se inclinó por otro beso, sin embargo, el omega fue más rápido y en una acción totalmente inesperada, volteó sus posiciones, dejándolo a él sobre el colchón. Teniendo ahora, al campocorto sobre su regazo, cabellera revuelta y sonrisa engreída plasmada en la cara.
Sin atreverse interrumpir lo qué sea que el otro tuviera en mente, Mingi miró a Hongjoong con una atención predadora en el instante que comenzó a recorrerse el cuerpo con las manos. Al principio se encontraron inmóviles en la pretina de su pantalón de algodón, no obstante, con una resolución inmediata, trazaron los costados de los cordones que lo mantenían en su lugar antes de deshacer los nudos por completo. Con la garganta seca y los labios en el mismo estado, lo observó acariciarse alrededor del ombligo, en la zona baja de su abdomen, antes de proceder a subir con lentitud por la línea que marcaba la división sutil de sus abdominales. Aferrándose a la sábanas, divisó la gentileza con la que aquellas yemas se recorrieron. Trazando patrones aleatorios y yendo de un sitio al otro. Sin un destino decidido. Hasta que se detuvieron.
El corazón de Mingi empezó a latir con salvajismo y a retumbar en sus oídos cuando vio a Hongjoong juguetear de forma superficial con sus pezones. Al principio sólo rodeó las areolas, delineando aquella zona más oscurecida con toques de mariposa, sin embargo, no demoró en pellizcar sus pezones como tal. Tirando de ellos con suavidad y retorciéndolos entre sus dedos. La boca abierta en quejidos silenciosos y las caderas meciéndose en un vaivén inconsciente.
El sudor se le acumuló en la frente y la erección a medio crecer en sus pantalones, terminó de conseguir forma con la estimulación superficial que recibía por parte del omega. Enloquecido en una pasión febril, el alfa, se impulso hacia adelante y apartó las manos del castaño. No sólo tomó su boca con un hambre desesperada, sino que también sus pezones. El lanzador los apretó con la fuerza suficiente como para hacer al campocorto gemir en el fondo de su garganta. Complacido con el primer resultado, sus yemas comenzaron a frotarlos en forma circular. Sin prisas, y a modo de consuelo de la agresividad anterior, sin embargo, esas acciones hicieron que el omega se retorciera en su sitio y meneara la pelvis con mayor ímpetu. Desenfrenado en una urgencia devoradora.
Mordisqueando el costado de su cuello y evitando sus glándulas de olor, el alfa no cesó en sus atenciones. Por el contrario, continuó administrándolas con una atención especial. Presionando los pezones de vez en cuando y frotándolos en otras ocasiones. Seducido por los sonidos que conseguido. Y queriendo obtener más de ellos, se hizo un camino húmedo de besos hasta llegar al pectoral derecho, en el instante que respiró encima de él, la respiración de Hongjoong se cortó. Sonriendo con fugacidad, Mingi apretó el derecho antes de llevarse el que tenía por delante a la boca.
Hongjoong presionó los codos en sus hombros y envolvió los dedos alrededor de su cabellera, tironeando de ella con una fuerza que le dolió, no obstante, el siguió molestando su pezón. Hasta que el ardor se convirtió en una marca permanente y la hinchazón se hizo notoria. No sólo a causa de sus dientes, sino que también de sus manos. Las cuales apretaron, jalaron y tiraron de sus pechos como si fueran masa que Mingi debía moldear a su gusto personal. Jugando con ellos de la manera que le nació y hasta que las peticiones por clemencia se volvieron interminables.
Para ese punto de la madrugada, sus erecciones ya eran palpables y el calor opresor, insoportable. Por lo que en un cruce de miradas cómplice, ambos procedieron a desnudar al otro. Quitando los pantalones y llevándose las prendas interiores con ellos.
Expuestos al otros, no detuvieron a contemplarse, casi al segundo siguiente se estuvieron devorando las bocas. Como si no lo hubieran hecho en ocasiones anteriores y no se conocieran de memoria. Incluso así, era una necesidad que cruzaba fronteras y trapazaba recuerdos. Simplemente exigía una unión desaforada y febril. Embelesado por las sensaciones, las manos de Mingi recorrieron el cuerpo de Hongjoong a ciegas, pasando de sus pechos a su espalda y terminando al final de su espalda. La limitación era obvia, por lo que el castaño no tardó en mencionarla.
—Puedes tocarme —le dijo con la voz rota por el placer, los párpados caídos y los labios hinchados. Enrojecidos en una pasión avasalladora.
—Dios, Ángel —fue lo único que alcanzó a exclamar antes de que sus bocas estuvieran encima de la otra de nuevo. Sin la restricción personal, sus manos fueron veloces para amasar las nalgas del nombrado. Apretando la carne entre sus dedos y tragándose sus gemidos—. Quisiera... Mierda.
—¿Qué?
—Olvídalo.
Pero en el momento que lo quiso volver a besar, el omega no se lo permitió, y en su lugar, puso una mano en el final de su abdomen, deteniéndolo.
—¿Qué quieres? —preguntó otra vez, una voz firme y una mirada seria. Fue tan excitante que quiso devorarlo entero. Pese a ello, se concentró en lo importante: responder.
—¿Te presentarías para mí?
No hubo un segundo de vacilación para Hongjoong cuando, al segundo siguiente, se encontró apartándose y en el poco espacio que tenía, se colocó sobre sus rodillas y codos, realzando la curva de su espalda al empinar el trasero hacia arriba. En ese momento, como si se tratara de una llamarada repentina, Mingi se quedó sin oxígeno.
Inclinarse o presentarse para alguien no era sólo una muestra de confianza, sino que también, significaba vulnerabilidad y sumisión. Era un estado al que pocos omegas entraban con cualquier persona, inclusive si ésta misma era su alfa. Podían pasar meses para que se gestara ese nivel de confianza, incluso años. Sin embargo, allí estaba él, obteniendo el pastel entero sin mucho esfuerzo.
Era alucinante.
Embelesado y atrapado en una burbuja de fascinación, el alfa apenas llegó a pedir permiso para tocar al omega, completamente obnubilado por la imagen que tenía enfrente. Relamiéndose los labios secos, contuvo la respiración y deslizó una mano por la curvatura de la espalda ajena. Asombrado por el modo instantáneo en el que los vellos se alzaron en su presencia. Animado por el pequeño jadeo que escuchó del más bajo, llevó su otra mano al cuerpo del campocorto, sintiendo la firmeza de sus músculos trabajados y la forma en la que su espalda estaba construida pese a ser diminuta en su comparación.
—¿Tienes lubricante? —preguntó el moreno en un tono quedo.
—En la mesa de noche —respondió el castaño con la respiración entrecortada.
Inclinándose sobre el jugador de los Doosan Bears, el perteneciente a los Kia Tigers, hurgó en la mesita de noche con impaciencia. Pasando de papeles a objetos pequeños hasta dar con lo que se percibía como un bote. Tomándolo, sus labios se curvaron en una mueca de triunfo. Destapando el recipiente transparente, vertió el líquido en sus manos en vez de tirarlo directo sobre el omega. Frotándose las palmas unos segundos, el alfa procedió, al fin, a tocarlo. Amasando sus nalgas antes de pasar a acariciarlo alrededor de sus nudo de anillos. Usando ambos sus pulgares, acarició con gentileza el área, presionando con ligereza cuando lo creyó conveniente, observando con un detalle inmaculado, como las capas de piel se movían a su disposición con relativa facilidad.
—Juegas contigo —concluyó el alfa pelinegro sin aliento al ver como la primera falange de su pulgar ingresaba sin resistencia.
—Por supuesto que lo hago —respondió el omega, igual de agitado—. Que no tenga mis ciclos de calor no significa que no me excite.
—Jesús, Ángel, qué inapropiado suena ese apodo en esta situación.
Riendo de forma entrecortada, Hongjoong empinó aún más el trasero, ofreciéndose. Robándole lo último de respiración que tenía Mingi. Inclinándose hacia adelante, el alfa mordisqueó como besó la espalda baja del omega. Dejando un camino de marcar rojas hacia arriba. Intoxicado por la tentación, no pudo suprimir el impulso bestial que le surgió y de un instante al otro, se encontró, enterrando los dientes en el culo de Hongjoong, haciéndolo soltar una maldición y agachar la cabeza en la almohada. Ahogando su dolor. Besando la hendidura grabada a fuego en la piel, deslizó una mano por entre medio de sus muslos y en lo que seguía trabajando su parte trasera con rigurosidad, se enfocó en darle algo de placer extra. Agarrando su erección con firmeza y bombeando con lentitud, en una especie de tortura romana. Desde el tronco hasta la parte trasera de la cabeza. Entreteniéndose con el glande a su antojo y masajeando el prepucio en ciertos períodos. Ocasionando que Hongjoong sea un lío de retorcijos y gemidos ahogados. Disfrutando de la experiencia y olvidándose de su miembro adolorido, Mingi logró colocar dos dedos con sencillez. Llegando hasta la última falange.
Allí se detuvo en seco. Respiración errática y la sangre bombeando a mil en sus venas.
Siendo un momento determinante, Mingi se asegura de que Hongjoong se encuentre cómodo cuando comienza a mover los dedos, al principio nada complejo, sólo probando el terreno. Dentro y fuera, una secuencia simple a la que pare ser fácil acostumbrarse. Enseguida de ellos, comienza a implementar mayor confianza en lo que está haciendo, abriendo los dedos un poco, simulando el movimiento de las tijeras, la resistencia se hace notar en forma de un siseó arrastrado y es suficiente para que el alfa se detenga y comience a repartir caricias aleatorias. No sólo besos o mordiscos al azar, sino que también en el miembro que todavía sujetaba. Raspando intencionalmente el orificio de la uretra, hace que el cuerpo del castaño se sacuda y los muslos le vibren.
—Vuelve..., vuelve a hacer eso —pidió el omega.
Jugueteando con el glande, Mingi dejó que la anticipación se formara en el estómago de Hongjoong, y cuando menos lo esperara, su uña roma se introdujo de nuevo en el anterior orificio, en simultáneo que, llegó a colar un tercer dedo por las paredes del castaño. Girando el ángulo de su muñeca, no aguardó a que se habituara a la sensación y en un golpe de suerte, dio de lleno con su próstata. Lo supo de inmediato al verlo temblar y gemir de manera descontrolada. Mordiéndose el labio inferior, Mingi presionó la masa de nervios con sus dedos, al mismo tiempo que, frotó el glande ajeno con un entusiasmo desenfrenado. Sumergiéndolo en una nebulosa de placer donde el abismo los consumió desde adentro.
Perlados por el sudor y sofocados por el calor de sus cuerpos y del ambiente, ambos precipitaron sus acciones. Mingi se sentó en sus talones y se llevó a Hongjoong consigo, tomándolo por la mandíbula para poder girar su rostro y besarlo. Sus bocas abiertas en besos lánguidos. Mordisqueando el labio inferior del castaño, el pelinegro gruñó por lo bajo cuando de forma accidental, la punta de su miembro se resbaló por la hendidura del culo ajeno.
—En la misma mesa hay condones —le comentó el campocorto al separarse—. Toma algunos antes de que cometamos un error.
—Me gusta el sexo seguro —informó el lanzador, hurgando en el mismo cajón. Topándose con los preservativos de plástico —. ¿Por qué son de varios tamaños? —preguntó mientras buscaba uno que se ajustara a su medida.
—Porque no sabía cómo carajos preguntar tu talle.
—¿Desde hace cuanto los tienes?
Avergonzando, el omega tomó un momento en responder—. Un par de días.
Ladeando una sonrisa, el alfa trepó sobre el cuerpo del omega—. ¿Jugabas pensando en mí?
—Eres tan alfa.
—Y te gusto así —le recordó en un susurro, lo labios rozándose antes de atraparse en un beso lento y profundo. Bocas abiertas y lenguas ávidas. Dispuestas a recorrer cada rincón con una vehemencia febril. Apretando la mejilla contraria, el moreno acabó llevando las riendas del beso. Profundizando en su calor con un afán ciego y hambriento—. Me vuelves loco —confesó en un momento de resolución personal—. Quisiera devorarte.
—¿Qué te detiene?
Muchas cosas quería decir, sin embargo, no pronunció ninguna. Prefiriendo mejor concentrarse en colocarse el condón, sintiendo la sensación acalorada del material con el que estaba hecho y la opresión familiar que le acompañaba. Gruñendo por lo bajo, cerró los ojos un instante, acostumbrándose a la sensación.
Relamiéndose los labios, abrió los ojos sólo para encontrarse con la imagen de Hongjoong en la cama, cabellera desordenada y piel sonrosada hasta el cuello, piel esculpida con marcas rojizas en distintas áreas, pezones hinchados y alzados. Impresiones de dedos y un miembro que goteaba sin parar. Pupilas dilatadas y párpados caídos en una insinuación implícita. Perezosos al mirar pero llenos de una lujuria desmedida. Mingi tuvo que apretarse la base del miembro para no correrse en ese instante.
La imagen a su disposición era erótica. Una insinuación a los pecados carnales más puros y ardientes.
Sujetándolo por los muslos, Mingi se arrimó hasta que sus pieles sudorosas se convirtieron en una sensación. Un cruce de mirada y es todo, sucede. Al principio la intromisión es costosa, casi reacia, sin embargo, las líneas arrugadas ceden y la conexión de cuerpos se completa. El dolor inicial reflejado en la expresión de Hongjoong es momentánea, pasando de un dolor soportable a una sensación de ardor placentero. Motivado por lo que ve, el moreno comienza un balanceó tentativo, provocando que ambos jadeen.
Atreviéndose a recorrerlo, el omega acaricia la rigidez de sus brazos de forma ascendente, pasando por su piel dorada con suavidad, una parsimonia de inspección. Lenta y evaluadora. Palpando las fibras que contornean sus músculos construidos y sintiendo el calor de su piel bronceada con una avidez genuina. Al llegar a sus hombros, sus uñas romas apenas dejaron un sendero de líneas imperceptibles antes de pasarlos a rodear con una firmeza y entrega a la situación. Fascinado y obnubilado por lo que significaba el alfa en ese momento que compartían.
La primera embestida sucede de repente y le arranca un gemido quedo al omega, la segunda por el contrario, intensifica los sonidos, volviéndolos jadeos cortos y sin aire. Acentuando esa sensación cosquilleante que empezaba a formarse en lo bajo de su viente, mientras que la tercera, hace temblar al campocorto, la espalda curvada y boca entreabierta, en una sugerencia muda. Hipnotizado por la imagen que tenía delante, el alfa se deja llevar, capturando sus labios y presionando sus cuerpos en las profundidades del abismo sensual.
Cuando de manera acertada, Mingi consigue dar en el punto de Hongjoong, las manos pequeñas de éste se entierran en su carne. Arañando la superficie con insistencia y fervor. Una mente nublada y una habitación llena de feromonas mezcladas. Jadeos y gemidos roncos que inundan los rincones en una sinfonía desorganizada. Sonidos vulgares y obscenos de sus pieles entrando en contacto. El choque efusivo y la temperatura excesiva desbordada de sus cuerpos al entorno sofocante.
Los coloridos y brillantes fuegos artificiales aparecen bajo sus párpados. Estallan como bolas de fuego. Las piernas le tiemblan y su espalda se estremece de manera dulce. La liberación llega al alfa, casi al mismo tiempo que llega al omega. Una sensación exquisita y apabullante. Demoledora.
Haciendo uso del ápice de fuerza que le quedaba, Mingi se aparta de Hongjoong, saliendo de su interior caliente y recostándose a su costado con la respiración errática. Cuerpos perlados en sudor y miradas nubladas.
—Yo diría que al final somos muy compatibles.
Sorpresivamente, el comentario del moreno hizo reír a Hongjoong. Mingi lo miró con detalle, ojos entrecerrados en dos medialunas, arrugas en las comisuras, dentadura expuesta y pómulos alzados. Una belleza sin límites.
Inclinándose hacia adelante, el alfa dominante no pudo resistir el impulso de besar al omega. Fue algo fugaz, apenas un cosquilleo de roce que le supo a nada.
—¿A qué vino eso? —preguntó el castaño, asombrado. La mano derecha sobre sus labios.
—Sólo me apeteció —respondió con un encogimiento—. ¿Acaso es la primera vez que nos besamos?
Sonrojado por el esfuerzo, el omega negó—. Me tomó por sorpresa es todo.
Asintiendo, el alto procedió a enderezarse, los músculos trabajados palpitando por el esfuerzo—. ¿Quieres tomar un baño o una ducha?
—A diferencia de ti, no sé si recuerdas, pero no tengo una bañera, así que será una ducha. No importa lo cansado o adolorido que esté —y tan pronto lo dijo, alzó ambos brazos con una notoria pereza. Sin embargo, el alfa no lo cargó. Pasó a comprobar su pulso con una gentileza de seda—. Ya estoy mejor —aseguró con un esbozo de sonrisa—. El calor incluso se redujo.
—Así parece —murmuró para sí mismo, después procedió a tomarle la temperatura con las manos—. Andando —comentó con una voz más puesta y audible, cargándolo con facilidad. El despliegue de fuerza hizo sonreír al más bajo—. ¿Qué? —preguntó él, confundido por la reacción.
—Nada.
Escéptico, Mingi no se pronunció al respecto, y en cambio, se concentró en llevarlos de forma segura hasta el interior del baño ajeno. Una vez arribaron al espacio modesto, bajó a Hongjoong en una alfombra afelpada que tenía en la entrada, para acto seguido, disponerse a buscar toallas en el armario de madera a un costado. Teniéndole una de las más grandes que halló y le envolvían el cuerpo por completo. Enseguida de ello, se quitó el preservativo y lo tiró al tacho de basura luego de hacerle un nudo.
Con dichas cuestiones básicas atendidas, se dispuso a preparar la ducha. Abriendo la llave y controlando la temperatura del agua. Inmediatamente después de percibirla templada, se sintió satisfecho con sus preparativos. Girándose hacia el omega, lo atrapó observándose en el espejo que tenía en su mesada. La piel teñida de tantas marcas rojas que era como ver un lienzo recién trabajado.
—No bromeabas —pronunció Hongjoong al sentir su mirada—. Realmente te gusta dejar marcas.
—No es como si yo no tenga ninguna —replicó en un tono divertido, refiriéndose a su espalda.
Sonriendo, el omega se giró pero no emitió palabra. Devolviendo el gesto, el alfa le tendió una mano para que se acercara, una que fue bien recibida. Tras darle un leve apretón, lo invitó a ingresar primero. Lo que el castaño aceptó de buena gana, complacido por la temperatura templada del agua. Visiblemente fue obvio notar cómo se relajó. Orgulloso de servir de esa manera tan efectiva, el alto no tardó en colocarse en el espacio disponible detrás del bajo. Disfrutando de la cascada humeante.
Tomando una esponja, Mingi comenzó a lavar la espalda de Hongjoong. Quien recibió el gesto con gratitud y cooperación, dejándose hacer.
Fue así que ambos se lavaron mutuamente, rodeados de un silencio táctico y una quietud impenetrable que les trasmitió una paz trascendental que no duró lo suficiente. Inopinadamente, el campocorto se volteó y rodeó el cuello del lanzador con los brazos mojados. El aroma a pino del gel y sus feromonas fueron una fragancia atrayente que lo tuvo oliendo el costado de la mejilla impropia. Aún si eso significó mojar su pelo.
—¿Qué sucede? —preguntó con curiosidad, todavía contra su piel y en un murmullo.
—Nada, sólo que suelo ponerme algo pegajoso a veces. Es todo.
—¿Eso significa que voy a tenerte encima de mí constantemente en las siguientes horas?
—Imposible —contestó el contrario, echándose para atrás y conectando sus miradas—. Tienes una sesión de fotos, ¿recuerdas?
Cómo la podría olvidar, si Wooyoung no había parado de bombardearlo con mensajes respecto a la sesión y el tema de la misma. Un tocapelotas de primera pero que sabía hacer su trabajo, y un gran amigo en ocasiones.
—Puedes venir conmigo —le dijo con simpleza, recorriendo el final de la espalda impropia en distintas direcciones—. Podría hasta ser divertido. Me harías el día menos rutinario.
—¿Vas a trabajar o a jugar?
—Contigo podría tener un poco de ambos.
Riéndose, el omega le dio un beso rápido antes de separarse en su totalidad—. Voy a pensarlo —prometió en un tono afable.
En la ducha, el alfa sonrió en grande, mostrando sus dientes desiguales. Por alguna extraña razón, eso hizo que el campocorto se mordiera el labio inferior de manera pensativa, antes de que se acercara y se inclinara hacia arriba, besándolo con mayor profundidad. Bocas abiertas y lánguidas.
Un beso prolongado en el tiempo suspendido. "Me apeteció", fue el susurro que escapó de aquellos finos labios enrojecidos. Pasándose una mano por la cara, lo vio partir con una toalla rodeando su cuerpo menudo. Hundiéndose más en la cascada de agua cada vez más fría, Mingi suspiró con pesadez. Hongjoong le encantaba mucho. Demasiado se atrevería a decir.
Y siendo honesto, ponía en tela de juicio que fuera sano teniendo en cuenta su apego. Sin embargo, no es como si le importara al punto de preocuparle. Era más bien como si se hiciera consciente de esa creciente fascinación y ya.
«Lo qué sea», pensó al final, saliendo del agua. Apagando la llave y rodando su cintura con una toalla.
De regreso en la habitación, se encontró con el omega en el medio de la cama, las sábanas cambiadas y el ambiente oliendo fresco. La cabellera castaña seca y la apariencia del más bajo pulcra, excepto su cabellera húmeda, detalle que no tardó en mencionar.
—Te la deberías de secar antes de dormir.
—Deberías buscar algo que te quede.
Enarcando una ceja, el alfa dominante dijo:—. ¿No piensas ofrecerme nada?
—Estoy cansando, ¿recuerdas?
Arrugando el ceño, Mingi se acercó a la cama y con una gentileza incompatible a su acción, sujetó la mandíbula de Hongjoong con una mano. Apretando sus mejillas con la finalidad de abultar sus labios.
—¿Cansado? —repitió, en una falsa actitud sardónico—. Te traté como un príncipe, encanto. Lo mínimo que podrías hacer es ofrecerme ropa, a menos que quieras tenerme desnudo en tu cama. De ser así sólo tienes que decirlo.
—¡NO! —exclamó el castaño de repente, golpeando sus manos fuera y evitando que se quite la toalla—. Sólo estaba de broma, eso que está en la silla es para ti, idiota.
—Así me gusta mejor, Ángel.
—Vete al carajo —replicó el otro hombre, haciéndose hacia atrás en la cama. No obstante, al pelinegro no se le pasó desapercibido el sonrojo en las mejillas ajenas—. Gracias por cuidarme.
—Cuando quieras —le dijo al coger las prendas—. En serio, Ángel. Estoy a tu servicios.
—Gracias —murmuró en un tono quedo.
Sonriendo para sus adentros, Mingi no supo qué faceta de Hongjoong le gustó más, si la tímida que demostraba ahora mismo o si la sensual de hace un rato. Cualquiera de las dos, conformaban al omega que le encantaba tanto y por ese motivo, eran ambas válidas.
☪
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro