❈•≪29. Intrōmissus≫•❈
Hongjoong odiaba cuando auguraba algo positivo, y terminaba pasando lo contrario. Odiaba verdaderamente que eso le sucediera. Pero lo que le desagradaba más, era tener a Jeong Yunho dentro de su departamento hablando con Yeosang y Seonghwa en la cocina, o lo qué sea que estuvieran haciendo allí, porque en verdad no le interesaba averiguarlo.
—Ya ignóralo, Ángel —le pidió Mingi, por décima vez. Escuchándolo resoplar de nuevo.
Él sólo volvió a exhalar, esta vez, de una manera más exagerada. Queriendo molestar al alfa y demostrar su irritación real ante los acontecimientos. Pero éste tuvo el descaro de reírse. Incrédulo por su reacción despreocupada, le rodó los ojos con una teatralidad de bolsillo.
—Debiste haber insistido más para que se fuera.
Tan pronto Mingi volvió de hacer las compras en la tarde, no lo hizo solo, sino con un receptor colgado a sus hombros. Ni el moreno ni el castaño entendieron el motivo de su aparición al principio, y ya estando los amigos de éste último presentes con anterioridad, la combinación se tornó catastrófica. Ya que a pesar de la obvias negativas de porqué Hongjoong no quería a Jeong en su departamento, éste se mantuvo irritante e inamovible en la entrada, usando su fuerza para permanecer pegado a Mingi cuánto pudiera, quien con bolsas en mano, no podía hacer mucho más que usar palabras para intentar meter un poco de razonamiento en la cabeza de su amigo. Lo que no funcionó.
Y de ese modo, con esa insistencia marcada y esa actitud déspota despreciable, Seonghwa tuvo que mediar entre todos ellos como el mayor que era, llegando a un acuerdo igual de desagradable, donde Jeong podía ingresar, siempre y cuando supiera mantener la serenidad y no molestar al omega, supuesto dueño del lugar.
Resolución que terminó odiando. ¿Qué clase de final se supone que era ese? Porque de ningún ángulo se miraba como el vencedor. Y destetaba que nadie lo comprendiera. Era su maldito departamento y Jeong Yunho no era bienvenido, punto. Daba igual que fuera el mejor amigo de su jodido alfa. No cambiaba en nada.
—Ángel —murmuró Mingi, recostándose en su hombro. Rodeando su cintura con suavidad.
Hongjoong apenas se volteó a verlo—. Está en mi casa~ —dijo en un quejido alargado. Abultando los labios.
—Es por mi culpa, lo siento.
Girándose a mirarlo, el omega resopló por décima cuarta vez y recostó la cabeza en la ajena. En un acto de confort innecesario para la situación pero no para él mismo. Suponía que como mejor amigo, Jeong se preocupaba por las decisiones que Mingi tomaba y más aún si podían afectar su carrera profesional, como los entrenamientos, por ejemplo. Pero teniendo en cuenta que había jugado a hace menos de una semana, podía permitirse relajarse. Además cada equipo tenía un período de descanso una vez se enfrentaba a otro, el moreno estaba en el suyo. Motivo por el cual, no comprendía el cuidado extra. No lo iba a lastimar mientras estuvieran juntos ni lo iba a forzar a permanecer si tenía que marcharse.
No era esa clase de persona.
—No tienes que disculparte —murmuró en un tono bajo, reconfortante—. Sé que es por la mía, de hecho. No soy de su especial agrado y tú eres su mejor amigo, seguro viene a comprobar que no te esté lavando la cabeza o algo parecido.
—¿Y no lo estás haciendo? —repreguntó con un matiz divertido, enarcando una ceja—. ¿No me estás lavando la mente?
Haciéndose hacia atrás en el sofá, el castaño lo miró con el ceño fruncido—. En todo caso ese eres tú.
—¿Yo? —preguntó en un tono bajo, insinuante. Enderezando la postura y pasando a trepar por encima de su cuerpo, obnubilando su vista por completo. Llenándolo de una imagen de tez dorada y ojos oscuros atentos—. ¿Podrías explicarme cómo?
Sonrojado, el omega pasó a sacudir la cabeza—. Olvídalo —le dijo—. Ahora quítate de arriba que no estamos solos.
—¿Por qué? No es como si estuvieran viendo.
Todavía con un tono suave de rosado en las mejillas, el castaño tuvo la capacidad de reír. Fue un sonido arrastrado, una risa torpe y baja.
—Eres un degenerado —le acusó cuando estuvieron más pegados. Piernas enredadas y pechos casi tocándose. Respiraciones mezcladas en un compás desigual y ojos bañados en una atención minuciosa.
—¿Sólo por querer besarte? —replicó con una ceja en alto, inclinando la cabeza con una aparente curiosidad.
—Por querer hacerlo con mis amigos presentes —corrigió con un tinte de diversión que no podía camuflar por más que lo intentara.
—Repito —dijo el alfa, sonriendo—. No nos están viendo.
Enredando los brazos en el cuello ajeno, Hongjoong inclinó la cabeza a un lado, la derecha. Un gesto falso de evaluación y una mirada que brillaba por la jocosidad genuina. Mingi en cambio, lo miraba desde arriba con una determinación de acero. Ojos oscuros y fijos. Escrutando sus facciones con una lentitud apreciativa y delicada. Labios gruesos curvados en una sonrisa imperceptible y una expresión relajada que enmascaraba el anhelo profundo de una respuesta positiva. Feromonas intensas y dulces que envolvían al omega en una nebulosa mental que lo tenía flotando en un campo de aire fresco.
Era adictivo. Un aroma fragante que se grababa en la memoria.
—Que sea rápido.
Riéndose por lo bajo, el alfa acercó la cabeza hasta que sus narices se rozaron en una tensión tangible. Cuerdas que los envolvían en una dulzura atrayente e irresistible.
—Pensé que dirías que no —confesó con los labios rozándose, una diversión infantil y unas pupilas oscurecidas que contradecían lo anterior.
Humedeciéndose su labio superior, el omega se removió en su sitio, esparciendo feromonas intensas—. Quiero besarte desde que entraste por la puerta, ¿sabes? Sólo que tu amigo lo arruinó un poco.
—¿Tanto me extrañaste? —preguntó el pelinegro en un tono burlón—. Me fui media hora.
Y era verdad, el moreno apenas había abandonado su residencia desde que llegó a ella, sin embargo, al momento de ofrecerse a realizar las compras, el omega se puso extrañamente en contra de que el alfa fuera por su cuenta, pese a que con anterioridad el castaño hubiera declarado no sentirse con ánimos de salir. Y para cuando el moreno se fue y sus amigos aparecieron de sorpresa, como acostumbraban hacer, empezó a sentirse inquieto. Lo que el dúo notó, no obstante, se reservaron hacer comentarios que pudieran alterar su estado. Sin embargo, a ninguno de los dos se le pasó por alto lo emocionado que estuvo a la hora de escuchar los dígitos ser puestos en la entrada y la velocidad con la cual se levantó del sofá. Su cara decayó al ver al receptor, pero la emoción siguió emanando de sus feromonas.
Y a diferencia de Mingi que podía ser del tipo más cariñoso, Hongjoong no era pegajoso. Por lo cual su comportamiento resultaba raro, por decir menos.
Aunque siendo sinceros, al campocorto no le interesaba tener un momento de introspección y auto-análisis ahora mismo cuando, en realidad, podía estar besando al pelinegro como había estado queriendo. Razón por la cual, se dejó de tantos divagues mentales y procedió a sepultar su conducta "desorganizada", bajo un manto de ignorancia bruta ya familiar.
—Supongo que me estoy contagiando de tu estupidez —replicó con un encogimiento de hombros, usando un tono inofensivos y una sonrisa zalamera.
—Mhm.
Esa fue toda la respuesta que obtuvo antes de que sus labios finalmente se unieran en un contacto al principio superficial. Suspirando del gusto. Hongjoong no demoró en abrir la boca, en una invitación silenciosa a que se profundizara el beso. Mingi, siendo veloz de mente, no perdió el tiempo con juegos previos y le siguió el ritmo en una coordinación más allá de la anticipada. Besándolo con una urgencia que hundía el alma y daba vuelta las entrañas.
Para su infortunio, el beso no pasó más de ello, porque de repente en la quietud de la sala, se escuchó un carraspeó que los hizo sobresaltar y mirar por encima del respaldo, encontrándose a una silueta en particular: Jeong Yunho. Observándolos cero impresionado y con los brazos cruzados en una postura conocedora que no le gustaba al castaño.
—¿Qué quieres? —preguntó el omega con mayor brusquedad de la que pretendía, con el alfa todavía encima.
—Tu amigo quería saber cuándo se nos unirían en la preparación de la cena, así que me ofrecí a venir a ver qué los tenía tan ocupados. Ya me suponía el motivo.
—Yunho —advirtió el alfa moreno con un tono grave, labios húmedos y ligeramente hinchados. El castaño se mordió los propios al verlos.
—¿Qué? —cuestionó con una inocencia fingida—. Joder en el sofá de la sala con amigos presentes no es muy educado de su parte, sólo se los quería comunicar de forma sutil.
—No estábamos jodiendo —defendió Hongjoong con una voz quebradiza.
—Iban rumbo a eso.
Hongjoong quería decirle a Jeong que ellos ni siquiera habían conversado de sexo apropiadamente pese a la cantidad de veces que se hubieran besado hasta ahora, o a pesar de que su tensión de índole sexual ya fuera innegable, sin embargo, se recordó que hablaba del receptor de los Kia Tigers, el imbécil les tomaría el pelo y poco más. No tenía sentido razonar con él. Resolución que le hizo desplomarse en el sofá y ponerse a jugar con un hilo suelto en su remera.
«Que piense lo que quiere», concluyó en su mente. Desinteresado de su presencia o de que hubiera conectado con sus amigos. O uno de ellos. Le faltaba descubrir cuál.
—No íbamos rumbo a ningún lado —objetó el pelinegro, sin darse cuenta que era caso perdido. El castaño lo dejó. Con él encima todavía percibía sus feromonas a una intensidad embriagante.
—Lo qué tú digas —replicó el otro alfa dominante, burlesco—. Yo sólo pasaba a decirles que muevan esos culos a la cocina después de limpiarse, porque noticias, huelen como si quisieran comerse al otro. Y dudo que el Príncipe allí dentro quiera saberlo.
Una vez dicho eso, Jeong Yunho volvió sobre sus pasos, una actitud arrogante que no desapareció ni siquiera en sus insinuaciones, por más ciertas que fueran éstas últimas.
—Así que, ¿quieres comerme? —preguntó Mingi de repente, viéndolo con diversión.
—La pregunta debería ser para ti —devolvió con el mismo dejo jocoso, ganándose una risa en recompensa.
—Quiero comerte entero.
Y más allá de la crudeza de las palabras del lanzador, Hongjoong quedó atónito cuando Mingi se inclinó hacia adelante y simuló morderlo en el cuello. El filo de sus dientes desiguales, le hicieron cosquillas en la piel, y la presión ligera que hubo después de ello, le mandaron una corriente eléctrica a través de los nervios, provocando que se estremezca.
Su manera de hacer catarsis ante lo inesperada de la situación, fue romper a reír, con el pelinegro acompañándolo de una forma menos escandalosa.
—Eres un idiota —le dijo entre lágrimas, el cuerpo sacudiéndose y los ojos entrecerrados—. En serio..., tú eres increíble algunas veces.
—Tú lo eres siempre —le replicó con astucia, haciéndolo sonreír, antes de que reciba un corto beso en los labios. Fue tan sutil que lo dejó deseando más.
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—¿Qué estaban haciendo? —fue lo primero que preguntó el Príncipe de Hielo cuando regresó a la cocina.
Un apodo que le quedaba para ser honesto, tenía el porte de la realeza y una estructura facial hermosa, ojos almendrados y expresivos con labios gruesos. Era una combinación de facciones exóticas tan bien difuminadas que era fácil confundirlo. Un tipo muy atractivo.
Sin embargo, el editor del grupo, Kang Yeosang, era precioso. Más allá de lo que alguna vez había visto en algún beta hombre. Rasgos andróginos que contrarrestaban esa inocencia que aparentaba tener, cuando en realidad, las escasas veces que habían hablado, demostró portar una elocuencia y una actitud bien estructurada. Cabellera rubia y larga que enmarcaba su mandíbula saliente, ojos expresivos junto a unos labios pequeños, eran los componentes que le daban vida a la apariencia de cristal que el hombre parecía tener. Como una escultura delicada, trazada con el más grande de los cuidados y por el más talentoso de todos los hombres. Era simplemente indescriptible.
Una belleza que escapaba de las palabras y de las categorías.
Una que quería romper.
Esa clase de sensaciones evocaba Kang en Yunho cada vez que lo veía desde aquella vez en la pista de patinaje, se notaba que tenía personalidad y una lengua filosa. Una combinación letal, si tomaban en cuenta su apariencia de muñeca. Observarlo se volvía irresistible.
—Simplemente conversaban de mi presencia aquí —respondió con despreocupación, mintiendo. Y pese a notar el escepticismo, si aquellos dos querían mantener el estado de su relación en secreto, él no tenía porqué ser un entremetido y desvelarlo. No le correspondía y a pesar de cuánto odiara a Hongjoong por las malas experiencias que le hizo vivir a su amigo, Mingi seguía siendo eso: su mejor amigo. Y respetaba sus decisiones por sobre cualquier cosa, aún si las cuestionaba—. Por cierto —dijo ante el asentimiento falsamente conforme del albino—, sólo por curiosidad. ¿Pero qué piensan de esos dos ahora?
—Lo están haciendo mejor de lo que esperábamos —respondió Yeosang, una voz aterciopelada y marcada por un acento que no acababa de descifrar—. Joong, parece calmarse con las feromonas de Song así que es positivo, y según nos va contando, su médico avala que se frecuenten. Ayuda a estabilizar ciertas cuestiones hormonales en su cuerpo.
—Tuvo un falso celo —comentó el segundo alfa dominante para sorpresa de los otros dos—. Mingi me lo contó. Soy su mejor amigo, ¿recuerdan? Naturalmente lo sé. Estaba tan preocupando que no supo qué hacer por un instante y me pidió un consejo.
—Manejó mejor que yo la situación, eso es seguro.
Sonriendo con simpatía, Seonghwa: el Príncipe de Hielo; acarició la espalda de Yeosang que se hallaba sentado a su derecha con suavidad. Lo hizo en patrones reconfortantes, la complicidad del acto le llamó la atención.
—Ya te lo dijimos, lo hiciste bien. No tenías mucho con lo qué trabajar, ya olvídalo. Ayudaste, es lo importante.
—Disculpa mi impertinencia —dijo Yunho con una curiosidad que no pudo evitar—. ¿Pero no habías tratado con omegas en celo antes?
—Con omegas en general —respondió el rubio con una honestidad que no se esperaba—. No puedo sentirme atraídos a ellos, por lo cual, nunca estuve en una situación que requiera de su cuidado particular.
—Pero, ¿y las clases de educación sexual?
—Nunca fui el alumno más sobresaliente, siempre iban dirigidas a alfas y omegas, por lo que mi cerebro sólo registraba la información a parches. Sabía lo básico en aquella ocasión: controlar la respiración y el pulso; pero no supe cómo aplicarlo. Mingi por el contrario, se encargó de todo en lo que yo fallé. Fue deslumbrante la verdad.
Al decirlo, algo brilló en la mirada contraria. Fue efímero pero al mismo tiempo descomunal.
—Te van los alfas —dijo Yunho en un momento fugaz de revelación.
Asombrado, el rubio enarcó una ceja—. ¿Por qué lo supones?
—El anhelo en tu voz —declaró sin juzgar, un tono más suave y comprensivo—. Encontraste atractivo a Mingi.
—Tienes que estar de broma —masculló Seonghwa, viendo al beta con el ceño lleno de arrugas. Cortando las caricias.
—Fue sólo en aquella ocasión —excusó con torpeza, enredándose con su lengua—. Realmente se vio impresionante, ¿de acuerdo?
—Tú y Hongjoong tienen un gusto de perros —farfulló el patinador, negando con ligereza—. ¿Lo sabe?
—En serio fue sólo aquella vez. Así que no, no encontré necesario decirle que me atrajo su alfa dos segundos en medio de la adrenalina y el pánico.
—Si no les importa que les pregunte —intervino Yunho por segunda vez, levantando incluso una mano con cautela, atrayendo ambas miradas—, ¿pero que son ustedes dos?
—Amigos —respondieron al mismo tiempo. Pasando a compartir miradas y una sonrisa cómplice.
—¿Por qué el interés? —preguntó el Príncipe, esta vez. Una mirada analítica y la cabeza inclinada. Pese a no ser más que un alfa y alguien relativamente alto, el tipo tenía sus formas de verse intimidante. Muy diferente a la apariencia natural de Mingi o la gracia de su altura.
—Por ninguno en especial —contestó con una media sonrisa, pasando a observar a Yeosang, quien lucía igual de intrigado que su ahora, sabía, amigo—. Últimamente la lavanda se ha vuelto mi aroma favorito. Es todo.
Y con su declaración al admitir que podía reconocer el aroma secundario del editor, el caos se desató en diversas formas pero a una misma magnitud significativa. Sin embargo, no se le pasó desapercibido el tinte rojizo que adquirieron dos orejas en particular. Un indicio prometedor desde su perspectiva depredadora.
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—¿Por qué Yeosang? —cuestionó Hongjoong en la intimidad de su habitación. Mingi, sentando en la cama, sólo pudo ofrecerle un suspiro.
—Es Yunho, Ángel, si le interesa alguien no hay algo que pueda hacer. Lo siento.
—Ese no es el problema.
El problema es que Yunho, no era exactamente el tipo de Yeosang cuando se trataba de hombres, en base a la personalidad debía destacar. Pero cuando se trataba de alfas, sí. Lo que era un poco contradictorio. Porque si bien no le gustaban los brutos sin cerebro, los alfas arraigados a sus raíces y a su expresión genética, le volvían loco por alguna razón. No se encontraba muy seguro de si la cara de cachorro del receptor, era una característica que su amigo fuera a encontrar atractiva, o de si de hecho, había alguna que hallara de su agrado.
Lo único que sabía, es que no le gustaba la combinación. Ni siquiera estaba seguro de que fuera a funcionar, de pasar algo, claro.
«Dios, ¿qué clase de karma estoy pagando?».
—Ángel —llamó el pelinegro por tercera vez—. No puedes controlar las relaciones de los demás. Incluso si una persona te desagrada. ¿O acaso ves a tus amigos metiéndose en la nuestra?
Arrastrándose hacia la cama, Hongjoong gateó sobre el colchón hasta subir al regazo de Mingi. Colocándose a horcajadas en los muslos del sujeto. Instantáneamente, unas manos se apoderaron de su cintura en un agarre firme pero inofensivo.
—Ellos no saben qué sucede con nosotros —respondió como si ya fuera obvio. Ganando una expresión austera de parte del pelinegro.
—¿Y crees que no lo sospechan? —el omega no respondió, porque, ¿cómo podrían?—. ¿En serio, Ángel?
—Oh, por favor —exclamó él—. No son adivinos.
—Pero son listos y tienen narices, ¿a qué crees que hueles últimamente?
—¿A ti? —respondió, desorientado—. Eso no significa nada.
Riéndose de lo que parecía ser su ingenuidad, el alfa pasó a rodearle la cintura con los brazos, estrechándolo en su pecho con una fuerza demoledora. Jadeando por aire, el omega hizo su mejor intento por no dejarse aplastar. No obstante, las notas dulces que le acariciaban la nariz, le hicieron olvidar por un momento, qué se supone que estaba haciendo y procedió a rodear los hombros del moreno, pegándose más a él. Olfateando su cabellera oscura y corta con suavidad. Aparte de su gel de baño, podía percibir unos matices ligeros de sus feromonas. Si bajaba un poco más, a su cuello, las obtendría todas con facilidad.
Para su pesar, una mano inesperada se coló entre sus cuerpos y lo sacó de la pequeña fantasía privada que se encontraba teniendo. Al principio no entendió qué sucedía, no fue hasta que sintió esos dedos largos y gruesos posarse en su mandíbula que lo comprendió. Torciendo los labios en una mueca, Hongjoong se mostró un poco reacio a distanciarse cuando Mingi apretó sus mejillas y echó su cabeza hacia atrás. Pese a la fuerza evidente que el pelinegro debió usar para separarlo, no le causó un dolor real al castaño. Sólo alcanzó a quitarle un quejido disconforme.
—Hueles como si el tigre te hubiera devorado por completo.
El proceso de sonrojo en Hongjoong fue tardío, empezando por la punta de sus orejas, para de manera gradual, comenzar a expandirse a sus mejillas y para así finalizar envolviendo su rostro en su totalidad en un bordó intenso que lo hizo sudar.
—Eres un imbécil vulgar —le acusó en un tono tambaleante, ojos evasivos y manos cerradas en puños en las prendas ajenas.
—Realmente no dije que hubiéramos tenido sexo. Sólo que hueles a como si hubiera pasado.
—Bueno, mierda, entonces ya deja de decirlo.
Riendo, el moreno le dio un beso en la sien izquierda—. Me alegra ver que lo hayas entendido.
—Deja de burlarte —le pidió tras carraspear, golpeando su hombro.
—Lo siento.
Rodando los ojos, él supo que no lo sentía—. Siguiendo tu lógica entonces, ¿a qué hueles?
—¿Por qué no lo compruebas tú?
Soltando su mandíbula, Mingi le dio libertad de movimiento, entrecerrando los ojos, Hongjoong se mostró un poco receloso de que le saliera con algún truco, pero al ver que no intentaría nada, se acercó a su cuello. Oliendo con intención. En un inicio, detectó las feromonas intensas y dulces que representaban al moreno, las orquídeas y las notas frescas de la menta que le daban un contraste interesante. Pero al oler más profundo, se quedó estático en su sitio.
Mingi olía como si perteneciera a Hongjoong.
Lo que significaba que, inevitablemente, él olía igual.
—¡Oh por Dios! —exclamó por debajo de su respiración—. Es tu culpa —acusó de repente, separándose unos centímetros—. Te gusta marcarme.
—Ángel, son sólo las muñecas. Es imposible que...
—Shh, shh, shh —farfulló el castaño entre dientes, sacudiendo la cabeza—. No me interesa saber —acto seguido, procedió a echarse hacia atrás en la cama, las manos en el pelo. Inopinadamente para él, el alfa siguió sus acciones, colocándose encima—. ¿Qué haces? —preguntó con una cara de confusión que daba gracia.
—Quiero un beso, ¿no es obvio?
Mordiéndose el labio, el castaño asintió—. Pero uno corto.
Asintiendo de acuerdo, Mingi le dio lo que Hongjoong pidió, un beso corto. Apenas llegaron a tocarse sus bocas cuando se apartó con una prisa que lo dejó perplejo, incluso se bajó de la cama. Desorientado, se apoyó sobre sus codos y lo vio ir directo a la silla donde reposaba su bolso, extrayendo de ella, su cajetilla de cigarrillos y su ya familiar Zippo.
Comprendiendo sus acciones al instante.
—¿Estás estresado por algo? —preguntó con curiosidad, ladeando la cabeza y poniéndose sobre sus rodillas.
—El juego de la siguiente semana —contestó sin verlo—. ¿Te molestaría que fume? —preguntó luego de recordar que no estaba en su casa.
—Sólo abre la ventana.
Haciendo sus palabras realidad, el moreno no perdió tiempo y se apresuró por abrir la ventana, recostando un hombro contra ella y golpeando la cajetilla contra su palma. No comprendió la acción, pero tampoco la cuestionó. Adjudicando que era un hábito de fumadores. Después de romper el envoltorio de plástico que la cubría, lo vio sacar uno de los cigarrillos, para consiguiente de ello, llevárselo a los labios. Un gesto grácil que lo tuvo hipnotizado. Observar cómo su expresión se llenaba de una tonalidad naranja-rojiza y las sombras se acentuaban en sus rasgos filosos, fue una experiencia estática, como de película. De esa misma forma, como un personaje secundario, el omega lo vio dar su primera calada.
Fue profunda, su pecho y sus hombros se hincharon al absorber la nicotina y luego pasaron a desinflarse con lentitud al exhalar. El humo poniendo un tipo de diferentes sombras en su cara.
—¿Es porque se trata de los SSG Landers?
—Lo están haciendo muy bien este año, sólo me preocupan un poco. El entrenador de lanzadores quiere innovar y dejarme parte de la postemporada fuera, por lo que no sé si vaya a jugar de nuevo —dijo a mitad de su segunda calada. La punta del cigarrillo consumiéndose en rojo.
—Los demás lanzadores son buenos —intentó de reconfortar, tiro que le salió por la culata al escuchar la risa sin aire o sin humor del moreno.
—¿Sabes cuál es el problema de que siempre te digan de que eres el mejor? —preguntó con una expresión oscurecida por el humo del cigarro—. Que te lo terminas creyendo.
—Nadie dice que no lo seas —intentó esta vez.
—Lo sé —murmuró con un dejo notorio de frustración—. Sólo..., sólo quiero que no vuelva a pasar lo de la semana anterior, ¿entiendes?
—Sí, ¿sabes cuántas veces deseé patear sus culos?
Increíblemente, esas palabras pusieron una sonrisa en Mingi—. Tienes las capacidades de hacerlo —le dijo con una honestidad que Hongjoong no anticipaba—. Maddox es buen lanzador y Jongho un excelente primera base —elogió con un rostro serio, tomando otra calada, esta vez más corta—. Tú, por el contrario, eres de los mejores campocorto que he visto. Tu único fallo es el bateo.
—¿En serio? —cuestionó con una ceja enarcada, sin ofenderse.
—No puedes anticipar las jugadas, razón por la cual las terminas adivinando —le informó con un tono bajo, cargado de una seriedad trascendental—. No conoces a tus oponentes y por esa razón tienes un porcentaje de bateo bajo.
Intrigado por la perspectiva del alfa, el omega se mostró más atento—. ¿Y qué sucede en tu caso? —preguntó—. Te vi casi fallar con Maddox pero hacer un cuadrangular perfecto en la práctica de tu equipo.
—Suerte —respondió con facilidad, sonriéndole de manera torcida—. A diferencia de ti, no tengo el talento ni la técnica, no importa cuánto practique. Sólo fue suerte lo que viste. Mi porcentaje de bateo es más bajo que el tuyo, lo sabrías si estudiaras a los demás. No sus personas, sino que sus estadísticas y a sus modos de juego.
—Te puedo predecir —defendió con una ceja enarcada—. ¿Cómo explicas eso?
—Me conoces, para bien o para mal, en aquel entonces y ahora, me conoces —aseguró tras una calada superficial—. Puedes predecir mis patrones de jugadas y qué bolas puedo llegar a lanzar en ciertas ocasiones, es verdad, pero a causa del odio. Eso te hizo tenerme en la mirada hasta el punto de analizarme inconscientemente. Lo que te benefició —al explicarlo, se llevó el cigarrillo al los labios, inhalando con sutileza—. Por ese motivo suelen enfrentarte a mí, las posibilidades de que le des a uno de mi lanzamientos, es alta.
—¿Acabas de revelarme a mí, uno de tus grandes oponentes, la razón que me llevaría a mejorar y patear el culo a tu equipo?
—Me encantaría volverlo a ver —respondió el moreno, torciendo los labios en una sonrisa ladina. La astucia danzando junto a la prepotencia.
Mordiéndose el labio inferior, Hongjoong se bajó de la cama con un apuro desconocido y luego de rodear los hombros de Mingi, lo obligó a inclinarse hacia abajo, besándolo de repente. Situándose en un ritmo descuidado donde sólo fueron bocas abiertas y perezosas.
Alejándose unos centímetros, el moreno enarcó una de sus cejas oscuras—. ¿Por qué fue eso? —preguntó con los labios húmedos y el cigarrillo a un costado.
—No lo sé. Un impulso, supongo.
—Mhm —emitió el moreno, robándole un beso superficial que lo dejó, extrañamente sin aliento—. Deberías tener más arranques de esos.
Riéndose, el castaño golpeó su pecho, apartándose—. Es el clima y la medicación, ya sabes que tienen mis hormonas dadas vueltas. No te acostumbres.
—Eso dijiste la última vez, si no me equivoco.
—Sólo no lo hagas.
Hongjoong que quiso terminar de romper la distancia, no alcanzó a hacerlo cuando, inesperadamente, Mingi lo sujetó por las mejillas con la mano que tenía disponible y lo acercó de golpe. Besándolo por tercera vez. En esta ocasión fue más duro. Un beso exigente que saqueó la boca del castaño a su gusto y lo tuvo con las manos en puños cerrados de impotencia y el rostro contraído por la confusión placentera que lo embriagó con oleadas de satisfacción pura.
—El que no debería de acostumbrarse es otro —comentó el moreno al apartarse, todavía a centímetros de la boca del impropio. El omega que se había relajado demasiado para su propio gusto, abrió los ojos con resistencia y se encontró con unos oscuros envueltos en una nebulosa indescriptible—. Pareces muy complacido cada vez que te tomo —agregó en un tono de burla inofensivo. Al decirlo, sus bocas se rozaron en un contacto efímero en el tiempo. Alzándose en la plenitud de su altura, el alfa le dio una calada pronunciada a su cigarrillo y lo observó desde arriba, forzando su rostro a un costado. Mareado y seducido por la imagen de Mingi, Hongjoong colaboró con bastante soltura, permitiendo que oliera su cuello con naturalidad—. Hueles tan dulce en cada ocasión que lo hago, que es irresistible no querer intentarlo de nuevo.
—En serio tienes una habilidad especial con las palabras.
—Tengo un par más, por si quieres conocerlas —le dijo con un guiño.
Carcajeándose, Hongjoong consiguió separarse con sencillez y caer en la cama como una estrella de mar, brazos y piernas extendidas por completo.
—Declino la oferta, pero reconozco el mérito de tu coqueteo, fue sutil. Me gusta así.
—¿Con que te gusta así, eh? Ya veo.
—Eres un degenerado —acusó entre risas, cubriéndose el rostro con las manos.
Dando una última calada, Mingi se encaminó hacia él y después de inclinarse sobre su figura, le besó la mejilla con una ternura que derretía corazones y teñía las mejillas de un elegante rosa.
—Gracias por permitir que Yunho se quede —le susurró contra la piel, enviando cosquillas a través de sus nervios—. No lo dije antes porque no quería causarte ningún estrés innecesario. Sé que no fue fácil, pero lo agradezco, Ángel. En serio.
Colocando una mano en la mejilla ajena, también lo besó. Sólo que más cerca de su comisura. Un gesto amoroso que no era necesario devolver, pero aún así, sintió la necesidad quemando sus venas por querer hacerlo. En su caso, siendo más en comprensión.
Después de todo, y como bien dijo el alfa, fue difícil para el omega llagar a un acuerdo y permitir que el receptor permanezca otro maldito día en su casa. Situación en la que, de momento al menos, prefería no pensar demasiado.
—No hay de qué —palabras honestas que vinieron acompañadas de una sonrisa cansada. Pasaban de las once y ellos eran, probablemente, los únicos que todavía se mantenían despiertos.
—Deberíamos prepararnos para dormir, Ángel. No queremos amanecer de malhumor y dar una impresión equivocada.
—¿Como que te pateé fuera de la cama? ¿Que discutimos por algo tonto de nuevo? —conjeturó con una diversión superficial, bordeada por el cansancio—. Ya no sería tan creíble.
—Vamos, sólo ve a alistarte que luego voy yo. Tengo que limpiar aquí y cerrar la ventana.
—De acuerdo, pero no lo hagas sonar muy doméstico o me darás asco.
—Eres un ridículo.
Fueron las últimas palabras que cruzaron antes de que cada uno comenzara a encargarse de lo suyo. Una sinergia orgánica y una complicidad en construcción. Anhelos a flor de piel y emociones negadas, eran el escenario actual de estos dos.
Un panorama estático que ninguno sabía que curso tomaría. Ya sea prometedor o desfavorable, lo descubrirían pronto. La única característica que no se podía negar, era su creciente conexión.
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