❈•≪28. Praejūdicium≫•❈
Volver a las instalaciones del complejo, no resultó siendo tan sencillo como Hongjoong creyó en un principio. En un inicio, enfrentar sus inseguridades internas le llevó una semana de confort por parte de Yeosang y un golpe de crudeza por parte de Seonghwa, donde no fue tan gentil como lo tenía acostumbrado. Pero allí estaba ahora, que era lo importante. Principalmente para visitar cómo lo estaban haciendo Maddox y Jongho desde su ausencia. Era más cercano a estos dos, después de todo.
No obstante, sentir las miradas de todos era irritante y sumamente abrumador.
Sin darse cuenta, hacía semanas comenzó a usar una menor cantidad de bloqueador de feromonas en crema, las suyas empezaban a estabilizarse y el doctor Cho no vio razones para negar la petición cuando le preguntó. Sin embargo, inconscientemente, lo empezó a hacer más por el regusto dulce que le quedaba flotando en la piel a causa de Mingi y su aroma a orquídeas moradas.
En sus inicios había llevado a cabo una rutina rigurosa sobre el cuidado de su piel, primeramente, lavándose a profundidad cada parte del cuerpo con jabón, gel de baño y loción corporal. Quitando cualquier rastro que pudiera pertenecer o recordar al lanzador o un alfa cualquiera. Pero no acababa allí, ya que al salir, procuraba, antes de colocarse el bloqueador, usar alguna crema y también su colonia por sobre las áreas donde se ubicaban las glándulas de olor. Ahora, parecía que su error garrafal había sido pecar de descuidado.
Porque no sólo sus compañeros habían notado que olía distinto: a alfa; sino que los trabajadores del club también lo habían hecho. En más de una ocasión los había atrapado frunciendo la nariz con curiosidad, ya que estaban acostumbrados a que oliera fuerte, picoso incluso y en sus peores días. Razón por lo cual, la brecha en su fragancia se había hecho obvia.
Los comentarios a sus espaldas y las suposiciones no demoraron en aparecer con los ojos impertinentes de los más viejos. Sin embargo, Hongjoong se recordó a sí mismo quién era y quién rayos había sido antes de que Mingi entrara en su vida. Motivo que lo llevó a levantar el mentón y a mirar a todos directo a los ojos. No era un polluelo desamparado que necesitaba de su madre para que lo protegiera de unos matones, no tenía razones para sentirse avergonzado como así, tampoco debía de cohibirse. Llevaba cinco años viendo esas caras y manteniendo relaciones ásperas con la mayoría, este punto de inflexión en su vida no cambiaba ese hecho. Ni nunca lo haría.
Daba igual quién fuera su alfa, él seguía siendo en esencia, el mismo Kim Hongjoong. Y eso significaba que no le tocaran las pelotas con mierda estúpida o habrían problemas.
Y al llegar a la entrada del diamante, casi pareció manifestar los inconvenientes, porque apenas dio unos pasos dentro, Lim Jinseok, el jardinero del equipo, no dudó en acercarse y ser el primero en darle la bienvenida. Palmeando su espalda baja con una brutalidad innecesaria.
En un equipo de béisbol, todos envidiaban, o en algún momento de sus vidas, habían aspirado a ser lanzadores, pero por falta de talento, técnica o destreza nata, se convirtió en un sueño frustrado y sus aspiraciones terminaron siendo otras. O es así cómo descubrieron que eran buenos en otras áreas o deportes. Hongjoong siempre supo que era bueno como parador en corto, sus entrenadores siempre lo mencionaron y tuvo esa vena distintiva que lo hacía destacar de otros betas en el equipo y con la misma condición. Mientras que en el caso de Lim, todos sabían que era un caso frustrado de lanzador. Con un brazo lo suficientemente bueno para pases cortos pero con la desventaja de carecer de un talento inmaculado que lo hiciera distinguirse de otros. Sus lanzamientos no eran veloces ni tenían potencia. Un punto medio entre la decencia y la mediocridad que no podía definirse.
Como alfa tampoco tenía las mejores cualidades.
Y lo demostró en el instante preciso que abrió la boca.
—¿Jugando a dos puntas, Kim?
La implicación en sus palabras le dio asco. Ambos sabían a qué se refería y le jodía bastante que se le tratara de esa forma, como si fuera un desecho de la naturaleza, incapacitado del más mínimo respeto.
Ya que en ese tiempo, en el que empezó a descuidar su rutina de limpieza, aprendió algo de sumo valor. Mingi sólo tendía a ocultar sus feromonas cuando sabía que estaría presente, no era por defecto y para con todos, sólo con él. Lo que le terminó impactando más de lo que esperó por alguna razón. Implicando y a su vez, culpando al creciente apego que se encontraba desarrollando por el moreno. Yendo al grano del asunto, es que el resto de jugadores conocía a la perfección el aroma a orquídeas de Mingi, por lo que era obvio deducir a quién pertenecía el que traía encima últimamente.
Porque para desgracia suya, el cuerpo humano, sea de la designación qué sea, funcionaba en una vía. Los olores secundarios no variaban, siempre eran los mismos, manteniendo de ese modo el linaje al que pertenecía una persona. Al Hongjoong ser de Anyang y pertenecer al clan Kim, su aroma secundario era la vainilla, mientras que el propio, aquella fragancia que lo identificaba como lo que era, correspondía al jengibre. Irrepetible en ninguna otra persona. Única en su consistencia y densidad.
Regla que se aplicaba, sin excepciones para los demás.
Y era gracias a esa característica química en su cuerpo, que sus compañeros podían saber que el aroma que cargaba encima pertenecía al Halcón y nadie más. De ahí las miradas intensas y los murmullos incesantes.
«Cómo odio ese apodo. De verdad que es malo».
Chasqueando la lengua, el castaño le dio una mirada de soslayo al tipo—. Hasta donde sé, sigo siendo parte del equipo y no tengo intenciones de cambiarlo pronto.
—Bueno, viendo cómo te pavoneas con ese aroma encima, cualquiera pensaría lo contrario.
La fragancia natural de Mingi era refrescante, más por su gel de baño que por segundo aroma a menta, una combinación fascinante si se le sumaba las notas intensas pero dulces de la orquídea. Así que sí, inconscientemente lo llevaba con orgullo, calmaba sus nervios y a su omega le gustaba revolcarse en él. Entonces, ¿cuál era el condenado problema?
La mayor parte del tiempo, tenía que soportar a sus compañeros oliendo intensamente o a sexo, porque los más viejos ni siquiera tenían la decencia o la higiene pertinente, como para ducharse antes de aparecer en una reunión o en las prácticas. Que Hongjoong sólo oliera a un alfa y de casualidad, ese alfa resultara siendo Mingi a quien solía decir no que soportaba muy bien, no tendría porqué ser del asunto de nadie. Tenía 25 años, por todos los santos, sabía qué hacía con su vida la mayoría del tiempo y sus temas personales, eran eso mismo: personales. Propios y privados. De nadie más.
—De echo, nadie debería porqué pensar nada —replicó con un tono relajado, cruzando los brazos sobre el pecho—. Si husmean en la vida de otros como sabuesos hambrientos, significa que no están entrenando lo suficiente. Lo que dice más de ellos que de mí.
—Y mira quién viene a decirlo.
Rodando los ojos, el omega no se dejó afectar por las palabras de ese alfa, sabía que provenían de la envidia y con esas mierdas no se metía. Que las solucionara él mismo.
Ya había pasado por esa etapa.
—Tranquilo, Lim, no tienes que sentirte amenazado, sólo vengo a conversar con unos amigos.
—¿Y por qué carajos me sentiría intimidado por una perra como tú?
Respirando hondo, divisó una silueta familiar por el rabillo del ojo, yendo en su dirección. Fingiendo volver a ingresar a la entrada, Hongjoong tomó a Jinseok por el cuello de su remera y se lo llevó consigo, haciéndolo impactar en la pared más cercana. La fuerza de la conmoción, provocó que la gorra del equipo se le cayera de la cabeza y terminara junto a sus pies.
—Para empezar, deberías tener cuidado con el modo en el que te diriges a mí —le comenzó diciendo, un tono bajo y tenso. Sus manos se volvieron puños en las prendas, causando la aparición de arrugas—. Estoy harto de que me llamen perra, y si no quieres que te rompa la nariz, deberías dejarlo ya —le advirtió con un veneno real, la amenaza latente en su voz—. En segundo lugar, podía recurrir al mánager y hacerle saber de tu conducta anti-deportiva y discriminatoria, lo que estoy muy seguro, te ganaría un lugar fuera de la postemporada. Por último, podría pedirle a Song que te enseñe a comportarte, apuesto que escuchaste del conflicto.
El "conflicto" al que se refería, eran las dos ocasiones en las que Song atacó, o intentó dañar la integridad física de Eunyeong con un bate, los rumores se esparcieron como cenizas al viento y siendo tan pocos equipos, ninguno quedó fuera del chisme. Lo que no sabía si le alegraba demasiado. Mingi era conocido por tener una actitud deportiva impecable. Y desde que se sumó a su vida, lo había arrinconado a una violencia que nunca antes atestiguó. Una que podía dañar su imagen en la prensa de traspasar las internas.
Lo que hasta el momento, tenía entendido, no había sucedido.
—Hey, hey —dijo Jinseok, alzando ambas manos—. No tenemos porqué llegar a esos extremos. Lo siento, será la última vez.
—Más te vale —le farfulló, rostros a centímetros—. Lárgate de una vez, me aburres —le dijo cuando vio sus pupilas temblar.
Limpiándose las manos, pasó a ser él quien se recostaba contra la pared, sintiendo las piernas casadas. Las confrontaciones físicas o verbales, le drenaban todo la energía. Era simplemente agotador.
Ladeando la cabeza con el sonido de los pasos en crecimiento, abrió los ojos con atención para después pasar a suspirar. Maddox sólo enarcó una ceja antes de asentir en su dirección a modo de saludo. Desde aquella vez en los pasillos, donde él estuvo a punto de romper a llorar de la presión, la imagen del alfa con respecto a Mingi se había distorsionado y a pesar de que le hubiera asegurado que le creía con respecto a que nada tuvo que ver con ello.
No lo culpaba. Maddox era un buen hombre y hyung, se preocupaba sinceramente por la mayoría, aunque a veces pudiera parecer demasiado. Y eso no justificaba que pusiera una cruz precipitada en Mingi. Aún si él lo había hecho por años.
Por lo que había notado hasta ahora, Jongho era el más objetivo de los dos, ya que, si bien no se mostró reacio a Mingi ni muy a su favor, tampoco lo juzgó en base a una escena fuera de contexto. Lo que apreciaba con sinceridad.
Y aparentemente, pensar en el beta, acabó haciendo que también se presentara en aquel pasillo iluminado por cálidas luces naranjas. Al verlo, su instinto fue sonreír, la cejas castañas y oscuras fruncidas del muchacho le causaron un sentimiento de afabilidad tierno. Era sorprendente lo expresivo que se volvía bajo cualquier circunstancia. La honestidad que emanaba en facciones diminutas y comprimidas era fascinante.
—Mira quién se acordó de nosotros —empezó diciendo el mayor, en ese tono burlesco y simpático que lo caracterizaba.
—Sabes dónde vivo —replicó él, un tono similar pero más relajado—, podrías darte una vuelta en cualquier momento.
—Y toparme con ese imbécil, no gracias. Paso.
—No es mal tipo —insistió al enderezar la postura, suspirando con profundidad. Recientemente su pasatiempo parecía defender el honor del moreno—. Sólo tienes que conocerlo un poco.
—En el pasado decías que ni por dinero pasarías un día entero con él en una misma habitación.
—Era mi versión prejuiciosa del pasado. Ya no soy así —su declaración flaqueó al final y para encubrirlo, carraspeó con fuerza, haciendo más obvia su incomodidad. Pero él en serio esperaba ya no ser de ese modo. No era sano y con el tiempo vio que no le trajo nada bueno, ya que el karma prácticamente le terminó comiendo el culo.
Y la experiencia no fue de lo más agradable.
—No entiendo qué cambió —murmuró Maddox al borde de la incredulidad.
—A veces sólo hay que darle una oportunidad a las personas —abogó Jongho en un tono neutro pero positivo. Un poco contradictorio pero bienvenido de igual forma.
—Seguro que sí —dijo el alfa en un tono irónico—. Entonces, ¿todo bien entre ustedes?
—¿Queriendo husmear en mi vida personal? —repreguntó con un ápice de diversión.
—Un poco —admitió en un encogimiento—. Pero la verdad sigo preocupado. Creí que te había recluido o algo parecido.
—En serio ya tienes que tranquilizarte —le recomendó a las risas—. ¿Cómo les fue en el entrenamiento de hoy?
—No quieres contarnos, ya veo —observó el alfa con rapidez.
—Fue individua. De lanzadores y jardineros —respondió Jongho con naturalidad.
Habían veces que los entrenamientos se planeaban de esa manera, donde sólo una parte del equipo participaba y el resto observaba, o realizaba ejercicios menos exigentes o grupales. Nada muy innovador.
Una medida que se utilizaba para reforzar la falla individual de las estrellas principales, o en dado caso, de quienes en verdad lo necesitaban. En la caminata por el angosto corredor, platicaron sobre las estadísticas de la semana y siguientes enfrentamientos. Y muy superficialmente, se mención la rehabilitación de Hongjoong.
Fue agradable volverlos a ver. Conversar con ellos de forma tranquila, mucho más.
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Llegada la noche y luego de aceptar una cena grupal con los miembros de su equipo, constando, únicamente de Jongho y Maddox, la imagen que lo recibió en la sala de su departamento lo hizo detenerse a medio camino y contener la respiración. El calor trepando por su espalda y los colores subiendo a su rostro de forma abrasadora.
Mingi se encontraba sentado en el sofá, las piernas despatarradas, abiertas con exageración y una confianza que exudaba virilidad. La espalda descansando en el respaldo unos centímetros por debajo en una actitud relajada, pero sin llegar a parecer desfachatada. Un brazo en el respaldo del sofá, colgando con naturalidad, mientras que la otra yacía en su regazo, sosteniendo el control remoto. La mirada seria, en una expresión atenta al programa de variedad que se trasmitía en cadena abierta. Pantalones grises en las piernas, holgados. Mientras que en la parte superior llevaba una remera negra, de mangas cortas y apretadas a su figura. Cabellera corta y negra bien peinada, visualmente húmeda.
Mordiéndose el labio inferior, por un momento el omega no supo qué hacer o cómo volver a respirar.
A pesar de no haber contestado a la pregunta, Hongjoong deseaba a Mingi. Y por gracioso que suene, el sujeto era, irónicamente su tipo de hombre y además, la descripción exacta de alto, moreno y grande.
—Me estás llamando.
Deteniendo el tren de pensamientos que era su mente en ese instante, el castaño también se detuvo en seco en su andar inconsciente y miró con ojos grandes al pelinegro, notando que le miraba de regreso. Ojos estrechos como los de una pantera.
Cuando Mingi se refería a "llamarlo", hablaba de que emanaba feromonas de característica sexual. Cualquier alfa, beta u omega, tenía la capacidad de insinuarse a través de su aroma, simplemente haciéndolo más ligero y dulce. Lo que Hongjoong se hallaba haciendo ahora sin él notarlo, incentivado por el estímulo visual que había sido el moreno.
Quejumbroso y un tanto avergonzado, el campocorto no dijo nada y procedió a sacarse las zapatillas con brusquedad. Quería poder culpar a la medicación y cómo alteraban sus hormonas, pero eso sería mentir de forma pésima, aparte de que también denigrante. Si empezaba a entrar en un ciclo regular, era normal y hasta se esperaba, que su libido despertara.
Lo que parecía estar comenzando a pasar de manera gradual.
Al terminar de quitarse las pertenencias de encima, arrastró los pies hacia la cocina, estaba sediento y esa era la excusa que usó a su favor para escapar de lo que, en su concepción, podría llegar a ser una situación embarazosa. Sin embargo, no contó con que tendría una sombra de grandes escalas pisando sus talones. Y al hacerse con la botella, lo primero con lo que se topó al voltear, fue con la imagen del alfa dominante de brazos cruzados, ensanchando sus bíceps por consecuencia. Tragando en seco, se apresuró a destapar la botella y beber del contenido frío con urgencia.
Desesperado por aliviar el calor insistente de sus mejillas.
—No tienes que huir de mí —avisó el pelinegro con una obviedad que le dio asco. Sabía que no debía hacerlo, pero eso no evitaba que quisiera, o que sintiera el impulso de la vergüenza obligarlo a ello—. Menos sin saludar con propiedad antes.
—Sabía que querías algo —acusó con los ojos entrecerrados, dejando la botella en la encimera más cercana—. Sólo eres un aprovechado más —declaró en un chasquido exagerado, sin intenciones de dañar.
Riéndose, el moreno avanzó unos pocos pasos más allá del umbral—. Sólo quiero que lo vuelvas a intentar.
Rodando los ojos, el castaño apretó los labios en un rictus indeciso antes de encaminarse hacia el moreno con una determinación temblorosa, pupilas nerviosas y un aroma picoso que lo delataba a leguas, sin embargo, no se echó para atrás. Y cuando estuvieron cara a cara, tomó al tipo por el hombro y haciendo uso de su fuerza, lo obligó a inclinarse, para acto seguido, presionar su nariz en la mejilla contraria. El acto durando una ínfima sustancia de segundo. No siendo más que un roce.
—¿Satisfecho? —preguntó con fastidio. Soltándolo—. A veces eres tan alfa.
Riéndose, el moreno procedió a enredar los brazos en su cintura. El agarre fue flojo y suave. Libre de restricciones mayores. Acostumbrado a ese nivel de intimidad más reciente, el castaño se dejó hacer sin poner resistencia. Rodeando los brazos en el cuello impropio. Manteniendo la cercanía.
—Sólo quiero que te sientas cómodo conmigo.
—¿Luzco incómodo? —preguntó con una ceja enarcada.
Meciéndolos en el sitio, el alto fingió pensar la respuesta. Emitiendo un sonido gutural—. A veces no hay mucho que un alfa pueda hacer al respecto cuando se trata de un omega tan lindo.
—¡Dios! —exclamó entre risas el de menor estatura, echando la cabeza hacia atrás—. En serio eres un alfa.
Inclinándose hacia adelante, el aludido tomó ventaja de su posición, y en una serie diestra de movimientos, lo tuvo arrinconado contra la encimera más cercana. Robándole un chillido, el sujeto no perdió la oportunidad de meter la cabeza en la curva de su cuello. En cuanto al agarre en su cintura, mantuvo su característica inofensiva.
—No veo que te moleste —le dijo por lo bajo, en esa textura rasposa que distinguía la voz grave de Mingi.
Hongjoong carraspeó, jugueteando con los cabellos ajenos. Notándolos todavía muy cortos a pesar de que hubieran pasado casi dos meses desde que se hizo su cambio de apariencia.
—¿Por qué el corte? —preguntó ahora que podía, dejándose envolver por la curiosidad y echando la cabeza hacia atrás para una mejor vista.
—¿Cambiando de tema? —repreguntó el moreno con diversión y un esbozo de sonrisa.
—En realidad sí quiero saber. Desde la primera vez, de hecho.
Sorprendido, el alfa no demoró en responder—. Fue sugerencia de Wooyoung para una campaña, dudo que te hayas enterado de algo.
—¿Wooyoung? —preguntó con la cabeza ladeada a la derecha.
—Mi agente deportivo personal —respondió con simpleza, encogiéndose de hombros—. Es un dolor en el culo cuando se propone algo en la cabeza, pero también bastante carismático. Aunque un poco encantador me atrevería a decir.
—Déjame adivinar —pidió con las comisuras fruncidas—. ¿Se trata de un omega?
—¿Cómo lo supiste?
Hongjoong se abstuvo de responder, el brillo tierno en la mirada de Mingi fueron una pista confusa al principio pero fácil de conjeturar al final. Nadie hablaba de su agente deportivo de semejante manera amistosa. Dios, él no hablaba del suyo para nada. Era un sujeto designado por el club, competente es todo lo que se limitaría a decir. Y eso ya era suficiente.
—¿Y es tu amigo...? —conjeturó, vacilante.
Inclinando la cabeza a un lado, el alfa se puso pensativo—. Hace no mucho —confirmó con un asentimiento—, aunque lleva trabajando conmigo unos años. Deberías contactarlo si quieres exposición. Puedo darte su número.
—Lo tendré en consideración —le dijo de la forma más honesta, aún jugueteando con los pelos ajenos, esta vez, en una actitud evaluativa casi nerviosa—. ¿Podemos intentarlo hoy?
Sorprendido, el moreno lo miró con atención—. ¿Hasta dónde quieres llegar?
Hongjoong junto a Mingi habían tenido una plática extensa con respecto a su tensión, habían días que era tan palpable como insostenible, incluso si sólo estaban compartiendo un espacio sin hacer mucho más que ver una película o si de hecho, estaban conversando. A raíz de ello, llegaron a la conclusión de tratarla, el primer paso, siendo conversar sobre su entera existencia y su "aparente" atracción mutua. Lo que por consecuencia, los llevó a una idea, extender los límites anteriormente planteados. Dejar la inocencia platónica atrás y cruzar a aguas más experimentales.
Desde una perspectiva más objetiva, eso acabaría beneficiando su vínculo, ya que lo afianzaría.
¿Qué tipo de vínculo? Es ya era una discusión para otro día.
—Sin lengua —respondió con los labios secos y los ojos bien abiertos—. Como la última vez.
—De acuerdo, nada de lengua.
Humedeciendo sus labios, Hongjoong fue quien tomó la iniciativa al hacerse hacia adelante: párpados caídos en una expresión de anhelo y boca separada con ligereza en una invitación silenciosa. Respiración superficial y palpitaciones aceleradas. Atraído por la imagen que evocaba a la seducción, Mingi terminó de cortar esa distancia que los separaba. Uniendo sus labios en un movimiento tentativo. Una presión sutil y efímera que no alcanzó a durar un segundo. El omega no llegó a formular una queja al respecto, cuando el alfa abrió la boca y profundizó el contacto. Sus labios más gruesos lo devoraron por completo. Extinguiendo su respiración y convirtiendo su mente en una nube vacía de pensamientos. Aferrándose a sus brazos fuertes, el castaño no demoró en seguir el ritmo exigente. Moviendo sus labios más finos con una vehemencia desmesurada. Desesperación y urgencia, vertiéndose en la boca hambrienta del otro.
Apretando los párpados con fuerza, Hongjoong suspiró entremedio del beso. A gusto. Mingi en cambio, le dio un apretón liviano en la cintura antes de que percibiera como una de sus manos realizaba un recorrido hacia arriba, las caricias siendo fantasmales a comparación de aquel brazo que reposaba con presencia en su curva estrecha. Los dedos le hicieron cosquillas al llegar a su cuello. Pero cuando la palma se posó en el área con un peso de plomo, su cuerpo se estremeció. El consuelo a su reacción llegó en forma de un pulgar masajeando un lado de su mejilla. Una acción cariñosa e incompatible con la intensidad demoledora del beso que le robaba lo poco que le quedaba de aire.
—Tiempo, tiempo, tiempo —pidió el omega, agitado. Echando la cabeza hacia atrás, poniendo distancia. Respiración trabajosa y el pecho subiendo y bajando con fuerza.
—Mierda —farfulló el moreno, robándole un beso rápido. Los ojos todavía cerrados—. Besas tan bien, Ángel, que quisiera hacerlo de nuevo.
Riéndose, el aludido se relamió los labios, encontrándose con una mirada de pupilas dilatadas—. ¿Qué te detiene?
—Vas a matarme.
Fue lo último que le dijo antes de pasar a sujetarle la cara con las dos manos y volverlo a besar. La desesperación era una mezcla confusa en la entrega devota con la cual movía su boca. Un afán honesto por devorarlo por completo, enredado con el anhelo de apreciarlo a detalle. Aferrándose a su brazos con mayor rigidez, se esmeró por igualar la intensidad de las emociones ajenas. Abriendo la boca y buscando el mejor ángulo.
Todo ello sin un asomo de participación por parte de sus lenguas.
Esos tres días que lo pasarían juntos con Mingi, Hongjoong no estaba seguro de cómo los sobrellevaría.
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