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❈•≪27. Catharsis≫•❈

Si había algo que Mingi continuaba sin comprender, eran los cambios abruptos de humor en Hongjoong. La última vez que se vieron fue hacía casi dos semanas, pero por mensajes y llamadas frecuentes que habían tenido, pudo deducir que las cosas iban bastante bien. Manteniendo una estabilidad considerable, sin embargo, hoy que ambos coincidieron en sus horarios y decidieron verse en Seúl; para mayor comodidad del omega, el ambiente se percibía pesado. Como si mantos de tensión rodearan a cada uno e hiciera de sus acciones más rígidas. Las miradas, los movimientos, todo se sentía incómodo hasta la médula.

Para empeorar la situación, no había Yeosang ni Seonghwa que le pudieran brindar un contexto de porqué era de ese modo.

Las cosas sólo se jodieron. Repentinamente y sin aviso

Mingi había intentado dialogar, ser dulce y gentil, ya que con el progreso de los días, el contacto físico entre ellos había ido en aumento, manteniéndose eso sí, dentro de la inocencia de una caricia fugaz o un roce juguetón. Pese a ello, su vínculo se había establecido y hecho más estrecho. No obstante, seguían fallando en lo más importante: la comunicación. Y él lo intentaba, pero Hongjoong estaba tan reacio a decir algo que no había forma de sonsacarle el más mínimo de información. Inesperadamente había colocado murallas a su alrededor que, en su ingenuidad, Mingi había creído derrumbar.

Y era tan frustrante que no quisiera compartir qué lo tenía mal, o al menos darle un indicio para que su mente dejara de hacer conjeturas a lo estúpido. Porque para estas alturas, podía ser cualquier cosa lo que alterara al omega. Sus compañeros, la ausencia de entrenamientos, la rehabilitación, la inactividad. Podían ser tantas vertientes que no podía darse el lujo de adivinar.

—Hongjoong, por favor —insistió por décima vez, sentado en el sofá, viendo al omega al otro lado, en el mueble individual. La cara fruncida y los labios atrapados entre los dientes. No sabía si en una actitud reticente o pensativa.

—Ya te lo dije, estoy bien. Sólo no fue un buen día.

Y ahí iba de nuevo. Repitiendo las mismas palabras en el mismo tono monótono y forzado. Cubriendo es inflexión dolorida y queda que flotaba en la superficie. Advirtiéndole que algo muy malo había sucedido en su ausencia.

Él no lo quería hostigar, pero tampoco quería dejar pasar el asunto para que después echara raíces. Había presenciado qué ocurría cuando un tema era sepultado como si no importara. Y si estaba en su poder evitarlo, lo haría. La confrontación era difícil, pero en algún momento se tenía que llegar a ella.

—Entonces dime porqué. Háblame, Ángel. ¿Cómo puedo ayudar?

Lo qué sea que haya dicho o el modo en el que haya armado su frase, terminó por hacer explotar al omega. Porque de repente, pasó de estar sentado fingiendo una tranquilidad de monje, para enseguida de ello, levantarse con la fuerza de un huracán. Arrasando todo a su paso.

—¡No puedes ayudar, ¿no lo entiendes?! —exclamó con un ímpetu demoledor, contrayendo el rostro en una expresión amarga y mirándolo con los ojos encendidos en fuego—.  ¡Nadie puede hacerlo! ¡Eres un al...!

—No me salgas con esa mierda —dijo con la paciencia al límite, levantándose también de golpe y cortándolo—. Nada tiene que ver con que sea un alfa o un beta, esto tiene que ver con otra cosa.

—¡Tiene que ver! —insistió con un resentimiento ácido, avanzando en su dirección—. ¿Qué puedes decirme tú de ser un omega? ¡Vamos, dime! ¿Qué puedes decir?

Y sin anticiparlo en lo más mínimo, Mingi también terminó explotando. Desbordando esas palabras contenidas y esas emociones crudas que había reservado por años en una cascada.

—¿Y qué carajos puedes decirme tú sobre ser un alfa dominante? —replicó con una falsa calma, respirando con fuerza—. ¿Qué sabes tú de las expectativas de ser perfecto? ¿De ser bueno en todo? ¿De tener que a fuerza saber sobre todo? ¡¿Qué demonios sabes?! —exclamó con vehemencia, sobresaltando al castaño—. Tener que siempre ser el número uno, el más exitoso dentro de los de tu especie, competir con cada uno de ellos.. ¿Puedes contarme algo de eso? ¿Lo qué sea?

Y el moreno estaba harto de escuchar que siempre lo discriminaran, de que idealizaran su casta y lo creyeran perfecto o a su vida misma. Era agotador tener que lidiar con fanáticos raciales, hombres anticuados y retrogradas de manual que lo ponían en un pedestal de platino por ser de extrema derecha. Como si eso fuera un logro a destacar o un boleto que había sacado de la lotería genética. Un pase al paraíso o a la gloria desconocida. Cuando la realidad es que no era nada. No tenía un valor real ni un significado profundo más haya del social.

Reconocía los privilegios con los que vivía, pero a su vez, se daba cuenta de los intereses falsos de las personas, la adoración ciega y maliciosa sólo por su designación. En todas las castas había un lado bueno y uno malo, que Hongjoong tuviera una opinión tan sesgada de la suya, le irritaba. Era absolutista e hipócrita y pese a reconocerlo, no hacía nada para cambiarlo. Quedándose en su nebulosa de falsa comodidad. Despreciando a todos los que no encajaran en su criterio de almas convalecientes, regodeándose en su auto-compasión sin querer ver a través de ella.

Era frustrante y una basura injusta que no iba a soportar de nuevo.

Si quería llegar a buen puerto, las cosas tenían que empezar a cambiar.

—No es lo mismo —murmuró el omega en un tono perdido, viendo en diferentes direcciones menos a él.

—¿Cómo puedes decir que no lo es? —replicó en un mascullo brusco, avanzando dos pasos hasta que sus respiraciones se chocaron—. ¿Cómo tienes siquiera la cara para fingir que no?

—No me faltes el respeto.

—Tú me lo faltaste primero —le dijo entre dientes, posando su dedo en el pecho ajeno, puntualizando en una actitud provocativa—. ¿Y ahora qué? —preguntó en un resoplido, viéndolo desde arriba—. ¿Esperas que diga que lo siento y te mime?

—Como si quisiera esa mierda de ti, ni siquiera eres mi jodido alfa. Sólo jugamos a la casita.

Algo en el cerebro del alfa en cuestión se detuvo, sus funciones y la agresividad latente que crecía con su expresión, congelándose en una mueca de incredulidad y confusión.

—¿Qué acabas de decir? —preguntó en un too bajo, casi amenazador.

Sin echarse para atrás, el omega levantó el mentón y lo miró con desafío, iris que brillaban con un fuego frío y una mandíbula tensa que reprimía palabras no dichas.

—No eres mi jodido alfa, sólo una figura de cartón.

Apretando los puños, Mingi tuvo que contener un gruñido en cuanto escuchó el calificativo burdo con el que había sido tachado su esfuerzo de meses. Tanto que trabajó en construir un vínculo, en ir despacio, en hacer sentir cómodo a Hongjoong para que al final, ¿qué? ¿lo tratara como basura? Eso sí que no.

Él no estaba dispuesto ni tenía los años para soportar el comportamiento infantil de nadie. Ni siquiera a su mejor amigo le toleraba los deslices que solía tener, menos se los soportaría al campocorto de los Doosan Bears.

Si así es cómo lo veía y el modo que pensaba de él, que así fuera. Hasta acá llegaba.

Y con esa resolución en mente, le dio un último vistazo de arriba-abajo a quien creyó alguna vez su omega, para acto seguido, girarse sobre sus talones y recoger su abrigo con rudeza. No obstante, no alcanzó ni a dar cuatro pasos, cuando de repente, hubo un tirón en su brazo y una voz que pronunció su nombre con un arrepentimiento desesperado. Al voltearse, la prenda escapó de sus manos y acabó en el suelo, mientras que un cuerpo de menor estatura colisionó contra el suyo con una fuerza de mil hombres, haciéndolo tropezar y tambalearse hasta una estructura firme que pudo identificar como una pared.

Mingi no llegó a preguntar qué demonios se encontraba pasando ahora, cuando al segundo siguiente de que asimilara los anteriores hechos, Hongjoong se halló tirando de su cabeza hacia abajo en un ángulo incómodo y besándolo. La ferocidad de sus labios lo dejó completamente paralizado, pero la ira contenida en su propio corazón, lo impulsó a corresponder con un salvajismo atroz. Devorando la boca más pequeña con una urgencia que no había sentido antes. Sus manos se adueñaron de las caderas impropias en un agarre férreo y la impertinencia de sus emociones, lo empujaron a mordisquear cada centímetros de aquella suavidad aterciopelada. Saqueando los labios de Hongjoong tanto por dentro como por fuera.

Gruñendo un quejido ininteligible, Mingi terminó por cerrar el abrazo que envolvía a Hongjoong y en un acto igual de inopinado, volteó sus posiciones, impactando el cuerpo más pequeño contra la pared y presionando el suyo más grande en el contrario. Robándole el aliento y dejando sus pulmones sedientos. En la furia de su arrebato, la tentación lo persuadió de colar su rodilla entre las piernas ajenas, abriéndolas con facilidad. La malicia danzó entre sus figuras y tironeó de las cuerdas de la tensión, llevándolos a profundizar el beso. Lenguas que se enredaron en una batalla sin fin donde la clemencia no tuvo espacio y el ardor desaforado los hizo caer en picada.

Con la boca adolorida y los pulmones exhaustos por el ejercicio al que fueron sometidos, Mingi se vio en la obligación de apartarse, sólo para encontrarse con la imagen deslumbrante de la provocación deliberada. Ojos brillantes en un fuego ardiente que se infiltraba en las venas y erizaba los vellos, boca hinchada que incitaba a los más grandes pecados y un asomo de lengua roja y húmeda que exudaba necesidad.

Un anhelo profundo ardió en las entrañas de Mingi y fundió su interior por completo, Hongjoong se veía tan necesitado, jadeando con fuerza y moliéndose en su rodilla sin control. Iris consumidas por el negro y pupilas dilatadas en un deseo inconmensurable.

—Joder.

Fue lo único que alcanzó a decir antes de volverse a sumergir en las provocaciones de la lujuria y en esa urgencia de más, pesada e insaciable. Su segundo beso fue todo bocas abiertas y lenguas. Sensaciones abrasadoras y ardor del más puro. Humedad y calor corporal que se entremezclaban en una danza de pasión abrumadora y desfigurada.

Ansioso y con la piel quemándose, las manos de Mingi recorrieron superficialmente el cuerpo de Hongjoong, pasando por encima de sus pezones alzados, la comezón de sus yemas lo incitó a tocar pero el quejido ahogado, lo detuvo de pecar.  Y en esa nebulosa de placeres carnales, dejó al omega complacerse a su gusto. Tironear de los cortos pelos de su nuca a su antojo y frotarse en su rodilla cuanto quisiera. Descendiendo en una oscuridad sin nombre y densa. Donde la lascivia reinaba y las sensaciones de fuego confundían la mente. Feromonas dulces que inundaban el ambiente de una excitación vigorosa y aligeraba la cabeza de pensamientos complejos.

El acalorado combate culminó en su punto más álgido, cuando Mingi se inclinó hacia adelante y casi preso de sus emociones febriles, comenzó a mordisquear el cuello de Hongjoong. El castaño apretó sus hebras con una firmeza dolorosa y meneó sus caderas a un ritmo descompasado. Respiraciones laboriosas y jadeos entrecortados eran los sonidos que llenaban la quietud del departamento esa tarde. Pero cuando el calor se tornó insoportable y la necesidad sólo creció dentro de ellos, sus movimientos se volvieron más erráticos, sumidos en un baile sin tiempos ni guías.

Cayendo en caída libre a la liberación.

—¿Me puedes explicar qué demonios acaba de pasar?

—Lo siento —murmuró Hongjoong al hacerse hacia adelante, ocultando el rostro y respirando contra su clavícula. El calor de su aliento le hizo cosquillas—. Lo siento tanto. No pretendía ser un imbécil contigo. Yo sólo..., no quería que te fueras y Haesuk llamó.... Lo lamento, en serio, lo siento por lo que dije.

Respirando hondo, Mingi reprimió el impulso primitivo que rugió en su corazón, Hongjoong ahora mismo olía tan bien, que él quería seguir dejando sus huellas teñidas de rojo. Marcando cada centímetro de su cuello con patrones imborrables y perdurables en el tiempo.

«Concéntrate, idiota».

—¿Y a causa de eso terminamos medio fajando en la pared de tu entrada?

—La adrenalina del momento.

Mingi hizo un ruido con la garganta, escéptico—. En ocasiones anteriores no estuvimos ni cerca de esto, Hongjoong. Y nos llevábamos fatal.

—¿Podrías...? —murmuró entre dientes, aún agitado—. ¿Podrías no llamarme por mi nombre ahora? Siento que me estás regañando.

—Discúlpame, pero para ser exactos, no estoy avalando tu comportamiento.

—Te veías muy atractivo hoy...

El alfa no pudo evitar rodar los ojos. Jugada válida, se la daba, pero inútil—. No vas a ganarme con eso.

—No, escucha —pidió en un quejido lastimero—. Tomé mi medicación antes de que llegaras y a veces altera mis hormonas, pero además de eso, ya estaban perturbadas por la llamada de Haesuk, y tú estando enojado, con los brazos grandes y cruzados, te veías atractivo ¿de acuerdo? Fue una sumatoria de acontecimientos lo que llevaron a esto. Fue un impulso de adrenalina, como te dije. Es todo.

—¿Estás queriendo decir que en el fondo me deseas?

Volviendo a quejarse, Hongjoong no respondió, simplemente intentó presionarse más en su piel. Como si eso lo fuera a desaparecer o como si ninguno estuviera incómodo en sus prendas. Relamiéndose los labios, el moreno empezó a frotar la espalda del omega. En patrones aleatorios y reconfortantes, queriendo tranquilizarlo, asimismo para disculparse por la razón de que había sido un poco bruto en sus formas de manejar al castaño.

Tenía una lesión en el hombro en proceso de sanación, que lo impactaran contra superficies duras no era muy favorecedor ni agradable de su parte.

—¿Ángel? —llamó esta vez—. No hay nada de malo con ser honesto —intentó persuadir con una voz baja, gentil. Lo que no funcionó. Viéndose así, orillado a una firmeza más seria—. ¿Quieres que sea franco contigo? Bien. Te deseo. Te deseo demasiado, Ángel, pero no de este modo. No sin hablar de los límites, no sin comunicación de ningún tipo. Lo siento, pero no es así cómo hago las cosas.

Y muy a su pesar, separó el cuerpo más pequeño del suyo, encontrándose con mejillas sonrosadas y ojos vidriosos, pupilas dilatadas como dos cañones y labios todavía hinchados. Cabellera revuelta y remera caída, exponiendo las marcas en su cuello.

Gruñendo, Mingi se pasó las manos por la cabellera con desesperación y retrocedió unos pasos, colocando distancia segura entre ellos. Sin importarle la humedad evidente en sus prendas y el aroma a lujuria que flotaba en el aire alrededor de ellos. 

—Sólo tomemos una ducha y hablemos de esto. Y lo vamos a hablar —dictaminó con fimreza.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

A pesar de que al principio el castaño siguió sus instrucciones a la perfección, al momento de conversar, ninguno supo por dónde empezar. Mingi quería ir directo al punto: medio fajaron en una pared, pero no sabía si estaría bien para Hongjoong tanta franqueza. Y pese a las cosas desagradables que éste le dijo, aún se preocupaba por su bienestar y eso no es algo que pudiera cambiar de la noche a la mañana. O simplemente apagar como un interruptor.

Sin embargo, se cuestionaba porqué todavía permanecían en la habitación del omega. A ver, como éste había demorado en salir, el alfa se tuvo que forzar a ir hasta ella, sólo para encontrar la imagen de un hombre abatido al borde de su cama, inclinado hacia adelante y con las manos sosteniéndose el pelo. Calmarlo no fue sencillo y para cuando lo consiguió, así es cómo terminaron: un junto al otro y rodeados de un silencio que pesaba toneladas de incomodidad.

Era casi como volver al principio pero con menos tensión.

Carraspeando con torpeza, Hongjoong, al parecer, pareció componerse lo suficiente como para tomar la palabra. El rostro todavía sonrosado y la mirada evasiva.

—Tiempo atrás dijiste que no tenías segundas intenciones conmigo, ¿mentiste?

—En lo absoluto, sigo sin esperar cosas de ti —aseguró, contundente—. Pero no voy a negar que me atraes, eso no significa que quiera meterme en tus pantalones o esté buscando frecuentemente la manera de hacerlo. No es así.

—¿Cómo puedo estar seguro de que no mientes?

Una pregunta válida. Y el moreno deseaba tanto que Hongjoong se metiera en su cabeza un día, sólo uno, y escuchara por su propia cuenta la forma en la qué pensaba de él, la adoración con la cual lo trataba, no obstante, era imposible. Como también lo era comprobar de manera física que no tenía intenciones carnales para con el castaño, seguro, lo deseaba y lo encontraba atractivo, eso no significaba que quisiera acostarse con él y desecharlo. Dios, él ni siquiera estaba pensando en sexo cuando se trataba del omega.

No existía una ocasión en la que lo hubiera hecho.

—Puedo hacer una promesa. Reducir el contacto. No lo sé —admitió en un suspiro cansado, ácido, para luego restregarse la cara con una mano—. No soy tu pareja ni tu alfa, la decisión de en qué decidas creer, queda en ti.

Totalmente escandalizado, el omega sacudió la cabeza y se apresuró a tomarlo de las manos en un agarre firme, casi rozando la desesperación.

—Estaba enojado —confesó con una inflexión lastimera, mirándolo con ojos grandes y comisuras caídas—. Lo de figura de cartón fue un tontería del momento.

—Si lo dijiste, es porque lo pensabas.

—No es eso...

—¿Entonces qué? —preguntó con un matiz de exasperación, la redundancia y la ambigüedad nunca fueron su fuerte.

—A veces olvido el bloqueador en crema —comentó en un susurro, la culpa aflorando en su tono—. Y ayer visité a los chicos, ya sabes, para esa mierda de apoyo moral y ver cómo lo estaban haciendo, notaron el cambio en mi aroma y..., y entré en pánico. Algunos imbéciles me molestaron con eso, sobre de quién era y basura similar, que me lo desquité contigo. Lo lamento.

—No puedes seguir de ese modo.

Para asombro de Mingi, Hongjoong se impulsó hacia arriba y le rodeó el cuello con los brazos, pegando sus mejillas juntas. Frotándolas con una desesperación que abría el alma e incitaba a la compasión.

—Lo sé, lo sé —murmuró de forma repetitiva—. Hwa insistió en que debo empezar terapia pero tengo miedo, ¿entiendes? No sé qué esperar y sólo estoy negado a la idea de recibir ayuda.

—Sólo intenta considerarlo, por favor.

—De acuerdo, lo prometo.

—No sólo lo prometas —le dijo en un tono de regaño, abrazándolo por la cintura, accediendo finalmente a la compasión—. En serio tienes que pensarlo.

—Lo sé, lo sé, grandulón.

Palmeando su espalda con suavidad, el moreno no pudo evitar reír—. ¿No tienes un mejor apodo que ponerme?

—De momento es el único que me viene a la mente —y al decirlo, se apartó hacia atrás, para proceder a tantear sus brazos con una sonrisa más animada—. Pero mírate, no es como si me estuviera equivocando.

Carcajeando, Mingi volvió a envolver la cintura de Hongjoong, sólo que esta vez, se echó hacia atrás, llevándose consigo al castaño y quedando encima suyo. La expresión risueña del contrario no se perdió, se mantuvo como una mueca imborrable en el tiempo suspendido a su alrededor.

—Mírate a ti, coqueteando conmigo primero —señaló el pelinegro, una sonrisa enorme y una diversión infantil.

Inclinando la cabeza a un costado sobre el colchón, el flequillo del castaño le destapó la frente, revelando unos grandes y encantadores ojos castaños que brillaban con una intensidad indescriptible. Intensos pero suaves en los bordes, en una contradicción que tampoco podía ser puesta en palabras.

—¿Puedo besarte?

Respirando hondo, el omega no respondió de inmediato. Pasó de mirarlo a los ojos a mirar sus labios, en una acción repetitiva. Pupilas estrechas y labios entreabiertos en una invitación, pero no fue hasta que lo vio asentir con fugacidad, que se agachó. Sintiendo la garganta seca y la respiración atrapada en los pulmones, el alfa se detuvo a media distancia. Observando los rasgos que distinguían a Kim Hongjoong en una dualidad inconcebible. Ternura inocente y fiereza estricta. Rasgos que lo pintaban único.

Rozando sus labios en una acción tentativa, notó el revoloteo imperceptible de sus pestañas. Una sutileza de seda y una textura esponjada que le hizo saber insaciable. Deseaba algo más concreto que un simple gesto. Algo más real y que perdurada en la memoria.

Y fue a causa de la iniciativa de Hongjoong, que hubo un segundo acercamiento. Un beso con todas las letras que dejó a Mingi sin aliento. Olvidando qué se suponía debería de hacer. Pero la firmeza devota del omega, le hizo tirar sus vacilaciones por la ventana y al existir experiencia en ambos, la cautela fue un recuerdo sepultado bajo capas de determinación y anhelo reprimido. Marcando desde el inicio un ritmo lento pero consistente con ese deseo profundo por conocerse al otro en un ámbito más íntimo. La mano que había descansado en la cintura impropia, pasó a reposar de manera tierna en la mejilla del castaño, acomodando su cabeza, en un ángulo más propicio. Robándole un suspiro a ambos.

El contacto de sus bocas podía haberse prolongado, durado en el tiempo como una huella, sin embargo, se separaron no mucho más después de esa primera acción de reconocimiento. Fue algo breve pero significativo que los dejó colgados en el deseo de más, no obstante, lo ignoraron por el bien general.

Queriendo, al menos el moreno, llevar las cosas con calma. O la suficiente como para que nada muy inesperado, como lo ocurrido en la sala, se vuelva a repetir sin el debido consentimiento.

—Eres tan lindo, Ángel.

Riéndose, el susodicho sacudió la cabeza con ligereza—. ¿Tan de la nada? —labios rojos y humedecidos. Relamiendo los suyos, él asintió.

—Tampoco es la primera vez que te lo digo.

—Mhm —murmuró el omega, pensativo, mientras jugueteaba con los cabellos de su nuca—. Las primeras veces fue con ironía, ¿recuerdas?

—¿Ironía? —repitió con incredulidad exagerada—. Siempre pensé que tu cara era linda —y esa mano que anteriormente estuvo en la mejilla ajena con amabilidad, procedió a expandirse, sujetando la mandíbula sin lastimar. Moviendo la cara impropia de un lado a otro, verificando los perfiles—. Es una combinación de suavidad y dureza justa.

—¿Ahora me analizas? —preguntó con una ceja enarcada. Indiferente al trato.

—Yo diría que observo.

—¿Tú crees? —replicó en un tono bajo, en un registro sedoso.

Apretando su agarre, hizo los labios del castaño sobresalir—. Me gusta observarte por si no lo habías notado.

—Eres bueno con las palabras.

—Sólo cuando se trata de ti —le dijo con un guiño.

Riendo, el omega lo empujó por el pecho, alejándolo—. En los mensajes prometiste que me harías la cena, ¿qué estás esperando?

—¿Besarte una segunda vez?

Lo último que se escuchó en el interior de esa habitación fue la risa escandalosa del campocorto y el atisbo de una sonrisa por parte del lanzador.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

La cena no terminó siendo lo que se esperaba, o la preparación de ésta mejor dicho, ya que en algún punto, el aburrido de Hongjoong se puso a molestar a Mingi. Al principio fue con pequeños toques al azar, pellizcos por aquí y por allá, nada muy invasivo. Gradualmente, pasó a tirar un poco de harina en dirección del alfa, sólo para acabar recibiendo lo mismo. A Hongjoong le dio bastante igual, para ser sincero. Menos cuando su cabellera completa y parte de su rostro se vieron adornadas por el blanco.

—Te has pasado —le dijo mientras se limpiaba el rostro.

Riendo, Mingi se acercó con un trapo en mano—. Yo no fui quién empezó —excusó con suavidad, limpiándole el rostro.

—Tampoco tenías porqué ser un exagerado.

—Me gusta ganar.

—Típico de alfas —dijo mientras rodaba los ojos.

Sonriendo, el moreno no lo negó—. Entonces —comenzó diciendo, una voz mucho más gentil a la anterior y una mirada de párpados caídos, amable—. Tu madre te llamó —aseguró a tientas.

—Haesuk, lo hizo, sí —confirmó con un corto asentimiento, removiéndose en la encimera que ocupaba como si fuera un asiento. Ni así, le robaba un par de centímetros al alfa, sólo daba la ilusión de que igualaba su altura pero no lo hacía. Un desperdicio. Aunque tampoco es que quisiera ser más alto que él.

—Conversaron de un tema delicado, por lo que entiendo.

—Ese es el punto, nosotros nunca conversamos. A ella sólo le gusta dar órdenes y exigir soluciones imposible. No puedo deshacer la fractura en mi hombro, no puedo remediar estar fuera de la postemporada y no puedo cambiar cuestiones genéticas como mi designación. Pero ella nunca entiende. Nunca quiere entenderme.

—Lo siento —murmuró el moreno, claramente sin saber qué más ofrecer.

—Bueno, para mi consuelo, tus padres tampoco parecen muy agradables.

—Y no lo son —afirmó sin un ápice de duda—. Son anticuados y retrogradas. Le hacen la vida imposible a Minjae tanto como pueden hacérmela a mí.

—Ooooh —exageró el omega, con las manos a cada lado de la mejilla. Ansiando cambiar el eje de la conversación—. Un caso grave de padres estrictos.

—Nunca mencionas al tuyo —comentó—. Me refiero a tu padre.

Mordiéndose el labio inferior, el castaño desvió la mirada unos segundos. Pensando qué tanto debería compartir, ya que después de todo lo que habían pasado, de su pequeño momento en el dormitorio y de este que se encontraban teniendo, mantener una conversación casual sobre su familia disfuncional parecía hilarante. Un poco alejado del contexto relajado y casi amoroso.

—No es un mal hombre —se decidió por mencionar, vacilante y claramente inseguro de sus palabras—. Simplemente incompetente pese a ser un alfa.

—¿Dominante? —intentó adivinar, lo que puso una sonrisa en el más bajo.

—No, del tipo común. La dominante, como ya sabrás, es Kim Haesuk.

—Así que, ¿no decidió continuar con la estirpe?

Resoplando una risa, Hongjoong apartó la mano de Mingi y la sostuvo entre la suya. Meciéndola con lentitud, buscando aligerar su creciente nerviosismo. Odiaba hablar de su familia, a menos que fuera de su hermano mayor, de resto..., era complicado.

—A ella poco le importaba el linaje de su familia, iba muy a su ritmo según papá —comentó con aires distraídos, fijándose en la diferencia de sus manos con ojos grandes y ávidos, siendo la primera vez que la notaba—. Hacía lo qué quería y cómo lo quería, menos en el patinaje. Allí era impecable. En su vida diaria terminó siendo un desastre, acabando con dos hijos del tipo común, uno siendo un omega y el otro un beta. Grandes logros para la medallista olímpica.

—No conozco al beta de sus hijos, pero considero, en mi más objetivo criterio, que el omega es excepcional en su trabajo como parador en corto. Lo hubiera reclutado de ser gerente de equipo.

—Sabía que me intentabas reclutar.

—Eunyeong es un desastre, ¿de acuerdo? —se defendió el moreno en un quejido exagerado—. Genial como tercera base, pero eso es todo.

—Lástima por ustedes.

—¿Qué hay de tu hermano mayor? ¿A qué se dedica? —preguntó con un dejo de curiosidad, volviendo a las preparaciones que había olvidado en un rincón.

—Profesor en una academia de danza.

—¿Una omega dominante como madre y uno de sus hijos es bailarín?

—Es la gracia de ser beta, no le importa lo qué haga mientras tenga éxito —al decirlo, su sonrisa se convirtió en una mueca amarga—. Nací omega, sus expectativas ya estaban concebidas por mi designación. Aunque no era como ella ni quería serlo. ¿No es irónico que el linaje le importe ahora y no antes de casarse con mi padre?

—Las personas son un mundo, Ángel. No puedes entenderlas a todas.

—¿Qué hay de las tuyas? —preguntó con la cabeza ladeada, meciendo las piernas—. Tu hermano y tus padres. ¿A qué se dedican?

—Minjae es empresario, trabaja junto a papá en una cadena de hoteles —respondió sin gran emoción en la voz, lo que despertó la intriga del castaño, sin embargo, no presionó más allá y aguardó pacientemente—. En lo que respecta mi madre, es una chef profesional. Bastante reconocida en su mundillo.

—De ahí que sepas cocinar desde tan joven.

—Bueno, en parte, vivir solo te ayuda a adquirir experiencia.

—Entonces, espero que mi pasta sea de cinco estrellas.

—Yo espero que mi ayudante deje de holgazanear, pero no se estarían cumpliendo mis expectativas.

Chasqueando la lengua, Hongjoong se bajó de su encimera y fue directo a lavarse las manos—. ¿Qué tengo que hacer?

—Cortar las verduras en trozos pequeños estaría bien para empezar.

—Bien

Acercándose, Mingi besó la sien izquierda de Hongjoong—. Gracias, Ángel.

—Lo qué sea.

Pese a intentar sonar indiferente, el sonroso que se esparció en las mejillas del castaño, desvelaron la verdad de sus emociones con una honestidad cruda. Unas que, para su fortuna, permanecieron ocultas al mantener la cabeza gacha.

Y como pidió, el omega terminó teniendo su cena de cinco estrellas.



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