❈•≪26. Affectūs≫•❈
—En serio empiezo a preguntarme si te me quedas viendo seguido mientras duermo.
Riéndose, Mingi se cubrió la boca con la mano que tenía disponible, ya que en la otra descansaba su mejilla. Hongjoong frente a él, frunció el ceño con una molestia evidentemente falsa. Las comisuras de sus labios elevadas en una mueca incompleta.
—Nada muy frecuente como para parecer un obsesivo.
—¿Entonces qué tanto? —preguntó el omega con diversión, colocándose sobre su costado. Las manos debajo de su cabeza, amortiguando el peso.
—¿Qué considerarías mucho? —repreguntó el alfa.
Sonriendo, el castaño fingió pensar—. ¿Hace cuánto despertaste?
—Menos de diez minutos.
—De acuerdo, eso es un poco demasiado —aseguró entre risas—. Supongo entonces que ya fuiste al baño —el contrario asintió, viendo al hombre más bajo rodar los ojos—. Podrías haber hecho algo productivo en esos diez minutos.
—Tu cara me parece más linda —replicó en una cruda honestidad que tuvo al omega sonrojándose. Satisfecho con su descaro, le mostró una sonrisa de medio lado. Altiva—. Pero estuve pensando un asunto que quisiera conversar contigo.
Mostrándose más serio e intrigado, el campocorto imitó su acción, apoyándose en su palma. Ojos grandes y bien abiertos. Bañados en una atención real que no pudo evitar querer meterse con él.
—¿Cómo es que todavía tienes grasa de bebé?
Derrumbando su expresión por completo, el omega resopló por lo bajo antes de golpearlo en el hombro y hacerse hacia atrás, fijando la mirada exasperada en el techo.
—Eres un idiota —farfulló por lo bajo, arrastrando las palabras—. Además, como si tú no la tuvieras.
Riendo, Mingi se inclinó hacia Hongjoong y frotó su mejilla con la nariz, el gesto, contrario a lo que esperaba, no fue rechazado. El omega lo recibió con gusto, relajándose de inmediato, e inclusive, cerrando los ojos momentáneamente. Sus pestañas largas le acariciaron la piel cuando los volvió a abrir. Iris castañas y brillantes que le miraban con una intensidad abrasadora. Simplemente hermoso.
Y sin poder contenerse, Mingi estiró la mano y tras unos segundos de suspenso, Hongjoong asintió con plenitud, dándole el permiso de pasar los dedos por entre sus hebras color miel. La sensación fue fascinante y la suavidad de cada pelo perdiéndose entre sus dedos largos, le hicieron notar cuánto había crecido la cabellera ajena en estas semanas.
—¿Sobre qué querías hablar? —preguntó el omega sin él esperarlo, mirada seria pero cuerpo relajado. Los últimos rastros de somnolencia se habían arrastrado fuera de su rostro hinchado. Dándole una apariencia refrescante.
—Nuestros límites.
—¿No quedaron muy claros aquella vez? —preguntó confundido.
—No me refería a eso, sino a extender el contacto.
—¿Quieres tocarme más? —dedujo con la cabeza ladeada, todavía aceptado sus caricias.
Relamiéndose los labios, Mingi no supo cómo responder a pesar de que había pasado diez minutos pensando la manera más adecuada de plantear el tema. No se trataba de tocar en sí, iba relacionado al afecto y qué tanto estaba dispuesto Hongjoong a recibir de su parte. Pero ahora que sacaba la cuestión, no sabía de qué forma organizar todas esas ideas, razón por la cual terminó con las orejas rojas y diciendo una estupidez sin contexto.
—Besos —murmuró entre dientes, totalmente avergonzado—. Lo siento, olvida eso, tampoco era a lo que me refería. Lo siento tanto —repitió con la cara ardiendo. Sin poder sostener el contacto visual, se cubrió la cara con la mano y se echó hacia atrás. Dios, cómo se detestaba a veces—. Lo lamento, Ángel. De verdad estoy apenado, a lo que...
—Descuida, puedo darme cuenta —interrumpió el susodicho con una inflexión burlesca, acentuando el rojo de su rostro—. Pero con respecto a los besos, estoy bien siempre y cuando sean en la mejilla. Ya sabes, o en cualquier zona que no sea..., bueno, ya sabes, en la boca.
—Soy alguien afectivo, Ángel, simplemente quería asegurarme de que estábamos en la misma página —dijo en un encogimiento, con la cara todavía tapada—. Es sólo que gradualmente voy a querer más contacto, es todo.
—Ya me besaste una vez, ¿reaccioné mal?
—Debería haber preguntado. Por ese motivo quería hablar de los límites hoy. Aunque no salió muy bien —susurró para sí.
Resoplando, percibió movimiento a su costado y antes de que lo pudiera anticipar, Hongjoong le sostuvo la muñecas y sin resistirse al intento contrario, Mingi cedió a la petición silenciosa de descubrirse, sólo para encontrarse con la cara sonriente del omega.
—De verdad tienes más capas de las que aparentas —le comentó en un tono afable, liberando feromonas adrede, queriendo calmarlo—. ¿Me veo enojado? —preguntó para su desconcierto, aún sonriendo. El moreno negó—. Y no lo estoy. Así como no rechacé tu beso la noche anterior, ¿cierto?
—Fue de repente y...
—Me agradas —aseguró sin ninguno realmente esperarlo—. Sé que no lo demuestro demasiado —continuó, y para asombro del pelinegro, le rodeó el cuello con los brazos, acercándose pero no lo suficiente—. Pero de verdad me agradas, no más de lo que te gusto a ti, pero lo haces, ¿okay?
—Okay —dijo de manera tonta.
Carcajeándose, Hongjoong procedió a frotar su mejilla con la de Mingi, dejándolo aún más estupefacto y sin saber qué hacer. Sus neuronas se sobrecargaron con la acción y sus manos permanecieron impotentes al costado de su cuerpo, como si de repente, hubiera sufrido un aneurisma. Porque lo que se encontraba haciendo el castaño era indescriptible. Se hallaba mezclando sus aromas. De forma inocente y tenue, pero todavía así, él quedó atónito por su iniciativa.
Al apartarse, el omega le mostró una de las sonrisas más encantadoras que había visto hasta ahora, siendo todo dientes y medialunas brillantes. Con las palpitaciones agitadas, el alfa no pudo resistir la urgencia tierna de su corazón y le rodeó la cintura con ambos brazos, estrechando sus cuerpos en un abrazo demoledor. Su rostro se ocultó inmediatamente en la curvatura de su cuello, respirando hondo sus feromonas dulces.
—Hueles tan bien —le dijo en un susurro inconsciente.
—¿En serio? —preguntó el hombre más bajo, un tono tranquilo y una cadencia melodiosa similar a un arrullo.
—Tan dulce —comentó, hipnotizado. Tomando una segunda inhalación profunda.
—¿Osea que te gusto sólo cuando huelo dulce?
El alto negó con suavidad, frotando su nariz en la base del cuello ajeno—. La combinación es deliciosa. Algo picosa y sutilmente dulce. Es atrayente. Contraria a la mía.
El castaño asintió en concordancia—. Tu fragancia es intensa y dulce con unas notas de frescura, es genial.
Riendo, el pelinegro apretó el abrazo—. ¿Con que genial, eh? —replicó con diversión—. ¿Nada muy asombroso?
Y contrario a sus expectativas, Hongjoong se empujó a sí mismo fuera del abrazo, sentándose en sus talones con la cabellera hecha un asco y los pelos todos revueltos.
—Nop, nada muy asombroso —le respondió con un ápice de sonrisa y una malicia deliberada que le hizo rodar los ojos por primera vez—. Ahora mueve ese culo fuera de la cama que tengo hambre, la sesión terminó por hoy.
El moreno enarcó una ceja—. ¿Por hoy? —preguntó—. Eso suena tentador y muy ambiguo.
Encogiéndose de hombros, el castaño bajó de la cama—. Depende de tu comportamiento. Así que ya sabes, queda en ti.
Mordiéndose el labio inferior, el lanzador se obligó a suprimir un pensamiento tan pronto surgió. Meneando la cabeza, se apresuró por seguir el paso del campocorto que hacía minutos, desapareció de su vista. Al llegar a la sala, se encontró con los amigos del más bajo despiertos, ocupando la cocina y conversando a un tono normal, agradable al oído, sin embargo, en el momento que entró, las miradas se dirigieron a él y al sonriente omega.
No fue difícil saber porqué, al fin y al cabo, habían intercambiado aromas. Siendo la primera vez que lo hacían.
—Me empiezan a dar asco —escupió el Príncipe en un resoplido.
—No seas grosero —le replicó el editor, golpeándolo en el brazo. La complicidad siendo innegable entre ellos.
De ese modo, luego de que Hongjoong se sintiera en la obligación de aclarar un par de puntos a su amigo más alto, comenzaron a desayunar. Fue sereno y hubo una pequeña conversación casual que llenó el ambiente.
Estuvo bien.
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Lo que no estuvo tan bien fueron las repentinas ganas del omega por patinar, Seonghwa incluso lo halló extraño pero no se opuso tanto como él lo hizo, no obstante, acabó cediendo. Y en lo que hacían cola para los patines, el móvil de Mingi sonó de la nada, teniendo que excusarse. Por un instante creyó que se trataría de Yunho, cuestionando sus decisiones de vida, pero contrario a eso, se trató de su hermano mayor. Lo que le asombró el doble.
Minjae y él tenían una buena relación de hermanos, eran cercanos y se comunicaban con bastante frecuencia. Permaneciendo en la vida del otro así no estén físicamente muy en contacto. En términos de personalidad, no eran muy parecidos, no obstante, lograban congeniar. Sus pensamientos divergían en distintos temas pero cuando se trataba de sus padres, era el mismo.
—Mamá y papá están como locos, ¿dónde carajos estás?
«Hablando del Diablo», pensó de manera acertada, resoplando y recostándose contra una pared.
—En la capital, ¿por qué? ¿Fueron a casa?
—Exactamente —respondió el hombre con un tono cansado—. Llevan llamándome como si no tuviera trabajo que hacer. ¿Qué haces ahí?
—¿Recuerdas el omega con el que tenía ciertas asperezas?
El hombre al otro lado de la línea asintió—. El del equipo contrario, el de los... ¿leones?
Sí, una de las fallas que compartían también, era la memoria. Uno era malo para la fechas y el otro para recordar datos insignificantes como nombres. Cualidades que los diferenciaban. No es como si sus rostros se parecieran, por el contrario, apenas se notaba el parentesco entre ellos. Aunque si algo debía rescatar, es que Minjae heredó los rasgos de su madre.
—Doosan Bears —le aclaró sin necesidad, viendo a la distancia cómo Hongjoong reía de algo que le dijo Yeosang—. Ahora tenemos una relación alfa-omega.
—Creí que sólo querías quedar en buenos términos con él.
—La situación se distorsionó un poco y me ofrecí a ser su alfa. ¿Qué puedo decir?
—Que eres un idiota —respondió su hermano—. ¿Siquiera lo conoces bien?
—Lo conozco lo suficiente, además, somos compatibles. ¿Sabes lo irónico que es eso? Me odiaba.
—¿Compatibles? —inquirió su hermano con confusión.
—Podemos distinguir nuestros aromas secundarios.
—Jodida mierda —pronunció su hermano, que sí, tampoco tenía el mejor vocabulario de los dos—. Esto no me lo habías dicho antes.
—Para ser honesto pensé que no llegaría muy lejos. Tenía las pintas de que no lo haría, de hecho, pero pasaron muchas cosas entremedio y ahora estamos en esta relación.
—¿Por eso es que papá está tan alterado?
Mingi sacudió la cabeza y sonrió hacia Hongjoong cuando éste miró en su dirección, tocándose la muñeca, fingiendo golpear el cristal de un reloj. Fue tan encantador que no pudo evitar reírse.
—Si lo vieras —le dijo a Minjae en un suspiro—. Es un encanto de chico, pero el único problema que tiene, según nuestros padres, es no ser del tipo dominante.
—¿De extrema izquierda? —conjeturó el hombre de hebras café.
—Es sólo un omega.
—Oh —fue toda la respuesta que recibió por un momento, pronto Minjae agregó—. Son unos tontos. ¿Es bueno?
—Tiene sus defectos pero es, en serio hyung, increíble. No hay una característica que no me fascine de él.
—No me sorprende, sí el hecho de que te hayas apegado tan rápido a alguien.
—Lo sé, pero es que tampoco lo entiendo muy bien. Tal vez los cinco años de tensión y de idas y vueltas fermentaron algo. Sólo quiero ver hasta dónde llegamos.
—Procura no espantarlo con tu intensidad.
Rodando los ojos, el moreno se metió una mano al bolsillo del pantalón—. Muy gracioso, hyung.
—Sabes que tienes mi apoyo, ahora deja de llorar. Saluda a tu omega por mí.
—Se llama Kim Hongjoong —recordó en un chasquido—. Y eso sí lo espantaría.
Riéndose, el mayor procedió a colgar sin siquiera despedirse. Típico de él. Guardando el móvil, se dirigió hacia abajo por las gradas donde el omega parecía aguardar por él.
—¿Patinaras conmigo o no? —inquirió en el instante que estuvieron cara a cara.
—¿Porque no mejor tú patinas para mí? —sugirió con una sonrisa deslumbrante, tomándolo de las manos—. Podrías mostrarme algún truco excéntrico de esos. O algún giro.
—O podríamos entrar juntos y estar de las manos —contraatacó con elocuencia, mostrando una sonrisa torcida. Maliciosa.
—Ángel, recuerda tu hombro. La última vez que seguí ese consejo hice que te cayeras.
Suspirando, el castaño negó con suavidad—. Fue el cumplido, eso me distrajo. No tú.
—No mentía sabes, me gustas con esa sonrisa genuina en la cara.
—Sí, ya me quedó claro, ahora entra conmigo.
—Esta vez no, lo siento, Ángel.
Cualquier cosa que fuera a replicar, murió en sus labios, Seonghwa apareció en el momento indicado para interrumpirlo y robarle la palabra.
—Pensé que querías patinar —le dijo al llegar junto a ellos—. Mueve ese culo gordo a la pista, la tenemos disponible por una hora. Estar lejos de él no te matará.
—Los odio —masculló el castaño al sacar el plástico de seguridad de las cuchillas y entregárselos—. La siguiente vez no lo dejaré pasar tan fácil, sólo porque sé que tienes razón.
—Gracias, Ángel —murmuró con afabilidad, estirándose para besar su mejilla. La reacción que obtuvo lo hizo reír. Un precioso sonrojo que acentuó aquel ya existente por el frío del lugar.
Luego de verlo marchar con el otro alfa, Mingi procedió a tomar asiento en las gradas, cuidando las cosas del omega. Suspirando con pesadez, permitió que sus músculos se relajaran mientras miraba a la lejanía a Hongjoong girar con ayuda de Seonghwa, su sonrisa no se llegó a formar cuando Yeosang llegó a su lado. Sin cámara ni papeles en esta ocasión. Facciones relajadas y una mirada solemne en la cara.
—Me disculpo de antemano por la rudeza de Hwa, él sólo está preocupado —empezó diciendo, voz serena, y en el registro cómodo de su barítono. Agradable al oído, casi gentil—, ha sido un tiempo desde que vimos a Joong con otro alfa.
—En ese caso, lo siento si causé una mala impresión.
—Ese es el problema —comentó el beta tras una respiración profunda—. No has causado ninguna hasta el momento.
—¿Y es eso malo? —preguntó con honesta confusión. ¿Debería decir alguna estupidez clasista para que les agrade?
—No. Es el otro problema —admitió con una sonrisa débil que le desconcertó—. Anoche escuchamos a Joong reír sin parar.
—¿Lo siento?
Riéndose, Yeosang sacudió las manos—. Quería agradecerte —le aclaró con una sonrisa más formada. Pómulos firmes elevados y ojos entrecerrados con ligereza—. Fue un poco extraño escucharlo carcajear, pero reconfortante al mismo tiempo, ¿sabes? Su primer novio fue un imbécil y el último un bastardo. Sólo salió con tres chicos que valieron la pena, pero la cosa no fue más allá de la casualidad, por lo que es refrescante que estés en su vida.
—Nosotros no estamos saliendo.
—Lo sé, pero actúan como si lo estuvieran. ¿O no lo has notado?
—Sólo soy su pilar.
—No trato de convencerte de lo contrario, sólo es una observación como alguien ajeno al vínculo. Ambos sabemos que ese tipo de relaciones es difícil mantenerlas platónicas. El lobo se encapricha y la compatibilidad te sesga de otras opciones, sin contar el apego que surge con el tiempo.
—¿Experiencia propia?
—Nah —contestó en una actitud más relajada—, sólo salgo con alfas de manera seria. Éstas cosas, alfa-omega, no las entiendo. Pudiste notarlo aquella vez en los vestidores.
—Hiciste lo que creías correcto, no veo lo malo en ello. Intentaste ayudarlo, es lo único que importa.
—Dios, Hwa tiene razón, es asqueroso que seas tan perfecto.
—¿Perfecto? —cuestionó con una ceja en alto—. No considero serlo — y a continuación de eso, dijo:—. Vamos, ¿quién lo es?
—Tú al parecer.
—Sólo hago lo mejor que puedo todo el tiempo, ese es el truco.
Y en el instante que lo dijo, a la distancia, Seonghwa soltaba la mano de Hongjoong que se deslizaba por el hielo con delicadeza, no obstante, en un momento de suspenso, lo vio detenerse de repente y por la inercia, comenzar a girar en su mismo eje, las piernas cruzadas y los brazos pegados al pecho a una velocidad abrumadora. Embelesado por lo etéreo de la imagen, no pudo evitar aplaudir. Ganándose la atención de los amigos.
Al terminar, Hongjoong realizó una reverencia en su dirección, la mano derecha en el pecho y la cabeza ligeramente inclinada. Al levantar la vista, el omega le ofreció una sonrisa cegadora, arrugas en las comisuras de los ojos, dos orbes brillantes y una dentadura expuesta en una felicidad trascendental.
Era precioso.
—Te apegaste —murmuró Yeosang a su costado, rompiendo la burbuja de ensoñación en la que se había visto envuelto.
Parpadeando, asintió sin dudas de por medio. ¿Para qué mentir? Era un alfa de extrema derecha y la expresión de su genética funcionaba el doble de rápido, era más acelerada incluso en asuntos mundanos. Cuando se trataban del corazón y los sentimientos, se potenciaban. Una intensidad que abarcaba mil soles.
—¿Él lo sabe?
—No dudo que lo intuya. Es listo, incluso si es despistado, no es tonto. No hay que subestimar la intuición de un omega.
Y él siempre lo había creído igual, los omegas tenían esa capacidad especial para distinguir el cambio de humor en las personas, pero sobre todo, la habilidad para notar las transformaciones imperceptibles en el ánimo y el aura de los alfas. Por eso se pensaba que eran una combinación que no fallaba, perfecta a los ojos de Dios. No obstante, estaba demostrado que otras también funcionaban con la misma exactitud. Incluso si eran el principio y el fin de la pirámide, nada se encontraba enteramente limitado a ellos. Las vertientes existían por alguna razón después de todo.
Crear balance. Construir diversidad. Representar libertad de elección. Llenar el mundo de colores y distintas matices de amor.
—¿No te asusta?
—Soy un alfa de omegas, mi único temor radica en la salud y el bienestar de Hongjoong, de ahí en fuera, las cosas serán del modo que tengan que serlo.
Aceptando su dictamen, el beta no comentó más. Sumiéndolos en un silencio acogedor. Mientras el afecto que sintiera por Hongjoong no fuera cuestionado ni puesto en duda, Mingi no sentía la necesidad de preocuparse por algo.
Y mientras lo observaba reír en los brazos de su amigo, el alfa estaba dispuesto a ponerse de rodillas y a inclinar la cabeza con tal de servir a ese omega en particular.
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