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❈•≪25. Adpicāre≫•❈

Despertar con Hongjoong arrullado a su costado, pese a que la noche anterior armaron una muralla de almohadas, puso un sentimiento indescriptible en el pecho de Mingi. Cercano a lo acogedor y distante a la fascinación pura. El omega lucía tan pequeño en comparación a él, además, la imagen se potenciaba al estar hecho una bola y con el rostro oculto en su cuello. Verlo en ese estado de vulnerabilidad y confianza ciega, despertó nervios que no sabía que existían antes.

Sin embargo, a pesar de lo tentador que pudiera ser, no se permitió permanecer sumergido en esa fantasía por mucho tiempo, y al notar su brazo rodeando la cintura ajena, lo retiró con delicadeza. Sin tener intenciones de perturbar el sueño de quien parecía muy cómodo en las redes de Morfeo.

Procurando actuar con un mismo sigilo, Mingi alejó su cuerpo del otro, no obstante, obtuvo algo de resistencia por parte del castaño, quien sin él darse cuenta, tenía no sólo usaba su brazo de almohada sino que también, tenía una mano cerrada alrededor de su remera gastada. Sosteniéndose a él como si fuera una especie de resguardo protector. Asombrado por esa inconsciencia, el alfa no supo qué hacer. Quería quedarse allí pero a su vez, necesitaba usar el baño.

Era la encrucijada más estúpida que había tenido nunca.

«¿Debería sólo despertarlo?», se cuestionó en un punto aleatorio de su ridículo dilema.

Y se encontró muy dispuesto a hacerlo, pero al darle una segunda mirada al omega, la respiración del alfa desapareció de sus pulmones y lo dejó suspendido en una realización tardía. Hongjoong era adorable. Ahora mismo, con la cabellera revuelta y un lado de la mejilla marcada por el material de su remera, a Mingi no se le ocurría una descripción que fuera más acertada que esa: adorable. Relamiéndose los labios, sus ojos oscuros recorrieron cada centímetro de aquel rostro con un afán hambriento y desconocido. Era la primera vez que lo observaba así de cerca.

Hongjoong siempre fue alguien inalcanzable para él, de temperamento duro y personalidad volátil, que lo hacían simplemente una imagen lejana e inamovible, rodeado por murallas de carácter férreo. Como un retrato lleno de capas y bien protegido. Con ojos redondos bañados en un castaño difícil de catalogar y brillantes en una expresividad de fuego, adornados por unas pestañas largas y tupidas que suavizaban la intensidad de su furia y del filo de sus facciones, destapando ese lado delicado que era enmarcado por mejillas regordetas y una nariz respingada con un puente pronunciado. Atributos que encerraban su atractivo de una manera compleja pero cautivadora al mismo tiempo.

Una combinación abstracta de admiración y anhelo que despertaron sensaciones de apego en el corazón de Mingi.

Y él supo que se trató de ello en el instante que Hongjoong abrió los ojos y lo miró con sus grandes pupilas confundidas y lo único que Mingi quiso hacer fue abrazarlo y no soltarlo.

Y no le extrañó que sucediera de esa forma, por el contrario, le sorprendía que hubiera tardado tanto en darse cuenta de cuán grande era su estima por el otro hombre. Después de todo, era bien sabido que los alfas tendían a desarrollar una sensación de apego y un aprecio romántico más rápido que los omegas o los betas. Al día de hoy no se estaba seguro si era una cuestión genética o por razones reproductivas. Pero sí algo sabía él, es que no tenía que ver con ninguna de esas dos hipótesis.

Cuando le dijo a Hongjoong que era un alfa de omegas, no mentía, y cuando decía que orgullosamente servía a ellos, tampoco lo hacía. Desde pequeño siempre tuvo una inclinación especial por los omegas. Una debilidad que no se describía con palabras, simplemente se experimentaba en la carne y se percibía en la piel erizada. Sensaciones que iban más allá de cualquier concepto y que se hallaba viviendo en ese preciso instante.

Había desarrollado un apego emocional.

Y la realidad no le atemorizaba, sencillamente porque se lo veía venir, tardó en notarlo pero eso no cambiaba nada. Estaba muy consciente de que no era correspondido, Hongjoong podía sentirse seguro con él y confiar hasta cierto extremo, pero no pasaba de eso. Y tenerlo presente era crucial. El apego era bien conocido por convertirse rápidamente en algo más profundo. De índole romántica, vaya. Pero en ese tema ya entraban en juego los sentimientos, aunque era de público conocimiento que la compatibilidad, dependiendo de cuán alta fuera, influenciaba los resultados. Sin embargo, sólo el corazón decidía a quién amar. Y el suyo aún no tenía nombre.

—¿Por qué me miras tanto? —preguntó Hongjoong con una mueca de incomprensión obvia, alejando el rostro unos centímetros.

—Porque acabó de darme cuenta que eres hermoso.

Contra todo pronóstico, la reacción del omega, esta vez, no fue una rodada de ojos indiferente o un golpe juguetón en el hombro con recientemente acostumbraba a hacer, para nada. En lugar de una actitud frívola, obtuvo algo más genuino: el crecimiento gradual de un sonroso gentil en las mejillas del castaño.

Un deleite a la vista.

—¿Qué mierda estás diciendo a las...? —todavía sonrojado, el omega se cortó a sí mismo—. ¿Qué horas son?

Girando sobre su hombro, Mingi miró su despertador de mesa marcar las nueve de la mañana, asombrado de que fuera tan temprano, se volteó hacia el escurridizo de Hongjoong que, sin él notarlo, se apartó de su brazo hasta bajar de la cama.

—¿A dónde vas? —preguntó con curiosidad, apoyándose en el codo y descansando la mejilla en la palma.

—Al baño, ¿dónde más iría?

—No lo sé —dijo con aires maliciosos—. Podrías querer escaparte.

—Estás demente.

Fue todo lo expresó el castaño con una mueca de horror falsa antes de desaparecer en el interior de su baño, dejando al pelinegro sumido en una diversión delirante que lo tuvo a las risas. Sacudiendo la cabeza, se impulsó con ambos brazos fuera del colchón y, a pesar de su urgencia por usar el baño, se encaminó al armario por prendas nuevas que reemplazaran la remera gastada que traía encima. Y una vez hizo su elección, salió del cuarto, dirigiéndose por un pasillo alargado hasta llegar a una puerta caoba. Al abrirla, dio con la imagen del espectacular receptor de los Kia Tigers, echó un desastre de saliva y greñas desorganizadas. Las piernas despatarradas y la cara aplastada contra una almohada.

Negando con afecto, se dirigió directo al pequeño baño en el interior de la segunda habitación más grande del Penthouse con total normalidad. Procurando eso sí, mantener la quietud al margen mínimo posible.

Una vez en la ducha se deshizo de las prendas que se obligaba a usar de piyama en presencia del omega y se fundió en el agua templada, permitiendo que su calidez acogedora se lleve el estrés de los últimos días. Cerrando los ojos, incluso mojó su pelo aunque no planeaba hacerlo. Mientras más pasaba allí de pie, mayor era su percepción de los nudos que tensaban sus músculos y la forma gradual pero firme en la que se deshacían, como cuerdas que se aflojaban de lazos de seda. Suspirando del gusto, perduró hasta que la rigidez se volvió un recuerdo que el agua arrastró consigo.

Al terminar y al secarse, se colocó una camiseta, simplona y de color blanca, un tanto suelta, ideal para acompañar el ambiente cálido de finales de verano. En las piernas unos pantalones sueltos y de mezclilla azul, tenía algunas roturas en las rodillas que le daban un toque más jovial a su apariencia completa. Pasándose los dedos por la cabellera todavía húmeda, se planteó usar el secador de su mejor amigo, pero con tal de mantenerlo dormido, se ayudó con una toalla. Los resultados no fueron los que esperaba ni perfectos, pero le sirvieron bastante.

Sigiloso como al entrar, abandonó las comodidades de su compañero de piso y amigo.

Al instante que doblaba en la única esquina del pasillo, se topó con la silueta menuda de Hongjoong que salía de su habitación, espabilado y recién duchado. Aunque usaba las mismas prendas de la noche anterior, lo que lo puso en evidencia fue el aroma fresco a menta de su gel de baño. Al cruzar miradas, su instinto natural fue sonreírle, en el caso del omega, desviar la mirada y salir disparado hacia las escaleras. Riendo de su comportamiento escurridizo, no demoró en seguir sus pasos.

—Es un poco espeluznante verte sonreír tanto —comentó el omega que iba por delante, ralentizando su andar presuroso—. Estoy acostumbrado a tus miradas de odio, ¿sabes?

—Para serte sincero, creo y sin ánimos de ofender, que ese es un criterio que se aplicaría a ti.

Guardando silencio unos segundos, el castaño hizo un sonido gutural, cercano a un mhm, que delataba su estado evaluativo.

—¿De verdad me estás diciendo que nunca me odiaste? —preguntó de repente, con aires de curiosidad y una inflexión que no pudo determinar—. ¿Ni siquiera un poco?

Por asombroso que suene, no, nunca lo había llegado a odiar. Resentir sus actitudes irracionales y sus arrebatos de violencia, eso sin dudas. Pero no había llegado a gestar un sentimiento de rechazo tan intenso, simplemente porque entendía que no se debía a él. Sólo era una reacción condicionada por malas experiencias que había tenido con alfas y peloteros en general, Mingi había resultado ser una especie de detonante sin siquiera preverlo.

—¿Suena demasiado increíble?

—Bueno, algo —admitió en un acto de sinceridad, voz baja pero audible—. Fui un bastardo sin corazón contigo.

Mingi dio un par de zancadas para lograr llegar al final de la escalera, y una vez se encontró allí, se agachó hasta presionar su nariz en la mejilla de Hongjoong, frotándola unos segundos a modo de consuelo. La explosión de feromonas dulces que hubo fue instantáneo.

—Yo fui una basura también, Ángel. ¿Ya lo olvidaste?

—Si lo comparas conmigo...

—Ya te lo dije —murmuró el pelinegro en un suspiro, viéndolo desde arriba—, no es una competencia. Ninguno de los dos va a ganar nada por mencionar lo peor del otro o lo idiotas que fuimos, lo importante es reconocer que no estuvo bien y redimir nuestras actitudes infantiles.

—¡Dios! —exclamó Hongjoong con las manos en el rostro—, ¿por qué suenas más maduro que yo? Se supone que soy unos meses mayor. ¿Qué dice eso de mí?

—Nada —respondió Mingi con un indicio de sonrisa gentil—. Eres una buena persona con sus defectos, es todo. Siempre puedes mejorar.

—Es grotesco lo sencillo que lo haces sonar.

Y él quería hablar de terapia, de que le haría bien iniciarla o mínimo, para no presionarlo, comentar que no lo lastimaría tomar unas sesiones con algún profesional acreditado. No obstante, sabía qué anticipar de Hongjoong y una reacción positiva, estaba lejos de sus parámetros. Sin embargo, no es algo que no propondría en un futuro. Sólo esperaba que fuera cercano, antes de que el daño se arraigara con raíces fuertes.

—¿Quieres desayunar primero y luego ir a tu departamento?

—No me parece mal comer en el camino. Sé que no es lo mejor, pero tengo ganas de algo insalubre.

Apretando los labios, el moreno se tuvo que forzar a asentir—. ¿Qué tal unos fideos?

—Con unas sodas no suena mal.

Negando su impulso por querer insistir en algo menos dañino, el pelinegro se vio a sí mismo accediendo con un poco de esfuerzo extra. Después de todo, no les haría mal si era sólo hoy. Además, encontrándose el omega de tan buen humor, ¿qué podía hacer él como alfa para negar su antojo?

Absolutamente nada.

Y eso ni siquiera era lo peor, presentía que sería un día largo de regreso a Seúl.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

—¿Por qué rayos no nos avisaste que te quedarías con él?

Inmediatamente al entrar a su departamento, Hongjoong se vio asaltado por una brusquedad inopinada y un Seonghwa de mala cara. Yeosang en cambio, si bien tenía el ceño fruncido, se mantenía compuesto en el sofá. Viéndolo con ojos castaños y acusadores.

Pasmado, el omega tardó unos segundos en reaccionar. Los cuales le costaron una mirada crítica por parte del alfa albino.

—Surgió de la nada, ¿de acuerdo?

Resoplando, el patinador se cruzó de brazos frente a él—. ¿Simplemente pasó y se te olvidó escribir?

—Sí, me olvidé. Su equipo perdió y quise consolarlo...

—¿Por eso apestas a feromonas de alfa? —inquirió de repente, sin dejarlo terminar.

Hongjoong respiró hondo, contando de cincuenta hacia abajo en su mente. Odiaba que lo interrumpieran, sin embargo, estaba hablando con Seonghwa, su amigo tenía un don para la inquisición bruta. Mingi mismo lo había comprobado. Diferente a Yeosang, que tendía a escuchar, respetar los silencios y preguntar con una elegancia de clase alta. Eran dos opuestos que se complementaban increíblemente.

Por otro lado, el omega quería decir que no "apestaba" a feromonas alfas. Ya que el alfa en cuestión, apenas lo había marcado en la mañana, y de eso habían pasado cuatro horas. El aroma a orquídeas era tenue en su piel y apenas podía percibirse que había estado con alguien del tipo dominante. No obstante, reconocía que pasar la noche enredado entre las sábanas del lanzador, acentuaron ligeramente las notas que llevaba encima. Pero nada muy grave o notorio. Seonghwa sólo exageraba como tendía a hacer.

Además, realmente no había planeado quedarse con el moreno, simplemente se dio. Por más loco que suene. En su afán por animarlo terminó achispado y con sueño, las horas se les escaparon de entre los dedos y, de esa manera tan aleatoria, sucedió que pasó la noche en su residencia. Pero como bien mencionó, fue una situación de circunstancia.

—Sí, porque novedades para ti, Hwa. Tengo uno.

Contrario a lo que ideó en su mente, acabó diciendo un comentario totalmente infantil e irónico, que le hizo ganarse un quejido disgustado por parte del albino y le robó un suspiro al, hasta ahora, callado beta. Pero cualquier cosa que el primero del par fuera a decir, se quedó atorado en su garganta cuando la confusión invadió su mente y entorpeció sus palabras al escuchar los dígitos de la puerta ser introducidos, para en consecuencia, verla abrirse con facilidad. Descubriendo al otro lado, la silueta grande y bien construida de Song Mingi.

Tanto la reacción de Seonghwa como la de Yeosang, fueron un espejo de la otra. Ojos grandes, cejas elevadas y labios entreabiertos en una exclamación muda mientras que sus engranes se ponían a trabajar y juntaban las piezas. Las cuales obviamente llevaban a una sola respuesta: le había dado la clave a un alfa.

La clave a su casa.

—Reunión —decretó el albino casi al instante, un tono serio y una expresión cerrada. Libre de cualquier juicio o emoción—. Los tres necesitamos hablar —agregó con la misma cadencia, pasando la mirada al moreno a su espalda—, a solas, si no te importa.

Desconcertado, Mingi ingresó y se agachó unos centímetros detrás de él, el calor de su cuerpo siendo la única advertencia de la cercanía inminente.

—¿Sucede algo malo? —preguntó cerca de su oído, manteniendo la intimidad la mínimo.

—Nada serio, puedes esperarme en el cocina —le dijo en un suspiro, volteándose a verlo—. Estaré bien, es sólo..., nada malo. Lo prometo, grandulón.

Asintiendo de manera solemne, Mingi le dio una última mirada antes de quitarse las zapatillas y cargar las bolsas hacia la cocina. Porque en su viaje de carretera, el tipo terminó dándose cuenta la razón por la que tardaba y aún seguían sin mandarle su plan de alimentación, porque básicamente no tenía uno. Lo que explicaba la falta de alimentos y condimentos en la despensa, según el lanzador. Y razón por la cual, acabaron haciendo una parada para realizar las compras. Terminando de ese modo con varias bolsas y llegando pasado el mediodía.

—Qué asco —escuchó decir a Yeosang cuando Mingi despareció por completo de la vista de todos—. Le pusiste un apodo —señaló con una inflexión acusatoria.

En defensa de su persona, Mingi era grande. Hombros anchos y espalda amplia, junto con un pecho de pectorales firmes. Poseía unas piernas carnosas y alargadas que lo hacían ver el doble de alto, muslos gruesos y fuertes. Bajo ese contexto, se le hacía que "grandulón" era muy apropiado. Y tampoco es como si hubiera analizado demasiado la complexión ajena, el mote simplemente escapó de sus labios en un movimiento irreflexivo de su boca.

Es lo que había sido.

—Lamento no haberles avisado que me quedaría en su casa —se adelantó a decir, enterrando los pensamientos indeseados de su mente—. En serio no fue intencional...

—Eso ya nos quedó claro —intervino Yeosang con una voz calma—. Ese no es el problema aquí. Le diste tu clave.

Relamiéndose los labios, Hongjoong se acercó más a la sala, queriendo mantener la privacidad del asunto lo más secreta posible. Inconscientemente, no queriendo perturbar el ánimo del alfa pelinegro.

—Fue en una muestra de confianza.

—¿Acaso perdiste la razón? —cuestionó Seonghwa con una aspereza familiar—. Apenas se conocen —dijo tras realizar un ademán con la mano en su dirección y de la cocina—. Mira, no voy a mentirte, parece un buen tipo y todo, pero lo llevas conociendo de verdad unas pocas semanas. Ni siquiera mencionaré lo poco que se han visto en persona. Y no es por ser prejuicioso, pero es de extrema derecha, y eso significa que cada atributo en su genética está potenciado a diferencia de nosotros. Ninguno sabe si es un maniático celoso o un bastardo posesivo.

—En realidad, eso sonó bastante prejuicioso —mencionó Yeosang con las cejas fruncidas, para luego suspirar—, pero entiendo el punto. Y no quiero darle la razón, Joong, pero no sabes cómo es su carácter de alfa.

Mordiéndose el labio inferior, el aludido se pasó las manos por el pelo en signo de frustración. Los puntos de sus amigos eran más que válidos y lógicos, en cambio los que él tenía para ofrecer, eran meramente instintivos. Porque en su defensa, había conocido el carácter de Mingi en distintas circunstancias y hasta ahora, Hongjoong creía que no había sido más que bueno de una forma absurda.

Sin embargo, reconocía que no podía ni tenía las herramientas para saber si el tipo era o no celoso o del tipo posesivo, ya que hasta ahora, no había demostrado señales en lo absoluto. Lo que dificultaba hacer un juicio preciso de su conducta o futura conducta, mejor dicho. En dos ocasiones demostró no temer usar la violencia en quienes consideraba desechos de la humanidad, bastardos sin moral ni respeto, pero eso era todo. Jamás estuvo dirigido a él o alguna persona que no lo mereciera. Y lo siento, pero en su criterio personal, Eunyeong merecía que lo corrigieran del modo que fuera.

El imbécil era de lo más bajo.

—Él me dio su contraseña primero —argumentó de manera endeble, sin saber cómo defender al moreno de las graves acusaciones.

—Ese no es el punto, Joong —objetó Seonghwa con un tono cansado—. A la última persona que le diste tu clave fue a un novio, y hasta donde sabemos, ustedes no son pareja.

—Pero es mi alfa —dijo en un tono más resuelto, enfrentando la mirada de ambos—. Ha cuidado de mí en varias ocasiones y no ha intentado nada, me ha visto en mis peores estados y aún así fue compasivo y gentil, considero que son bases lo suficientemente fuertes como para darle un voto de confianza.

—¿Y qué pasa si no?

—Tú hablaste con él —señaló el omega en un quejido frustrado—, comenzando a caminar de un lado al otro—. Lo interrogaste, lo escuchaste hacer promesas...

—Pueden romperse —razonó Yeosang, removiéndose en su asiento. Hongjoong no se veía ni olía muy bien.

—Pero él hizo una conmigo —respondió en un mascullo, enseñando la palma—. Ese tipo de promesas no las hace cualquiera.

—Incluso así...

Hongjoong resopló en seco y sacudió la cabeza varias veces, en una negación ciega. Ya no se trataba de defender el nombre de Mingi y lo que conoció de él hasta el momento, ahora su exasperación y latente congoja se relacionaba con lo poco confiable que parecía ser su juicio. Se encontraba tan abrumado por la crudeza del hecho de que sus amigos no confiaran en su decisión, que su respiración comenzó a estragarse.

En el pasado había tomado malas decisiones: parejas que no valieron un centavo, idiotas de compañía que sólo se aprovecharon de su nombre, y los inyectables que había usado para frenar su ciclo natural, por acontecimientos como esos entendía que desconfiaran. Comprendía muy bien que se mostraran escépticos, pero aún así le decepcionaba.

—Sólo es preocupación —murmuró Yeosang, levantándose del sofá. Un tono bajo y acogedor—. No diré que estoy de acuerdo con tu decisión —agregó cuando se encontraron frente a frente—, pero confío en qué sabrás qué hacer si las cosas no son lo que esperas.

—Gracias —murmuró, dubitativo. No muy reconfortado por las palabras.

—Eres un adulto —comentó Seonghwa, mucho más resignado que el beta—, estás en tu derecho de elegir lo que creas más conveniente, y si confías en él, adelante. Si más tarde las cosas se ponen feo, nos tienes a nosotros.

—Lo sé y siempre he agradecido eso, pero de verdad pienso que es un buen alfa.

Yeosang y Seonghwa cruzaron miradas unos segundos—. De acuerdo —dijo éste último—. En ese caso, le daremos un voto de fe.

Por segunda vez, Hongjoong agradeció la decisión final de sus amigos, sólo para acto seguido, dirigirse a la cocina para integrar a Mingi a la sala, sin darse cuenta de la enorme sonrisa en su cara. En el corto trayecto, el alfa preguntó por su bienestar y él sólo ensanchó la sonrisa que todavía desconocía portar.

Decir que las cosas fluyeron bien al principio con los cuatro allí, sería mentir en grande. Fue incómodo y no hallaron un tema que fuera conveniente para ninguno, eso hasta que Seonghwa se hartó y decidió poner uno de sus ensayos en la televisión, explicando algunos tecnicismos y disconformidades con los nuevos cambios de la rutina. Lo que por consecuencia, hizo que Yeosang participara desde un objetivo menos profesional, pero en cambio Hongjoong, ofreció críticas constructivas que dejaron a Mingi asombrado y en una nebulosa absurda de dudas. Lo que sirvió para crear otro motivo de plática.

Una mañana un poco caótica pero funcional.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

—Así que, ¿patinador juvenil, eh?

Luego de que la tarde se les escapara de entre los dedos y todos se hallaran más cómodos entre sí, se dispusieron a preparar la cena. Y aunque de nuevo, no fue planeado, Mingi se terminó quedando y siendo parte de ella luego de asegurar que su horario se encontraba libre. Lo que Hongjoong confirmó al mostrarlo desde su móvil. Pasando por alto las notificaciones más recientes. Su actitud activa le hizo ganar esas miradas por parte de sus amigos. Indescifrables y cómplices entre ellos que seguía sin comprender del todo.

Llegada la noche, sus amigos nuevamente decidieron pasar la noche allí, al igual que Mingi se volvió a instalar en su dormitorio. Hongjoong no se opuso a la petición silenciosa y guió al moreno al interior, dejando que se acomode mientras él descansaba en la cama, inquieto por una particular razón que deseaba continuar ignorando.

—Creí que lo sabías, estás obsesionado conmigo.

Riendo, el alfa se paró al borde de la cama con las manos en las caderas—. Ambos sabemos que no es cierto —le dijo al detenerse—. Pero en serio, eso es impresionante. Ahora entiendo lo que dijiste en la pista aquella vez.

Sin ánimos de corregir la percepción de Mingi, Hongjoong se arrastró en la cama hasta llegar frente al moreno—. ¿Qué hay de ti? —preguntó con la cabeza ladeada, mirándolo con ojos grandes y ávidos—. Vi muchos trofeos en tu casa y no eran de béisbol, la mayoría al menos.

—¿Quieres adivinar? —le preguntó en un tono juguetón, sonriendo con suavidad.

—No, preferiría que me respondas.

Riéndose, el moreno negó con resignación—. Fui nadador en la universidad —le contestó al final, plasmando una expresión de incredulidad en el castaño. Mordiendo su labio inferior, el alfa avanzó hasta que sus rodillas chocaron con la cama—. ¿Puedo abrazarte?

Absteniéndose de las palabras y en una actitud complaciente, Hongjoong rodeó los hombros de Mingi, inmediatamente después, los brazos grandes del moreno se apretaron alrededor de su cintura estrecha. Apenas pegando sus cuerpos, lo suficiente como para que sintieran el calor ajeno pero no como para que les fuera invasivo. O como para que haya un contacto real entre sus figuras.

—Entonces, ¿nadador?

El pelinegro asintió—. Era un deporte que requería disciplina y me gustaba, no había mejor opción en aquel entonces. Además, podía salirme de las clases por las prácticas y daban puntos extras.

Sonriendo, el omega fingió una mirada de reproche—. ¿Rompiendo las reglas desde joven?

—Lenguas nunca fue mi fuerte —fue la excusa que usó, encogiéndose de hombros.

—Preguntaría si eras bueno, pero he visto los trofeo y las medallas, así que lo asumiré.

—¿Qué me dices de ti en el patinaje? ¿Eras bueno?

—No era malo —dijo tras pensarlo un rato—, pero nunca me gustó a diferencia de ti con la natación. Era más una obligación. Ya sabes —comentó con un ademán despreocupado—, un sueño heredado.

—¿Paterno? —preguntó con cautela.

El omega negó—. Mi madre, quizás las conozcas. La "Reina", Im Haesuk.

El alfa frente a él, abrió los ojos como dos bolas y balbuceó torpemente antes de aclararse—. La dos veces medallista olímpica. ¿Es de ella de quién estamos hablando?

—Todo un talento —replicó en un tono sardónico—, lástima que su hijo tenía otras aspiraciones.

Percatándose de su cambio de humor, el moreno pegó la nariz a su sien izquierda—. No está mal tenerlas, ¿lo sabes, no?

—Díselo a ella si un día la conoces. De seguro le encantaría oírte.

—¿Por qué? —cuestionó al separarse, sonriendo para el desconcierto del omega—. ¿Le gustan los hombres con la voz grave?

—Eres ridículo —afirmó con un rostro de falsa exasperación, para acto seguido, romper a reír—. Estás loco, en serio. ¿Qué tonterías son esas? ¡Es una mujer casada!

—Al menos su hijo está soltero.

Ahogado en la diversión, Hongjoong comenzó a lagrimar de la risa, y en un acto de descuido, perdió el balance, yéndose hacia atrás y llevándose consigo a Mingi. Quien no pudo evitar carcajear también.

—Deja de intentar ligar conmigo.

—¿Por qué, Ángel? No veo que te disguste.

Sonriendo, el omega procedió a rodar los ojos—. Sólo para y ya —le ordenó entre risas—. Y ya basta con eso de "Ángel", es vergonzoso.

—¿Por qué mientes? —pregunto el alfa con una suavidad de terciopelo, viéndolo desde arriba con unos ojos de obsidiana—. Está bien si te gusta, ¿sabes? Nadie te juzga.

—No me gusta.

Inclinándose hacia abajo, Mingi ocultó el rostro en el cuello de Hongjoong, tomándolo por sorpresa pero no espantándolo. Confundido y sin saber qué pretendía el alto, el castaño aguardó con el corazón desbocado y la sangre corriendo a mil en sus venas. Retumbando con la fuerza de unos tambores en los oídos.

—Cada vez que te llamo "Ángel", tu aroma se vuelve más dulce —le informó en una voz grave pero gentil, las notas rasposas de su cadencia acentuadas y haciéndole cosquillas en la piel—. Es fascinante.

Expuesto, el omega golpeó al alfa en la espalda, haciendo que se aparte y lo miré con los ojos entrecerrados, desconcertado por la repentina actitud agresiva.

—Si se lo dices a alguien, te mataré —advirtió con una seriedad poco creíble y un dedo que temblaba por el nerviosismo.

Sonriendo, Mingi se inclinó y le besó la mejilla, la presión fue tan fugaz que apenas dejó un rastro al apartarse.

—Tranquilo, es nuestro secreto.

Asombrado por la osadía impropia, Hongjoong no pudo actuar hasta que espabiló por completo, alejado de esa nebulosa de fantasía y dulzura inesperada. Los golpes y las quejas fueron recibidas con risas por parte de Mingi.

Esa noche, bajo el manto oscuro que cubría las estrellas brillantes, la luna atestiguó la complicidad de dos almas afines.



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