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❈•≪24. Flirtation≫•❈

Hongjoong se encontraba acomplejado, por un lado, descubrir esas facetas de Mingi y su temor irracional a caerse, le parecieron acontecimientos fascinantes. Ya que de forma genuina no los había anticipado y por sobre ellos, se había divertido. No de su miedo y recelo un poco teatral, por el contrario, de la experiencia en sí. Por alguna razón, hizo que su interior burbujeara con sensaciones que no había tenido hacia el moreno antes.

Por otra parte, una voz en su cabeza le decía que no se dejara engañar tan fácil. Podía haber sido un teatro sólo para ganárselo, ya que a la hora de levantarse, lo hizo con relativa rapidez, y aparte de que logró mantener el equilibrio. Lo que de algún modo, sonaban como detalles ridículos para examinar si lo pensaba demasiado a fondo.

Pero esa era la cuestión que le sacudía las plumas recientemente, no quería pensar nada muy a fondo. Sólo quería sentir las cosas, vivir las experiencias de la manera en las que se presentaran y no dudar de todo por el afán de hacerlo.

Mingi había demostrado tener la paciencia de un santo, la determinación suficiente como para lidiar con alguien como Hongjoong, que reconocía ser obtuso para algunas cuestiones y en general era terco como una mula vieja. Asimismo, su temperamento no era de la mejor clase. Reaccionaba muy fácilmente y no con una predisposición muy positiva tampoco.

Lo que eran unos pocos puntos negativos en una lista entera de ellos.

Y que no los reconociera en voz alta, no significaba que no fuera consciente de éstos. Porque lo era. Y bastante en realidad, a un extremo que le avergonzaba algunas veces las actitudes que tenía. No obstante, procuraba resguardar ese lado suyo para sí mismo. Porque siendo sinceros, ¿de qué servía compartirlo?

Pero ignorando sus complejos a desmenuzar, había un detalle que en las últimas semanas que empezaba a hacerle ruido en el fondo de la mente: la ausencia de Mingi. A ver, si bien es verdad que ellos se comunicaban por mensajes y el tipo lo había llamado en una ocasión para decirle que golpeó a Eunyeong; lo que agradecía enormemente, ya que el imbécil en serio lo merecía. Desde entonces no se habían vuelto a ver. En esas semanas, Hongjoong se mantuvo ocupado con la rehabilitación de su hombro, la que estaba siendo un dolor en el culo como bien le advirtió el alfa. Los ejercicios musculares y las revisiones constantes a su estado, eran un real infierno.

Y Mingi por su lado, estaba ocupado con el inicio y los entrenamientos de la postemporada. La cual se hallaba a la vuelta de la esquina, y de hecho, tenía a todos los peloteros ansiosos. Principalmente aquellos que habían logrado calificar entre los 5 mejores de la temporada regular. En cuales la presión eran mayor. Lo que por obvias razones, dificultó al punto de imposibilitar, el que pudieran estar en un mismo sitio. Y ese diminuto detalle, que debería de ser insignificante, le molestaba.

—Es tu alfa —dijo Seonghwa en algún punto de su introspección, haciéndolo brincar en el sofá. Su tono sereno y la mirada fija en el celular—. Por eso lo extrañas tanto.

Incrédulo por la aseveración ajena, Hongjoong no pudo evitar realizar un sonido de indignación desde el fondo de la garganta.

—¿Quién dijo que lo extraño? —preguntó con un tono agudo. Una inflexión reveladora—. Segundo —murmuró con dos dedos en alto en representación—. ¿Cómo sabes qué estoy pensando? ¿O en quién?

—Cualquiera lo deduciría con facilidad —objetó el alfa albino con una voz relajada, recostándose en el respaldo del sofá alargado a su izquierda—. Llevas días inquieto, moviendo esa pierna sin parar —agregó tras apuntar con su dedo a la pierna derecha que no dejaba de temblar, provocando que el omega se detuviera de inmediato—, aparte de que estás muy irritable.

—Por las sesiones de terapia —abogó en su nombre.

—A otro perro con ese hueso, Joong —comentó el patinador con indiferencia, apenas entrecerrando los ojos—. Dime, ¿cuándo fue la última vez que estuviste en contacto con un alfa que no sea yo o alguien de tu equipo?

Hongjoong sabía a dónde quería ir a parar Seonghwa, temas como el apego y el acostumbrarse a las feromonas, pero de eso estaba muy bien enterado, no obstante, no se encontraba de humor como para comentar al respecto o comenzar un debate interminable. Su amigo era amante de replicar hasta el fin de los tiempos, él no. Y mientras menos supiera, mejor.

Sin embargo, la notificación que brilló en su propio móvil en la mesa ratona de la sala, lo contradijo por completo, ya que no dudó en apresurarse a tomarlo. Casi desesperado por saber de quién se trataba. ¿Quieres verme jugar?, era el mensaje que le había mandado el pelinegro no presente. Sin ningún otro texto explicativo. Confundido y ávido por información, el castaño ladeó la cabeza y no demoró en devolver una respuesta, bastante simple cabía mencionar: ¿Dónde? La contestación que obtuvo de regreso, fue un poco más detallada que a la suya y rápida. Gwangju. Te conseguí un pase especial.

Un pase especial no sólo significaba buenos asientos, sino que hacían referencia a primera fila. El mejor lugar para avistar un juego de béisbol. Aunque el lugar con menor posibilidades de atrapar una bola. No obstante, ¿cómo llegaría hasta allí si su auto todavía se mantenía sin reparar? Pedirle a Seonghwa no era opción. Su amigo tenía entrenamiento y Yeosang ni siquiera se encontraba disponible el día de hoy. Además, siendo honesto, ¿qué tanto quería ver a Mingi jugar?

—¿Porqué tienes cara de constipado? —preguntó el mayor de repente, con su celular en el regazo y los ojos curiosos fijos en él. Brillando en esa intensidad café.

—Mingi me invitó a un juego —murmuró, ido, para pronto aclarar— A su juego contra los SSG Landers.

—¿Y cuál es el problema? —cuestionó el albino sin entender. Las cejas gruesas y oscuras fruncidas.

—Bueno, no es que haya uno..., sólo, no lo sé —dijo con un encogimiento de hombros, repentinamente frustrado—. Ya he visto sus juegos cuando nos tocaba de rivales y...

—Nunca lo has visto como un aficionado —corrigió Seonghwa con rapidez—. Mierda, Joong, tú no ves los juegos de nadie aunque deberías. Porque te lo recuerdo, es tu trabajo —declaró con un tono serio que hizo remover al contrario en su sitio—. Inténtalo con él —sugirió con mayor afabilidad—. Sólo una vez, podrías hasta divertirte sin no lo ves con ojos críticos.

—Son casi cuatro horas de viaje —intentó razonar de forma vaga. Ignorando sus últimas palabras.

—¿Mingi no ha viajado esa cantidad por ti también? —replicó el patinador con la misma seriedad anterior, una mirada compasiva que contradecía sus palabras firmes.

Y lo había hecho, en cada ocasión que necesitó del alfa, éste estuvo allí. No siempre, pero sí en las circunstancias más importantes. Inclusive sin un aviso previo. Sólo porque intuía que lo necesitaría. Había sido comprensivo y compañero. Mientras que él esperaba a que las cosas se le sirvieran en una bandeja como si fuera alguna clase de rey. Hongjoong no demostraba ni siquiera el mínimo esfuerzo si lo ponía en comparación.

Y ahora es que comprendía lo que el alfa le había dicho tiempo atrás sobre intentarlo.

Hongjoong
¿Es por algún motivo especial?

Enviado, 14:27.

Mingi (ーー;)
Verte. Ha pasado un tiempo.

Recibido, 14:28.

Mingi (ーー;)
Es sólo una idea.
Puedes negarte y dejarlo para luego.

Recibido, 14:30.

—¿Me acompañas a la estación de tren? —preguntó Hongjoong de repente, sorprendiendo a Seonghwa.

—¿En serio vas a ir? —cuestionó con incredulidad. Ojos bien abiertos y comisuras curvadas en una sonrisa sin terminar.

—Claro —dijo en un dejo forzado de indiferencia—. ¿Por qué no?

—Esto va ser tan interesante.

—Sólo vayamos de una vez, idiota.

Hongjoong
Espero un tratamiento especial al llegar.

Enviado, 14:47.

Mingi (ーー;)
Siempre lo has tenido, Ángel.

Recibido, 14:50.

Rodando los ojos, el aludido pasó por alto la sensación de calor en las mejillas, y tras enviar el último mensaje, se dispuso a recoger las cosas necesarias como para un viaje rápido a otra provincia de Corea. Después de todo, el doctor no le prohibió salir de su casa. Sólo que no se exaltara y se abstuviera de movimientos bruscos, lo que, lógicamente, incluía sus arranques de ira. Se perjudicaba más de lo que creía.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Contrario a lo que pensó en un inicio, llegar Gwangju, o más específicamente al estacionamiento del estadio de los Kia Tigers, no resultó siendo tan insípido. Su pulso era bestial y su corazón no había dejado de latir enloquecido desde que se subió al tren. Percibiéndolo en los oídos. Un ritmo ensordecedor y nervioso. No sabía si se debía a causa de los nervios o de la anticipación, cualquiera sea, hizo que sus terminaciones vibraran de una forma inesperada.

Lo que tampoco anticipó, es que Mingi se encontraría allí, recostando en la puerta de salida mientras esperaba que apareciera. Tragando en seco, Hongjoong no pudo evitar observarlo a detalle. Vestía unos zapatos rojos propios del uniforme, acompañado de un pantalón blanco que se ajustaba únicamente en la parte superior del cuerpo, la remera típica de un intenso y vivo color rojo le cubría el torso. Amoldándose a su silueta y brazos a la perfección. Y al tenerlos cruzados, los músculos saltaban, hinchados por la leve exigencia que le requería la acción. El nombre del equipo y el número que le correspondían: 20; estampados con orgullo en el material. La gorra ya familiar posada en su cabeza, apenas cubriendo su rostro de facciones angulares.

Lo que no se esperó, es que al reducir la distancia significativamente, el tipo se enderezaría y luego de asegurarse de que no había nadie a la vista, presionaría su nariz en su sien derecha. Saludándolo como habían acordado hacía semanas. No obstante, la última vez fue hace tiempo que lo tomó por sorpresa. Y más atónito quedó cuando sintió la presión ligera de algo sobre su pelo.

—En serio pienso que el rojo te sienta bien —murmuró Mingi al apartarse, sonriéndole con suavidad.

Espabilando, Hongjoong resopló, no obstante, se acomodó la gorra de mejor forma—. Tú sólo están intentando reclutarme.

—Bueno, un jugador como tú nos vendría bien.

—¿Defectuoso? —preguntó con una ceja en alto. Inquisitivo.

Rodando los ojos, el alfa le dio un toque en el mentón—. Ya deja de pensar tan bajo de ti mismo. Todos hemos tenido alguna lesión.

—Mhm —fue todo lo que ofreció como respuesta, desviando la mirada unos segundos—. Así que, ¿primera fila? —murmuró al aceptar el pase azul.

—Lo mejor de lo mejor para ti —aseguró con un esbozo de sonrisa y un guiño.

—Dios —farfulló entre dientes, conteniendo la risa—, estás haciendo que me arrepienta de venir.

Riéndose con sinceridad, el pelinegro se encogió de hombros—. Tú me lo pediste.

Hongjoong le pidió un tratamiento especial, sí, eso era cierto, sin embargo, nunca le pidió que le estuviera coqueteando. Si es que lo estaba haciendo. No obstante, no hizo mención de ello en voz alta. Demasiado avergonzado como para querer ponerlo en palabras.

—Sólo vete de una vez, deberías estar practicando con el resto no conmigo.

—Me gustas un poco más.

—Buena suerte.

Fue lo último que le dijo antes de voltearse, escuchando carcajear al moreno a medida que la distancia aumentaba. Inevitablemente y por inercia, sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa. Entretenido con el comportamiento descarado del alfa.

Al arribar a la entrada principal del estadio, se sumó a la cola de fanáticos que ansiaban ingresar. Para guardar las apariencias, Hongjoong se bajó la gorra hasta cubrirse el rostro por completo. Y luego de veinte minutos de espera, llegó su turno. Donde tuvo que no sólo mostrar el pase y su identificación, sino que también el rostro. Asombrando a uno de seguridad. Bastante normal, no era de ir a los juegos de sus oponentes más fuertes por ocio.

Al ingresar al estadio, fue directo al asiento que le correspondía, eludiendo lo mejor posible los periodistas que, para su fortuna, se hallaban entretenidos haciendo su trabajo al igual que los fotógrafos. Hundiéndose en su sitio, se aseguró de que la gorra le cubriera bien el rostro y, después de que sus inseguridades se hubieran amansado, fijó los ojos en el campo, notando a Jiyu con facilidad. El beta de cabellera negra se encontraba en un costado de su área, hablando con uno de los entrenadores del bullpen, aquellos encargados de los relevistas y cerradores de un equipo. Lucía relajado en su uniforme gris con franjas naranjas-rojizas en las mangas. Proyectaba la imagen de un receptor confiado y sabiendo lo bueno que era, se la tragaba.

Después de unos minutos del espectáculo exagerado de las mascotas compitiendo entre sí en bateo, el juego dio inicio.

Y odiaba admitirlo, pero Seonghwa había tenido razón. Era muy distinto ver un juego con ojos de odio y resentimiento, a verlo de una manera más analítica y despreocupada pero sin llegar a la indiferencia. Porque él no estaba allí, por más estúpido que suene. Se encontraba en el lado contrario, por fuera. Y qué revelador estaba siendo.

Si bien la primera mitad del enfrentamiento se la pasó viendo alrededor, al público eufórico que victoreaba nombres con el rugido de un animal y el ímpetu indescriptible de un fanático, la segunda parte del juego, no apartó la mirada de los jugadores que se movían de un lado al otro con cada nuevo bateo que sucedía. Y de vez en cuando, sus ojos se desviaban hacia el marcador. Llevando la observación estrecha del mínimo margen que separaba a los Kia Tigers de los SSG Landers: 4-3.

Una diferencia sutil de carreras para encontrarse en la sexta entrada. Pese a ello y aunque nada estuviera definido todavía, las posibilidades eran incontrolables al igual que las variables, por lo que ambos equipos debían mantener la guardias en alto si no querían acabar por ensanchar la brecha que los ponía en una situación segura.

Y Eunyeong realmente debería de enfocarse en el juego y ser más ágil al correr por las bolas que iban en su dirección, porque objetivamente, se hallaba trabajando con una lentitud más prominente que en ocasiones anteriores.

Lo qué sea que lo distrajera, debía sacárselo de la cabeza, porque los dragones de Incheon empezaban a notar su grieta.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Seonghwa volvió a tener razón, al salir del estadio y regresar al estacionamiento, pudo divisar la silueta pensativa de Song Mingi, recostado contra una pared sucia, vistiendo prendas nuevas y con un cigarrillo en los labios. Las luces naranjas del ocaso iluminaban su perfil con una suavidad que jamás presenció antes. Inspiraba a la melancolía y la soledad más pura.

Acercándose con lentitud, Hongjoong de repente se sintió incómodo en su propia piel, no sabiendo cómo enfrentar el hecho de que Mingi hubiera perdido 9-5 contra el equipo de Jiyu. En otra circunstancia se habría reído, lo habría celebrado y perdido información al beta receptor en cuestión. Sin embargo ahora, la situación era distinta. Se supone que ellos ya no se llevaban tan mal y el alfa era su pilar. Aparte de que por algún motivo desconocido, le sentaba fatal verlo con esa cara tan caída. Siempre lo había visto orgulloso, con el mentón elevado y una sonrisa austera, y ahora, tenía los ojos perdidos y la mirada en cualquier sitio menos en el presente.

Era raro.

No le gustaba.

—No tienes que verme así —habló el moreno de repente, sobresaltándolo—. Ellos son buenos, por un motivo ocupan el cuarto puesto en la Liga.

Lo que era cierto, a pesar de tener 8 derrotas a su nombre, los SSG Landers había obtenido 9 títulos por sobre el resto de equipos. Eran talentosos y con la organización adecuada, podían hacer que un equipo como los Kia Tigers que se los creía intocables por poseer 22 victorias desde que la Liga fue fundada, conocieran el sabor amargo de la derrota de vez en cuando.

Y el día de hoy había sido el caso.

Tragando en seco, Hongjoong jugueteó con los dedos y se retorció en su lugar, a un costado de Mingi, sin saber qué hacer. Porque estaba claro que el hombre se encontraba decaído, con un humor de perros pero hacía lo que estaba en su control para que su aroma dulce no se intensificara ni le causara molestias. Se estaba esforzando por ser un pilar. Cuando era obvio, que le tocaba al omega ser quién hiciera de apoyo al alfa.

Mordiéndose el labio, el castaño desvió los ojos al suelo e intentó pensar en algo, lo qué sea que le sirviera en esta ocasión. Porque él sabia qué funcionaba con Seonghwa: limpiar. Con Yeosang tomar té y con Maddox hablar de música. Un tema totalmente ajeno al béisbol. Pero, ¿qué distraía a Mingi? ¿Qué funcionaba con él?

—Estoy bien, Ángel —dijo el pelinegro, dando una última calada— Ya se me pasara. Lo prometo.

El susodicho sacudió la cabeza, reacio—. Fumas cuando estás estresado —señaló con un dejo de reproche del que no fue consciente—. Debe haber algo más qué hagas en estos casos.

Tirando el cigarrillo en el recipiente metálico a su costado, Mingi lo miró desde arriba con atención. Una mirada de obsidiana prolongada en el tiempo.

—Voy a un club a beber —terminó respondiendo, una cadencia uniforme y una expresión monótona—. Aquel lugar que te mencionó Yunho, ¿lo recuerdas?

Blue Bird —contestó sin vacilación, asintiendo en el proceso.

—Exacto.

—Vayamos entonces —incitó el campocorto, resuelto en su idea—. Pasemos allí el rato. No tengo nada mejor que hacer y dudo que tú sí.

—Llevarte de regreso a Seúl —le dijo como si no fuera obvio, enderezando la postura.

—No tengo prisas.

Resoplando una risa corta, el alfa sacudió la cabeza en una negativa incrédula—. De acuerdo —concedió con facilidad—. Demos una vuelta por allí. Es un lugar tranquilo —agregó con una voz más animada, recogiendo el bolso del suelo—, de seguro te termina gustando.

—Eso lo averiguaremos pronto.

Al llegar al famoso club, lo primero que pudo notar, es la elegancia que envolvía cada rincón de la estructura. Música suave que no abochornaba y escalones de seda que amortiguaban el ruido de los pasos al andar por ellos. Era amplio y hermoso. Distribuido en dos áreas. Una inferior y superior. En la que ellos terminaron, fue en ésta última. Donde había una gran barra y diferentes mesas distribuidas por el enorme espacio. Colore rojizos y marrones que decoraban lo qué sea que alcanzaran los ojos. Una iluminación tenue pero que te permitía divisar los detalles y los pequeños accesorios bañados en lo que podía ser o no oro.

—Veo que esta vez traes compañía —dijo el camarero tras la barra. Un beta viejo pero de aspecto maduro—. ¿Un amigo?

—Podrías decir que lo es —respondió con secretismo, dándole una sonrisa maliciosa que le hizo querer rodar los ojos—. Ya sabes lo que voy a ordenar, un tequila para mí. No fue una buena jornada.

El beta de canas asintió con entendimiento—. ¿Qué hay de la linda criatura que te acompaña? ¿Qué le sirvo?

—Me llamo Hongjoong —pronunció el aludido con serenidad, ocupando el taburete a la derecha del pelinegro—. Black Forest Fizz —respondió el nombre de su bebida favorita sin dudarlo, con un ligero acento que atropelló las palabras pero no le importó—, ¿lo sirven aquí?

El beta que respondía al nombre de Jason, le regaló una sonrisa torcida con aires de aprecio—. Un conocedor de gustos dulce, ¿serás uno también?

Rodando los ojos ante la implicación, apoyó el mentón en la palma—. No —contestó tajante—. Tampoco estoy interesado, gracias.

Jason se rió, moviéndose en el área con comodidad—. ¿Sabes? —dijo tras darle un vistazo a Mingi—. Por un tiempo creí que eras un alfa de betas.

Correspondiendo a la sonrisa impropia, el moreno alzó su shot de tequila en reconocimiento—. Criaturas hermosas, pero te equivocas, amo a los omegas.

—¿Es la razón por la están aquí? —preguntó con una mueca carismática, colocando un par de líquidos en un mezclador. Una atención inamovible y un detalle de experto.

—Nah —contestó el alfa, jugueteando con su vaso a medio terminar—, te lo dije: una mala jornada la de hoy. Es todo.

—Oí que perdieron por cuatro carreras.

El alfa asintió—. Pensé que lo haríamos mejor.

Hongjoong lo creyó igual, sin embargo, con Mingi en la banca la mitad del partido dificultó que los Kia Tigers pudieran sacar ventaja de su oponente. Uno muy digno, por cierto.

—Son los tigres de Gwangju —pronunció con calma, atrayendo la atención del par—, lo harán mejor contra los Samsung Lions.

Asombrado, el moreno se inclinó en su asiento y lo miró con un detenimiento de fuego—. Creí que le ibas a ellos.

—Sólo apoyo a los Doosan Bears —murmuró con una sonrisa—. No hay conflicto de intereses, tranquilo.

Jason, tras la barra, soltó una exclamación discreta—. Tú eres Kim Hongjoong, el campocorto de Seúl. Es un honor tenerte aquí —comentó de repente, un tono afable que lo sorprendió—. Con esa gorra es difícil distinguir tu rostro. Un gusto.

—El gusto es mío —dijo tras superar la conmoción. No se esperaba que alguien alabara su trayectoria tan de la nada.

Inclinándose en su dirección, Mingi pasó un brazo por encima de sus hombros y le quitó la gorra a Hongjoong, no sin antes acercarse peligrosamente a su oreja.

—Te lo dije —susurró en un barítono bajo—. Tienes admiradores.

Sin saber cómo responder, empujó al alfa de manera inofensiva y aceptó la copa que se le extendió con delicadeza. La bebida oscura y morada fascinó a sus ojos pero el sabor, las notas distinguidas de la ginebra y la dulzura suave del arándano azul, encantaron a su paladar. Deslumbrado con la precisión del camarero, alzó la copa en su dirección, sonriéndole. Jason le guiñó un ojo antes de servir a Mingi su segundo tequila y dirigirse a otros clientes.

—Un gran conversador por lo que observo —comentó Hongjoong al dar su segunda probada al trago.

—De los mejores —confesó con un esbozo de sonrisa—. Pero demasiado coqueto con chicos de cara linda. Incluso si podrían tener la edad de sus hijos.

—¿No estás tú coqueteando conmigo ahora?

—Soy tu alfa, Ángel. Naturalmente voy a tener el impulso de ligar contigo —respondió con calma, ensanchando la sonrisa—. O voy a querer hacerlo. Sabrás notar la diferencia.

Mordiéndose el labio inferior, el omega bajó la cabeza y resistió la necesidad de corresponder a su sonrisa. Era refrescante de algún modo ver al alfa actuar con esa soltura y esa confianza. Era una faceta que no conocía por cuestiones lógicas y que le parecían deslumbrantes por alguna razón. Quizás porque Hongjoong ya estaba achispado. Quizás porque Mingi era atractivo.

—Ya veo —respondió tras un rato de pensarlo, teniendo incluso que carraspear para no sonar tan lamentable—. ¿Así es cómo coqueteas cuando vienes aquí, no?

—No, así coqueteo contigo.

Riéndose, Hongjoong se cubrió la boca con una mano y sacudió la cabeza con ligereza—. Tienes un don con la palabra.

—Un tratamiento especial para ti, Ángel. Como me pediste.

—Así que, ¿es sólo por hoy? —preguntó con esa diversión burbujeante.

—Ya te lo dije, lo has tenido siempre.

Carcajeándose, el aludido se puso de pie sin querer indagar en qué significaba eso específicamente, y para sorpresa del pelinegro, el castaño le extendió una mano en invitación para que lo siguiera. El gesto fue seguro pese a su ligero tambaleo.

—Me gusta esta banda —confesó, sonriente luego de acabar con su bebida de golpe—. Baila conmigo.

Comprendiendo que el permiso para tocarlo estaba implícito en la petición, Mingi se puso de pie y apretó la mano en un agarre confiado, siguiendo a Hongjoong en su ridiculez, ya que en esa área eran los únicos dos levantados, y peor aún, para nada más que bailar These Days de Wallows.

Riendo por la situación en la que los metió, Hongjoong deslizó una mano por sobre el hombro de Mingi y, a su vez, permitió que éste le rodeara la cintura con el brazo. Pegando sus cuerpos lo suficiente como para balancearse de un lado al otro sin que la distancia les sea incómoda. Acogido por la fragancia dulce de las feromonas del moreno, el omega se atrevió a descansar la mejilla en el pecho impropio. Los latidos tranquilos fueron un compás que le adormecieron la mente y los patrones aleatorios en la espalda, relajaron su cuerpo. Volviéndolo de algodón y fácil de manejar.

—Lamento que hayan perdido.

Sonriendo para sí mismo, Mingi colocó su mentón en la coronilla de Hongjoong—. ¿Esperabas algo mejor?

—Tenía mis expectativas, son los tigres dorados de Gwangju después de todo—admitió tras un asentimiento vago—. Pero Jiyu-ssi es un gran corredor y se los puso difícil en el bateo.

—Bueno, en ese caso, no sabes cuánto agradecí que el árbitro declarada su cuadrangular un foul. De lo contrario, pienso que habríamos estado más jodidos.

El omega rió de manera arrastrada, cerrando los ojos—. Concuerdo —murmuró—. Si el batazo hubiera sido en el área de juego, la diferencia de carreras habría sido mayor.

—Nos habrían dado una paliza.

—¿No lo hicieron ya? —bromeó con naturalidad, gracias al alcohol que corría en su sangre.

Apartándose, el alfa lo escrutó con intención—. ¿Estás borracho? —preguntó con incredulidad—. Bebiste sólo una copa.

—Ginebra y gin son una combinación letal.

—Me doy cuenta —murmuró el impropio, asombrado.

—Pero saben muy bien juntos —comentó con una sonrisa torpe—, deberías intentar ese trago, es dulce como tus feromonas. Te gustaría. Hasta puedo prepararlo por ti.

Leyendo la situación de forma acertada, Mingi le sonrió con gentileza—. No tienes que intentar levantarme el ánimo. Te lo dije, se me pasara pronto y ya lo hizo.

Mordiéndose el interior de la mejilla, Hongjoong sacudió la cabeza con vacilación—. También puedo ser un buen omega.

Impresionado, el pelinegro dejó de balancearlos para parpadear—. ¿De qué hablas?

—Yo sé que no aporto mucho, ¿de acuerdo? —repentinamente, la inflexión en su voz desapareció, volviéndose firme. Clara—. Tus feromonas ayudan a estabilizar las mías, el doctor Cho me lo dijo en mi revisión, que aparte del tratamiento químico me están ayudando a regular mi ciclo. ¿Y qué te doy yo a cambio? ¿Dolores de cabeza?

—No es así...

—No intentes endulzarme el oído —advirtió el omega con una mirada entrecerrada—. Sé que es así. Lo hemos hablado —le recordó con repentina acidez—. Quiero ser un buen omega también.

Y por eso, no significaba sumisión ni algún concepto anticuado que los mayores tuvieran al respecto, por "buen omega" hablaba de comprensión, contención, soporte y apoyo. Devolver lo que recibía por parte del alfa. Eso era todo lo que pretendía.

—Lo vienes haciendo bien, puedes creerme. Me hiciste reír hace un rato, ¿ya lo olvidaste?

Suspirando, el castaño sacudió la cabeza con resignación—. Contigo es imposible hablar —afirmó con cansancio, poniendo la mano en el rostro ajeno, queriendo distanciarse, no obstante, muy para su sorpresa, hubo una presión ligera en la superficie de la palma, sobresaltándolo y consiguiendo que él se aparte—. ¡¿Por qué hiciste eso?!

—Fue la tentación, lo siento —incluso achispado, Hongjoong podía darse cuenta por la forma en la que Mingi sonreía, que no lo lamentaba en lo más mínimo—. Ahora con eso dicho, vayamos a conseguirte algo fresco para tomar y así poder llevarte a casa.

Rodando los ojos, el omega se dirigió a la barra, notando más personas en ella—. Me quedo contigo. Es muy tarde para conducir a Seúl.

—Como prefieras, Ángel.

De camino al Penthouse de Mingi, Hongjoong no recuerda mucho, ya que terminó durmiéndose en el asiento del pasajero. La única memoria que se fundió en el cerebro del omega, fue el aroma fragante a orquídeas del alfa y el arrullo natural de su voz grave.



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