❈•≪17. Prōgressus≫•❈
Mingi se sorprendió cuando Hongjoong lo llamó el lunes temprano en la mañana. Y por "temprano", se refería a cerca de las cinco de la madrugada. Sarang que dormía a su lado se sobresaltó por el sonido repentino igual que lo hizo él.
¿Porque, quién carajo llama a esa hora?
A pesar del pensamiento le atendió con la mayor gentileza que se podía manejar a semejante hora y de imprevisto, sólo para obtener una línea muerta por varios segundos. Todavía se pregunta qué causó tal silencio súbito. Pese a su voz ronca y la textura grave, intentó que se escuchar amable. Agradable al oído.
Para cuando el omega se recompuso, ya había logrado espabilar lo suficiente como para encender la lámpara a su costado y no entrecerrar los ojos. Para ese entonces, descubrió que el motivo de la llamada: tenía cita con el doctor y quería que lo acompañara. Dejándolo atónito. Aunque claro, para ser precisos, no lo dijo de esa manera superflua. Pero a grandes rasgos, es lo que se podía interpretar de tanto balbuceo.
Y no se negó, habían estado intercambiando mensajes por días, mayormente cordiales entre sí, saludos vagos que no llegaban a ningún lado, preguntas perezosas sobre el día del otro y algún que otro comentario casual que se respondían con tardanza. Habían bases para que accediera, y así, entendió el porqué de la llamada tan temprana. En lo que se alistaba y salía de Gwangju a Seúl, serían tres horas y poco más con la variable del aumento del tráfico con el avance del tiempo. Con suerte, para el momento serían las nueve. Y la cita del castaño era cerca de las diez. Astuto de su parte anticiparse de esa forma.
No obstante, tenía algunas dudas que necesitaba resolver en cuanto llegara el momento. Y mientras esperaba fuera del edificio ajeno, no paraba de pensar en ellas.
Recostándose en el asiento, el brazo apoyando en el marco de la ventana, giró hacia la derecha el momento exacto que el parador en corto aparecía. Inclinando la cabeza, lo observó a detalle. Las cabellera, que en vez de castaña, en su criterio personal, siempre la encontró un poco muy clara para la categoría y, en su opinión más sincera, era de una tonalidad miel. Hebras delgadas y ahora desordenadas. La cara aún algo hinchada por la somnolencia, lo que le asombraba cuando estaban por ser cerca de las nueve. Llevaba prendas ligeras, una remera blanca debajo de un cárdigan morado claro, junto a unos pantalones de mezclilla que le envolvían las piernas de manera adecuada. Zapatillas simplonas en los pies como cierre. Ningún adorno visible.
No vestían muy diferente, notó. Aunque él en lugar de un cárdigan, traía una chaqueta de mezclilla y unos tejanos oscuros. Lo opuesto básicamente. Pero con un día agradable como este, se permitía una apariencia simple y cuidada, más que expuesta por la humedad hoy inexistente.
—Buenos días —dijo el omega en un tono arrastrado, bostezando.
—Buenos días —devolvió con afabilidad —, ¿qué sucede? —preguntó ante la curiosidad con la cual lo veía.
—Tu aroma...
—Oh.
Recordando su antigua tendencia, el alfa no demoró en rectificar su, ahora notoria falla. Soltando sus feromonas a una frecuencia agradable, o normal vaya. En el pasado las tendía a ocultar en presencia del omega a su derecha, en sinónimo de rechazo, para demostrar cuánto le desagradaba y cuán poco valía para su persona que las percibiera.
Un hábito que muchos practicaban en la realidad, siendo la manera más indiferente de mostrar aversión hacia alguien, pero habiendo también los casos opuestos y agresivos como Yunho.
—¿Por qué yo? —murmuró por fin la pregunta que mayor intriga le causaba de todas.
—No quiero que se preocupen de no ser nada —respondió con aparente tranquilidad, carraspeando y volteando hacia la ventana—. Y además, se supone que debemos de llevarnos bien. Ser cercanos y esa basura.
Lo que era verdad, de una manera menos desinteresada.
Mingi se ofreció a ser el "alfa" de Hongjoong, no había sido al revés, y por la simple razón, o quizás no tanto, de que sus nervios vibraban con la urgencia de querer ocuparse de él, y no hablaba de ser de niñera o una madre gallina. No, él se refería del rol real de alfa. Bordeando ciertos límites y cuestiones íntimas. No aspiraba ni pretendía fingir ser su compañero o comportarse como tal.
Y la necesidad surgió desde aquella vez hace meses, en uno de los primeros enfrentamientos desde que la temporada regular se retomó. Lo vio tambalearse por los pasillos luego de una de sus derrotas, desorientado rumbo hacia el estacionamiento e incluso, casi llegó a caer en los escalones de no ser por él que lo seguía de cerca y lo sujetó a tiempo. Desde esa ocasión notó lo descuidado que era consigo el castaño. No mucho después, descubrió el motivo detrás a esa torpeza. Y con su acuerdo de paz sobre la mesa, empezó a dejarle bebidas para que consumiera algo, notando que rara vez tomaba siquiera agua. De nuevo, su desinterés personal le daba miedo.
Principalmente, porque se trataba de un jugador de primer nivel, daba igual el equipo en el que estuviera, era excelente y con un rendimiento admirable, con esas tendencias al descuido propio, bajaría de categoría a lo mediocre y si podía aportar lo suyo para que no pasara, sabiendo que no lo merecía, ¿por qué no?
Asimismo, una vez le dijo que era un alfa de omegas. Por más que le encantaran los betas, su naturaleza de extrema derecha se debilitaba por un omega y se inclinaba por ellos. Metafórica y literalmente. Y no se avergonzaba de admitirlo. ¿Por qué lo haría?
También estaba el hecho de que era alguien a quien le gustaba cuidar, atender y estar presentes para otros. No sabiendo si era un código preestablecido en sus genes o la falta de atención positiva en su crianza. De cualquier modo, no le era un inconveniente. Y algo en la personalidad de Hongjoong, todavía no descubría qué, encontraba lindo. Quizás y en realidad, era su cara y ya. Eso sí, reconocía que su aroma de jengibre y vainilla, en su concepción al menos, era innegablemente atrayente. No cuando olía como si quisiera arrancar cabezas o a estrés puro que volvía su aroma una mezcla pesada de picor intolerable.
Teniendo en cuenta la respuesta anterior que se le dio, dijo:—. Entonces, ¿está bien si te saludo?
—Seguro —fue la respuesta tardía.
Y con ella vino el pensamiento de que a eso se refería con lindo.
Mingi sonrió en grande al ver cómo Hongjoong bajaba la cabeza y jugaba con las manos en el regazo, en un gesto nervioso y un elegante tono rosa le adornaba las mejillas con amabilidad. Extendiendo el color incluso a su nariz. Era simplemente encantador.
Esa expresión honesta de su naturaleza como omega era lo que le tenía interesado. Como un alfa dominante, era exquisito ver cuánto podía afectar a alguien, más aún si renegaba de lo que era por el temor de que perjudicara su personalidad. Cuando designación y carácter no eran inherentes al otro. Y ese sonroso junto a esas notas dulces de su fragancia secundaria, eran un manjar para el ego.
—Muévete de una vez, bastardo arrogante.
Riendo, el moreno se inclinó hacia el castaño hasta que percibió el aroma de su colonia y gel de baño a fresa entremezclados, pese a la ligereza de la combinación era perceptible. Respirando con discreción, terminó de acortar la distancia hasta que la punta de su nariz se presionó en la sien impropia. Al apartarse, hizo un gesto sutil, casi efímero de un roce. Sorprendiendo y tomando con la guardia baja al hombre de menor estatura. Hongjoong se cubrió la mejilla con las manos y se giró a verlo de inmediato con dos ojos grandes, esferas castañas y brillantes como las de un ciervo en medio de la noche. Mingi no hizo más que ensanchar su sonrisa. Fascinado con el resultado conseguido.
Positivo cabía resaltar.
Y prefería mantener el ánimo lo más amigable posible porque, teniendo en consideración dónde irían y el motivo, le parecía lo más lógico. No deseaba de ninguna manera ocasionar estrés o incomodidad extra en el omega. Por el contrario, si no lo podía alegrar, sacudirle las plumas sin que llegue a ser una molestia verdadera, no lo encontraba malo. Lo ayudaría a distraerse. O eso esperaba.
Resuelto en su pensamiento, asintió para sí y se puso en acción, encendiendo el motor y refrescando el interior a un nivel moderado. La pantalla de alta gama iluminando la dirección del centro médico y los minutos de llegada, mostrando otras opciones en un costado. Optando él, por seleccionar una canción al azar. Terminando por sonar a un volumen considerado, Layto; Little Poor Me.
Uno de sus artistas favoritos, sin embargo, no sabía cuán considerado era para la ocasión. De reojo, vio a Hongjoong arrullarse en el asiento, la frente pegada a la ventana pero pronto notó que, con sus dedos tamborileaba la melodía. Aplacando su intención de cambiar de tema. Fue de ese modo que el viaje de casi 20 minutos, transcurrió en silencio. Con ambos disfrutando de las canciones aleatorias y aislados del bochornoso tránsito exterior.
Llegados al Hospital Regional de Seúl, ambos se bajaron del auto una vez hallaron dónde poder estacionar. El ingreso al interior fue de la misma forma, callado. Uno junto al otro pero con una distancia notoria y ligeramente tensa. Palpable pero no del todo incómoda. En la recepción, Mingi dejó que Hongjoong se encargara del asunto, al fin y al cabo, era quién tenía lo que se requería: papeles y datos necesarios, él sólo era un mero acompañante, pese a las miradas interesadas de la alfa tras el escritorio. El pelinegro sólo rodó los ojos con discreción.
Definitivamente no era un alfa de alfas. Ni le interesaba serlo.
Al terminar con el procedimiento debido, fueron admitidos al área de espera, el doctor Cho estaba con un paciente y terminaría en minutos. Y en lo que aguardaban, el alfa no pudo evitar preguntar:
—¿Quieres que entre contigo?
En la inocencia de su intención, hubo algo, no supo qué, pero ocasionó una reacción negativa. Obteniendo en un principio, un simple resoplido, para acto seguido, escuchar una aspereza no calculada.
—¿Qué podría aportar un alfa dominante aquí?
Totalmente estupefacto, Mingi incluso se echó para atrás en el asiento, confundido y desconcertado por la agresividad imprevista. Entendía de dónde surgía, estaba estresado y nervioso por el diagnóstico, cualquiera fuera, pero eso no justificaba su arrebato. No con él al menos, ya que fue llamado para asistir al proceso de revisión. No se invitó por su cuenta ni se ofreció, lo único que hizo mal, parecía ahora, era haber aceptado.
Y aunque su orgullo como alfa se resquebrajó, se esforzó por mantener la calma y no tener una reacción condicionada similar a la opuesta. No saldría nada bueno de ello y el progreso que esperaba obtener, directamente no existiría. Razón por la cual se frotó la nuca, ansiando calmar su instinto y expresión genética.
—Apoyo moral entonces —dijo con un entusiasmo evidentemente forzado. Chasqueando la lengua, volteó en dirección del pasillo, cansado de ver esa sosa puerta blanca.
«La paciencia es un arte y el arte conlleva práctica, no desesperes tan temprano», se dijo a modo de mantra. Aliviando su ardor. A sabiendas de que la falta de sueño le jugaría en contra. Sintiendo un tironeo constante y apenas perceptible en su manga, giró hacia la izquierda, encontrándose con un par de grandes ojos claros y apenados. Muy en el fondo. La vergüenza acaparaba cualquier otra emoción.
—Puedes ingresar —le concedió en un murmullo, soltando su prenda—. Creo que sería lo indicado, viniste hasta aquí por algo después de todo.
—Está bien si no quieres, Ángel.
—No, no, no. Pienso que es correcto. Entra conmigo.
Aceptando las palabras contrarias sin mayor resistencia, se mostró cooperativo con un asentimiento perezoso y un intento de sonrisa tranquilizadora. Momento que se interrumpió por una puerta siendo abierta de repente y una mujer saliendo con su cachorro alegre, chupando una paleta. La imagen puso una mueca genuina en su cara.
—Es agradable verte de nuevo, Hongjoong —pronunció el hombre con familiaridad. Un beta alto y, aproximadamente, cuarentón. Algunas canas adornaban su cabellera café y su complexión menuda constaba de un par de kilos. Afable de vista y habla. Le gustaba—. Y veo que traes alguien contigo, ¿un amigo?
—Algo parecido —murmuró, el aludido, desinteresado. Pasando a ponerse de pie—. Y no creo que sea bueno verme.
—Primero ingresen y luego decidamos.
Al hacerlo, se topó con una oficina típica de hospital, los insumos y las herramientas que se requerían estaban allí, dispuestas al alcance y organizadas en pequeños sujetadores. Nada excepcional, sólo diplomas en las paredes detrás del escritorio, un estante con muchos libros médicos y ninguna foto familiar. Monótono pero acorde, suponía el moreno.
—¿Qué te trae conmigo tan pronto en la semana? —preguntó el hombre con afabilidad, las manos entrelazadas en el escritorio, expresión atenta y cabeza ligeramente inclinada con curiosidad. Una voz ni muy grave ni muy aguda, la medida justa para ser dulce al oído.
—Mi hombro —susurró cabizbajo el castaño—. Siento una molestia frecuente al lanzar. Hace unos días tuve un tirón.
Asintiendo, el beta se paró de su asiento con tranquilidad y caminó hasta pararse al costado de Hongjoong, pidiéndole con amabilidad que se levantara también, y tras pedir permiso es que lo sostuvo del brazo.
—¿Hace cuánto la sientes? —inquirió al tantear el área con suavidad. Como si en realidad lo estuviera masajeando.
—Un mes, quizás dos.
El silencio que se instaló con su confesión fue mortal, sepultó inclusive sus respiraciones bajo una capa pesada de conocimiento y verdades no dichas. Regaños mudos y críticas implícitas.
—Debiste haber venido cuando sentiste indicios del dolor —mencionó el beta con una casualidad profesional, girando el hombro del omega y poniendo una expresión distorsionada en su cara—. Con haberme llamado hubiera bastado, tienes mi número —prosiguió esta vez en un tono de mayor seriedad.
—Los juegos se complicaron y...
—Estoy encargado de tu salud, Hongjoong —le recordó el doctor con una contundencia que lo enmudeció—. Aún si tu temporada o tu horario se desorganizó o se puso difícil, es tu obligación cuidar tu cuerpo. Y tu trabajo —remarcó con un deliberación ácida—. Tu carrera depende de que estés en condiciones.
—Lo sé p...
—No lo parece, para ser sincero.
Relamiéndose los labios, Mingi observó la tensión de Hongjoong con cuidado mientras lo revisaban, una de sus manos incluso temblaba. No sabía si por los nervios o las emociones reprimidas, sea lo qué sea, no le gustaba. El omega estaba pasándolo mal. Removiéndose en su asiento, liberó un poco de sus feromonas, teniendo la atención instantánea del hombre mayor. Éste sólo parpadeó antes de seguir en lo suyo. Escuchar al castaño sisear y verlo apretar los puños hasta tener los nudillos blancos y los labios enrojecidos a nada de sangrar por morderlos, fue espantoso.
Comprendiendo por tercera o cuarta vez, la causa que lo incitó a no decirle a sus amigos.
Al escucharlo gritar en el segundo que le echaron hacia atrás el brazo y, por consecuencia, la acción ejerció presión en el hombro y tensión en los músculos alrededor, el alfa tuvo que agarrarse al asiento. Adolorido con sólo presenciarlo. No obstante, ver las lágrimas acumularse en los ojos de Hongjoong hicieron que el corazón de Mingi se desbocara y sus nervios comenzaran a vibrar de forma instintiva. La naturaleza queriendo salir a flote e intervenir. Aquello parecía tortura medieval.
No obstante, se mantuvo compuesto lo mejor que pudo y el doctor terminó enseguida de ello.
—A simple vista, puedo decir que es un esguince —concluyó el doctor, soltando al omega para indicarle que tome asiento—. Puede ser un ensanchamiento en el cartílago de crecimiento o un caso peor como una fractura por sobrecarga. Difícil saber con exactitud por este medio, necesito hacerte un par de análisis más. Pero desde ya te digo, no es bueno.
—¿Qué tan malo?
El doctor Cho tomó un bolígrafo y le dio una mirada corta al castaño, ojos almendrados que cargaban una seriedad intensa que intimidaba. Se notaba que era dedicado a su trabajo y un hombre duro. No se iba con largas.
—No jugarás la postemporada.
El silencio fue efímero antes de que Hongjoong comenzara a perder la cordura a su lado, primero sacudiendo la cabeza en negación para luego balbucear que no era posible, discursos sueltos sobre mentiras y un rechazo abrumador al diagnóstico parcial.
—Lo siento, pero estás fuera —le dijo el doctor, sin inmutarse. Garabateando en una hoja—. Me comunicaré con tu equipo y les daré algunas indicaciones a seguir sobre tu rehabilitación con ellos. Por supuesto, siempre puedes venir a verme ante dudas.
—Doctor, soy jugador principal, no puedo estar en la banca la mitad de la postemporada...
El hombre chasqueó la lengua—. Es definitivo, lo siento. Con esa condición mínimo estarás fuera dos meses. Dudo que llegues a mejorar para la Serie de Corea.
—Pero es en noviembre.
—Y tu brazo está hecho un desastre por lo que percibí por encima. En serio lo lamento.
Cuando la consulta finalizó y tuvieron en mano lo que requerían para la siguiente, además de las órdenes de los análisis extras, abandonaron la oficina en silencio. Hongjoong temblaba como una hoja pero no expresaba palabra alguna, lo que no lucía muy bien. Mingi lo siguió con detenimiento, atento a cualquier posible reacción o arranque. Sin embargo, no anticipó lo que pasó a continuación.
Apenas estuvieron en el estacionamiento, Hongjoong rompió a llorar de una forma abrumadora. Fue tan repentino que dejó a más de uno estupefacto en sus posiciones, sin saber qué hacer o sin comprender qué sucedía. Pero teniendo en cuenta que salían de un hospital, las especulaciones eran varias.
De hecho se olían en el aire.
—¡Jodida mierda! —gritó en algún punto con todas sus fuerzas, cargado de frustración—. Joder, joder, joder, esto no puede ser... Esto..., esto..., esto no, esto no puede ser..., yo, yo... no... No quiero esto. ¡No lo quiero, maldita sea!
Restregándose las manos por el rostro con rudeza, el omega intentó desaparecer las lágrimas, no consiguiéndolo evidentemente. Sólo logrando irritar su piel y dañar sus ojos por la furia de sus acciones. Atónito, Mingi actuó por inercia, acercándose y sujetándolo de las muñecas con una suavidad sin propósito. Poco útil. Casi al instante, Hongjoong se puso a luchar, alzando sus muros y queriéndolo empujar lejos. Desesperado por quitárselo de arriba. No obstante, el alfa resistió como el acero.
—Basta, Ángel, te haces daño. Detente.
—Mierda, lárgate y déjame en paz —rogó entre hipidos, el rostro hinchado y enrojecido por la brusquedad de su comportamiento—. ¡Vete! ¡Joder, largo! ¡Fuera!
Al borde de colapsar también por los nervios, Mingi hizo algo que no debería sin antes preguntar, pero en medio de la desesperación, la preocupación de que siguiera atacándose y con las personas comenzando a mirarlos, rodeó a Hongjoong con los brazos y lo apretó contra su pecho, ahogando su llanto con eficacia. Pronto sintió su remera humedecerse y el llanto ir en aumento pero no le importó, él se mantuvo allí. A pesar de que el campocorto aún tenía fuerza para continuar luchando en oposición. Negando el consuelo. En respuesta, llevó una mano a su espalda y realizó movimiento suaves, reconfortantes en patrones variados y gentiles. Murmurando arrullos contra su sien con la esperanza de tranquilizarlo.
Fue ahí cuando lo sintió aferrarse a su remera y regular su respiración de forma gradual, sus feromonas jugando un papel importante para que logre calmarse.
—Van a correrme —fue lo primero que Hongjoong dijo con la voz quebrada.
Mingi presionó la nariz en la sien impropia al igual que aseguró el abrazo, cerrando los ojos con fuerza, siendo arrollado por una oleada indescriptible de empatía y pena.
—Nadie hará eso, Ángel.
—Un campocorto que no puede hacer su trabajo es inútil en un plantel principal.
—Es hasta que te recuperes y...
—¿Que sucede si no lo hago? —replicó con una inflexión enfadada, separándose con una fuerza demoledora que no vio venir—. ¿Qué va a pasar conmigo si no es así? ¿Tienes una idea cuánto me costó llegar a esa posición? —inmediatamente después de decirlo, se pasó una mano por la cabellera y soltó una risa gangosa—. Naciste en cuchara de oro, claro que no la tienes. Eres el Halcón después de todo, ¿no? Lo mejor de lo mejor. Qué basura.
—Ángel, por los cielos, cálmate un maldito minuto y escúchame —exigió ya al borde, influenciado por las feromonas amargas del contrario, algo que rara vez le pasaba. Solía mantener bien la compostura—. Nadie te meterá una patada en el culo, ¿de acuerdo? —al decirlo, lo sujetó por las mejillas. Asegurándose de que lo viera a él y se enfocara de una buena vez—. Pasaste por una lesión menor antes y sigues con ellos, eres lo mejor que tienen junto con Maddox y Jongho, serían unos completos estúpidos si rescindieran tu contrato por una lesión que se puede tratar y curar.
—Pero mi rendimiento... —murmuró entre lágrimas que el moreno intentó limpiar con el pulgar y suavidad.
—No dije que sería fácil, sólo que tienes que enfocar esa linda cabeza tuya y recordar que la rehabilitación es una mierda pesada. Va a doler, va a tardar, te va a costar y te dolerá aún más. Desde ya hazte a la idea.
—Lo dices como si no fuera nada —replicó en un chasquido, golpeando sus manos con resentimiento ácido—. Eres un alfa, por amor a Dios, ¿qué sabes tú?
—Soy un lanzador —corrigió con voz tensa, y sin esperarlo, su tono cayó una octava por el enojo—. Por sobre cualquier otra cosa, también soy un atleta y una persona. Sé bien de qué hablo. Tú por otro lado, te estás dejando llevar demasiado por las emociones.
—Vete al carajo.
Le escupió con rencor antes de girarse sobre los talones, alejándose.
—No te irás caminando a casa, sube —ante su demanda, Hongjoong sólo levantó la mano y le mostró el dedo medio. Continuando su camino—. Jodido infierno —masculló entre dentes, siguiéndolo—. Kim Hongjoong —llamó con seriedad, haciendo que se detenga y lo mire con una resistencia férrea—. Me levanté a las 5 de la mañana por ti, conduje cuatro horas hasta aquí por ti. Porque quería estar para ti, así que muévete en dirección de mi estúpido auto y mete tu culo en el asiento de pasajero ya mismo.
El castaño, para sorpresa de nadie, no se inmutó por sus palabras o la rudeza de ellas, sólo resopló—. Quiero estar solo, pensar y tomar aire. Lárgate.
—No. Lo harás en tu departamento cuando te lleve. Muévete.
—¿Quién te crees? —cuestionó con desprecio—. No puedes ordenarme.
¡Dios! Esto era lo que más le irritaba del contrario, su capacidad para tergiversar y su terquedad. No tenía fronteras. Había visto mulas menos necias que el castaño. Y ni siquiera era juego.
—¡No lo estoy haciendo! —exclamó al borde, exasperado. Suspirando, se presionó el puente de la nariz—. Ángel, por favor, sólo ven conmigo —pidió con un intento lamentable de amabilidad—. Te llevaré a tu casa y te dejaré en paz. Lo prometo.
Apretando los labios, reacio, el susodicho terminó accediendo y caminando hacia su Mazda negro, metiéndose sin esperar a que le abra la puerta. En la parte trasera para colmo. El ruido seco que hizo al cerrarla, lo sobresaltó con ligereza.
Mientras conducía de regreso al hermoso edificio donde el omega vivía, el alfa empezaba a dudar de que ellos pudieran congeniar, antes consideró la posibilidad porque era obvio su nivel de compatibilidad pese a las discusiones o a los choques frecuentes. Sin embargo, ahora es que se planteaba si en verdad lograría algún tipo de progreso en ese vínculo sin forma ni nombre, totalmente abstracto y desorganizado.
Ser el "pilar" de alguien implicaba trabajo y esfuerzo, conocer a la persona y entender el modo en el cual su cabeza funcionaba la mayoría del tiempo para prevenir cualquier posible quiebre, saber cuál sería la técnica más adecuada para que se puedan manejar éstos. Saber qué necesitaba y cómo lo necesitaba. Predecir reacciones negativas y cambios en el ánimo, no sólo en base de las feromonas sino también por un entendimiento más universal y observación.
Era una tarea que no cualquiera aceptaba o, en su caso especial, ofrecía por el nivel de complejidad que significaba. Y más, si se le sumaba a la ecuación un omega acomplejado, emocionalmente trastornado y que lo odiaba. La combinación no era funcional y más una bomba de tiempo.
Pero en su caso la decisión ya había sido tomada y no era alguien que se echara para atrás sin cumplir una promesa. Y Mingi le había hecho una a Hongjoong.
Incluso si ahora estaba furioso.
Dejar al omega en su departamento y asegurarse de que se quedara allí mediante Yeosang, fue una labor de mil hombres pero que se concretó al final y era todo lo que importaba. Volver a su Penthouse, sin embargo, le dieron ganas de permanecer en la capital o en algún hotel.
—¿El gato callejero dio pelea?
Las primeras palabras que Yunho decidió pronunciar como saludo fueron una mierda que empeoraron su humor de perros, y aunque lo notó, al tipo no le pudo dar más igual.
—Probablemente tiene una lesión mayor, sé considerado, por favor.
—¿Por qué debería? —replicó con honestidad, inclinando la cabeza desde el sofá en la sala. Como un cachorro que no entendía una orden simple—. Es un hipócrita prejuicioso, desconsiderado con otras castas que no sean omega o betas. A veces hasta con estos últimos.
—Tiene problemas —intentó razonar, cansado y luego de quitarse el calzado.
—¿No todos los tenemos? —preguntó con sencillez. Una verdad limpia y aún así, la sintió injusta—. Ser omega y tener sus dificultades, no le da el derecho de pisotearnos. ¿O se te olvidaron las veces que te discriminó por ser un alfa dominante?
—No las olvidé —aseguró entre dientes, dejando las llaves y la billetera en una mesa en la entrada—. Sólo creo que no es un buen momento para ser una basura con él. No es mal tipo...
—¿Entonces qué es? —insistió con las cejas fruncidas—. Porque para que te enteres, tú "Ángel", es una mala persona. Una mierda de persona me atrevería a decir.
—¿Y tú y yo qué somos? —replicó con enfado real, sorprendiendo al alto—. ¿Mejores? ¿Por qué razón? Solíamos decir mierda de él también con la misma libertad que tienes ahora.
—Es diferente, él siempre comenzaba los conflictos...
—Eso no nos hace mejor —le recordó con rudeza, pasándose una mano por la cabellera corta—. ¿Sabes qué? —le dijo de repente—. No voy a seguir con esto, necesito comer algo y dormir.
—De hecho, lo que necesitas es dejar de recoger gatos sin hogar. Te arrancaran los ojos mientras duermes.
Mingi no respondió, en parte porque no lo deseaba y en segundo lugar, porque comprendía el odio que Yunho sentía hacia Hongjoong, simplemente no lo compartía.
Sí, el chico había sido un idiota con el paso de los años, descargando su frustración y sus traumas de su debut como si hubiera sido quien peor lo trató de todos, como si le hubiera matado un familiar, y no era el caso. No obstante, tampoco había sido un ejemplo de compañero o de profesional. Tuvo un comentario desacertado y en lugar de buscar el diálogo, permitió que el orgullo de alfa se le subiera a la cabeza. Actuando de manera infantil y siendo un arrogante despiadado. Lo que no lo hacía, ni por lejos, mejor persona.
Ahora era una versión de sí mismo de la que no sentía vergüenza, pero en lo que respecta al pasado, quisiera borrarlo de poder hacerlo. Se había comportado como lo que repudiaba en otros. Por ese mismo motivo vano para algunos, comprendía a Hongjoong y sus actitudes, no las aceptaba que era distinto. Porque sabía que lo suyo era más complejo, una herida más profunda que no había dejado de sangrar. Necesitaba que le tendieran una mano, no que lo hundieran a golpes y reclamos. A su vez, arrancarle esa venda necia de absolutismo que cargaba con orgullo. Los grises existían y él parecía no tener idea de ello.
Asimismo, nada de eso sería posible si no lo trataba en terapia. Lo que uno podía ofrecer era limitado, incluso los recursos de sus amigos lo eran. Debía recurrir a un profesional para tratar todos esos asuntos inconclusos.
Pero ese pensamiento y esa resolución, eran para un Mingi de otro día. Hoy había acabado con su cuota de energía.
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