❈•≪16. īnsolitus≫•❈
Despertar en una cama o en una habitación que no era suya, resultaba extraño, sí, pero por algún motivo, no era incómodo. Y mientras Hongjoong se mantenía en el medio del colchón con las piernas cruzadas y una sensación desorientada en la cabeza, especulaba que se debía a las feromonas. Había tantas de ellas allí encerradas que era sofocante, sin embargo, de una buena manera. De forma que te hacía sentir ligero de mente.
Si ahora mismo tenía que visualizarse en un escenario, sería un prado, hierba verde alrededor, frondosa y árboles por doquier, una laguna por algún lugar no muy lejos, el agua quieta y los pájaros escondidos entre las hojas; una brisa fresca que acariciaba la piel con gentileza y revolvía la cabellera en un gesto amistoso; las flores fragantes esparcidas a la vista y brillantes en su tonalidad violeta. Orquídeas alevillas. Sus pétalos amplios y hermosos en forma de mariposa como si fueran un retrato estático.
Fascinante a muchos niveles e inquietante a otros.
Que pudiera armar un escenario tan preciso del aroma de alguien, significaba que estaba cómodo con su fragancia y eso, no estaría sabiendo cómo digerirlo. Porque no era la primera vez que le pasaba con Mingi.
Suspirando, se pasó las manos por la cara, y acto seguido, se fijó en las constelaciones sobre su cabeza. Eran preciosas. No tenía idea de dónde estaba ubicado el proyector pero necesitaba uno igual. Era relajante ver las luces en movimiento y en la noche, simplemente era una experiencia de otro nivel. Aparte de relajante, resultaba siendo hipnótico. Podría estar horas viéndolo.
Lástima que no fuera su habitación. O su casa siquiera.
Dios si estaba en un jodido Penthouse.
Respirando hondo, intentó no pensar en cómo había llegado ahí en primero lugar o en el estado que fue visto. Las locuras que hizo en un arrebato, las prefería olvidar al igual que las demás. Un mecanismo de defensa insano pero al que estaba acostumbrado, y sinceramente, le funcionaba.
Carraspeando, miró a su alrededor con curiosidad, sorprendido de que las paredes fueran en tonos crema, la mayoría las tenían en tonos oscuros o blancos, como en su caso. Era un color intermedio entre el marfil y el beige bastante bonito. Visualmente tranquilizador. En un costado había un estante enorme con medallas y trofeos de diferentes tamaños, lo que no le asombró. Que no fueran de béisbol muchos de ellos, sí. Había un televisor enorme en una pared al frente de la cama y un cuadro de flores en un costado no muy lejano. Fotos en un mueble marrón ocre por debajo y un espejo de cuerpo entero en un rincón, mientras que en el otro un par de accesorios que suponía, pertenecían al travieso de Sarang. Eran tubos, uno encima del otro e incluso los conectaba un puente de red de una torre a otra y por encima de todo una pequeña casa.
Si es que se llamaba así.
Sus ojos ávidos para observar lo que tenía enfrente e incluso más allá. Pero al recordarse que no podía pasar de ese modo, se obligó a levantarse, notando que su móvil estaba en un mueble, siendo cargado. Tragando en seco, ignoró el aparato un segundo antes de tomarlo con reticencia, para enseguida de ello, dirigirse al enorme baño. Ayer no le prestó atención, pero hoy, espabilado y centrado, notar que era el doble de tamaño que el suyo y tenía no sólo una ducha, sino que una bañera rectangular al costado, fue impresionante. Demasiado lujo también. Pero él no vivía una vida sencilla tampoco.
Bajar las escaleras una vez acabó de alistarse, poniéndose sus prendas que, al parecer, fueron lavadas en algún momento y dejadas en una silla, fue un momento incómodo. Principalmente porque era ir hacia Mingi y enfrentar la realidad. Y no sabía qué tan preparado estaba para hacerlo.
Y una vez en la sala, supo que no lo estaba. Yunho se encontraba allí leyendo lo que parecía ser un comic. Sus miradas se toparon con un sentimiento similar a la sorpresa y a la reticencia que fue escalofriante.
—No luzcas tan asustado, no muerdo —informó el alto de cabellera café, para enseguida de ello, torcer una sonrisa—. A menos que quieras.
Antes de que pudiera insultar su futura descendencia, Mingi apareció por la división de biombo con una expresión seria dirigida al receptor de su equipo.
—Ya hablamos de esto —le dijo en un tono serio que no llegaba a ser estricto. Yunho sólo sonrió. Entendiendo que era caso perdido, cambió su enfoque, siendo Hongjoong—. ¿Cómo dormiste?
—Bien, gracias.
Por una esquina de la división, se asomó el enorme felino que tenía Mingi como mascota, el animal se restregó en la pierna de su dueño antes de caminar hacia el ventanal. Sentándose allí con elegancia, la cola abundante, rodeando sus patas tan grandes como las de un perro. Viendo en su dirección, él también suspiró. Llovía a cántaros. Relampagueaba cada cierto intervalo pero eso era todo. El llanto desconsolado de las nubes.
—Vamos a desayunar.
Tras las palabras dichas, Yunho dejó su revista en un costado del sofá y siguió a su mejor amigo, el gato incluso se movió de su anterior posición, dejando a Hongjoong suspendido en la incertidumbre momentánea. Haciéndose de valor, se puso en marcha, siguiendo al resto hacia la, nada increíblemente amplia cocina en tonos oscuros. Mármol Lilac en las paredes, igual al que tenía Yeosang en su departamento, mientras que la enorme nevera era de un tono gris oscuro liso y poseía un dispensador de hielo. Tanto los gabinetes de madera, aparentemente de ébano, como la encimera debajo que correspondía al lavado eran negras. No obstante, la isla en el medio del espacio era de una cerámica suave al tacto y de un color, por lejos, distintivo y diferente: Rojo Bilbao con vetas de color blanco que lo hacían encajar con su alrededor y el suelo, en extremo blanco. Además de los focos que colgaban por encima de ellos. Las sillas eran simples pero con un respaldo cómodo. Los accesorios eran los de cualquier cocina, aunque la cantidad de condimentos en un estante no le pasó desapercibido.
—Toma asiento, Hongjoong.
Siguiendo las instrucciones del dueño de casa, ocupó aquella silla disponible a su izquierda. Yunho frente a ellos comía su ensalada con una expresión serena, sus feromonas se mantenían reguladas y era, por lo menos en ese instante, lo más tranquilo que lo vio jamás. Era desconcertante.
—¿Lo cocinaste tú? —preguntó al sacudir la cabeza, viendo a su derecha.
—Vivir solo te da tus ventajas —dijo el moreno—, espero sea de tu agrado.
Comparado a los fideos instantáneos que solía prepararse la mayoría del tiempo cuando su humor era una perra para algo elaborado, se veía delicioso. Carne, arroz salteado y bien condimentado, al parecer, junto con una cantidad de verduras que pasaría de largo.
La primera mitad del desayuno se la pasaron en silencio, y él lo prefirió así para ser sincero. No le alteraba los nervios y tampoco le hacía pensar en la molestia consecutiva en su hombro, eso, tal vez, se debía a las feromonas de Mingi, eran más notoria ahora de lo que no lo fueron nunca. O desde que pelearon por primera vez, para ser exactos.
Para cuando Yunho terminó, los dejó sin decir ninguna palabra de por medio. A él no le importó, demasiado nervioso por afrontar el tema de la madrugada pasada como para preocuparse por la falta de modales de alguien que no le caía bien y le pidió una figura de acción costosa.
—¿Cómo serías mi pilar? —preguntó de repente, haciendo toser al moreno.
"Pilar" era una palabra ambigua que se empleaba para encubrir el significado real detrás de ella: Alfa. Mingi le estaba ofreciendo cumplir ese rol. Con los requisitos y obligaciones que conllevaba pero sin llegar a ser su compañero, eso estaba más que claro.
—No confío en ti —continuó el omega—. Eres paciente y pareces racional, pero un alfa dominante para mí, sigue siendo eso. Sé que es injusto y un juicio discriminatorio, pero aprendí la lección en el pasado.
—Entonces, hay que empezar por lo básico —negoció el moreno, un tono suave cargado de una lógica evidente—. ¿Me extenderías tu mano? —pidió de repente, viéndolo con ojos rasgados pero gentiles—. Cualquiera de ellas.
Desorientado pero curioso a partes iguales, Hongjoong accedió, tendiendo la izquierda. El permiso implícito de que podía tocarlo estaba en el acto mismo. Mingi sostuvo su muñeca con delicadeza, siendo apenas las yemas el punto de contacto entre ambos, y muy para su sorpresa, lo vio trazar un círculo en la superficie de su piel. Enseguida de ello, presionó el centro unos segundos sutiles, para a continuación entrelazar sus meniques. La secuencia entera fue algo ligero, como el tacto de una pluma que le hizo cosquillas. Pero lo que tuvo a su corazón latiendo desbocado, no fue eso, sino que el trasfondo que guardaba el gesto: promesa.
Estrechar la mano es algo de la actualidad, una muestra de confianza y entendimiento mutuo. No obstante, en las épocas pasadas cuando las tribu todavía existían, al ser personas de naturaleza sensible y reacios a un contacto directo, se solía realizar esa trazo como un ejemplo de lealtad y de que se cumpliría con lo pactado. Lo qué sea haya sido, iniciaría y culminaría.
Boquiabierto y sin poder creerlo, parpadeó hacia Mingi para encontrarlo viéndolo con una decisión inamovible. Tragando duro, Hongjoong apartó la mano y cerró el puño.
—Vivimos a 4 horas del otro.
—Son apenas 3 horas en auto —le corrigió el pelinegro—. Además, siempre puedes escribir o llamar.
—No tengo tu contacto.
—Puedes tenerlo si lo quieres.
Mordiéndose el labio inferior, el castaño asintió tras varios segundos de duda. Había cuidado bien de él en su crisis, incluso aquella vez cuando ingresó en un pre-celo falso. En base a esos criterios, no era malo, al menos como alfa, sabía qué hacer y cómo buscar soluciones sin usar su rango o su voz para influenciar un efecto inmediato. Le daba su tiempo y era paciente. Méritos que debía reconocer de una bendita vez.
Seonghwa no podía cumplir ese rol, incluso si lo ayudó en cosas básicas de celos anteriores, como darle medicina y asegurarse que se mantuviera alimentado y con el lugar ordenado, algún que otro arrullo, no iba a mentir que se volvía pegajoso en ese estado, el hombre tenía una vida ocupada y actualmente entrenaba para un puesto en las Olimpiadas. Asimismo, ya no eran críos. Inclusive en la inocencia de su ayuda, ya eran adultos. Debía ser capaz de encontrar una pareja o alguien capacitado por su cuenta, no depender del patinador todo el tiempo que durara su soltería.
Resuelto, extendió su móvil hacia Mingi, Hongjoong lo vio teclear con rapidez y en segundos se lo devolvió. Nombre y número en pantalla.
¿Guardar contacto como Song Mingi?
Sí / No
Renombrar contacto: Mingi (ーー;)
Sí / No
Sonriendo internamente por su travesura, aprovechó para llamar al alfa, quien no dudó en levantar el celular y ver en su dirección, mostrando el número desconocido, él asintió, dándole a comprender que era el suyo. Y de soslayo lo vio guardarlo, sin embargo, no cómo.
—¿Podrías mandarme tu horario? —preguntó el pelinegro al terminar—. De ese modo podríamos coordinar los nuestros, por si un día necesitas que te visite o hablar en persona de alguna inquietud.
Hongjoong desvió la mirada y la fugaz diversión se esfumó en una bola de incomodidad, removiéndose en su asiento navegó a través de los mensajes sin leer y las llamadas perdidas, para adjuntar la imagen solicitada. La anticipación burbujeó en su interior como fuego pero él no se acobardó y la envió. Observando la cara de Mingi deformarse por la confusión y la incomprensión de algo que faltaba.
—¿Qué sucede con tu desayuno? ¿Y tu almuerzo? —cuestionó sin entender, la cabeza inclinada a un lado—. Sólo veo tus actividades deportivas y alguna que otra cita médica.
—Están en una agenda aparte. No la tengo conmigo.
—Intenta mandarla luego —pidió con amabilidad, rápidamente comprensivo—. Necesitó saber tu dieta, nuestras rutinas no son muy distintas pero sé que tu dieta lo es. La de cualquier campocorto, necesitan ser ágiles después de todo.
—¿No debería tener la tuya también?
—Seguro —le dijo mientras maniobraba en la pantalla con facilidad—. Ahora bien, tú lo dijiste, no confías en mí. ¿Pero qué estás dispuesto a permitir? —preguntó, asertivo—. Si queremos crear un vínculo de comodidad, necesitamos empezar por algo.
—¿Dentro de lo básico? —el alfa asintió—. Todo lo considerado inofensivo como saludo. Esa es mi línea.
Mostrando una expresión pensativa Mingi, dejó su celular a un costado y se paró, alzándose por encima de su figura, una imagen imponente de un hombre alto y hombros anchos. Hongjoong esperó con intranquilidad, mirándolo con ojos bien abiertos, cejas alzadas y pupilas temblorosas. El pelinegro en cambio, se acercó con lentitud antes de, muy para su absoluta sorpresa, inclinarse en su dirección y presionar su nariz recta en su sien izquierda. El toque inadvertido duró apenas una mitad de segundo cuando desapareció, sin dejar rastro o sensación más que la percibida momentáneamente.
—¿Qué tal estuvo?
—Raro...
Riendo, el alfa volvió a sentarse—. ¿Pero no malo?
—No lo sé.
—De acuerdo, podemos trabajarlo.
—¿Es todo? —cuestionó cuando ya no hubo un acto siguiente o palabras por parte del impropio.
—¿Qué hay sobre marcarte?
—¿Con el aroma? —el tipo asintió—. Estoy bien siempre y cuando no sea fuerte, ya sabes, muy intenso. No quiero que los demás especulen sobre mi vida. No quiero ser...
No quería ser el omega de Song Mingi. Aunque técnicamente no lo sería, sólo tendrían una vinculación alfa-omega, un poco confusa porque, carajo, ¿qué significaba realmente? ¿Que sería su niñera? ¿Su ángel de la guarda? Ignorando la ironía de la metáfora.
De seguro su expresión delató alguno de sus pensamientos, porque antes de que se diera cuenta, Mingi lo tomó por la mano por segunda vez y bajo la atentan mirada de Hongjoong, comenzó a frotar ambas muñecas entre sí. La reacción de su cuerpo fue instantánea, relajándose al oler la intensidad dulce de las orquídeas que correspondían al moreno, estimulando las notas picantes del jengibre.
Y esa era la función de un "pilar". Estabilizar cuando se lo requería. Cuidar y velar por el bienestar de quién sea el receptor de dichas atenciones, o por el caso contrario, quien las necesite.
—Usas bloqueador en crema —le recordó el lanzador con suavidad, suspirando—. Cada vez que nos veamos, si es que sucede, sólo tienes que bañarte y ponerlo, será como si nunca hubiera estado a un metro de ti.
Era insólito la sencillez con la cual el alfa podía hacerlo entrar en razón y ver las cosas desde una perspectiva más racional. La habilidad sorprendente que tenía incluso para hacerlo sentir en calma y seguridad. Daba miedo, no lo iba negar. Una parte de él, el Hongjoong sistemático y de años de conducta estricta, aún no se fiaba. Lo hallaba dudoso, inclusive si no hubiera de qué estar escéptico.
—¿No iremos al médico hoy, cierto? —preguntó al oler la fragancia tenue en su piel, era tan distintiva y abstracta. Difícil de poner en palabras o de imaginar, pero sumamente agradable.
—Me temo que no. Lo siento, Ángel. Pero si el dolor es mucho....
—Sólo es incomodidad, es todo.
—De acuerdo —murmuró al verlo con detenimiento, probablemente en busca de que no mintiera. Y no lo hacía. El dolor no era insoportable y como dijo, era más una molestia que cualquier otra cosa —. El lunes entonces, puedes hablar con tu propio doctor. Creo que sería mejor para ti.
Ahora que lo mencionaba, se percataba de que sería una opción más conveniente, además de fiable. Su doctor de cabecera ya conocía su historial, aparte de sus manías, no se le complicaría hablar o abrirse con respecto a su situación y aparente negligencia.
—Tienes razón —admitió sin un tono especial—. Gracias, por cierto. Sé que no fui fácil.
—No fue nada, en serio.
Asintiendo y sin nada qué decir, se puso de pie comenzando a recoger lo utilizado, a pesar de las protestas del alfa, quien insistían que no tenía porqué hacerlo. Sin embargo, él lo ignoró. Poniéndose a lavar. No mucho después, tuvo al pelinegro a centímetros.
—¿Está bien así? —preguntó con una mirada expectante y un trapo en mano. Era hasta gracioso, teniendo en cuenta los gestos que había realizado hasta hace no mucho.
—Sí. ¿Te encargas de secar?
Tras una respuesta positiva, se pusieron a limpiar en silencio en compañía del otro. Siendo la primera vez en años que sucedía un acontecimiento tan insólito como ese.
Uno que Hongjoong resguardaría para sí con todo los muros y armas que tenía. Se negaba a que se hicieran una percepción diferente de él. O que su nombre se viera asociado a otro en consecuencia. Incluso si esto involucraba mentirle a sus amigos.
Porque al igual que las rosas con espinas, los malos hábitos arraigados de años, eran una tarea difícil de concretar con facilidad, ni hablar de la eficacia. Y un error nunca significaba aprender de él.
Un capítulo corto pero relevante a modo de agradecimiento porque ya son 3k lecturas y siento la urgencia de agradecer el apoyo que le han mostrado a esta nueva historia. De verdad, gracias por darle una oportunidad. Espero que lo disfruten ♡
☪
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro