❈•≪14. Experĕris≫•❈
Al final, el acuerdo de paz y su promesa de "intentarlo", no se dio hasta que comenzaron los primeros entrenamientos para la postemporada. Y Hongjoong ni siquiera se esmeró en acordarse de ello, demasiado enfocado en retomar el trabajo y en ocuparse de su rendimiento.
Jongho, en esas semanas, logró finalmente encajar en el equipo, según observó. Los alfas más viejos que todavía pertenecían al plantel principal ya no buscaban meterse con él, ni tampoco hacían comentarios relacionados a su supuesta "inexperiencia"por ser el más joven entre ellos. Dejándolo tranquilo, o eso aparentaban en el campo de Jamsil y en los rincones de las instalaciones de la sede. Los otros, en cambio, lo comenzaron a integrar en las prácticas, esta vez sin que el mánager se los tuviera que decir. Pese a esto, aún elegía pasar el tiempo y descansos que tenían con Maddox y Hongjoong.
Sorprendiendo a éste último.
La mayoría optaría por encajar en la manada y seguir al rebaño, meramente por cuestiones de supervivencia. Lo que no juzgaba.
Ahora bien, en cuanto a Maddox, las cosas con el alfa seguían igual que siempre. Sus asperezas anteriores y no dichas, se las llevó la corriente. Ya que el rubio era demasiado gentil cuando se trataba de él y afrontar un tema que sabía, no le sentaba muy bien. Por lo que, mantenían esa línea distinguida entre compañeros cercanos pero no amigos como tal. Aún si llevaban 5 años conociéndose y compartiendo unos mismos colores.
Agosto había sido un mes de sorpresas y en muchos sentidos de la palabra.
La mayor de ellas acabó apareciendo un día de intenso sol y brisa primaveral, contradictorio a la época en la que se encontraban. Pero mientras Hongjoong realizaba ejercicios de estiramiento en un rincón donde el sol no lo agobiaba, pudo distinguir a una silueta conocida en unas prendas de entrenamiento llamativas, por decir algo.
Dentro de la jaula de bateo yacía Song Mingi.
No era extraño que algunos estadios, por no decir que todos, tuvieran dichas jaulas desmontables. Al fin y al cabo, es donde los bateadores o cualquier pelotero en sí mismo, practicaba sus habilidades. Eran rectángulos no muy largos, de unos 21 centímetros, teniendo 4 metros de ancho y 3 de alto, a su vez, eran diseñados con redes de tela para evitar que las bolas salgan disparadas y dañen a alguien.
Tampoco era raro que otros equipos usaran terreno "enemigo" para esto, era más común de lo que se pensaba. Motivados por la razón de familiarizarse con el área de juego y, en su mayoría, se daba cuando los equipos en cuestión estaban próximos a enfrentarse. O también existían los acuerdos entre los mánager. Sacando algunos beneficios desconocidos de ello. Además, no importaba que se vieran entrenar, nadie hacía nada espectacular en esos momentos. Lo realmente valioso eran las tácticas y jugadas escritas en las pizarras y nada más.
Detalle que no se visualizaba por ningún lado en esa ocasión, claro. La razón principal de esto, es porque el día de hoy era para ejercicios físicos; ya sean individuales o en grupos reducidos.
Acomodando la gorra, Hongjoong vio a lo lejos al hombre empezar a configurar la máquina de lanzamiento. Un bate reposaba sobre su hombro con despreocupación. Pero en lo que se fijó intencionalmente, fue en el hecho de que Mingi iba con la cara descubierta. Sin gorra de los Kia o casco.
Relamiéndose los labios con incertidumbre, observó al resto de sus compañeros enfocados en la actividad asignada por ellos o los entrenadores correspondientes, mientras que un par mínimo, se dedicaba a interactuar con los invitados del día. Cambiando el peso de su pierna a la otra, Hongjoong se quedó viendo en la misma dirección casi sin darse cuenta, estancado en el mismo pensamiento: ¿Saludar o no saludar?
La jornada perfectamente podía concluir sin que ellos crucen una mirada y dado a que hicieron las paces, el omega no podía evitar preguntarse si era lo correcto. El enigma de no tener idea de cómo reaccionar o comportarse le estaba comenzando a joder. Y odiaba sentirse, figurativamente hablando, de esa manera.
Exasperado con su indecisión y pensamientos redundantes sobre esa mierda de compatibilidad, decidió actuar y ponerlos a prueba. Y a lo grande.
Sacándose el guante con el que había estado casi veinte minutos practicando lanzamientos con un jardinero central, se excusó con unas palabras vagas y un movimiento sutil de cabeza que. dudó, el hombre hubiera comprendido. Acto seguido, se alejó del tipo y caminó unos escasos metros a la zona de la jaula. A medida que la distancia disminuía, los latidos de su corazón iban en ascenso. Resonando en los oídos como tambores de carnaval. Exhalando con suavidad, desaceleró el paso y se enfocó en tranquilizar su corazón. Logrando poco y nada en realidad. Y sólo por una cuestión de precaución, se olfateó las muñecas, notando que el bloqueador seguía cumpliendo con su función de anular sus feromonas.
No obstante, al estar a unos pasos de acercarse al hombre de espalda dentro de la jaula, el arrepentimiento golpeó el vació de su pecho con una fuerza demoledora. Eunyeong se encontraba allí. Dándole conversación al moreno, quien no se lucía muy dispuesto.
«Semejante panorama», pensó con pesimismo.
—¿Qué te trae por aquí, Kim?
Sin poder ocultar la sorpresa que lo invadió, el aludido se detuvo en seco y abrió grande los ojos. El lanzador de espalda lo pudo identificar sin un esfuerzo aparente o sin que el otro campocorto se lo soplara. Lo que era admirable y escalofriante al mismo tiempo.
—¿No tienes algo mejor qué hacer? —preguntó Eunyeong con su altivez usual. Mentón en alto y orgullo metido hasta el culo.
Rodando los ojos, Hongjoong ni siquiera se molestó en replicar, sería igual de estúpido si siquiera pensaba hacerlo. En su lugar, retorció la gorra en su poder y carraspeó con la esperanza de que el tono no le flaqueara.
—Bienvenidos.
Tenía que intentarlo, se dijo a modo de mantra.
Apartándose de la máquina, Mingi se giró a verlo por completo. Ojos oscuros en una obsidiana absorbente pero gentil, de una forma contradictoria pero cierta. El reflejo analítico que tendía a iluminar esas iris, en esta ocasión, no estaba allí.
—Gracias por recibirnos, Kim.
La respuesta de Mingi fue simple pero honesta en su cortesía. Ese detalle no provocó que las cejas de Hongjoong se alzaran, instintivamente hacia arriba, fue otro mucho más sutil. O muy evidente si se era observador.
—No tenía idea de que ahora se llevaran bien —comentó el campocorto de cabellera café. Mirándolos con atención.
Indiferente a su observación, el pelinegro resopló una risa aireada—. Apenas sabes algo sobre mí.
Eunyeong no recibió el comentario crítico con buena cara, pero contrario a lo que esperaba el castaño, no hubo uno de regreso ni siquiera uno similar a un reclamo. Sólo una mirada enfadada y una mueca disgustada. Enseguida de esto, se marchó. Su anterior sonrisa quedando en el olvido. Tan pronto la silueta se integró en un conjunto de otras, Hongjoong tomó la palabra.
—¿Estás intentándolo también al llamarme por mi apellido? —preguntó aquello que mayor curiosidad le causó al notarlo. Para su tercera sorpresa del día, recibió una negativa—. ¿Entonces qué fue eso de recién?
—El apodo te lo di a ti, Ángel. No me interesa que alguien más lo sepa.
Y ahí estaba de nuevo con esa manera de expresarse adornada de mensajes y líneas secundarias que no conseguía descifrar sin importar cuánto lo intentara. Hace unos días había sido: "Eres Ángel para mí", cuando le sugirió que dejara ese mote de una buena vez y usaran sus nombres para no sentir el asunto tan formal. Ahora le salía con esto, diciendo que un apodo le pertenecía. ¿En qué absurdo sentido podía ser de ese modo? ¿O acaso quería decir que le gustaba llamarlo Ángel en privado? ¿Por qué sería así, cuando nació de uno de sus tatuajes y en uno de sus momentos más tensos?
Era ridículo y no existía persona que no pudiera pensar igual.
—A veces no haces sentido —murmuró tras un rato de silencio.
—Dice quien viene a verme entrenar.
—¿Quién dijo que vengo a verte presumir?
—¿Presumir? —inquirió el alfa con una ceja enarcada, divertido.
El castaño volteó los ojos con un fastidio falso—. Eres de extrema derecha, los de tu clase aman pavonearse con omegas.
Hongjoong pronto se halló cubriéndose la boca con ambas manos, dándose cuenta de qué había dicho cuando se supone, tenía que ir con la mentalidad de ser amigable o, en todo caso, cortés. No un bastardo ni alguien que generaliza a la ligera. Aún y con su obvio desacierto, Mingi no se lo tomó a mal ni realizó un gesto que delatara esa molestia enmascarada. Mantuvo la sonrisa de medio lado y el bate sobre el hombro, tanteando la zona en pequeños golpes. La cabeza inclinada a un lado y las cejas relajadas. Una sombra de malicia cubría los filos de sus facciones en un sigilo casi desapercibido.
—En serio eres bastante lindo, Ángel —le confesó por segunda vez, ahora, en un tono bajo, cercano a un arrullo tierno. El barítono que le daba vida a su voz, siendo una melodía acogedora—. Pero deberías saber un par de cosas, presumo en lo que soy bueno: lanzando. En segundo lugar, ser del tipo dominante no es la gran cosa. De verdad —agregó al ver su mueca de escepticismo—. Por último, no todos los alfas prefieren omegas. Naturaleza o no.
Y aunque estuviera sonrojado, el omega lo sabía muy bien. Yeosang tenía una tendencia a buscar parejas betas, Seonghwa por otro lado, le daba igual la designación o el género, sólo le importaba qué aportaba esa persona a la suya y cómo trabajan juntos. Ya no vivían en la antigüedad donde era obligatorio que, independiente a los sentimientos y la atracción que se sintiera, las designaciones superiores permanecían con las inferiores y viceversa. La elección personal y los gustos, eran chistes mal contados en aquella época.
Ante su mudez prolongada, el tipo pronto siguió:
—Suerte para ti, Ángel, soy un alfa de omegas.
Escandalizado por las palabras y el guiño que le acompañaron, Hongjoong quiso salir corriendo y romper algo. Sin embargo, se asombró al percatarse del inicio de una risa en el fondo de su garganta. No sabía identificar si era histérica o de gracia sincera, pero la cosa es que estaba allí. Palpable como un cosquilleo que costaba reprimir.
—Aunque también de betas.
Y ya sin poder contenerse. acabó riendo. No fue ruidoso ni llamativo en ello pero, aún así, tomó con la guardia baja al pelinegro.
—No me había dado cuenta de lo ridículo que eres. Dios —exclamó al limpiar una lágrima solitaria en la comisura izquierda de su ojo. Calmado, desvió la mirada al suelo. Consciente de su anterior desliz—. Siento haber asumido.
—Está bien, te perdono —aseguró el alfa con una voz amable, pero cualquier cosa que fuera a decir a continuación se quedó en el olvido y se remplazó por:—. Cobrador a las cinco.
Desentendido, Hongjoong volteó sólo para que en su campo visual aparezca Jeong, el receptor de los Kia Tigers, vistiendo unas prendas de entrenamiento similares a las de Mingi.
—¿Lo tienes? —inquirió en un tono seco. La diferencia de contraste con la voz rasposa del pelinegro y la suavidad que bordeaba su característica grave, eran desconcertantes. Pero lo era aún más, el modo en el que el hombre más alto se dirigió a él en comparación del lanzador.
Dejando su bolso en el suelo, Hongjoong no se esforzó en intentar una vinculación civilizada y, en cambio, se dispuso a hurgar entre sus cosas hasta dar con la pequeña caja sellada y extenderla al alfa dominante con un aroma intenso a café. Delicioso de beber pero repelente cuando se expedía en modo de feromonas de rechazo. Arrugando la nariz, el omega vio a Jeong sonreír para sí al obtener su adquisición costosa.
Una versión de Miles Morales; Titan Heroes Series, que le había quitado 53.400 wones del bolsillo.
—No tenía expectativas de ti —comenzó diciendo el de ojos marrones, contemplando la figura—, pero veo que no eres tan inepto con la motivación adecuada.
Mingi que se había desentendido de ellos y comenzado con su entrenamiento, dejó pasar una bola y el eco de la misma sobre la tela, les llamó la atención. Ahora sí portaba un casco de seguridad que, para ser honesto, el castaño no tenía idea de dónde sacó.
Probablemente de su bolso en la pequeña banca.
—Yunho —masculló en advertencia. La mirada seria era apenas una sombra tenue de las que él había recibido en el pasado.
—¿Vas en serio con eso de limar asperezas, eh? —replicó el más alto de ellos con burla, inofensiva aparentemente—. Gracias —dijo esta vez, mirándolo. No había intención en sus palabras ni en sus ojos pero no le interesó—. Espero en serio que no seas tan imbécil. Es mi mejor amigo, ¿sabes?
—Ve a entrenar Yunho.
Riéndose, el susodicho no se movió de su sitio y los observó a detalle. Un destello de crítica ácida dirigida para el moreno en particular. Algo peculiar en su dinámica—. Ese tipo de allí probablemente nunca te odie —comentó con un tono serio, perdiendo todo rastro de diversión y con ojos agudos que lo clavaban en su lugar con una atención irrompible—. No sé si lo notaste o no, pero tiene una tendencia por cuidar de cosas dañadas y su alfa adora consentir, así que tienes suerte. Mucha. No le diría lo mismo a él.
Sin dejarse intimidar o coaccionar, levantó la voz en su defensa. Aún si las feromonas del tipo le estaban quemando los nervios—. Puede no tratar conmigo. Existe la opción de ignorarme, ¿sabes?
—Las veces que de hecho lo intentó fuiste el primero en iniciar un conflicto. ¿No soportas su falta de atención en ti o qué?
—Por el contrario. Además, y de haber sido así, él hizo algo en una ocasión anterior y me lo estaba cobrando.
—Una excusa conveniente —señaló Yunho.
—Tómalo como quieras.
Sin que ninguno lo anticipara, Mingi apagó la máquina de lanzamiento luego de varias bolas perdidas y apareció entre ellos con una cara de muerte, ojos brillantes y unas iris consumidas por la obsidiana más oscura. Emanaba una ferocidad que a duras penas era contenida y se podía distinguir en la línea de su mandíbula apretada. Los brazos expuestos, torneados en trazos tensos y músculos hinchados. Manos cerradas en puños y venas que saltaban en disconformidad.
La representación exacta de virilidad y testosterona a punto de hacer combustión. Una amenaza latente para cualquiera del par.
—Creo que estaría bien que los dos se relajaran.
Esas palabras bastaron para hacer a Yunho levantar las manos y darse por vencido, para consecuente a su teatro, girar sobre los talones y marchar hacia el resto. Hongjoong por su parte, le dio un vistazo de soslayo a Mingi en el momento que lo notó acercándose en un andar lento pero decidido. Sus vellos se erizaron por segunda vez y sus nervios quebradizos se pusieron el doble de rígidos.
—No voy a hacerte nada —informó el moreno con un tono grave pero una peculiaridad rasposa que le correspondía—. ¿Estás yendo al médico?
—¿Cómo eso tiene que ver contigo?
Levemente, Mingi se mostró sorprendido por su brusquedad, sin embargo, no retrocedió y se colocó justo frente a él. No obstante, todavía permanecía fuera de su espacio personal. Su rostro siendo plano, recordando ese que acostumbraba a ver antes y después de un juego.
—Te ves pálido —comentó con un mejor control en la voz, menos áspera o grave. Incluso si su tesitura lo era—. Puedes tener esto —le dijo tras hurgar en el bolsillo de su bolso y extraer una barra de granos comprimidos—. Ayudará a darte energía.
—No considero que lo necesite.
Arrugando los labios, el alfa lo miró en silencio con brevedad—. Entonces deberías echarte un vistazo en el espejo.
—¿Disculpa? —exclamó en un tono, claramente ofendido.
Masajeando el puente de su nariz, Mingi se dio tiempo a suspirar con fuerza, fue tal que los hombros cayeron, pero la tensión evidente permanecía marcando los músculos y venas expuestas.
Una imagen no muy agradable si se tenía en cuenta la furia y la exasperación, y no el visual per se.
—Siento la actitud de Yunho —empezó diciendo al recomponerse—. Él sí es lo que esperarías de alguien de extrema derecha: dominante, soberbio y un poco injusto. Lamento que liberara sus feromonas en ti de esa manera. No tenía el derecho de hacer tan obvio su rechazo.
—Aún así es tu mejor amigo.
—No es mal tipo, sólo protector cuando se trata de mí.
—Eso no lo justifica.
—No lo estoy haciendo —explicó el alto con cierto tinte de impaciencia en la voz—. Sólo disculpo su comportamiento, aunque no sea quién deba hacerlo.
—Mhm.
Visiblemente colmado con su repentina actitud hermética y de perra rencorosa, Mingi se dispuso a recoger sus pertenencias, no sin antes terminar por lanzar dos de las barras energéticas que cargaba consigo en el interior del bolso de Hongjoong todavía abierto en el suelo.
—Eres una mierda confusa, Ángel.
La sentencia cruda del lanzador no fue lo que perduró en la mente de Hongjoong con fuerza ni lo que causó un mayor impacto en su persona, sino que notar, esa fragancia intensa y a su vez fresca que lo transportaba a un campo poseedor de la hierba más verde y con las más extravagantes de las flores tornarse agrío, lo dejó estupefacto. De la nada, el escenario se volvió sombrío y las orquídeas se pudrieron hasta perder esa intensidad violeta. Dejando a su paso pétalos marchitos en un terreno arenoso y desprovisto de vida.
Incluso si podía distinguir el aroma secundario de Mingi, Hongjoong dudaba que su nivel de compatibilidad fuera lo suficientemente bueno como para llevarse bien. O mínimo poder entablar algún vínculo decente.
Hoy había decidido acercarse, hacer el primer movimiento de los dos con la esperanza de tener una interacción civil. Un trato humano y cordial, sin embargo la situación acabó desviándose a las vertientes rudas que habituaban. Siendo un fracaso completo.
Es ahí donde el omega no podía evitar preguntarse, ¿por qué seguir con eso? Estaba claro que no funcionaría.
Por todos los cielos, ellos dos juntos no funcionarían ni aunque sus vidas dependieran de que así fuera. Eran una ecuación disfuncional. Dos enigmas que no encajaban en la pieza opuesta. Tan simple como eso. Era probable, por si todavía no quedaba claro, que su nivel de compatibilidad fuera de un 15%, mientras que con Yeosang estaba seguro era de un 83% y con Seonghwa, tal vez, de un 79%.
Motivo, que en su criterio personal, explicaba porqué encajaba tan bien con los últimos dos y no lograba hacerlo con el alfa dominante. Y asimismo, tenía la teoría de los genes, que los suyos fueran de extrema derecha, mientras que los de ellos eran estándar, también debía influir de algún modo a la hora de crear lazos interpersonales.
Porque hoy puso a prueba el intentar la amabilidad y se torció en algo desagradable. Aparte de terminar siendo desalentador.
Era casi una paradoja, no tenía sentido y además, carecía de un futuro próspero.
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