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❈•≪13. Cōnfessiōnēs≫•❈

Respirando con profundidad, Hongjoong mantuvo los ojos cerrados al mismo tiempo que percibía la forma cruel en la que el frío le acariciaba la piel con rudeza y teñía sus mejillas pálidas con un sutil coral. Las orejas por el contrario, destellaban en un intenso rojo. Los músculos calientes y desacostumbrados a la actividad, pero complacidos con ese rato de soledad.

Siendo él en compañía del hielo.

Disfrutando de sí mismo, dejó que el fierro de los patines lo llevaran dónde quisieran por la pista vacía, y el ruido del contacto le llenara la mente. Eso, claro, sin hacer acrobacias muy excéntricas. Ninguna en lo absoluto. Sólo se deslizaba. Pero estando así de absorto, no se percató de una presencia extra y para cuando lo hizo, se llevó el susto de su vida. Seonghwa apareció en su campo visual, pero siendo más ágil, se detuvo al instante. En un movimiento ya propio de su sistema y profesionalismo. Yeosang que le había acompañado y estaba en las gradas, apenas reaccionó por el grito.

—¿No piensas contarnos nada? —inquirió el alfa con una ceja en alto y su típica expresión serena. No obstante, en su voz destacaba una ligera impaciencia.

Hongjoong desvió la mirada con vergüenza, desde esa noche, hace tres días, él se mantuvo el acontecimiento para sí. Los resguardó con una tenacidad de acero que, siendo objetivos, no debía existir con sus mejores amigos. Más aún luego de cuánto le costó construir dichas amistades.

Suspirando hasta desinflar los hombros y el cuerpo, el omega retomó la anterior actividad en silencio a sabiendas de que Seonghwa lo seguiría sin rechistar. Lo que pasó. Años de conocimiento mutuo les había dotado de ese nivel de comunicación especial.

—Nos dimos la mano —comentó después de dar una vuelta entera a la pista. El albino junto a él, hizo un sonido de sorpresa genuino—. Para sellar nuestro..., ya sabes, ¿tratado de paz?

—Espera un segundo, ¿ustedes hablaron? —preguntó con una confusión honesta, en un inflexión aguda. Si se era muy perceptivo al respecto, se distinguía un matiz de decepción que le bordeaba la voz—. No estaba enterado —agregó como si ya no fuera obvio, acentuando su su ahora indignación—. Yo quería saber qué decidiste al final; sobre si hablar con él o no. Ahora LO sé.

Avergonzado, el castaño recordó que ni siquiera les mencionó a sus amigos que habían tenido algún tipo de encuentro con el pelotero de los Kia Tigers, y por esto mismo, se impulsó con sus patines blancos unos centímetros por delante del alfa. Exponiendo de esa manera su reserva de información deliberada e innecesaria.

Huyendo. Siendo esta otra de sus características bien arraigadas.

—En la cena de cierre —contestó en un susurró apenado, a continuación, aclaró la garganta—. No fue algo planeado. Sólo no lo sé, se dio, supongo.

—¿Supones?

Hongjoong arrugó los labios, frustrado. Sinceramente, no había planeado conversar ese día con el lanzador, en verdad salió a tomar aire, porque tanta conversación y personas fingiendo ser amables con él, lo agotaron. Sin embargo, cuando el pelinegro se le acercó de casualidad en ese asqueroso callejón, pensó; ¿por qué no ahora? Podría no haberlo hecho para empezar, en cambio, tomó la iniciativa. Con un poco de rudeza, pero eso era lo de menos. Los eventos que se desencadenaron después, tenían mayor valor. En su criterio era de ese modo.

—Supongo —murmuró en un encogimiento de hombros, negado a rectificar—. Pero hicimos las pases. Bueno, quedamos en intentarlo.

Seonghwa, a pesar de que no lo estuvieran viendo, encajó las cejas hacia abajo, en una mueca confusa y cada vez más distorsionada. La lentitud superflua del omega para expresar los hechos, lo estaban matando. Y aunque no quería presionarlo, la tendencia que el hombre más bajo tenía para acumular sus problemas o acontecimientos relevantes para sí, era algo inaceptable cuando sabía que tenía quienes lo apoyaban.

—¿Qué significa eso? —preguntó luego de un rato.

Hongjoong no fue inmediato en su respuesta, se mantuvo pensativo en lo que continuaban recorriendo la pista. El ruido del hielo desgastándose haciendo eco en la acústica del gimnasio universitario.

—Intentaremos respetar al otro y el trabajo que ejerce —murmuró con cierta pizca de duda. Inseguro del uso rimbombante de sus palabras escogidas—. Intentar tener una vinculación más inclinada al profesionalismo.

Comprendiendo mejor, el albino asintió con lentitud—. Entonces, ¿aclararon sus problemas?

—Yo diría que limamos algunas asperezas más que solucionarlo todo —razonó con cierta renuencia—. Pero no fue tan malo, increíblemente, fue alguien paciente.

A Hongjoong aún le sorprendía conocer ese lado de Mingi, notar que podía ser alguien más pragmático de lo que sus pintas y tratos pasados, algunas vez pudieron aludir. Por lo general y en base a las experiencias, siempre se había mostrado serio, rígido incluso. Un hombre imponente que fácilmente podía ser atribuido con la cualidad de obtuso, sin embargo, ese no parecía ser el caso. Al menos hasta ahora, dejó entrever que era bueno para la escucha y poseía una cualidad singular para la conciliación de daños. Además de saber tratar con un omega. Pero eso no era un atributo propio como tal, el tipo provenía de padres de renombre en el medio, su educación había sido diseñada de manera que supiera qué hacer con uno.

No obstante, le revolvía algo por dentro que supiera atender las más básicas de sus necesidades estando bajo situaciones límites.

«No empieces con mierdas», se dijo para sí. Al mismo tiempo, se recordó que hace mucho no recibía esa clase de cuidados y atenciones particulares de su designación. Por lo que era ese lado instintivo el que hacía juicios innecesarios para la ocasión.

—Nadie es tan malo ni tan bueno, Joong. Deberías saberlo.

El susodicho quería alegar que eso no era del todo correcto ni una afirmación que debiera hacerse con tanta confianza, porque en la vida, las personas eran variadas, eso seguro. No obstante, ambos tenían el conocimiento vivido de Haesuk. Y ella no era grises, las sombras que oscurecían a esa mujer eran tantas que su casta completa podía ser identificada con el color de la obsidiana más profunda.

Lo que estaba claro, no se trataba precisamente de un halago.

—¿Yeosang sabe de esto? —preguntó el alfa al verlo tan pensativo.

—Lo quería con versar en el almuerzo —respondió por lo bajo—. Con ambos. No me sentía preparado, es todo —y luego de una pausa larga, el castaño suspiró—. Lo siento, Hwa. Sé que debía contarles. En serio, lo lamento.

Exhalando, Seonghwa apenas hizo un movimiento que bastó para igualar sus posiciones. No sorprendiendo a Hongjoong en lo más mínimo. El café de los ojos del albino brillaron con una compresión arrolladora y un cariño descomunal que erizó los vellos del omega. Ese tipo de intensidad que provenía de una persona especial. Un amigo de armas que aguantó las peores de las batallas a tu lado y soportaría la furia de los dioses como un gladiador digno.

—Te perdono. Ahora cambia esa cara, siento que pateé un gatito.

Riéndose, Hongjoong agachó la cabeza y de la forma más disimulada que halló a su favor, se limpió la comisura izquierda del ojo.

No creía que la situación en sí lo pusiera en ese estado de emotividad, era más bien, el saber que seguía cometiendo los mismos errores. Y aún así, sus amigos se los perdonaban con una facilidad que no comprendía en su totalidad. Era absurdo que no aprendiera de sus lecciones pasadas, pero más ridículo resultaba, que tampoco pareciera muy dispuesto a intentarlo.

Asimismo, la presión de la postemporada lo estaba devorando por dentro. Los resultados de las alineaciones oficiales no se mostraban todavía y su celular seguía brillando con los mismos mensajes que no quería ver. Combinada las dos situaciones, él sólo era un desastre por dentro.

Necesitaba con urgencia un pilar donde relegar algo de ese estrés o explotaría. El agujero negro en su pecho era signo suficiente.

Por otro lado, el tratamiento para eliminar los residuos de años de negligencia en su cuerpo era otro acontecimiento que le pesaba en los hombros con una densidad de hierro. Las pastillas que debía tomar, y aún no hacía, aparte de los bloqueadores en crema; los cuales apestaban, literalmente hablando. Eran las únicas soluciones inofensivas que el doctor encontró para evitar otro tipo de secuelas dañinas. Era un omega de condición especial, después de todo, usó lo que había a su alcance y más para cortar cinco años de celo. Un ciclo de calor natural que debía ocurrir en su designación como en cualquier otra, y por el contrario, nunca sucedieron en su caso.

El panorama era desalentador por donde se lo viera.

—¿Sabías que fuma? —inquirió de repente, un tono animado que se notaba forzado pero no fue comentado por ninguno.

—¿Mingi? —preguntó Seonghwa de regresó—. Lo he visto un par de veces en los estacionamiento cuando iba por ti a los juegos. Solía salir primero que sus compañeros.

—Yo no tenía idea.

El alfa a su costado no hizo otra cosa que reírse y mencionar su capacidad para ignorar su entorno a modo de burla. Antes de que pudiera decir algo ofensivo de regreso, Seonghwa se apresuró a tomarlo por las manos, y en su momentánea incomprensión, el alto los hizo girar en el eje. Lo que terminó por colocar una mueca sonriente en la cara de Hongjoong. Estaba vez, siendo una genuina.

Entusiasmado con su tontería, el omega realizó un pequeño gesto con los ojos que el alfa supo interpretar y en el segundo siguiente, se halló ejecutando por su cuenta el famoso impulso angular. Una pirueta típica que consistía de un elemento de ballet: girar con los brazos extendidos en la posición central, en el sentido de las agujas del reloj; o no en el caso de algunos patinadores, para simplemente pegar los brazos en forma de X al pecho y así, reducir la inercia para que la física haga su magia y la velocidad aumente.

Al finalizar con su truco de principiante, se encontró recibiendo aplausos del alfa y de Yeosang a la distancia, quien fue mucho más entusiasta y hasta victoreó su nombre de pie. Recordando sus buenos modos, se giró hacia el beta y realizó una reverencia elegante con la mano derecha tocando de manera sutil el hombro. Su cabellera algo larga le cayó sobre el rostro y su respiración agitada se entrecortó por la pequeña risa que escapó entremedio.

—Así me gustas más.

Enderezando la espalda, Hongjoong se volteó hacia el alto de cabellera blanca y le sonrió con facilidad. Para enseguida de ello, reducir la distancia y depositar un beso vago en la mejilla de Seonghwa. El aroma que caracterizaba al alfa, se acentuó en una nota suave. Una fragancia que recordaba a un naranjo con brotes frescos.

—Gracias.

Entendiendo el peso real detrás de su corto agradecimiento, el alto simplemente hizo un gesto perezoso con la cabeza mientras que sus ojos, brillaban con un cariño inmenso que era tal, que la luz del sol podría sentir celos de cuánto iluminaba las facciones excéntricas del hombre.

Realzando no sólo su belleza sino también su amabilidad inmaculada.

—¿Apestaba? —preguntó una vez el humor se restableció y volvieron a retomar la anterior actividad: deslizarse.

Hongjoong inclinó la cabeza hacia un costado, pensando en una respuesta que fuera lo más cercana a lo cuestionado de manera inocente por su mejor amigo.

A pesar de fumar, Mingi siempre olía a mente. Las veces en las que estuvo frente a él mientras sostenía un cigarrillo entre los dedos, por supuesto. Una particularidad en verdad curiosa. No obstante, le resultó bastante fácil averiguar la razón de ello. El aroma secundario, o familiar mejor dicho del alfa dominante, era la menta. Asimismo, los cigarrillos que fumaba eran del mencionado sabor. Todavía podía distinguirse la nicotina en el humo pero nada en verdad serio o que repeliera.

Sin embargo, le asombraba notar que un hombre tan recto como Mingi tuviera hábitos tan desagradables.

Era un alfa de rango especial; de extrema derecha: dominante, según tenía entendido, los adiestraban para ser los mejores de la camada. Y, de nuevo, en base a su comprensión y criterio personal, fumar, no era ni de lejos, la actividad más digna que alguien pudiera tener.

Atractivo o no.

—Te asombraría saber que no.

Justamente, Seonghwa se mostró sorprendido: las cejas gruesas pero bien definidas subiera y los labios se abrieron en una mueca ligeramente torcida.

—¿Cómo es posible? —preguntó confuso.

—Son de menta —respondió en un murmullo indiferente, y sin venir a cuento, agregó:—. Su aroma familiar es el mismo. Tengo la teoría de que se superpone.

—¿Lo es? —cuestionó con el rostro cada vez más distorsionado. Siendo Hongjoong ahora el confundido, enarcó una ceja en lugar de fruncir el ceño.

—¿No te habías dado cuenta?

Su mejor amigo se le quedó viendo con cara de circunstancia, como si él en verdad fuera tan despistado como muchos señalaban a veces o, si por el contrario, jugaba la carta de ignorante con demasiada frecuencia.

—Lo enseñaron en la escuela, Joong. Sólo hay tres formas de saberlo.

Hongjoong apretó los labios y se detuvo en seco, quedando en el medio de la pista con la cabeza inclinada a la izquierda y una mirada castaña que destacaba pensativa, adornando el aspecto más suave de sus facciones con interrogantes.

La primera manera que se conocía era la obvia, si no le fallaba la memoria, y se trataba de aquella cuando uno estaba en el pre-celo. Ya sea cualquiera de las tres designaciones estuviera cerca de su temporada de calor, el aroma secundario se haría más fuerte y, por consecuente, mucho más atrayente para una posible pareja o, en dado caso, un compañero de una noche que ayudara con la situación de ser requerido. O del afectado querer que así sea. En la ficción les gustaba pintar los hechos como si no existiera una capacidad mínima de consentimiento o elección libre, pero la había. Lo único de lo que no se podía escapar era del deseo intenso que ardía en las entrañas y nublaba la mente con un fuego que dolía mil infiernos.

La segunda manera, era el celo propio. Estando en esa faceta, las feromonas se desataban con locura y tanto el primero como el segundo aroma se podían percibir sin restricciones. Siendo una combinación fragante e irresistible en la mayoría de casos.

El último era, por alguna razón, el menos comentado pero el más frecuente: compatibilidad. Una persona podía distinguir la fragancia secundaria de otra dependiendo el grado de compatibilidad. No sólo a nivel emocional, sino que también a nivel físico. Y no necesariamente tenía relación con el deseo o la atracción sexual per se. Influía, por supuesto, pero eso ya era una cuestión instintiva. Los gustos y pasatiempos en común, incluso si no existía un vínculo de por medio, favorecían a que pudiera suceder dicha "anomalía".

Y Hongjoong, tras haber repasado cada conocimiento académico que adquirió en su juventud pero olvidó como la mayoría, pronto se encontró con una expresión horrorizada en la cara. Arrugas que deformaban su atractivo y le colocaban emociones ilegibles. Una más contradictoria que la otra y difícil de leer.

—No hay manera de que seamos compatibles —concluyó con una fría negación tajante.

—Piénsalo —le dijo Seonghwa con un tinte de diversión que no debería de estar allí para empezar—. Ambos son jugadores de béisbol, eres campocorto y él doble rol. Nunca estuvieron en presencia del celo del otro, sólo aquella vez en los vestidores pero fuiste tú en esa posición y, seamos honesto, esa tensión que se cargan es... Algo para discutir.

—Discutir mis huevos —masculló con irritación,girando hacia las gradas. Yeosang seguía en su lugar, sentado con hojas en el regazo y sereno. Indiferente a su conversación.

«Joder, como sepa lo del apodo no va a dejarme vivir».

—Vamos, no te lo tomes a mal. No significa que vayan a ser compañeros —le dijo Seonghwa a sus espaldas, aún divertido—. Podrían ser amigos. O finalmente dejar esa basura de peleas infantiles que tienen. Ya sabes, por el tratado de paz.

—Ambos sabemos qué insinúas.

—Es una posibilidad —concordó sin mucho esfuerzo—. Las almas gemelas no existen, Joong. No armes un escándalo de un grano de arena, porque de existir, alguno de nosotros ya lo hubiera sido y siento decirte que no me la pones dura. Y a Yeosang menos, sólo salió con betas y uno que otro alfa.

—Eres un imbécil.

—Pero estoy diciendo la verdad. Tú, en cambio, lo estás llevando al extremo como siempre haces.

Hongjoong resopló a sabiendas de que era cierto, él era un extremista de mierda. La compatibilidad, de nuevo, no significaba que esa persona X sería algo más allá que un amigo. Sólo que aumentaba el porcentaje de que dos individuos encajaran entre sí y construyeran algún tipo de vínculo; cualquiera sea.

Y ya está. No tenía porqué enloquecer con probabilidades de un futuro incierto. No cuando él ni siquiera sabía cómo les iría con eso de ser "cordiales".

Pero nadie podía negar que a la mente le gustaba jugar algunos trucos y meter algunas ideas.

—Como le digas algo de esto a Yeosang tus bolas serán mías, ¿entendido?

—Sí, capitán —exclamó Seonghwa con un exagerado saludo militar.

Rodando los ojos ante el teatro ajeno, Hongjoong sólo continuó el camino hacia el beta. Ese almuerzo pendiente que tenían iba a ser largo y ya se encontraba exhausto.

Deseaba terminar el día en su cama y enredado en sus sábanas.



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