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❈•≪06. Scopŭlus≫•❈

La mañana siguiente de Hongjoong no fue menos agitada que la anterior. Para su desgracia, y por alguna razón que todavía no entendía, su alarma sonó tres minutos después de lo programado. Aunque podía no ser la gran cosa, en realidad lo era. Ya que su rutina entera se vio perjudicada, y por esto, terminó andando a las prisas por su departamento.

Y en medio de ese desenfreno, al omega no le quedó otra alternativa más que vestir con las prendas que debió de haber lavado en la noche. En cuanto a su higiene, no fue mejor tampoco. Se tuvo que cepillar los dientes en segundos y arreglar su cabellera de camino a la cocina. Donde apenas logró prepararse tres tostadas antes de dirigirse a la sala por su bolso, porque sí, seguía allí. Junto con el caos que fingía no ver.

Al momento de colocarse sus zapatillas, se encontraba digiriendo los trozos apenas masticados de su segunda tostada. Lo que no le hizo ningún bien a su garganta, sin embargo, el pensamiento natural que surgió, con respecto a que no requería el uso de su voz para mucho, le hizo descartar la incomodidad casi al instante. Priorizando el coger su billetera y salir al pasillo de una vez. En todo su tramo al estacionamiento, el beisbolista sintió el vibrar constante de su móvil. Al cual no le prestó atención, por supuesto. Considerando más importante lanzar el bolso en los asientos traseros de su Ford, a la par que ocupaba su lugar tras el volante. A diferencia de otras ocasiones, en ese momento no necesitó rezar, ya que el motor encendió tan pronto giró la llave.

Sintiéndose bendecido, no perdió el tiempo y salió de su bloque de inmediato.

Adentrarse al tránsito no le supuso ninguna dificultad, como Seúl aún se hallaba despertando, las calles se mantenían despejadas y de fácil acceso. Lo que ayudó a menguar su nerviosismo. Ahora bien, era apropiado mencionar que dicha calma no duró demasiado, después de todo, conducir hasta el distrito de Seongbuk-gu le llevó casi 40 minutos. Lo que significó que, en el momento que puso un pie en los terrenos de la Universidad de Corea, ya llevaba una hora de retraso. A lo que se le sumaron veinte minutos en lo que alcanzaba su verdadero destino: la pista de hielo.

Una vez en el sitio, ni siquiera pudo sentirse tranquilo. Para ese punto, la irritación consigo mismo había echado raíces y daba igual lo que alguien pudiera decirle, eso no cambiaría. Por lo que, simplemente, se limitó a tragar el gusto desagradable de su tardanza. Habituado a la sensación pesada en su estómago, enderezó la postura y descendió por las gradas de madera. En ello procuró ser cuidadoso. Lo que menos deseaba era errar y acabar lesionado. Sería el colmo si pasara.

Decidiendo que no era buena idea navegar por esa línea de pensamientos, la cortó de inmediato, redirigiendo su enfoque al frío de muerte que predominaba a su alrededor y se manifestaba en forma de vaho a través de sus labios. Era un cambio drástico a comparación del calor exterior, pero sin dudas, cien veces mejor.

Suspirando del gusto, Hongjoong carraspeó su garganta para anunciar su presencia cuando estuvo a pasos de Yeosang. Notarlo no fue muy complicado, ya que allí no había nadie. Literalmente. Eran sólo ellos, junto a Seonghwa y su entrenador en el hielo.

Un escenario solitario pese a que eran cerca de las diez de la mañana, y aunque se supone que ese recinto en particular, no habilitaba su funcionamiento al público general o a miembros de la universidad hasta las tres, a ellos se le permitía hacer uso de la pista. Porque cuando se era un deportista olímpico, se tenía sus ventajas.

Y si algo se le debía reconocer a Seonghwa, es que no dejaba pasar las oportunidades. Admiraba eso de su persona.

—Llegas tarde.

Fueron las primeras palabras de Yeosang, quien de hecho, todavía se mantenía con la cabeza gacha. Ocupado con los papeles que traía entre manos. Ya acostumbrado a su falta de reacción, Hongjoong simplemente esbozó una sonrisa y tomó lugar en el espacio disponible a su derecha. Al instante de hacerlo, el aroma delicado de las flores le recordaron a la calidez del prado y a la gentileza del sol en un día de primavera, provocando que la tensión que había estado estrangulando sus nervios con cadenas de acero, perdieran su fuerza y le permitieran a sus pulmones respirar con normalidad.

Fingiendo que no se daba cuenta del gesto de su amigo, procedió a sacar la tostada restante del interior de uno de los bolsillos de su bolso y se la llevó a la boca. Fue esa sutil acción, la que despertó el interés del rubio.

—¿Qué es eso?

—Mi desayuno.

Al oírlo, el editor frunció las cejas—. ¿Tuviste algo más, aparte de esa tostada quemada?

—Fueron tres —respondió luego de tragar los restos—. Y no está quemada.

Ante eso, el beta soltó un resoplido incrédulo, sin embargo, no hizo mención de su comportamiento evasivo. El brillo crítico en sus ojos fue lo suficientemente expresivo. Incómodo con ese tipo de atención, el omega se encogió cerca del contrario con la excusa de husmear en sus papeles.

—¿Trabajo?

Resignado, su amigo suspiró—. Tengo que revisar esto para hoy antes de una reunión en la tarde. Es sobre el juego de los LG Twins contra los Giants.

—¿Dónde tuvo lugar?

—En Busan —contestó el rubio, poco impresionado con su desconocimiento—. En el estadio Sajik.

Enderezando su postura, Hongjoong no pudo evitar mirar al beta con una ceja enarcada. Principalmente, porque si bien, él podía no tener idea de la mayoría de los enfrentamientos si estos no incluían a su equipo, eso no significaba que no supiera cuáles eran todos los estadios del país; que sólo eran nueve, y de quiénes eran sede.

Era lo más básico que un jugador aprendía. Incluso un fanático casual lo sabía. Pero al estar familiarizado con las pullas ocasionales del otro, se abstuvo de ofrecer alguna réplica y fingió que el comentario nunca existió.

—Escuché que fue malo.

—Algo parecido —murmuró Yeosang en consideración—. Sabes que no soy un experto y que ni siquiera tengo un criterio particular sobre los equipos, pero al estar jugando en su propia casa, se esperaba que los Lotte Giants ganaran.

El castaño asintió con lentitud, comprensivo. A pesar de que el rendimiento de los Giants solía rondar la decencia, era de conocimiento general que no iban más allá. No podían hacerlo. La calidad en sus juegos era buena, sí, y era correcto decir que no apestaban como tal, no obstante, también era muy necesario señalar que de casualidad, no conformaban la triada de la mediocridad. Grupo que se componía por los KT Wiz, NC Dinos y se encabezaba por los Kiwoon Hereos con 0 victorias desde su integración a la Liga en el 2008.

De los 40 campeonatos que se habían concretado hasta la actualidad, los Giants sólo consiguieron 2 títulos en los casi 41 años desde que fueron fundados.

Era tan absurdo como real.

Pero por algún motivo relacionado con la confianza, cuando les tocaba jugar de locales, acababan con buenos resultados. Ganando los enfrentamientos. Sin embargo, esta había sido la peor temporada del club en tiempo y no le sorprendería si no lograban calificar.

—¿Fue muy grande la diferencia?

—Quedaron abajo por 5 carreras. El partido terminó 7 a 2 —al escucharlo, el jugador de los Doosan Bears silbó de la incredulidad. Eso había sido un desastre, no malo como en un principio creyó—. Exacto —comentó el rubio en un tono disconforme, como si pudiera saber qué pensaba—. Ahora tengo que construir todo un artículo realista con la situación de los Giants pero sin hacer parecer que barrieron el campo con ellos. Incluso si fue así.

—Eso apesta —murmuró a falta de mejores palabras, ocasionando que la frustración impropia se marcara en su rostro atractivo. Notando esto y el cambio en la fragancia ajena, se apresuró por agregar—. ¿Quieres ayuda? ¿Que lea algo, tal vez?

Yeosang sonrió ante eso, la curvatura en sus labios fue tan suave como los matices de lavanda en su esencia—. Lo aprecio, pero tú y yo sabemos que no lograremos nada. Las letras nunca se te dieron bien y siempre tuve que darte una mano con todo lo relacionado a redacción.

Fingiendo ofenderse, Hongjoong lo golpeó en el brazo—. Sólo tenías que decir que estabas bien, no toda esa basura.

—Hechos son hechos —replicó el rubio, indiferente.

Resoplando, el omega ya no contestó, por el contrario, se inclinó hasta descansar su mejilla en el hombro del beta. Su mirada puesta en el patinador a la distancia, quien al parecer, terminó con su entrenamiento.

—No le digas nada. Por favor, Yeo.

Cinco segundos tuvo que esperar Hongjoong para obtener algún tipo de respuesta, y en un inicio, llegó a modo de una acción que podía considerarse simple, pero esa cabeza que se apoyó en la suya en una muestra de consuelo silencioso, fue mucho más.

—De acuerdo. Lo prometo.

Sintiéndose aliviado, soltó una respiración que no sabía, estaba conteniendo. Para entonces, Seonghwa terminó de acercarse a ellos. El rostro relajado en una expresión cálida y sonriente. Verla hizo que la tranquilidad del castaño se fortaleciera.

—Por la cara que traes, supongo que te fue bien.

A causa de su comentario, la mueca del albino adquirió de una mayor profundidad. Rozando la arrogancia—. En realidad, me fue increíble —éste no tardó en señalar, el orgullo palpable en su voz—. Trabajamos en la primera sección del segmento sin problemas. Si lo hubieras visto, te habría encantado.

—No dejes que te engañe —murmuró Yeosang, la atención de regreso a sus papeles—. Estuvo una hora practicando el mismo salto.

Ante la provocación inofensiva, Seonghwa se limitó a rodar los ojos—. No vio toda la rutina, así que, por la falta de fundamentos, su opinión queda invalidada. Harías bien en ignorarla.

—Para empezar, no hay una rutina como tal, apenas están armando el primer segmento. Y por lo que escuché, no es nada seguro tampoco.

—De hecho, dudamos que esta versión sufra de muchas modificaciones.

—La palabra clave allí es "muchas" —resaltó el beta sin perder un segundo—. Y según entiendo, eso significa que tendrá un par.

Sin poder resistirlo más, Hongjoong comenzó a reír con ganas. Pese a cómo pudiera lucir, detrás de las palabras de ambos hombres, no existía malicia alguna. En ciertas ocasiones, les gustaba picarse entre sí. Desde que los conoce, su relación siempre había sido igual, y por esto mismo, nunca los cuestionó o preguntó por una razón.

Por extraño que suene, encontraba lógico que tuvieran esas pequeñas disputas, asimismo, no le avergonzaba admitir que le parecían entretenidas. Seonghwa, aún si era el mayor, actuaba como el menor y eso resultaba siendo un espectáculo agradable por algún motivo. En cambio con Yeosang, hallaba fascinante el contraste existente entre su belleza inalcanzable, con la agudeza rápida de su lengua al formular una respuesta.

Y es por esa apariencia a veces inocente, que las personas se sorprendían cuando atestiguaban la franqueza con la que Yeosang exponía sus opiniones o realizaba ciertos comentarios. De igual forma e incluso si era un alfa, las personas no se esperaban que Seonghwa tuviera un lado severo.

—Cómo sea —masculló el albino en un resoplido, falsamente exasperado, para a continuación, mirarlo—. Todavía nos quedan 20 minutos disponibles, ya sabes, por si quieres patinar.

Sonriendo con ligereza, Hongjoong vio hacia la pista con nostalgia y una sensación agridulce en la boca. Era irónico que en la actualidad, el hielo le proporcionara algún tipo de paz, cuando en su infancia le había hecho derramar una cantidad ridícula de lágrimas. Sus primeras heridas y decepciones, tuvieron lugar en el frío de esos espacios cerrados y en la soledad de medianoche.

Y todo por carecer de las aptitudes necesarias para cumplir con el legado de su madre.

«No vayas por ahí».

—Descuida, estoy bien.

—Andando entonces.

Suspirando, el omega se acomodó las correas de su bolso, para inmediatamente después, ponerse de pie. Dándole así, espacio al rubio con el cual poder recoger sus papeles. Tarea en la que se tomó su tiempo, actuó con tranquilidad y cuidado. Muy diferente al castaño que haría las cosas a las prisas. Una vez finalizó con ello, es que se levantó.

Sin mayores demoras, se dispusieron a salir del edificio. Y gran parte del trayecto hacia sus respectivos vehículos, lo pasaron en silencio. Disfrutando del entorno pacífico y de los sonidos ambientales típicos de plena mañana. No fue hasta que caminaron cerca de un grupo de adolescentes que parecían ajetreados con un par de libros encima, que esa quietud se rompió.

—Me recuerda a ti —comentó Seonghwa, apuntando con su mentón a uno de los integrantes: un chico acurrucado en un costado y que usaba su mochila de almohada—. Era fácil verte dormir en cualquier sitio.

Ante la mención de ese acontecimiento pasado, la expresión de Hongjoong se suavizó en una mueca cariñosa que le colocó arrugas sutiles en las comisuras de los ojos. Esa etapa en su vida había sido un desastre y una cadena de imprudencias, como dormir en los lugares menos convenientes por ejemplo, expuesto al peligro y a robos, sin embargo, albergaba buenos recuerdos.

—¿Qué puedo decir? —murmuró con un leve encogimiento—. Realmente tenía malos hábitos.

—No es como si tus hábitos actuales sean mejores.

El efecto que esas palabras tuvieron en el castaño fue instantáneo, y aún si éste no distinguió una emoción particular en ellas, igualmente su respiración se le quedó atorada en la garganta. Paralizado y con el corazón latiendo con fuerza, el beisbolista se obligó a mirar en dirección del patinador, sólo para encontrarlo sonriendo y de brazos cruzados sobre el techo de su BMW en una actitud despreocupada. No había ni crítica ni desapruebo.

Notarlo no le sirvió de mucho y tras respirar hondo, con lo que él esperaba que hubiera sido discreción, procedió a resguardarse en el interior de su viejo Ford Maverick. Su pánico momentáneo lo dejó con los nervios alterados e incómodo consigo mismo.

Sensación que no desapareció sin importar cuántas veces sacudiera la cabeza, resignado a ello, se enfocó en las cosas sencillas, comenzando por encender el motor de su auto. Lograr su cometido le llevó una serie de cinco intentos.

Recordar que había tenido peores, le ayudó con su frustración.

Sin otros impedimentos con los que lidiar, le hizo indicaciones al peliblanco de su amigo para que tomara la delantera. La respuesta de éste vino en forma de un asentimiento apenas perceptible al cual le acompañó el rugido de unos cilindros bien aceitados. Resoplando una risa, observó al Serie 4 - Gran Coupé del alfa, salir de su bloque con eficacia. Deslizándose sobre el pavimento con ligereza, como si flotara.

La única característica que él encontraba atractiva de ese deportivo era su color blanco, si fuera otro, traería más atención de la que ya tenía por ser un modelo de lujo.

Y la gente en serio tendía a enloquecer cuando veía algo llamativo, que además, era caro.

En fin, como el castaño predijo, llegar hasta su local de preferencia; Aurora, les acabó llevando cerca de 25 minutos. Pero siendo casi las once, era de esperar. Para ese punto en el día, el tránsito era más fluido, y no hablaba sólo de los otros vehículos que circulaban en las calles, sino que también de las mismas personas. Ocupando las cebras en cada semáforo que se detenían.

Y para su sorpresa, no lo halló exasperante, por el contrario, esa lentitud natural terminó de eliminar aquellos residuos innecesarios en su mente. Lo que tuvo un claro efecto positivo en su actitud, ya que al bajar del auto, se sintió renovado. Sin tanto peso en los hombros. No obstante, todavía se detuvo a colocarse una mascarilla, incluso si era verano y totalmente ineficaz. Porque era bien sabido que, él y el patinador, frecuentaban ese lugar. Asimismo, aún era reconocible con ese pedazo de tela en la cara.

Una vez en el interior, a ninguno le asombró la decente cantidad de personas que ya había allí. Después de todo, Aurora era bastante popular, por ende, la concurrencia ese día, era considerable. Fácilmente habían alrededor de unos veinte clientes. Y el encanto del lugar, no se limitaba sólo a su menú amplío y variado, sino que también, por sus precios accesibles y su estética. A decir verdad, la mayoría lo visitaba por esto último. Y no los juzgaba, era precioso. Un sitio espacioso y de apariencia impecable, un aroma sutil a pino que daba la bienvenida a cualquiera y música de fondo que se amoldaba a ese ambiente relajado. Sus paredes beige en conjunto a su iluminación cálida, trasmitían un confort inigualable. Y aunque las plantas en los rincones y las flores en las mesas eran artificiales, nadie podía decir que no eran bonitas. Además de aportar ese toque de vida y frescura, resultaban excelentes como accesorios en las fotos.

Pero en su opinión, los asientos eran lo mejor. Al igual que la porcelana utilizada para servir los pedidos, las sillas como los sofás, eran de diversos colores. Eso si, todos en una tonalidad pastel encantadora. Sin embargo, lo que él amaba, era el material del cual se componían. Suave al tacto como el algodón y en extremo cómodo.

Y como ya era costumbre para el grupo, se dirigieron a unas de las mesas más alejadas, tanto del resto como de los grandes ventanales. Hongjoong lo prefería así, ya que lo hacía sentir menos expuesto al público o a los ojos curiosos de los medios.

Siempre estaban en todos lados y nunca descansaban.

—¿Qué piensan pedir?

—Algo ligero — respondió Yeosang, una libreta y lápiz en mano—. Pídeme algo que no sea muy dulce y una bebida. De preferencia fría.

Seonghwa asintió sin rechistar—. ¿Qué hay de ti? ¿De qué tienes ganas?

En ese instante, el beta se olvidó de sus obligaciones y pasó a darle una mirada intencionada, la emoción en ella pesaba más que las palabras. El significado crudo e inconfundible. Tragando, observó el menú que ya se encontraba allí. En vez de fingir que consideraba sus opciones, las analizó de manera honesta y bajo presión, para qué mentir.

De cualquier modo, no iba a quejarse. No había asistido para hacerlo, la finalidad era tener un rato de calidad y arruinarlo; cuando eran raras las ocasiones en las que podían coordinar sus horarios y reunirse, sería sumamente inaceptable. Sin mencionar que inmaduro, después de todo, no importaba cuánto lo pensara o las excusas que se inventara, sabía que la demanda silenciosa del rubio era válida.

—Un café no me vendría mal. De hecho, lo necesito bastante —comentó luego de carraspear—. Y uno de estos sándwich.

Aparentemente satisfecho, el alfa se encargó de realizar los pedidos de todos, tan pronto se les acercó un camarero. Y en esos minutos de espera, lo primero que arribó a la mesa, fueron sus respectivas bebidas.

Agarrando la taza que le correspondía, Hongjoong se encargó de verter los dos sobre de azúcar en el líquido, mientras observaba a Yeosang pasar unas hojas a Seonghwa. De seguro eran borradores de un próximo artículo relacionado al patinaje. Siempre que necesitaba corroborar el uso adecuado de términos técnicos, recurría al alfa. El omega estaba tan oxidado en dicha área, por lo que nunca fue una alternativa.

—Oye Joong, ¿qué puedes compartir sobre la nueva adquisición de los Doosan Bears?

—Nada relevante —contestó con sencillez, dándole un sorbo a su café.

El beta elevó una ceja—. ¿En serio? ¿Nada?

—No es tan difícil de creer, hablamos de mí para empezar, y fuera de eso, lleva un día en el equipo. No sé más que su nombre y edad.

Comprensivo, el rubio asintió con lentitud, pasando de hoja en hoja en su libreta. Claramente buscando una página en particular. Conociéndolo, aguardó en silencio. Yeosang era tan dedicado a su trabajo que no discriminaba el tamaño de la información que recibía, lo único que priorizaba de ella, es que viniera de una fuente confiable y por supuesto, que concordara con sus datos personales. O de las personas que estaban a su cargo.

Tanto Hongjoong como Seonghwa, alguna vez expresaron lo bien que le iría como periodista; era listo, inquisitivo y poseía una tenacidad incomparable, sin embargo, su amigo tendía a descartar la afirmación. No le interesaba incursionar por ese ámbito, solía decirles.

—¿Choi Jongho, cierto? —preguntó con seriedad, viéndolo expectante. Para entonces, sus pedidos habían llegado. El castaño se limitó a tomar el suyo y a asentir—. Bien. ¿Y puedes confirmar si tiene veintidós años?

—Cumplió veintitrés hace no mucho.

Frunciendo las cejas, Yeosang fue rápido para coger el lápiz y tachar algo en la libreta. Ese lapso, el omega lo aprovechó para degustar su sándwich de carne. Intentando enfocarse en esto y no en los murmullos adyacentes a su mesa. Y pese a que lo comentarios no eran negativos de ninguna forma, sólo especulaciones carentes de sustancia, aún así le estaba costando.

Y daba igual por dónde se lo viera, su comportamiento era ridículo. Después de todo, llevaba cinco años siendo un jugador activo en los Doosan Bears, por lo cual, pertenecer al ojo público era una rasgo inherente a su profesión. Le gustara o no.

Removiéndose en su asiento, se llevó una mano a la cabellera y la revolvió hasta que varios mechones le cubrieron la cara parcialmente. Al dejarse la gorra en el auto, esa era la única alternativa viable que tenía disponible. Poco eficaz, debía mencionar.

«Por este motivo debería ya no tomar café pasadas las ocho».

—Entonces —pronunció el rubio, captando su atención—. ¿Se lo tomaron bien? —preguntó en la serenidad de su barítono, estirándose para coger una de las magdalenas del alfa—. No tiene relación con el artículo, es mera curiosidad personal.

—¿Cuándo se han tomado algo a bien? —preguntó el castaño de regreso, en un tono seco—. Entiendo que pueda ser difícil adaptarte a alguien nuevo, pero ellos lo llevan demasiado lejos. Y con esa estúpida actitud de gángster, arruinan la dinámica de todo el equipo. Y ahora mismo, lo que menos necesitamos es competir entre nosotros.

Pero daba igual cuantas veces el campocorto haya vocalizado este pensamiento lógico a los integrantes más antiguos, que eran quienes tendían a comportarse de manera hostil, siempre era ignorado. A pesar del respeto que algunos le tuvieran y de su cordial relación con Maddox, seguían reduciendo su valor o el de su palabra, a su casta. Como si lo fuera todo.

Ofreciéndole una sonrisa empática, Yeosang alargó la mano y le dio un apretón. Fue un gesto suave y cargado de una ternura acogedora.

—Tenlo por seguro que lo harán bien en el siguiente enfrentamiento.

—Eso espero —murmuró luego de soltar un suspiro débil, retrayendo su mano—. Pero el juego que nos toca es contra los Samsung Lions.

—¿Son buenos?

Fue esa pregunta tonta por parte de Seonghwa, lo que hizo a Hongjoong reír con ganas. No obstante, el hecho de que sonara genuinamente curioso, fue lo que lo tomó desprevenido.

—¿Qué? —el alfa pronto cuestionó, viendo a ambos repetidas veces—. ¿Me escuché muy ignorante?

—Demasiado —comentó el rubio en un asentimiento, ganándose una mala mirada.

—Son el segundo mejor equipo dentro de la Liga —informó el castaño, una vez se calmó—. Teniendo 14 victorias a su nombre, son un equipo a temer. Buenos lanzadores y estrategias rápidas. Además, esta temporada lo han hecho increíble y poseen a Choi San.

—¿Y ese es...?

—Su nuevo primera base —anunció Yeosang, sacando una fotografía de entre las hojas. Se trataba del peliazul, parado en el campo y vistiendo las prendas celestes que caracterizaban a su equipo cuando jugaban de visitantes—. Bueno, hace unos meses lo era. Pronto va a cumplir un año con ellos.

—Oh, creo que lo he visto ser tendencia un par de veces.

El editor emitió un sonido afirmativo—. Los fanáticos lo adoran. Es un beta joven y carismático. Bastante popular en el medio.

Seonghwa escuchó con atención, y no mucho después, lo miró con una ceja enarcada—. ¿Qué me dices tú? ¿Has tratado con él?

—No es un mal chico —murmuró de forma escueta.

—Vaya. No me imagino porqué lo pensarás.

Llevándose la taza a los labios con la mayor elegancia habida en su sistema, Hongjoong se rehusó a transitar el camino marcado por el alto. Ese tono sarcástico y esa mirada aguda, las conocía bien. Las intenciones detrás eran tan familiares en ese punto de su relación, que ya no tenía que devanarse los sesos pensando en el verdadero significado de sus palabras.

Sabía el tema que quería abordar y él no estaba dispuesto a ello. Porque sin importar lo que éste creyera, no vivía a la espera de una oportunidad para poder atacar a Song Mingi. No era contra el único jugador de los Kia Tigers que solía despotricar, en la ecuación también entraban Jeong Yunho y Eunyeong. Asimismo, en cada instancia que expresó su descontento hacia el lanzador, lo había hecho por razones válidas. Y si en algunas de ellas no había sido el caso, consideraba que sus sentimientos heridos lo eran.

Tenía el derecho, por todos los cielos. Además, el tipo era un imbécil y punto. Se negaba a reflexionar al respecto.

Por favor, si hasta tenía la experiencia de su último encuentro como prueba. Del cual, por cierto, no planeaba hablar. Principalmente, porque era un gasto de energía innecesario. Y en segundo lugar, porque podía verse ardiendo en la furia de nuevo, y quería evitarlo. Maldita sea, fue con el propósito de disfrutar del tiempo con sus amigos. Sin embargo, allí estaba su mente traicionera, sacando a flote ese ridículo apodo. Haciéndole eco en cada rincón abstracto, como si el recuerdo fuera un pitido interminable.

Y Dios, él no quería sumergirse en ese asunto, porque tanto el mote poco original como el momento en el que había surgido, fueron pésimos. Una etapa que, evidentemente, todavía no superaba. Y quedó más que claro, cuando hace unos días, casi volvían a irse a los golpes como en aquel entonces.

«Bueno, mierda, ¿qué está mal conmigo?».

—No te pongas así —pidió Seonghwa de repente. Su voz siendo gentil, un arrullo—. Lo siento, ¿de acuerdo?

Hongjoong juntó las cejas, más por la incomprensión que por el enojo. Notando finalmente, que se había aislado tanto de todo, al punto de terminar hundido en el asiento y con la mirada perdida en la mesa. No sólo eso, su esencia propia se había vuelto más densa, resaltando con aspereza las características picantes del jengibre. Y aunque amaba la intensidad de su aroma, en ese preciso instante, lo encontraba incómodo. Demasiado amargo.

Avergonzado por su pequeño desliz, acomodó su postura y se concentró en regular sus emociones.

—Lo siento. No me di cuenta —murmuró tras carraspear.

El patinador sonrió, un gesto suave y que albergaba una disculpa—. Está bien. Sé que a veces puedo ser muy insistente —reconoció por lo bajo, esta vez con un dejo de pena—. Es sólo que me preocupo. Porque esa rivalidad que ustedes dos tienen, no beneficia a nadie, Joong.

El susodicho no pudo evitar resoplar, después de todo, era quien mejor sabía del tema. Sin embargo, él no había iniciado esa enemistad entre ellos. Él no fue quien tuvo una actitud condescendiente. No fue quien se comportó arrogante ni quien desprestigió al otro, simplemente, por la casta a la que pertenecía.

—Sí, lo sé.

Seonghwa le sostuvo la mirada un segundo entero, para acto seguido, suspirar. Fue una exhalación profunda que hundió sus hombros. La rendición enmarcó sus facciones con tintes amargos y líneas desagradables. En lugar de sentir culpa, Hongjoong se relajó al saber que no tendría que atravesar ningún momento de introspección.

A duras penas lidiaba con sus emociones en situaciones ajenas a éstas, y en su día a día. La sola idea de tener que analizarlas ahora y a la fuerza, no era una actividad que le apeteciera. Para ser honesto, mientras menos contacto tuviera con ese lado caótico suyo, mejor.

«Estoy bien de este modo», se convenció en su fuero interno.

Percibiendo esa ligera inquietud en el ambiente, Seonghwa hizo lo que acostumbraba cuando quería enmendar alguna irregularidad entre ellos: tomó su móvil y puso una sonrisa conciliadora en su rostro.

—Mi entrenador me envió un fragmento de la rutina, ¿quieres verlo? No me vendría mal un poco de retroalimentación.

Sonriendo de manera genuina, Hongjoong accedió a la propuesta con un entusiasmo real. Le gustaba ser de ayuda y aportar su opinión, pero lo que en realidad apreciaba de corazón, es que Seonghwa lo tuviera tan en cuenta, incluso si sabía lo oxidado que estaba su conocimiento sobre el patinaje.

Esa confianza cruda, era una virtud que en serio admiraba del otro, pero que en ciertas ocasiones, solía generarle una bola de remordimiento en el estómago.

Y no importaba cuántas vendas se colocara en los ojos, él sabía que tarde o temprano, iba a explotar y a corroer todo a su paso.



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