Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

❈•≪04. Acritūdo≫•❈

Luego de aquel día libre y un período corto de entrenamiento, todos los equipos de la liga retomaron su actividad con naturalidad. Siendo los NC Dinos, los primeros en abrir la segunda mitad de la temporada regular. Juego que tuvo lugar en Changwon.

A decir verdad, Hongjoong no se enteró de mucho. Simplemente de los detalles principales: la victoria terminó en manos de los KT Wiz y por el margen mínimo de una carrera. El resultado de 9-8 fue bastante parejo, y el partido en general, concluyó con relativa rapidez.

Eso era todo lo que sabía. O lo que a él le interesaba conocer del tema. Puesto a que, en el lapso de esa semana, el castaño puso su enfoque completo en la práctica y en mejorar cuánto pudiera su técnica de bateo. Razón por la cual, asuntos exteriores a estos, no fueron su prioridad. Lo único que le importaba a su mente ocupada, era regresar al campo.

Y esto no sucedió hasta la siguiente semana, a finales de julio y con 96 partidos ya transcurridos. En esta ocasión, su equipo cumplía el rol de visitante y en la ciudad de Gwangju. Popular por sus constantes cielos nublados y climas húmedos. Condición que el parador en corto se encontraba sintiendo de manera exagerada, pero como el uniforme alternativo de los Doosan Bears se caracterizaba por ser de un oscuro tono azul, era de esperarse que se hallaran sudando, aún si la actividad real no empezaba. Los únicos indicios de color, yacían tanto en el logo como en el número, siendo rojos. Y en sus pantalones blancos. Vistiendo un total de cuatro capas de ropa, para ellos los 27 grados, se percibían como si fueran 30.

Exhalando con profundidad, el castaño dejó caer los brazos después de un minuto y procedió a realizar movimientos circulares con los hombros. No muy lejos de su posición, sus compañeros llevaban a cabo ejercicios de estiramiento similares. Pese a lucir concentrados, notó que varios tenían sus ceños fruncidos con irritación, probablemente por culpa del clima denso.

Lo que comprendía muy bien, la sensación era desagradable, por decir menos.

Deteniéndose de repente, Hongjoong se sacó la gorra y empezó a abanicarse el rostro. El clima lo tenía exasperado y con la piel más caliente de lo que debería. Y la simple combinación era insoportable.

Pasando una mano por su cabellera, el omega miró a su alrededor. El estadio de Gwangju estaba repleto, con los fanáticos tranquilos y en sus respectivos asientos. Sosteniendo las camisetas de sus jugadores favoritos o con sus letreros de apoyo en alto. El blanco enfrentándose al rojo. Una imagen típica de cada encuentro.

En el área designada para los fotógrafos, la atmósfera era por lejos, distinta al entusiasmo moderado de los espectadores. Cercano al hastío mal disimulado. Hombres que ocupaban sus puestos con posturas descuidadas y expresiones amargadas, un par de ellos mantenían la atención en sus móviles o conversaban con quienes estaban a su lado. Nada muy relevante, por el contrario, bastante usual.

«Dios», resoplando entre dientes, el castaño apartó la mirada y se sujetó el cuello de la remera, sacudiéndolo con la esperanza de refrescarse. Si el clima continuaba de ese modo, iba a perder la compostura pronto.

Buscando distraerse de su creciente disconformidad, sus ojos continuaron navegando por su entorno. Fue así que Hongjoong advirtió la presencia de quien hubiera deseado seguir ignorando: Song Mingi. El tipo se encontraba distanciado de sus compañeros, y a diferencia del resto que practicaba, el pelinegro parecía estar terminando de acomodarse el uniforme. Su gorra roja yacía apretada bajo su brazo, mientras que con una de sus manos se ajustaba el guante. Su postura aparentaba ser relajada, recargando el peso en su pierna derecha, a su vez que mantenía la izquierda estirada. Tanto el pantalón blanco como la remera con las distinguidas características rojas que correspondía a los Kia Tigers, lucían impolutas en su persona.

Los labios del castaño se arrugaron de inmediato, observarlo con esa actitud indiferente, como si estar allí no significara nada, hizo que sus entrañas se revolvieran. Sin embargo, el motivo por el cual los vellos en la nuca del omega se erizaron, fue totalmente distinto. Tuvo que ver con la atención inopinada por parte del alfa. Quien había levantado la cabeza de golpe. En ese instante, la oscuridad absorbente de sus ojos, le dio una profundidad especial a la agudeza que resguardaba en ellos.

No obstante, era apropiado señalar, que las facciones de Song no sufrieron de ningún cambio importante. Mantuvieron esa barrera de neutralidad bien forjada, a excepción de la solitaria ceja que se enarcó en su dirección. La inquisición era apenas una muestra superficial en aquel mar de sombría hostilidad.

Una que no le afectó, y consecuente a esto, se mostró poco impresionado. Cuando en su lugar, podría haber seguido con lo suyo. Pese a ello, el jugador número 20 no se quedó atrás y continuó sosteniéndole la mirada. Redoblando la apuesta en su duelo silencioso de quién estaba sobre el nervio del otro primero.

Y con tal de conseguir el logro de fastidiar al lanzador antes de que el juego inicie, Hongjoong se mantuvo allí, con su mentón ligeramente inclinado hacia arriba en una provocación testaruda. Song por su parte, dio prioridad a terminar de alistarse y pasó a echar la cabeza hacia atrás para colocarse su gorra. Lo que debió ser un movimiento incómodo a causa de una mano inhabilitada, en realidad, acabó luciendo como si no le hubiera costado nada. Y los músculos que se encontraban cubiertos por la remera de mangas 3/4 que el moreno poseía debajo de su camiseta, se hincharon por la flexión.

Y con el accesorio puesto, los rasgos angulares de su rostro se vieron resaltados por una aspereza frívola. Y en lo que el pelinegro parpadeó, lo vio separar los labios: ¿Qué? ¿Buscas algo? Articuló en su dirección, de manera lenta para facilitar su comprensión. Tomando la oportunidad, el parador en corto, soltó aquello que picaba en su lengua: Tu compromiso y supuesto talento.

Fue así, que el castaño pudo observar el instante exacto en que la expresión del lanzador se deformaba en algo amargo, difícil de precisar. Sus cejas habían caído hasta poner una cantidad indefinida de arrugas en su frente, mientras que sus labios permanecieron en una línea. En consecuencia, la boca del jugador número 08, esbozó una sonrisa inconfundible. Y dándose por satisfecho con la imagen a unos metros, redirigió su atención al pequeño espectáculo que las mascotas se encontraban ofreciendo en un costado.

Viendo a esos dos hombres dentro de sus respectivos trajes, competir entre sí en una especie de carrera poco seria, Hongjoong sintió bastante compasión por ellos. Su tarea no era sencilla, después de todo, animar al público o entretenerlo, requería de ciertas habilidades, pero tener que hacerlo con la densidad del clima actual y vistiendo materiales tan gruesos, era un verdadero desafío. Y que encima se estuvieran esforzando de ese modo, sólo para obtener una par de risas como recompensa, era impresionante.

Admiraba esa clase de compromiso, incluso si estaba motivado por el dinero.

Sin nada más que le interesara observar, el omega barrió su cabellera hacia atrás y se colocó la gorra de su equipo. Girando sobre sus talones, se encaminó fuera del campo. En dirección del dugout que le correspondía a los Doosan Bears. Allí, aparte de estar quienes no participarían, se encontraban los entrenadores y miembros del personal. Todos resguardados en la sombra y conversando de forma casual.

Al llegar a la zona excavada, donde la banca se situaba ligeramente por debajo del nivel del terreno de juego, los planes de Hongjoong sobre tener un momento en el pequeño ventilador, se vieron estropeados por los tres jardineros que, repentinamente se amontonaron frente al aparato. Sin dejarse afectar, terminó dirigiéndose a su bolso por su botella de agua personal.

No mucho después, el entrenador se aseguró de reunirlos. Y como era costumbre, el alfa les dio aliento con palabras firmes y les recordó sus objetivos con una mirada seria que llegaba a los nervios, junto con una voz calmada que les exigía compromiso.

Tras esa renovación de energía, tanto ellos como los Kia Tigers se dirigieron de regreso al campo y se dispusieron en una fila para rendir honor a su himno. Las voces uniformes de todos los asistentes no tardaron de oírse, recitando con una claridad fiel.

Al terminar, ambos equipos se alinearon frente al otro y cruzaron sus usuales saludos amistosos. Lo que fue bastante ordinario, algunos desearon suerte y otros apenas ofrecieron una mirada. Sin embargo, lo que debió ser rápido y un típico roce de palmas, se convirtió en algo inesperado para Hongjoong. Ya que de repente, unos dedos largos capturaron su mano en un agarre firme que no pudo deshacer. Confundido, alzó la cabeza, y sólo para encontrarse con la intensidad familiar de unos ojos marrones.

—Buena suerte —dijo Song por lo bajo, con una falsa amabilidad que en realidad, se traducía en condescendencia ácida—. La van a necesitar.

—¿Disculpa?

El hombre no le dio una respuesta de regreso, simplemente un apretón sentido que crispó su expresión un segundo, y sin más, se marchó a su posición en el montículo. Dejándolo a él, con una sensación de comezón desagradable.

Y sin querer perder el foco, el castaño tomó una profunda respiración y procedió a salir del área de juego junto con el resto. Una vez volvieron al dugout, el árbitro principal dio luz verde para que iniciaran.

No obstante, los primeros dos strikes no demoraron en aparecer. Y pese a que las bolas rápidas eran un movimiento común y predecible del número 20, o de cualquier buen lanzador en sí. El bateador de turno se vio avasallado en su puesto, incapacitado de hacer algo. Lo que obtuvo reacciones divididas: los fanáticos del rojo, explotaron al unísono en una euforia descomunal. El vigor de sus aplausos y sus silbidos descontrolados, se mezclaron en un compás desigual y difícil de interpretar. En cambio, los aficionados del blanco, se sumieron en una frustración que apenas hizo eco.

Apretando los labios, el omega no se dejó influenciar por el ánimo general y continuó observando el enfrentamiento con atención. Maddox por su parte, parecía entretenido recargado a su lado, y con su aroma picoso manteniendo una ligereza que no llegaba a lo reconfortante.

Intentando descifrar la siguiente acción del jugador número 20, el parador en corto ladeó la cabeza. Preguntándose, si por la forma en la que sostenía la pelota: con sus dedos apoyados sobre las dos costuras; significaba que vendría otra bola rápida o tal vez una recta. Cualquiera sea la respectiva conjetura que haya hecho el bateador en la zona del home, ambos podían asegurar que se equivocaron. Ya que la bola, en lugar de salir disparada a una gran velocidad como anticipaban, lo hizo con moderación, y Kwang que se había adelantado a la espera de algo con mayor calibre, se encontró golpeando el aire. Consiguiendo de ese modo, su tercer strike.

Reconociendo el lanzamiento como un cambio de velocidad, Kim no pudo evitar soltar un insulto.

—Eso fue bastante engreído —comentó el rubio a su izquierda—, pero astuto. Se lo concedo.

Rodando los ojos, el omega no contestó. En su opinión, un tiro engañoso no era sinónimo de ingenio, quizás de picardía. Y eso era todo lo que estaba dispuesto a admitir, porque al ver como su tercer bateador era aplastado fuera, su mente se halló incapacitada de un pensamiento profundo.

Sin embargo, mientras se preparaba para la defensiva, se recordó que recién era la primera entrada. Angustiarse al comienzo no tenía sentido, y era en verdad, una perdida de tiempo.

Necesitaba enfocarse en el juego, no pensamientos negativos.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

Hongjoong estaba nervioso. Le jodía tener que aceptarlo pero es cómo se sentía. Y le frustraba de sobremanera, que los síntomas se manifestaran como sudor en sus manos. Evidenciando de forma tangible su estado actual. Exasperado, limpió sus palmas en el material de su pantalón antes de tenerlas que enfundar en sus guantes.

Se encontraban en la tercera entrada y él era el siguiente en la alineación oficial para batear. Y pese a serle una posición cómoda, ahora mismo, sentía una presión que solía acompañar a los bateadores de cierre. No a los de su tipo. Pero cuando iban 2-0, suponía que era inevitable.

Sacudiendo las ideas negativas lejos, procedió a colocarse el casco y salir hacia el pentágono del home. El bate en su mano, percibiéndose más pesado de lo usual. Chasqueando la lengua, intentó no darle mayor relevancia.

«Sólo respira», se dijo una y otra vez.

Al ubicarse donde correspondía, todas aquellas sensaciones incómodas, se amplificaron. Volviéndolo consciente de su persona y de las prendas que lo vestían. Incluso del calor exterior que ardía en sus venas incesantemente. Un poco aturdido, el omega parpadeó varias veces, en un esfuerzo por orientarse, sin embargo, eso le costó caro y antes de que lo supiera, la voz distorsionada del árbitro a sus espaldas, anunció su primer strike.

Al darse cuenta de que permaneció allí, sin hacer nada más que sostener el bate con una ineptitud impropia, el corazón del castaño se hundió en su pecho. Los reclamos de los espectadores retumbaron en sus oídos con una vehemencia ensordecedora. Destacando su fatídico error de principiante. Tragando el nudo en su garganta, Hongjoong volvió su atención al frente. Song Mingi había recibido la bola con facilidad y se encontraba viéndolo, su espalda recta en una postura inamovible que exudaba una arrogancia fiera. No me lo pongas muy fácil, Ángel, que así no tiene gracia jugar contigo, le moduló el pelinegro con lo que parecía ser, un indicio de sonrisa. Vete al carajo, no pudo evitar replicar.

Cubriéndose parte del rostro, la mueca ladina del alfa permaneció en su lugar, incluso cuando se alistó para lanzar. Y el omega intentó fijarse en el modo que la pelota era sostenida, no obstante, le fue imposible. Y lo que creyó que se trataba de otra bola rápida, terminó siendo una curva. La característica descendente de la trayectoria y la parábola que formó en el aire, se lo indicaron, pero demasiado tarde. Y él, que esperaba un tiro cercano a las noventas millas, se precipitó en su actuación sólo para dar con la nada misma.

Relamiendo sus labios secos, el jugador número 08, no se dejó apabullar por la situación. Y luego de cerrar los ojos y tomar una profunda inhalación, separó las piernas unos centímetros al notarlas demasiado pegadas. Inclusive flexionó las rodillas. En ese momento, el tiempo y la sensación de espacio a su alrededor quedó suspendido en un desconocimiento fugaz. Siendo roto por el eco inconfundible de la madera que se desplegó por sobre la quietud, en ese entonces, frágil.

En una mitad de segundo, el corazón de Hongjoong se desbocó en un martilleo incontrolable, y su respiración, se desenvolvió en algo caótico y exageradamente ruidoso para sus oídos. Sin permitir que otro segundo transcurriera, lanzó su bate a un costado y se impulsó fuera de la almohadilla del home. Con la adrenalina llenando su sistema, sus ojos se dirigieron hacia el puesto del jardinero central, a donde había ido a parar la bola. El tipo la recogió en el instante que él llegó a primera base.

Y el omega podría haberse quedado allí, sin embargo, siguió moviéndose. No lo pensó mucho, sólo se presionó a ir por la siguiente base, con la motivación de que necesitaban obtener cuánto pudieran si no querían ser arrollados por los Kia Tigers.

Con esa fuerte determinación, es que no dejó de avanzar.

Los gritos de los asistentes en las bases, de los jugadores y del público en sí, se convirtieron en un murmullo desorganizado que enterró en la irrelevancia. Únicamente enfocado en reducir esos metros que aparentaban ser eternos.

Sin preocuparse por nada más, no vaciló a la hora de arrojarse al suelo y deslizarse a la almohadilla. El ardor y las heridas en formación, permanecieron como nimiedades en el instante que sintió un ligero toque por encima de su uniforme. Con el pulso en su garganta a punto de explotar, el castaño levantó la cabeza con una desesperación frenética. Sin someter la jugada a consideración, el árbitro lineal, se la dio por válida. Anunciando que él había llegado primero antes de que tuviera algún tipo de contacto con la bola.

Extasiado con su logro, sus labios se expandieron en una sonrisa enorme. Las exclamaciones eufóricas de los fanáticos, le dieron el impulso de energía que estaba necesitando. A lo lejos, además de ver al siguiente bateador colocarse en posición, atisbó un rastro de seriedad en el jugador número 20 antes de que apartara el rostro.

A partir de ahí, su equipo tuvo mayor actividad en el campo. Teniendo a Maddox en la ofensiva, no les costó demasiado. Era tan buen lanzador como bateador.

Y a su causa, no sólo consiguieron anotar una carrera, sino que dos. Igualando a los locales.

Entusiasmado por cómo progresaba el enfrentamiento, Hongjoong aprovechó la fracción de contacto visual entre él y Song para guiñarle un ojo. Hubiera querido sacarle el dedo medio, que es lo que merecía, sin embargo, prefería abstenerse de conseguir una posible amonestación por su actitud antideportiva.

Al final, la recompensa que obtuvo fue la misma, debido a que el disgusto, tiñó la apariencia ajena con una sombra innegable. Y eso era todo lo que le importaba.

Por otro lado, el estímulo competitivo se avivó en la sangre de ambos y flotó como una promesa no dicha de un duelo tenaz.

✦• ───── ⸙ ───── •✧

En el transcurso del juego, tanto el desempeño de los Doosan Bears como el de los Kia Tigers, coincidió con un vigor indescriptible que tuvo a los espectadores en un vilo persistente. Sus aclamaciones ya no tenían forma y sus gritos desgastados eran murmullos superpuestos. Una sinfonía incoherente y que aparentemente, no concluiría pronto.

Pero esa clase de euforia desbordada, no sólo mantenía al estadio encendido, sino que también era el aceite que nutría a cada jugador de una vitalidad imparable. Y fue esa peculiaridad, la que le otorgó al enfrentamiento, una sazón especial. Donde la pasión de su determinación estuvo en constante choque. Una composición amorfa donde la tensión se respiraba en el aire y la humedad pesaba en el ambiente. Uniformes sucios y cuerpos sudorosos yendo de un lado al otro, en una contienda salvaje que el público disfrutó con un fervor arrollador.

Una colisión entre el blanco y el rojo, donde el espíritu vencedor fue el tigre.

Decir que el resultado no lo decepcionó, sería quedarse corto. Hongjoong tenía el mínimo de esperanza en que pudieran conseguir la victoria, sin embargo, para estas alturas y en base a las estadísticas, debería haberlo sabido mejor. Los números rara vez se equivocaban y a pesar de que el orgullo le doliera, debía reconocer un hecho que nadie podía negar, sin importar de quién se fuera fanático, y se trataba de que los Kia Tigers eran el equipo sobresaliente en la Liga profesional de Corea. La élite personificada. No sólo poseían la mayor cantidad de campeonatos ganados en la Serie, sino que sus probabilidades de triunfo siempre oscilaban entre el 75%. Daba igual quién fuera su contrincante. Y esos eran hechos bastante impresionantes, más aún, cuando su sede no radicaba en Seúl.

Y se suponía que la capital era la cuna del éxito para cualquier disciplina o rama en la que uno quisiera desarrollarse. No obstante, el rango de los clubes de béisbol allí establecidos, era menor. De clase A pero con pintas de ser clase B. Principalmente los Kiwoon Hereos. Y es que hasta ahora, en las únicas tres ocasiones que clasificaron, perdieron. Los LG Twins en cambio, tenían un rendimiento más decente. Siendo los Doosan Bears, el equipo que mejor se destacaba de éstos.

Y es a causa de esa realidad, que creyó posible obtener el triunfo. No era una meta imposible. Por Dios, si de los diez equipos que existían actualmente en Corea, ellos se encontraban en el tercer puesto. Eran buenos en lo que hacían. Sin embargo, el entrevistador que se apuró por interceptarlo a la salida del campo, se atrevió a tachar su preparación de floja y catalogó el desenlace como uno predecible. Dando a entender, que desde el principio no tenían oportunidad.

Una subestimación vulgar que le sentó pésimo, incluso peor que el resultado.

Era inaudito que el trabajo duro de su equipo haya sido menospreciado con semejante facilidad y sólo por una derrota. Se negaba a creerlo, menos aún, cuando la misma, ni siquiera fue por una diferencia aplastante. Dios, que la brecha fue de tres carreras.

Recordar el marcador brillando en rojo con el innegable 7-4, hicieron que sus nervios se volvieran a crispar. Y por la razón válida de que la mayoría se lo estaba tomando, como si en realidad, allí se hubieran mostrado unas cifras mayores.

«Pura mierda».

Si Hongjoong pensó que la ducha ayudaría a menguar su irritación, se equivocó a lo grande. Eso no pasó, e incluso creyó que salió más alterado. Con sus sienes palpitando y el ritmo de su corazón yendo a una velocidad anormal.

Masajeando su pecho por encima de su remera, el omega lanzó su bolso sobre la banca metálica y ante el presentimiento de qué podría estarle sucediendo, hurgó en uno de los bolsillos hasta dar con lo que buscaba. Ignorando las miradas de sus compañeros que pasaban por su lado, se inyectó la aguja en la carne expuesta de su muslo sin un mínimo de cuidado. Y la sensación de ardor fue inmediata, acompañada de una comezón que se extendió a lo largo de su piel. Cerrando los ojos un momento, echó la cabeza hacia atrás a la espera de que los primeros efectos disminuyeran.

Y le sirvió, por un lapso corto, pero lo hizo. Hasta que los aromas a su alrededor se tornaron intensos a un punto insoportable y tuvo que apresurarse por salir. Estando todavía un poco mareado.

En el pasillo, respirar no le costó tanto y no tuvo que forzarse a hacerlo con lentitud, gradualmente, empezó a estabilizarse. Cuando se sintió lo suficientemente bien, enderezó su postura y se puso en marcha. Sumergiéndose en el silencio con un andar arrastrado y extremidades fatigadas.

Normalmente, se iría dando zancadas, sin embargo, su cabeza aún estaba dispersa y prefería esquivar cualquier posible repercusión. Y ser cuidadoso le funcionó, pero llegado a una parte del tramo, su eje se vio sacudido por la torpeza repentina, provocando que uno de sus pies resbalara. En lugar de sentir las consecuencias de errar a un escalón, percibió cómo su brazo era sujetado con una fuerza opresiva que le erizó los vellos y evitó que sufriera un accidente.

Tras una serie rápida de parpadeos, Hongjoong finalmente miró por sobre su hombro, encontrándose con la apariencia estoica de Song Mingi. Su mente tuvo ciertas dificultades para procesar la información que se le estaba presentando en ese instante. Y todo por culpa del aturdimiento persistente.

Para cuando comprendió la situación y con quién estaba, se empujó a sí mismo fuera del agarre contrario con una brusquedad que lo llevó a bajar el último escalón que le faltaba. Manteniendo su expresión plana, el alto descendió de igual forma, colocándose a unos escasos pasos del espacio personal ajeno.

Una acción innecesaria pero totalmente deliberada.

—¿Qué? —el moreno pronto masculló—. ¿La derrota te dejó un poco confundido?

—Púdrete.

Fue la única respuesta que le ofreció antes de voltearse, no obstante, a sus espaldas no tardó de escuchar el sonido de unas pisadas haciéndole eco a las suyas.

Y él intentó ignorarlo, fingiendo que no percibía la presencia extra, después de todo, que ambos estuvieran en un mismo sitio y sin compañía de nadie, era una pésima combinación. La fórmula perfecta para el desastre. Y a pesar de sus mejores esfuerzos, le fue una tarea complicada que acabó por ser imposible. Y al doblar en una esquina, ya no pudo soportarlo.

—¿Por qué rayos estás siguiéndome?

Parando en seco, Hongjoong se giró sobre sus talones para enfrentar al lanzador, quien pareció no inmutarse por su exabrupto. Simplemente enarcó una ceja. No había nada inquisitivo en el gesto, sólo un tinte sutil de burla.

—No te sigo, y por más que quiera, no hay otro camino que pueda tomar. No sé si no lo habías notado —respondió el pelinegro con un tono seco—. ¿Tan mal te dejó perder?

—Dios, cállate de una vez.

—¿Por qué? ¿La realidad te duele?

La mala intención en sus palabras era deliberada, una provocación obvia que sabía, debería pasar por arriba. Hacer oídos sordos y seguir su camino. Era lo ideal y lo más conveniente para su sanidad mental.

Pese a reiterarse que esa sería la decisión más lógica a tomar, el omega no resistió el impulso que vibró a través de sus venas y antes de que lo supiera, pisó fuerte hacia el alfa. Colocándose a menos de un metro de su persona, al punto de que su respiración le chocaba en el pecho. Song Mingi, por su lado, no pareció sentirse amenazado por su cercanía. Aparte de no retroceder y mantener su expresión sin un cambio perceptible, sus feromonas siguieron sin manifestarse.

—No, lo único que me duele es escucharte repetir la misma basura sinsentido.

Acomodando el bolso en su hombro, el lanzador de los Kia Tigers lo miró de forma prolongada, con una intensidad que traspasaba la piel y repercutía en los nervios. Una crítica fría reflejada por unas iris oscuras.

—Hasta donde yo sé, nosotros sí ganamos. Que no puedas aceptarlo, es cosa tuya.

Apretando los dientes, el castaño ya no pudo contenerse, y en un arrebato producto de toda la frustración acumulada, se halló empujando al hombre más alto con una violencia desconocida para ambos. Y a pesar de la fugaz sorpresa que lo asaltó, no se detuvo a reflexionar qué estaba haciendo, sólo continuó desquitándose con el otro beisbolista. Ya no quería que él ni que nadie le siguiera recordando lo mismo. Lo tenían harto.

Y en esa nube borrosa donde sólo podía ver rojo, Hongjoong atacó al contrario sin parar. Lo empujó una y otra y otra vez. Hasta que su respiración se agitó y el esfuerzo ardió en sus músculos.

—Cierra la puta boca —escupió cuando sus brazos ya no pudieron más. Las palabras salieron estranguladas y ácidas—. Sólo haz silencio por una vez en tu jodida vida.

Al detenerse, el pecho del omega subía y bajaba de manera descontrolada, las manos le temblaban mientras que su respiración era un lío, demasiado rápida, pesada y muy ruidosa para sus propios oídos. Pero lo que más le impactó no fue eso, sino que, notar lo alterado que lucía el alfa. De algún modo, su cabellera se había desordenado, al igual que su bolso había resbalado de su hombro, quedando en el camino. Su mirada, sin embargo, era aterradora. Iris ensombrecidas por la furia y completamente salvajes.

Una copia idéntica de su apariencia aquella vez que se conocieron por primera vez.

Los vellos en la nuca del castaño se alzaron en señal de alerta, pero esto no le sirvió de nada, y lo que pasó a continuación, fue tan repentino que su cerebro no tuvo tiempo para procesarlo y así poder actuar en consecuencia. Los dedos que se clavaron en sus hombros con dureza y la colisión seca de su espalda contra una pared, fueron las únicas sensaciones que alcanzó a registrar. Una más dolorosa que la anterior.

Soltando un quejido, el hombre de menor altura, tuvo que parpadear varias veces para disipar el ligero aturdimiento que nublaba su mente. Al hacerlo, no pudo evitar estremecerse. Frente a él, se encontraba el pelinegro, viéndolo desde arriba y sonriendo de forma sombría.

—¿No te parece irónico que yo tenga que soportar tu mierda infantil a toda costa, pero en el instante que imito tu comportamiento, tú decides que yo soy el imbécil de los dos? —sus palabras fueron pronunciadas con aspereza, mientras que su voz grave, cobró una profundidad mayor a causa de la irritación—. ¿Quién rayos te crees que eres, Ángel?

—Sólo vete al carajo.

Sin ánimos de querer que la confrontación escale, Hongjoong se aferró a su bolso, dispuesto a poner algo de distancia, sin embargo, Mingi no parecía estar de acuerdo, porque en el segundo que hizo un amague de movimiento, el tipo apoyó la mano en la pared a centímetros de su cabeza, bloqueándolo. Apretando la mordida, no permitió que eso lo detuviera y firme a su resolución de irse, se agachó lo justo como para pasar por la pequeña abertura disponible.

—Mierda, déjame en paz y lárgate —masculló entre dientes, tan pronto el lanzador intentó sujetarlo del antebrazo—. No estoy de humor para tus juegos mentales.

Resoplando, el pelinegro lo ignoró y avanzó con una seguridad formidable—. ¿Y yo tengo que soportar los tuyos? —replicó enseguida, claramente exasperado. Su cara distorsionada por las arrugas—. ¿Tengo que aguantar tus arranques de ira sin hacer nada? ¿Dejar que me insultes en silencio por el bien de tu ego frágil? ¿Permitir que me uses como si fuera tu saco de boxeo personal? —con cada punto que agregó, le hundió el dedo en el pecho con mayor rudeza—. Explícame cómo esto tiene sentido para ti, Ángel, porque yo no lo entiendo.

Gruñendo por lo bajo, el castaño logró suprimir sus impulsos en el momento preciso, no obstante, uno de sus ojos todavía le palpitó al escuchar el modo, en el cual el impropio se refirió a él.

Los años podían seguir transcurriendo y aún así lo odiaría.

—Corta ya con esa mierda de apodo, Song —le exigió entre dientes, irritado—. Y ten cuidado con esa arrogancia tuya, algún día va regresar y comerte el culo.

El alto resopló—. ¿A mí? —cuestionó en un tono seco—. Es más probable que te explote en la cara primero —y con eso dicho, sus facciones se endurecieron, volviéndose ilegibles. Pese a ello, el castaño permaneció inmóvil, expectante a las siguientes acciones del pelinegro, quien aparte de imponer su altura, lo sorprendió por completo al tomarlo por la mandíbula con su mano. El agarre fue duro—. Escúchame bien, Ángel, porque este será el único consejo que voy a darte. Si no quieres que tus alas se rompan con la caída, empieza a ver más allá de tu nariz.

Aún si luchó con todas sus fuerzas, las alarmas igualmente se encendieron en su cerebro. A pesar de la falta de un aroma definido, Song seguía siendo un alfa, y la severidad de su voz grave, bastó para invocar a su sentido de auto-conservación. Esa necesidad inconsciente de resguardarse del peligro. Sin embargo, no cedió a sus instintos básicos. Con los músculos rígidos y adoloridos, se negó a comportarse de una forma impropia. Él se rehusaba a mostrar un signo de sometimiento.

No lo había hecho antes y no comenzaría ahora.

Manteniendo esa obstinación que lo caracterizaba, le dio al otro un vistazo despectivo. La situación era insostenible para ese punto y la tensión alrededor de ellos pesaba como cadenas.

—No eres el más indicado para hablar.

Una vez dijo eso, procedió a darle un manotazo al moreno, consiguiendo deshacer el agarre en su rostro. Con la espalda recta y los ojos entrecerrados, aguardó por una contestación de regreso, pero de éste no obtuvo más que una mirada plana. Habían terminado.

Retrocediendo, el lanzador pasó por su lado y recogió su bolso de un tirón. Yéndose en absoluto silencio. El único indicio que hubo de su presencia, fue el sonido que realizó la puerta metálica al cerrarse.

Apretando las manos en puños, el castaño necesitó de un minuto entero para recomponerse lo suficiente, como para dejar de notar el enojo que ardía en sus entrañas. Después de esto, es que retomó su camino y a las prisas.

Él en serio detestaba todo lo que ese hombre significaba.

Y estando en la comodidad del autobús de su equipo, Hongjoong no pudo dejar de pensar en cuánto deseaba llegar a Seúl de una buena vez y encerrarse en su departamento. No quería escuchar las palabras realistas de su entrenador, ni tampoco quería ver las expresiones alargadas de sus compañeros.

No necesitaba nada de eso ahora. Sólo su espacio y algo que duerma sus sentidos.

──────────────────

Acritūdo: Del vocablo latino, esta palabra hace referencia a la acritud, que puede verse en el carácter de alguien o en el vínculo severo y áspero que establece un sujeto con otras personas.

──────────────────

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro