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❈•≪03. Quotīdiānus≫•❈

El lunes de Hongjoong fue relativamente tranquilo, ya que como había planeado, gran parte del día se la pasó metido en su cama y enredado entre las sábanas. Y en una situación idílica como esa, no debería existir ningún pero, sin embargo, existía uno. Y es que no duró tanto como hubiera deseado.

Y dentro de sus aspiraciones, se encontraba el permanecer en ese estado de inconsciencia hasta que se hartara, o en todo caso, hasta que su cuerpo dictara que había tenido suficiente. No obstante, fue arrancado de esa comodidad a la fuerza por unas manos que lo sacudieron sin parar y unas voces distorsionadas que lo llamaron de forma repetida.

Sobresaltado y con la respiración agitada, el omega tomó asiento de golpe, pero en el instante que quiso abrir los ojos, la iluminación cegadora a su alrededor le obligó a cerrarlos.

—Mierda, ¿qué hacen aquí? —cuestionó con palabras arrastradas y una vez pudo acostumbrar su vista.

—Viendo cómo estabas —respondió una voz grave. En la cual se destacó un matiz reprobatorio—. ¿Por qué no contestaste mis llamadas?

—¿Me llamaste?

—Los dos lo hicimos —no tardó en corregir Seonghwa, recostado en el marco de su puerta.

Pasando ambas manos por su rostro, el castaño asintió con pereza, digiriendo la información e intentado espabilar de una vez.

—¿Entonces? —murmuró el rubio, cortando con el silencio breve—. ¿No escuchaste tu móvil?

Sin decir nada, Hongjoong giró hacia su mesa de noche con el ceño fruncido, inmediatamente después, se quitó las sábanas de encima, e incluso, miró bajo las almohadas. Confundido, detuvo sus acciones un segundo. Forzando su cerebro adormecido a trabajar. Un minuto entero le costó recordar dónde había dejado el aparato y para cuando lo hizo, se impulsó fuera de su colchón y se dirigió directo a su escritorio. Tras hurgar en su bolso, es que lo encontró. Mostrándoselo a sus amigos.

—No, está apagado.

Su contestación, aunque verdadera, de igual forma puso arrugas en el semblante de los dos hombres que permanecían expectantes en su dormitorio.

—Deberías prenderlo —aconsejó el único alfa allí tras suspirar.

—Tal vez.

Adelantándose a cualquier posible comentario o reacción que pudiera obtener, el omega se movió por las dimensiones modestas de su habitación hasta que alcanzó a salir, unos pocos pasos después, no dudó en encerrarse en su baño. Recostado contra la madera, el alboroto familiar, le hizo llevarse una mano al pecho. Inconscientemente, le dio un vistazo rápido a la pantalla negra de su móvil, antes de tomar una respiración profunda y dejarlo olvidado sobre la mesada de su lavado.

Sin querer entretenerse con ningún pensamiento, se dispuso a mojarse el rostro y apartar los últimos signos de somnolencia. Consiguiente a esto, pasó a lavarse los dientes. Actividad en la que fue diligente. Al terminar, deslizó sus dedos por su cabellera en un intento por acomodarla. El resultado fue lo suficientemente decente como para convencerlo de no hacer un esfuerzo mayor, por lo que, sin más, volvió a su habitación, sólo para corroborar que ya no había nadie. Sin molestarse en arreglar su cama, se giró sobre sus talones y anduvo por el pequeño pasillo hasta la sala.

Sus amigos se encontraban en ella, ocupando sus muebles con naturalidad y manteniendo una conversación en susurros. Una imagen que se le hizo similar a otras. Y con tal de hacer notar su presencia, exageró sus pasos al andar. Su recorrido fue breve y al llegar, se desplomó en su sofá alargado.

—¿Qué horas son?

Podría haber preguntado por el motivo que los llevó a irrumpir en su departamento, pero considerando que él les brindó el código de acceso hace años, no se molestó en formular la interrogante. Después de todo, y según ese par, nunca necesitaban una razón en específico para escabullirse en su piso.

Una rutina a la que todos se habían acostumbrado y nadie cuestionaba.

—Tienes celular, fíjate por tu cuenta.

—Me lo dejé en el baño.

Del dúo, el alfa fue quien más rápido frunció el ceño—. ¿Qué sucede si te llaman del trabajo? ¿O si cambian el horario del entrenamiento?

—Descuida, no va a pasar.

Antes de que alguno se sumergiera en un posible ir y venir de opiniones, Yeosang se adelantó a ellos. Al pronunciarse, su voz fue tan calmada como tendía a ser la mayoría de veces.

—Serán las tres pronto —le informó el rubio—. ¿Comiste?

—Acabo de levantarme, así que no.

Seonghwa, que descansaba en un mueble individual, le dedicó una mirada entrecerrada. La crítica en la superficie café de sus ojos. Y queriendo escapar de ella, Hongjoong se apoyó en el hombro del rubio a su costado. Casi de inmediato, la esencia del beta le llegó a la nariz. El aroma intenso de las rosas y las notas frescas de la lavanda, hicieron que sus párpados se cerraran. Relajado con la fragancia conocida.

—¿Y no piensas hacerlo?

Pese a tener una personalidad serena, Seonghwa tenía momentos en los que solía ser contundente en su modo de hablar. A veces incluso brusco. No obstante, los años hicieron que el omega se acostumbrara. Las únicas ocasiones en las que se veía afectado por su actitud, se relacionaban con su naturaleza como alfa y a la influencia de sus feromonas. Pero no habían muchas medidas que pudiera emplear para evitarlo.

—No tengo hambre.

Como anticipaba, su contestación no fue del agrado de su mejor amigo, quien resopló de manera audible. Sin embargo, prescindió de poner su molestia en voz alta. Lo que agradecía, no tenía energía suficiente para dar réplica, además, no quería iniciar una posible discusión.

Le había bastado con su aspereza de hace unos días.

—¿Cómo estuvo el partido?

—Bien.

—¿En serio? —preguntó el beta con un dejo de curiosidad—. ¿Ningún incidente relevante? ¿O alguna hazaña que valga la pena mencionar?

—¿Me estás entrevistando? —cuestionó de regreso, con un humor forzado. Mientras menos hablaran del tema, mejor para él—. Porque para esta altura del día, ya deberías tener toda la información necesaria.

El rubio rodó sus ojos, aún si no era observado—. No me interesa la perspectiva deportiva del asunto, sólo cómo estuvo para ti.

El castaño, todavía de ojos cerrados, apretó los labios en consideración—. Un desastre, pero supongo que pudo ser peor —se decidió por murmurar, sus palabras secas, acompañadas de un encogimiento de hombros—. No lo sé, imbéciles aquí y allá, pero nada grave. Al menos, esta vez nadie quiso iniciar una pelea.

Tras un suspiro profundo, Yeosang empezó a sacudir su hombro de forma exagerada. Sin tener otra alternativa, Hongjoong enderezó su postura de muy mala gana, no obstante, fue obstinado y se mantuvo cabizbajo. Fue en ese ángulo poco conveniente, que algo en su campo visual le llamó la atención. Su ceño se frunció al instante y en un actuar brusco, se inclinó para agarrar la revista en su mesa ratona.

—¿Es la edición de este mes?

El rubio asintió—. Ya se encuentra disponible en todos los locales.

—¿Y de nuevo es la portada? —preguntó en un tono desbordado por la incredulidad.

—No es algo que yo decida, Joong —le recordó el beta con suavidad—. Pero esto es un negocio y su cara genera ganancias, que es lo único que le importa a mi jefe. Además, no sólo hablamos de él.

—Seguro que no.

Chasqueando su lengua, Hongjoong observó la fotografía de Song Mingi parado en el montículo del lanzador por un segundo entero, antes de pasar la página. Cabe resaltar, que usó más energía de la que se requería, lo que provocó que se formara una ligera arruga en la hoja. Pero el castaño sólo podía enfocarse en los títulos impactantes y en las palabras rimbombantes que describían el rendimiento incomparable del "Halcón" en el juego de las estrellas.

Leer el apodo lo hizo torcer los labios con rechazo. Quien sea que haya decidido bautizar al número 20 de ese modo, debió estar fuera de sí. Quizás, también un poco demente para encontrarlo apropiado o siquiera una buena idea.

Era horrible, y no estaba dispuesto a discutir lo contrario.

Y a medida que digería las palabras en el artículo, su irritación iba en aumento. Creciendo en su estómago como una masa a punto de estallar. Porque, ¿qué carajos? Nada en ese tipo era "talento sin igual" o "técnica de primer nivel", sólo basura genética y condiciones otorgadas por su naturaleza. No había más.

—¿Tú en serio aprobaste esto?

A su izquierda, el rubio exhaló antes de responder—. Sí. Cada página.

Sin poder evitarlo, el omega se halló a sí mismo, recitando el siguiente párrafo con una aspereza ya familiar para los otros dos hombres.

—"Como se esperaba, el jugador número 20 de los Kia Tigers, no decepcionó a los fanáticos. Y la ferocidad de su actuación, mantuvo a todos enloquecidos en sus asientos y aclamando su nombre con una excitación ensordecedora. En cada encuentro, su diligencia al lanzar no se vio perjudicada, y esa dedicación de acero que lo caracteriza, se vio reflejada en la velocidad mortal de cada bola. Noventa millas que espantaron a los bateadores de turno y repercutieron en los corazones de los admiradores más fieles. La agudeza de su mirada, no sólo enmarca el atractivo de su apariencia letal, sino que también, era la sentencia adelantada de un final inevitable" —al terminar, Kim se giró hacia la izquierda para darle a Kang, una mirada llena de reproche—. ¿Incluso esta mierda? Creí que eran una revista seria.

—En especial esa —declaró el beta sin inmutarse—. Te recuerdo que no somos el periódico, Joong. Si bien nos encargamos de ofrecer información seria y actual del deporte, lo hacemos de forma dinámica, para que el público se entretenga con la lectura. Para que nos sigan consumiendo y principalmente, para que nos compren.

—Lo sé, lo sé, pero Maddox no lo hizo mal tampoco.

—Lo hizo bastante bien, cierto. Por esa razón le dedicamos las páginas once y doce.

—Usaron cinco solamente para Song.

—Decisión final con la que no tuve que ver, eso recayó en las manos del editor en jefe, como siempre.

Lo que él sabía. Yeosang no tenía la última palabra, lógicamente, apenas llevaba tres años en el puesto de editor, si no se equivocaba en las fechas. Por lo cual, sus funciones, si bien eran importantes, todavía mantenía un rango inferior entre sus colegas.

Hongjoong no discutía ese hecho, simplemente se encontraba exteriorizando ciertas disconformidades que le generó la disposición de la revista. Es todo. Porque en su criterio honesto, el favoritismo existente hacia el integrante de los Kia Tigers, era demasiado notorio. Aparte de repulsivo.

Y él entendía de dónde provenía, pero eso no evitaba que su frustración emergiera y rompiera sus nervios.

—De la página siete a la nueve, hablamos de ti y de tus momentos más destacados.

Apretando sus labios en un gesto de indecisión, el castaño optó por cerrar la revista y devolverla a su sitio original. Ahora no estaba de ánimos para leer sobre nada que tuviera relación con su persona.

—Gracias, más tarde le daré un vistazo.

Declaración que no fue convincente, y el brillo escéptico en los ojos castaños del beta, era un indicio claro de lo que todos allí ya sabían: no lo haría. Pero en un acuerdo mutuo establecido con el tiempo, ninguno lo comentó. Dejaron que se filtrara entre ellos como un eco de irrelevancia.

—Supongo que la cena tampoco fue muy buena.

—La carne fue lo mejor.

Y era una pena tener que decirlo, pero no mentía. De hecho, le habría gustado estarlo haciendo, sin embargo, la realidad era otra. Mucho más desagradable y decepcionante, al punto de que, ni siquiera le sorprendía el no haber disfrutado la barbacoa a pesar de su calidad.

En su primer año asistiendo al juego de las estrellas, la experiencia no había sido distinta. Y para ser sincero, una advertencia no le habría venido mal a su versión más joven e ingenua del pasado. Porque descubrir las consecuencias de estar en un mismo espacio con hombres de diversas edades, mentalidades cerradas y tendencias agresivas, en el modo que él lo hizo, fue asqueroso.

Incluso lo recibieron mejor en su ingreso a la liga profesional. Si los sometía a comparación, por supuesto. Por separado, la única distinción que podía hacer, es que una vivencia había sido peor que la otra.

Lo que, de nuevo, era lamentable.

—Eso apesta.

Comentario con el que estuvo de acuerdo, pero Hongjoong no planeaba gastar su saliva mencionando la mierda que tuvo que soportar, mucho menos en su día libre, en su lugar, decidió mostrarle una pequeña sonrisa a Yeosang y enfocar la atención en Seonghwa.

Ya habían hablado bastante de sí mismo.

—¿Qué hay de ti?

—¿Qué sucede conmigo? —cuestionó el albino con una ceja enarcada.

—¿Ya te convocaron?

—Estamos en pleno julio.

Señaló el alfa con simpleza, como si eso le explicara algo al omega. Que no lo hacía. Para su fortuna, el beta allí le brindó la claridad que necesitaba.

—Aunque ya se conoce dónde será la nueva edición de los juegos, todavía no convocan a nadie. Probablemente las invitaciones sean a finales de noviembre o a mediados de diciembre.

Pese a encontrarse asintiendo, la expresión arrugada del castaño demostraba lo perdido que estaba.

—¿No comenzaste a entrenar hace unos meses? —preguntó en un susurro, la confusión siendo notable en su voz—. ¿Pero no sabes si te convocaran?

—Siempre es importante estar preparado —recordó el mayor entre ellos con un tono tranquilo, su rostro manteniéndose relajado—. Además, mi desempeño en las competencias de este año fue de los mejores y logré conservar una buena posición. Las posibilidades de que me llamen para ser uno de los representantes oficiales de Corea son altas.

Para ser sincero, Hongjoong nunca consiguió familiarizarse con los parámetros del Comité Olímpico. Lo que resultaba bastante irónico, ya que en un período corto de su juventud, incursionó por la disciplina del patinaje artístico sobre hielo. Y de forma seria, cabía destacar. No obstante, y como ya mencionó, fue una etapa efímera en su vida con la que jamás conectó, para decepción de su madre.

Pero en su criterio personal, era demasiado obvio que nunca lo haría. Porque para empezar, no se le dio la opción de elegir ese mundo, a diferencia de Seonghwa, quien confesó siempre aspirar a ello. En su caso, no tuvo alternativa.

«No vayas por ahí», se repitió, jugando con un hilo suelto de su remera.

—Entonces, ¿con tu entrenador ya diseñaron cómo será tu programa corto?

—Hasta ahora, aparte de seleccionar la música y la temática, planeamos las secuencias principales —explicó con el entusiasmo marcado y un brillo singular en los ojos—. En estos casi tres meses, decidimos enfocarnos en perfeccionar los segundos de apertura antes de continuar con los elementos requeridos.

Al escucharlo, la expresión del omega se iluminó, ese sí era un tema que comprendiera. Asimismo, fue el único aspecto de la disciplina con el que había logrado encariñarse.

—Día duro, supongo.

—Ni siquiera hizo la gran cosa —intervino Yeosang con un tono plano, casi aburrido—. Simplemente levantar pesas— añadió con un ademán despectivo—. Fue decepcionante, ¿sabes? Esperaba ver algo impresionante.

—Y conseguir alguna buena foto para tu revista —especuló el alfa con un matiz crítico.

—No hubiera estado mal —admitió el beta con una indiferencia que se veía elegante en él.

Por su parte, el omega inclinó la cabeza, curioso—. ¿No estuviste en el hielo?

El patinador negó con suavidad—. La sesión de hoy se enfocó en trabajar mi flexibilidad y en los ejercicios anaeróbicos. Lo que fue una mierda, me duele todo el cuerpo.

A su izquierda, el rubio bufó con exageración—. Toda una pérdida de tiempo.

En una fracción de segundo, el rostro de Seonghwa se contrajo en una mueca irritada: las comisuras de sus labios torcidas y su frente llenándose de arrugas.

—Fuiste por tu propia cuenta.

—Como ya dije, pensé que sería más interesante.

Falto de palabras, el hombre mayor se limitó a rodar los ojos y trasladar su atención a su móvil. Ignorándolos. Su reacción honesta, provocó que los más jóvenes se inclinaran entre ellos y se rieran por lo bajo. En un intento fallido de discreción.

En esa burbuja de complicidad, tanto Hongjoong como Yeosang, se unieron con el propósito de picar los nervios del alfa. Quien no contuvo sus resoplidos. Sin embargo, la curvatura en una de las comisuras de Seonghwa, no pasó desapercibida para ninguno.

De ese modo, los tres se instalaron en un ambiente juguetón, donde la costumbre supo agradable.

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Quotīdiānus: Término que proviene del latín y significa cotidiano, palabra que hace referencia a aquello que es habitual, semejante a una rutina.

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