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❈•≪02. Frustratio≫•❈

La segunda jornada del juego de las estrellas, se disputó al día siguiente, en sábado, y a diferencia de la primera ronda, transcurrió a un ritmo tranquilo. Los equipos que participaban en los distintos bandos, se lo tomaron con calma y fueron más teatrales en su desempeño. Los veteranos retirados que no tenían nada qué demostrar, ofrecieron un espectáculo. Sus celebraciones por cada carrera lograda y punto sumado, fueron pintorescas y a lo grande. Lo que ocasionó las risas en los asistentes del estadio Jamsil.

En cuanto a los novatos, un par cometieron algunos errores insignificantes. Ya sea en el área de bateo, donde uno incluso llegó a soltar el bate. O en la zona del campo. Donde hubieron muchas bolas perdidas y tropezones de principiantes. No obstante, sus acciones nerviosas eran comprensibles. Era la primera vez que invitaban a la mayoría de ellos a un evento semejante, por lo que era de esperarse que tuvieran ciertas fallas. Más aún, cuando eran alineados en un equipo con una estrella reconocida.

La presión por querer impresionarlos aumentaba.

Lo que entendía muy bien. A pesar de haber sido convocado por primera vez cuando ya llevaba dos años en la liga profesional, no pudo evitar el cometer algunos errores similares. Al fin y al cabo, no importaba cuánta preparación se tuviera, asumir el hecho de que estarías agrupado en un mismo equipo con otras personas que eran consideras eminencias en el béisbol, era demasiado para cualquiera. No sólo en su área. E incluso si no se fue con el mejor recuerdo posible, valoraba la experiencia que había adquirido.

Todos solían decir que en la vida eso era más útil.

Aunque para ser sincero, hubiera preferido aprenderlo de una forma menos agresiva.

Ahora bien, encontrándose en domingo y siendo la última jornada del juego de las estrellas, Hongjoong volvía a estar en el campo. Eran pasadas las seis de la tarde y el clima sofocante de pleno verano, no había sido suficiente para menguar el ánimo feroz de los espectadores. Quienes no dejaron de ovacionar en ningún momento. Sus gritos resonaban y se perdían entre las dimensiones de las tribunas, llegando a ellos como ecos inteligibles.

Se hallaban jugando la decimotercera entrada, ocupando el puesto defensivo y con los números 13-9 brillando en el marcador. Una diferencia que podría parecer mínima pero que, estando a una entrada de acabar con el partido, significaba mucho, por no decir todo. Desde ya, sus posibilidades de empatar se reducían a limitar las carreras ajenas o bloquearlas en su totalidad. Junto con el factor de que, en su turno, su equipo tenía que evitar a toda costa ser eliminado. Lo que significaba, que debían batear cada bola que les fuera lanzada.

Pero mientras Hongjoong corría para atrapar otra bola, se daba cuenta que las probabilidades de que sucediera, eran escasas. Quien ocupaba la posición de segunda base, era un beta retirado que, tan pronto recibió su lanzamiento, hizo un amague vago a la hora de eliminar al jugador contrario. Que para desconcierto del castaño, la acción sólo se quedó en un intento, ya que ni siquiera alcanzó a tocarlo. Notar que fue adrede, le sentó fatal. Y con ese peso en sus entrañas, vio junto al resto, como el jugador número 45 de los Samsung Lions, salía ileso de esa base para dirigirse a la tercera sin interrupciones. Y con la misma facilidad, todos lo observaron pisar la almohadilla en forma de pentágono que correspondía al home.

De ese modo, el equipo opuesto sumó otra carrera. Ampliando la diferencia.

Sus labios se apretaron y su descontento fue evidentemente incompatible con la euforia repentina que estalló en gran parte del estadio.

Frustrado, el omega se sacó la gorra con brusquedad y se pasó el dorso de la mano por la frente, queriendo limpiar las gotas de sudor que comenzaban a molestarle. La falta de brisa, sólo empeoró su creciente malhumor. Y al pasar a la ofensiva, terminó de ir en picada.

El resultado no fue lo único que le afectó, porque como estaba previsto, perdieron. El que le diera tanta importancia, realzó ese disgusto personal. La competición no era seria y si bien, tampoco había premio alguno, le ilusionaba la idea de obtener la victoria por segunda vez consecutiva. Y teniendo a jugadores que pertenecían o de hecho, habían pertenecido a equipos como los Doosan Bears, LG Twins, Lotte Giants, NC Dinos y KT Wiz, era concebible. No obstante, esta vez el triunfo se lo llevó el bando conformado por jugadores de los Kia Tigers, Samsung Lions, SSG Landers, Kiwoon Hereos y Hanhwa Eagles.

Sin embargo y muy a su pesar, debía reconocer que el desempeño de todos había sido impresionante. Algunos se mantuvieron en su zona segura y otros no se contuvieron ni un poco, pero en rasgos generales, era correcto mencionar que nadie tuvo un rendimiento mediocre.

Lo que perjudicó su ánimo, fue el intercambio de saludos entre ambos bandos. Algo básico que englobaba al respeto y mostraba a los espectadores que no existían asperezas reales entre ellos. O eso se suponía. Con el pasar de los años, se convirtió en una experiencia engorrosa para el castaño. Daba igual si se daba en una competencia vacía o en la temporada regular, cuando llegaba la hora de estrechar manos, un par de involucrados lo hacían reflexionar sobre un sin fin de cuestiones personales. Y no de buena manera, cabía destacar.

Las reacciones que obtenía de ciertos alfas, eran en forma de muecas despectivas o apretones rudos que le causaban dolor. Algunos tenían los huevos suficientes como para soltarle insultos en la cara, y otros, que solían ser betas, expresaban su disgusto en murmullos discretos que evidenciaban su cobardía.

Cada uno de ellos, siempre le recordaban la mierda en la que estaba metido.

En su rumbo hacia el vestuario, intentó despejar su mente, conversando con un jardinero central. Aunque para ser honesto, no se encontraba funcionando y de poder, hubiera deseado no tener ningún pensamiento.

No obstante, mientras se dirigía hacia su casillero para hacerse con prendas nuevas, las disconformidades del omega castaño, pasaron a un plano insignificante, al mismo tiempo que no pudo evitar el tener que fruncir la nariz. En aquel espacio, los aromas se concentraban con una intensidad apenas soportable. Y no se trataba sólo del sudor, sino que también, de las esencias marcadas de alfas y betas, como de las feromonas que le correspondían.

No importaba los trucos que intentara, inevitablemente la combinación siempre lo conseguía marear. En cada maldita ocasión. Sin excepciones. Siendo así, incapaz de eludir las reacciones naturales de su cuerpo. Una desventaja de tantas que tenía gracias a su designación. Y no por nada ocupaba el último puesto en la pirámide. De tener algo positivo, su casta sería mejor tratada.

Resoplando, se recriminó por llenarse la cabeza de basura que no necesitaba y mucho menos en ese momento. Cerrando su casillero con más fuerza de la requerida, se colgó la toalla al hombro y circuló por entre sus compañeros, manteniendo su vista al frente. En el camino, recogió los restos inteligibles de conversaciones, como los últimos segundos de las risas antes de que se pierdan en el bullicio general.

Un escenario que no se diferencia en mucho a los existentes en los días anteriores.

Tras un rápido recorrido a las duchas, logró encontrar un cubículo disponible para su uso. Una vez dentro, colocó el seguro y procedió a colgar sus prendas en el gancho dispuesto en la puerta, para acto seguido y un poco a las prisas, quitarse el uniforme sudoroso. Sin querer perder otro segundo, abrió la llave y no dudó en meterse bajo la cascada. El contacto del agua fría con su cuerpo desnudo, fue todo lo que necesitó para soltar una exhalación de profundo alivio. Sus ojos se cerraron en consecuencia, disfrutando de la sensación helada contra su piel.

Y él podría estar de ese modo por horas en su casa, dejando que el agua se encargue de deshacerse de la rigidez en sus músculos, pero lamentablemente, allí no es dónde estaba y el límite máximo que les permitían tardar era diez minutos. Algo bastante razonable.

Y después de que transcurrieran siete minutos, el campocorto de los Doosan Bears, cerró la llave y empezó a secarse. En lo que fue eficiente y veloz, pero poco gentil. Indiferente a esto, se vistió a los tirones. Al finalizar, recogió sus cosas y salió de ese cubículo, dirigiéndose devuelta a los vestidores, donde un porcentaje de sus compañeros lucían bien arreglados, mientras que la parte restante, todavía se entretenía conversando con una toalla alrededor de la cintura.

Rodando sus ojos, se concentró en meter sus pertenencias en el interior de su bolso. Actividad en la que fue poco cuidadoso, pero de nuevo, ese no era un detalle en el que le interesara detenerse. Era sólo ropa después de todo. Luego de comprobar que no se dejaba nada, se llevó las correas al hombro y salió del lugar sin más. Su caminata por los pasillos estuvo rodeada por el silencio, no absoluto, pero al menos el justo como para tranquilizar su mente revuelta. Y era lo bastante útil para lo que tenía que enfrentar a continuación.

Situación en la que no quería pensar demasiado, primeramente, porque suspiraría por cuarta vez. Y apenas iban a ser las ocho. En segundo lugar, porque terminaría por conducir hasta su casa, cuando se supone, todavía no acababa con su "jornada". Por último, se encontraba demasiado agotado como para realizar todo ese trabajo mental.

«Sólo unas horas más», se repitió sin descanso, como si se tratara de un mantra.

Deteniéndose frente a su auto, Hongjoong respiró hondo varias veces. No sabía si para darse ánimos o si para intentar tranquilizar aquella inquietud tan familiar en su pecho. Cualquiera sea el motivo, no le sirvió de mucho.

Resignado, ingresó al vehículo con brusquedad y lanzó su bolso al asiento vacío a su derecha. Sin mayores demoras, se puso en marcha una vez encendió el motor. Como el trayecto era corto, no encontró necesario disponer de la radio para perturbar la quietud en la que se vio envuelto. No es algo que le molestara. Al menos cuando no traía nada consigo.

Hallar un lugar dónde estacionar no fue difícil, sin embargo, una vez se ocupó de esto, permaneció en el interior. Sus ojos vieron hacia su destino con resistencia. Sus manos todavía aferradas al volante. Aún si no quería bajarse, tenía que hacerlo. Las letras rojas del local; Saebyukjib, advirtiéndole que carecía de opciones.

Pasando una mano por su cabellera húmeda, el omega arrancó las llaves con irritación y se impulsó fuera con una determinación falsa. Con la alarma puesta y todo lo necesario en sus bolsillos, dio grandes zancadas hacia el interior del restaurante. Gracias a los ventanales, podía observar la mayoría de las mesas ya ocupadas por integrantes de varios equipos. Y ni siquiera tenía que realmente entrar para imaginar el caos allí: las risas, las conversaciones cruzadas y el bullicio general.

Al llegar a la puerta, sus suposiciones cobraron magnitud y golpearon sus sentidos con una fuerza paralizante. Apartando el impulso de querer cerrar los ojos y correr al auto, se enfocó en analizar semejante escenario y luego de un minuto entero, casi dos, localizó un sitio seguro junto al lanzador de su equipo. Por lo que no dudó en dirigirse a él.

—Hey, hasta que llegas.

Temiendo que se notara su desgano si ponía un poco de esfuerzo, curvó sus labios con ligereza, lo suficiente como para hacer pasar su sonrisa por una amable. Enseguida a esto, se dejó caer en el asiento desocupado. Siendo recibido por un aroma de notas amargas.

—Había algo de tránsito —contestó al recomponerse del breve aturdimiento.

El mayor asintió, comprensivo—. Eso y que no quería venir, ¿cierto?

Intentando no fruncir su ceño, el castaño miró con una expresión de falsa sorpresa al rubio. Aunque era bueno señalar, que no fue creíble para nadie en esa mesa.

—¿Qué te hace pensarlo?

—Muchas cosas —comentó con un tinte divertido en la voz, para acto seguido, abanicar la mano en su nariz—. Aparte de las obvias, tu mala cara.

—No es como si pueda hacer algo para cambiarla.

Fue la única respuesta lógica que pudo ofrecer, decidiendo quitarse esa precaria máscara de entusiasmo. Una que contrastaba con el humor del alfa a su izquierda, quien después de reír momentáneamente, presionó las comisuras de sus labios con gentileza y tiró de ellas hacia arriba.

—Prueba con una sonrisa menos forzada. Te vendría bien.

Él quería argumentar que, en realidad, lo que le vendría bien, sería estar en su departamento y durmiendo. Le daba igual si no pasaban de las ocho, necesitaba descansar. De preferencia, de forma ininterrumpida. No sólo se encontraba exhausto, sino que también le dolía la cabeza y para ser sincero, no tenía ganas de socializar.

Pero no importaba qué quisiera, como los demás, el omega debía estar allí presente. Después de todo, esa barbacoa era una tradición que no podían saltar. Su propósito, aparte de servir a los veteranos retirados que habían participado, era consolidar las relaciones entre los diez equipos de la liga profesional, además, buscaban promover la cordialidad y un sistema de competitividad más sano. Principalmente fuera del campo.

Lo que en opinión de Kim, no funcionaba muy bien. De hecho, podía hacer un reporte de cuatro páginas con las fallas. Sin embargo, suponía que había mérito en que lo intentaran. En otras áreas la situación era incluso peor.

—No te ofendas, hyung, pero lo dudo.

Mostrándose comprensivo, el susodicho asintió repetidas veces. Su expresión serena mientras colocaba diversas tiras de carne en el fuego.

—Entonces bebe algo —aconsejó no mucho después, empujando una botella de soju en su dirección—. Quizás te sirva más.

—No gracias, conduzco.

Tras un simple ademán en aceptación, el rubio se enfocó en preparar la carne. Momento que Hongjoong aprovechó para estirarse y coger una botella de agua, en simultáneo, observó su alrededor sin interés. Viendo cada mesa ocupada y la actividad usual en ella. Hombres de todas las proporciones y alturas, interactuando entre sí a las risas o conversando con la boca llena. Creando un bullicio difícil de comprender.

El castaño pronto se sintió excluido de la composición general, pero con todo ese alboroto y su desgano, no podía ser de otro modo. Tampoco le interesaba que lo fuera. A decir verdad, quería acabar con esto rápido.

De no ser por una interrupción repentina que hubo en el exterior, sus pensamientos habrían seguido esa línea pesimista, no obstante, el estímulo fue suficiente para hacerlo mirar al frente. Allí, ocupando el último asiento disponible, se encontraba un rostro distinguido y de aspecto sonriente.

—Gran juego el de ustedes —les dijo en un tono liviano, cercano a lo alegre—. En verdad se lucieron dando pelea.

Al instante de oírlo, el castaño resopló una risa corta—. Un honor que lo digas tú, te luciste como nadie robando esas bases.

—Oh vamos, hyung, nada más fueron tres. ¿Y no se supone que este era el propósito del evento? ¿Dar un espectáculo?

—Lo era —reconoció sin más, pasando a levantar su botella de agua—. Felicidades por tu victoria. No lo hiciste mal.

En realidad, Choi San, tuvo un desempeño increíble. Y si tenía que ser honesto, era una de las mejores adquisiciones que habían hecho los Samsung Lions recientemente. Porque el tipo no sólo era bueno en su posición como primera base, sino que también, cuando se trataba de estar en la ofensiva, era sorprendente.

Teniendo 24 años y esa sed natural por impresionar, el chico no dudaba en realizar jugadas arriesgadas. Y robar bases, no es algo que cualquiera pudiera hacer. Después de todo, se tenía un tiempo de reacción como de acción, mínima. Fracciones de segundos que comenzaban al momento que la bola era lanzada y hacía su recorrido hasta el guante del receptor. Esto sin ser bateada, claro. Desplazarse de una posición, cualquiera sea, a la siguiente desocupada, en una brecha tan fina, era bastante difícil. Se requería de agilidad mental y rapidez. Pero para fortuna de los Lions, esas eran cualidades que el número 45 poseía. Sin embargo, hablando desde una perspectiva competitiva, Hongjoong tendía a resentir. Porque al saberlas usar, amplificaba sus posibilidades de conseguir carreras. Lo que luego se terminaba viendo en el marcador. Como hoy había sido el caso.

—No fui el único.

Siguiendo el gesto del beta, el omega se fijó en los raspones que le adornaban los codos. Notorios, pero ahora insignificantes.

—Quise ponerme a la altura —comentó en un tono casual, encogiéndose de hombros.

A lo que el silencioso alfa a su costado, pronto concordó—. Aún así, habría sido genial que eso nos hubiera dado la victoria.

Esa mención inofensiva, dictó el rumbo de su conversación, y pese a las risas que los otros dos hombres soltaron en distintos puntos, no fue un intercambio satisfactorio para Hongjoong. Y a él le hubiera gustado decir que la carne mejoró la experiencia, pero de nuevo, no fue así. Las constantes miradas pesadas que sentía sobre su persona y los comentarios de algunos alfas en relación a su rendimiento "penoso", volvieron su hora un infierno.

Odió cada minuto de su estadía en aquel restaurante.

Lo único agradable de su noche, fue regresar a su departamento y lanzarse sobre su cama. Olvidando su móvil apagado en el interior de su bolso.

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Frustratĭo: Al provenir del latín, esta palabra hace referencia a la frustración, que a su vez, esta es, aquel sentimiento desagradable que una persona puede experimentar cuando sus expectativas no se ven cumplidas.

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