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❈•≪01. Aversio≫•❈

Seúl se encontraba en esa época del año, donde el aire era demasiado seco y la humedad se percibía con una densidad insoportable. Donde el sudor dejaba rastros interminables en la piel y el calor regalaba de caricias que ardían. Un verano típico que sofocaba a sus afectados y les teñía las mejillas con una sombra intensa de rojo. Esponjaba sus cabelleras y agitaba sus respiraciones con una facilidad irritante.

Pero ubicado por delante del receptor y con el mango de madera firmemente sujeto entre sus manos, rodeado por más de veinte mil espectadores y acogido en la seguridad del estadio Jamsil: su propia casa. Hongjoong sólo se mantenía enfocado en aquella mirada encendida que lo atravesaba con una frialdad ilegible. Un rostro inexpresivo que contrastaba con el suyo fruncido por el enojo contenido.

Y no podía evitarlo, su sangre hervía y sus ganas por ir hasta el tipo para golpear, de forma literal y a puño cerrado, un poco de sentido común dentro de su cabeza, eran inmensas y quemaba en sus palmas. No sólo porque hubiera mandado a dos de sus anteriores bateadores fuera, sino que también, el hecho de que se estuviera tomando esa mierda muy en serio era el mayor de los incentivos. Y la experiencia debería haberlo acostumbrado: su actitud siempre era igual, pero no lo hizo. En cada encuentro, la exasperación aumentaba con la intensidad de los rayos del sol.

Apretando su agarre en el bate, sus ojos se estrecharon con las señales familiares del hombre frente a él. La manera ligera en la que su pecho se amplió al tomar una inhalación profunda, el modo en el que acomodó su gorra hasta cubrir gran parte de su rostro, y la despreocupación con la que giró la bola en su mano. Preparado para lanzar.

Los gritos eufóricos de la audiencia y sus aplausos vigorosos, se perdieron en el segundo que captó el sonido de la bola rompiendo en el viento, el ruido seco que hizo al impactar contra el material de cuero y el zumbido que fue la voz del árbitro al anunciar que ese era su primer strike. Apretando sus labios entre sí, miró por encima de su hombro derecho en el momento que escuchó el arrastre de una breve risa. El receptor, dueño de la burla en cuestión, le mostró una sonrisa altiva antes de regresar la bola.

Ignorando su evidente provocación, devolvió su atención a lo que importaba. Sin embargo, se precipitó en sus acciones y no atinó a golpear. El bate se sintió impotente en sus manos, a la vez que declaraban su segundo strike y las personas en el público clamaban el nombre del lanzador con el número 20 en su camiseta.

Tragando una maldición, intentó concentrarse en su postura, en la sensación cómoda de su agarre y en su propósito para estar allí. El cual, pronto, le fue arrebatado con un lanzamiento agresivo que no pudo predecir a tiempo. Con una voz neutral, el árbitro robusto en sus cuarentas, dio aviso de que ese era su tercer strike y que él estaba fuera. Perdiendo la oportunidad de que alguno de sus compañeros pudiera realizar una carrera y sumar puntos en su turno. Reprimiendo el impulso por sacarse el casco y tirarlo en la arena, se dispuso a regresar a la banca con una actitud, que esperaba, fuera lo suficientemente calmada como para no destacar del resto.

Y lo que en realidad le frustraba, es que haya sido influenciado por el otro hombre, al punto de querer competir en serio en una situación que no lo ameritaba. En opinión de Hongjoong, eso era peor. Se suponía que los alfas no lo afectaban. No tenían poder en su persona.

Recordatorio que se repitió sin descanso, mientras se aseguraba el guante a la muñeca y se dirigía de regreso al campo con sus compañeros, esta vez, para encargarse del ataque y ocupar su puesto oficial entre la segunda y tercera base. Después de todo, como parador en corto, allí es adonde pertenecía. Era su fuerte y lo que se le daba mejor.

Y a lo largo de la jornada, el esfuerzo que le exigía su posición, se manifestó como manchas en su uniforme blanco, además de venir acompañado de algunos raspones insignificantes. Al concluir con todo el espectáculo, el omega se duchó a las prisas y salió hecho un toro embravecido del vestuario que había sido asignado para su equipo. Y de no ser por una voz que lo llamó a la distancia, habría continuado inmerso y pisando fuerte hacia el estacionamiento.

—¿Fue muy malo?

Exhalando de manera ruidosa, el hombre más bajo se detuvo en su sitio y esperó a que el alto de cabellera blanca, llegara a su lado.

—No creo que exista palabra para explicar esa mierda.

—Eso ya dice mucho —replicó el contrario con suavidad, dándole una mirada curiosa—. ¿Aunque no se supone que de eso se trata? ¿Que uno gane y el otro pierda?

—Sí, en la temporada regular. No en un estúpido partido de exhibición.

Se supone que el juego de las estrellas, se trataba de una competición amistosa. Constaba de reunir a los mejores deportistas, tanto veteranos retirados, novatos populares, como, quienes ya eran figuras consolidadas en el área del béisbol, para que dieran una demostración de sus habilidades a los aficionados más fieles. O aquellos que estuvieran dispuestos a pagar por una entrada y quisieran verlos.

Básicamente, se exhibían al público y ofrecían de un entretenimiento dinámico, en el cual apenas se esforzaban. Lo justo y necesario, vaya. Estaban a mediados de julio, a menos de tres meses de concluir con la temporada regular y de empezar la pos-temporada. El torneo de eliminación que definiría a los cinco mejores equipos en calificar. Sin mencionar que luego venían los semi-playoffs y los playoffs. Todo ese extenso recorrido para llegar a la final y decidir el campeón de la Serie de Corea.

Para ese entonces, sería octubre y nadie querría joderse un músculo con el riesgo de terminar en la banca por un evento que, en su mayoría, tendía a reconocer a los veteranos participantes. Era poco usual que los aficionados, los entrenadores de los clubes o los directivos de éstos, le otorguen a un novato algún título en particular. No lo hacían. Quizás a un beisbolista en la liga profesional, pero no más.

Y en los cinco años que llevaba siendo un profesional o en las tres ocasiones que fue invitado a participar del evento, nunca recibió ninguna mención honorífica. Motivo por el cual, se preguntaba la razón detrás para que el lanzador estrella de los Kia Tigers, jugara en sus más óptimas condiciones. Con la cantidad de enfrentamientos que tenían por delante, era lógico asumir que mantendría su rendimiento al mínimo. No que haría lo imposible para aplastarlos en una competición vacía.

Que al final del día, eso es lo que era: un simple teatro.

—Sigo sin entender cómo funciona todo esto —declaró Seonghwa con un tono tranquilo, lejos de estar apenado—. Pero, ¿no deberías estar acostumbrado?

Era absurdo, porque sí, ya debería haberse adaptado a esa actitud déspota y tal vez, desarrollado un tipo de inmunidad. Pero no era el caso y aún le sorprendía. Sin señalar la facilidad ridícula con la que todavía activaba su irritación. Sus nervios vibraban como el cascabel de una serpiente cada vez que se encontraban en un mismo espacio.

—Si estuvieras en mi posición, también lo querrías matar. Nadie, ni siquiera sus compañeros se lo tomaron en serio. Sólo él.

—¿Quizás sea alguien perfeccionista?

Soltando un quejido ahogado producto de la frustración, el omega se frotó el rostro con ambas manos.

—Es el primer día.

—¿Y?

Incrédulo, el hombre se dignó a mirar al alto, en el instante que giraron en un pasillo.

—Que podría haber puesto esa energía en el segundo día o en el último. Pero por supuesto, no lo hizo. Tenía que ser un imbécil arrogante desde el momento cero y demostrar que es superior a los demás como siempre.

—Deberías tener cuidado, y no hablar como si en realidad me conocieras.

Deteniéndose en seco, Hongjoong volteó hacia la izquierda a una velocidad preocupante y observó como de entre las sombras de aquel pasillo, surgía la presencia imponente de Song Mingi.

Su primera reacción y la más natural, fue sorprenderse. No lo había notado llegar, pero ante lo silencioso de su andar y la ausencia de feromonas, era de esperarse que así fuera. Y es ahora que se encontraban a menos de un metro, que podía percibir ese aroma leve, casi superficial, que lo distinguía como alfa. Pero nada más. Hace años que no existía una esencia propia con la cual identificarlo.

Acomodando la tira del bolso en su hombro, el omega enarcó una ceja. Indiferente a la advertencia en el tono grave del alfa. Quien, aparte de estar recién duchado, lucía una expresión cerrada, como si su persona le aburriera.

—¿A caso no es cierto? —preguntó, mordaz. Cruzando los brazos—. Los alfas de tu clase son todos iguales.

Inmediatamente después de decirlo, un aroma intenso llenó el espacio estrecho. Fue tal, que le obligó a fruncir la nariz. Sus ojos pasaron a moverse de aquellos severos, para dar con unos más grandes y que le perforaban la cara con un rechazado marcado. El receptor de los Kia Tigers chasqueó la lengua en su dirección, no obstante, no fueron suyas las palabras que se emitieron.

—¿Y cómo se supone que son los alfas de mi tipo?

Resoplando una risa falsa, Hongjoong le dio una mirada despectiva al pelinegro—. Para que no se te complique, te lo diré de modo sencillo. Son soberbios y condescendientes sólo por estar encima de la cadena alimenticia.

La aspereza de su juicio, no alcanzó a quién esperaba, en su lugar, dieron directo en el alfa de cabellera café.

—Eres rápido para criticar, pero cuando se trata de los juegos, apenas y consigues hacer algo. Deberías trabajar en eso. Por si no te enteras, van séptimos en la tabla.

Apretando sus manos alrededor de las tiras, el omega reprimió su impulso por hacer algo estúpido. Si bien es cierto que, los Doosan Bears se hallaban en una posición difícil, todavía tenían posibilidades de subir al quinto puesto. Nada estaba decidido aún. Que Yunho lo pusiera como si no tuvieran esperanzas y debieran tirar la toalla, era ofensivo.

Y antes que pudiera materializar los puntos irrazonables en la sentencia ajena, fue intervenido en el acto.

—Déjalo, Yunho —murmuró el pelinegro, su voz plana y carente de alguna emoción reveladora—. Nunca se le dio bien leer las situaciones en las que está metido.

Con los dientes apretados e ignorando las feromonas por parte de Seonghwa que buscaban tranquilizarlo, avanzó hasta quedar a centímetros del lanzador. Logrando contenerse en el segundo exacto que se encontró a nada de empujarlo. Y como anticipaba, el hombre no retrocedió o se inmutó por su accionar repentino.

—¿Y si mejor eres un poco más claro en la mierda que quieres decir?

Curvando ambas cejas con ligereza, Mingi lo observó desde arriba en silencio. Una mirada seria y de ojos marrones que no evidenciaba ningún pensamiento. A Hongjoong nunca le gustó su capacidad para permanecer en control e imperturbable ante sus provocaciones. Sin sus feromonas de por medio, era aún más complejo saber si lo afectaba de algún modo. Aunque sea insignificante.

Y necesitaba de ese conocimiento, por la simple razón de no sentir que era el único que se ahogaba en ese desprecio corrosivo.

—¿No acabo de ser lo suficientemente claro? —replicó con una monotonía impecable—. Tu criterio es pésimo y sólo eres un experto cuando se trata de saltar a conclusiones estúpidas. Lo que dice mucho de tu habilidad para el razonamiento.

—Hijo de...

A pesar de intentarlo, el omega ni siquiera llegó a rozar con sus manos al despreocupado alfa pelinegro. Su amigo reaccionó lo bastante rápido como para tomarlo del brazo y alejarlo de un tirón. Y eso fue todo lo que se necesitó para que Song retomara su camino hacia la salida. Comportamiento que Jeong imitó, sin embargo, no dudó en soltar un comentario desdeñoso en el proceso.

Con ambos alfas fuera de su vista, el beisbolista perteneciente al equipo de los Doosan Bears, profirió una exclamación frustrada, se pasó una mano por el pelo y resopló un insulto por lo bajo.

A su lado, Park soltó una gran cantidad de aire, y en simultáneo, le dio una mirada entornada que expresaba lo suficiente.

—Cristo, ¿ustedes dos no pueden estar tranquilos un minuto sin intentar saltarse al cuello?

—¿Disculpa? —inquirió en un tono agudo que no le correspondía, producto de la incredulidad—. ¿Qué acabas de decir?

—Por favor, no juegues esa carta conmigo.

—No estoy jugando a nada, sinceramente me sorprende que creas que lo hago a propósito.

Seonghwa no habló de inmediato, en cambio, priorizó el detenerse a quitar la alarma de su auto tan pronto lo encontraron en aquel estacionamiento casi vacío y una vez se dignaron a seguir caminando.

—No digo que sea así —respondió el hombre albino una vez estuvieron dentro—. Me refería a que ustedes desarrollaron un hábito insano por atacarse. Es todo.

—Tú lo viste, es un imbécil.

—Siendo justos, su reacción fue una respuesta condicionada por tu comentario despectivo.

Boquiabierto, el hombre de menor estatura se mantuvo en silencio por varios segundos en lo que el auto era encendido—. No hablas en serio —dijo al final.

—No te ofendas, pero en todas las ocasiones que los he visto interactuar, siempre es igual. Tú dices algo y él te responde.

El omega sintió la urgencia de preguntar qué se supone que esperaba de ellos o de su dinámica, cuando estaba claro que no se soportaban. Ni en el ámbito profesional ni personal. Dios, ellos se detestaban en éste último. Sin embargo, mantuvo esa interrogante en particular para sí mismo.

—¿Lo estás defendiendo?

—No, sólo expongo puntos. Un día llegaste y empezaste a despotricar contra él sin explicarme la situación o el motivo, por lo que es normal que siga confundido.

—Es un alfa. Eso pasó.

Y en el instante que se hizo consciente del comentario que soltó, el arrepentimiento invadió a Hongjoong con rapidez. Sus ojos se expandieron en grande y sus manos fueron directo a cubrirle la boca. Los insultos hacia su persona no tardaron en llenar su cabeza, recriminando su comportamiento impulsivo. Y supo que disgustó a Seonghwa, en el momento que su aroma perdió esa característica cítrica que tanto le gustaba y le recordaba al naranjo que solía tener su padre.

—Yo no me refería..., tú sabes...

Sin darle tiempo a explicarse, su amigo realizó una ademán pidiendo por silencio. En su semblante aparecieron un par de arrugas mientras que sus labios se apretaron en un rictus tenso.

—Déjalo.

Una petición simple que no detonaba ninguna emoción negativa. No obstante, le instaló un nudo en el estómago. En recordatorio de su fallo. Aferrándose al cinturón de seguridad, el beisbolista clavó sus ojos en un punto inexacto sobre su regazo. Como un hombre adulto hecho y derecho, se supone que sabía en qué circunstancias limitar sus asperezas, pero la verdad, es que no era así. En su naturaleza estaba el cometer los mismos errores.

—Lo siento, en serio. Sé que no son iguales...

—Lo entiendo, Joong, pero déjalo. Sólo por hoy, por favor.

Mordiendo su disculpa, el omega asintió y se mantuvo callado por el resto del viaje. Haciendo que esos veinticinco minutos se sintieran eternos, además de incómodos en extremo. Al despedirse, entre ellos todavía hubo cierta rigidez.

En lo que se adentraba a su piso, Hongjoong no pudo pensar en otra cosa que no fuera la manera espectacular en la que ese viernes había concluido. Era tan desagradable que prefería borrarlo de su memoria. Y su única meta ahora, era comer lo qué sea que encontrara e irse directo a la cama. No tenía energía suficiente como para lidiar con nada. Ni siquiera con su persona.

En realidad, eso era lo que más odiaba hacer.


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Aversio: Palabra proveniente del latín y que significa aversión. Haciendo referencia al desagrado, el asco o el rechazo que puede sentirse por alguien o por alguna situación en particular.

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